Lunático amor.

El expreso de Howgarts traqueteaba en dirección a Londres, en medio de una tormenta de nieve. La mayoría de los alumnos regresaban a sus casas para pasar las vacaciones decembrinas en un lugar que no fuera un nido de terror de los mortifagos. El colegio se había convertido en un lugar horrible, con Snape de director y aquellos hermanos contrahechos de profesores: sin duda alguna aquel trimestre había sido el mas terrible de la historia de Howgarts.

En el último vagón, las tres amigas que encabezaban la guerrilla de subversión en contra del director de la nariz grasienta conversaban alegremente mientras comían pasteles de calabaza de los que vendía la señora del carrito. Neville Longbottom comía con toda confianza a dos manos, Ginny Weasley parloteaba sin parar y Luna Lovegod miraba alredor con aire ausente y los ojos ocultos detrás de sus espectrogafas con una pata floja.

-El tren se detiene.- dijo de repente.

-Será otro de los retenes para inspeccionar que no viajen indeseables a bordo.- dijo Ginny con una mueca, recordando como el 1° de septiembre el tren había hecho una parada a medio camino, sin previo aviso, para llevarse a todos los estudiantes sangre sucia que habían cometido la imprudencia de viajar al colegio.

Según la publicación del señor Lovegod, esos niños estaban haciendo trabajos forzados en Azkaban.

Neville termino de comer su último pastelillo con un nudo en la garganta. Temía que ahora se llevaran también a los revoltosos, y aunque no temía por el (estaba seguro de que si se lo llevaban su abuela alardearía de ello, xd) si lo hacia por sus amigas, sobre todo por Luna, pues le parecía que la extravagante jovencita era como muy... indefensa.

Cuando el tren se detuvo por completo escucharon que se abrían las pesadas puertas, y unos momentos después muchos pasos y muy fuertes se acercaron. Ginny se retrepo en su asiento cuando la puerta corrediza de su compartimiento dejo ver unas facciones brutales, odiadas y conocidas.

-Aquí esta, señor.- dijo la voz jadeante de Fenrir Greyback, y la peste de su aliento llego aun a la nariz de Luna, que se la tapo.

-Muy bien, Greyback.- dijo la voz que inundaba todavía las pesadillas de Ginny, una voz bien modulada y fría que arrastraba las silabas.

El hombre lobo abrió la puerta y dejo pasar primero a Lucius Malfoy. Este iba cubierto con un abrigo blanco, inmaculado como la nieve que tenia sobre los hombros y sobre el largo cabello platinado. El mortifago barrió con sus ojos grises a Neville y a Ginny, y tendiendo la mano en dirección a Luna le dijo:

-Señorita Lovegod, tenga la amabilidad de acompañarnos.

Greyback rió como si se estuviera ahogando: el bruto no entendía las refinadas maneras ni la elegante maldad de la que el noble mortifago hacia gala.

Ginny, que se había puesto pálida al ver entrar a Malfoy súbitamente recobró el color y cogiendo del brazo a Luna grito:

-¡No, no se la llevaran!

Neville se levantó de un salto y se puso delante de las dos niñas con los brazos abiertos, mirando con resolución a Malfoy. Este aplaudió un par de veces y luego dijo:

-Vaya vaya, que enternecedora escena de amistad. Pero ya fue suficiente. Dejen que la señorita Lovegod me acompañe, solo vamos a... dar un paseíto. Señorita, por favor.- miro a Luna directamente.

Ginny y Neville se miraron el uno al otro y sacaron las varitas; pero antes de que pudieran usarlas Malfoy lo amarro a el con unas cuerdas aparecidas de la nada y Greyback cogió a Ginny por detrás y la levanto del suelo mientras resoplaba en su nuca y se le hacia agua la boca.

-¡Maldito, desgraciado, suéltame!- pataleaba la pelirroja, y Neville se veía morado de los esfuerzos que hacia por liberarse. Malfoy no pudo sino extrañarse del comportamiento indiferente de Luna. Se llego a ella y le quito las espectrogafas. Tuvo que reprimir una mueca de asombro al ver lo hermoso de sus ojos, tan grandes, tan claros, casi plateados. La barrio de arriba abajo con su mirada de libertino experto, y asintió complacido para sus adentros: incluso usando aquella tunica de uniforme la chica parecía tener todo lo que hacia falta.

Sin hacer caso de los improperios e insultos de Ginny Malfoy tomo entre sus brazos a Luna y la acaricio descaradamente por sobre la ropa.

-Solo estoy revisando que no lleve armas, señorita.- le dijo con una sonrisa maliciosa, y miro de reojo a Ginny mientras se demoraba innecesariamente en la revisión del posterior de la muchacha. – Muy bien, acompáñeme.

-¡Malfoy, maldito bastardo, a donde la llevas!

-Ay, por Merlín – repuso Malfoy con fastidio- ya sabia que los Weasley no podían dar educación a tantos hijos, pero contigo francamente se ve que los tienen como animales. ¿Sabes niña? Cada vez que te veo, espero de todo corazón que sea la última.

-Usted puede hacer que eso sea realidad, señor.- apunto con ansias Greyback – Déjeme comerme este bocadito...

-No Greyback. El señor Tenebroso nos ordeno solo llevarle a la chica Lovegod. – dijo autoritariamente Malfoy, y el rencor y la desilusión se pintaron en las brutales facciones del licántropo- Venga señorita.- jalo a Luna, que se dejo conducir flojamente.

-¡No Luna, no vayas con el!- grito Ginny, desesperada.

-¿Que otra cosa puedo hacer Ginny? – contestó la chica – No podemos ganarles y seguir discutiendo solo puede terminar mal. No quiero que les hagan daño por mi culpa.

-Una inteligencia digna de Ravenclaw. – apunto burlón Malfoy, recordando lo que de ella le había contado su hijo. Luego libero a Neville – Vámonos Greyback. Y ustedes pueden decirle a Xenophilus Lovegod que cuide lo que publica en su revista.

-También díganle que guarde bien el cuerno de snorckak de cuernos arrugados que ha conseguido, para que lo estudiemos juntos.- añadió Luna, soñadora.

Malfoy parpadeó sorprendido y salió llevándola del brazo. Greyback salió detrás de el, y unos segundos después el tren volvió a vibrar y a poco reemprendió la marcha. Ginny se había quedado llorando de rabia, abrazada a su amigo. ¿Que irían a hacerle a Luna esos desgraciados mortifagos? ¡Y todo porque su padre decía la verdad!

*

Malfoy, Greyback y la prisionera se aparecieron conjuntamente dentro de la misma mansión Malfoy, pues su dueño podía hacerlo. Lucius miro con fastidio como Nagini, la enorme serpiente de Voldemort engullía a uno de sus pavo reales blancos. El mortifago odiaba a ese bicho, odiaba a sus compañeros, odiaba a lord Voldemort pero sobre todo odiaba su estupidez, que lo había llevado, hace ya tantos años, a unirse al señor Tenebroso.

Claro que en aquel entonces Voldemort prometía ser mas de lo que parecía... Una amarga decepción para Malfoy fue ver como el que parecía capaz de lograr lo que Grindelwald no pudo (es decir, la supremacía de los magos sobre los muggles) se estancaba en mezquinas guerrillas de poder en la Gran Bretaña. Ni siquiera había alcanzado el status de mago tenebroso internacional, el hijoputa. Unas cuantas molestias en la península escandinava con los gigantes que recluto, pero de ahí en fuera...

La primavera antes de morir Dumbledore había tratado de que la Confederación Internacional de Magos lo declarara enemigo de la paz, para ser perseguido por los aurores de todos los países que conformaban la Confederación, pero como sus actividades se limitaban únicamente a Gran Bretaña (las actividades probadas) su petición fue rechazada. Era un asunto interno del país, dictaminaron. Los joputos, también. ¿Que les costaba perseguir a Voldemort para que así el pudiera librarse de el?

Era un visitante sumamente incomodo, y forzoso... Cuando Voldemort resucitó o lo que fuera, Lucius se sintió profundamente contrariado. Los muertos debían permanecer en sus sepulturas, no venir a alterar el orden en que los vivos estaban: él se había librado de ir a Azkaban, había hecho una brillante carrera y una sustanciosa fortuna, lo último que necesitaba era espectros chingativos del pasado que pusieran en riesgo su status. Y no solo lo puso en riesgo, sino que lo hizo perderlo. Cuando Voldemort volvió se vio obligado a fingir que le daba gusto el regreso de su antiguo amo, y a servirlo... Porque si no lo servia podía dar por perdida su vida, y en flor de su virilidad la encontraba deliciosa.

Casi fue un alivio para el cuando, tras fracasar en el departamento de Misterios lo llevaron a Azkaban. Quien lo hubiera dicho. Fue un alivio. Pero duro poco, gracias a políticos gilipollas como ese Fudge. ¡Por Merlín, como podía ser alguien así de inútil! Voldemort tomo el control del país por debajo del agua y a el, y a los otros mortifagos los sacaron de Azkaban. Naturalmente, las burlas, los reproches, los castigos, no se hicieron esperar. Voldemort lo torturo con la cruciatos, ¡a el! Mas que el cuerpo le dolió el orgullo, a el, un Malfoy, torturado por un sangre sucia, ¡aggrrr!

Ahora Voldemort empezaba a asignarle de nuevo pequeñas misiones, misiones un poco humillantes, como esa de ir a robar a una niña del tren, ¿por Merlín, que iba a ser lo siguiente? ¿Quitarle el chupete a un niño?

Nevaba ligeramente sobre sus jardines, y el entro a la mansión, convertida en cuartel general de los mortifagos. Miro con odio las patas enlodadas del cerdo de Avery ensuciando su finísima alfombra persa: ¡era voladora, y del siglo XVIII! ¡Y ese engendro la estaba llenando de lodo!

-¡Hola Lucius!- lo saludo alegremente Avery- Vaya climita que hacia en Transilvania, ¿he? – se señalo a si mismo y rió.

-Disculpa que no me detenga a hablar del tiempo contigo, Avery, pero necesito presentarle la rehén al lord.

-Esta en la biblioteca.- sonrió Avery sacando un cigarrillo y encendiéndolo- Adelante Lucius, estas en tu casa.- el mortifago se quedo riéndose de su chiste. Su mal chiste, pensó Malfoy.

Se encaminó a la biblioteca y miro de reojo a la niña: iba muy tranquila, como si nada de aquello fuera con ella. O mucho temple o mucha estupidez. Ya lo vería cuando la pusiera delante de Voldemort. Tembló ligeramente al quedar frente al lord.

-Aquí esta la hija de Xenophilus Lovegod, señor.

-Ah, muy bien hecho Lucius, muy bien hecho.- el señor tenebroso apenas la miro, estaba acariciando a su serpiente, que aun traía plumas blancas atoradas en las fauces.- Enciérrala con los otros.

-¿Porque me toma prisionera? Usted no tiene ningún derecho, lord Voldemort.- le dijo la niña con valentía.

Voldemort la vio como quien ve llover ranas y luego se rió breve y secamente.

-Esta tan loca como su padre, solo esperamos que no sea contagioso, ¿verdad Nagini? Claro que tengo derecho niña, soy el mas fuerte, el mas poderoso. Tengo tu vida en mis manos, podría hacerte matar ahora mismo solo para divertirme.

Luna le mantuvo la mirada sin amedrentarse demasiado. Lucius vio peligro y abrazó por detrás a la chica, envolviéndola con su capa blanca y tapándole los oídos.

-Podrías, es verdad, magnifico señor. Pero podrías igualmente dármela para que me divierta un poco con ella. Tal vez así se le grabe mejor la lección a su padre.

-Excelente idea Lucius.- lo felicito Voldemort- Eres el más sutil de todos mis mortifagos, y tu perversión es extraordinaria... aunque a mi gusto te centras demasiado en lo carnal.

Malfoy se encogió de hombros.

-La encerraré en mis habitaciones, señor, y te agradecería que esto fuera guardado en el mas riguroso secreto.

-Si, claro, no queremos que la querida Cissy se enfade, ¿verdad? ¿o es tu cuñada la que te preocupa? – lo provocó Voldemort.

-Bellatrix es mucho ruido y pocas nueces, como ya tuvo la oportunidad de comprobar, señor.

-Jajaja, cierto Lucius, cierto, aunque otro tanto podría decirse de ti, ya que los dos me fallaron con la profecía. Vete, tengo asuntos que atender.

Malfoy se inclinó, y aprovechando que su largo pelo platinado caía en cascada hizo una mueca a Voldemort. Luego salió llevándose a la niña. Sus habitaciones estaban en el ala oeste, tercer piso, de la mansión. Habían sido suyas desde su infancia, eran su oasis, a salvo de los intrusos, a salvo de Narcisa, que vivía en el ala este. Estaba hastiado de su mujer, tan cobarde y apocada... lo único rescatable que poseía era su gesto altivo, pero nada mas. Nunca abría la boca porque no tenia nada que decir. Muchas veces se había preguntado si no hubiera sido mejor que su padre lo casara con Bellatrix: por lo menos su cuñada era apasionada y aficionada al sadomasoquismo...

Las habitaciones de Lucius eran esplendidas; tenia un saloncito para recibir, un pequeño despacho-biblioteca, un baño con jacuzzi y un enorme dormitorio con terraza, con una vista privilegiada de la parte mas bella de su jardín. Sin embargo, no era ahi donde planeaba encerrar a Luna, sino en su buhardilla secreta. Metió a la chica en el armario, movió una palanca y una tabla del fondo del mismo se hizo a un lado para dejarlos pasar a una escalera de caracol.

Lucius apuntó con su nueva varita (hecha por el secuestrado señor Ollivander) a la espalda de la jovencita, su pelo dorado y desgreñado le llegaba hasta las caderas y contrastaba con su tunica negra. Admiro el delineo del derreire de la chica bajo la tunica: de trasero estaba bien. Al final de la escalera de caracol se abría una estancia baja, mal iluminada por un ventanal de sucios cristales. El papel tapiz que cubría los muros estaba mohoso y se desprendía a tiras. Había un montón de armarios desvencijados y de viejos baúles entreabiertos, y al centro de la habitación, bajo una araña de cristalería a medio romper había un gigantesco y mullido sofá, tapizado de verde, muy suave, con cojines y mantas desordenadas encima. Ese sofá era el rinconcito favorito de Lucius, pues aquel desván era secreto: nadie mas que el estaba al corriente de su existencia, y cuando quería esconderse, aquel era el lugar.

Con un movimiento de varita encendió las velas de la araña y a la luz calida de estas pudo apreciar mejor la belleza de su cautiva: de altura no le llegaría a la barbilla, así que debía medir como un metro con sesenta y cinco centímetros, era delgadita, de poco busto, aunque siendo tan jovencita cabía la posibilidad de que aun le creciera. Tenía las caderas mas anchas que los hombros y unas piernas largas. De cara era muy bonita; la tenía ovalada, de finas facciones, muy suaves, la curva de su boquita era tan besable... La nariz era recta, finita y los ojos eran muy grandes, y muy claros... muy bellos. Lucius termino su examen previo con una sonrisa satisfecha.

Luna a su vez también lo había mirado, pero en su caso mas que descubrimiento se trataba de reconocimiento. Ella recordaba perfectamente los rasgos del señor Malfoy de aquel día de la aventura de los cerebros voladores en el Ministerio de Magia. Draco le había gustado un poco cuando entro al colegio, pero al conocer a su papa se olvido por completo de el. El señor Malfoy era guapo como un sueño: era alto, con un cuerpo esbelto pero varonil: espalda ancha que se adelgazaba hacia las caderas, unas manos grandes y bellas, un trasero estupendo y ese pelo tan largo y tan clarito, mas que rubio parecían hebras de plata, y siempre tan bien peinado, Luna se preguntaba como haría para tener el pelo así de bonito. Su rostro era de facciones angulosas, perfectamente afeitado, de labios largos y delgados, nariz levemente respingada y unos ojos grises y claros hermosos y terribles, duros, como el metal.

A Luna le gustaba mucho el señor Malfoy, y se había entristecido cuando lo llevaron a prisión, pero sabia bien que lo merecía. Se alegro por el cuando escapo, aunque aquello le parecía una especie de traición a Harry... pero es que el señor Malfoy de veras le gustaba. Lo que no le estaba gustando era el modo en que la estaba mirando, como si quisiera comérsela... Pero no podía ser, el único mortifago que comía gente era Greyback, ¿no? Abrió la boca para decir algo pero Malfoy llego de un salto a su lado y se la tapo con una mano.

-No grites pequeña.- le dijo mientras con la otra la estrechaba por la cintura- No tiene caso. Nadie vendrá en tu ayuda y me obligarías usar la violencia.

Mirándola directamente a los ojos le quito la mano de la boca, la puso sobre su mejilla y le levanto la carita, y siempre manteniendo el contacto visual, acerco su rostro lentamente al de ella... Luna se sentía como hipnotizada, como si estuviera mirando a una serpiente... Solo reacciono cuando los labios del señor Malfoy se unieron a los suyos.

¡Aquel era su primer beso! ¡Y se lo estaba dando el hombre que le gustaba! Pero estaba mal, muy mal... la situación estaba muy mal: a ella la habían secuestrado y el señor Malfoy era casado... Así que solo se permitió disfrutarlo por un instante antes de romper el beso, dar un paso atrás y pegarle una tremenda bofetada a Malfoy.

-¿Como se atreve?- le dijo con las mejillas encendidas.

El golpe hacia que la cara le ardiera a Lucius, pero le había gustado. Esa niña era una buena victima, iba a defenderse. Puso mal gesto y avanzo el paso que ella había retrocedido, le cogió las muñecas y le mantuvo las manos abajo mientras se inclinaba a robarle otro beso. Luna meneo la cabeza y logro romperlo.

-¡Déjeme! Soy su prisionera, usted no tiene ningún derecho a besarme – protestaba negándole su boca. Malfoy opto por simplemente besarle las mejillas o lo que estuviera al alcance de sus labios - ¡exijo que se respeten mis derechos y me lleve a una celda!

Lucius la alzo por la cintura y Luna pataleo en el aire, tratando de soltarse de Malfoy, pero el tenia mucha experiencia... no era la primera vez que violaba, de hecho, le encantaba hacerlo, era su fantasía favorita, forzar chicas... o chicos. La mayoria muggles, para no ser pillado. Y cuando se ponía sádico le encantaba oírlas gritar y pegarles.

Llevo a Luna hasta el sofá y la tumbo en el, tumbándosele encima, forcejeando mas con ella, como un gato que juega con su ratón... Tenia mucho espíritu la chica, y no había derramado ni una sola lagrima. Poco a poco, mientras le robaba besos y caricias por sobre la ropa una idea fue entrando en su mente, asentándose ahí... una idea rara y extraña: proteger a Luna. Incluso había comenzado a protegerla antes de darse cuenta, al pedírsela a Voldemort para salvarla de una muerte bastante probable. Esa niña debería estar agradecida: la vida de la hijita de un chiflado no valía nada y el se estaba arriesgando por ella.

Intuía que era una chica muy especial, y no quería lastimarla. Bueno, en el jueguito previo ya le había rasgado la tunica y el ya estaba bien excitado: era hora de pasar a lo bueno. Y si no quería lastimarla solo había una opción.

-¡Imperio!- hechizò.

La mente de Luna, tan abierta y liviana era presa fácil para la maldición controladora. Sintió que su mente se vaciaba y que flotaba en un mar e confort. Lucius Malfoy estaba parado ahí delante, dirigiéndola.

-Déjate hacer, pequeña, y disfrútalo. – el Lucius en su mente y el Lucius en la realidad coincidieron besándola.

Y Luna no se resistió mas.

Malfoy le quitó la túnica desgarrada y vio que bajo esta la chica llevaba una camisetita con corpiño incluido, blanca, con un moñito al centro, lo mismo que las braguitas. Acaricio el cuerpo de la jovencita sobre su ropa interior mientras le besaba el cuello, a horcajadas sobre ella: su cuerpo se sentía tan firme, tan mórbido... la jovencita temblaba bajo sus manos.