Bueno, iba a hacer un fic de crepusculo pero alguien (vamos, Nellie) me dió una idea y aquí está. No me olvidaré de los demás fics, mañana subiré otro capítulo de uno abandonado =D RR!
Levantarse, desayuno, preparar empanadas, comer, servir empanadas, cenar, dormir. Llevaba haciendo eso ya dos meses seguidos.
Levantarse, desayuno, esperar al Juez y matar clientes, comer, matar clientes y esperar al Juez, cenar, dormir. Llevaba haciendo eso ya dos meses seguidos.
"Hoy será otro día igual" pensó cierta mujer de ojos color de almendra mientras se intentaba desenredar el pelo antes de que llegasen sus clientes habituales y los nuevos que entraban por primera vez en la tienda ignorando de donde procedía aquella deliciosa carne.
- ¡Toby! ¡Es hora de abrir!- grito histérica Nellie Lovett mientras cambiaba de posición el cartel.
Como si hubieran estado esperando durante horas, una muchedumbre de gente se abalanzó para llenar todos los asientos tanto como del establecimiento, como de la terraza. Ya estaban pidiendo a gritos más cerveza y, por supuesto, más empanadas.
- ¡Señora, venga por aquí!
- ¡Más empanadas, por favor!
- ¡Cerveza!
Era lo que se podía distinguir entre tango jolgorio. Otro día frustrante hasta que, como todos los días, tuvo que cerrar por que se acababan las empanadas incluso habiendo subido tres clientes esa tarde a la barbería de Sweeney Todd.
- Deje ya de limpiar, señora, ya lo acabo yo- le quitó el trapo de entre las manos el joven huérfano cuando ya solo quedaba la mitad de las mesas de la terraza por limpiar y recoger.
- Claro que si, cielo, pero mañana, ¿vale?- dijo maternalmente mientras le despeinaba.
- Lo que usted diga, señora- y se fue dentro de casa dejando el trapo en su sitio con una sonrisa en la cara.
Nellie volvió a su rutina aunque diferente ya que era viernes, tocaba separar la carne de sus respectivos cuerpos y ese día tendría más trabajo que de costumbre ya que esa semana a su vecino se le estaba hiendo la mano. Fue a su habitación y se recogió el pelo en una coleta alta y se puso un vestido viejo por si se manchaba.
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Descansar, trabajar, trabajar, trabajar, cazar, descansar. Llevaba haciendo eso ya ni se sabe cuanto.
No le gustaba Londres. Era oscuro, siempre nublado y muy tétrico, lo perfecto para él pero no le gustaba. Le recordaba todo lo que había vivido y sobretodo le recordaba su pasado.
- Buenas noches, doctor- se despidió la criada de la mujer que acaba de atender con una sonrisa que no era exactamente de alegría.
- Buenas noches- y se marchó hacia su casa intentando no hacer caso al voraz hambre que tenía en aquellos momentos.
Se fue por el camino largo, se metió en todas las callejuelas que podía haber si encontraba algún animal abandonado pero por más que buscó y buscó no encontró nada. Llegó a su casa y se deshizo de los utensilios médicos volviendo a salir rápidamente.
- Buenas noches- escuchó varias veces saludar pero no levantó la vista del frío suelo y siguió caminando a paso rápido hacia las afueras de Londres.
Llevaba ya media hora caminando y comenzaban a escasear las casas y edificios así que, mirando antes, corrió hacia un bosque cercano. Allí encontró varios animales nocturnos que buscaban a sus presas, como él. Tardó poco aquella noche. Volvió a paso rápido sin llegar a correr hasta que llegó casi al centro de Londres y comenzó a andar normal.
Había todavía gente en las calles. No sabía que hora era exactamente pero calculaba que la gente estaría acabando de cenar. Estaban ya las "compañeras" en la calle esperando ganar algún dinero. Algunas se le insinuaron y otras directamente se le tiraron encima. Cuando por fin llegó a su casa y pensaba que había acabado ya el día, desechó la idea rápidamente: un intenso olor a sangre lo invadió por completo. Sus ojos dorados le cambiaron a un negro profundo. Giró la cabeza y soltando el pomo de la puerta comenzó a caminar en un sentido.
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Ya apestaba entera, seguro que sus órganos se estaban retorciendo a causa del asfixiante olor a sangre.
- Ya queda menos…- se dijo a si misma mientras metía la carne del penúltimo cadáver en la trituradora- ya queda menos…
Volvió a repetir el proceso y primero se deshizo de la ropa del frutero, después lo descuartizó para así poder separar la carne de los huesos fácilmente. Puso la carne en la trituradora y miró el montón de huesos que se apilaban en una esquina, tenía que deshacerse de ellos. Miró todo el sótano y paró la vista en una rejilla del suelo: las alcantarillas.
Cogió todos los huesos que pudo y los tiró abajo. Cuando acabó con ellos fue detrás para llevarlos a otro sitio.
- ¡Ah!- soltó varias veces cuando una rata aparecía de repente y le hacía soltar todo lo que llevaba encima para volver a recogerlos del suelo a regañadientes.
Cuando por fin alejo todos de su sótano volvió hacia la casa perdiéndose varias veces por el camino.
Al fin llegó y subió las escalerillas hasta el sótano, cerró la alcantarilla, hizo lo mismo con la puerta del horno y caminó hacia la salida cuando escuchó un ruido por encima del del fuego. Se giró lentamente y divisó una sombra que salió de la penumbra y se iluminó con la poca luz que había allí: era un hombre de no más de 25 años, era alto y con la tez blanca que hacía juego con su cabello dorado como el sol que había visto hace muchos años. Sus ojos negros como el carbón resaltaban en su cara perfecta, al igual que su cuerpo.
- Un… ángel- y cerró los ojos mientras se dejaba caer al suelo.
