Basado en los personajes escritos e ilustrados por Kyoko Mizuki y Yumiko Igarashi, respectivamente.
ROMPIENDO LA DISTANCIA
By Tita Calderón
CAPITULO I
Era un día inusualmente frío, caminaba sin prisa, con las manos metidas en los bolsillos a pesar de llevar guantes. El frío calaba hasta los huesos. No había nieve pero de cuando en cuando, un viento helado recorría las calles alborotándome el pelo y erizándome la piel pese a que llevaba un grueso abrigo negro. Crucé la calle mirando para los dos lados casi por inercia, solo se veía venir un carruaje a lo lejos, que al igual que yo, no tenía prisa.
No sabía exactamente hacia donde me dirigía, solo quería encontrar un lugar que me permitiera despejar la mente y encontrarme con mis recuerdos.
Me detuve frente al Central Park, definitivamente este era el lugar que estaba buscando, me interné poco a poco por el sendero marcado, donde había muy pocos transeúntes, casi podía escuchar el crujido de mis pasos sobre la tierra húmeda. Respiré el aire frío con más satisfacción, sintiendo que estaba logrando mi objetivo: estar lejos de la gente, del ruido, del mundo…Tan solo me hacía falta descubrir una puerta mágica que me condujera al Colegio San Pablo para poder encontrarme con "ella". Sonreí tristemente, al ver lo imposible de mis deseos…que miserablemente solo me sentía…que no daría por volverla a ver…
Añoré como nunca a la Segunda Colina de Pony, como ella solía llamar a aquel lugar que por mucho tiempo fue mi refugio hasta que ella se lo apropió, diciéndome que no podía fumar ahí porque era suyo. Sonreí de medio lado con estos recuerdos que eran los únicos que me quitaban la soledad. Me di cuenta que una pareja me miraba mientras se acercaba, entonces decidí tomar hacia mi derecha sin importarme que la hierva estuviera húmeda, eso era mejor que ver la cara de la gente que se cruzaba por mi camino.
Con pasos grandes me distancié del sendero rápidamente hasta sentirme completamente solo. Me detuve algo agitado por la caminata y levanté los ojos hacia el paisaje, ahí, frente a mi, estaba un centenario árbol que se asemejaba al "padre árbol" que había conocido recientemente cuando visité el lugar que la había visto crecer, el Hogar de Pony, mi corazón se estremeció ante el recuerdo.
Solo cuando estuve allí pude comprender porque ella tenía tanta alegría, tanto amor para dar, ese lugar transmitía un calor de hogar que nunca había sentido, ni en el más antiguo y fastuoso castillo de mi padre, ni en la elegante casa de mi madre.
Un suspiro se arrancó de mi pecho más fuerte de lo que esperaba y como si fuera un tren a toda velocidad pasaron por mi mente imágenes tristes de mi pasado, cerré los ojos tratando de quitármelas de encima, y al abrirlos volví a encontrarme con la majestuosidad de aquel árbol, y las imágenes se volvieron dulces, tiernas…divertidas.
Allí, estaba siempre ella, sonriendo, o colgada de los árboles, o hasta incluso molesta cuando le decía "tarzan pecosa". Que no daría por volverla a ver, por escuchar el eco de su voz, el timbre de su risa, aunque solo fuera por un instante. Mis ojos se cerraron automáticamente y pude verla claramente con su uniforme blanco, sus delgadas piernas, sus rubios rizos tratando de escapar de ese par de coletas que luchaban por sujetarlos, su pequeña y fina nariz respingada de la que tantas veces me burlé y sobre todos sus pecas que fue el origen de todos sus apodos y de mi obsesión, y sus ojos…esas dos esmeraldas que se convirtieron en mis estrellas, en mi refugio.
Aún no logro comprender como ella, tan frágil algunas veces y tan valiente en otras, cambió mi vida, mi existencia; consiguió aplacar al rebelde que vivía en mí y sacó mi lado más tierno, haciéndome dejar atrás el triste pasado que me amargaba y en su lugar sembró ilusión, esperanza y amor.
Hubiera querido quedarme en el colegio, que no daría por regresar. Solté una triste carcajada.
¡Qué contradicción!
Antes odiaba aquel lugar, mi único propósito era descargar mi coraje contra todos esos niños ricos y sacar de quicio a la hermana Grey, que soportaba todas mis majaderías por las grandes donaciones de mi padre.
¡Hipócritas! Esta era la palabra con que definía al grupo de gente del San Pablo.
Pero todo fue cambiando paulatinamente, desde mi primer encuentro con ella en medio de la niebla en aquel barco, cuando sin querer me sorprendió llorando…y que sorpresa me llevé cuando la vi aquel domingo en medio de la iglesia, era la única que llevaba el uniforme blanco.
Ahora todo lo veía más claro, ese fue el inicio de este sentimiento que ahora llenaba por completo mi alma.
Las inesperadas coincidencias en la Segunda Colina de Pony fueron dispersando a la sombra que me tenía sumido en la oscuridad. Mis penetrantes miradas y su inconfundible nerviosismo; mis burlas y sus respectivos enojo; mi amargura y sus miedos; mi soledad y sus palabras de aliento; mis secretos y sus casuales descubrimientos; los impensados encuentros en el zoológico; los desprecios que recibía por ser huérfana y mi instinto de protección por el más débil. Todo, absolutamente todo fue confabulándose para que naciera este sentimiento y fuera alejando al extraño que vivía en mi.
Y tomé conciencia de cuan grande era lo que sentía, aquel día del Festival de Mayo, en el que me descubrí buscándola desesperado, como nunca antes lo había hecho por nadie…absolutamente por nadie. Escudriñé desde el cuarto de castigo en el que se supone debería haber estado, hasta encontrarme rastreándola en el mismísimo baile.
Aún recuerdo lo decepcionado que salí de allí, al no encontrarla por ningún lado. Entonces decidí subirme a un árbol para ver si podía divisarla. Grande fue mi sorpresa cuando de repente la vi convertirse de Romeo en Julieta, en mi Julieta y fue ahí, en ese preciso momento que mi corazón latió como nunca lo había hecho.
Hoy estoy aquí, en Nueva York, tratando de cumplir mi sueño de ser actor. Hace casi tres meses que no se nada de ella, seguro debe seguir en Inglaterra, lejos de mí y yo de ella.
Aquel día que dejé el colegio, parecía ser la mejor elección, pero ya no estoy tan seguro.
Si hubiera sabido lo mucho que la iba a extrañar, lo mucho que me había acostumbrado a ella…tal vez hubiera buscado otra salida…tal vez…
Cada día que pasa, me parece un siglo sin su presencia. Mi respiración, se ha vuelto pesada sin el sutil aroma a flores de su cabellera… ¿será normal extrañar tanto a alguien?
Debería haberla traído conmigo, estoy casi seguro que hubiera dicho que si. Pero éramos tan jóvenes… mejor dicho, aun seguimos siendo tan jóvenes…pero no tanto, como para no distinguir lo fuerte de este sentimiento…
¿Por qué nunca fui capaz de decirte lo que sentía?
Cuanto me arrepiento por no haber tenido el suficiente valor para decirle lo mucho que significaba para mí cuando aun estábamos juntos. Que tonto fui al desperdiciar tantas oportunidades como aquella vez en Escocia…
Respiré martirizado. Era hora de hacerme una promesa a mí mismo. Era hora de tomar las riendas de mis sentimientos… Alcé la vista y miré al cielo con decisión.
- Si te vuelvo a ver….- no, no, tenía que ser positivo - Cuando te vuelva a ver, te diré todo lo que siento, todo lo que significas para mí… – juré.
Unas voces a lo lejos interrumpieron mi juramento. Con cierta molestia por no ser el único en aquel lugar, giré para buscar a los culpables, a lo lejos pude divisar a una pareja de ancianos que conversaban con alguien, mejor dicho que agradecían a alguien que permanecía oculto tras ellos desde mi punto de vista, los ancianos hicieron una leve reverencia para seguir el sendero que estaba a varios metros lejos de mi, los seguí con la mirada para asegurarme que se alejaran de allí, se detuvieron un par de segundos para regresar a ver a la persona que dejaban atrás y que yo no había visto hasta ese momento.
Sentí como un escalofrío recorría mi columna vertebral de arriba abajo y de abajo hacia arriba, en cuanto mis ojos se posaron sobre aquella figura lejana y a la vez tan familiar.
¡No lo podía creer!
Parpadeé varias veces para asegurarme que no estaba alucinando, sacudí la cabeza un par de veces para comprobar que mi cerebro seguía en su lugar y que no era una alucinación, en realidad estaba estupefacto por aquella visión, no podía creer que mi deseo más profundo se hubiera materializado ante mis ojos…
¿Tal vez fue mi juramento? Tragué seco ante esa posibilidad…
Quise dar un paso pero las piernas no me respondieron. Un miedo descomunal me envolvió por completo al darme cuenta que mi visión se movía y yo seguía paralizado, apenas y podía respirar.
Seguí con agónica desesperación sus movimientos hasta ver como se sentaba en una banca que estaba más allá. Respiré visiblemente aliviado al darme cuenta que seguía al alcance de mi vista. Poco a poco logre mover los dedos, luego las manos, luego los brazos, luego las piernas hasta que finalmente pude dar pasos indecisos hacia ella.
Apenas y pestañaba, tenía miedo que fuera solo alguien que se le parecía en la distancia, pero con cada paso que daba, en lugar de desdibujarse sus facciones, se marcaban con mayor nitidez.
Ahí estaba ella, hermosa como una hada y tan quieta como una estatua. Pero era esta inmovilidad la que me permitía ver claramente la tenue curvatura de los pómulos y de su mentón, así como su pequeña nariz respingada sobresaliendo tenuemente del rostro.
Detallé un poco en lo que llevaba, un abrigo rojo que le llegaba hasta las rodillas junto con unas botas a juego. Un gorro rojo con borde blanco que trataba en vano de cubrir sus rebeldes rizos.
No podía creer que con tan solo desear volver a verla, mi deseo se hubiera cumplido.
Ahora estaba seguro que Dios existía porque mis ruegos habían sido escuchados. Seguramente fue el juramento…
Me fui acercando poco a poco con miedo y ansiedad, con nostalgia y alegría, hasta quedar frente a frente. Su rostro estaba ligeramente levantado hacia el cielo y sus ojos permanecían cerrados como tratando de concentrarse en el aire que respiraba, ni siquiera se había percatado de mi presencia. Pero era lo de menos, solo quería mirarla así, ver su rostro, sus pecas, su boca, aspirar ese aroma a flores que solo ella tenía.
No sé cuánto tiempo pasó, antes que decidiera abrir los ojos, fue entonces que se percató que no estaba sola, algo contrariada, se enderezó y por primera vez sus ojos me encontraron.
Pestañó varias veces como si estuviera teniendo una alucinación y la vi tragar con dificultad. Nuevamente parpadeó con más ahínco como si yo fuera a desaparecer.
En su rostro se dibujaba la incredulidad, entonces estiró la mano como si quisiera tocarme pero luego la retiró, se tensó ligeramente y se hizo hacia atrás. Sonreí ante su titubeo.
- ¿Terry? – dijo con un hilo de voz mientras se levantaba.
Mi corazón dio un vuelco al oír su voz…cuanto había extrañado escuchar mi nombre en sus labios…
- Candy – mi voz casi sonó temblorosa.
Pude ver como sus ojos se iban cristalizando de emoción, al mismo tiempo que mi cuerpo se entumecía nuevamente al comprobar que estaba a escasos centímetros de mí.
Estiré la mano lentamente temiendo que fuera una nítida alucinación y que desapareciera al tratar de tocarla, pero en ese instante pude sentir el suave roce de sus dedos también enguantados en los míos, nuestras yemas se juntaron como en un rompecabezas y poco a poco se fueron entrelazando mientras miles de descargas eléctricas recorrían mis dedos para continuar por mi mano, avanzar por mi brazo y llegar a mi corazón.
¡Era realidad! ¡No era una alucinación!
Ella estaba ahí, frente a mí, tan desconcertadamente asombrada como yo. Mi mano sostenía la suya y la suya temblaba levemente…trague un poco antes de al fin "romper la distancia" y traerla hacia mí para fundirnos en un abrazo sin final.
Sus brazos se aferraron a mi cintura como si fueran cadenas y mis brazos la rodearon como si necesitara guardarla dentro de mi pecho.
Una dicha jamás experimentada inundó mi corazón, y en ese instante tuve la certeza que su corazón latía igual que el mío, no necesitábamos palabras para saber cuanto habíamos añorado este momento. Hasta ese instante me había sentido como un barco a la deriva, pero en sus brazos había encontrado mi puerto seguro, el único que había estado buscando.
Nos fuimos separando despacio para poder mirarnos minuciosamente, limpie sus lagrimas con mi dedo pulgar y luego tomé su mano y entrelacé nuevamente los dedos con los suyos.
-Terry… ¿qué haces aquí? – en sus ojos pugnaban mil preguntas por hacer.
-Yo debería preguntarte lo mismo. ¿No se supone, que deberías estar en el colegio? - le dije con un fingido tono de reproche
-Bueno yo…también quería buscar mi camino, y ahí no lo iba a encontrar – respondió, algo nerviosa levantando los hombros.
-Claro, ahí no entrenan monos.
-¡Terry! – reclamó - Nunca vas a cambiar. – concluyó con una sonrisa que me hizo olvidar de respirar.
-Tarzán Pecosa – pronuncié su apodo con tanto cariño que ella no pudo refutar nada – Mi Tarzán Pecosa, no sabes cuánto te he extrañado- repetí mientras la acercaba a mí para abrazarla nuevamente, pude sentir como su cuerpo se estremecía temblando ligeramente en mis brazos.
Nunca había sido participe de demostraciones públicas de cariño, pero la había extrañado tanto que quería dar cientos de vueltas con ella. Estaba desquiciado.
-¿Por qué me dejaste sola en Inglaterra?- preguntó luego de un rato con un tono que iba entre triste y regañón.
-No tenía otra elección, no podía dejar que te expulsaran por esa estúpida trampa. – recordé el momento exacto que fuimos sorprendidos en aquel establo y lo impotente que me sentí - Cuando tome esa decisión, lo hice por ti. Pero créeme que fue la cosa más dura que he tenido que hacer – mi voz se ahogaba mientras recordaba que no había tenido otra salida.
-¿Y por eso me dejaste esa carta tan…tan breve?- se volvió a estremecer en mis brazos - Ahí me decías que fuera feliz.- pronuncio cada palabra muy despacio.
-¿Te acuerdas de eso?- pregunté con incredulidad
-¡Idiota! – no me dio tiempo de reaccionar…
-¡Auchh…! ¿y esto porqué fue? - me dio un pellizco tan fuerte que me dejo amortiguado el brazo. Tuve que frotarme varias veces tratando que el dolor atenuara. Qué suerte que estaba con este abrigo grueso…sino no quería ni pensar en el buen trozo de pellejo que me hubiera sacado.
-Eso fue, primero: por irte sin despedirte. – levantó un dedo - Segundo: por dejarme sola.- levantó otro dedo- Tercero: por pensar que puedo ser feliz sin ti. – al terminar de pronunciar el tercer punto se tapo la boca y me miró horrorizada mientras un fuerte rubor rosado cubría la mayor parte de su rostro.
Giró rápidamente tratando de alejarse de mí, pero no se lo permití, ella también me había extrañado, eso era seguro, "como podía resistirse a mi encanto inglés" pensé para mis adentros.
Le agarré de la mano y la traje nuevamente…Su contacto, me hizo recordar el juramento que acababa de hacer antes de encontrarla. Tragué seco ante la idea de confesar mis sentimientos…
-Yo…tampoco puedo ser feliz sin ti – susurré cada palabra con cuidado.
-¿En serio?- preguntó incrédula, percibiendo seguramente el trasfondo de mis palabras.
-Si – afirme suavemente, tratando de confesar lo inconfesable.
De repente sentí que se flaqueaba mi resolución inicial…tenía que darme un poco más de tiempo…para armarme de valor…nunca antes había confesado mis sentimientos a nadie y esto me producía retorcijones en el estómago…
Lo más sensato que podía hacer en este momento era sentarme para hilar bien mis ideas y conseguir de sus labios un rotundo "Si".
Le indiqué que se sentara y luego le solté la mano, su contacto aceleraba mi corazón y casi no podía coordinar las ideas…
-¿Cuéntame, cómo fue que dejaste el colegio y llegaste hasta aquí? – le pregunté tratando de sonar casual.
Ella sonrió y me contó todas las aventuras que había vivido desde que abandonó el colegio. Empezó contándome que había ido al puerto para ver partir mi barco en el horizonte, luego continuó con su viaje como polizón en el barco de regreso a América…su llegada y lo cerca que habíamos estado de encontrarnos en el Hogar de Pony…
En todo este tiempo yo había estado en sus pensamientos como ella en los míos. Definitivamente, Dios existía.
Luego continuó con el descubrimiento de su vocación para ser enfermera y como la Srta. Pony había escrito a dos amigas suyas para ayudarla a ingresar en la escuela de enfermería. La primera en responder había sido una tal Mery Jane cuya escuela quedaba en Chicago, Candy había decidido ir allí, pero unos días antes de partir, había llegado un telegrama avisando que el hospital se encontraba en cuarentena por lo que debería esperar para la admisión. Al siguiente día recibió la respuesta de otra amiga de la Srta. Pony que tenía también una escuela de enfermeras en Nueva York, entonces decidió optar por esta nueva oportunidad. Había llegado hace un mes aproximadamente y estaba viviendo en el internado de la escuela. En las mañanas recibía clases y en las tardes practicaba en el hospital.
-Bueno, eso es en resumen todo lo que me ha pasado en este tiempo – suspiró profundamente.
-¿Pero no te dio miedo venir a Nueva York que está tan lejos del Hogar de Pony, en lugar de ir a Chicago?
-Por favor Terry, estás hablando con Candice White Andley, que vino de polizón en un barco – habló con arrogancia
-Perdón – respondí a la defensiva
-Bueno, aunque después de todo lo que he hecho, creo que el tío abuelo William ya me debe haber quitado el apellido – comentó con preocupación
-No lo creo, pero ¿tuviste miedo?
-Al principio sí, pero había algo dentro de mí que me decía que debía hacerlo, y lo hice.
-Y fue lo mejor que pudiste haber hecho.
-¿Tú crees?
-Sí, porque si no, no estaríamos aquí…conversando… - cuando dije esto ella volvió a sonrojarse.
-¿Crees que si iba a Chicago nos hubiéramos encontrado algún día?
-Estoy seguro que si…- la miré con profundidad
Era el momento de hablar, no dejaría de perder el tiempo, de eso estaba seguro. Había escuchado con atención su relato, pero al mismo tiempo mi cerebro había estado maquinando como encontrar el momento exacto para empezar a hablar.
Me levanté algo incómodo, tratando de darme el valor necesario para empezar a decir lo que tenía que decir. Di una bocanada de aire y me lancé al ruedo.
-Candy….yo, no sé cómo empezar a decir esto, en realidad nunca antes lo había hecho…pero creo que es el momento preciso… – estaba tan nervioso que mis manos empezaron a temblar, rápidamente las metí en los bolsillos. Tome aire nuevamente, mientras en mi mente se me cruzaban todas las palabras que quería decirle.
Ella esperó pacientemente sin dejar de mostrar incertidumbre y ansiedad en su cara. Recordé que ella había ido al puerto a buscarme…y esto me dio el valor para hablar de una vez por todas…
-Bueno… en realidad lo que quiero decir…mejor dicho lo que te quiero preguntar es…es - "diablos, me estaba trabando como un tartamudo".
-Terry me estas poniendo nerviosa.
-Lo siento – respondí con un hilo de voz, tome aire nuevamente.
Sentía miedo de hablar, pero más miedo me daba, saber que la había vuelto a encontrar y que podría perderla nuevamente sin darme tiempo. En el pasado había tenido varias oportunidades de decirle lo que sentía, pero nunca me había animado, porque siempre pensé que tendría tiempo de sobra…jamás imaginé que nos podríamos separar tan abruptamente de un momento a otro, la vida, sin duda, daba giros inesperados.
Respiré nervioso por la eminente pregunta que le haría, entonces me di cuenta que de repente estaba mirando al suelo, levanté los ojos y me encontré con su mirada. Era hora de dejar de perder el tiempo.
-Candy…- tragué secó antes de volver hablar - ¿Quieres ser mi novia?- sentí un alivio cuando se lo dije, era algo que había querido hacer desde el verano en Escocia.
-¿Qué dijiste? – me preguntó con un brillo en su ojos, que era una mezcla de asombro e incredulidad.
-¿Qué si quieres ser mi novia? – repetí, no sin antes pensar en hacer una broma pero supe que no era el momento.
-Yo…- habló vacilante luego de un tiempo
-¿Tú? – pregunté nervioso, preocupado, desesperado, porque tenía que tardar tanto en decir si… ¿o es que acaso estaba pensando en decir que no? El frío de la incertidumbre me hizo estremecer.
Parecía que habían pasado años y ella no se dignaba en responder. Estaba empezando a desesperarme, sentía que me estaban saliendo raíces en los pies y ella seguía ahí, mirándome con una mezcla de escepticismo y timidez.
-Este…creo. ¿Estas seguro de lo que me estas preguntando?- preguntó tan bajo que apenas pude escucharla.
-…- solo pude asentir con la cabeza una sola vez. ¿Demonios que esperaba para responder? Que me salieran canas para asegurarse que era verdad lo que decía.
-Esto es tan inesperado…
-Lo sé…- admití – Pero esto es algo que he querido preguntarte desde…el verano en Escocia – confesé. Ya de perdido, directo al río.
Sus ojos se abrieron enormemente y se quedó sin pestañar por algunos instantes…
-¿En serio? No lo puedo creer. – dudó con un brillo especial en los ojos.
-¿Por qué crees que te besé aquella vez? – pregunté un poco incómodo
-Bueno…porque… – titubeo y supe que ella recordaba el beso con tanta claridad como yo.
-Mejor no me respondas…- en ese momento recordé todo lo que me había dicho…"gamberro, malcriado,…etc."
La miré con decisión.
-Candy, en todo este tiempo no he hecho más que pensar en ti… ¿por qué esperar? Te he vuelto a encontrar…y no sabes lo feliz que me siento…me he arrepentido cientos de veces por no haber hablado claro cuando tuve la oportunidad…no quiero que por cualquier cosa nos volvamos a separar y seguir cargando en mi conciencia que no te dije lo que sentía…
Sus ojos me miraban encandilados…
-¿Qué dices? ¿Quieres intentarlo? –insistí
-Mmm…pues…creo que…- volvió a guardar silencio - …Si - casi lo dijo en un hilo de voz, tuve que fijarme en sus labios para saber su respuesta.
Me quede en shock por unos instantes procesando su respuesta. Me había dicho que "Si" y con esto, todo mi mundo se equilibró. El corazón me empezó a dar tumbos de felicidad mientras ella enrojecía hasta la raíz del cabello.
Lo primero que pensé fue en besarla, pero lo descarté de inmediato. Aun recordaba el primer beso fallido y de su sonoro golpe, solo atiné a jalarla para que se levantara y traerla a mi pecho para poder abrazarla con fuerza, no necesitaba en mi vida nada más que esta respuesta. Ella no puso resistencia y me abrazó con la misma ternura que yo lo hacia. Solo que en ese instante no sabía cual de los dos era el que temblaba más, si ella o yo. Seguro era ella.
-Gracias - le susurre en el oído.
-¿Por qué? – preguntó contra mi pecho
-Por darme una razón para vivir - le aseguré
Me incliné para besar su pelo, pero este movimiento hizo que se le cayera el gorro, ella trató de atraparlo y sin querer me golpeó en el pómulo izquierdo.
-Lo siento - dijo mientras me miraba apenada
-Tarzan pecosa, tampoco me trates a golpes, ahora que ya eres mi novia – respondí con una sonrisa mientras tocaba mi mejilla.
-Terry... – respondió con dulzura en su voz mientras sonreía y su dedo pulgar acariciaba mi mejilla golpeada. – Nunca vas a cambiar – su tono era de resignación. - Contigo siempre tengo que estar a la defensiva.
-Disculpa, ya no te volveré a decir "Tarzan pecosa".
-¿En serio?
-Si, desde ahora solo te diré, "mi pecosa".
-Agrr…. Me las vas a pagar - empezó hacer sus típicas cara de mono, pero de pronto su rostro cambió a uno de sorpresa- ¿Tú pecosa, dijiste? – repitió con su voz cargada de emoción y enfatizando el Tú.
-Si… "Mi" pecosa. – corroboré mientras asentía con la cabeza.
-Eso está mejor, se escucha más romántico.
Una brisa fría nos envolvió de repente. Lo mejor era ir a un lugar más cálido para conversar tranquilamente. Le tomé de la mano y empezamos a caminar sin prisa, pude apreciar que cuando tomaba su mano, ella se ponía nerviosa y temblaba ligeramente, quizás era por mi ineludible encanto inglés, o porque yo era su primer novio, o era el primero con el que caminaba así o tal vez no.
De pronto me sentí ridículamente celoso pensando si alguien ya lo había hecho antes que yo, tal vez ese tal Anthony. Nuevamente una ráfaga de viento nos envolvió y se fue llevando esas ideas absurdas, ya nada importaba, de ahora en adelante seríamos solo los dos.
Íbamos en silencio, pero no era para nada incómodo, siempre fue así con ella, solo me bastaba su presencia para sentir paz y ahora estaba disfrutando cada instante del inicio de nuestra relación…de nuestro noviazgo, nada ni nadie me separaría de ella porque mi corazón ya tenía dueña.
Entramos a una cafetería y por instinto busqué la mesa más alejada de todos, nos sentamos y ella pidió un chocolate caliente con un pastel de chocolate.
-Sigues siendo una golosa – le reproché suavemente mientras me reía.
-Y tu sigues siendo un grosero – alzo su nariz respingada mirándome con suficiencia.
-Pero si solo digo la verdad, mira que pedir una taza de chocolate y encima acompañado de pastel de chocolate.
-Tienes razón. Creo que voy a cambiar mi orden por pastel de fresa.
-Jajajaja- solo ella tenía esas ocurrencias -Vas a engordar- le previne
-Mejor, así me veré más rellenita.
-Siempre te verás igual…
-¿Igual?- preguntó con un tono de desilusión en la voz
-Igual de linda
-¿En serio?
-Si, y de pecosa
-¡Terry! Contigo no se puede.- respondió mientras asentaba el codo en la mesa y su mano sostenía la cabeza con indignación
-Jajaja. Lo siento Candy, pero es que contigo….reír…es tan fácil, me siento tan bien – le confesé sorprendido de haberlo hecho con tanta facilidad.
Candy se volvió a sonrojar y se aclaró un poco la garganta…
-Mira, mejor ahora cuéntame tú, ¿cómo fue que decidiste venir a Nueva York? – me preguntó con curiosidad.
-Bueno, en realidad, desde que salí del colegio, mi objetivo era Nueva York, pero antes quería conocer el lugar, donde cierta pecosa se había criado. Para ser sincero, en realidad, quería comprobar si entre las asignaturas que les daban en el Hogar de Pony a los niños, estaba la de trepar árboles –ella sonrió ampliamente con cierto aire de resignación – Pero no, esa materia solo te la dieron a ti, una manada de monos prófugos de algún circo que pasaba por allí, jajaja.
-¡Terry! – me reclamó, dándome un golpe seco en el brazo.
-¡Auuu!, no te enojes. ¿Quieres que te siga contando?
-Si, si quiero, pero deja de estar burlándote de mi. – me dijo en tono amenazador.
-Está bien, está bien – levanté las manos en señal de rendición - Como te iba diciendo, quería conocer el Hogar de Pony, por eso, viajé hasta allí en cuanto desembarqué. Al regresar a Nueva York, lo primero que hice fue buscar un lugar donde quedarme y encontré un pequeño departamento que podía pagar mientras encontraba un trabajo. Al siguiente día fui a buscar compañías de teatro para ver si podían darme una oportunidad, pero todas querían que tuviera experiencia en actuación, y yo, pese a saber todas las obras de Shakespeare no había actuado nunca. En un bar conocí a un actor retirado y él se ofreció a darme unas clases de actuación por ayudarle a llegar hasta su casa luego de impedir que unos maleantes le robarán el poco dinero que llevaba encima. Recibí las clases por algunos días, y me sirvieron de mucho ¿sabes? Aprendí no solo a modular la voz cuando recitaba los diferentes diálogos, sino también a desenvolverme en el escenario, a proyectar seguridad frente al público con los movimientos corporales que requiere cada personaje de la obra, realmente fue una experiencia muy gratificante. Entonces fui a la compañía Standford y me permitieron audicionar para la obra del Rey Lear. Y luego de un par de días de espera me aceptaron para interpretar el papel del Rey de Francia para el cual había audicionado. Dentro de quince días se estrena la obra y estamos ensayando todos los días desde que amanece hasta que anochece, solo descansamos los domingos. Mientras más se acerca la fecha de estreno son más duros los ensayos, para que todo salga perfecto.
-Terry… estoy tan feliz por ti – se llevó las manos al pecho – Estás cumpliendo tu sueño.
-Creo que mi sueño, se empezó a hacer realidad, desde el momento exacto en el que te volví a encontrar – dije con toda seguridad mirándole los ojos.
Ella hizo un ligero asentamiento de cabeza y me sonrío con la más tierna de las sonrisas, logrando que mi corazón se detuviera por varios segundos. Si ella supiera el poder que estaba empezando a tener sobre mí, ni siquiera me quería imaginar lo que podría hacer conmigo, seria un títere en sus manos.
La acompañe hasta el hospital Saint Joseph, las horas habían pasado prácticamente volando a su lado, no quería dejarla pero tenía que hacerlo, quedamos en que la esperaría el próximo domingo para pasarlo juntos.
Una idea estaba dándome la vuelta el cerebro desde que me dijo que "Si", quería besarla, pero no sabía como hacerlo, mejor dicho si sabía como hacerlo, pero no quería perder todo lo que había ganado, el recuerdo de aquel bofetón que me propinó aun no se me olvidaba. Me había traumado.
¡Demonios! ¿Que podía perder ahora?
Estábamos a punto de despedirnos y aun vacilaba, si me abofeteaba tendría toda la semana para que se le pasara el enojo y si no, estaría toda la semana pensando en mi beso. ¡Genial!
En un momento de decisión, le tomé por los hombros suavemente sin dejar de mirarla. Me fui acercando lentamente mientras sentía como ella se iba tensionando en mis manos, espere un poco sin dejar de mirarla, en sus ojos resplandecía el miedo y la curiosidad al mismo tiempo; volví acercarme un poco más, mientras su aliento rozaba mi rostro. Estaba tan cerca y a la vez tan lejos, mis ojos se clavaron en sus labios escarlata, y pude ver como su labio inferior temblaba ligeramente, volví a enfocar los ojos en los suyos y pude ver como ella los estaba terminando de cerrar.
¡No lo podía creer! Ella estaba esperando mi beso.
Llevé las manos a sus mejillas y toqué su rostro como nunca antes lo había hecho. La suavidad de su piel me hizo estremecer. Poco a poco acerqué mi nariz a la suya y empecé a juguetear suavemente con la punta de su respingada nariz mientras nuestros alientos se encontraban, que sensación tan dulce y a la vez tan dolorosa, tenía miedo que desapareciera frente a mi, entonces mis labios se posaron sobre los suyos suavemente apenas los podía sentir, empecé hacer un vaivén lento y suave. No quería asustarla, quería guardar esta sensación toda la vida.
Su respiración se volvió poco a poco más agitada y sus mejillas empezaron a quemar en mis manos o mejor dicho mis manos quemaban en sus mejillas. Que dulce tormento. No pude resistir más…tenía que besarla o moriría allí mismo. Cuando al fin pose mis labios de lleno en los suyos mi cuerpo tembló como si fuera gelatina. Sus labios cálidos y húmedos temblaban por la inexperiencia…y esto me enloquecía…quería profundizar más este beso, pero en el fondo sabía que no era ni el lugar, ni el momento adecuado. Maldición.
Tuve que aferrarme a todo mi autocontrol para separarme lentamente. Ella permaneció un momento más con los ojos cerrados tal vez esperando un poco más, pero por su bien y el mío, lo mejor era parar allí.
Sus esmeraldas lentamente se abrieron y me miraron con timidez. Sonreí ante su reacción. Ahora era mi novia…y tendría que acostumbrarse a mis besos. Nuevamente volví a acariciarle las mejillas mientras sentía como ella se había aferrado a mi abrigo, como si temiera caerse.
La miré con las más tiernas de las miradas, y supe en ese momento que nunca antes en mi vida, había mirado a nadie de esa manera…
-Te voy a extrañar – le susurré en el oído
-Yo…yo también. – contestó perturbada
-¿Vas a pensar en mí? – mas que una pregunta era una afirmación
-S….Si. ¿Y tú? – seguía perturbada
-A cada instante. – le aseguré
Tomé un mechón de su cabello, lo aspiré para poder llevarme su olor y le di un suave beso en la mejilla.
-Te estaré esperando el próximo domingo a las nueve de la mañana. ¿Está bien? - afirmé
-S…si…
Esperé a que entrara al hospital, sin dejar de ver como se iba tropezando por el camino, casi se choca con un árbol que estaba a dos pasos de nosotros. Sonreí ligeramente, o era una atolondrada o yo le había puesto así, pero en ese preciso momento me di cuenta que no me había cacheteado, mejor aún, había correspondido a mi beso "genial". En mi fuero interno estaba saltando en un pie.
Me desperté con ganas de vencer al mundo entero. Una fuerza interior iba creciendo dentro de mí, avanzando por mis venas, destrozando las cadenas y la corteza de mis miedos, haciéndome sentir inmune a todo. Eché un vistazo al espejo antes de salir para arreglar mi melena con los dedos y pude ver que tenía una sonrisa de oreja a oreja, esto era patético, pero no lo podía evitar.
Sin darme cuenta me encontré silbando mientras caminaba rumbo a los ensayos. Nunca había sido muy educado que digamos, pero ahora tenía ganas de saludar a todo el mundo. Me estaba sintiendo un poco idiota.
Decidí concentrarme en el ensayo, no podía pasarme pensando todo el día en ella, en mi pecosa, que bien se sentía saber que era "mi pecosa", sonreí nuevamente mientras me acercaba al escenario para encontrarme con mi compañera de reparto Susana Malrow, que siempre tenía una sonrisa dibujada en el rostro.
-Hola Terry – dijo suavemente mientras sonreía
-Hola Susana – le contesté mientras inclinaba ligeramente la cabeza
-Hoy estas muy contento - era una afirmación
-…. – me limité a levantar una ceja, no sabía que responderle, me daba la impresión que siempre estaba pendiente de mi, pero no había ninguna razón.
Quise seguir avanzando hacia mi lugar en el escenario pero ella me interrumpió.
-Sabes, estuve pensando que en esta escena – dijo apuntando al libreto –Podíamos acercarnos un poco más, daríamos más realidad a la escena.
-…- no entendía como el acercarnos más podía realzar una escena "mujeres" repetí con resignación en mi fuero interno.
-¿Estás de acuerdo? – dijo con ansiedad
-…- quise responderle que me daba igual, pero al ver sus ojos con cierto aire de suplica me limité a asentir una sola vez en forma afirmativa.
En ese momento el director nos llamó para ocupar nuestros lugares y empecé a darle vida al Rey de Francia, sabia de memoria mis líneas, casi no necesitaba el libreto, pero me molestaba de sobre manera cuando los otros actores se equivocaban en sus líneas y teníamos que repetir nuevamente la escena, pero lo que más me molestaba, era cuando Susana me quedaba viendo por unos instantes antes de empezar con sus líneas, era como si su mente se quedara en blanco, pero de pronto empezaba a recitar sus líneas, como si nada hubiera pasado, eso era lo que más me exasperaba. Decidí ignorar sus lapsus, a lo mejor mi mirada la perturbaba, me reí en mi fuero interno por las locuras que se me ocurrían. Ya necesitaba un descanso.
No pasó mucho tiempo cuando el director dio una hora para el almuerzo. Me encaminé a la salida a paso normal. Ahora que los ensayos habían terminado me invadió una especie de nostalgia "¿Qué estaría haciendo mi pecosa?", pero esta nostalgia ahora venía acompañada de un toque de felicidad porque la había vuelto a encontrar y no dejaría que nada ni nadie se interpusiera entre nosotros. Mis pensamientos fueron interrumpidos justo el instante que salía del teatro.
-¡Terry, espera! – era Susana quien gritaba mi nombre
-¿Qué pasa? – le pregunte mientras me detenía. A lo mejor el director había decidido continuar con los ensayos.
-No…no pasa nada, solo me preguntaba si …
-¿Si?
-¿Si ibas a ir a algún lugar especial a comer? – preguntó con cierto brillo en su mirada.
En ese momento se me ocurrió una gran idea. Podía ir a ver a Candy. El hospital no estaba muy lejos y si tenía suerte podría comer con ella, porque de seguro en el hospital deberían comer en algún momento, ¿verdad?
-Te lo pregunto, porque mi madre hace unos emparedados deliciosos y tengo dos y …bueno quería compartirlo contigo…como siempre sales solo a comer…me supuse que un poco de compañía no te haría mal – me dijo con sinceridad en su mirada.
-Lo siento, Susy, otra vez será, ahora tengo que ir a…. "ver a alguien" -esto último solo lo pensé. – Gracias de todas maneras. Nos vemos mas tarde – hice una ligera venia de despedida.
Antes de girarme, pude ver en sus ojos la desilusión del rechazo, pero no podía evitarlo, mi corazón clamaba por ver a la dueña de sus latidos "Candy".
Salí corriendo y tomé el primer carruaje que apareció. En menos de diez minutos me encontré en el hospital. No sabía donde preguntar, ni a que hora comía, había mucha gente en los pasillos, niños llorando, gente demacrada y otras con cara de preocupación.
El aire tenía un ineludible olor a cloro. Este era el mundo de ella: quejas, dolencias, enfermedades, remedios, gente en busca de alivio, era un mundo distinto al del teatro, donde la gente va a divertirse, a esconder sus penas y dolencias y sumergirse en la fantasía y el glamour. Pero era el mundo de ella y por ende era también el mío, me complací ante esta afirmación.
Me acerqué a una ventanilla que decía INFORMACION. Ahí se encontraba una señora vestida de enfermera algo regordeta con un moño en la base de su cabeza y con lentes, si quería obtener información debería desplegar mi galantería.
-Disculpe señorita. ¿Me podría informar donde puedo encontrar a la Señorita Candice White Andley? – le pregunté mientras mis ojos la miraban profundamente y una ligera sonrisa dibujaba mi boca, con una voz un poco mas grave de lo normal.
-Perdón ¿por quién me preguntó? – preguntó con cierto nerviosismo, sus orejas se había enrojecido a tal punto que parecían que les iban a salir humo.
-Por la Señorita Candy White. – repetí con una seductora sonrisa omitiendo el Andley por si acaso ella no utilizara ese "ilustre" apellido - Ella es estudiante de enfermería - añadí
-Ahh. Las estudiantes están del lado sur, diríjase por ese pasillo hasta el fondo y luego gire a la derecha ahí encontrará una ventanilla como esta y le podrán dar información. – contestó trabándose un poco.
-Gracias
Avancé a prisa por el camino que me había indicado, vi la ventanilla a un par de metros pero estaba ocupada por alguien. Me acerqué despacio y en el momento en que me iba acercar para preguntar, la persona que estaba ahí se giró. Sus ojos hicieron que mi corazón se detuviera por unos segundos, ahí estaba ella, asemejándose a la visión de un ángel, con su impecable uniforme blanco y su gorro de enfermera, sus ojos se abrieron enormemente sin poder dar crédito a lo que miraban.
-Srta. Por favor, ¿podría a ayudarme? – fingí que necesitaba ayuda pues la chica de la ventanilla estaba mirándonos con ojos de desaprobación.
-Cla…claro, dígame ¿en qué le puedo ayudar? – me siguió el juego aunque algo temerosa.
Me condujo hacia el pasillo por donde había venido, como si estuviera indicándome algún lugar.
-¿Qué haces aquí? – me preguntó en un susurro emocionado.
-Quería verte. ¿Tú no? – pregunté esto último con cierto temor que me fue difícil disimular.
-¡Claro que si! Solo que pensé que no te vería antes del domingo. Como me dijiste que estarías ocupado con los ensayos. – su voz encerraba emoción y ternura
-Si y lo estoy, pero me dieron una hora libre para ir a almorzar. ¿Por cierto ya almorzaste?
-Aun no.
-¿Quieres ir a comer algo?
-Es que… aun no es mi hora del almuerzo. – dijo en tono dudoso
-Entiendo. – le conteste tratando de no mostrar ninguna emoción, pero mi corazón cayo en caída libre, ella tenía que cumplir un horario que no coincidía con el mío.
-¡No! ¡espera! – se apuró hablando - Puedo cambiar mi turno del almuerzo, espérame un momento en la entrada ¿si?, pero no te vayas a ir.
-¿No tendrás problemas?
-No, claro que no. Tú espérame allí. ¿Entendido? - me ordenó mientras me apuntaba con el dedo índice.
-Entendido señorita enfermera. – le dije mientras me cuadraba como si fuera una orden dada por el general a un soldado raso.
Salió corriendo hecho un torbellino, definitivamente era una atolondrada, fue esquivando a dos señoras y luego casi chocó con un médico, seguro que al doblar la esquina chocó con alguien porque pude ver que unos papeles volaron. Me di la vuelta y avance a las afueras del hospital, para esperarla.
Ella era mi sol, verle un par de segundos y se me había expandido el pecho. Al llegar se puso algo nerviosa, así que le ofrecí el brazo para caminar. Lo tomó con cierta timidez y sentí como se estremecía con mi roce. Caminamos hacia un pequeño puesto de comida donde vendían Hot-dogs. Compré dos, junto con un par de bebidas y nos sentamos en una banca cercana a comer. Que fácil era estar con ella, que fácil era encariñarme a cada segundo con su presencia, yo que siempre había sido un solitario me estaba haciendo adicto a su compañía.
-Está rico, ¿verdad? – me preguntó
-Si.
-¿Qué pasa?
-Estaba preocupado por ti. No quisiera que te reten por mi culpa.
-No te preocupes, mi hora del almuerzo no es fija, varía de acuerdo al trabajo. Cuando llegaste tenía que dejar unos expedientes para la práctica de la tarde. Y tú ¿siempre sales a comer a esta hora?
-Generalmente, pero como algo por ahí cerca.
-¿Y con quién?
-Solo
-Todavía no se te quita lo antisocial, eh.
-Jajaja.
Ahora que estaba con ella me sentía entero de nuevo, me sentía gracioso, me sentía libre, no importaba si hacía frío, no importaba lo que comiera, siempre y cuando, fuera con ella.
-Y que me dices tú, señorita "popularidad". ¿con quién comes?
-Jajaja. Suelo comer con un par de compañeras, ahí en el hospital.
-¿Y por qué no comimos ahí?
-Porque… ahí hubiéramos estado con mil ojos analizándonos y además no tendríamos esta vista hermosa y esta brisa fresca.
-¿Fresca? Yo diría fría.
-Si tienes razón hace un poco de frío, pero no me molesta.
-A mi tampoco.
-Jajaja
-¿De que te ríes? - pregunté
-Te manchaste la cara con salsa. – contestó señalando con el dedo el lugar en el que me había manchado.
-Con que muy graciosa- le dije mientras me untaba el dedo índice de salsa y se lo ponía en la punta de la nariz- Ahora estamos a mano, jajaja
-¡Terry! Desde ahora ya no te voy a decir Terry, sino "TERRIBLE"
-¡Pecosa!
-¡Terrible!
-Hacemos las paces – le sugerí mientras le extendía la mano
-Hecho – me estrechó la mano, yo viré la suya y deposité un beso. Los colores se le subieron al rostro.
-¿Has visto a tu madre? – me preguntó súbitamente
-No… aun no – contesté mirando al infinito
-¿Por qué? – preguntó inocentemente
-Porque quiero hacer las cosas por mi mismo, no quiero que ella me ayude, ¿entiendes? Quiero abrirme camino desde abajo, como ahora lo estoy haciendo y no porque sea el hijo de la famosa "Eleanor Baker", o porque ella me recomiende, creo que soy muy orgulloso para aceptar eso. Siempre tuve privilegios por ser el hijo del duque y eso me fastidiaba. La actuación lo llevo en la sangre y quiero demostrarme a mi mismo que puedo ser el mejor sin necesidad de tener influencias en el medio artístico.
-Pero independientemente de eso, ella es tu madre y seguro quiere saber de ti, debe estar preocupada.
-Lo se, pero quería presentarme con ella, cuando tuviera un papel en mis manos.
-Ahora lo tienes.
-Si
-¿Y que esperas?
-Tienes razón…no se que estoy esperando.
-¿La visitarás?
-Lo haré. – contesté con cierto tono de enfado en mi voz, me sentía como un niño cuando le ordenan arreglar su cuarto.
Me sonrió sinceramente y su mano acarició mi mejilla izquierda, sentí mi corazón latir tan rápidamente que parecía que lo podrían escuchar hasta el puerto. Ella era la única capaz de acelerar y detener mi corazón casi en el mismo instante.
De regreso a los ensayos iba recordando sus palabras al despedirnos.
-Terry
-¿Si?
-Mañana… ¿vendrás? – indagó mirándome tímidamente de reojo.
-¿Tú quieres? – pregunté levantando una ceja
-Si – contestó con un leve sonrojo en sus mejillas
-Estaré aquí. – le respondí con toda seguridad
Poco a poco y sin darme cuenta me estaba acostumbrando a su compañía, recuerdo que luego de regresar de Escocia necesitaba verla más seguido, pero eso no se comparaba con lo que ahora sentía, era una necesidad constante por tenerla cerca.
Llegué justo a tiempo para continuar con los ensayos, Robert Hathway me llamó para darme unas indicaciones antes de mi entrada al escenario.
-Terry, vamos a cambiar un poco tu entrada en la escena, quiero que ingreses por la parte izquierda respirando profundamente y mirando fijamente al Rey Lear, recuerda que eres el Rey de Francia.
-Entiendo – respondí asintiendo con la cabeza
-Tu, Susy – dijo desviando su mirada hacia ella – Quiero que bajes tu mirada el momento en que comienzas el dialogo con Terry.
-Pero… no crees que se vería mejor si nos miramos – refutó Susana
-Mira, las princesas en esa época eran más sumisas – aseguró Robert
-Está bien – contestó de mala gana.
-Tu Karen – se dirigió a Karen Kleins que se encontraba al fondo del escenario – En el momento que te acercas a Susana – dijo señalando a la aludida – Quiero que mires de pies a cabeza a Terry, como si fuera un vestido que vas a comprar – ella me miró en ese momento como Robert le pedía – Así esta muy bien – aseguró Robert luego de la demostración.
Me agradó los cambios que hizo Robert porque con esto, Susana ya no se trababa en el inicio del dialogo. En uno de los cambios de escena Karen se acercó a mí con una sonrisa traviesa dibujada en su cara.
-Oye, creo que debemos ensayar mas lo de la mirada – me dijo a manera de broma
-Si tu crees que lo necesitas, por mi no hay ningún problema – le contesté con desinterés.
-Es que, a la que va a molestar es a otra – contestó lanzando una mirada llena de malicia hacia Susana que nos estaba observando desde el otro lado con un gesto inescrutable.
-¿Y por qué tiene que molestarle? – pregunté mirándola fijamente
-No me digas que no te has dado cuenta.
-¿Cuenta de que? – pregunte sabiendo hacia donde se dirigía sus malintencionadas insinuaciones
-De que ella…
En ese momento el director de escena, nos interrumpió porque necesitaba que Karen repitiera una escena junto con Robert. Levanté la mirada y me encontré con Susana, yo no era ningún despistado, pero en ese momento tuve la certeza de que no le era indiferente.
Ella era una chica dulce, educada, su pelo parecía de muñeca y tenía unos bonitos ojos azules, sin duda era una mujer hermosa, solo estando ciego un hombre no se fijaría en ella, es más me sentía alagado en mi orgullo por ser yo, quien llamara su atención.
Sonreí en mi fuero interno pensado que sería si hubiera desplegado con ella toda mi cortesía de caballero inglés, seguramente la tendría comiendo de mi mano, pero lamentablemente ella no me interesaba, la única persona que quería tener comiendo de mi mano tenía nombre y apellido "Candy White Andley". Tan solo pensar en ella y mi corazón se enternecía y se llenaba de ansiedad aguardando la amarga espera para volverla a ver.
No pude vagar por mucho tiempo en mis pensamientos porque el ensayo continuó sin tregua y necesitaba estar concentrado para hacer mi papel.
Llegué a mi departamento cuando caía la noche, solo quería dormir, me acosté en la cama luego de cambiarme de ropa. Al recostar la cabeza en la almohada sentí un gran placer, cerré los ojos y lo primero que vi en mis pensamientos fue a cierta rubia trepa árboles que no solo ocupaba siempre las primeras filas de mis pensamientos sino todo mi corazón.
Había sido un día agitado, mejor dicho una semana agitada, había tenido pruebas de vestuario y la duración de los ensayos había aumentado, apenas había tenido tiempo para ir a comer con mi pecosa, pero valía la pena cualquier esfuerzo con tal de pasar unos minutos con ella. También había visitado a mi madre, y estaba loca de felicidad por el rumbo que había tomado mi vida, quería llevarme a vivir con ella pero eso era imposible casi nadie sabía del parentesco que nos unía, pero lo que la hacía mas feliz era que Candy fuera mi novia, no cabía de felicidad.
Mañana era domingo y podría estar mas tiempo con Candy, en todos estos días no le había podido robar ni un beso, tan solo de pensar en eso mmmm… se me hacía agua la boca…
Amaneció despejado, el frío había ido disminuyendo poco a poco, me di un baño rápido preparé mi café mientras veía la hora a cada instante, parecía que las manecillas se hubieran detenido en las ocho, definitivamente no andaban y yo con esta desesperación que no me permitía estar tranquilo.
Hoy tenía que invitarle para el estreno de la obra que era el próximo sábado y luego al baile que darían en el salón de la ciudad. Sería la primera vez que iríamos como pareja, eso me emocionaba, pero lo que más ansiaba era probar esos labios que no me habían dejado dormir en la noche.
Miré nuevamente el reloj, solo habían pasado tres minutos, iba a enloquecer, bebí el café lo más lento que pude, lave los utensilios que había utilizado, arreglé un poco la mesa, pero los minutos parecían no tener prisa, decidí salir ya, porque sino iba a ponerme de mal humor, iría caminando; sí, eso era lo mejor, me puse un saco azul, arreglé mi cabello con los dedos y me encaminé hacia el hospital.
Traté de caminar despacio, aun era temprano y Candy era una dormilona, confiaba en que ella también estuviera con esta desesperación por nuestro encuentro. Más le valía no hacerme esperar, sería una tortura.
Al llegar al hospital, me detuve en un árbol cercano mientras miraba el reloj, aun faltaba media hora, quise fumar un cigarrillo mientras la esperaba pero de pronto recordé que a ella no le gustaba que fumara, pensé en sacar mi armónica pero llamaría mucho la atención, entonces me dediqué a ver como poco a poco la calle se iba llenando de gente, todos iban bien vestidos y se dirigían a la iglesia, yo había quedado curado de escuchar misas desde el colegio. Miré el reloj nuevamente y para mi asombro faltaban tan solo quince minutos, el sol pareció compadecerse de mí y empezó a entibiar levemente el ambiente, el toque de un claxon me distrajo y de pronto sentí como unas manos tibias me tapaban los ojos por atrás, una sensación de alivio me invadió por completo.
Sabía que era ella al tantear suavemente sus dedos, mis manos las reconocerían entre un millón, suaves, delgadas, dedos largos, uñas bien recortadas y tibias.
-Hola Candy – saludé sin verla
-¿Cómo supiste que era yo? – preguntó sorprendida
Me giré para verla y sonreí ante su pregunta.
-Porque nadie se atreve a acercarse tanto a mi – contesté con voz ronca mientras mis manos se posaban en sus mejillas y le daba un suave beso en los labios, no lo pude evitar me había pasado toda la noche pensando en esto que me fue imposible resistirme, besarla era la gloria. Ella se quedo aturdida por unos instantes y como siempre un tenue rubor rojizo invadió su rostro.
-¿Y por qué será que nadie se acerca tanto? – indagó en medio de una risilla nerviosa luego de un momento…
-Talvez, porque no soy muy amiguero, o porque no me gusta que la gente invada mi espacio personal o talvez porque eres la única que conoce al verdadero Terry. – contesté mientras mis pulgares acariciaban sus mejillas con suavidad.
-Terry – dijo en un susurro y luego me abrazó fuertemente.
-Te quiero – tal vez fue su inesperado abrazo, tal vez fue que estaba volviéndome loco…pero estas palabras me salieron del corazón, en realidad había evitado decirlas desde días atrás, pero ahora ya no podía ocultarlas más, una especie de miedo me embargó, porque era la primera vez que lo decía y me sentía desarmado.
-Yo también te quiero, Terry- añadió con firmeza.
Y fueron estas palabras las que me volvieron invencible, cuanto había querido escucharlas y ahora las había dicho, entonces supe que hay que dar para recibir, yo le estaba entregando mi corazón y ella me había entregado el suyo.
Caminamos por un par de calles, ella iba agarrada a mi brazo, mientras la gente nos miraba de reojo, no era bien visto que los enamorados caminaran así de juntos, pero eso no me importaba no la dejaría por nada del mundo.
-¿Quieres ir a algún lugar en especial? – le pregunté
-En realidad si. – contestó algo vacilante
-¿A donde quieres ir?
-Quisiera conocer tu departamento, si no te molesta.
-Claro que no, vamos entonces. – contesté contento mientras hacía parar un carruaje – Muy pronto ya no tendremos que andar en carruaje porque me voy a comprar un auto.
-¿En serio?
-Si, mi madre quiere regalarme un coche, pero no lo acepté así que decidió prestarme el dinero y yo le pagaré en cuanto reúna todo el dinero.
-Eres muy orgulloso Terry.
-¿Tú crees?
-Estoy segura.
Al llegar subimos las escaleras. Ella miraba cada rincón con curiosidad. Busqué las llaves en el bolsillo y al entrar se quedó parada un rato en la puerta.
-¿Qué pasa, por qué te quedas ahí?
-Estoy sorprendida, esperaba que estuviera más desordenado.
-La dueña de la casa viene cada tres días hacer la limpieza, y yo no desordeno mucho.
-Que bueno, porque no te imagino a ti con delantal y gorro haciendo la limpieza.
-Estas muy chistosita, eh.
-Que te parece si preparamos el almuerzo y comemos aquí. – no era una pregunta.
-Candy, ¿seguro que no quieres que el suplente tome mi lugar en la obra?
-¿Por qué dices eso?
-Es que creo que no sobreviviré si cómo tu comida. – bromeé pero con el rostro serio
-Terry eres un tonto. – dijo mientras se lanzaba a darme un golpe en el hombro.
Le tomé las manos, pero perdí el equilibrio y caímos al suelo, ella cayó sobre mí, estábamos tan cerca como en el lago en Escocia. Candy intentó pararse enseguida, pero no se lo permití, la atraje más hacia mi, y la besé suavemente, como en mis sueños, ella respondió a mi beso enrollando sus brazos en mi cuello mientras yo me aferraba a su cintura, poco a poco me fui abriendo paso entre sus labios hasta que mi lengua topo la suya, al principio la suya se hizo para atrás pero mi insistencia la obligó a corresponder, entonces empezamos a juguetear y a saborearnos sin medida, le solté un poco para tomar aire, pero continué con este beso que me estaba llevando a la gloria, iba sintiendo como mi cuerpo también respondía a este beso y a pesar de quererlo todo, sabía que tenía que detenerme…entonces tuve que aferrarme de la poca cordura que me quedaba para ir disminuyendo la intensidad de los besos, hasta terminar besándole todo el rostro.
Al abrir los ojos me encontré con los suyos llenos de amor, deseo y curiosidad, le sonreí tiernamente y supe que la amaba.
Empecé a murmurar una canción mientras la tenía abrazada a mi pecho.
-¿Qué cantas? – me preguntó entre suspiros
-Es una especie de nana que mi madre solía tararear, pero eso no importa sino el motivo.
-¿Y cuál es el motivo?
-Que acabo de descubrir lo que es el amor.
-¿Y qué es el amor? – preguntó de forma traviesa
-Esto es el amor, tenerte cerca y saber que no hay nada que me importe más que tú.
-Sonrió y me dio un suave beso en los labios.
-Sabes, yo acabo de descubrir otra cosa – me dijo
-¿Qué descubriste?
-Que siempre te voy amar. – me tomó desprevenido y mi corazón latió tan rápido por sus palabras que parecía que se mi iba a salir del pecho
-Yo también. – fue lo único que atiné a decir.
Nos quedamos abrazados durante un buen rato hasta que nos amortiguamos. Empezamos a reír al ver que no podíamos movernos por lo entumecidas que estaban nuestras piernas.
El almuerzo prácticamente lo terminé haciendo yo, y no precisamente porque no confiara en las cualidades culinarias de Candy, sino porque de llegada casi se le quema la olla con agua, y no es que yo fuera una eminencia en cocina pero me defendía mejor que ella.
-Sabes una cosa Candy, deberías pensar seriamente en seguir un curso de cocina.
-¿Qué estas insinuando? – contestó a la defensiva
-No estoy insinuando nada. Solo estoy siendo precavido, quiero llegar a conocer a mis nietos y si sigues cocinando así, creo que no llegaré ni siquiera a conocer a mis hijos. Jajaja
Estaba riéndome a mandíbula batiente cuando sentí un...plafff en la cabeza, me había lanzado una papa, que buena puntería tenía, estuvo a punto de lanzarme otra, pero la esquive y empecé a perseguirla para vengarme. A la final gané yo, lo que ella tenía de ágil yo lo tenía de astuto, terminé haciéndole tantas cosquillas que le hice llorar de la risa.
Esto era lo que yo llamaba "Felicidad". Estar con ella y disfrutar de las pequeñas cosas de la vida. Luego de almorzar y lavar la vajilla salimos a dar un paseo. Ella iba bien aferrada a mi brazo y yo tomaba su mano con el brazo libre, esta forma de contacto se había hecho habitual entre nosotros en tan poco tiempo.
-Candy, recuerda que el próximo sábado va a ser el estreno de la obra. – le dije como de pasada
-Si lo sé. – respondió con inocencia
-¿Ya tienes todo listo para ese día?
-¿A que te refieres con todo listo?
-Pues, a que ya debes haber pedido permiso en el hospital para asistir a la obra.
-….- ella se paró de repente y me miró con ojos de no comprender nada.
-No me mires así, es obvio que tienes que ir al estreno.
-¿Eso es una invitación? – me dijo con un tono entre sorprendida y molesta
-A decir verdad, es más que una invitación, porque una invitación se puede aceptar o rechazar y tu, pecosa, no la puedes rechazar – respondí con una sonrisa de lado
-¿Y por qué no la puedo rechazar? - preguntó desafiante.
-Pues…porque eres la persona a la que voy a dedicar mi actuación.
-¿En serio? – preguntó llevándose las manos al regazo
-Claro, ¿a quien más crees que me gustaría ver ahí?, eh.
-A tu madre, por ejemplo
-Bueno eso es verdad, pero a más de ella tienes que estar tú… tú y solo tú, porque mi actuación va dedicada a ti. – le aseguré mientras mi dedo índice tocaba la punta de nariz.
-Ahí estaré – me aseguró con emoción.
La semana había pasado en un abrir y cerrar de ojos, no podía creer, que en pocas horas sería el estreno de la obra. Actuaría por primera vez en mi vida. Sentí, como la adrenalina viajaba por mis venas y aceleraba mi corazón, tenía deseos contradictorios, quería que ya hubiera pasado todo y al mismo tiempo que ese instante nunca llegara, hoy sería mi gran día, hoy demostraría que tenía madera de actor.
Esta semana mi humor no había sido el mejor de todos y gran parte se debía a que casi no había visto a mi pecosa, la única capaz de aplacar al ogro que vivía en mí. Una sonrisa afloró en mis labios mientras entraba en el teatro por la parte de atrás.
Entré al camerino que me habían asignado desde hace unos días, ahí colgado se encontraba el traje con el que representaría a mi personaje, toqué la suave tela y me sentí transportado a aquella época, en ese momento unos golpes en la puerta me trajeron al presente.
La maquillista empezó hacer su trabajo en mi cara mientras yo me sumergía en mis pensamientos.
"… Por unos días había creído que este día iba ser fatal porque Candy no estaría en la presentación, el día lunes la había ido a buscar para comer como siempre y ella no había acudido al lugar en el que siempre nos encontrábamos, eso me había desmoralizado un poco, a lo mejor tuvo mucho trabajo y no le fue posible salir, regresé a los ensayos más callado de lo habitual.
Al siguiente día esperé de igual manera, pero ella nunca llegó, estuve a punto de ir a buscarla al hospital pero se me hacía tarde para regresar a los ensayos, tenía menos tiempo que el día anterior.
En la noche, luego de salir del teatro, me dirigí directo al hospital pero ya habían cerrado la atención al público y solo podían entrar por emergencias. Traté en vano de que alguien me ayudara, aunque sea a darle un recado, pero nadie me hizo caso si no llevaba una herida sangrante en alguna parte de mi cuerpo. Esa noche no pude dormir, me había pasado danto vueltas en la cama sin poder conciliar el sueño, mis miedos más profundos afloraron en la oscuridad y llegué a pensar que Candy se había marchado de la ciudad sin avisarme, pero sabía que no sería capaz de hacerme eso.
La mañana me sorprendió cuando apenas había conciliado el sueño, mi café se había derramado en la mesa por mi sonambulismo y las llaves habían desaparecido de la mesa de noche. Llegué tarde a los ensayos y Robert me miró con reproche por mi retraso pero al ver mi cara de pocos amigos se limitó a seguir con el ensayo sin dirigirme la palabra. Para variar la hora del almuerzo se retrasó por dos horas y nos dieron solo veinte minutos para comer unos sánduches con refresco que habían pedido para todos los actores por cuanto el montaje del escenario había tenido un retraso, tenía la esperanza de encontrarla ese día pero ni si quiera había podido ir.
Pecosa desalmada había convertido mi vida en un infierno de la noche a la mañana.
Este era mi pensamiento mientras llegaba arrastrando los pies al departamento al caer la noche. Ahora no solo estaba enojado con la situación; si no conmigo, por estar desesperado; con la obra, por no darme un tiempo para ir a buscarla y pedirle una explicación a su inesperada ausencia; y con ella, por no dar señales de vida.
Estaba subiendo las escaleras del segundo piso, cuando una voz chillona y desentonada pronunció mi nombre, esto solo aumentaba más mi irritación, era la dueña de la casa. ¿Y ahora qué querrá esta vieja metiche?
-Buenas noches Terruce
-Buenas noches – contesté fríamente tratando de evadir su conversación
-Se le ve muy cansado.
-…- me limite a agachar mi cabeza mientras subía otro escalón.
-Espere, no se vaya, tengo algo para usted
-¿Para mí? – respondí confundido
-Si, esta tarde vino la muchacha gatita que vino con usted el otro día, y me pidió que le entregara esto – me aseguró mientras me entregaba un sobre.
Mi mente procesaba la información a una velocidad increíble.
¡Candy había ido! ¡Debía ser ella!
Mis ojos se clavaron en el sobre, pero este solo tenía mi nombre, entonces como si fuera el testigo de un crimen empecé a interrogar a la pobre señora.
-¿Qué dijo?
-Solo que le entregara esto.
-¿Ella estaba bien?
-Supongo
-¿Le dijo algo más?
-Bueno, dijo algo como que había ido al teatro a verlo pero que no la habían dejado entrar.
-¿Cuándo? ¿Quién no la dejo entrar?
-No lo sé, solo me pidió que le entregara este sobre.- contestó algo confundida
-Lo siento…es solo que estaba preocupado por ella. Gracias
-No se preocupe, y mejor vaya a descansar, porque tiene una cara…
Subí los escalones de dos en dos, dejé mi abrigo en el espaldar de la silla y abrí su carta, el olor a hospital mezclado con flores llenó mis sentidos, y mi corazón encontró un poco de sosiego.
Terry,
Siento muchísimo no haber ido estos días a comer contigo, es lo único que trae alegría y calma a mis días atareados, pero me fue imposible.
Desde esta semana nos asignaron turnos y por lo tanto cambiaron nuestros horarios de comida, no sabía como avisarte y en cuanto pude me escapé para avisarte pero en el teatro no me dejaron entrar, al siguiente día hice lo mismo, un viejito llamado Orson se compadeció de mi y me dejó entrar, pero una "odiosa" actriz que no se como se llama, me hizo salir, alegando que era prohibido estar ahí. Tuve que hacerlo, no quería meter en problemas a nadie y mucho menos a ti.
Ahora estoy saliendo a comer a las dos, sé que es una hora complicada para ti. Las cosas se complicaron un poco para mi también, el día sábado, tengo turno, e intentado cambiar mi turno pero esta un poco difícil.
Haré lo imposible para estar ahí, pero si no lo logro, quiero que sepas que mi corazón estará contigo. Me gustaría más que nada en el mundo, "verte actuar", aunque fuera solo un ratito, ¿lo sabes vedad?
Te extraño tanto que hasta el hambre se me ha ido.
Cady W.
Esta carta había devuelto el sosiego a mi corazón, solté el papel en la mesa y me sujeté la cabeza con la mano, mi cerebro analizaba cada palabra escrita ahí, ella había estado buscándome como yo a ella. Todo este tiempo, había estado devanándome los sesos pensando en cosas inverosímiles por las santas, que estúpido.
¿Pero quien se había atrevido a sacarla de ahí? Esa "odiosa actriz" se las vería conmigo, el momento que supiera quien era. Ahora lo que me entristecía, era que tal vez ella no pudiera estar en mi primera actuación.
Clavé la vista en el último párrafo de su carta, parecían estar escrita con más color que lo demás "quiero que sepas que mi corazón estará contigo" esto me devolvió la calma, ella iba a estar de todas maneras conmigo.
Ese día había dormido como un oso, mi corazón había recuperado su ritmo habitual y mi humor había mejorado no un cien por ciento, pero si un ochenta por ciento. Quise ir a verla pero me fue imposible…"
-Listo
Esta palabra me sacó de mis pensamientos, la maquillista había terminado, me miré detenidamente en el espejo y me encontré con otra persona, era asombroso el cambio.
Me vestí despacio y decidí dar otro vistazo al espejo. Me encontré frente a frente con el Rey de Francia, miré con altivez a través de sus ojos y me ensimismé en mi papel.
Robert nos llamó a todos los actores a las afueras de los camerinos y nos dio palabras de aliento, nos contó que las entradas se habían agotado y que mucha gente estaba afuera tratando de conseguir boletos. Susana se acercó a mí con su típica sonrisa.
-Terry, estoy muy nerviosa, la gente ya está entrando al teatro.
-En serio, no me había dado cuenta – contesté en tono irónico
-¿Estás nervioso? – obvió mi sarcasmo.
-Un poco – admití
-Mi madre vino a verme, y ¿tú invitaste a alguien?
-…- iba a contestarle que a ella que le importaba, pero no tenía la culpa de que mi invitada de honor talvez no pudiera venir, me limité a asentir con la cabeza.
Susana quiso seguir interrogándome, pero por suerte nos interrumpieron para pasar unas cajas, lo que aproveché para dirigirme hacia el escenario y fisgonear un poco por detrás del telón, quería ver si mi enfermera había podido venir. Di un rápido vistazo pero había mucha gente de pie y las pocas caras que vi no me eran familiares, un suspiro de resignación me salió sin querer.
Me quedé parado un momento ahí mirando como todo de tras del telón estaba listo para ser puesto en escena, ahí se respiraba un aire de tensión y nerviosismo, gente corriendo y dando las últimas instrucciones, actores concentrándose para no olvidar sus líneas y yo ahí con mi corazón en un hilo. Respiré profundamente y decidí dar el último vistazo, no importaba si ella no había podido ir, esta actuación se la dedicaría a ella de todas maneras.
Abrí nuevamente el telón desde el extremo izquierdo con mucho cuidado para que el público no se percatara de nada, el teatro estaba completamente lleno, pero no todos estaban sentados, miré hacia los palcos. El palco de honor lo ocupaba una familia, debía ser la familia de Robert Hateway, era tradición que el palco de honor ocupara la familia del actor principal, desvié la mirada hacia la derecha, ahí había mucha gente encopetada, pude reconocer al Alcalde con su esposa, regresé la vista hacia la izquierda volviendo a pasar por la familia de Robert, dos palcos mas a la izquierda estaba un rostro conocido para mi, era Eleonor Baker, mi madre, se le veía emocionada, nadie sabía que su presencia era no solo por gusto al teatro, sino por algo más sentimental.
Seguí mirando más hacia la izquierda y pude ver más gente rica, regresé nuevamente mi mirada al palco de mi madre y cuando estaba a punto de retirarme pude ver como una silueta se levantaba como si hubiera estado agachada y le dedicaba una sonrisa a mi madre mientras ella le comentaba algo, el corazón se me detuvo por varios segundos para arrancar a latir a gran velocidad al reconocer a mi pecosa, estaba con un peinado diferente pero sin duda era ella. Genial. A mis espaldas pidieron que todos ocuparan sus posiciones, la obra iniciaría en contados minutos.
Las luces se apagaron para el público y se escuchó un aplauso uniforme en todo el teatro, mientras el telón se abría poco a poco y los murmullos disminuían paulatinamente, lentamente las luces fueron iluminando el escenario donde se encontraban ya en su sitio los condes de Kent, de Gloster y Edmond. Cuando el telón alcanzó la cúspide dejó ver en todo su esplendor el escenario. Un aire de magia envolvió a todo el teatro y la obra fue desarrollándose paulatinamente.
Pasaron unos cuantos minutos antes de que me tocara entrar en escena. Sentí que las manos me sudaban un poco, respire hondo mientras me encaminaba al escenario, al topar con el pie el escenario todos los nervios desaparecieron y sentí como atrás dejaba a Terry Grandchester y daba paso al Rey de Francia.
La obra se desarrolló en todo su esplendor y al finalizar todo el público aplaudió fervorosamente, todos los actores salimos al escenario para recibir los aplausos mientras hacíamos una venía al mismo tiempo. Me llené de orgullo al mirar como la gente se iba poniendo de pie para aplaudir con más fervor. Enfoqué la mirada en el palco donde estaban ellas, casi no podía distinguir sus rostros por que las luces nos enfocaban directamente, pero les dediqué la mejor de mis sonrisas. De pronto se empezaron a escuchar voces femeninas que venían por doquier gritando primero:
-¡Rey de Francia! ¡Rey de Francia! ¡Rey de Francia!
-¡Terruce! ¡Terruce!
-¡Terruce! ¡Bravo!
Sentí el latido acelerado de mi corazón ante tal ovación… No sabía qué hacer…así que hice una reverencia más pronunciada. Robert me pidió que diera un paso al frente, fue ahí que sentí lo que era ser adorado por el público, una serie de gritos de mujeres inconfundiblemente se mezclaron con los aplausos fervientes que me hicieron estremecer hasta la médula ósea. Era mi primera actuación y lo había hecho bien. Algo perturbado por las ovaciones me di levemente la vuelta y pedí que me acompañara el Rey Lear y Cordelia. Los aplausos parecían no tener fin y entre gritos dejamos atrás el escenario.
A nuestro paso todos nos felicitaban, Robert se acercó a mi para darme un emotivo abrazo.
-¡Fue todo un éxito! – aseguró emocionado
-Así es
-Eres la sensación, muchacho, las chicas se mueren por ti y el público de adora.
-Jajaja
-¡Hiciste un gran papel!
-Gracias Robert
Todos los actores nos dimos las manos, unos se abrazaban pero yo me limité a dar la mano. Todos nos felicitábamos mutuamente, había sido un éxito. Susana se acercó a mí y me dio un tímido abrazo al cual correspondí muy caballerosamente.
-¡Atención todos! – era la voz de Robert
-Debemos ir al baile que se ofrece en el salón de la ciudad, nadie debe faltar, recuerden.
Todos respondieron afirmativamente y nos fuimos alejando para cambiarnos de ropa, Robert me interceptó junto con Susana el momento que iba a entrar en mi camerino.
-Espera Terry – me llamo Robert
-¿Si?
-Creo que sería conveniente que salieras junto con Susana del teatro, es bueno que la gente los vea juntos, eso creará más atracción en el público.
-Pero yo…. – Yo quería ir a ver a Candy y no sabía como salir de este atolladero
-En las afueras se ha agrupado un grupo impresionante de gente y la mayoría de las chicas quieren verte Terry. – habló Robert emocionado
-Todos saldremos en grupos de dos. – aseguró Susana
-Pero … - quería decir que tenía un par de invitadas que no podía dejar
-Por los invitados no te preocupes, la gente de seguridad detectaron cuales fueron las personas a las que invitaron y les informaron que vamos directo al baile. No te preocupes por eso, hay coches disponibles para ellos.
-Esta bien. – dije no muy convencido
Acababa de descubrir que parte era la que no me gustaba del teatro, "las apariencias", cerré la puerta, un tanto molesto. Un pensamiento me ayudó a sobrellevar esta nueva etapa, Candy seguro iría al baile con Eleonor.
Mientras esperaba pacientemente que Susana terminara de cambiarse, me dirigí hacía la entrada de los camerinos y pregunté a uno de los guardias si alguien me había buscado, el se rió y me miró con ojos de incredulidad.
-Muchas personas quieren verlo, pero el Sr. Hathaway nos dio órdenes que no dejáramos pasar a nadie.
-¿Qué hizo que? – le respondí en tono molesto, que se creía Hathaway para impedir que pasaran a verme
-Pero si quiere echar un vistazo a la gente que quiere verlo, por mi no hay problema
-Claro que quiero – dije en tono molesto mientras me encaminaba con el hacia la entrada
Al irnos acercando se podía escuchar un bullicio total, abrió la puerta poco a poco y me hizo una seña para que me acercara. Grande fue mi sorpresa cuando al sacar la cabeza un griterío casi me deja sordo al instante, allí había decenas de personas en su mayoría mujeres y todas al verme gritaron y querían acercarse, quise en vano descubrir una ensortijada cabellera rubia, pero me fue imposible, había varías cabezas de todos los tonos de pelos y ninguna era mi rubia. El guardia me dijo que entrara porque no iban a poder contener a las chicas. Di un paso hacia atrás entre sorprendido y contento, definitivamente mi ego que de por si ya era grande se había incrementado notablemente.
-¿Y todo eso es por mí? – pregunté incrédulo al guardia
-Las vuelve locas – respondió orgulloso mientras su cabeza se movía afirmativamente
-Terry, ¿estas listo? – era Susana que se acercaba
-Seguro ¿y tú?
-Si
-Vamos entonces.
Nos dirigimos a otra puerta, donde se encontraban el resto del elenco, entonces fuimos saliendo en parejas, los primeros en salir fueron Robert Hathaway y su esposa, al mirarlo me molesté. ¿Por qué él si podía estar con su esposa y yo no? Claro, Candy aun no era mi esposa pero lo sería, y entonces recordé que el actor principal siempre tiene ciertos privilegios.
Mientras iban saliendo los otros actores, se escuchaban varios aplausos y uno que otro grito, pero al salir nosotros, todo se convirtió en un solo griterío. Sin darme cuenta una libreta estaba de repente en mis manos…
-Un autógrafo Terruce - Me gritó una voz del lado derecho
¿Qué iba a poner? Jamás había dado un autógrafo en mi vida. Entonces pensé en las fotos que había visto de mi madre, siempre había algo como "con Cariñó Eleonor", escribí lo mismo pero poniendo mi nombre, pero al tratar de devolver, 10 libretas más se pusieron encima de esta…tragué seco.
-Terry, debemos irnos - Susana me llamó sutilmente.
-Oíste, lo llamó Terry, no Terruce – decían otras voces a mí alrededor.
A lo lejos pude escuchar una voz que pronunciaba mi nombre.
-¡Terry! ¡Terry!
Regresé a ver y me encontré con la cara de una chica morena, que sonreía hasta las orejas y estaba totalmente sonrojada. Varias manos empezaron a tocar mis manos, mi pelo, e incluso una me dio una flor, todo sucedía tan rápido. En ese mismo instante empezaron a llamarme de varios lados.
-¡Terry¡ ¡Terry! ¡Terry!
Esto era una locura, debía salir de ahí de inmediato, tomé el brazo de Susana y la ayudé a subir al coche, de pronto escuché una voz que solo mi corazón reconocería.
- ¡Terryyyyy!
Regresé a ver pero solo vi una masa de cara de mujeres desconocidas y ligeramente descontroladas, seguro estaba volviéndome loco.
¿Qué iba estar haciendo Candy en medio de esta multitud en lugar de ir al baile?
-¿Qué ocurre? – preguntó Susana, interrumpiendo mis pensamientos en el carruaje
-… - la ignoré porque esa voz era…estaba casi seguro que era la de Candy
-Estuviste maravilloso – continuó hablando. ¿Es que esta chica no entendía cuando alguien la ignoraba? Decidí desconectarme de su conversación.
Al llegar al baile fuimos recibidos por otro grupo de chicas, esto estaba volviéndose rutinario, pero este grupo era más educado sin duda. Al ingresar nos tomaron varias fotografías. Había mucha gente en el salón, pero yo solo quería ubicar a un par de personas que no daban señales de vida por ningún lado. El alcalde hizo un brindis luego de un pequeño discurso, el cual fue secundado por Robert. Espere pacientemente, si cabe el término, a que las formalidades terminaran y en cuanto terminó me adentré entre la gente para buscar a mi objetivo.
Fui abordado por un grupo de viejas, que querían presentarme a sus hijas, escuche sus ridículas invitaciones casi al borde de la histeria, sonreí cínicamente, pero justo Susana llegó para salvarme.
-Terry - me llamó
-Susana – dije con verdadero alivio
-Quiero presentarte a mi madre
-Mucho gusto señora, con su permiso
Lo último que me faltaba, conocer a la madre de Susana. Me alejé dejando atrás una serie de comentarios que no me llegaban y entonces vi esa majestuosa figura, cada detalle de su pelo y maquillaje era estudiado cuidadosamente, sonreí y me acerqué sin tener idea de lo que iba a decir. Entonces Robert se cruzó en mi camino y me dijo que quería presentarme a alguien, esto parecía broma, estuve a punto de excusarme cuando vi que me dirigía hacia la elegante mujer.
-Eleonor Baker – dijo en tono ceremonioso Robert – quiero presentarte a Terruce Grandchester. – esto me salvo de muchos apuros
-Mucho gusto – contesté mientras tomaba su mano para besarla
Era irónico me estaban presentando a mi propia madre, tuve que contener una carcajada, pero ella me sonrió tan tiernamente que supe que así era mejor. Regresé a ver con quien estaba pero ninguna de esas personas eran mi pecosa, ¿dónde demonios se había metido? Disimuladamente me acerque a mi madre y le hablé al oído tratando de que nadie nos escuchara.
-¿Dónde está Candy?
- Tuvo que regresar al hospital
-¿Qué? Pensé que había conseguido cambiar el turno.
-No, solo le dieron permiso el tiempo que durara la obra.
-No lo puedo creer – hablé en tono resignado
-Lo siento
La voz que había escuchado a la salida del teatro había sido ella, me sentía fatal. En ese instante, me di cuenta que estaba demás en ese lugar, fui con la intención de pasar con ella, pero si Candy no estaba no tenía sentido seguir allí. Necesitaba verla, me sentía como el sediento desea el agua fría. Tomé mi capa y salí como un loco directo al hospital, tenía que verla aunque fuera solo un minuto.
Ingresé por la puerta de emergencias, que conocía de memoria. Esperaba que ahora si me dejaran verla. Mil pensamientos de los días anteriores buscándola invadieron mi mente y sentí una punzada de pesimismo. ¿Y si estaba en otro lugar de guardia? ¿Y si aun no llegaba? ¿Y si le pasó algo? ¡Basta! Me estaba volviendo un neurótico.
Había una ventana con luz en medio del desolado pasillo, no había ni una alma en espera de atención, me pregunté si realmente esa era la sala de emergencias, miré el lugar para cerciorarme de estar en el lugar correcto, me acerqué con cuidado a la ventana iluminada, mientras mi mente ordenaba cientos de palabras para convencer a la persona que estuviera ahí para llamar a Candy, incluso pensé en la idea de hacerme pasar por enfermo. Y entonces la ví, esos bucles rubios y la forma de su cabeza eran inconfundibles para mis retinas, estaba agachada separando unos papeles.
-Buenas noches – saludé tratando de cambiar el tono de mi voz
-Buenas noches. ¿En que lo puedo ayudar? – me dijo sin levantar la vista
-…- al ver que yo no pronunciaba palabra levantó la cabeza
-¡Terry! - grito de emoción
-¡Shhh! – le dije mientras sonreía, era una escandalosa- Acaso no sabes que en los hospitales no se grita – le recordé.
-Pero...que…como…cuando – decía tropezándose con las palabras
-Son muchas preguntas, señorita enfermera
-Te juro que fui a la función – aseguró a manera de justificación mientras se levantaba del asiento y se dirigía a la puerta.
-Lo se – contesté mientras la recibía con un corto abrazo
-Te lo dijo tu mamá
-No, te vi antes de que las luces se apagaran. Pensé que te encontraría en la fiesta.
-Lo siento, no me dieron permiso hasta tan tarde, solo el tiempo que durara la función, no sabes todo lo que tuve que hacer para lograr ese permiso. Pero lo logré. Estuviste genial. Eres un gran actor. ¡El mejor! – sus ojos se llenaron de lágrimas
-Si tú lo dices, entonces estoy seguro de eso. Gracias por ir.
-¿Y la fiesta se termino tan rápido?
-No lo sé, en cuanto mi madre me dijo que no estabas ahí, salí directo para acá.
-Pero…era tu fiesta, a lo mejor se molestan
-¿Sabes hace cuanto no te veo?... – le pregunté a manera de reclamo - Seis días Candy. ¿Crees que soy de palo? La fiesta no me interesa. Solo tú.
-Terry – dijo mi nombre con tanta ternura que hizo temblar mi corazón.
Se puso de puntillas para darme un tierno beso en los labios. Sonreí automáticamente, correspondiendo a su beso.
Tuvimos que separarnos de inmediato al escuchar pasos que se acercaban, era una enfermera mayor, su cabello pintaba algunas canas, la solté de inmediato, no quería causarle ningún problema, tendría que decir que era un enfermo y ella me estaba atendiendo.
-¿Candy, que pasa? – dijo la voz madura de la enfermera, pero en sus ojos había curiosidad no malicia, ni enojo.
-Mary, ven por favor quiero presentarte a Terry. – dijo mientras se giraba hacia ella
-Con que tu eres el famoso Terry, mucho gusto, soy Mary Fletcher, jefa de enfermeras – me saludó cordialmente pero lo de famoso no era por ser actor sino tenía otro motivo.
-El gusto es mío – saludé dando un beso en su mano, me cayo muy bien la señora.
-Candy me ha contado mucho sobre ti.
-Espero que no haya sido nada malo. – contesté con cortesía
-No claro que no, siempre que habla de ti, suspira – dijo con una mirada picara
-Mary – reprochó Candy sonrojandose
-Solo eso mmmm
-Candy recuerda el reglamento, no está permitido visitas a estas horas – dijo Mary
-Yo ya me iba, solo quería ver como estabas – dije en tono de despedida
-Bueno los dejo para que se despidan tranquilamente – habló Mary
-Gracias – conteste y me despedí – Ha sido un gusto conocerla
-Llámame Mary – sonrió al despedirse
-Te veré mañana entonces – me dijo Candy girándose hacia a mi
-¿Y a que hora vas a descansar?- pregunté con preocupación
-Supongo que en la mañana, con un par de horas de sueño estaré como nueva.
-Entonces nos veremos para el almuerzo, por ciento en la noche tengo otra presentación y según dijo el director, todo está vendido.
-¿Iremos juntos donde tu mamá?
-¿Y para que vamos a ir donde Eleonor?
-Pues ella dijo que mañana haría un almuerzo en tu honor y me invitó.
-No me dijo nada de eso.
-Pero a que hora te lo iba a decir, si saliste corriendo.
-Tienes razón. Pero no quiero estar con gente que no conozco además ¿Qué quiere hacer? Presentarme como su hijo. – hablé molesto
-Terry… no seas así, ella me dijo que haría un almuerzo familiar, en el que estaríamos ella, tu y yo.
-¿En serio?
-Si, y antes de enojarte deberías preguntar. Entendiste, señor cascarrabias.
-Pecosa
-Cascarrabias
-Te amo
-Yo también. – sonrió - Pero creo que es mejor que ya te vayas. Sino me van a retar…
-Tienes razón
La atraje hacia mí y aprovechando que no había nadie más que nosotros dos, le plante un beso cargado de nostalgia, amor y pasión. Era un beso que demostraba toda la falta que me había hecho en estos días, lo mejor de todo era que el beso que recibí a cambio también tenía la misma connotación.
Estaba profundamente dormido cuando escuché una voz llamarme desde la lejanía. Primero pensé que era la muerte la que me estaba citando junto con el serpenteo de su guadaña…pero esa voz era demasiado conocida…estaba seguro que la había escuchado recientemente ¿Pero dónde? Mi cabeza se partía tratando de adivinar entre sueños. Poco a poco fui abandonando el estado de sonambulismo, la luz del sol empezó a molestarme. Me percaté que era la puerta la que golpeaban y no el serpenteo de la guadaña de la muerte.
-Entre, la puerta está abierta – contesté con desagrado.
-Hola Terry
Esa voz no era la voz de la muerte sino la de Susana, que demonios hacia en mi departamento a esa hora de la mañana.
-¿Qué haces aquí Susana? – dije con irritación. Más le valía tener una buena excusa para interrumpir mi preciado sueño.
-Estaba preocupada por ti, como ayer saliste corriendo de la fiesta y luego no apareciste, pensé que algo malo podía haberte ocurrido.
-Pues ya viste, no me pasó nada, ahora sino te importa, podrías dejarme en paz. – repliqué acurrucándome nuevamente en la cama y tapándome hasta la cabeza, lo único que quería era escuchar el sonido de la puerta señal de que se había largado.
-Terry… lo que pasa es que mi madre va hacer un almuerzo especial y me pidió que invitara a todos mis amigos. Y bueno como ayer desapareciste no tuve tiempo de invitarte y lo estoy haciendo ahora.
-Gracias Susana, pero ya tengo otra invitación- le dije sin sacar la cabeza de las sábanas "que pena se te adelantaron" pensé "y además, desde cuando figuro en tu lista de amigos, por que tu no figuras en la mía" refunfuñé.
-Que pena, bueno si te animas a ir, te dejo la dirección de mi casa, aquí sobre la mesa, puedes llegar a la una de la tarde, el almuerzo se servirá a la una y treinta.
-Espera sentada – bufé en tono muy bajo para que no me oyera
-Hasta luego
Traté en vano de seguir durmiendo, pero ya no podía. Esa entrometida me había quitado mi sueño. Estiré los brazos, lo más que pude y vi la hora, eran las nueve y cuarenta. Sinceramente, podía haber dormido siquiera hasta las once, pero no, tenía que venir la bendita insomne de Susana y romper la quietud de mi vida. Acababa de pensar esto cuando me vino una sensación de Deja-vu, rápidamente hice mi cabeza a los lados para quitar cualquier mal presentimiento.
Me levanté entre grandes bostezos, por poco y me comía la cómoda por lo grande que se abría mi boca en cada bostezo, miré por la ventana y constaté que el día era soleado.
Tenía una hambre atroz, caminé a la alacena y decidí prepararme unos panqueques, unos huevos revueltos con tocino, leche, queso, mantequilla, que hambre tenía. Pero antes de eso decidí darme un buen baño.
Estaba comiendo placidamente, mientras leía mi libreto, pero un pensamiento cortó mi concentración ¿Esa dormilona de Candy, estaría lista a las doce? o ¿tendría que mandar a alguien a despertarla? Eso era un poco complicado. Un suave golpeteo en la puerta me trajo a la mente a "Susana". Por su bien esperaba que no fuera ella, o conocería mi lado poco amable. Caminé sin ganas de abrir la puerta no quería encontrarme con esa insomne metida.
-Hola
-Hola – saludé felizmente sorprendido- Pensando en el diablo y él que se asoma – bromeé
-Eres un grosero – me reclamó.
-No te enojes Pecosa, lo que pasa es que justo estaba pensando en como haría para despertarte en el hospital. – contesté mientras la hacía pasar, era mi sueño hecho realidad, la única persona que nunca me molestaba y la única capaz de cambiarme el genio en un segundo.
-Huele muy bien. – hizo una gran aspiración con la naríz.
-Es que me acabo de bañar.
-Idiota, me refiero a la comida.
-Ah, eso también huele bien. ¿Quieres?
-Mmmm, es que ya desayuné en el hospital.
-Come un poco, no me gusta comer solo.
-Bueno, pero solo un poquito
-¿Esto está bien? – le dije mientras le ponía un centímetro de tocino en su plato
-Que chistoso
-Tu dijiste que querías solo un poco – le recordé con una sonrisa
-Pero tampoco exageres
Puse una cantidad suficiente de huevos con tocino y café, pero no lo podía creer, todo lo que le puse se acabó en un abrir y cerrar de ojos.
-¿Oye Candy, no me dijiste que ya habías desayunado? – le pregunté en broma
-Si ¿por? –contestó con inocencia
-Bueno porque ya me imagino como hubieras comido sino hubieras desayunado
-¿Me estas diciendo que soy una tragona?
-Jajaja, yo no lo dije, tú lo dijiste – le recordé.
-No, tú lo insinuaste – me reclamó.
Empezamos otra, de nuestras típicas peleas. Adoraba discutir con ella en esos términos, medio en broma medio en serio.
-Por cierto quería preguntarte algo – le dije de pasada
-¿Qué cosa?
-¿En serio fuiste al teatro a buscarme para avisarme lo de los turnos?
-Si, es verdad, es más ya se quien fue la que no me dejo pasar ese día – me dijo con cierta molestia en sus ojos.
-¿Quién fue? – le pregunté con interés.
-Fue tu querida compañera de reparto "Susana Malrow" – lo dijo en un tono que parecía más un reclamo.
-¿Estás segura? – pregunté arrugando el entrecejo, Susana estaba empezando a caerme mal desde la mañana y con esto….
-Si, nunca me voy a olvidar de su cara y sobre todo del tonito de su voz "Terry, no está disponible para ninguna admiradora en las horas de ensayo" – remedó graciosamente a Susana
-¿Eso te dijo? – mi voz era de ira contenida. ¿Cómo se había atrevido a tanto? ¿Quién se creía Susana? La jefa de seguridad del teatro. Esto me lo pagaría.
-Algo parecido – contestó Candy – Y para variar, ayer sales del teatro con ella y ni siquiera me escuchaste cuando te llamé.
-Lo siento – me disculpé de inmediato - Era un griterío, pero me creerías si te dijera que reconocí tu voz, solo que no pude verte, no estaba muy seguro al principio, pero luego mi madre me lo confirmó.
-Mmmm, vas ha tener que hacer mucho mas que esos ojos de borrego a medio morir para que te crea – me dijo con una sonrisa pícara
-¿Ojos de borrego a medio morir dijiste?
-Sip – contestó como si nada.
-Por cierto, ayer llevabas un peinado distinto – le dije mientras maquinaba mi venganza por lo de "borrego a medio morir"
-¿Te diste cuenta? – preguntó con alegría, pero no me iba a compadecer ahora le iba a lanzar mi estocada.
-Si, y me dije: aunque la mona, en este caso Mona Pecas, se peine distinto Mona Pecas queda. Jajaja
-Ahhh. – dijo mientras abría la boca, con incredulidad, seguro esperaba algo galante de mi parte, pero lo de "borrego a medio morir" aun me quemaba en mi ego personal
De pronto sentí un plaf en plena cara, me dio un guionaso que dejó mi carcajada atrapada en la boca.
-¡Me voy! ¡Eres un grosero! – dijo totalmente enojada mientras se levantaba para coger su cartera y su saco del perchero.
Se dirigió directo a la puerta pisando fuerte, muy fuerte.
-No te vayas – le dije mientras me lanzaba a la puerta para impedir su salida
-Déjame salir, Terry – me increpó mientras levantaba su nariz respingada, sin mirarme a los ojos.
-No, no lo haré – contesté en el mismo tono
-Si no te quitas, gritaré
-Ya estas gritando
-¡Entonces, quítate de la puerta!
-No – afirmé, no me quitaría de ahí ni muerto. - ¿Además, no sé porque te enojas? Tú empezaste – le recordé
-¿Qué yo empecé?
-Si, tu me dijiste borrego a medio morir, eso me dolió, yo también tengo mi corazoncito – dije tono dulce…
-Jajaja – soltó una buena carcajada
-Jajaja,- reí yo también - Lo siento – me disculpé mientras tomaba sus cosas y las ponía en su lugar - La verdad, es que estabas muy bonita con esa coleta.
-No es cierto.
-Lo es, y lo de antes solo lo dije porque…porque, los dos nos tenemos suficiente confianza, con nadie más que contigo me siento libre de ser yo mismo, sin máscaras. Sé que a veces me paso de grosero, pero quiero que sepas algo: diga lo que diga o haga lo que haga, tú eres la persona que más AMO en este mundo. ¿entendido?
Su mano rozó mi mejilla con tal ternura que supe al instante que todo estaba olvidado, ya ni siquiera me acordaba porque habíamos discutido, ella tenía algo en su tacto que conectaba directamente con mis neuronas y las blanqueaba.
Tendimos mi cama entre los dos y entonces voló un papel a los pies de Candy.
-¿Qué es esto? – preguntó indicándome el papel
-No lo se, déjame ver.
Era el papel que Susana había dejado en mi mesita de noche en la mañana, mil ideas se me cruzaron, podía decir mil mentiras, pero no podía mentirle a ella, jamás lo haría, nuestro amor debía basarse en la confianza, en la sinceridad, ella entendería o eso al menos esperaba.
-Es la dirección de Susana – le dije mientras le quitaba el papel de la mano y lo arrugaba para votarlo
-¿Y porqué tienes su dirección? – preguntó de manera sospechosa, observando detenidamente como caía el dichoso papel en la basura
-Ella estuvo aquí, por la mañana, para invitarme a un almuerzo en su casa y me dejó su dirección, ni siquiera la había visto – contesté con sinceridad
-¿Y porqué ella tiene que entrar en tu departamento?
-No lo se, yo estaba durmiendo, y cuando tocaron la puerta pensé que era la dueña de la casa, no me imaginé que era ella, y le dije que pasara.
-¿Y ella te vio en pijama? – preguntó a manera de reproche
-Si, bueno no, yo estaba tapado con las cobijas, no me fije si me miró, lo único que quería era que se marchara para seguir durmiendo Candy. – respondí con franqueza
-Es que… no entiendo porque ella tiene que venir a verte. ¿No basta con verla en los ensayos? O ¿En el teatro? Ella te ve más que yo – eso era definitivamente un reproche especialmente la última parte.
-Mira Candy, no soy adivino para saber que es lo que pasa por la mente de Susana, pero te aseguro que aunque la vea a diario, a la única que YO quiero ver a diario es a ti.
-Si pero… sabes…es que… estoy un poco…como decirlo… celosilla de ella.
-No tienes porque
-Es que ella es una chica muy bonita, y ayer todo el mundo comentaba que hacían una linda pareja y yo… me sentí un poco fuera de lugar. – habló con tristeza
-Ven aquí
Le hice sentar en la cama para mirarla de frente, sus esmeraldas titilaban con cierta tristeza y vergüenza al mismo tiempo.
-Es por ti, que late mi corazón, es por ti que tengo ganas de actuar, es por ti que puedo hacer bromas, es por ti que aun sigo vivo, no hay nadie, escúchame bien, no hay nadie en el mundo que me importe más que tú.
-Mmjj – dijo asintiendo su cabeza, en medio de un puchero
-¿Que pasa?
-Es que tengo miedo, Terry, tu vas a ser muy famoso y conocerás a muchas personas y a muchas chicas lindas y entonces a lo mejor te das cuenta que yo...bueno que yo no soy tan buena para ti
-Eso jamás va a pasar. – hable despacio mientras jugaba con un rizo rebelde - ¿Candy recuerdas como era yo en el colegio, antes de que fuéramos amigos?
-Si - sonrió un poco – Eras un malcriado y un antisocial. – afirmó curvando su boca hacia arriba
-Es verdad, no tenía amigos, pero tú llegaste a mi vida y me cambiaste tanto, no te imaginas cuanto. Me aceptaste a pesar de ser un patán, viste que en el fondo tenía un corazón y me ayudaste a olvidar todo lo malo que había pasado en mi vida, a que todo lo que me atormentaba ya no fuera tan importante, solo tú conoces al verdadero Terry. – me quedé mirándola a los ojos y supe que ella creía en mi - Nadie te amará como lo hago yo, no tienes idea de lo grande que es este amor, Candy, y es por eso que te dije la verdad, podía haber mentido sobre ese papel, pero entre tu y yo no debe haber verdades a medias, ni medias mentiras, por que este amor es único.
-Lo es. – afirmó
Tome su cara entre mis manos y empecé a besarla suavemente, Dios cuanto la amaba.
Hubiera querido tener en mi bolsillo un anillo para hacerle mi propuesta de matrimonio, pero aún no había reunido lo suficiente para eso, podía pedirle a mi madre un préstamo, pero no, esto tenía que ser solo entre Candy y yo. Ese era mi más ferviente deseo hacerla mi mujer.
El viento jugaba con mi pelo mientras me deslizaba rápidamente por la calles de Nueva York, aun no aceptaba la idea de que había ido a la casa de mi madre en un carruaje alquilado y regresaba manejando mi propio auto. Definitivamente estaba perdido cuando esas dos se aliaban "Eleonor y Candy" por supuesto, las dos mujeres de mi vida.
El almuerzo había sido muy entretenido, en realidad no pensé que iba a pasar tan bien, abordamos muchos temas de conversación desde anécdotas de mi madre de sus inicios en el teatro, la vida en el San Pablo y las maldades que los hermanitos Leegan le habían hecho a Candy desde su niñez, esto último fue la gota que regó por completo mi aberración hacia ellos.
Todo estuvo bien hasta que mi madre llamó a Candy disimuladamente y entre las dos me dieron un paquete con un enorme lazo azul.
-¿Y esto que es? – pregunté con asombro
-Ábrelo y lo sabrás – contestó mi madre
-Apúrate no nos hagas esperar mas – dijo Candy mientras se frotaba nerviosamente las manos.
Abrí lo mas lento que pude el regalo, quería hacerlas sufrir, pero no duró mucho la expectativa, me encontré con un par de llaves sujetas por un llavero ovalado de cuero, que tenía la "T" en relieve, y al otro lado en letras pequeñitas decía "C.W." Me fijé más en los detalles del llavero que en las llaves en si, porque sabía perfectamente que pertenecían a un auto. Tomé las llaves en mi mano, las sujete en mi puño y dije lo primero que se me vino a la mente, mientras los ojos de mis dos espectadoras desbordaban ansiedad por saber si me gustaba el regalo.
-No lo puedo aceptar. – hablé mientras dirigía el llavero hacia mi madre, quien escondió rápidamente sus manos hacia atrás.
-¿Por qué? – preguntó Candy visiblemente decepcionada.
-Bueno, porque….Mamá, ya hablamos sobre esto – contesté dirigiéndome hacia Eleonor – Te dije que quería comprarlo con mi dinero – le recordé
-Lo se hijo, pero déjame hacer esto por ti, siempre quise darte mil cosas y nunca pude hacerlo porque estabas lejos de mi, y con tu padre lo tenías todo.
-Me faltó lo más importante, tu amor. – respondí con tristeza
-Hijo…
-Terry – añadió Candy en un intento de aliviar la tensión que se había creado- No puedes volver el tiempo atrás, nadie lo puede hacer, pero puedes recuperarlo tratando de recompensar el tiempo perdido, mira al despreciar este regalo también estas despreciando a tu madre.
-Candy un auto no tiene nada que ver con mi madre.
-Si, si tiene que ver, porque ella te lo está dando con amor. – cuando Candy dijo esto los dos vimos los inundados ojos de mi madre quien confirmó con su cabeza la teoría de Candy… se me partió el corazón.
-Es que…- traté de objetar pero todos mis argumentos habían desaparecido
-Es que nada Terry, mira incluso, ese regalo tiene algo mío, el llavero lo hice yo. – respondió Candy con voz de confianza
-¿Tú? – contesté incrédulo
-Bueno en realidad, yo exactamente no lo hice, pero lo diseñé, un paciente tiene una Tenería, y el quería regalarme un bolso porque cuidé a su pequeña hija en el hospital, pero mejor le pedí que hiciera esto para ti. Se que no es un...
La corte en medio de la frase, porque sabía lo que iba a decir y este llavero era desde ese momento mi segundo tesoro luego de la armónica. Eleonor sonrió al instante y supe que estaba perdido. Me tomó de la mano como si fuera un niño y me condujo a las afueras donde se encontraba un hermoso auto.
-¿Te gusta? – me preguntó
-…- hice varios asentimientos con la cabeza, el auto era hermoso, mejor que el que me había comprado el duque en Inglaterra.
-Es hermoso – contestó Candy a la pregunta de Eleonor con emoción.
-Gracias- dije con sinceridad
Di dos vueltas al auto tratando de disimular mi emoción.
-Vamos a probarlo – dije con entusiasmo
-Vayan ustedes – sugirió Eleonor con una sonrisa
-No, nada de eso. Tu eres la promotora de esto, así que ahora te atienes a las consecuencias – le dije a mi madre
-Pero, no creo que sea lo más conveniente – contestó con nerviosismo
-Anímese, nadie se va ha dar cuenta que es usted, si lleva una pañoleta – dijo Candy
-Esta bien. – contestó con más emoción de la que creí.
Paseamos por la ciudad sintiendo al viento meterse en nuestra conversación y llevarse nuestras risas hacia los transeúntes que nos miraban con expectación. Mientras reía me sentía un presuntuoso manejando aquel bólido y en compañía de las dos mujeres más hermosas de Nueva York.
Al divisar el teatro supe que había llegado a mi destino, dejé mis pensamientos a un lado y procuré estacionarme en la parte trasera del teatro prestando especial atención en no dañar la reluciente pintura de mi flamante auto.
-Que hermoso auto – afirmó el señor Orson acercándose a mi
-Gracias. – contesté con seguridad
-No se preocupe por nada Sr. Granchester yo se lo cuidaré.
-Llámeme Terry. – dije con sinceridad, Orson tenía la sangre liviana y desde que había ayudado a Candy me caía mejor
-No podría, usted es un gran actor y yo simplemente soy el conserje.
-Por favor, usted está aquí más tiempo que yo, así que yo soy el que le debe respeto.
-No diga eso, Sr. Grandchester, - dijo con humildad – Que bueno que vino por aquí, en la otra entrada está un grupo de señoritas esperándolo.
-¿En serio? – pregunté con resignación
-Si, así es, creo que luego de un corto tiempo va ha tener que disfrazarse para no ser reconocido.
Las palabras de Orson retumbaron en mis oídos cual presagio de gitana, pero nunca imaginé que pasaría tan rápido…
Continuará…
Notas de la Autora:
Aquí les subo le capítulo 1 totalmente Reeditado. Espero no se hayan cansado porque los capitulos son bastante largos, quise dividirlos pero como ya tengo el resto de capítulos subido luego me iba a complicar.
Espero su apoyo mediante un review.
Gracias por leer.
Tita