Bienvenidas a mi nuevo delirio. Serán diez viñetas, o en su defecto one-shots, dependiendo de mi inspiración y principalmente de mi computadora. Estarán basadas en canciones, pero ojo: NO son song fics, yo simplemente me inspiro y escribo a partir de la música :P Ah, me olvidaba. Algunas van a estar narradas desde el punto de vista de Draco (como ésta) y otras desde el punto de vista de Hermione.

Lo de siempre: se aceptan críticas, sugerencias, lo que quieran. Espero que les guste.

Hoy: el tema es "More than Words" , un lentazo de Extreme. Las canciones serán de diferentes géneros. A mí me va más el rock xD pero en fin. Creo que va a haber suficiente para complacer a todas!

Sin más para agregar, le dedico esta primer viñeta a mi amigaza Shashira, a quien extrañé horrores en estos días en los que no tuve Internet y que fue la primera en leerla. Un beso enorrrme amiga, te quiero mucho!

Enjoy!

Elianela.

Para las amienemigas, la siguiente reflexión: "Mantente tan ocupado mejorándote a tí mismo de manera que no te quede tiempo para criticar a otros" ;)


Recuerdo el día en que me di cuenta de que estaba enamorado de ti.


Definitivamente, lo que Nott acaba de decir es la mayor estupidez jamás pronunciada. Incluso supera a las miles que ya han escapado de sus labios a lo largo de estos seis meses que llevamos en el colegio. Seis meses soportando sus sandeces, a todo momento y en todo lugar.

¿Cómo se atreve a decirme, a acusarme, a insinuarme tal cosa? Es como afirmar que la Tierra es cuadrada o que los gigantes son seres pacíficos y amigables. Humanamente imposible. Nunca podría suceder. Lo sé perfectamente.

Por eso lo que Nott dijo es una idiotez. Por eso lo fulminé con la mirada, provocando que media mesa de Slytherin se hundiera en el silencio, y me fui del Gran Salón sin haber probado bocado. Que se pudran todos.

Y ahora vago incesantemente por los pasillos vacíos, aprovechando que es domingo y que la mayoría de los estudiantes pasean por los terrenos y retozan a las orillas del lago, lanzándole trozos de comida al calamar gigante. Todos están felices y relajados, imbuidos por la luz del sol que hizo su aparición después de una interminable semana de lluvias. Ojalá pudiera estar tan tranquilo como todos.

Qué curioso. El horrible temporal de siete días coincidió con el incremento de las fastidiosas bromitas de Theodore hasta llegar a límites peligrosos. Toda la maldita semana molestándome con sus comentarios. Salvó su vida de milagro, gracias a mi ensimismamiento.

Por culpa de él, no pude dormir. En realidad no duermo bien desde hace mucho tiempo, pero eso es algo que no viene al caso. No pude dormir y me pasé todos los días embotado, yendo de una clase a otra como un Inferi sin voluntad ni conciencia, pensando, pensando…

¿En qué? ¿En Theodore, quien se vuelve más estúpido a cada segundo que pasa? ¿En el hecho de que tengo miedo de encontrarme contigo de repente y cometer un error? ¿En que desde hace seis condenados meses habitas mi mente? ¿En que ya no me importa nada ni nadie más, y dudo que vuelvan a hacerlo nunca?

¿En ti?

Porque lo cierto es que destruiste mi mundo, Hermione. Llegaste y lo rompiste todo, para luego reacomodarlo lentamente a tu gusto. Me llevaste al límite de la lujuria, del egoísmo, de la ira, de la pasión. Gracias a ti, lamentablemente, supe con certeza qué son los celos.

Unas ganas irresistibles y acuciantes de convertir a Ronald Weasley en polvo. El impulso irrefrenable de cortarle la mano que rodea de tanto en tanto tu cintura, de torturarlo una y otra y otra y otra vez hasta que aprenda a alejarse de ti. Deseos de matarlo, revivirlo y volverlo a asesinar una y mil veces. El instinto mortal a flor de piel. Y todo por ti.

Aunque, por más que cueste creerlo, entiendo a la comadreja. La entiendo a la perfección casi tanto como la envidio. Porque debe ser demasiado difícil mantenerse alejado de ti por más de un minuto. ¡Qué digo un minuto! ¡Un segundo!

Envidio a tus amigos, envidio a la niña que se sienta a tres lugares de distancia del tuyo, envidio a todos los malditos Gryffindors. Todo aquel que tenga la libertad y el permiso de respirar el mismo aire que tú merece mi desprecio. Cualquier persona, ser y objeto que disfrute de tu compañía está en mi lista negra.

Todavía no entiendo cómo es que no te diste cuenta de lo perfecta que eres.

Puedes alegrarme el día con una de tus sonrisas, aunque sé que no van dirigidas a mí y que probablemente nunca lo harán. Haces que tenga ganas de sonreír de manera bobalicona cuando te sonrojas y mi corazón parece querer huir desbocadamente de mi pecho cada vez que ríes. Tus rizos castaños invaden mis pensamientos en las clases de Historia de la Magia, Pociones y Encantamientos, bamboleándose e hipnotizándome como un idiota.

Y luego está el tema de tu perfume, claro.

Parece que lo haces a propósito. Pasas a mi lado en los recesos entre clase y clase, y te insulto como de costumbre. Tú simplemente te limitas a mirarme con asco, con un desinterés al que no logro acostumbrarme, me empujas deliberadamente y te vas. Siempre flanqueada por tus leales adláteres y la pequeña comadreja, quien no desaprovecha la oportunidad para enviarme veneno a través de sus fútiles intentos de herirme.

Y por muy increíble que parezca, tu aroma dulce se impregna en cada hebra que conforma mi vestimenta, allí donde ésta rozó la tuya. Tu olor se establece en mis fosas nasales durante un preciado instante, y luego se desvanece conforme es reemplazado por mi habitual esencia mezcla de tabaco y menta. Intento inútilmente retenerlo, lo busco en otras mujeres, averiguo, pero no es lo mismo.

Al igual que tú, me rehuye.

¿Cómo lograste llegar a semejante nivel de indiferencia? Antes te esforzabas al máximo por contestarme, por replicar con algún comentario ingenioso que lograra sacarme de mis casillas. Añoro nuestras poco civilizadas discusiones en las que llegabas a ponerte bordó de enfado. ¡Qué divertido espectáculo solías ser! Tus mejillas del color de las manzanas y tus ojos brillando con la satisfacción de haberte quedado con la última palabra.

Ingenua. Nunca te diste cuenta de que te dejaba ganar, ¿verdad?

Pero ahora todo es diferente. Apenas me prestas atención y ni siquiera te molestas en defenderte. Ahora siento frío donde antes estaba tu calor, ahora me siento muy solo y desvalido. Me duele más que nada en el mundo admitirme esto a mí mismo, pero me haces falta. Mucha.

Y esa es la confesión más atroz y escalofriante que he hecho en mi vida. Soy un Malfoy, al fin y al cabo, y los Malfoy no poseen ni deben poseer error alguno. Obviamente, las relaciones de dependencia están terminantemente prohibidas, al igual que el amor. Las esposas y los esposos cumplen los roles de acompañantes y la consumación del matrimonio es pura y exclusivamente por obligación. Cualquier búsqueda de satisfacción se realiza fuera de la pareja.

La palabra cariño no existe. Tampoco la palabra lealtad, ni la palabra ternura.

Debo ser autosuficiente y preocuparme por mí y sólo por mí. Así es la manera en que fui concebido y criado, y es mi obligación perpetuar el linaje puro de mi familia inculcándole los mismos valores y costumbres.

Nunca me había detenido a pensar en la importancia real de todas aquellas normas. Para mí, simplemente eran preceptos con los que tendría que cumplir a lo largo de mi vida y que a mi entender no tenían nada de malo. Mente superior domina mente inferior: mi familia era parte de la realeza del mundo mágico y yo me sentía con todo el derecho del mundo para pisotear las cabezas de cuantos se interpusieran en mi camino hacia la grandeza. No me interesaban los demás; no me importaba nadie excepto el majestuoso y perfecto Draco Malfoy.

Hasta ahora.

Me he dado cuenta de que tú también me importas. Me importas más que siglos de tradición y odio, me importas más que mi familia y que sus estúpidas reglas. Me intereso más por ti que por mi mismo. Podría estar muriéndome tranquilamente con tal de saber que tú estás bien. Que sonríes.

Te sorprenderías saber todo lo que sé de ti, Hermione. Podría afirmar que te conozco más de lo que tú te conoces a ti misma. Todo a fuerza de observarte, contemplarte desde la distancia. Anhelando, deseando ser un día lo que Weasley representa para ti.

Daría mi vida a cambio si me regalaras una sonrisa. Una pequeña e insignificante sonrisa, y yo sería feliz por el resto de mis días.

Sé que todos los días, sin excepción, tomas el mismo desayuno. Jugo de calabaza, tostadas con mermelada y avena. Lees "El Profeta" de principio a fin, abstrayéndote completamente con la lectura y mordiéndote el labio inferior cada vez que te encuentras con una noticia desagradable. Amo ese gesto. Amo todos tus gestos.

No te gusta el Quidditch y sólo concurres a los partidos por expreso pedido de tus amigos. Nunca has montado una escoba, y tampoco quieres hacerlo. Te dan miedo las alturas, algo extraño en ti, que eres la persona más valiente que conozco. Más valiente incluso que tu amigo, el gran Harry Potter.

La biblioteca es tu santuario. Si dependiera de ti, mudarías todas tus pertenencias allí y dormirías con "Historia de Hogwarts" como almohada. Cada tarde le das la misma excusa a Potter y a Weasley, quienes conocen de antemano el lugar al que te diriges, y te escapas a tu refugio. Allí lloras, ríes, descubres un mundo diferente en cada ejemplar. Te he visto clavar tus uñas en la madera, en las épocas de exámenes más arduas. Te he visto sonreír al aprender algo nuevo, acariciando el lomo del libro como si de un ser viviente se tratara. Te he visto llorar cuando creías que nadie te estaba mirando, ocultándote y creyendo que a nadie le importa tu sufrimiento. Pensando en lo tonta que eres al querer al alguien que no siente lo mismo por ti.

Te equivocas. Yo he estado allí. Siempre. Apretando los nudillos con fuerza sobrehumana a ambos lados del libro que finjo leer, conteniéndome para no caminar hacia ti y abrazarte. Apoyarte, mentirte y decirte que todo va a estar bien, sentir tu corazón latir cerca del mío. Tan sólo una vez.

Weasley no te merece. No merece ni una de las lágrimas que tantas veces recorrieron tus mejillas de porcelana. Es una idiota, una basura, el ser humano más ruin y despreciable del planeta. Debería estar viendo crecer el pasto sobre su cuerpo en vez de hacerte sufrir. Ya me hubiera encargado de él, de no ser por ti.

Porque lo amas. A decir verdad, crees que lo amas, porque lo que sientes no es más que un enamoramiento pasajero, una confusión. Es uno de tus mejores amigos, Hermione, y es normal y comprensible que en algún momento hayas confundido cariño fraternal con algo más profundo. Es obvio que tus sentimientos estén tan confundidos, como los míos. Suele suceder.

Aunque… ahora que lo pienso detenidamente, mis sentimientos están bastante claros. He llegado a una conclusión que no me gusta para nada, pero es un hecho que no voy a poder cambiar aunque viva cien mil años. Por más que conozca a todas las mujeres del mundo mágico, por más que me case y forme una familia en un futuro, siempre estará allí. Arraigado a mi alma, como un asqueroso parásito que todo lo infecta y lo corrompe.

Lo que siento por ti.

Algo tan fuerte que ni la guerra, ni tus amigos, ni mi familia podrán eliminar. Tan poderoso que persistirá a través de los tiempos. Más que amor. Mucho más que amor.

Pero el mundo es cruel, Hermione. Tan cruel y despiadado que sé que nunca llegarás a amarme del mismo modo en que yo te amo.

¿La razón? Muy sencillo: tú me odias. Me odias con la misma potencia con la que yo te amo, y es perfectamente comprensible. A lo largo de estos siete años no he hecho más que insultarte y humillarte como si fueras la más aborrecible de las escorias. Te hice la vida imposible a ti y a tus amiguitos y durante mucho tiempo les deseé una muerte lenta y dolorosa. No me arrepiento de lo que les hice a ellos en absoluto, pero sí de lo que te hice a ti. Sin darme cuenta, cavé mi propia tumba. Firmé mi sentencia de muerte y ahora renunciaría a toda mi fortuna por volver el tiempo atrás.

Te necesito más que al aire que respiro. Tú eres mi vida, tú le das sentido a todo y a nada y me vuelves loco. Tu alegría me vuelve loco, tu dulzura me vuelve loco. Tu cuerpo me transporta al más bajo de los infiernos, y la cantidad de duchas frías en medio de la noche que tuve que tomar forzosamente se ha triplicado en el último mes.

Para mi desgracia personal y para el deleite de la población masculina de Hogwarts en pleno, tus figuras infantiles han evolucionado para dar paso a una silueta grácil y envidiable, de curvas sinuosas y apetecibles. No eres voluptuosa ni llamativa; no obstante he tenido el desagrado de comprobar que en éste último tiempo cada vez más hombres se detienen a verte pasar, admirados de tu presencia. Has recibido piropos bastante halagadores, y otros más descarados, cuyos emisores tuve que acallar a fuerza de puñetazos. Los baños de chicos se han convertido en terreno prohibido para hablar de ti. Todos lo saben.

Todos lo saben pero nadie comenta. Nadie se atreve a divulgarlo, simplemente porque se rehúsan a creer, o porque me temen. Tienen miedo de lo que pueda a llegar a hacerles, y con razón.

Sin embargo, muy pocos tienen el coraje de atreverse a hablar del asunto, como Theodore, aunque sea en tono jocoso. Me pregunto cómo reaccionarían si les dijera la verdad, a pesar de que en este momento tengo mis serias dudas sobre si alguno de ellos no la conoce a estas alturas.

Seguramente mal, acorde a sus valores. Me acusarían de traidor a la sangre y de amigo de los impuros, me ignorarían de ahí en adelante y todo el respeto y la severidad que impongo perderían credibilidad en una fracción de segundo, Sería marginado y desdeñado por todos los Slytherins.

Si toda esa ridícula pantomima me interesara aunque sea un poquito, estaría gravemente preocupado. Haría hasta lo imposible por mantenerme alejado de ti y olvidarte para siempre, convencerme a mí mismo de que mi amor por ti sólo fue un terrible error que no puedo permitirme volver a cometer.

Pero como sé que soy completa y totalmente incapaz de hacer eso, me da igual lo que piensen de mí. Y en cuanto a mis padres… ése es un tema diferente. Me desconocerían y me desheredarían, sólo para comenzar con algo. Luego se encargarían de hacer desaparecer a Hermione de la faz de la Tierra, y a mí me encerrarían en una mugrosa celda en Azkaban hasta desfallecer. En el mejor de los casos, si ellos deciden actuar de manera compasiva.

Y eso no lo puedo permitir. No voy a dejar que te hagan daño, porque eres lo único que tengo. Lo único bueno y real que he tenido en toda mi endemoniada y miserable vida. Antes creía que lo tenía todo: dinero, mujeres, poder. Pero ahora comprendo que todo eso no te llega ni a los talones.

Por eso debo mantener las apariencias y pretender, como lo he hecho durante todo este tiempo. Nadie debe conocer la verdadera naturaleza de mis sentimientos, o de lo contrario ambos estaríamos perdidos.

Un cálido rayo de sol se proyecta sobre mi rostro blanquecino de aspecto mortuorio. Hace meses que no me alimento bien, que no duermo tanto como debería. Mis amigos se preocupan demasiado por mí e insisten en hacerme revisar por un sanador, pero yo no puedo decirles que todo es por tu causa, Si sigues empeñándote en aparecerte en mis sueños en actitudes non sanctas, no voy a sobrevivir mucho más tiempo, Hermione.

Mira en lo que me has convertido. Un patético blandengue a quien le importan más los asuntos del corazón y de esa criatura traicionera que llaman amor, que una necesidad vital como es la de ingerir alimento. Un despojo de lo que alguna vez fue una persona fría e impasible, ajena a la debilidad del resto de la gente. Jamás creí que podría llegar a admitirme a mí mismo todo esto, pero el hecho es que no podía seguir reservándolo en lo más profundo de mi conciencia, acallándolo cada vez que intentaba salir a la luz. Necesitaba de manera urgente aclarar mis pensamientos y disipar la tormenta de sensaciones que desataste en mi interior.

El sol se asoma por completo entre las pocas nubes que permanecen en la bóveda celeste, y su resplandor me da de lleno en el pecho. La caricia que me proporciona se torna caliente, abrasadora. Siento el refrescante alivio de la verdad en cada célula de mi cuerpo, finalmente en armonía con mi mente. Cierro los ojos un momento, tomando una enorme bocanada de aire, y cuando vuelvo a abrirlos veo todo bajo una luz nueva. Los colores más vívidos, el entorno más amigable. Mi pecho se infla con algo indescriptible, mezcla de orgullo y decisión. La sangre corre por mis venas a la velocidad del rayo y mi corazón desborda entusiasmo. Tengo ganas de gritar, de saltar y de reír a carcajadas de lo eufórico que estoy. De repente surge en mi interior una necesidad imperante de comer, y una sonrisa auténtica aflora a mis labios. He tomado una determinación.

Porque la verdad es, Hermione, que yo soy la persona indicada para ti. Ni Potter, ni Weasley, ni los miles de millones de hombres que viven en tu mismo planeta. Yo.

Me preocupo por ti más de lo que nadie podrá llegar a interesarse nunca, te protegería hasta del mismísimo Satán, le ofrendaría mi cuerpo y mi alma con tal de que tú estuvieras feliz. Viviría exclusivamente por y para ti. Sería tu esclavo personal y me tendrías atado a ti hasta el fin de los tiempos.

Por supuesto, también hay un pequeño contratiempo que sólo hace la tarea más emocionante. No puedo hacer que te enamores de mí en un abrir y cerrar de ojos; después de todo, no puedo pasar por alto tu odio encarnizado hacia mí y los años de desprecio y burlas constantes, pero estoy seguro de que puedo lograrlo en, digamos… dos meses. Dos meses y medio a lo sumo. Quizás menos. Puedo ser muy persuasivo si me lo propongo, y estaré satisfecho sólo de conseguir que te dirijas a mí sin insultarme. Tampoco pretendo un milagro.

Lo sé. Sé que voy a lograrlo. No ahora, ni mañana, ni pasado. Quizás tarde años en hacer que me ames, pero lo haré.

Un Malfoy siempre obtiene lo que quiere. Y yo te quiero a ti.


Espero que les haya gustado. La próxima viñeta quizás no sea tan excesivamente melosa como ésta :P

Gracias por leer!

Elianela