ADVERTENCIA: Los personajes de Vampire Knight en los que se inspira este fic pertenecen a Matsuri Hino, no a mí, por desgracia. Si así fuera aún no sabría si decidirme por Kaname o por Zero pero, en cualquier caso, habría clonado a Yuuki para verles felices a los dos.

CLASIFICACIÓN: M, por futuros capítulos y algunos temas oscuros. Posible incesto, si consideras a Kaname estrictamente el hermano de Yuuki.

HISTORIA: Este es mi primer intento de escribir un fic serio basado en personajes creados por algún autor (suelo escribirlos con pesonajes de mi propia creación). La idea surgió a partir de las increíbles escenas KanamexYuuki del manga y, sobre todo, a partir del capítulo 46. Según mi concepción, ambos se aman, pero han vivido en mundos opuestos. Kaname es vampiro al 100%, no ha vivido una infancia con experiencias humanas y ha estado, en realidad, bastante solo y aislado. También es dominador y controlador. Yuuki empieza a despertar a sus sentidos vampíricos tras haber disfrutado de una infancia sencilla, alegre y humana. También es espontánea y abierta. ¿Cómo asumirá Kaname los deseos humanos que despierta Yuuki en él, y la necesidad de su hermana de no romper del todo con su vida? ¿Cómo superará Yuuki su temor a los vampiros ahora que es uno de ellos y cómo intentará encajar en su nuevo mundo haciendo entender a Kaname que no puede olvidar sus años como humana?.

Mi idea para este fic es explorar cómo pueden construir su relación dos personas tan distintas. La caracterización de los pesonajes, con un Kaname algo más vulnerable de lo habitual y una Yuuki un tanto nostálgica y no tan burbujeante parte de los últimos capítulos del manga y del anime. En cuanto al escenario en el que se mueven, mi teoría para la segunda temporada del manga es que Zero deja la Academia para luchar contra los vampiros; que la purasangre Sara (con Takuma como esclavo) y Ichijou unen fuerzas contra Kaname y la Clase Nocturna por el control del mundo vampírico; que Kaien Cross es, además del Director de la Academia, el nuevo presidente de la Asociación de Cazadores, y que Kaname se ha asegurado de tener a Yuuki en la Clase Nocturna y lejos de sus tareas como guardián. El título del fic hace referencia al símbolo de los Kuran, a Yuuki como la nueva princesa y a Zero (Bloody Rose), cuyo recuerdo flota siempre entre ellos.

Si te gusta este primer capítulo, o si crees que es mejor ni continuarlo, me harías muy feliz con una review!.

CAPÍTULO 1. NO ME TEMAS

Ris, ras, ris, ras… El rasgueo de los bolígrafos sobre el papel, audible para sus recién despertados agudos sentidos, era lo único que se oía en la gran aula, además de la monótona voz del profesor impartiendo su lectura sobre Filosofía. Ninguna risa sofocada, ningún papel arrugado cruzado bajo las mesas, nadie garabateando en los márgenes de su libreta. El silencio y la atención en la Clase Nocturna eran tan completos que casi daba miedo toser.

Yuuki mordisqueó la punta del bolígrafo frunciendo el ceño e intentando recordar cuál había sido el razonamiento del profesor cinco minutos atrás. ¿Por qué todo el mundo parecía entender las cosas al mismo tiempo que las decía? Suspiró, intentando encontrar algún sentido a la cascada de palabras que parecían pronunciadas en otro idioma. Nunca había sido una estudiante modélica, pero siempre había conseguido aprobar las asignaturas de letras con menor esfuerzo que las de ciencias. Desde que se había unido a la Clase Nocturna, incluso sus asignaturas preferidas eran un galimatías sin sentido.

-Abran sus libros por la página 43, por favor. Encontrarán tres lecturas que ilustran lo que acabo de exponerles.-el profesor se quitó las gafas, depositándolas con cuidado sobre la mesa, y sus ojos brillaron como cristales en el aula en penumbra.- Pueden emplear lo que queda de hora en familiarizarse con los textos. Para la próxima clase, agradeceré que me presenten un trabajo que explique los elementos comunes entre los tres y cómo éstos se relacionan con los conceptos que hemos estudiado hoy.

Yuuki respingó en su asiento de madera mientras el resto de los alumnos finalizaba sus apuntes y abría diligentemente sus libros. El profesor tomó asiento ante la mesa, varias filas más abajo de donde ella se sentaba, y abrió su propio libro de lecturas. Otra diferencia con la Clase Diurna, pensó. Aquí los profesores agradecían que les presentaras un trabajo, no te lo exigían. El hecho de sus alumnos fueran vampiros que acudían a la Academia por su propia voluntad, a menudo más inteligentes que algunos de los profesores, sin duda ayudaba a aquella amabilidad.

La joven abrió su manual de Filosofía pasando distraídamente las páginas con la mano derecha mientras jugueteaba con una de sus largas coletas con la otra. Desde que el cabello, que brillaba con todos los matices del castaño y el rojizo, le había crecido hasta casi la cintura, había tomado la costumbre de recogérselo en colas. Excepto cuando estaba cerca de Kaname. A él le gustaba acariciar sus sedosos mechones.

Suspiró de nuevo, olvidando su intención de intentar seguir la clase. Desvió la mirada a los grandes ventanales victorianos por donde se filtraba la luz de la luna creciente y de las estrellas en un cielo despejado de mediados de octubre. Dos días. Esta vez hacía dos días que Kaname se había ausentado de la Academia, acompañado como siempre de su fiel sombra, Seiren. Desde que su mundo conocido saltara en pedazos, un mes y medio atrás, Kaname había ido y venido de visitas a otras familias nobles, intentando ganarse su favor frente a quienes querían acabar con él, unidos tras Ichijou y aquella purasangre, Sara, que retenía como su mascota al dulce, sonriente y servicial Takuma.

Yuuki paseó su mirada por el resto de la aplicada clase. Sí, Kaname había querido que las cosas en la Academia Cross volvieran a la normalidad o, al menos, que lo parecieran. Que el resto del mundo vampírico viera que Kaname no había perdido el juicio al asesinar al Consejo, que su voluntad de paz y de convivencia eran auténticas. La normalidad en la Academia era la mejor credencial que el purasangre podía presentar ante quienes dudaban entre escoger su tranquilo liderato o unirse a quienes querían reconstruir un Consejo hecho a su medida. También era el mejor modo que mantener a salvo a Yuuki: rodeada de nobles que no le dejaban dar ni un paso a solas, asignada a la Clase Nocturna y a sus Dormitorios para mayor seguridad, relevada de sus funciones como Guardiana y con el Director Cross como nuevo presidente de la Asociación de Cazadores. Sí, aquella situación era la que podía garantizarle mayor protección… y también la que la estaba ahogando.

La joven contempló sin ver las páginas de su libro mientras sentía la sensación de miedo, anhelo y ahogo que se había vuelto tan familiar en aquellas semanas. Miedo porque, a pesar de sus considerables poderes, nunca había si Kaname volvería ileso de sus salidas… o si volvería, simplemente. Anhelo por su necesidad de confortarlo, de recuperar la calidez que había sentido en los breves ratos que habían pasado juntos, de superar aquella fría tristeza que leía en sus ojos y que era como una muralla que no sabía cómo franquear. Y ahogo porque, tras una década creciendo como humana, necesitaba las risas de sus compañeros de clase, las bromas a la hora del almuerzo, las salidas al pueblo cercano para comprar dulces y la tranquila compañía de Yori. Y, sobre todo, echaba de menos al silencioso, taciturno y gentil Zero que había conocido durante parte de aquellos años.

Yuuki sintió una mirada fija en ella y enfocó la vista para ver a Akatsuki Kain contemplándola con mal disimulada preocupación. El noble pelirrojo alzó una ceja y desvió la vista, con intención, a la mano de la joven. Yuuki hizo lo mismo y respingó al darse cuenta de que, en su zozobra, había aferrado la mesa y sus uñas habían dejado surcos en la madera. Otra cuestión que aprender a controlar. La muchacha forzó una sonrisa y cruzó las manos sobre su libro.

-No es nada… -susurró.

Kain no pareció convencido en lo más mínimo, pero le concedió el beneficio de la duda retomando su lectura.

Zero… Sólo pensar en su nombre abría un agujero de una pena inmensa. El guardián había abandonado la Academia en aquella noche de sangre y de ira, tras jurar que la mataría si volvía a encontrarla. ¿Qué había sido de él desde entonces? ¿Cazaba vampiros, fiel a su promesa de eliminar al menos a todos los purasangres? ¿Seguía vivo? Yuuki creía, debía creer que así era, o sería incapaz de seguir viviendo. La sensación de los colmillos de Zero en su cuello, bebiendo de ella por última vez, y de sus labios ensangrentados contra los suyos la perseguía desde entonces. Zero le había dicho que su sangre era la única que anhelaba, lo más cerca de un "Te quiero" que existía en lenguaje vampírico.

Yuuki lo comprendía, porque sólo había una sangre que ella deseara beber y sólo había un hombre que quisiera abrazar mientras sus pequeños colmillos perforaban su piel. La joven sintió cómo sus mejillas se arrebolaban como era costumbre cuando recordaba cada vez que Kaname le había ofrecido su sangre. El increíble olor que despedía, el calor de su cuerpo, la suavidad de su cabello oscuro al apartarlo del cuello, la sensualidad de sus manos al abrazarla con suavidad. El estremecimiento que recorría su cuerpo delgado cuando la cálida sangre brotaba de sus heridas. Y el sabor único de aquella sangre, rico como un vino añejo, fortaleciéndola y llenándola con la increíble presencia de Kaname.

Había más que simple alimentación en el acto de compartir sangre y Yuuki era súmamente consciente de ello. La cercanía, la caricia, los suspiros…Sus mejillas subieron de color un par de tonos mientras su cuerpo empezaba a acalorarse en el blanco uniforme. Aquellos eran los únicos momentos en que podía sentir realmente cercano a Kaname, lejos de la máscara de confianza y control que exhibía ante el mundo. Y también era de las pocas veces, cuando su necesidad de sangre arrinconaba sus prejuicios sobre su hermano, en que estaba cerca de él sin sentir… algo de miedo.

El purasangre siempre se mostraba remoto y frío cuando estaban cerca de algunos de sus nobles de confianza, lo que sumaba la mayor parte del tiempo. O estaba fuera, sin compartir jamás con ella lo que había sucedido. Las pocas veces que habían estado a solas desde que ella despertara se había sentido abrumada por su presencia, por la fuerza de los sentimientos que provocaba en ella y asaltada por las imágenes del increíble poder que manejaban aquellas manos gentiles. Sabía que Kaname había asesinado a todo el Consejo con sólo un pensamiento y recordaba las terribles imágenes de su pelea con Zero.

Yuuki frunció los labios. Sabía que Kaname no era un asesino, no era cruel. Todo lo que conocía de él era bondad y dulzura, más ahora que sus recuerdos habían vuelto. Pero aún así, aún así… Imágenes de un voraz vampiro en una noche nevada y de la mirada depravada de otro purasangre, Rido, se agolpaban también cuando veía aquella faceta real y dominante de Kaname. No era justo, lo sabía, más cuando ella era una purasangre también, pero no podía hacer nada por evitarlo. Necesitaba sentir la cercanía de Kaname sin aquella fachada remota y fría que le provocaba dolorosas asociaciones de ideas, pero no sabía cómo. El extraño aleteo de mariposas en el estómago cada vez que estaba cerca de él y los sentimientos encontrados que le provocaba la idea de que el ancestro de los Kuran habitara el cuerpo de su hermano tampoco ayudaban.

Había sido capaz de besarle, cuando por una vez aquella indiferencia se había roto y ella había visto la soledad y la necesidad de afecto en aquellos ojos profundos. Sólo el hecho de haber podido vislumbrar, aunque fuera por una décima de segundo, al auténtico Kaname había sido suficiente para armarla de valor y lanzarse a sus brazos. Sus labios habían sido tan suaves… Yuuki rebulló incómoda en su asiento de madera, cambiando de posición y deseando que el chaleco y la chaqueta no fueran tan ajustados. Había deseado besarlo otras veces desde entonces, especialmente después de alimentarse de él, pero no había reunido el valor necesario.

Y Kaname nunca había querido beber su sangre. La joven cerró los ojos con fuerza, intentando contener lágrimas de incomprensión y frustración. Él le había dicho que la quería más que a nada en el mundo y Yuuki empezaba a entender –en carne propia- que los vampiros colman sus sentimientos a través de la sangre. ¿Por qué Kaname no quería la suya? Recordaba aún la sensación de su respiración y sus labios suaves contra su cuello cuando la había despertado. La sensual punzada de sus colmillos penetrando su carne y la caricia de su lengua mientras bebía con dulzura. ¿Por qué no la quería de nuevo?

Los recuerdos fueron tan vívidos que Yuuki sintió las primeras punzadas en sus encías que indicaban que sus colmillos estaban alargándose. Su respiración empezó a alterarse y sintió que una mano invisible le apretaba la garganta, robándole el aire. Oh, no. No en medio de una clase con una corte de nobles observándola. Yuuki intentó relajarse inhalando en pequeñas respiraciones y mantuvo los ojos cerrados, sabiendo que en aquel momento brillarían en rojo. Su mano palmeó el bolsillo del uniforme, donde guardaba la pequeña cajita de nácar blanco con la rosa plateada de los Kuran que le había regalado Kaname. Tenía que salir de allí y tomar sus pastillas de sangre. Ya.

Varios de los nobles más perceptivos levantaron la mirada hacia la última fila de asientos al sentir los familiares síntomas del ansia de sangre, entre ellos Kain. El pelirrojo contempló el perfil de Yuuki, algo doblada sobre sí misma y con los ojos apretados, y adivinó qué aferraba en el bolsillo. Oh, señor… Yuuki parecía tener el don de la oportunidad.

-Pueden cerrar sus libros y retirarse. La clase ha terminado.-el profesor cerró su propia lectura y arrastró la silla al levantarse- Como siempre, gracias por su atención. Si precisan de alguna aclaración, estaré a su disposición mañana en mi despacho en horas de tutoría.

Yuuki suspiró dando gracias al oír el murmullo de libros cerrándose y estudiantes abandonando sus asientos. Abrió los ojos al instante al notar una mano fuerte sobre su brazo, instándola a levantarse, y vio a Kain con los libros ya recogidos bajo su otra mano.

-Sígueme, hay un lavabo justo aquí al lado.

Kain prácticamente la elevó del brazo mientras Yuuki se esforzaba por reunir sus pertenencias. Los nobles se apartaron respetuosamente a su paso, aunque la joven pudo sentir su curiosidad y la mirada enfurruñada de Ruka a su espalda. Respiró al salir la primera de clase y sintió cómo Kain liberaba su brazo.

-Los aseos están a la izquierda, te espero fuera.

Yuuki empujó la puerta de madera y caminó hasta la última pica de la fila, alzando la mirada para contemplar su reflejo en el espejo, encogiéndose por dentro. Algún día se acostumbraría a ver sus propios ojos velados en rojo y las puntas de unos colmillos diminutos apoyadas sobre su labio inferior, pero no sería aquella noche. Con una mano que temblaba ligeramente, cogió uno de los vasos de plástico dispuestos sobre una pequeña encimera y lo llenó de agua. Sintiéndose extrañamente fuera de su cuerpo, como si no fuera ella quien estuviera haciendo aquello, extrajo la cajita de nácar de su bolsillo y la abrió, tomando una de las pastillas rojas.

Contempló absorta cómo la tableta se disolvía perezosamente en el agua, dejando un denso rastro carmesí, y notó que sus colmillos se alargaban. Agitó el vaso hasta mezclar sus componentes y, sin pensar demasiado, lo bebió a grandes tragos. Mejor, mucho mejor. Su garganta seca y cuarteada volvió poco a poco a la normalidad y su respiración se estabilizó. El ataque había pasado, la sed estaba saciada… a diferencia de todas sus otras necesidades. Yuuki guardó de nuevo la cajita y aclaró el vaso, limpiando cualquier tinte rojizo, para tirarlo a la papelera.

Mientras se refrescaba la cara y se secaba con las toallas de papel, no pudo evitar sentirse…vacía. Sola. Las tabletas te alimentaban, te mantenían vivo y bajo control, pero nada más. No podían reemplazar un cuerpo cálido y un abrazo sentido. Y Kaname vivía sólo con esto… La pena la volvió a embargar por un momento, pero meneó la cabeza con decisión, moviendo las colas.

Si había algo que podía decirse de Yuuki es que era cabezota. Cuando se decidía a cuidar, mimar y proteger a alguien con toda la fuerza de su generoso corazón, había pocas cosas capaces de desanimarla. "Haría cualquier cosa por Kaname". Aquellos habían sido sus pensamientos con el purasangre descansando en sus brazos en aquella fiesta vampírica donde había entrado sin darse cuenta. Y decía la verdad. También se lo había dicho a Zero en aquella fatídica noche. "Mis pensamientos están llenos de él". Tenía que haber alguna manera de llegar hasta Kaname, de romper aquella barrera de control y de alejar la tristeza de sus ojos. Quería verle reír, ver cómo la calidez iluminaba aquellas profundidades borgoña. E iba a conseguirlo.

Yuuki tironeó una última vez de sus gomas de pelo y se colocó las colas por encima de sus hombros. Con paso decidido, abrió la puerta y sonrió a Kain, apoyado contra la pared y con los brazos cruzados.

-¿Mejor?

La joven rió, acomodándose los desordenados libros.

-¡Sí! Lo siento… ¡aún no consigo controlarlo todas las veces!

Kain frunció el ceño, reprimiendo las ganas de poner los ojos en blanco.

-Un purasangre no tiene por qué disculparse, Yuuki, no es necesario. Pero el resto de la clase espera poder verte como un ejemplo de tranquilidad en estos momentos, especialmente en ausencia de Kaname. ¿Quizás necesitas una dosis mayor de tabletas de sangre? Sólo hasta que tu cuerpo se estabilice, claro.-el pelirrojo se separó de la pared y echó a andar junto a ella hacia donde les esperaban el resto de los compañeros.

Yuuki sonrió con algo de incomodidad, como si Kain le estuviera hablando de algo íntimo, pero al mismo tiempo reconoció el sincero deseo de ayudar y apreció las maneras directas y amables del pelirrojo. De todos los nobles más cercanos a Kaname, él era quien parecía haber aceptado la situación con mayor normalidad. No parecía querer morirse cada vez que olvidaba darle un calificativo deferente, como Aidou, ni le deparaba un trato distante, como Senri o Rima. Y, desde luego, no la ignoraba disimuladamente, como Ruka. Kain le hablaba más o menos como lo hacía cuando ella era una humana guardiana de los terrenos de la escuela, y aquello era algo que Yuuki estaba empezando a apreciar de corazón.

-Eh… no, estaré bien, gracias por tu preocupación, Akatsuki.-la joven adoptó su característico paso a saltitos mientras el resto de los nobles caminaba tras ellos.- Y haré lo que pueda por ser un ejemplo para los demás hasta que…hasta que vuelva Kaname.

La voz le tembló ligeramente al pronunciar su nombre y Kain la miró con calidez.

-Kaname estará bien. Llamó anteayer, ya lo sabes. Y si hoy le hubiera ocurrido algo tú serías la primera en notarlo. Además de que ya nos habrían llegado noticias a través de nuestras familias.

Yuuki contempló la media sonrisa tranquilizadora del noble y sintió un repentino impulso de abrazarlo, que contuvo para no escandalizar al resto de la clase.

-Gracias, Akatsuki.

El joven se giró para restarle importancia pero quedó deslumbrado por la sonrisa de la joven, una de aquellas tan características suyas que hacía tiempo que no lucía. Una de aquellas sonrisas que hacía que sus ojos se iluminaran como el sol y que derretía el corazón de cualquiera. Súbitamente enternecido, Kain se limitó a sonreír por respuesta.

La Clase Nocturna atravesó los terrenos comunes de la Academia Cross de camino a sus dormitorios, sin hacer apenas ruido sobre la hierba, mojada con el primer rocío del otoño. Yuuki alcanzó a ver una silueta huraña apoyada en un árbol junto a las verjas que daban acceso a la zona vampírica del complejo. El humo de un cigarro y el leve resplandor de una brasa le dijeron que se trataba de Yagari. El brusco cazador era ahora el principal guardián de la Academia, con Zero en paradero desconocido y Yuuki asignada de intercambio a la Clase Nocturna. Vigilaba el cambio de clases con mayor eficacia que las miradas gélidas de Zero, había que reconocerlo. Para mayor tranquilidad, dos miembros de la Clase Nocturna se turnaban cada noche para patrullar por el complejo; aquélla era el turno de Aidou y Shiki.

Los nobles se encaminaron al coqueto pero pequeño edificio que había acogido a los primeros estudiantes vampiros cuando se puso en marcha la Academia Cross. El gran palacete que había sido ordinariamente la sede de los Dormitorios Luna había sufrido tantos daños durante aquellas noches de combates que necesitaba reparaciones antes de volver a alojar a los estudiantes. Los dormitorios temporales que ocupaban no permitían tantos lujos y eran más pequeños, pero la reparación no parecía que fuera a tardar mucho más.

El gran reloj del recibidor dio las 2 de la madrugada cuando la Clase Nocturna entró en los dormitorios, con un ambiente súbitamente más relajado. Algunas risas y comentarios en voz baja precedieron al rumor de los alumnos sacándose las chaquetas y aflojando sus corbatas. Los vampiros se desparramaron por el edificio, algunos hacia el pequeño comedor, otros a sus habitaciones y un puñado más acomodándose en los sofás del salón. La mayoría de ellos no dormirían hasta entrada el alba, por lo que se suponía que debían aprovechar el resto de la noche para estudiar y preparar sus trabajos, aunque aquellos días las conversaciones en pequeños grupos podían más que los deberes.

Yuuki agradeció con sonrisas algo titubeantes las pequeñas reverencias respetuosas que le dirigían los estudiantes antes de retirarse a sus quehaceres, mientras escudriñaba el recibidor y el salón en busca de Kaname, aunque sus sentidos ya le habían dicho que no había rastro de él. Suspiró, sintiendo la necesidad de estar a solas en su habitación y echando de menos la presencia ligera y alegre de Takuma.

-Vamos a hacer un tentempié en el comedor. ¿Querrías acompañarnos?

La cortés pregunta de Rima la hizo respingar. Comida era algo que Yuuki no solía rechazar, pero en aquel momento lo que más necesitaba era el descanso de la privacidad.

-¡Oh, muchas gracias, Rima, pero no tengo hambre! Desayuné más de lo que podía y esa clase de Filosofía me ha dejado agotada.- Yuuki sonrió y compuso una mueca.- Creo que subiré a mi habitación, si no os importa.

-Como quieras.

¿Era alivio lo que veía en su mirada? La mayoría de los nobles no sabía cómo tratarla cuando Kaname no estaba presente y empezaba a cansarse del silencio entre respetuoso y embarazoso cuando entraba en una habitación. ¿Cómo podía soportarlo Kaname constantemente?

Yuuki subió con calma las escaleras desabrochándose el lazo del uniforme mientras sentía que su tensión se relajaba recorriendo los tranquilos pasillos hacia su habitación. Al menos, allí nadie esperaba de ella que fuera un ejemplo de calmado liderazgo o de graciosa realeza. Podía ser simplemente Yuuki. Una Yuuki que aquellos días se sentía inusualmente cansada y sola.

Tenía asignada una pequeña pero cómoda habitación en un extremo del segundo piso, pared con pared con la de Kaname. Ambas habitaciones compartían un único baño, al que se podía acceder únicamente por las puertas dentro de cada habitación. Yuuki se paró un momento ante la puerta de Kaname, aguzando sus sentidos, pero no captó ningún sonido, ninguna respiración y tampoco ningún olor. Resignada, pero negándose a dejarse llevar por los nervios, entró en su habitación, dejando los libros sobre un caótico escritorio donde se apilaban los deberes sin hacer. Sencillamente porque no entendía ni una palabra de las lecciones.

Se despojó de sus ropas echándolas sobre una silla y rebuscó en su armario hasta dar con una muda de ropa interior limpia y un sencillo camisón blanco de tirantes. El plumón que cubría su cama y su nueva resistencia serían más que suficiente para protegerla del frío incipiente. Con los pies descalzos, entró en el baño y abrió el mando del agua caliente de la ducha, alargando la mano para coger su albornoz blanco. Un olor profundo, a especias, la asaltó al dejar el albornoz en el taburete junto a la ducha. Kaname… Había cogido su albornoz por error. Sonrojándose, hizo ademán de devolverlo al colgador pero se reprimió. A fin de cuentas, ¿quién la veía? Llevándose el albornoz al rostro, lo abrazó e inspiró profundamente, llenándose de su olor y de su presencia. Lo echaba de menos así, cerca y en sus brazos, sin nada más que su gentileza y su cariño y lejos de las imágenes de guerra y sangre. Dejó el albornoz cuando notó que las lágrimas empezaban a mojar sus pestañas y se metió en la ducha, relajándose bajo el agua caliente.

Media hora después, con el pelo seco y el camisón puesto, Yuuki retiró el plumón y se metió en la cama, abrazándose a la exquisita rosa conservada en resina que Kaname le había regalado. No creyó que podría dormir, con aquella preocupación royéndole el alma, pero el cansancio y el abatimiento pudieron más que ella y sus párpados se cerraron con la caricia de la luna a través de la ventana.

OOO

Kaname dejó que sus pasos resonaran con suavidad sobre el camino enlosado que conducía a los dormitorios provisionales para dar tiempo de reaccionar a Aidou y Shiki, apostados en aquel momento ante las puertas degustando un sándwich. Más para ahorrarse disculpas que no venían al caso por no haberle oído que por evitarles a ellos un susto.

Ambos levantaron la mirada hacia el frente y el alivio en sus rostros al ver aparecer a su adorado purasangre volviendo sano y salvo, escoltado por la silenciosa Seiren, fue tal que Kaname no reprimió una media sonrisa mientras gesticulaba hacia su piscolabis.

-Por favor, no os interrumpáis por mí. Las noches de guardia son largas.

Como era de esperar, Shiki desvió la mirada hacia el suelo, avergonzado como siempre que Kaname le dirigía la palabra desde que Rido poseyera su cuerpo. Algún día tendría que hablar con él, se dijo, pero no aquella noche. Aidou engulló el bocado de sándwich que tenía en la boca e hizo ademán de empezar a deshacerse en excusas.

Kaname alzó graciosamente la mano izquierda y movió la cabeza.

-No te disculpes, Aidou, no había ironía en mi comentario. Sé que cumplís con vuestro deber, no os voy a negar el sustento.- el joven depositó un momento la mano en el hombro del noble rubio mientras se giraba hacia Shiki.- ¿Alguna novedad esta noche? ¿Mi hermana se encuentra ya en los dormitorios?

El joven delgado asintió, forzándose a alzar la mirada hacia su líder.

-La noche ha sido tranquila y Yuuki ha llegado a los dormitorios junto con el resto de la clase. Debe estar descansando ahora.

La voz había sido poco más que un susurro, pero Kaname no necesitaba más para oírlo. Asintió y subió con elegancia los cuatro escalones de la entrada, empujando la puerta al interior del edificio. Faltaban pocas horas para el amanecer y la mayoría de los estudiantes estaría en sus habitaciones. Los pocos que aún permanecían en el salón se pusieron en pie de inmediato, murmurando palabras de bienvenida y alivio. Los sensibles sentidos de Kaname percibieron la corriente de intranquilidad que les recorría, tan común en aquellos días, y esbozó una sonrisa calmada.

-Siento perturbar vuestras tareas. Por favor, continuad, la noche es serena y ninguna amenaza nos acecha.

Desoyendo los murmullos de agradecimiento, Kaname se giró apenas hacia Seiren.

-Puedes retirarte también, Seiren. Te agradezco tus servicios.

-Es un honor.

La joven morena asintió un momento para desaparecer en dirección al comedor y Kaname subió con presteza las escaleras. Por fin solo… por fin sin tener que componer aquella máscara de calma y confianza. Si tan sólo pudiera ver a Yuuki aquella noche, aunque estuviera dormida. La joven aún no se había habituado al cambio de rutinas y a menudo dormía a deshora. Podría confortarse en su presencia, retirar los cabellos de su rostro inocente y aspirar su olor fresco y floral.

El purasangre paró ante la puerta de Yuuki y sintió cómo el nudo en el estómago que siempre se formaba cuando debía dejarla empezaba a remitir. A través de la madera oyó su pausada respiración y olió su esencia. Estaba a salvo. Todo lo que había hecho, todo lo sanguinario y tortuoso que había tenido que hacer merecía la pena si su hermana podía dormir tranquila en su cama, cerca de él.

Empujó con cuidado la puerta, frunciendo el ceño al ver que Yuuki había vuelto a olvidar cerrarla. No es que sirviera de mucho ante el ataque de otro vampiro, pero toda protección era poca. La pequeña habitación de la joven era el completo caos habitual y Kaname se agachó a recoger un par de hojas con garabatos -¿aquello eran apuntes?- que depositó encima de una inestable pila de libros y libretas en el escritorio. Debía preguntarle a Yuuki cómo iban sus estudios en la Clase Nocturna, si sólo tuviera algo de tiempo… Colocó los libros con delicadeza, reparando en el muñequito en forma de gato que colgaba de la lamparita y en los innumerables lápices mordidos y bolígrafos sin tapón esparcidos por la mesa.

Su pequeño tocador tampoco escapaba al desastre, con la ropa desparramada encima de la silla y en el suelo, incluido un sujetador blanco de encaje. Kaname alzó una ceja y lo recogió para añadirlo al montón de prendas. Yuuki había aprovechado el marco del espejo para encajar algunas fotografías. Los agudos ojos del purasangre le permitieron discernir un par de fotos de Yuuki y Yori ante lo que parecían gigantescos helados y en pantalón corto en la playa, aguantándose los gorros y con manchas de crema solar en la nariz. Tan cotidiano, tan normal en una chica de casi 16 años. Había algo sencillo y cálido en aquellas fotografías y en las anchas sonrisas de las chicas que encogió el corazón del purasangre. Él nunca había podido hacer aquellas cosas normales, nunca había tenido una infancia alegre e inocente. Y, sobre todo, nunca había tenido una infancia humana.

Acarició las fotografías con un dedo largo, deseando haber podido compartir con Yuuki aquellos instantes como sin duda había hecho… Kaname sintió que una negra furia helada estallaba en su estómago y que sus colmillos se alargaban. Estrechó los ojos al ver la fotografía de una joven Yuuki abalanzándose sobre un pastel medio derretido y soplando con entusiasmo unas velas ante la azorada mirada de un chico de pelo plateado y ojos violáceos. Zero. El purasangre apretó los puños, atando en corto su rabia antes de que sus poderes hicieran añicos el cristal del tocador y contempló con odio al ex humano. Él sí había podido compartir todos aquellos momentos con Yuuki; en muchos aspectos, aquella irreverente y soberbia criatura conocía más a su adorada hermana que él mismo. Al menos, a la Yuuki que había ido formándose mientras crecía. Los recuerdos de Kaname sobre qué le gustaba a su hermana se habían congelado a los cinco años, con sólo algún destello de breves momentos compartidos en aquella larga y solitaria década.

Lo único que le había impedido hacer pedazos a aquel patético ser, a quien había manipulado a su antojo sólo para proteger a su hermana, era saber que Yuuki podría llegar a odiarlo por ello. Y eso era de las pocas cosas que Kaname Kuran no podría soportar.

El purasangre apartó con esfuerzo la mirada de la fotografía y caminó en completo silencio hasta la cama. Una tierna sonrisa empezó a formarse en sus labios al contemplar a la figura dormida, borrando su odio. Yuuki dormía abrazada de lado al relicario de cristal con la rosa que le había regalado, un brazo desnudo encima del plumón, los labios ligeramente separados y algunos mechones cayéndole desordenados encima de la frente. Había olvidado también cerrar las contraventanas y las gruesas cortinas, por lo que mañana el sol la despertería con punzadas en los ojos.

Kaname cogió con cuidado la rosa de entre las manos de la joven y la dejó en la mesita de noche. Alargando la mano, retiró con cariño los mechones de su cara, jugueteando un instante con su cabello. Anhelaba abrazarla, bañarse en su cariño y en su luz para alejar la frialdad y la oscuridad de su corazón. Deseaba tocarla y dejar que sus colmillos perforaran su piel en un beso de amante, pero aquello era algo que no podía permitirse. No todavía. No cuando en la mirada de Yuuki había miedo y recelo después de todo lo que había visto que él podía hacer y sentimientos encontrados sobre su parentesco. Kaname suspiró con pesar, acariciando la mejilla de la joven. Había hecho todo aquello para protegerla, para recuperarla, pero parecía que la había asustado de tal modo que la había alejado. El antiguo miedo a los vampiros y a los purasangre, irracional ahora que ella era uno más, hacía que Yuuki pusiera distancia entre ellos. Una distancia y un miedo que no había sentido hacia Zero, aunque el ex humano fuera en realidad mucho más inestable que el purasangre.

Sintiéndose más solo de lo que estaba antes de entrar en la habitación, Kaname tapó con cuidado a la joven y cerró las contraventanas en silencio. Cuando cerró las cortinas desterrando la luz de la luna, sintió que era él quien quedaba a oscuras.

OOOO

Yuuki se removió inquieta en su cama, escondiendo la cara en la mullida almohada. Algo molestaba su sueño, pero no podía identificarlo. ¿Lluvia? La joven gruñó y se dio media vuelta, tapándose la cabeza con el plumón. Al cabo de un rato, algo más se filtró en su sueño, ahora más ligero, algo reconocible, deseable y amado… un olor. Profundo, exótico y especiado.

Kaname.

La joven abrió los ojos al instante, sacando los brazos de golpe fuera de la cama, y aspiró. Era el olor de Kaname, que flotaba difuso en su habitación y se filtraba desde el baño, empujado por algunos vapores que su aguda vista le permitió discernir. Kaname había vuelto.

Yuuki sacó las piernas de la cama y se incorporó de un salto, con el corazón martilleándole en el pecho. Sin pararse a pensar en la intimidad, abrió la puerta del baño, parpadeando ante el vapor. Estaba vacío, pero percibió el olor de su hermano mezclado con el de champú. Su albornoz estaba mojado y una camisa blanca de hombre sobresalía de la cesta de la ropa sucia. Puso las palmas de las manos sobre la puerta que comunicaba con la habitación de Kaname y escuchó. Sí, allí estaba. El sonido quedo de un corazón latiendo. Pero había algo que no estaba bien en aquel sonido, como una perturbación que recorriera el cuerpo al que pertenecía aquel corazón.

La joven morena se mordió el labio, con las manos aún en la puerta. Nunca había entrado en la habitación de Kaname y no sabía si aquella intromisión sería bien recibida. Ciertamente, no lo sería si ella fuera uno de los nobles pero, a fin de cuentas, era su hermana, ¿no? Y se había prometido hacer lo posible por intentar acercarse a él.

Olvidando completamente picar, Yuuki abrió la puerta del baño que compartían y entró en la habitación de Kaname. Tuvo tiempo que reparar brevemente en la austeridad y en la desnudez del cuarto, con prácticamente el único adorno de un pequeño piano, antes de vislumbrar la figura del purasangre recortada contra los ventanales. Kaname estaba descalzo y de espaldas, con las manos apoyadas en el alféizar de la ventana y la cabeza agachada. Algunos largos mechones húmedos de su oscuro cabello mojaban ligeramente el cuello de la camisa de un pijama de seda negra.

-¿Kaname?

-Yuuki…

Su hermano siempre pronunciaba su nombre con la misma mezcla de cariño y alivio y la joven sonrió. Kaname se dio la vuelta entonces, iluminado a contraluz por la luna, y ella pudo ver que llevaba el pijama negro sin abotonar. Toda una superficie de piel pálida y musculos marcados estaba expuesta para su contemplación y, por un momento, Yuuki no atinó a moverse del sitio. Kaname era delgado y de huesos largos, pero sus músculos estaban firmemente marcados. Una finísima línea de vello desaparecía desde su ombligo hasta el cordón de su pantalón de seda, atado por debajo de las caderas. La joven tragó saliva, sintiendo el calor que se formaba en sus mejillas y en su vientre.

-¿No vas a darme un abrazo de bienvenida?- una sonrisa flotaba en aquellos labios, aunque seguía habiendo tristeza en sus ojos oscuros.

Yuuki se desclavó del suelo al instante y trotó hacia Kaname, rodeando su cintura con las manos y apoyando su mejilla en su pecho desnudo. Un profundo suspiro surgió del purasangre, que estrechó a la joven contra él, acariciando el cabello de su nuca con una mano y su cintura con la otra. La joven reparó en la suavidad de la piel que tocaban sus manos, rodeada por aquel tentador perfume, y volvió a notar sus mejillas arreboladas.

-Te he echado de menos.

Kaname reprimió un temblor ante el aliento de la joven contra su piel y besó sus cabellos.

-Yo también, Yuuki.

El purasangre se separó un instante de la joven y acarició su mejilla con la mano, recorriendo la línea de su mandíbula y sus labios hasta bajar a su cuello, rozándolo con un dedo. Yuuki notó el escozor en sus encías con más violencia que aquella noche y sus colmillos rozaron su labio. Había tomado su tableta hacía unas horas, ¿cómo podía ser? Apretó los ojos, avergonzada ante su falta de control. Kaname rió. Una risa queda y suave.

-No te avergüences de tu reacción, Yuuki, para mí es un cumplido.-la mano de Kaname acarició su cuello y se posó con delicadeza sobre su hombro semi desnudo.

Yuuki alzó hacia él unos ojos que parecían haber adquirido un tinte más profundo, rojizo.

-¿Un… cumplido? ¿Por qué?

Kaname la atrajo hacia sí y bajó la cabeza, rozándole la cara con sus húmedos mechones y susurrándole al oído.

-Porque significa que reaccionas a mi cercanía con lo más íntimo que puede desear un vampiro… - besó su cuello con ligereza, justo encima del pulso que parecía haberse acelerado.- Creo que es el único momento en que no te asusto.

Yuuki se congeló en su abrazo ante aquellas palabras y la tristeza que destilaban. ¿Cómo podía pensar aquello Kaname? Brotaron lágrimas de sus ojos, en parte porque admitió que eran ciertas en alguna medida. ¡Ojalá tuviera la experiencia necesaria para acercarse a él, para hacerle ver que deseaba estar a su lado y expresarle todo lo que no había sabido decirle en aquellos diez años!

La joven se deshizo de su abrazo con las lágrimas cayendo por sus mejillas y el dolor en su mirada, para tropezar con uno de aquellos raros momentos en que Kaname se mostraba tal como era. Sus ojos borgoña no tenían su habitual mirada distante y dejaban ver la pena y la soledad descarnadas que sentía, el corazón vulnerable que latía en aquel pecho. Shizuka se lo había dicho, pero no la había creído del todo: ella era la única persona con la que Kaname bajaba la guardia.

Yuuki sostuvo con ambas manos la cara de su hermano, con infinita ternura, mientras Kaname cerraba los ojos y posaba sus manos encima de las suyas.

-No me asustas tú, Kaname. Mi hermano nunca me haría daño.- las lágrimas caían con más fuerza por sus mejillas- Pero he crecido como humana y aún… aún hay cosas de nosotros los purasangre que no sé… -la joven meneó la cabeza, incapaz de expresar con palabras el tumulto de sus emociones.

Kaname soltó sus manos y retiró las lágrimas de sus ojos, maldiciéndose hasta la eternidad por haberla hecho llorar. La abrazó con fuerza y se sentó en la cama, atrayéndola hacia sí de manera que la joven quedó sentadas a horcajadas, con una pierna a cada lado de las suyas y el camisón remangado, dejando al descubierto unos delgados muslos de piel sedosa. El purasangre abrazó su cintura, apoyando la cabeza entre sus pechos y reprimiendo un escalofrío al notar sus formas redondeadas justo contra su nariz. Su voz fue un susurro.

-No puedo soportar verte llorar. No sé cómo evitar que me temas pero tienes razón al hacerlo.- el joven frotó su cara contra el pecho de la joven.- Soy un monstruo, Yuuki. He visto y he derramado sangre suficiente como para llenar las vidas de muchos hombres. Mi corazón es oscuro y te ha traído de vuelta a un mundo de sangre. Quizás hubo más egoísmo en mi decision de lo que crees y …

Kaname dejó la frase en el aire antes de que su voz empezara a temblar, refugiándose en el abrazo de la joven. Yuuki lo estrechó contra sí, enterrando la cara en sus oscuros mechones.

-Ssshh, no es cierto Kaname, no eres un monstruo. Pero aún hay dos Yuukis en mí.- le acarició la nuca y los anchos hombros.-La Yuuki que es humana aún tiene… malos recuerdos y se asusta ante lo que su cuerpo le reclama ahora y… -sintió que volvía a sonrojarse.- la Yuuki que nació vampiro se asusta ante los deseos humanos que siente hacia su hermano.

Kaname alzó la mirada a tan sólo unos centímetros de ella. El fondo rojizo de sus ojos mostró por un momento la misma expresión torturada y cansada antes que una diminuta chispa de incomprensión prendiera en sus profundidades. Sus manos acariciaron la espalda delgada de la joven y la notaron temblar.

-¿Qué deseos?

El susurro sorprendido fue tan leve que Yuuki pensó que el joven debía estar hablando para sí. La joven morena era consciente de la calidez de las manos de Kaname sobre su espalda y de la desnudez de sus muslos. Mariposas alocadas empezaron a aletear en su estómago y fue incapaz de apartar la mirada de aquellos ojos que pedían a gritos consuelo, esperanza y amor. Eran los mismos ojos que la habían seguido en la distancia todos aquellos años, pero ahora sin barreras, vulnerables.

Apenas consciente, Yuuki enlazó las manos con la nuca de Kaname acercándose a él. Un centímetro. Dos. Sus respiraciones se mezclaron y la mirada de Yuuki fue de aquellos ojos castaños a los labios entreabiertos del joven. Sus sensibles oídos les dijeron que la respiración y el latido de ambos se había acelerado.

Poco a poco, Yuuki se inclinó hacia los labios de Kaname, quieto como una estatua a excepción de su respiración. Cuando por fin se tocaron, le sorprendió su suavidad y su calor. La joven movió los labios sobre los de Kaname, indecisa. La primera vez que se habían besado, el contacto había servido para transmitirle sangre, y la segunda vez había sido tan rápido e impulsivo que apenas había sido consciente. Ahora le asaltaron las dudas. Nunca había besado a nadie y Kaname estaba paralizado.

El purasangre apretó el camisón de Yuuki entre sus manos, sintiendo que su sangre se congelaba de pura sorpresa para luego empezar a subir de temperatura de manera diabólica. Aquella era la segunda vez que Yuuki le besaba, y la primera persona que lo hacía en toda su vida. Sí, se había alimentado de otras mujeres, había sentido la excitación de la cercanía y la oscura atracción del vampirismo, pero no había compartido aquellas caricias humanas con nadie. Aquel era un terreno en el que, por primera vez, Kaname Kuran no sabía qué hacer.

Sintiendo su duda, Yuuki rompió el contacto, avergonzada y mortificada. ¿No quería esto Kaname? Cuando le había pedido ser su amante, ¿no se estaba refiriendo también a esto? ¿Acaso no le había dicho, insinuante, que no le iba a pedir demasiado tan pronto? La joven desenlazó las manos en la nuca y las apoyó en los hombros de Kaname. Por un momento, el silencio de la habitación se volvió asfixiante.

-Lo... lo siento. Yo... creí que tú también querías... -demasiado mortificada para mirarle a los ojos, Yuuki hizo ademan de levantarse del regazo del joven.

La presa de las manos del purasangre en su cintura se hizo más fuerte.

-No, Yuuki... espera. Por favor.

La vacilación en el tono de Kaname, tan extraña en él, hizo que los ojos de la joven volaran a los suyos. La profunda y triste mirada tan comun en él había desaparecido, borrada por el asombro, la indecisión y... ¿la timidez? Kaname esbozó una sonrisa de lado, que le hizo parecer tan joven como realmente era, mientras acariciaba la mejilla de la joven.

-No quería ofenderte. Es sólo que... nadie me había besado hasta ahora.

Avergonzado, atrajo a la joven hacia sí, enterrando el rostro en su cuello. Sintió cómo Yuuki exhalaba el aire de repente, no supo si sorprendida o aliviada.

-¿No?

Kaname movió levemente la cabeza.

-Me he alimentado de muchas personas antes de que existieran las tabletas de sangre, he sentido muchos cuerpos cerca del mío en esos momentos y he conocido muchas de las depravaciones de los vampiros. Pero los purasangres somos intocables.-besó levemente su cuello.- Nadie me ha besado nunca. También en eso eres la única.

Al cabo de un segundo, suspiró aliviado al notar las pequeñas manos de la joven enredándose en sus largos mechones oscuros y oyó su ligera risita.

-Tú también eres la primera persona a la que he besado.

Permanecieron unos instantes en silencio, indecisos y conscientes del calor del cuerpo del otro, hasta que se encontraron hablando a la vez.

-¿Te molesta si... ?

-¿Te importaría volver a... ?

Ambos sonrieron a la vez, azorados, y se separaron para volver a mirarse a los ojos. Yuuki avergonzada y sonrojada; Kaname algo tímido y anhelante.

-Las damas primero.

Yuuki se mordió el labio.

-¿Te importa si vuelvo a besarte?

-Por favor...

Yuuki retiró con ternura un largo mechón de la cara de Kaname, aprovechando el gesto para volver a enlazar su nuca. Ladeó ligeramente la cabeza, mirando a sus ojos en busca de permiso, pero los ojos de Kaname mostraban la misma expresión de sorpresa y vulnerabilidad. Lentamente, Yuuki volvió a inclinarse sobre él hasta que sus labios se tocaron. Permanecieron inmóviles, con los labios unidos por espacio de dos latidos de corazón, hasta que Yuuki abrió suavemente la boca.

Llevado del puro instinto, Kaname abrió los labios para Yuuki, exhalando con suavidad su asombro. Cuando las puntas de sus lenguas se tocaron, la joven emitió un pequeño sonido anhelante que sacó a Kaname de su trance. El vampiro atrajo a Yuuki contra su pecho, sentándola directamente sobre su ingle, y entró plenamente en la boca de la joven con un gemido.

Calor…

Sus lenguas se tocaron y se acariciaron, indecisas y tímidas primero, anhelantes después, mientras sus labios se mezclaban por voluntad propia y sus dientes se rozaban.

Calor... El calor se formaba en su bajo vientre y se expandía en ondas por todo su cuerpo.

Las manos se enredaron en los cabellos y los cuerpos se apretaron entre sí, retorciéndose. Kaname sintió los pequeños pechos de Yuuki contra su piel a través de su fino camisón y sus pezones rozándole sin querer. Jadeó y apretó a la joven contra sí, elevando las caderas por instinto.

Yuuki apretó los mechones del cabello oscuro y gimió ante la extraña sensación de algo duro contra su vientre, a través de los finos pantalones de seda de Kaname. La joven quiso romper el beso en busca de aire pero la lengua del purasangre seguía enredada con la suya.

Calor... las ondas de calor se agolparon en sus gargantas, cerrándoles el aire, y subieron hasta sus encías, donde los colmillos empezaron a alargarse.

Perdido en las desconocidas sensaciones, sintiendo que su cuerpo despertaba de una manera en la que casi no había reparado hasta entonces, Kaname no percibió que sus afilados colmillos de aguja habían descendido. Aprisionó el labio inferior de Yuuki y respingó al notar en su propia boca el sabor dulce, excitante y embriagador de la sangre de la joven. Se separó con brusquedad, sintiendose algo mareado, y se dio cuenta entonces de que jadeaba.

Había una pequeña perla de sangre en el hinchado y enrojecido labio de la joven, sobre una diminuta herida que ya se había cerrado. Con un sobrehumano esfuerzo de voluntad, Kaname subió la mirada a los ojos de la joven, abiertos de par en par y matizados por un brillo rojo. Yuuki respiraba entrecortadamente y unos diminutos colmillos se apoyaban en su labio inferior. Con los ojos muy abiertos, la joven bajó lentamente la mirada hacia su regazo, donde sus cuerpos se unían, embarazosamente consciente de una extraña erección presionándose contra ella.

Kaname luchó por recuperar la cordura, mareado por el olor de su sangre. Sabía lo que era el ansia de sangre. Sabía cómo controlarla, cómo dominarla, cómo arrinconarla para que no le hiciera perder su máscara de compostura. Pero aquello...aquel calor muy humano que excitaba no sólo su sangre sino algo más igual de poderoso; aquello no sabía cómo controlarlo. Sentía la necesidad de abrazar, acariciar, morder y abrazar a Yuuk hasta que formara parte de él... y no sólo bebiendo su sangre. Por primera vez en mucho tiempo, Kaname había encontrado una sensacion que no dominaba.

Sintiendo los primeros síntomas del miedo, Kaname focalizó su atención en la parte vampírica que sí era capaz de controlar. Antes de que la joven pudiera separarse, incómoda ante lo que empezaba a percibir, volvió a acercarse a ella y lamió la gota de sangre de sus labios con la punta de la lengua. El sabor estalló en su boca y cubrió sus ojos con un velo rojizo. No había olvidado el sabor único de la sangre de Yuuki cuando la despertó, pero al probarlo de nuevo la sensación se hizo más fuerte, el deseo de beber de ella más apremiante y sus colmillos alcanzaron la máxima longitud. El purasangre forzó la parte de su voluntad que sí podía controlar y se obligó a ladear la cabeza, ofreciendo el cuello a Yuuki.

Los ojos de la joven se abrieron aún más y Kaname pudo oír el alocado golpeteo de su corazón. Yuuki tragó saliva, sintiendo la garganta seca como el cuero viejo. Su cuerpo se lo reclamaba a gritos, parte de su alma también, pero su mente se negaba aún a asumir plenamente aquella nueva realidad. Aferrándose a su parte humana, rechazó hundir simplemente los colmillos en el pulso que podía ver latir en aquella garganta.

En su lugar, apoyó con suavidad las manos en los hombros de Kaname y empujó con cuidado la camisa del pijama hacia abajo, acariciando su piel. La seda negra cayó por los brazos de Kaname con un susurro sensual y la joven se encontró acariciando una amplia superficie de músculos y piel cremosa. Oyó sisear al joven pero lo desoyó, moviendo las palmas de sus manos con lentitud por sus brazos y sus hombros desnudos y notándole temblar.

Su mano izquierda acarició el lado derecho del cuello de Kaname, donde le había mordido antes. El purasangre respingó, notando calambres eléctricos de puro placer desparramándose desde aquel punto. Cuantas más veces es mordido un vampiro, más sensible y erógena se vuelve la zona, asociando la alimentación con el placer. Y Kaname ya había sido mordido varias veces.

La joven vio la sed de sangre y algo que no supo interpretar en la mirada enrojecida de su hermano y su parte vampírica latió en respuesta. Aferrando los cabellos oscuros con la mano derecha y rodeando los hombros de Kaname con la izquierda, se inclinó sobre su cuello, lamiendo con suavidad la piel encima de su pulso.

El purasangre tembló y jadeó sin poder reprimirse, volviendo a estrellar las caderas contra Yuuki. Enlazó con fuerza la cintura de la joven, apretando los dientes con fiereza para no ceder al impulso de morderla. En aquel momento, sintió la punzada de dos agujas diminutas y gimió. Yuuki aún dudaba, aún no había aprendido a morder con precisión y rapidez y demoró la entrada de los colmillos. Kaname notó la sensible piel de su cuello agrietarse y romperse cuando los dientes entraron a fondo, con insoportable lentitud. Aspiró en busca de aire y se encontró rodeado del aroma de Yuuki, tentándolo, excitándolo.

Cuando los colmillos de Yuuki entraron por completo en él y la joven aspiró el primer sorbo de su sangre, Kaname se retorció intentando reprimir un jadeo. Lo que antes había sido una excitación incipiente se convirtió ahora en algo dolorosamente duro que presionaba contra el estómago de la joven. El purasangre tuvo que luchar a la vez contra el deseo de morderla y con el de hacerla suya de la manera más humana posible y su aroma natural se intensificó, en la respuesta normal de un vampiro al querer marcar a su compañera.

Yuuki bebió con lentitud, sorbo a sorbo, parando de vez en cuando para recoger con la lengua los hilillos de sangre que escapaban de sus heridas. Cada vez que volvía a aspirar su sangre, Kaname notaba los dolorosos latidos en su entrepierna y rogó por no perder el control de algo que no sabía cómo podía acabar.

Cuando la joven alzó la cabeza de su cuello, lamiéndole por última vez para cerrar sus heridas, Kaname se dejó caer sobre la cama, arrastrándola con él. La mantuvo aprisionada contra todo su cuerpo, jadeando e intentando recuperar el control de su cuerpo. Luchó y consiguió hacer retroceder sus colmillos y, probablemente, el velo rojo de sus ojos. Pero no logró hacer nada con el deseo de tocar la suave piel de Yuuki, de despojarla del camisón y…

La joven movió las caderas y Kaname percibió su inquietud. ¿Qué era lo que estaba haciendo? Yuuki era más joven que él, ni siquiera había besado tampoco a nadie. Debía estar asustada ante su reacción masculina, más que él. Aferrándose a aquel sentimiento de culpabilidad, el purasangre consiguió calmar lo suficiente su respiración como para hablar.

-Lo siento. No quiero… asustarte. Parece... que, además de un vampiro... también... soy un hombre.

Yuuki guardó silencio, con la cara enterrada en los oscuros cabellos de Kaname y percibiendo su agitada respiración, su desconcierto y su... ¿miedo? Notó que el rubor volvía a aflorar a sus mejillas ante la extraña sensación flotante que le provocaba notarle duro contra su estómago pero, por encima de todo aquello, prevaleció la frustración y la sensación de haberle fallado a la persona que más le importaba en el mundo. Las lágrimas volvieron a mojar sus pestañas.

Kaname olió la sal de las lágrimas de Yuuki y sintió el estómago encogido. No, no, no… No podría soportar que le temiera de nuevo, que se alejara de él. Rodó hacia un lado, depositando a la joven sobre la cama y se separó de ella, sentándose.

-Yuuki, no… No creí que fuera a reaccionar así, no me temas.- dejó que la angustia aflorara a su voz y le rozó los cabellos- Nunca te pediré nada que no quieras, no… No volveré a acercarme tanto para que esto…-miró más debajo de su cintura- no vuelva a pasar. Yuuki, por favor…

Las lágrimas cayeron por las mejillas de la joven, que parpadeó con incomprensión. ¿Kaname creía que lloraba porque su… su… reacción masculina la había asustado? La joven no supo si echarse a reír o llorar con más fuerza. Quizás la había… impresionado. Y sorprendido. Y provocado una extraña sensación de calor en su vientre. Pero, ¿asustado? Yuuki se sentó en la cama, frotándose los ojos con las manos y contempló a Kaname con los ojos muy abiertos.

-Eso no me da miedo, Kaname. Sólo es… extraño para mí y me sorprende… un poco.-la joven acabó de enjugarse los ojos, muy seria.

Kaname parpadeó. Yuuki era la única persona con la capacidad para sorprenderlo genuinamente.

-Entonces, ¿por qué lloras? ¿Es por tu necesidad de sangre?- el purasangre apartó unos mechos de los ojos de su hermana.- Te parecerá normal con el tiempo.

Yuuki meneó la cabeza y jugueteó con su camisón.

-Es sólo que… yo bebo tu sangre pero tú… tú sólo tomas tabletas.- la joven aspiró trémulamente.- Kaname, ¿es que hay… algo malo en mi sangre? ¿Hay algo de mí que te desagrada?

Kaname se inmovilizó por completo, congelado. Por un momento, sólo pudo contemplar la triste expresión de su hermana, olvidando parpadear.

-¿Lloras… porque crees que no deseo alimentarme de ti?-la sorpresa impregnaba cada una de sus palabras.

Yuuki asintió.

El alivio de Kaname fue tan inmenso que exhaló el aire en un sonoro suspiro, abrazando a la joven y recostando a ambos en la cama, sobre las almohadas.

-Yuuki… Yuuki.- el purasangre besó los cabellos de la joven, notando al fin cómo toda su sangre parecía haberse vuelto a repartir por su cuerpo en vez de concentrarse en un solo punto.- No hay nada, nada, que desee más que beber de ti. Cada vez que te tengo cerca y que te alimentas de mí tengo que luchar por controlar mi deseo de saciar mi sed, es como notar mis venas al fuego vivo.

La joven se incorporó sobre un brazo, contemplando atónita a su hermano, con el pecho desnudo y los oscuros cabellos desparramados en contraste con la blancura de la almohada.

-Entonces, ¿por qué no lo haces?

Kaname aferró con gentileza sus dedos.

-Porque el día que yo te muerda, teniendo tú mi sangre en tus venas, será mucho más que alimentación. En ese momento, al margen de cuando te desperté por primera vez, se formará un vínculo de sangre entre nosotros, que sólo se romperá cuando alguno de los dos muera.-besó con cuidado la palma de su mano.-Los vampiros no comparten sangre a la ligera, Yuuki. El vínculo forma una fuerte atracción entre las dos partes. Te sentirías unida a mí en todo momento, a través de la distancia, con el deseo de… estar siempre conmigo.

-Y eso, ¿es malo?- Yuuki frunció el ceño. No parecía muy distinto a cómo se sentía ahora.

Kaname sonrió, una peculiar sonrisa entre esperanzada y triste.

-No, Yuuki, pero es poderoso. Tan poderoso como para hacerte creer que me amas y me deseas de verdad.- Kaname llevó la pequeña mano de la joven hasta su corazón.- Dos personas pueden estar unidas por la sangre forzosamente, sin compartir amor. Ese es un destino trágico y no quiero eso para ti.

Vio que la joven fruncía el ceño en su tradicional mirada obstinada y le puso un dedo en los labios.

-Sé que me quieres, Yuuki, no lo dudo. Pero una parte de ti aún teme a lo que eres, al mundo al que has regresado. El vínculo prima la sangre y no completaré uno contigo, por mucho que lo desee, hasta que no vea todo recelo borrado de tus ojos.-atrajo a la joven contra sí, acomodándola sobre su pecho.- No hasta que pueda notar cómo me rodea tu olor como lo hace el mío contigo, diciéndole al mundo que soy tuyo, en cuerpo y alma.

Kaname guardó silencio, acariciando el brazo desnudo de la joven. Yuuki permaneció recostada contra su pecho, ausente, hasta que el purasangre pensó que se había dormido. El joven tironeó de las mantas para cubrirla con suavidad, contentándose con la sensación de su peso ligero sobre sí. Poco después, cuando sus párpados empezaban a relajarse, se sorprendió al oír su quedo susurro.

-El vínculo no llama sólo a la sangre, ¿verdad?.

Kaname torció el gesto, pero desde su postura sólo podía ver la cabeza de la joven. Le acarició el cabello.

-¿Qué quieres decir?

Yuuki acarició la suave piel del pecho y el costado de Kaname, notando el leve temblor que lo recorrió.

-El vínculo no está completado por mi parte, no he sido mordida. Pero tú sí.- trazó un círculo lánguido con un dedo.-Cuando… te muerdo, o cuando… te beso... tu cuerpo reacciona.

Kaname se forzó a ignorar las sutiles corrientes de calor que empezaron a recorrerle bajo la piel.

-Sí. Muchos vampiros colman sus… ansias sólo con sangre, pero nuestros cuerpos también están vivos. Cuando alguien a quien amas te toca… o te muerde, reaccionamos como los humanos. Aunque creo que no hace falta que me muerdas para que me pase eso.

-Y no estás acostumbrado.

El suave tono de Yuuki no disfrazaba el convencimiento con que hablaba la joven.

-No.

Aunque sólo había sido una palabra, Yuuki percibió el engorro que había detrás de ella. Para alguien controlador, planificador y acostumbrado a ejercer un severo autocontrol de sus emociones, encontrarse de repente con algo desconocido debía ser lo más cercano al miedo que podía estar. La joven sonrió contra la cálida piel de Kaname, diciéndose que, al fin y al cabo, parecía que estaban al mismo nivel en algo.

-Entonces, los dos tenemos algo que superar.