Disclaimer: Ninguno de estos personajes me pertenecen (más quisiera) sino a JK Rowling, de ellos solo poseo sus personalidades y sus perversiones.

Este es el primer fic para la tabla ROse de la comunidad vrai_epilogues.

Espero que a nadie le escandalice demasiado. Si no eres capaz de soportar el incesto entre primos, no deberías estar aquí. A todos los demás! DISFRUTAD!!!Y recordad que un fic se alimenta de reviews!!!


#MELOCOTÓN

La primera vez que Rose había, literalmente, invadido su habitación con sus enormes ojos marrones mirándolo absolutamente todo y su vocecita más chirriante que melodiosa, James no se lo había tomado demasiado bien. De hecho, si no la había echado a patadas de allí fue porque sabía las terribles consecuencias que vendrían de mano de su tío Ron. Rose era su prima pequeña y no comprendía porque tenía que venir a molestarlo a él y no a Lily.

-¿No te aburres aquí conmigo? –le había dicho más de una vez a modo de clara indirecta.

-No –contestaba siempre ella. –Me gusta tu música y tu compañía.

Y así se tiraban las horas muertas en unas de las habitaciones superiores de Grimmaud Place. Rose tumbada sobre la alfombra con las piernas apoyada en la cama y hojeando cualquier revista que hubiera traído y James sentado en su silla de escritorio, tamborileando con los dedos la canción que estuviera sonando en ese momento.

Las semanas y el verano fueron pasando sin que ninguno de ellos se percatara necesariamente de ello. El enojo y la incomodidad de James se fueron convirtiendo en deseo e impaciencia porque se repitieran aquellas tardes. Rose no resultó ser la niña estúpida y cursi que su primo creía. A ella le gustaba el quidditch y las películas muggles antiguas, era inteligente y sabía escuchar. Las conversaciones con ellas eran enriquecedoras. No había presiones, ni intentos por aparentar ser algo que ninguno de ellos dos era. Rose se había convertido de la noche a la mañana en su confidente, su amiga, su igual.

-¿Qué te ocurre, James? –le preguntó la muchacha desde su posición horizontal sobre la alfombra.

El muchacho dio un respingo, consciente de todo el tiempo que llevaba mirándola fijamente. Rose le sonrió con su manera cálida y comprensiva, y él no pudo hacer otra cosa más que desviar rápidamente la mirada avergonzado, sintiendo un calor dentro de su cuerpo que debería analizar mucho más tarde, cuando estuviera solo de nuevo en su habitación.

-Mañana volvemos a Hogwarts –continuó en cuanto vio que su primo volvía a su mutismo acostumbrado. –Voy a echar de menos nuestras tardes. ¿Tú no, James?

Ella le miró esperanza. Esperando que su primo le respondiera afirmativamente, deseando ver que él también había llegado a disfrutar aquellos momentos juntos casi tanto como ella.

-¿Seguiremos siendo tan amigos dentro del colegio? –Ella volvió a su revista –Sé que las chicas y los entrenamientos de quidditch te quitarán mucho tiempo, pero sacarás un ratito para mí, ¿verdad, James?

Su tono era despreocupado y nada exigente, y por una razón que él desconocía eso era precisamente lo que más le molestaba. El mayor de los Potter había oído muchas veces aquel ruego de los labios de las muchachas del colegio. De muchas de ellas, incluso de las slytherins. Peticiones que siempre habían estado tañidas de pretensión. En cambio, ahora que se lo exigía Rose, su prima, no lo olvidemos, al contrario de lo que le había ocurrido todas las otras veces, lo que odiaba y le enfurecía es la forma tan desapasionada con la que se lo pedía, como si aquello no fuera más que una frase hecha, algo que estaba obligada a decir pero que en realidad no sentía.

James se levantó de su asiento y se dirigió rápidamente a la puerta, la abrió de malas maneras y dijo claramente, antes de salir por ella dando un portazo:

-No lo sé, Rose. Tú misma lo has dicho, voy a estar muy ocupado.

Ninguno de los dos estuvo demasiado desencaminado con sus predicciones respecto al colegio. James se había convertido aquel año, su sexto, en el capitán de Quidditch de Gryffindor. Lo que podía traducirse por horas de entrenamientos extras y planificaciones de estrategias, y encuentros no tan fortuitos pero sí muy frecuentes en el armario de las escobas del cuarto piso. La estúpida de su prima, o más que estúpida, prohibida, había de dejado de atormentarle por los pasillos casi a los dos meses de las continuas negativas de James por concederle una sola hora de su apretada agenda. Así que, casi por culpa, o quizás, gracias a James, Rose empezó a ser un ente social cada vez más notorio entre los pasillos de Hogwarts.

Lejos quedaron las tardes de verano donde cada uno ansiaba la compañía del otro, donde la piel suave de Rose se había vuelto demasiado apetecible y dónde su olor a melocotón era tan embriagador que más de una vez James creía morir de intoxicación.

-Deja de dar vueltas por la casa, James, hijo. Pareces un maldito león enjaulado y me estás poniendo nervioso.

El moreno miró a su padre, el gran Harry Potter, sentado en un enorme butacón junto a la chimenea. El año escolar había pasado dolorosamente rápido y cuando volvió a su casa y echó el primer vistazo a su habitación se dio cuenta de que había sido inútil intentar huir de aquello. Su cuarto, sus discos, su cama… su alfombra. Todo gritaba a gritos un solo nombre. El único que él había intentado silenciar durante todo el curso.

-¿Sabes cuándo dijo el tío Ron que vendría a cenar? –le preguntó antes de sentarse en el sofá junto a su padre y coger un libro de la mesita.

-Dijo que sobre las ocho estaría aquí, ¿por qué?

-Son las ocho y cinco –puntualizó el muchacho mientras miraba las páginas que tenía entre las manos sin ver una sola palabra.

Harry lo miró extrañado.

-Ya conoces a tu tío, Ron. Siempre suele retrasarse.

Media hora más tarde, James salió disparado hacia la puerta cuando oyó el timbre. Ron lo saludó con un efusivo palmeo en la espalda, mientras se abría paso al interior de la casa para saludar a Harry. Su tía Hermione fue un poco más comedida, le dio un par de besos y le hizo el par de preguntas de rigor sobre la escuela y sus estudios. Hugo simplemente le preguntó dónde estaban Albus y su videoconsola. Cuando no quedaba nadie más esperando en el marco de la puerta, James tuvo que cerrarla, aturdido y desconcertado.

-Tía Hermione.

-¿Sí, Jimmy?

-¿Dónde está, Rose?

-¿Rose? –ella lo miró cómo si aquella pregunta fuera lo más extraño que había oído en mucho tiempo. –Salió a cenar con sus compañeras de casa, pero se pasará por aquí dentro de una hora. ¿Por qué?

-No, por nada. Tenía un par de discos nuevos que quería enseñarle. Solo eso.

-Bueno, podrás enseñárselos cuando vuelva –Hermione le sonrió y se fue a la cocina para ayudar a Lily a terminar con la cena.

James no estuvo más de media hora cenando con su familia. Después de excusarse por no sentirse demasiado bien, se fue directo a su habitación y se encerró allí con la música a toda pastilla. No sabía lo que le ocurría, porqué se sentía así, porqué había sentido ese vacío tan devastador cuando no había visto a Rose en la calle.

Alguien llamó a la puerta y James se limitó a darle el paso. Rose abrió lentamente la puerta, con unas arruguitas en la frente que indicaba lo preocupada que estaba.

-Tu madre me ha dicho que no te encontrabas muy bien –dijo mientras entraba y cerraba la puerta tras de sí. -¿Qué te pasa?

El muchacho la miró un momento. Iba vestida con una minifalda blanca y una camiseta negra con los labios de los Rolling Stones, unas sandalias blancas y bastante rimmel negro en las pestañas como para realzar lo suficiente sus grandes ojos marrones. Definitivamente, no iba vestida como para una cena informal entre amigas.

Ella se acercó un poco más.

-¿Tienes fiebre? –le espetó mientras apoyaba su mano en la frente del muchacho para tomarle la temperatura.

-No. –Le dijo él sin moverse –Sólo estaba un poco cansado.

Ella le miró unos instantes, comprendiendo lo que su primo insinuaba. Lo que se había molestado en dejarle bien claro desde que llegaran a Hogwarts.

-Entiendo. Sólo quería ver cómo estabas –Rose se inclinó un poco y le dio un beso ligero en la mejilla. –Nos vemos otro día, primo.

James le agarró la mano antes de que ella pudiera un solo paso más para alejarse de él.

-No seas tonta, Rose. Quédate. Hace mucho que no hablamos.

Ella se rió y sus ojos se iluminaron.

-¿Y de quién es la culpa, señor-capitán-de-equipo?

-Lo siento, Rosie. –se disculpó el moreno bajando la vista y soltándose de su prima.

La niña re revolvió un poco el cabello y se subió de un salto a la cama.

-Te perdonaré sólo con una condición.

James enarcó una ceja interrogante.

-¿Qué condición?

-Que me dejes contarte mi noche –le contestó, arrellanándose un poco más en la cama y poniéndose un cojín sobre las piernas cruzadas para cubrir cualquier parte poco decorosa que pudiera quedar a la vista. –Todas mis amigas se han ido de vacaciones fuera del país y necesito consejo ahora. Y mejor si es masculino.

-¿Consejo masculino? ¿No habías ido a cenar con tus amigas esta noche? –él también se echó para atrás y se apoyó en la pared, quedando hombro con hombro con Rose.

-No. Esa es sólo la versión que le di a mis padres –su voz sonaba tan alegre y despreocupada que James empezaba a temerse lo peor. –No te chives, ¿eh?

-Entonces… ¿dónde has estado?

James miró directamente a su prima y vio, con cierto regusto amargo, cómo sus mejillas empezaban a adquirir el característico color Weasley.

-He tenido una cita con Julian.

-¿Julian? –repitió el muchacho.

-Nott. Julian Nott.

-¡¿Qué?! ¡¿Con ese asqueroso Slytherin?!

La muchacha se apresuró a taparle la boca con su propia mano.

-Baja el tono, James –le susurró. –Mis padres siguen abajo.

Rose retiró la mano y miró expectante a su primo. Él la sopesó con la mirada.

¿Por qué ella tenía los ojos tan brillantes?

-¿Qué hacías tú con ese… ese… esa serpiente?

La chica volvió a sentarse sobre el colchón y se cruzó de brazos lanzándole una mirada amenazante a James.

-No vuelvas a llamarle así –le espetó. –Ya te he dicho qué hacía con él. Tener una cita.

-Bien, pues no quiero oírlo.

-¡¿Qué?! ¡Yo he soportado tardes enteras escuchándote hablar sobre tus líos con McCarney y con Wood! ¿Y ahora que te necesito me das la patada? Creía que nuestro… distanciamiento acabaría cuando volviéramos de Hogwarts, pero está claro que me equivocaba.

Rose apartó la vista de los ojos castaños de su primo, tan parecidos a los suyos propios. Estaba enfadada, James lo intuía, pero también estaba dolida. Había acudido a él buscando a un amigo y se había topado con un estúpido niñato engreído.

-¿Ha ocurrido algo? –preguntó al darse cuenta que la actitud de la niña debía tratarse de algo más que una simple cita.

Ella lo miró con desconfianza, pero cuando James le sonrió como sólo él solía hacerlo mientras se pasaban las tardes enteras tirados en la cama, uno junto al otro escuchando los viejos discos de su madre, toda la fortaleza Weasley de Rose se vino abajo.

Suspiró.

-Julianmehabesado –soltó de sopetón mirando directamente a su primo.

-Si vocalizas quizás pueda entenderte.

Ella se revolvió nerviosa.

-Que Julian me ha besado –dijo al fin.

James la miró fijamente, intentando asimilar todas y cada una de las palabras que acababa de oír. El solo hecho de imaginarse a esa serpiente engominada acercándose a menos de un metro de su prima lo cabreaba. Imaginarse a ambos besándose era más de lo que podía soportar.

-¿Te gustó?

Ella se lo pensó un momento y torció la cabeza no muy convencida.

-Bueno…

-¿Bueno?

-La verdad es que no mucho. Fue demasiado… húmedo.

Lo que le faltaba a James. ¡DETALLES!

-¿Qué quieres decir?

-Fue todo muy baboso. No lo sé, me esperaba algo muy diferente la verdad. Después de escucharte a ti y a Albus, pensé que todo sería más bonito, más mágico. Fue todo demasiado apresurado, incluso creo que me dio un poco de asco.

¿Así que era eso?

James respiró interiormente. Por lo menos ese estúpido de Nott había sido tan inútil como para haberla fastidiado.

-¿Significa eso que soy lesbiana, James?

-¿Qué?

El chico salió de su ensimismamiento y prestó atención a lo que estaba diciendo su prima. Ahora ella se sujetaba las piernas abrazándose las rodillas y le miraba interrogante, esperando que él resolviera de una vez por todas lo que llevaba corroyéndole toda la noche.

-Que si soy lesbiana.

-¿Por qué dices eso?

-Odio lo que me hizo, Julian. Y no pienso volver a repetirlo. Quizás es que me gustan las chicas, por eso me repugnó tanto ese beso.

-No digas estupideces, Rose. Lo que pasa es que Nott es un imbécil y un negado con las tías. Eso es todo.

Sin poder soportar más aquello ojos eclipsándole, James se levantó de la cama y se dirigió a su escritorio. Tanta proximidad había vuelto a despertar los impulsos que tanto se había molestado en enterrar. La imagen de Nott besándola y acariciándola no paraba de acudir una y otra vez a su mente. Y ahora se daba cuenta de que no odiaba a Nott por besar a su prima, sino por que él, el capitán Potter, no podía.

James cogió uno de sus discos preferidos de Bon Jovi y lo puso en el ordenador.

-¿Cómo puedes estar tan seguro? –insistió Rose. James se giró hacia ella, quedándose apoyado sobre su escritorio. -¿Cómo sabes que es él y no yo la que es una completa inútil con esto de los besos?

-No creo que sea culpa tuya, Rose.

-¿Por qué no? Es posible que…

-Deja de darle vueltas, por favor. No eres tú. Fin.

Rose no dijo nada, pero su mirada le hizo saber a James que aquel tema era uno que no dejaría de atormentarla en las próximas semanas. James se resistió contra el impulso que le pedía a gritos que disipara todas las dudas de su prima, pero perdió. La verdad es que tampoco lo intentó con demasiadas fuerzas.

-Si quieres podemos comprobarlo –siseó. Tal y como haría un slytherin.

Rose le miró sorprendida.

-¿Cómo podemos comprobarlo?

Él se encogió de hombros despreocupadamente, quitándole importancia a lo que estaba a punto de decir.

-Nos besamos y yo juzgo que tal besas. Así de fácil.

Ella se rió estrepitosamente.

-No digas estupideces, James. Somos primos. ¿Cómo vamos a besarnos?

-A mí no me parece tan descabellado. Ya que somos primos no habrá nada sexual en nuestro beso.

Rose se paró un momento a pensarlo. En realidad, si lo analizaba fríamente él tenía razón. Eran primos y tenían la suficiente confianza como para hacer algo así juntos. Además, como ella bien sabía, James tenía la suficiente experiencia como para decirle de verdad qué es lo que podía estar haciendo mal.

Ella lo miró tímidamente y asintió. James esbozó una sonrisa de medio lado, nervioso, y se acercó hasta la cama. Rose notó con cierta satisfacción cómo se hundía el colchón bajo ella cuando su primo se sentó a su lado. Aún seguía con las piernas recogidas y abrazadas, pero el morenas se las ingenió para poder hacerse con un mechón suyo de pelo y acercarse hasta su cuello, lo suficientemente cerca como para que pudiera oírle susurrar a pesar del volumen de la música.

-Todo es cuestión de preparar bien el terreno –fue lo primero que le dijo. Se acercó un poco más a ella y su aliento hizo que se le pusiera a Rose toda la carne de gallina. -¿Te besó Julian aquí antes de besarte?

James acarició con su lengua la parte de atrás de su oreja.

Rose no pudo evitar dar un respingo ante aquella sensación. Luego negó.

-Fue torpe. A puesto a que tampoco te besó aquí –ahora le tocó el turno al cuello de Rose de recibir las atenciones de James. –Supongo que le limitó a invadir tu boca sin esperar si quiera una bonita invitación. Hueles muy bien, Rose. A melocotón.

Antes de que la niña pudiera siquiera enterarse de lo que estaba ocurriendo, James estaba besando su cuello de nuevo. Su primo, como él siempre se había molestado en repetirle, era tranquilo pero exigente. Todo el cuerpo de la muchacha estaba concentrado únicamente en el recorrido de aquella lengua sobre su piel. El miedo empezó a apoderarse de ella, cuando sintió un calor brutal y arrollador en su estómago. Un miedo por lo que sabía que estaba ocurriendo y por lo que podría desembocar continuar con aquel estúpido juego.

-James… -musitó, soltando el abrazo de sus piernas y aferrándose a los brazos fuertes de su primo.

-¿Mmmm? –demandó él contra la tierna carne de la curvatura de su cuello.

-Creo que… -suspiro. -… lo mejor es que… -Rose cerró los ojos con fuerza. -… paremos esto.

James se separó un poco y miró a Rose directamente a los ojos. Con cierto orgullo masculino, comprobó cómo éstos estaban nublados, contrastando claramente con el color enrojecido que estaba adquiriendo la piel de la muchacha.

-¿Parar? –dijo sorprendido. -¿He hecho algo mal?

Ella volvió a negar trabajosamente con la cabeza.

-Es sólo que…

-Bien, porque nos acercamos a la mejor parte.

El moreno volvió a inclinarse sobre Rose, esta vez de frente, atrapando los labios de ella entre los suyos. Al principio los acarició con la lengua, incitándolos, dándoles una ligera idea de lo que se proponía hacer y de lo que quería. James deslizó una de sus manos tras el cuello de Rose, acercándola más a él. Normalmente, llegados a este punto, él sólo buscaba la propia satisfacción personal, sabiendo que las chicas estarían dispuestas a hacerle lo que él les pidiera. Esta vez era distinta, ya no le importaba tanto el recibir como el proporcionar. Rose era inexperta, podía notarlo en el temblor de su cuerpo y en la indecisión de sus acciones, pero precisamente eso es lo que la hacía tan apetecible. Nadie más la había tocado, no al menos cómo lo estaba haciendo él ahora y eso hacía que la deseara aún más.

Rose entreabrió un poco los labios, adivinando que eso era precisamente lo que James tanto le pedía con sus gestos. Cuando la lengua de su primo se introdujo en su boca y empezó a juguetear con la suya, la pequeña Weasley sintió algo que jamás en su vida había probado: necesidad, anhelo… excitación. Respondiendo al llamado de James, Rose comenzó a ser también partícipe de aquel juego de dominación y esquivos.

Con una ligera presión, James hizo que ambos se recostaran del todo sobre el colchón. Las dudas de Rose desaparecieron en aquel instante y se dejó engullir por el placer que su primo le estaba regalando. El muchacho se acomodó entre las piernas de Rose y siguió besándola mientras le acariciaba el pelo.

Con una sonrisita satisfecha se separó de ella y la miró. A la niña le costó un par de segundos ubicarse en el tiempo y en el espacio.

-¿Te besó Julian así? –preguntó con cierta maldad.

-No –se apresuró a contestar ella, creyendo que así su primo se apiadaría de ella y volvería a besarla como lo estaba haciendo hasta ahora.

-¿Te gusta como lo hago yo?

-No lo sé –Rose tenía miedo de que si le decía lo que de verdad pensaba, que sus caricias, sus atenciones y sus besos eran lo mejor que había experimentado en su vida, el juego acabaría.

-¿No lo sabes? –preguntó él confundido. –Bueno, eso tiene fácil solución.

James volvió a recostarse sobre ella. Le besó el mentón, descendió por su cuello y enredó sus dedos entre los de Rose. Ella se revolvió inquieta, deseosa de recibir más, necesitando sentirlo más cerca, más suyo, más dentro.

Él volvió a besarla en los labios, mientras seguía aprisionando las manos de Rose. Esta vez sobre la cabeza. Dejó una mano libre y le acarició una de sus piernas. Era verano y James dio gracias a quién inventara las minifaldas, por poder sentir directamente la piel tersa y cálida de Rose entre sus manos. Cuando James se abrió paso camino arriba entre esas dos piernas que le estaban volviendo loco, Rose las abrió, dejándole el camino libre a lo que quiera que fuera hacerle en ese momento.

-Mis padres siguen abajo –musitó ella contra sus labios. –Y tus padres y tus hermanos también.

James la acarició sobre la tela de sus braguitas y Rose no pudo evitar que se le escapara un gemido.

-Entonces más nos vale estar calladitos.

El chico siguió acariciándola al mismo tiempo que la besaba, aumentando el ritmo a medida que notaba a Rose más ansiosa. Su prima siguió gimiendo quedamente, sonido que no hacía más que aumentar la excitación de James.

-James… -murmuró inconscientemente. –Déjame a mí también tocarte. James…

-No, Rose. Por ahora estoy conteniéndome, pero no sé si podré seguir haciéndolo si empiezas a tocarme.

-Pero James…

Considerando que estaba lista y lo suficientemente húmeda, James deslizó uno de sus dedos dentro de Rose. La muchacha se sorprendió un poco ante esa nueva intrusión, pero cuando el chico siguió besándola, ella sólo se dejó llevar. La sensación se volvía más maravillosa a medida que ambos cuerpos se adaptaban el uno al otro. Se convulsionó y acercó su cuerpo aún más al de su primo, frotándose contra el de él. Cuando le vino el orgasmo, no pudo reprimir lanzar un gritito que fue prácticamente engullido por el It's my life que salía de los altavoces.

Con la respiración acelerada, James salió de ella y se recostó a su lado, respirando con dificultad. A ella aún le costaba pensar con claridad.

-¿Por qué no le dices a tus padres que hoy te quedas aquí a dormir? –le sugirió James en cuanto su cuerpo fue capaz de emitir otro sonido que no fuera un gruñido. –Cuando Lily se duerma y te cueles en mi habitación, podrás tocarme todo lo que quieras.

Rose se giró hacia el muchacho y su rió tranquilamente. Al cabo de unos minutos, le besó en los labios y salió de la habitación, sintiéndose un poco culpable porque sabía que sus padres nunca sospecharían la verdadera razón por la que dormir en casa del tío Harry se iba a convertir en más que una costumbre aquel verano.