Autumn in Domino City by Kaiba Kisara

Chapter 7: El rocanrol de los idiotas

Ni Seto ni Kisara decidieron tocar el tema por varios días, disfrutando juntos los días que pasaban el uno junto al otro. Kisara sabía por lo que Seto pasaba, tal vez verlo así era más difícil que su enfermedad misma.

Y llegó la noche de Halloween, ambos fueron invitados por Yugi Moto a una noche familiar. Seto, como era de esperarse, no estaba tan feliz de asistir pero la felicidad de Kisara en esos ojos claros y azules, perfectamente coloreados, le motivaron a decir que sí.

Kisara escogió un bello vestido blanco muy sencillo y corto, unos centímetros arriba de la rodilla; un collar con una estrella adornaba su cuello, llevaba el cabello recogido y una diadema con estrellitas. Un fino maquillaje muy discreto hacía relucir el color azul de sus ojos y la blancura de su piel.

Era una hermosa hada.

Pero Seto había optado por un traje negro y una capa, diciendo ser un vampiro.

-Encerio... ¿esa es tu creatividad? ¡Vámos! -le sonrió Kisara.

-Hmmm... -no se veía muy contento, hacía mucho tiempo que no solía juntarse con Moto y sus amigos. Mas que, claro está, en ciertas ocasiones en las que iba Saqqara.

-De igual forma luces encantador... -besó sus labios suavemente y, caminando hacia el auto, se abrazó a él todo el trayecto.

El CEO sonrió suavemente al verla así. Aunque muy dentro de él le dolía conocer toda la verdad de la mujer y de saber que en cualquier minuto la luz de esa estrella, alli en sus manos, podría apagarse. Y él, como amante de dicha estrella, se perdería en la oscuridad, sin luna que pudiera iluminarlo pues nunca la habría.

Yugi los recibió con una sonrisa, como siempre. Vestía de faraón y Tea, su esposa, tenía un traje egipcio de reina.

-¡Buenas noches, Kisara, Kaiba! -Los saludaban la pareja.

-¡Buenas noches! -Saludó la ojiazul mientras Seto asentía suavemente.

Kisara se fue conversando con Tea mientras que Yugi atendía a su hijo Yue, a lo lejos vio a Mai y Joey, vestidos de negro, como guardaespaldas aunque la mujer lucía una falda corta, como las de siempre. Habían más niños, amigos de Yue, que pasaban corriendo y jugando. Seto pensó en Mokuba, aún lo recordaba como el niño pequeño que siempre se metía en problemas. Sonrió ligeramente.

Una figura caminó a su lado, con un vestido rojo, adornada con collares de perlas, con el pelo negro revuelto y unos guantes de satín en los brazos.

-Buenas noches, Kaiba...

-Ishizu... -la saludó.

-¿Y ese milagro que nos honres con tu presencia?

-Vine con Kisara.

-Oh... -sonrió suavemente-. No tuve tiempo de hablar contigo en el Open House del Museo.

-Tuve que retirarme temprano.

La egipcia soltó una risa, Seto la miró allí bajo la luz. La fuerza de esa mujer de seguir cuando todo parece estar en su contra le asombraba; también sonrió, aunque más disimuladamente.

-¿Qué me cuentas? -se giró hacia su lado, recargándose sobre la pared, colgando una sonrisa ancha, burlona y seductora en sus labios.

-Nada interesante, lo mismo de siempre. Nueva tecnología, nuevas formas de aprovecharla.

-¿Encerio? ¡Vámos, Kaiba, tiene que haber algo más... divertido detrás de esa "tecnología"!

-¡Tu falta de interés hacia mí me provoca gran asombro, Ishizu! -Sarcasmo, el idioma que hablaba con la egipcia.

-¡Oh, Kaiba, Kaiba, cómo si no me conocieras!

Y el CEO acentuó una pequeña risa, seguida de otra por parte de Ishizu. Ambos comenzaron a platicar, perdiéndose entre los demás invitados que se divertían entre los juegos, karaoke y comida de la fiesta. Era verdad, en esa época del año, en esa celebración todos los adultos se disfrazaban de su niño interno, disfrutando de todo a su alrededor.

-Y entonces... la araña pidió tres deseos...

-¿Podía hablar? -Preguntó un amigo de Yue.

-Sí, podía hablar -le sonrió Kisara.

Los amigos de Yue se habían encerrado en la habitación de él, con una lámpara de mano como su única fuente de luz todos los invitados menores se encontraban sentados alrededor de la lámpara, mirando a Kisara quien contaba una historia ayudada de las sombras que sus manos hacían en las paredes.

-¿Qué pidió? -Preguntó una niña.

-El primer deseo... ser más grande.

-¿Así podía comer más humanos?

-¿Desde cuándo las arañas comen humanos? -Le miró otra niña.

-Desde que son radioactivas -contestó otro niño, el que estaba sentado al lado del que había preguntado primero.

-Pero en la historia no lo eran -contestó la niña que estaba al lado de Yue.

-Eso es lo que quieren que creas... -le sonrió y miró a Kisara, al igual que todos.

-Después pidió ser radioactiva -rió la ojiazul.

-¡Ja, te lo dije!

A lo que la niña respondió sacando la lengua, haciendo un gesto de desaprobación pero rió al ver a Kisara mientras jugaba con sus manos creando figuras en la pared.

-Entonces... creció más, y fue tan verde como una rana.

-¿Entonces las ranas también son radioactivas? -Preguntó otro niño, uno de anteojos con un sombrero que aprentaba ser el cerebro de Frankenstein.

-Pueda ser.

-¿Y comen humanos también?

-¡Ay, qué no, Joe! -Le respondieron todos, como si fueran un coro.

Kisara soltó una suave risa que contagió a los demás. Retomando su historia, fue a la parte en donde...

-Y... allí fue cuando la bruja, tomando la varita de la hada, avanzó hacia la araña radioactiva que bailaba ballet -tuvo que hacer el deseo a petición de las niñas- que ayudaba al apuesto príncipe a encontrar al cisne -hizo una pausa, un suspiró, y continuó-, estaba a punto de convertirlo en polvo de hada cuando-

Y la puerta se abrió, y todos gritaron, si la historia en sí era nada más que simple fantasía, la realidad era más aterradora, quién sabe... tal vez algún zombie había entrado en la casa y había convertido a los residentes en zombies que venían por los niños.

-Así que aquí estaban todos -era la voz de Yugi, encendiendo la luz y mirándolos divertido-. Ya decía yo por qué la casa estaba tan... tranquila.

O tal vez no. Sólo un viejo faraón.

-Ah... -suspiraron todos, tranquilizándose.

-Bueno muchachos, ya es tarde... asi qué ¿quién está listo para ir a casa?

Los invitados, unos ocho niños, sonrieron, despidiéndose de Yue y agradeciéndole a Kisara su historia original, bajaron a la sala a recoger sus abrigos.

-¿De qué se trataba la historia? -Los miró Yugi.

-Una araña radioactiva que...

-...bailaba ballet. Sí, era la compañía perfecta del príncipe que buscaba al cisne mágico.

-Ok... -le sonrió Yugi, esa felicidad que Kisara irradiaba era tan contagiosa-. Andando Yue.

-Sí, papá.

Y los tres bajaron, Yugi y Yue para dejar a sus invitados más jóvenes y Kisara para ayudar en hacer el aseo junto con los demás.

-¿Qué tal te fue con los pequeños?

-Son una dulzura... -sonrió suavemente mientras limpiaba la mesa.

Un leve suspiro escapó de sus labios, ella jamás conocería el milagro de ser mamá, ni escuchará las risas infantiles, ni las pisadas por toda la casa, no experimentará esas emociones. Tea lo presintió y rápidamente cambió de tema, diciendo que el pastel que había pedido había salido mejor que el del año pasado, realmente no importaba de lo que hablara, toda noticia para Kisara era una buena noticia.

-Así que ahora las hadas no usan más su magia.

-¡Seto! -rió divertida ante el abrazo inesperado del CEO.

-¿Qué te parece si tu y yo nos vámos a nuestra propia celebración?

Kisara le sonrió con suavidad. Después de despedirse de los demás ambos salieron en la limousine que ya esperaba por ellos.

-¿Y bien... qué te pareció?

-Hmmm... -Seto ladeó la cabeza, fingiendo pensar. No había nada que pensar.

-¿Y bien? -Le sonrió.

-Solo charlaba con una vieja amiga.

-Oh...

-Hacía tiempo que no la veía.

-¿Una de tus citas?

-¿A qué te refieres?

-Si tienes tiempo de no verla-

-¡No! -La miró- ¿qué te hace pensarlo?

-¿Me lo prometes?

-Sí...

Kisara colocó su mano en el pecho de Seto, justo arriba de su corazón.

-Así sabré si mentiste... tener un corazón enfermo te hace experto en esto.

Seto simplemente la miró.

-Oh, no... oh, dios... -retiró rápidamente la mano de él-. ¿Podría detenerse? -Le indicó al chofer.

-¡No, no lo hagas! Kisara, yo...

-¡No digas más, escuché suficiente! ¡Deténgase por favor o saltaré!

El chofer no tuva otra opción mas que detenerse a lo que Kisara bajó, seguida de Seto.

-¡Kisara, Kisara, por favor!

-¿Qué? -Lo miró ella.

-¡Eso no fue nada!

-¿Nada? ¡Me engañaste!

-¡No significó nada!

-¿No significa nada este amor?

-¡Kisara, mírame! -La sujetó del brazo-. ¿Qué quieres que te diga? No fue nada, no significó nada...

-Bien...

-Sube al auto.

-No...

-Kisara... ¡Kisara! -La siguió, deteniéndola nuevamente y haciendo que volteara, enfrentándola con una mirada-. ¡Tienes que entender que no fue nada!

-Una y otra vez dices que no fue nada, que no significó nada pero... ¿qué significa este amor para ti? Menos que nada.

-Tienes que entender que esto fue un error, nosotros...

-Lo sé... -soltándose, siguió su camino sin mirar atrás.

Seto suspiró fuertemente, pateando el suelo, mirando hacia donde ella se había ido hasta desaparecer de su vista. A regañadientes entró al auto, tratando de pensar nada de camino a casa. Pero cada vez que cerraba sus ojos y trataba de despejar su mente, la mirada de Kisara, decepcionada, herida y a punto de llorar, se clavaba en su corazón. Quería entender que ella estaba muriendo, que ese amor nada más era un juego entre los dos.

Ya se lo había dicho, que lo que había entre ellos no podía ser... ¿o si? Kisara estaba muriendo, él era mayor. Sacudió la cabeza, debía, no, tenía que pensar en otra cosa. Tanto que no pudo sacarlo de noche ni intentando dormir, ni de día mientras trabajaba.

-¿Kaiba? -Le miró Yugi al entrar al restaurant, era muy temprano para distraerse un poco.

-¿Tienes tiempo?

-Uh -algo no andaba bien.

Ambos duelistas salieron, el aire frío, el olor, el sonido de la rutina de las personas, todo eso parecía distraer un poco al CEO.

-¿Algo sucedió entre tu y Kisara, no? ¿Qué fue?

-Ishizu...

-Lo sabía... -suspiró-. No quiero saber... ¡¿qué estabas pensando? ¡Y en mi casa!

-Técnicamente en la azotea.

-¡Oh, dioses...! Kai-

-La amo, Moto... La amo.

-Dícelo a ella. Ve y dícelo.

-¡Ella está muriendo!

-¿Vas a dejar que se vaya así de fácil? ¿Dónde está el Kaiba, dispuesto a aceptar cualquier duelo?

-Hmmm...

-Los retos te han fascinado, y no has dejado que ninguno te derrote antes de entrar en él.

-No lo sé... En verdad... no lo sé.

Tomó un par de minutos en aclarar su mente, con un leve gesto, el cual Yugi tradució como una sonrisa, le agradeció en silencio y se retiró hacia otro lado, el rey de los duelos sonrió suavemente y regresó hacia su trabajo, el cual amenazaba, como siempre, tener muchos consumidores dado que la hora de la comida estaba cerca.

Seto regresó al auto y condució hasta la casa de Kisara, deteniéndose en una hermosa florería.

-Ah, eres tu... -Bakura lo miró sin ocultar un odio intenso que ahora crecía en él.

-¿Está Kisara?

-¿Dónde quieres que esté?

-Quiero arreglar las cosas.

-¿Con flores? ¡Yo también correría a tus brazos si me dieras eso!

-En verdad... quiero hablar con ella -y detuvo la puerta y, antes de que Bakura pudiera hacer algo, entró a la casa. Subió las escaleras seguido por Bakura, quien gritaba que se detuviera.

-¿Qué pasa, Bak... -se detuvo al mirar a Seto. Ojos azules contra ojos azules.

-Quiero hablar contigo.

Ella asintió levemente, abrió su habitación y él la siguió, cerrando la puerta tras de sí. Bakura no tuvo otra opción que suspirar, tratando de no matar a cierto CEO que se encontraba en su casa.

-Lo siento.

-Tienes razón... solo soy una niña. Y esto, esto no es más que... no sé que sea.

-Te amo.

Kisara lo miró. Allí frente a ella estaba el hombre más poderoso de Domino City, más codiciado, más inteligente. Un hombre mayor que podría ser su padre en cuanto a diferencia de edad, un hombre que tenía experiencia en la vida, un hombre inalcanzable con el que soñaban muchas conocer siquiera... y estaba en su casa, en su habitación, diciéndole palabras que nunca soñó que algún día él, o alguien, le dijera. Esos ojos azules se derritieron, mostrando su verdadero color reluciente y cálido.

-Seto... -una pequeña y traviesa lágrima cruzó por su mejilla-. ¿Por qué vienes cuando yo trataba de aceptar que no y cambias todo?

-Porque es la verdad. Porque... porque contigo... no lo sé. Contigo cambia el mundo, desaparecer... contigo... Kisara -tomó el rostro de la mujer en sus manos, plantando un beso apasionado, firme y fuerte, intentando demostrar sus sentimientos.

Ella le respondió con un abrazo. Y más lágrimas escaparon, esta vez de felicidad. Y allí como dos locos idiotas danzaron bajo el sonido de leves risas.

Una disculpa enorme por no poder actualizar antes. Este semestre en realidad me quitó la pequeña vida social que tenía pero gracias a los dioses ya pasó lo más pesado, y anteriormente tuve inspiración para más fics y no para este. Pero ya está aquí.

El rocanrol de los idiotas de Joaquín Sabinas, hermosa canción que me hizo recordar bonitos tiempos.

¡Gracias por leer! C: