Notas: weno, este es un poco más corto de lo habitual, pero es que no me apetece seguirlo más XDD ¡Esta vez me he dado prisa, por lo menos!

CHRONOS

(el tiempo vuela)

XV.

¿Qué quieres? ―le gruñe, guardando las formas.

¿A ti qué te parece?

Sonríe, un poco depredador, y avanza un par de pasos a través del estrecho pasillo entre las estanterías. ¿A ti qué te parece? El aire parece que esté cargado de electricidad estática, eso le parece. Parece que en un par de segundos se les vayan a erizar los pelos a ambos y se cree una situación algo ridícula, muy en concordancia con el estilo de su relación hasta ahora. Pero no. Lo que hay en el aire, ese algo tan palpable, tan real, es el sexo. Sexo, simple y llanamente. Entre ellos. En sus miradas, en la sangre que les bulle, les remolinea dentro. Les pulsa. En tods partes, el sexo.

Weasley parece algo vacilante, le mira con esos ojos azules suyos, teñidos de confusión. Como si no supiera muy bien lo que se trae entre manos. Como si, hasta ahora, no se hubiera percatado realmente de lo que había entre ellos. De lo que siempre había estado allí desde aquel beso impulsivo que le dio hace años, después de varios meses de sólo mirarle. Antes de ello incluso, si la de pajas que se hizo pensando en su manos enormes y callosas cuentan.

Conociéndole, probablemente sea así.

Avanza un paso más y Weasley retrocede uno. Con esa camiseta azul que le viene un poco enorme, dejando entrever la línea de las clavículas, a Draco le parece un niño grande. Sonríe, divertido.

―¿Ahora huyes, Weasley? ¿No te parece un poco tarde, ya?

―Humpf.

Draco no sabe muy bien como reaccionar ante ese sonido ahogado como toda respuesta. Durante unos segundos, ninguno de los dos se mueve. Parece que el tiempo se haya detenido. Hasta que, en lo que parece ser un arrebato, Weasley rompe la quietud del momento. Frunce los labios en una mueca decidida, aprieta los puños, y acorta la distancia que había entre ellos.

―No huyo.

Draco vuelve a sonreír.

―Lo he notado.

Y seguiría vacilándole con ese aire tranquilo, satisfecho, si Weasley no se le acercara más. Más que antes, incluso. Tanto que sus pelos se mezclan, igual que sus respiraciones. Tanto, que sus ojos pueden seguir la misma batalla de antes cara a cara. Tanto que, si siguen mirándose de tan cerca, pronto van a quedarse bizcos.

―Si seguimos mirándonos de tan cerc-

Weasley le besa.

XVI.

Más tarde, Ron se asegurará a si mismo que esto fue un impulso irrefrenable. ¡Aunque hubiera querido, no habría podido pararlo!

En realidad no lo fue.

Si hubiera querido pararlo lo hubiera hecho, supone. Pero si hubiera querido pararlo ya no hubiera venido un viernes por la tarde a una Biblioteca vacía esperando que un rubiales paliducho estuviera allí. Aunque sólo fuera para pelearse con él. Y todo eso son demasiados hubiera, hubiese y podría para lo que estábamos a punto de narrar. Que viene a ser un beso.

¡Y qué beso!

Los labios se juntan en un impacto violento, dictando como será el resto. Mordiscos. Saliva. Lenguas que pelean. Ron, que suelta un gemido profundo. Malfoy, que se empalma ―se acaba de empalmar, de hecho― nada más oírlo. Cuando le besa, al principio, es un beso teñido de inseguridad. Mueve los labios tentativamente después del contacto inicial, y parece que el corazón se le suba al cuello cuando Malfoy responde. Es como si la adrenalina se le disparase, se siente un poco como cuando se enfrentaban con los malos, en Hogwarts. Nervioso, lleno de enegia, de lo más tenso. Con la salvedad de que esto gusta bastante más que enfrentarse a hombres sin nariz. Cuando Malfoy se ríe dentro del beso y le pone una mano en el cuello para controlar el ritmo, dominante, Ron no se queda atrás. Da otro paso, empujándole hacía los estantes. Le arrincona sin dejar de besarle.

Cuando Draco se da cuenta, está poco menos que acorralado.

XVII.

No es que le moleste, en serio. Lleva pensando en Weasley de una manera obsesiva ―enfermiza incluso― desde hace un par de semanas, y siempre le ha parecido que follárselo es algo que no estaría nada mal. Así que el hecho de tenerle encima, con sus labios pegados a él y el pelo rojo ―rojo fuego― bajo su mano, no debería ser un problema. Es sólo que no se lo esperaba así. Así. Fogoso, un poco violento, agresivo. Y a la vez dócil, cede ante la presión de su mano sin que le cueste ningún esfuerzo, deja pasar a su pierna cuando esta se mete entre las suyas.

Se pegan. No es una metáfora, o una manera de hablar. El tema es que se pegan de verdad. Sus torsos, sus piernas, sus caderas. Sus pollas. Juntas. Sólo les separa la ropa (y pronto, algo de él espera que ni siquiera eso).

Draco le pone la otra mano en el hueso de la cadera que sale bajo la camiseta y se separa una segundo de él. Le mira. Mejillas arreboladas y pelo despeinado y rojo, con la esa camiseta del mismo color de sus ojos. Está guapo. Guapo de verdad, el guapo de uno de esos tíos por los que te giras al verles por la calle.

―¿Fue Granger quién te enseñó a besar así?

Él resopla, algo cabreado, y murmura algo sobre hurones gilipollas que estropean momentos. ¿Y queréis saber qué es lo más curioso? Resulta que Draco, sin comerlo ni beberlo, se encuentra con que está riendo. No de él, sino con él. Sin mala leche. Y lo mejor es que ante esa risa inesperada, Weasley sólo sabe poner una cara que provoca que su risa continue.

―¿De qué te ríes? ―pregunta al cabo de unos segundos, frunciendo el ceño. Draco se relaja y le responde, aún risueño.

―De tu cara. Es que ―para un segundo para soltar una carcajada ahogada, relajada―, parecías tan asombrado

―Lo estaba, y lo estoy. ¡Estabas riendo, es antinatural!

Malfoy se ríe un poco más y Weasley sonríe también, finalmente. Se crea una complicidad extraña. Nadie olvida lo que siempre ha habido entre ellos, pero... Pero. Ahí está eso. Un poco reconfortante, como una oleada cálida que sólo consigue que le apetezca más incluso besarle. Devorarle los labios hasta que estén rojos y algo magullados. Frotarse contra él de una manera algo indigna, incluso. Aferrarle el pelo con una mano mientras le besa, controlando pero dejándose controlar.

―¿Has acabado de reírte? ―pregunta Weasley.

―Sí. Supongo. Aunque no respondo si vuelves a ponerme esa cara de empanado.

―Ahá.

No se ha ofendido. Por lo de empanado, dice. No se ha convertido en una llama roja llena de furia, lista para saltar ante el primer contacto, como ocurre habitualmente. Draco se encuentra sorprendido por el cambio y por eso no procesa inmediatamente que Weasley está hablando. Pronto lo hace.

XVIII.

―Lo decía porque, si no te ríes más, creo que no tenemos otra opción que buscar un sitio donde seguir con esto. Sin la amenaza de la bibliotecaria. Y, bueno. Resulta que mi casa, pues está vacía. Ya sabes.

Lo dice algo atropelladamente. No sabe muy bien de donde le salen estos impulsos (besarle, invitarle a su casa para besarle más rato, mucho más rato. Y básicamente follar mucho rato también), pero parece que hasta ahora han funcionado, así que darles rienda suelta puede que sea una buena opción. Si no lo pruebas nunca los sabes, al fin y al cabo.

―¿Ah?

―Te decía que ya-

―Ya se lo que me decías.

―Oh.

Se miran un rato y Ron empieza a ruborizarse. Empieza siendo algo casi invisible, poco más que las puntas de las orejas, pero el sonrojo de las mejillas después del beso se acaba confundiendo con el de la vergüenza. Y Malfoy le mira, como pensativo. Y Ron empieza a arrepentirse un poco. Quizás no quería esto.

―Oye, que si no quieres, pues no vamos. ¿Eh?

XIX.

¿Huh? Es decir. ¿HUH? ¿Se lo acaba de imaginar o Weasely le ha invitado a su casa para seguir magreándose? Debe estar imaginándoselo. Los gryffindor quieren cosas corteses, sólo besos en la primera cita y esas cosas. Draco lo tiene muy claro. Y lo que no tiene demasiado claro, siquiera, es que esto esté siendo una cita. Quizás es sólo que a Weasley le picaban los huevos, como a todos nos ocurre alguna vez. Ya sabéis.

Oye, que si no quieres, pues no vamos. ¿Eh?

¿Qué? ¿Este tío es imbécil?

―No seas imbécil. ―Weasley se ofende, ahora sí. Se le nota en la mirada, turbulenta y herida. A Draco le llega una sensación de familiaridad y sonríe, satisfecho. Ya está bien de tanta pavada―. Claro que quiero.

Weasley resopla, con cara de incredulidad.

―¿Entonces por qué no lo decías?

―Bueno. ―Pone cara de que la cosa no va con él, mira al techo―. Es que no podía creerme que me estuvieras invitando a follar a tu casa.

―¿Q-qué? Yo no. Quiero decir. No quería...

―¿Ah, no? ―Intenta poner cara de pena. Como la de un crío cuando le quitas un caramelo, o algo así.

Weasley pone una cara rara. Como si se hubiera comido un limón. Le mira, algo incrédulo. Menea la cabeza.

―Eres insoportable.

Y le coge del brazo un poco rudamente, sus pieles se tocan y Draco siente un tirón en el estómago que no sabe si es porque es Weasley, o por la desaparición conjunta que están llevando a cabo en ese mismo instante.