En algún lugar remoto del universo, en un tiempo distinto al nuestro se contó esta historia.... (pensando) no me pregunten qué pasó por mi cabeza cuando comenzé a escribir esta historia, quería hacer algo diferente y al final serán ustedes quienes decidan :)

Resumen de la historia:

La eterna Guerra entre Dragones Negros y Dragones Blancos está a punto de finalizar pues según antiguas predicciones la reencarnación de la diosa Amaterasu definirá el nuevo comienzo del mundo pero eso a Haruka no le interesa pues se ha enamorado de un imposible: una princesa. Y la única forma de poder pedir su mano es siendo alguien y quizá la guerra le pueda dar el honor y la riqueza para conseguir el amor de ella.

DRAGÓN NEGRO, DRAGÓN BLANCO

UNO

En el principio de los tiempos los grandes dioses convocaron a la existencia. De esa reunión surgieron dos majestuosas criaturas: él y ella. Dos seres divinos que darían paso a una era de gloria y majestuosidad. Los dioses miraron a sus dulces creaciones y se sintieron satisfechos de su trabajo. El tiempo de perfección había llegado, pero los dioses, como los mortales, pecaron de petulancia pues olvidaron que los dotaron de libertad.

Y el tiempo de la creación llegó. El cielo y la tierra se separaron, las aguas fluyeron, la vegetación cubrió la tierra, las criaturas poblaron la tierra y al final de la creación los dioses se sentaron a observar su logro: Ellos eran omnipotentes. Pero como dijimos antes, los dioses jamás previeron lo que vendría.

Él, dios omnipotente llamado Izanagi, era dulce, lleno de luz y con un carácter demasiado blando. Él era el creador de la luz, del sol y la luna. Siempre creyó que fue creado para amar a su hermosa esposa, no importaba la voluntad de los dioses, o su destino incierto, sólo ella… sólo sus ojos encantadores.

Ella, dios omnipotente, llamada Izanami, siempre leal, tierna y llena de pasión, esa furia incontenible siempre se reflejaba en sus ojos. Su carácter era reacio, agresivo y decidido, amaba a Izanagi pero no como él la amaba, es decir, sin ese toque de pasión y fuego.

Juntos comenzaron esa nueva era. Izanagi e Izanami siguieron dando a luz a otras deidades, hasta que nació el dios del fuego, Kagutsuchi, quien quemó severamente las entrañas de su madre, la cual enfermó gravemente.

Izanami no podía evitar sentir preferencia por Kagutsuchi pues él era como ella, tenía pasión, tenía esa chispa de furia que faltaba a sus demás hijos. Izanami presentía ya su muerte, imaginaba lo desolado que quedaría su pequeño y temiendo el camino que tomaría su vida sin ella, le pidió a su esposo conmemorar el nacimiento del pequeño con un regalo especial: Un dragón. Izanagi como era de esperarse replicó, ella estaba muy débil, pero al final aceptó. Fue así como se creó el poderoso Dragón blanco, un celestial ser de luz.

Izanami no quedó contenta, le aborrecía la ternura de los ojos azules del dragón, era como ver a su temeroso esposo. Sólo que ya no tuvo más tiempo, murió. Izanagi lloró desconsolado hasta que la furia sacudió su ser, él tenía ya un culpable para la muerte de su amada esposa. Tomó su espada y fue a buscar al pequeño. Su ira creció al ver el reflejo de la maldad en esos ojos marrones, así que no dudó más y lo decapitó.

Izanagi dejó de escuchar a los dioses y empacó sus cosas, aún podía rescatar a su esposa, iría a Yomi, la tierra oscura de la muerte. Al llegar a las tierras de Yomi la buscó. Allí vivían en una oscuridad asfixiante así que cuando la encontró apenas pudo distinguirla. Él le pidió que regresara con él a la vida pero ella se rehusó, ya era tarde, había probado el alimento del inframundo y era imposible volver.

Él decidió quedarse para siempre con ella, o por lo menos fingió así lo haría. Cuando ella dormía, él tomó su peine y lo convirtió en una antorcha. Y con horror vió la horrible forma que ahora ella tenía. Gritando salió huyendo sin importar mucho ya su esposa. Izanami mandó a los Shikomes a perseguir a su marido. Izanagi a penas pudo escapar pero antes de regresar al mundo se encargó de cerrar la puerta al Yomi. Su esposa enfurecida comenzó a gritar y le dijo que si no la dejaba salir mataría a mil residentes vivos por día y él contestó que entonces fueran mil quinientos.

El mundo estaba ahora dividido en dos: La luz y la oscuridad. Los dioses estaban horrorizados, muchas preguntas había sobre aquella declaración de guerra. Algunos decían que Izanami estaba tan furiosa porque planeaba asesinar a su esposo en venganza por al muerte de su hijo predilecto y cuando él escapó le robó su oportunidad. Otros decían que era caprichosa y orgullosa, nunca permitiría que su pusilánime esposo la abandonara. Lo único cierto fue la creación que tuvo lugar esa noche. De las tinieblas Izanami creó un poderoso dragón, el dragón negro, la más celestial criatura de la oscuridad.

Y al final de esta guerra fueron los seres mortales los que pagaron las consecuencias, pues de esa lucha se creó la muerte. En una lista se escribió el nombre de todo ser vivo que habitaba la faz de la tierra o fuera a habitarla y en ese documento se escribió la fecha de su muerte. Izanami mandaría todos los días a sus Shinigamis para recoger estas almas, y sólo se detendría cuando él la dejara salir de esa oscuridad.

Con el pasar de los siglos, esta historia se convirtió en una leyenda, un cuento más que pretendía explicar la creación del mundo, la existencia misma y nuestro destino: la muerte. Todos tendremos un mismo final pero en ese transcurso tendríamos la oportunidad para ser algo más que simples seres mortales.

"Yo tengo una pregunta" dijo la niña de cabello negro levantando su mano.

Serena frunció el ceño y con la mirada buscó el apoyo de su compañero pues ella se sabía el relato de memoria y si alguien preguntaba algo que no fuera el relato no podría contestarlo. El alto rubio sonrió, asintió con la cabeza confirmando que la apoyaría.

"Dime Hotaru" dijo Serena impaciente

"¿Y eso qué tiene que ver con las dinastías?"

"Todo niña" contestó con una sonrisa el rubio "Esos dragones que Izanami e Izanagi crearon han combatido toda su vida por apoderarse de este mundo, de allí viene nuestro legado, pues nosotros decidimos a quién servimos. Somos por naturaleza, dragones de Luz. Y según la leyenda, un día surgirá un poderoso caballero blanco que terminará con el reinado de muerte de Izanami"

"¿O sea que dejaremos de morir?" preguntó intrigada Serena y el rubio se rió

"Serena tonta" masculló la pequeña de cabellos rosados "Es una leyenda"

El rubio sonrió, no importaba mucho si eran cuentos, sino lo que significaba ser un dragón de luz. Emitió un fuerte suspiró y contempló a Serena. Ella era la niña más dulce, tierna y buena que conocía. Se había enamorado de ella desde que tenían ocho años, la amaba en secreto pues Haruka sólo era uno más de tantos súbditos y ella… ella era la princesa del reino. Si tan solo fuera… alguien más.

"Pues ahora a la cama" sonrió Serena

Le encantaban sus ojos azules que inspiraban tanta ternura, jamás había visto tanta pureza. Tenía la piel tan tersa y blanca, era como mirar la luna, y qué decir de su cabello rubio que peinaba en dos coletas. Serena era su niña.

"Creí que nunca se cansarían de fastidiar con preguntas tontas" emitió un suspiro Serena "Yo que sé donde queda Yomi, yo sólo me sé el relato…"

"Eso te pasa por ser la hermana mayor" sonrió el rubio

"Ay Haruka, eso yo no lo decidí, fue culpa de mi mamá… si ella hubiera querido… Además hay ventajas en ello… creo"

Haruka se despidió, debía volver temprano a casa pues mañana sería un día más, uno de tantos en su vida destinada a ser nadie. Serena la despidió y por un rato se quedó en el balcón observando el cielo. A ella siempre le parecía tan extraña Haruka pues aunque era una chica lucía como chico…

"Y de alguna manera te agrada" sonrió su madre que bien conocía esa mirada de su hija

"¿Haruka? Nada de eso, sólo somos buenas amigas" se rió a carcajadas intentando disimular su nerviosismo

La alta rubia llegó a su casa, se miró al espejo mientras se mudaba de ropa. Siempre le gustó su apariencia, tan atlética, tan perfecta y ese toque arrogante en sus ojos, si ella no hubiera sido ella, se hubiera enamorado de ella.

"¿Cómo?" interrogó su hermano mayor un tanto abrumado por la frase rara

"Que si yo no fuera yo y me conociera me enamoraría de mí"

"Como sea" se tendió en la cama de su hermana "Mañana iré a la prueba para entrar a la orden de los Dragones Blancos, tal vez yo sea el esperado caballero blanco…"

"Si como no" se rió ella. Bien sabía que su hermano era el muchacho más holgazán en toda la faz de la tierra, era muy inteligente y tenía una capacidad asombrosa para imitar los movimientos de pelea de otros pero su pereza siempre lo dejaba como un hombre mediocre "Tendremos suerte si logras ingresar"

Ella hubiera dado cualquier cosa por tener la oportunidad de hacer la prueba, si ella fuera un dragón blanco entonces, tal vez, tendría oportunidad para pedir la mano de Serena. Era una lástima no fuera la hija mayor, sólo tan alto ofrecimiento se hacía a los hijos primogénitos…

"¿Aún enfadada porque papá no dejó que fueras tú a…?"

"No, no" sonrió ella "No importa mucho" sonrió de nuevo "Él tiene razón, soy mejor en los libros y cosas intelectuales que tú… hasta podría ser llamada a la orden si…" a quién quería engañar si su hermano ingresaba ella no tendría ya oportunidad.

Apenas el sol comenzó a salir y los patios de la Academia del Dragón Blanco estaban ya llenos. Cincuenta muchachos jóvenes y algo adormilados formaban filas, estaban listos para presentar la prueba, pues de ellos sólo ingresarían cinco.

"Mucha suerte Rikoshi" le deseó Haruka a su hermano

Él avanzó con lentitud a ocupar su lugar, tenía sueño y si no fuera porque su padre prácticamente lo sacó a patadas de la casa hubiera faltado a la prueba. Tenía ya dieciocho a esa edad era tiempo de elegir su destino y él eligió dormir un poco más, no tenía prisa por escoger qué sería.

"¡Listos!" y uno a uno pasaron con el monje para ser inspeccionados "Se quedarán en ropa interior…"

"Con tanto frío que hace" chilló Rikoshi desnudándose

Haruka fue como siempre a la escuela, se sentó hasta atrás y tomó nota de todo. Miró a Ami, su compañera de laboratorio que parecía una hormiguita pues iba y venía de un lado a otro preparando sustancias. Haruka sabía que estaba mal pero no podía negar lo que sentía en su corazón, deseaba que su hermano fuera rechazado, y tal vez, una leve luz se viera en esa oscuridad.

"Es una tontería" comentó Ami a Setsuna,

"¿El qué?"

"Lo de la orden de los dragones" contestó Setsuna

"¿Por qué dicen eso?" sonrió sabiendo que Ami contestaría con alguna terminología y hechos científicos que no entendería

"Fácil" emitió un suspiro Ami y acomodó sus lentes de aumento "Pues son leyendas sin sustento científico… La creación se originó por…"

"Es que" interrumpió Setsuna que no estaba de humor "Recibí una invitación para la prueba de los Dragones Blancos"

"¿Es mañana para las mujeres no?" sonrió la rubia

"Sí… Y recibí otra de los Dragones Negros" silencio. Incómodo silencio

Haruka frunció el ceño, todo ese tiempo los había olvidado por completo. Los dragones negros era un grupo de élite al que era imposible entrar, se trataban de guerreros sanguinarios y crueles que ofrecían sus almas al dios de la guerra y la muerte.

"Tu padre los apoya" sonrió Ami por fin "Por eso te han invitado" hojeó su cuaderno "Yo escogería la universidad…"

"¿No te gustaría algo más?"

"¿Cómo qué?" la miró por encima de sus lentes "¿Ridiculeces? Poder, riqueza, fama… eso lo obtendré cuando haga un gran descubrimiento"

"Si tu dices" sonrió la rubia

A ella no le serviría jamás nada de eso. Si quería pedir la mano de Serena necesitaba de un título nobiliario, algo que la hiciera muy especial ¿Le agradaría a la madre de Serena si fuera un Dragón Negro? Ya no tuvo más tiempo para pensar, la campana sonó anunciando el final de las clases.

"¿Me acompañarías a la prueba de Dragones Negros?" le pidió Setsuna

"No creo que sea buena idea… El que a tu padre le agraden…"

"¿Me acompañas sí o no?"

"Sí, sí"

Setsuna era una muchacha misteriosa, un poco extraña y demasiado tímida. Su padre era un rico mercader que si bien no conocía mucho el término honestidad sí sabía cómo hacer negocios. Su madre era una extraña mujer que pocas personas conocían. Haruka y Setsuna crecieron juntas así que ni a una ni a otra escandalizaba ya sus formas de vida.

"¿Cómo te fue?" saludaron las jóvenes al holgazán rubio

"Bien" decía leyendo sus revistas "Muy bien" levantó la vista "El monje dijo algo sobre mi remolino y dijo que era elegido… no entendí mucho pero supongo que ese papel significa algo…"

Haruka se apresuró a leerlo, por designio de los dioses él debía ser un dragón blanco así que no presentaría las demás pruebas. La rubia levantó la ceja divertida, miró al muchacho y después su ceja comenzó a tintinear sin poder creer que hubiera personas como él que nacieran con tanta suerte.

"¿Y qué tiene de especial tu cabello?" sonrió Setsuna

"Que es bonito" se encogió de hombros "Creo que sé que quiero ser… herrero… Cuando estaba allí vi a los herreros…"

"¿Prefieres ser herrero a caballero blanco?" Se carcajeó la rubia "Díselo a mi padre, de seguro le hace gracia"

"No tiene sentido del humor" bramó el muchacho "me empujó cuando se lo dije"

Ella sólo bromeaba, conocía tan bien el carácter de su padre que sabía ese empujón fue nada, pudo haberlo matado por tan mala broma.

A la media noche del día siguiente Haruka y Setsuna fueron juntas a ese bosque prohibido para presentar la prueba. La rubia estaba muy nerviosa, estaba segura que no saldrían vivas de allí. Se quedó quieta observando al soldado negro que las esperaba.

"Yo… yo no tengo invitación" tartamudeó la rubia

"No puedes venir" rugió el hombre

"Espérame aquí" ordenó Setsuna

Haruka no estaba muy convencida, el lugar se veía tan tenebroso, sabía que de un momento a otro una bestia del inframundo se la comería viva. Su corazón palpitaba sin control, cerró los ojos y aspiró profundamente, en eso sintió una mano que se posó sobre su hombro y gritó horrorizada. Volteó lanzando su mejor golpe pero la figura alcanzó a esquivarlo. La rubia entonces la embistió y la criatura quedó en el piso. Haruka tomó una vara y con furia atizó el primer golpe sobre su agresor

"¡No!" gimió la criatura en el piso al sentir el azote "Detente"

Estaba demasiado oscuro para ver a la feroz criatura. Su voz sonaba muy dulce y hasta le parecía lloraba ¿Las bestias lloraban de esa forma tan dulce? Se detuvo, su mano se quedó en el aire sosteniendo la vara, no podía ver nada.

"¿Ya no me golpearás?" susurró la voz

"Creo no… a menos que intentes matarme otra vez"

"¿Otra vez?" ahora la criatura se reía a carcajadas, tenía una risa hermosa de niña. Un pequeño destello dejó por un instante ciega a Haruka, después vio a la muchacha que estaba en el piso, su feroz bestia "Yo no te ataqué" apagó la luz "No es buena idea estar en estos lugares, ni mucho menos crear luz"

"¿Vienes a la prueba?" interrogó a la jovencita tendida en el piso

"¿A la de dragones negros?"

"Sí" contestó Haruka impaciente

"Algo así" suspiró "Vengo a repartir folletos para que ingresen a la Academia de Monjes"

"¿Publicitas a tu Academia?" estaba a punto de reír pero el ruido de pisadas la obligó a dejar la plática para otra ocasión "Debemos irnos…"

"Lo sé" masculló la joven extraña de los folletos

Haruka buscó la mano de la joven, entre la oscuridad se movieron co torpeza y siguieron por la maleza hasta dejar muy atrás el bosque prohibido. Poco a poco la luz de la luna las iluminó. La rubia pudo ver mejor a la muchacha

"Espera un poco" contempló las heridas que le había causado a la joven "Déjame…" sacó su pañuelo y limpió la sangre que le escurría por brazos y piernas

"Déjalo, no importa" la detuvo la jovencita de inmediato

"Lo lamento, es que…"

"No me toques" contestó la jovencita con fiereza

"Lo lamento"

Era una niña aún, era alta pero su rostro demasiado infantil, llevaba su cabellera aguamarina suelta y en sus ojos azules se reflejaba una rara fiereza. Se sentó a su lado y le regaló un dulce.

"Es muy tarde" miró la joven el cielo "Debo volver al monasterio" le sonrió a la rubia "¿Quieres un folleto?"

"No me interesa ser monje" sonrió la rubia pero aún así recibió el pequeño folleto "Lamento mucho lo sucedido…"

"Ya te dije que no importa… hasta pronto" y la chica se fue corriendo entre la maleza mientras Haruka se quedaba boquiabierta.

Al día siguiente en la escuela Setsuna ya la esperaba, estaba muy enojada porque no la esperó. Haruka se rió, estaba ansiosa por escuchar si fue admitida para ser un Dragón Negro y ella sólo suspiro pero después le dedicó una sonrisa de victoria y la rubia supo que la respuesta era sí.