Disclaimer: Naruto no me pertenece, es propiedad de Kishimoto— sensei. Si me perteneciese, ya habría creado una pareja romántica para Kakashi—sensei.
Advertencia: La historia puede contener situaciones sexuales y violentas, y esta catalogado como Rated M. No recomendado para menores de dieciocho.
Importante: Traducción.
Autora original: Dondeloth
Traductora: Istharneko.
¡Buena lectura!
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O predador e a Lua
1
Oía los golpes en la puerta de una forma prolongada, como si estuviese en otro mundo. Inclinada sobre una de las ventanas de la mansión, veía el campo que se extendía frente a ella, con millares de cuerpos que yacían por toda la extensión de terreno, esparcidos entre la sangre, el lodo y el granizo que había caído la noche anterior. Ya se había acostumbrado al olor de aquella masacre, y casi ni lo percibía. Había visto tantas barbaridades aquel día, que sentía como si aquel mundo de terror ya no tuviese efecto en ella. En ese momento no conseguía pensar en nada. Veía la silueta del cadáver de su padre, tirado en el suelo de cualquier manera; sin nadie que se encargase de enterrar aquellos cuerpos, pronto los cuervos se darían un gran festín. No tenía tiempo para llorar la muerte de sus seres queridos en ese momento y deseaba que todo aquello acabase de la forma más rápida posible... Quien sabe si quizás, ella podría estar en breve junto a su padre, de una vez por todas.
El clan había perdido la batalla, la mansión estaba siendo invadida. Las ventanas y la puerta no podrían aguantar aquellas sacudidas mucho tiempo más.
Reuniendo el resto de coraje que le quedaba e intentando controlar el ansia de vomito, Hinata se concentró en salir del cuarto, yéndose a juntar con las demás mujeres en la puerta de la mansión, que temían, lloraban e imploraban por sus vidas y por las vidas de sus hijos y maridos, que habían expirado en el campo de batalla. No podían hacer más que eso, eran mujeres y solo les restaba rezar.
—¡Hermana!¡Hermana!— Gritó la voz de Hanabi, su hermana pequeña, viniendo a su encuentro.— ¡Conseguirán invadir la mansión, la puerta esta cediendo, entrarán hermana!,¿qué vamos a hacer?
Hinata abrazó a Hanabi, como si con aquel acto pudiese tranquilizarse a sí misma y transmitir fuerza a su hermana. Todos sabían que Hyuuga Hiashi estaba muerto en las puertas de la mansión y ahora le tocaba a Hinata, su primogénita, volverse líder del clan y enfrentar aquel problema como pudiese. Debía ser fuerte, ayudarles a todos; sin embargo, la muchacha se sentía débil, impotente. Nunca hubiese imaginado que su padre moriría de forma tan repentina, dejándola a ella sola para enfrentar al ejército de mercenarios "Akatsuki".
Los golpes en la puerta se volvieron más fuertes. La madera pronto empezaría a ceder, y no habría nada que impidiese a los conquistadores tomar posesión de todo lo que la mansión poseía. Hinata se intentó serenar, intentó contener el temblor interno que la hacía desesperar. Tenía que mantener la cabeza fría, tenía que hacerlo por su clan, por su hermana, por su padre...
Astillas de madera volaron para todos los lados cuando finalmente la puerta cedió con un chasquido. Voces masculinas invadieron los oídos de todas las mujeres que se encontraban en la antesala de la mansión. Luego, pudieron divisar una gran cantidad de hombres fuertemente armados. No había duda, todos eran Shinobis. Hinata empujó a su hermana pequeña detrás de si misma, tratando de protegerla de los hombres que invadían la mansión. Ellos no repararon en las mujeres, introduciéndose dentro de la mansión con gritos de victoria. Podía oírse como las cosas se rompían, rasgadas por aquellos hombres. Todo estaba siendo destruido. Algunas mujeres, siervas fieles de la familia secundaria, intentaron impedirles mancillar el patrimonio del clan Hyuuga, sin embargo fueron impedidas con golpes y bofetadas, y volvieron humilladas hasta los pies de la s ojiblanca. Esta permanecía protegiendo a Hanabi, ojeando a su alrededor, con la barbilla erguida y observando a las figuras que se adentraban rápidamente en la mansión.
A la misma vez, la chica de orbes plateados, pudo ver que dos de ellos, vestían con mantos negros, estampados con centelleantes nubes escarlatas. El ansia de vomito se estaba volviendo insoportable, pero ella se mantenía rígida, observando como ambos mercenarios de Akatsuki, avanzaban hacia ellas ahora. Su cuerpo tembló cuando ellos de mientras se aproximaban, y pudo percibir que estaban cubiertos de sangre, sangre de las personas de su familia. Fue casi insoportable retener las lágrimas. Uno de ellos era alto, y tenía cabello rubio, recogido en una cola de caballo. La morena notó que uno de sus ojos era azul y tenía un brillo de malicia, y otro que estaba cubierto por una franja, era un ojo mecánico, pero en lo que más reparo la muchacha, era que él poseía una sonrisa de desprecio en sus labios finos y rosados. Encaraba a Hinata directamente y con gran interés.
El otro individuo poseía cabellos pelirrojos, era un poco más bajo y aparentaba no tener más de quince años, la edad de Hanabi. Sus ojos eran gélidos y fríos. Ella lo había visto luchar desde la ventana de su cuarto, y sabía que era un asesino de sangre fría. No la miró más que una vez, pues se acercó a uno de los pilares de la entrada de la mansión y fue se quedo allí, ojeando a su alrededor.
El silencio fue quebrado por el hombre de cabellos dorados:
—Esta mansión esta siendo tomada en nombre del bando de mercenarios Akatsuki, y todo lo que hay aquí dentro, incluyendo sus habitantes nos pertenece ahora. Quién se oponga morirá inmediatamente.
El silencio fue largo y opresor, así mismo el lamento de las mujeres había cesado.
—Veo que nadie aquí quiere morir, maestro Sasori.— Dijo el hombre de cabello rubio a su compañero.— O son personas inteligentes, o meramente cobardes.— Tras esto se dirigió al grupo de mujeres que estaban alrededor de Hinata y preguntó: —¿Dónde están los hombres de la casa?
— E—Ellos están muertos frente a la casa.— Respondió la primogénita Hyuuga, intentando controlar el temblor que recorría su cuerpo.
La ojiblanca vio al rubio aproximarse a ella, mirándola fijamente con aquellos ojos gélidos. Cuándo estaban muy próximos, él la tomó de la barbilla de ella entre sus dedos y la levantó, haciendo que ella mirase fijamente en su dirección.
—¿Y quién eres tú, pequeña? —Preguntó, sonriendo diabólicamente. Luego añadió:— No hay dudas de que eres una bella obra de arte.
Con un movimiento brusco, Hinata libró su barbilla de las manos de aquel hombre, el olor a sangre la impregnaba y sus entrañas de retorcían compulsivamente.
—Mi nombre es Hyuuga Hinata, y soy la patriarca de este clan.— Dijo serenamente, aunque en su interior, reprimía sus ganas de vomitar.
—Pensé que el patriarca era Hyuuga Hiashi, el hombre que acabamos de matar.— Sonrió nuevamente con malicia, sin embargo tenía un cariz de sorpresa en la voz. Sin pensarlo dos veces, Hinata levantó la mano para abofetear al hombre frente a ella, pero el fue mas rápido, tomando su brazo de forma dolorosa.
— No me gustaría lastimarte niñita, detesto tener que estropear una bella obra de arte antes de tener oportunidad de apreciarla debidamente. – Remarcó, sujetando su brazo de manera que le doliera más.— Pero te aconsejo que no vuelvas a cometer ese error. – Siguió cogiéndole el brazo, omitiendo las quejas de la chica.— No me presente debidamente, me llamo Deidara, encantado de conocerla pequeña Hyuuga.
Sin decir nada más, el hombre soltó a Hinata y se alejó ella. La muchacha se tocó la extremidad por la que él la había estado agarrando. Todavía podía sentir la piel de su brazo dolorida. No había dudas de que aquel hombre, debía de ser extremadamente fuerte.
— ¡Parad con esa mierda, panda de inútiles!— Grito Deidara al bando de ninjas que estaban destruyendo la mansión.—Exclamó Sasori. Todos pararon en aquel preciso momento y voltearon con la cabeza gacha, para el hombre que les había llamado la atención. —Muy bien, ya que no hay más hombres vivos, creo que las señoras estarán felices de servirnos ahora mismo, ¿cierto?— Preguntó, sonriendo de forma maquiavélica.
—¡Ninguna mujer aquí presente ira a serviros, bando de asesinos!— Dijo Hinata, en un arranque de coraje.
— Creo que si querida niña, y yo pretendo que tú me sirvas exclusivamente.— Añadió el rubio.
Por una fracción de segundo, Deidara miró a la chica de orbes plateados, y de la rapidez, pareció que se desaparecía, volviendo a aparecer después tras su espalda. Ahora apretaba un Kunai contra su cuello. La morena pudo sentir los brazos fuertes que la prendían, dejándola sin aire. El filo helado del arma estaba apoyada encima de una de sus arterias, su corazón galopaba dentro del pecho desenfrenadamente. La muchacha no tuvo dudas de que moriría en aquel momento.
—Sabes, yo adoro a las chicas determinadas como tú hasta el momento en que ellas me hacen perder la paciencia.— Susurró Deidara en su oído y tras esto, lamió el lóbulo de la oreja de Hinata, que intentó de escapar.— Para tu suerte pequeña, además eres bonita, así que seré más paciente contigo.
Con un movimiento rápido de manos, Deidara cortó con el Kunai el lazo que prendía el Kimono de Hinata, dejándola apenas con un vestido blanco que se asomaba por debajo y estaba pegado al cuerpo. La chica de ojos plateados intentó contener sus vestiduras con las manos. Las mujeres soltaron gritos de vergüenza y miedo, e intentaron ayudar a la muchacha a recolocar su kimono.
—¡Parad!— Gritó Deidara, con ira. —¡Yo la prefiero así!— Con esos comentarios, todos los hombres rieron y soltaron piropos para Hinata. La chica sintió que podría matarlos con la rabia que sentía hervir en sus venas. Con desprecio, añadió:— Tendrás que estar así, preciosa. Sé que hace frío, pero tienes que entender que esa visión agrada mucho más a mis ojos.
Hinata enrojeció hasta la raíz de sus cabellos, e intentando esconder su cuerpo con las manos. Se sentía expuesta a los ojos de aquellos hombres.
— Podemos acabar luego con eso, Deidara.— Habló Sasori.
—Muy bien, maestro Sasori.—El rubio concordó con un gesto de cabeza, y fue a juntarse con el pelirrojo, cerca del pilar. Discutieron durante algún tiempo, sin que nadie pudiese oír su conversación.
—¿Por que estás haciendo tanta algarabía Deidara?— Preguntó Sasori en voz baja.— Nuestro objetivo era conquistar el feudo Hyuuga y mantener a raya a sus habitantes, hasta que llegase el otro miembro y tomase posesión definitiva del castillo. Tenemos que partir lo más rápido posible.
—No sé por qué el feudo no puede quedarse con uno de nosotros dos. Somos lo que lo tomamos y ahora va a llegar otro aquí a tomar posesión.— Replicó el rubio.
—Yo no desobedezco las ordenes que recibo.— Respondió Sasori, a la vez que daba por cerrada la conversación.
—Pues el que quede con las tierras y todo lo demás me da igual, pero lo que me importa aquí, es otra cosa.— Dijo Deidara, mirando de reojo a Hinata.
—Haz lo que quieras. Apenas arregle esto para que yo pueda tomar un baño lo más rápido posible.— Habló Sasori.
Deidara apenas sonrió y fue a juntarse nuevamente con las mujeres que lloraban a los pies de Hinata.
—Esta noche, — Comenzó Deidara.— esperamos ser muy bien tratados por todas las señoras. Queremos comida y el maestro Sasori le encantaría tomar un baño.
—Ya dije que ninguna de nosotras serviría a asesinos.— Hinata fijo los ojos en el rubio.
Con un movimiento rápido, Deidara sacó un Kunai y cogió a Hanabi, inmovilizándola con fiereza frente a Hinata.
—Hanabi! – Gritó Hinata.
—Es mejor que obedezcas mis condiciones, pequeña, ¡o alguien podría resultar lastimado!— Dijo Deidara, apretando firmemente el Kunai contra el cuello de Hanabi.
La mujeres miraban con aprensión a Hinata: No querían tener que presenciar la muerte de una niña. Hinata no podía arriesgar la vida de su hermana.
—Traigan comida, y sirvan a nuestros invitados.— Respondió Hinata con amargura.
Las mujeres se retiraron con prisa, no fueron seguidas por ningún hombre. Deidara soltó a Hanabi y Hinata mandó a la chiquilla acompañar a las criadas. Su hermana se fue, intentando contener el llanto.
— Ahora, niñita, somos solamente tú y yo,— Dijo el rubio retirando algo de dentro de la chaqueta.— Esto es solo por precaución.
Y con gran agilidad, ató las manos de Hinata con una cuerda.
—Así creo que no intentarás ninguna bromita, como escapar por ejemplo.–Dijo Deidara apretando a Hinata contra sí.— Pretendo disfrutar de tu compañía toda la noche. Hasta que yo quiera.
Hinata sintió su cuerpo temblar. Entonces, aquel hombre intentaría llevarla a la cama... La idea hacía que sintiese su cuerpo entero temblar. El ansia de vomito aumentó y casi no se pudo contener. Prefería la muerte a tener que compartir la cama con el hombre que había matado a su familia, ¿pero que harían las demás mujeres si ella moría?¿Y que acontecería con Hanabi?¿Caería en las manos de alguno de aquellos hombres, y sería llevada la cama, como cualquier prostituta?
La idea hizo que el cuerpo de la ojiblanca temblara nuevamente, con asco. Su hermana aun era una niña, tenía apenas trece años. Ella sabía que por la noche, Hanabi dormía abrazada a su muñeca. ¿Pero, aquellos hombres tomarían en cuenta eso?¿O verían en ella una oportunidad para saciar su deseo carnal? "No" Pensó la muchacha de ojos plateados. Ella tenía que sobrevivir, tenía que proteger a Hanabi, las dos tenían que encontrar la forma de huir de allí lo más rápido posible, y bien lejos.
Hinata se pasó las manos por los brazos, que estaban helados. La tarde comenzaba a finalizar y luego vendría la noche, el invierno había comenzado, por eso los días estaban bien fríos. De alguna forma ella no podía sentirse caliente usando apenas aquel vestido tan fino, de la mas pura y blanca seda. Así mismo, era mejor no reclamar ni demostrar que tenía frío, o tal vez Deidara acabara dejándola andar desnuda frente a todos. Ella no podía dudar, de que él haría cualquier cosa.
Cuándo cayó la noche, las mujeres instalaron a todos los mercenarios en la sala de banquetes de la mansión. Sasori y Deidara fueron los únicos que exigieron un baño y después de eso, se sentaron en la mesa a disfrutar de la comida preparada por las mujeres, inclusive Hinata. Hanabi se encontraba sentada, escondida cerca de una de las ventanas, mirando con ojos afligidos a su alrededor. Hinata tenía que dividirse entre servir a todos y apaciguar el desepero de las mujeres.
Deidara insistió en traer un tonel de Vino de las bodegas subterráneas de la mansión. A medida que los hombres tomaban vino se sentían constreñidos y la mayoría acabaron embriagados, e intentaban algo con alguna mujer, levantando el dobladillo de sus kimonos, y palpando sus cuerpos, subiendo sus manos por las piernas... Con la morena ningún hombre intentó nada, ya que todos temían a Deidara y sabían que él había escogido a la chica solamente para sí. A ella no le gustaba de la forma con la que el rubio la miraba. siguiendo sus pasos en cuanto ella pasaba por entre los hombres, sirviendo vino y comida.
Solamente en la hora en la que ellos comían, soltó las cuerdas que prendían los puños de la chica, atándolas nuevamente después. A ninguna prisionera se le dio comida. Cuándo cayó la madrugada y algunos hombres ya dormían por la sala de banquetes, Hinata se acercó sigilosamente hasta donde Hanabi estaba; la chiquilla, mantenía las rodillas dobladas y descansaba la cabeza contra ellas. La muchacha de ojos plateados, agradeció que su hermana hubiese conseguido dormir.
—Hanabi— Llamó Hinata en voz muy baja.— Hanabi despierta.
— Me asustaste Ne—san.— La niña abrió los ojos grises, y miró fijamente para su hermana, viendo su frente.
—Lo siento, tengo algo para ti.— Hinata extendió una muñeca de paño, habilidosamente cosida y que vestía un kimono verde. Una de las siervas, había conseguido escabullirse en el cuarto de Hanabi y traer la humilde muñeca de paño. Nadie podía reclamar de una niña tuviese un juguete querido.
—No lo quiero Ne—san.— Hinata sintió su corazón apretarse en el pecho. Había sido ingenua al pensar, que una simple muñeca pudiese consolar a su hermana.
—Ya estoy bien grande para andar jugando con muñecas. Ser una niña, no nos ayudará a salir de esta situación.—Habló la chiquilla, maduramente.
—Tal vez no ayude Hanabi, pero puede aliviar un poco el dolor de la pérdida. Él también era mi padre y estoy igual de triste... – Dijo la morena.— No es bueno reprimir tanto dolor dentro de ti.— La chiquilla cogió la muñeca y, con delicadeza acarició los cabellos también negros. Hinata percibió que su hermana estaba aguantándose las lágrimas.
—¿Ne—san, y que va a pasar con la gente?— Pregunto Hanabi en un susurro. Hinata se sentó al lado de su hermana y se enlazo en un apretado abrazo con ella. No podía demostrar franqueza en un momento como aquel.
—No lo sé Hanabi, pero prometo que no voy a dejar que nada malo les pase.— Argumentó.— Tienes mi palabra.
—¿Ne—san, te quedarás conmigo hasta que me duerma de nuevo?— Hinata solo sonrió y comenzó a acariciar el cabello castaño de su hermana.
Las horas se arrastraban interminablemente por la noche. Afuera, una fina llovizna caía, y la chimenea de acceso a la sala de banquetes de la mansión, estaba fría. La Hyuuga se apretó más contra sí; tenía el cuerpo helado gracias al leve tejido de seda que cubría su cuerpo y los pies estaban dormidos. Su mandíbula temblaba continuamente. La morena sentía una gran voluntad de dejar que el sueño que tenía dominase su cuerpo, y por algunos momentos, olvidar todo el horror por el cual estaba pasando. Pero ella no se atrevería a dormir hasta que los dos mercenarios de Akatsuki no estuviesen durmiendo.
Ambos estaban con las cabezas apoyadas de frente a la chimenea, conversando. El resto del bando dormía de cualquier manera por todo el salón y sus respiraciones llegaban a los oídos de la ojiblanca como un ruido. Tanto Deidara como Sasori, no mostraban ninguna señal de cansancio y la morena comenzaba a pensar que pasarían el resto de la noche discutiendo. Su hermanita dormía a pierna suelta en su cuello. La chica se sentía aliviada sabiendo que al menos ella, podía descansar algún tiempo.
Forzando los ojos a permanecer abiertos, se intentaba entretener con cosas de otros tiempos... Días sin sufrimiento, sin lágrimas, la muchacha recordaba los momentos en los que había sido feliz en aquella mansión. Los Hyuuga siempre habían sido uno de los clanes más importantes del país del fuego, por eso mismo poseían un feudo entero. Dentro del feudo, que se constituía de la mansión principal, la pequeña villa que estaba en el norte y las casa a su alrededor. Quien mandaba era Hyuuga Hiashi con el consentimiento de la Hokage Tsunade, la gobernante de todo el país del fuego.
Hinata siempre creció ajena a la disputa de territorios de otros países. Ella sabía que de vez en cuando, algún habitante de la aldea o un miembro de su familia dejaba la seguridad del feudo y se alistaba a los ejércitos de Konoha, la villa oculta donde eran criados y enseñados todos los shinobis responsables de defender el país del fuego. Había rumores de que la propia Hokage vivía en esa villa y también era una ninja. Por lo menos era lo que su primo Neji le había dicho la última vez que los había visitado, ya que él había ido para volverse un ninja.
Ella nunca se preocupó por la guerra que ya acontecía desde hacía años en el país del fuego y del agua. Tampoco se preocupó del bando de mercenarios que se llamaban a sí mismos Akatsuki, —un grupo formado por Shinobis renegados que solo buscaban dinero y poder—, ellos invadían villas, saqueaban, mataban a personas inocentes y después se iban, dejando un rastro de destrucción y miseria allá por donde pasaban. Los rumores también decían que ellos asaltaban grandes feudos y los tomaban. Hinata nunca pensó que aquel rumor fuese cierto, y mucho menos que aquellos ocurriría en su propio hogar.
Abriendo los ojos con fuerza, la morena logró recordar los días anteriores a la tragedia. Su padre había vuelto de un viaje, diciendo que cuándo la primavera llegase, trayendo consigo las flores, en el aniversario de la muchacha sería anunciado su noviazgo con alguien de confianza. Ahora Hinata nunca sabría quien sería su novio. El futuro simplemente había sido destruido, como un castillo de arena engullido por las olas del mar. No habría boda, ni noviazgo, y la perspectiva de completar la mayoría de edad cuando llegase la primavera, ya no le traía alegría.
En aquel momento el pensamiento fijo de la chica de orbes perlados, era huir de allí. De alguna manera, tenia que encontrar una manera de escapar del bando de mercenarios. Hinata sabia que al principio, la vigilancia sería constante, principalmente sobre ella y su hermana. Pero, en algún momento ellos se tenían que descuidar, y cuando eso aconteciese, ella y Hanabi estarían libres de huir de esa pesadilla. En ese tiempo, sabía que precisaba mantenerse lejos a Deidara, el hombre de cabellos dorados y ojos gélidos y azules. Ya había dejado sus intenciones claras respecto a ella. Tenía que mantenerse alejado de su cama..."Kami sama, rogó la muchacha en silencio, protégeme a mí y a mi hermana."
Hinata miro una vez más para los dos miembros de Akatsuki, que continuaban conversando frente a la chimenea. El fuego daba señales de que se apagaría pronto, las sombras se habían vuelto mas largas, la noche no demoraría mucho en acabar. Vio cuando Deidara se levantaba silenciosamente, su caminar era sigiloso en la sombra maléfica de la noche. Pasando al lado de Hinata, notó como éste le lanzaba una sonrisa burlona. Parecía no tenía prisa. Para aquel hombre, la muchacha no pasaba de ser una presa que podría ser saboreada en el momento que juzgase más oportuno. Sin decir una palabra más, ni hacer el más mínimo ruido, el hombre de cabellos dorados se sumió en la oscuridad de fuera. Sasori continuó sentado enfrente del fuego, admirando las llamas sin prestar atención a nada más. Por unos instantes, Hinata creyó que estaría segura, apoyó su cabeza en la pared y cayó en el sueño, exhausta.
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Hinata se despertó cuando sintió a su hermana cambiar de posición en su cuello. Estaba teniendo una pesadilla, por eso su cuerpo se encontraba cubierto por una fina capa de sudor frío. Los pies habían perdido por completo la sensibilidad, la chica vio sus propias manos, solo para constatar que estaban comenzando a quedar rojas por el frío.
Fuera, el día comenzaba a despuntar. Una claridad difusa se adentraba por todo el salón, indicando los bultos donde los ninjas dormían tranquilamente. Las mujeres descansaban, apretadas unas contra otras junto a la puerta. El pelirrojo Sasori, continuaba sentado enfrente de la chimenea. El fuego ya se había apagado, dejando apenas unos pedazos de carbón como brasas, estaba con los ojos cerrados, sin embargo, Hinata dudó que estuviese dormido. Deidara no estaba a la vista, y fue esto lo que dio coraje a la muchacha para hacer lo que se proponía.
Colocando a su hermana con cuidado a un lado y quitándola de su cuello, Hinata se levantó sintiendo todas las partes de su cuerpo dolientes; Tal vez, su cuerpo estuviese lastimado, ella estaba sintiendo más dolor por causa de la larga permanencia en la misma posición. Caminando con algo de dificultad, sentía un hormigueo en las piernas. La muchacha fue hasta la puerta. Puede que fuese castigada si alguien la encontraba allí, pero ella precisaba hacer aquello, y el miedo que sentía no se lo impediría.
La chica de orbes plateados, abrió la puerta del salón silenciosamente. Nadie pareció despertar de su sueño. Caminó por los corredores de la mansión, alerta a cualquier ruido. No oyó nada. La puerta de entrada de la mansión continuaba destruida y el viento empujaba una cantidad de granizo para dentro del hall de la entrada. Con los pies cubiertos apenas por unas sandalias, Hinata sintió el frío infiltrándose por su cuerpo.
Fuera de la mansión todo parecía aun más helado: Las gotas de lluvia se habían congelado sobre el manto herbáceo de los jardines, frente a la mansión. Nubes de vapor salían de su boca mientras caminaba. La escena era la misma, los cuerpos continuaban estirados, el olor a sangre era mil veces peor y el estomago de Hinata daba vuelcos. Ella pudo conseguir contener el vómito, pues había tapado su nariz a tiempo para reprimirlo.
Todos los cuerpos parecían rígidos y cenicientos sobre la franca claridad del sol de la mañana.
Hinata caminó hasta donde se encontraba el cuerpo de su padre. Lo había visto morir en batalla. Con mucha cautela, la chica se arrodilló ante el cadáver de su padre. Hiashi estaba rígido, con la piel levemente azulada. Una fina capa de lluvia lo cubría por entero. Sin tener coraje para tocarlo, Hinata se quedó contemplándolo. No parecía que él jamás volvería a levantarse, que nunca más oiría su voz, o vería sus ojos... Simplemente, su mente no conseguía aceptar que su padre había muerto.
Tal vez, si ella lo llamase, él finalmente abriría los ojos y entonces todo estaría bien otra vez., pero no tenía coraje, no importaba cuanto, su corazón quería acreditar aquella mentira. Él estaba muerto y nada en el mundo haría cambiar esa sentencia.
En aquel momento, en cuanto el sol dorado despuntaba por entre las copas de los árboles, Hinata dejó por primera vez, que las lágrimas se escurriesen por sus ojos. Dejo que todo el dolor y desesperación que sentía tomasen posesión de su ser. Lloró, sintiendo sus lágrimas calientes encontrándose con su rostro helado, lloró por su padre, por su vida, por todos los demás muertos que allí reposaban. Lloró hasta que le dolió la barriga, y las lágrimas dejaron de caer.
Cuando la chica consiguió calmarse, su espíritu sabía muy bien que debía hacer. Enterraría a su padre con sus propias manos, no dejaría que ninguno de aquellos asesinos le pusiera un dedo encima. Ella misma cavaría el agujero con todo el respeto y amor que él merecía, no dejaría que su progenitor fuese enterrado en una fosa común, como un bárbaro sin el debido reconocimiento.
Decidida, la chica dio una vuelta corriendo a la mansión, y alcanzó un pequeño cobertizo dónde se guardaban algunas herramientas usadas para los jardines. No le fue difícil encontrar una pala, poco pesada y que ella pudiese manejar con facilidad. Volvió al lugar donde su padre reposaba; cavaría el agujero allí mismo, ya que no conseguiría cargar el cuerpo hasta el cementerio de la familia, que estaba en un lugar alejado de la mansión. Pero por lo menos, allí Hiashi siempre estaría velando por la casa por la que derramo su propia sangre.
Hinata cavó y cavó, hasta que su cuerpo se calentó debido al ejercicio, continuo cavando, aún cuando las ampollas comenzaron a surgir en sus manos, incomodándola. Continuó cavando cuando su vestido de seda blanco, quedó completamente sucio por la tierra. Continuó, cuando el sol traspasó la copa de los árboles, e inundó el jardín de los hyuuga con una débil luz y un poco de calor, disipando la nieve.
Mientras trabajaba, no derramó ni una sola lágrima, ni un ruido. Era como si no pensase en nada, como si no sintiese nada, como si en aquel momento ella misma no fuese nada. Aquello le dio una profunda sensación de bienestar y liberación. Solamente cuando el agujero comenzaba a ser muy hondo, Hinata oyó un leve ruido. Activando su herencia sanguínea avanzada, Byakugan, que hasta aquel momento ella había escondido, la muchacha vió que alguien se aproximaba mucho antes que este, percibiese que ella lo vigilaba.
Continuo cavando, silenciosamente, como si aquello fuese la cosa más natural del mundo. Oyó los ruidos de pasos a su espalda, aunque no se giró. Desactivo su byakugan y continuo cavando. Fue él quien rompió el silencio.
—¿Qué estas haciendo mujer?— Preguntó una voz masculina a su espalda.
—Cavando una tumba para este hombre.— Respondió la joven sin mirar atrás ni interrumpir su trabajo.
—¿Era alguien importante para ti?—Interrogó él.
—Era mi padre.— Respondió, sin inmutarse.
Sin decir nada mas, la chica de orbes plateados de volteó, para encarar a aquel hombre misterioso. Él usaba la casaca negra, con las misma nubes escarlata de Akatsuki. Sus ojos eran negros y gélidos, mucho más que los de Deidara o Sasori, su cabello también era oscuro, como el plumaje de un cuervo, erizado. Su piel era extremadamente pálida y su rostro tenía una expresión de sinceridad. Era alto y tenía una postura imponente, sin conocerlo, Hinata tenía la certeza de él era fuerte, un predador de sangre fría y sin piedad.
El hombre continuaba observándola, sin desviar la vista. Su rostro era impenetrable y no demostraba absolutamente nada. Incomodada ante aquel contacto visual, sintió que las vestiduras que usaba no eran decentes. Hinata salió del agujero que estaba cavando. Él no demostró ningún interés en querer ayudarla y ambos continuaron mirándose sin decir nada. Una vez más, él quebró el silencio.
—¿Cuál es tu nombre, mujer?— Preguntó de nuevo, con fría voz.
—Hyuuga Hinata.— Respondió nuevamente, esta vez fijando los ojos en los de él. El hombre continuó estudiándola con la vista, esa vez fue Hinata quien habló.—¿Y quien es usted?¿Qué está haciendo aquí?
Por unos instantes, la muchacha creyó que él no respondería, pero después de un largo silencio, el hombre respondió con voz fría y serena:
—Mi nombre es Uchiha Sasuke: Soy el nuevo dueño del feudo Hyuuga.— Respondió fríamente.
Continuará...
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Nota de la Autora: Bien bien, aquí estoy una vez más con uno de mis ambiciosos proyectos. Hace ya algún tiempo que la idea de escribir un fic hentai me viene perturbando y tenía la idea de crear esta historia...
Pero, como yo misma dije en mi otro fic, como comienzo mi curso, ando completamente sin tiempo de escribir, por eso voy a continuar este proyecto, en caso de que realmente vea que hay varias personas interesadas. Si no, lamentablemente tendré que borrar el fic, pues pocos reviews desestimulan a cualquier autor.
Originalmente este era un fic hentai, pero por el momento lo pondré en categoría (T), si hay un gran interés en el fic lo pondré en (M). Eso depende de vosotros, mis queridos lectores.
Sé que estoy siendo una aburrida haciendo eso, podéis criticarme, pero por el momento quiero escribir fics teniendo la certeza de que agradan al publico de fanfiction.
Espero que comprendan, y manden muchos reviews!!
Jane...
Nota de la traductora: ¡Hola! Bueno, aquí trayéndoles mi primera traducción. La historia original es de Dondeloth y ella estuvo de acuerdo con que realizase una traducción, así que he de avisarles, de que tengo el permiso expreso de la autora para su publicación. Espero que esta historia sea de su agrado, y también espero que envíen reviews para informarme si les gusta o no. ¡Me despido dándoles mi más cordial saludo!
