Las horas pasan, al igual que los días, los años, los siglos…Tiempo...Tanto tiempo sin verse. Por cobardes, se perdieron lo más maravilloso de la vida. Por orgullosos, sacrificaron un futuro lleno de dicha y plenitud….El mundo es un pañuelo, tan chico para el universo y el espacio. Sólo bastó unos instantes en una estación, para darse cuenta, de lo que dejaron atrás…Mirada castaña, mirada esmeralda, ambas arrepentidas por el pasado, y lamentados por su presente. Y después de todo… ¿el reencuentro como sería?

Disclaimer: Nada de esto me pertenece, los personajes son solamente de la güera Jotaká. Yo sólo los tomé prestados para jugar con mi imaginación.


-Eternidades volátiles-

***

-De un olvido y un quizás-

10:48 am

Un quizás, un tal vez, un adiós, un hasta luego, o un hasta nunca, en realidad jamás supieron cuáles fueron sus últimas palabras estando juntos, ya no recuerdan qué dijeron en su despedida, sólo recuerdan un par de lágrimas saladas y las imágenes de verse partir cada uno para lados opuestos, siguiendo cada quien un camino diferente, una vereda donde el otro ya no estaría presente, sólo un recuerdo sería, un hermoso recuerdo que permanecería grabado en su corazón, si éste también no se lograba olvidar.

-Ginevra.

Un instante fugaz en su mente, una imagen difuminada que no emite mas que destellos olvidados en una memoria donde ya no hay cavidad para el amor, donde los colores se vuelven matices oscuros dentro de un baúl lleno de memorias que en su tiempo fueron azules como el agua, rosas como las flores y verdes como los ojos de él.

Atrás quedaban los días juntos, las noches estrelladas en las que se abrazaban, los atardeceres junto al lago, las risas entre comidas, los secretos compartidos, las peleas que terminaban en etéreas reconciliaciones, atrás todo quedaba. Un pasado que jamás volvería, un presente que no se vivía y un futuro que no sabía que le aguardaría. A lo mejor, lo que estaba destinado para ella era la soledad. Una soledad tan abrumadora como las noches en vela junto a la ventana de su recámara, una soledad que la acompañaría mientras ella no se decidiera a cambiar.

Pero al terminar la jornada laboral, tomar el autobús hacia su casa [costumbre que adoptó desde hace varios años] y abrir la puerta, el dolor cambiaba y se convertía en una radiante sonrisa para abrir sus brazos y correr para cargar a su pequeña niña pelirroja de seis años, una niña que desde el primer momento en que la vio se convirtió en la razón de su existir. Una niña que le robó el corazón, una pequeña es que es tan igual a ella, es como una copia suya, tan parecidas y tan diferentes, porque ella es especial, ella es cariño, ella es amor, ternura y dulzura, ella es felicidad.

Una hermosa niña de seis años, pelirroja, con ojos grandes y castaños como los de Ginny, con la piel tan blanca y nívea como la leche, y unas preciosas facciones en su carita, que bien podría confundirse con un ángel la pequeña, y con una estatura un poco grande para su edad, es alta como su padre, como el hombre muggle que se topó al salir de una tienda de relojes hace más de diez años.

Ginny nunca se arrepintió de haberse casado con él, siempre supo que fue un buen hombre y la quería mucho, pero algunas veces, mientras meditaba entre las sombras de su habitación, se preguntaba si hubiese sido feliz si en su lugar estuviera Harry. La llama de la esperanza siempre estuvo prendida y no se extinguió, jamás se extinguiría pero ella bien sabía que la esperanza nunca muere, lo que muere es la posibilidad de hacer posible algo que nunca sucederá.

No lo negaba, era agradable estar con su marido pero en su vida no existía la felicidad, eso le había sido negado hace mucho tiempo, hace dieciséis años, cuando lo vio por última vez, cuando le dijo adiós. Ahora las risas eran para él, los buenos momentos, los regalos, los secretos, las miradas cariñosas, los instantes, las comidas en el restaurant donde celebran su aniversario de casados, las salidas al parque mientras ven jugar a su hija en los columpios, lo abrazos, las tomadas de manos, los besos y la intimidad ahora son para su esposo, ahora y siempre sería así.

10:52 am

-¿Ginevra, me estás escuchando?- La voz penetrante de la mujer que le hablaba se quedó clavada en sus tímpanos y logró sacudirla haciéndola regresar al mundo real.

-Si, disculpe ¿qué me decía?- Mientras la mente de la pelirroja vagaba por un mar repleto de remembranzas vacías, la voz parlante de alguien emitía sonidos que se colaban entre sus oídos pero que su cerebro no lograba retener.

-Necesito que lleves estos documentos a ésta dirección, y quiero que lo hagas ahora- La agraviante habladora dejó de emitir palabras, se encaminó a la puerta de la habitación y salió, extinguiéndose con ella el taconeo incesante de sus zapatillas. El crepitar de las llamas de la chimenea le emitió una agradable recarga de calor.

Ginny se levantó de su asiento, tomó los documentos, bolso y abrigo. Por un instante dudó de ir al lugar a donde le había indicado su jefa. Estaba harta de sus constantes regaños, gritos e histerias, quería mandar todo al carajo y salir a la calle, respirar y comenzar a vivir de nuevo, pero la voz de la razón hizo acto de presencia indicándole que tenía trabajo que cumplir.

Y aunque es una exitosa redactora de noticias en el Profeta, ella quiere escribir artículos distintos a las frivolidades que se le antojan a su jefa, Ginny desea ser corresponsal de Quidditch pero para eso, antes debe de pasar por esa etapa, y lo acepta, sabe que algún día logrará su cometido.

Antes de salir decide echar un vistazo desde su ventana a la calle. Remueve un poco las cortinas y observa el mundo de afuera, un mundo donde él se encuentra, un mundo que la invita a salir. Ve como un viento eleva las hojas de los sauces que se extienden en línea recta en la avenida, las hojas secas por la llegada del otoño flotan uno, dos, tres metros sobre el cielo, hacen círculos y figuras inconexas mientras la ventisca las sigue elevando hacia lo infinito, se van volviendo un punto tan pequeño, tan mínimo, hasta desaparecer completamente de su visión.

Respira profundamente, se alisa el abrigo negro que ya tiene puesto, gira la perilla de la puerta, sale, baja las escaleras, voltea a ver si alguien la observa, por fin llega a la planta baja, abre lo que es la entrada principal y sale al mundo exterior. Afuera existe un mundo por explorar.

11:03 am

***

-De una monotonía y un instante fugaz-

10:56 am

Una habitación cerrada por cuatro paredes y una puerta es ahora su mundo, una habitación donde ha permanecido los últimos dieciséis años de su vida, una habitación que lo ha visto hacer tantas cosas como reír, susurrar cosas a nadie en específico, pensar, meditar y hasta llorar, llorar por algo que pudo haber sido y no lo fue, por algo que quedó en el pasado y que nunca jamás se podrá volver realidad.

Recuerdos en sepia donde los colores se fueron degradando segundo tras segundo, minuto tras minuto, hora tras hora y día tras día hasta llegar a acumular años y cumplir más de un a década, los colores se perdieron y dieron paso al negro y café.

Habían hecho tantos planes juntos, tantas esperanzas en el futuro, un futuro que nunca llegó y se extinguió. Hacía tantos años que no la veía, el tiempo había pasado tan rápido como una estrella fugaz pero a la vez tan lento como la erosión de las piedras, que su rostro, tal vez, de su mente se estaba disolviendo como una niebla que se desvanece tan ligeramente con la llegada del sol, pero lo que nunca olvidaría era su sonrisa, esa sonrisa que desde siempre lo había cautivado, tal vez su mente la podría olvidar pero su corazón siempre la recordaría.

11:00 am

-¡Hola mi amor!- La voz chillona de su esposa se expandió por todo el pequeño cubículo.

-Hola Cho- Con tan solo oírla hablar, el aburrimiento y frustración se apoderaron de Harry, como detestaba las mañanas en que su esposa iba a verlo, según ella solo pasaba a saludar, pero para Harry era ir a fastidiar. Llevaba tantos años junto a ella pero todavía no lograba acostumbrarse a sus manías. Y pensar que todo eso lo pudo haber evitado si tan sólo hubiese tenido el suficiente valor y hubiera hablado con Ginny después de derrotar a Voldemort, pero todo quedó postergado para después como quedó postergada su felicidad, ahora ya nada podría hacer.

Se había casado hace tanto tiempo con Cho, que ya ni recordaba cuantos años llevaba a su lado. Era una rutina vivir con ella, era rutina verla, dormir con ella, tomarla de la mano mientras salían a caminar por las calles londinenses, ver juntos el televisor mientras esperaban a que se calentara la cena en el microondas, llevarla al mejor restaurant de la ciudad los domingos por la noche, todo era rutina, era como un círculo que día tras día se cerraba y lo atrapaba a él, lo dejaba encerrado y ya no podía salir, no había podido salir desde hace mucho tiempo.

Las manías de su esposa ya eran tradición en su vida, verla llorar cuando debería de reír, reír cuando debería llorar, comerse las uñas para después lamentarse, cepillarse el pelo cien veces todas las noches e irlo a visitar todos los días a las once en punto-ni un segundo más ni uno menos-de la mañana sólo para verlo. En cambio, los silencios por parte de él, en un principio la molestaban pero después se volvieron incuestionables, tanto como sus salidas nocturnas todas las noches, escucharlo arrancar el motor del automóvil, ponerlo en marchar y empezar una carrera, una carrera contra el tiempo, una carrera que quién sabe a dónde lo llevaba mientras ella se quedaba en casa, sola y derramando lágrimas.

La intimidad había pasado a segundo lugar, quedando relegada, las noches de los primeros años de casados quedaron olvidadas en algún lugar lejano del pasado, en el presente sólo existían pequeños roces de mano en público y un leve choque de mejillas como beso de despedida, ya no la tocaba desde hace meses, había contado los días pero perdió la cuenta con el transcurrir del tiempo, eso era lo de menos, ella quería volver a tenerlo cerca, a sentirlo suyo, aunque nunca lo fue y la espera se hacía larga, eterna como sus constantes silencios, una espera que parecía no tener fin.

Y así era su vida desde hace cinco mil ochocientos cuarenta y tres días, equivalentes a dieciséis años, tanto tiempo desperdiciado en una relación estúpida pero a la que él se había sometido. Su día comenzaba en su casa pero lo pasaba en su oficina en el Cuartel de Aurores o si no en sus misiones, tal vez, si estaba de buenas podría soportar a su esposa, ya no le importaba si la hería o no, las consideraciones se acabaron hace mucho tiempo.

-Cho, tengo que ir a un lugar, luego te veo.

-Pero Harry yo…

La voz de la joven oriental quedó extinguida tras cerrar Harry la puerta de su oficina. Salir afuera fue como un respiro. Tenía que alejarse de su rutina y hacer algo distinto. Decidió dar un paseo por el mundo muggle y se encaminó hacia la estación del metro londinense.

11:03 am

***

-De una mirada furtiva y un cruce de caminos-

Gente extraña y que nunca había visto en su vida iba y venía entre los andenes del metro de la ciudad. Se dirigía hacia un lugar dentro del mundo mágico pero para alejarse de la rutina decidió pasear entre los muggles. Allí, confundiéndose entre ellos, tal vez lograría capturar un poco de esencia perdida y los colores en su vida volverían a brillar, tal vez la rutina se volvería interesante y la soledad su mejor compañera.

Roce contra roce, mano contra mano, tic tac, el tiempo avanza pero no para ella. El tiempo se detuvo hace muchos años, los segundos se hicieron horas y las horas, días; los días, meses y los meses años, los años se volvieron décadas y las ilusiones se estancaron en un pozo sin fondo, donde fueron cayendo a una velocidad abismal y seguirían cayendo sin parar. Pero su reloj biológico no se detuvo, siguió avanzando e hizo estragos en ella. Su mirada perdió el brillo que alguna vez tuvo, su pelo, rojo cereza se oscureció un poco y se lo cortó, ya no lo tenía largo, su estatura se elevó, haciéndola crecer pero con el pasar del tiempo se encorvó y aquellas facciones tan tiernas y dulces se convirtieron en algo más maduro.

¿Y él como estaría? ¿Habría cambiado? ¿O seguiría siendo como aquel adolescente de diecisiete años, como era cuando lo vio por última vez? Quizá seguiría conservando su rebelde cabello, quizá habría crecido un poco más, quizá…

Durante los primeros años, a diario lo veía en alguna foto del Profeta, pero esa costumbre la fue perdiendo, no había visto ni siquiera una foto suya desde hace trece años, ¿cómo se las había ingeniado para no topárselo en ningún lugar si los dos vivían en el mismo mundo, en la misma ciudad, en el mismo entorno? Eso ni ella lo sabía. Tal era su deseo por no volver a verlo nunca que siempre contó con la suerte para no encontrárselo en algún lugar del inmenso Londres, pero ahora era distinto. El tiempo había pasado y la experiencia de la vida le decía que por una última vez volvería a verlo, aunque no quisiera, o aunque quisiera, la vida le concedería un instante para volver a verlo, tal vez no ahora, tal vez mañana, o quizá cuando fuera una anciana, pero volvería a observarlo, y podría por última vez, mirar esos ojos que tanto anhelaba volver a contemplar; y si tenía un poco de suerte, volvería sentirlo suyo.

En alguna otra parte, muy cerca de donde se encontraba Ginny, Harry volteaba a ver molesto a la persona que pasó empujándolo. Fue un simple roce pero bastó para hacerlo enojar, con el humor que últimamente lo acompañaba a todos lados.

Ahogándose entre el mar de gente, se fue caminando entre pasillos iluminados por las lámparas que emitían una luz blanca cegadora, que lastimaba a sus ojos. Se acomodó los lentes, vio su reloj y siguió caminando, perdiéndose entre el gentío. Esos pasillos subterráneos se habían convertido en su segunda casa, porque tantas veces iba a ese lugar en sus paseos que ya era costumbre comprarle a la señora del estante algún caramelo para los niños que se topaba en el trayecto. Anhelaba tanto tener un hijo, una niña que tuviese los ojos verdes y una melena pelirroja, ansiaba tanto que se pareciera a ella, pero era un deseo imposible, algo sin sentido y tarde o temprano Cho le pediría un hijo y se lo tendría que dar, sería un niño al que querría mucho, le cumpliría todos sus caprichos, lo tomaría de la mano al cruzar la calle, le compraría caramelos y le sonreiría cada vez que él quisiera llorar, pero no tendría la cabellera pelirroja.

Cabellera pelirroja como la Ginny, como el amor de su vida. ¿Cómo estaría? ¿Cómo sería ahora? ¿Seguiría siendo igual de testaruda? Tanto tiempo sin verla, sin saber de ella, sin encontrársela en alguna jardinera de los parques perdidos de la ciudad a los que tanto le gustaba ir. Tal vez tendría el cabello más largo, o más corto, a lo mejor lo peinaba de otra forma, quizá ahora si le gustara llevar zapatillas. Detalles tan pequeños que no conocía de ella, que se había perdido, ahora, a lo mejor no le gustaría el chocolate, o los aretes se los seguiría comprando en los puestos de chucherías en los que acostumbraba comprar. Le gustaría volver a conocer todo de ella, empezar a formar parte de su vida, tratarla como una amiga para después hacerla su novia y formar juntos la familia que tanto desea, verse reflejado en su mirada almendrada…

11:18 am

Los pequeños caprichos de su jefa ya tenían hasta la coronilla a Ginny, cada vez exigía más cosas estúpidas y sin sentido, pero todo lo cumplía al pie de letra y con sonrisa enorme sólo para poderse volver corresponsal, algo que deseaba con todo su corazón, su único sueño que sí podría volverse realidad, única ilusión a la que se aferraba desesperadamente y a la que no renunciaba aunque el cielo se estuviera cayendo en pedazos. Ahora, su última tontería era que ella tenía que ir al otro lado de la ciudad a entregar unos papeles sobre la invasión china en el mercado de la moda, cosas tan superficiales por las cuales ella no se interesaba.

Contaba con más de una hora para llegar a su destino, el tiempo, por primera vez, era su aliado, hubiera llegado más rápido si se hubiera aparecido pero quiso caminar entre la gente común para despejarse y conocer un poco más de los muggles. Se sentía tan libre caminar por algo que no eran sus rumbos, por un lugar por dónde él quizá caminara.

Bajó el último escalón que la conduciría hacia los andenes del metro, un niño pasó corriendo y la empujó, ella sonrió porque le recordó a los inquietos de sus hermanos en la niñez. Observaba su alrededor mientras caminaba. Notó como una señora le vendía unos caramelos a un señor, a alguien que le recordaba tanto a Harry, pero éste se encontraba de espaldas y del otro lado de los andenes robándole la oportunidad de verle el rostro. Una punzada en el corazón le indicó que ese día sería distinto, algo sucedería. Siguió admirando su entorno. Personas con abrigos y portafolios se dirigían a sus trabajos, niños con uniformes que iban a sus escuelas, como su pequeña.

Se paró en el límite del andén, en la raya que indicaba la frontera entre la vía del metro y ella. Varias personas hicieron lo mismo, en la espera de la llegada del transporte. Mientras se ajustaba el listón de su abrigo, en una fracción de segundo, alzó su mirada y después de tanto tiempo, de tantos años, de ver transcurrir las horas con una lentitud abrumadora en la espera de algún instante especial en su vida, por fin se hacía realidad, por fin vislumbraba lo que pudo haber sido, al fin lo vio.

11:26 am

11:16 am

Paseos al metro subterráneo se hicieron rutina en su vida, al igual que varios momentos como el convivir con su esposa todas las noches y mañanas, las tardes eran designadas para cosas más divertidas y útiles, al fin que su vida se le hacía eterna y sólo en momentos como ese volvía a recordar lo que es vivir.

Observa a todos los transeúntes que van de acá para allá entre los pasillos, caminando con lentitud o rapidez, con inquietud o quizás con desgano, al igual que él, o a lo mejor algún otro tiene la misma manía que Harry, la de viajar a diario en metro solo por gusto, sólo por salir de la invariabilidad.

Tantas caras mezcladas como si se tratasen de una sopa gigante de habitantes humanos dentro de una olla que sería el mundo. Miles de historias que escriben a diario esos seres, relacionadas con el pasado, tomando decisiones que en el futuro afectaran o viviendo el presente a mil por hora. ¡Quién sabe! Podría ser que aquel hombre con saco color beige y que lleva bajo el brazo un folder color negro se dirija hacia su casa para recibir en sus brazos a su pequeña hija de cuatro años; o aquella otra mujer rubia que carga a un bebé de no más de un año valla hacia la salida para ir al encuentro de su esposo; tal vez ese niño que lleva entre sus manos las pequeñas manitas de su hermana, la lleve a la heladería por un mantecado con muchas chispas de chocolates. Harry nunca llegaría a conocer la vida de esas personas pero se podría imaginar su vida.

El azabache se topó con la señora de los caramelos. Le compró una bolsa de dulces de cajeta, sus favoritos. Los guardó en alguna parte de su saco y retomó su camino. Al salir del subterráneo se encontraría por lo menos a dos niños a las que les gustaría probar esas confituras y les alegrarían por un momento la vida. Tomó uno, se lo metió a la boca, probaría su teoría de que un dulce puede endulzar hasta los momentos más tristes y aburridos; y se paró en el límite de los andenes con el metro.

Y la rutina se hizo una ilusión de la cual logró salir para poder mirar de nuevo a aquella persona que cambió el curso de su existir. Por fin la vio.

11:26 am

El corazón de Ginny latía a mil latidos por segundo -o eso creía ella- y sentía que en cualquier momento se le iba a salir del pecho. El tiempo se congeló y ni el zumbido de un mosquito que pasaba por allí logró sacarla del limbo en que se encontraba estancada.

Ni las advertencias de su madre de que en cualquier momento se podía encontrar con Harry ni las largas peroratas de Hermione sobre como reaccionar si lo llegaba a ver algún día le sirvieron en ese instante. No supo cómo actuar ni qué hacer, su mente estaba en blanco y un temblor la tomó desprevenida. Los nervios le estaban destrozando su cuerpo y le escurría sudor de las manos.

Vio vislumbrada como una película corta su vida junto a él. Sus recuerdos la instalaron en el momento en que Harry le pidió que fuera su novia. Ella creía que cuando llegara ese día, lloraría de alegría pero lo único que atinó hacer fue sonreír, sonreír como nunca en su vida lo hizo y lo volvería hacer. De pronto, todo cambió y se vio sentada frente a la chimenea de Gryffindor junto a Harry. Él la estrechaba entre sus brazos mientras ella le contaba de cómo Snape había logrado sacarla de quicio, su novio sólo reía con los comentarios ácidos de la pelirroja hacia el profesor. Y por más que trató de no pensar en la ocasión en que terminaron no pudo lograrlo. Era inevitable no asociar a Harry con lágrimas y noches de insomnio. Rememoró aquel día. Los quejidos de la gente, los sollozos y lamentaciones, susurros y palabras que se batían en el lugar por el funeral de Dumbledore se hacían insonoras al estar junto a Harry escuchando la excusa de su rompimiento, algo tan tonto y vacío como la botella de agua que se encontraba tirada en sus pies. No entendía que sólo por protegerla era capaz de alejarla de su lado. Ella no quería un protector más como sus hermanos, lo que quería era un novio, alguien con quien compartir todo lo bueno y lo malo. Las lágrimas se amontonaron en sus ojos, pugnando por salir en cualquier momento pero no derramó ni una sola. No dejaría que la viera quebrarse en ese momento, aguantaría y lloraría todo lo que quisiera pero a solas en su habitación. Un adiós fue lo último que se dijeron y se dirían en mucho tiempo. Cada uno tomó rumbos distintos, sus destinos se separaron para no volverse a juntar jamás, o quizá si.

En algún lugar de su corazón lo que se quebró hace tanto tiempo volvió a unirse de nuevo y latir desbocadamente, como no lo sentía latir en mucho tiempo.

Todo lo que había vivido durante dieciséis años quedó olvidado y Ginny ocupó completamente su mente. No sonreía en mucho tiempo y ahora por fin un amago del gesto feliz se extendía en sus labios.

Ni aquella sombría tarde en que se dijeron adiós fue lo suficientemente fuerte como para desplazar el recuerdo de la enorme sonrisa de Ginny al escuchar pronunciar las palabras de "¿Quieres ser mi novia?" de parte suya. Nunca olvidaría su sonrisa tierna, sus manos pequeñas que lo abrazaban y la tibieza de su mejilla al rozar la suya, sus grandes ojos castaños, vivaces y traviesos que lo escrutaban dirigiéndola la mejor de las miradas que alguna vez pudieron dirigirle, una mirada de amor sincero y limpio, algo que no volvería a encontrar en ninguna mujer.

Se preguntaba que cómo pudo haber sido tan despistado como para no darse cuenta que esa niña pecosa que le sonreía tímidamente detrás de los libros, esa muchachita pelirroja que se desmoronaba con decir "Hola", que Ginevra Molly Weasley, la hermana pequeña de su mejor amiga llegaría a ser el amor de su vida, la persona que llenaría todas sus ilusiones y lo volvería un loco sobre protector, al grado de alejarla de su lado para que Voldemort no le hiciera daño.

Tarde se había dado cuenta que el cariño expresado en simples acciones como saludarla o mirarla en las visitas a la Madriguera se convertiría en algo tan grande que no le alcanzaría un corazón para amarla. Un amor que lo pilló desprevenido y del cual no supo en qué preciso momento comenzó a sentir. Tal vez fue su cohibida sonrisa lo que lo cautivo, o su valentía de Weasley o su carácter, si no logró descifrar el momento en que quedó prendado de ella menos lograría saber qué fue exactamente lo que lo enamoró.

Y no había día de Merlín que no se recriminara por no haber hablado con ella y preguntado si quería volver con él, después de derrotar al Innombrable. Un futuro a su lado se le escapó de las manos como el agua y no pudo retenerla, tenía que dejarla partir para que pudiera ser feliz al lado de otro que no fuera él.

Una descarga eléctrica los recorrió a los dos y saltaron chispas. Los dos jurarían que la tierra tembló en el exacto momento en que sus miradas chocaron. Verde contra almendra se atraían como imanes. Las mariposas que dejaron de sentir hace tiempo volvieron a aflorar sus sentidos y les licuó las piernas descolocándoles el mundo.

-¡GINNY!

Pero el instante fue efímero, tal como su relación, risas, abrazos, besos y destinos entrelazados por su amor. La niña pecosa y pelirroja que alguna vez se apenaba con ver a Harry Potter y ahora convertida en mujer se diluyó entre tanta gente metiéndose en el primer vagón abierto del metro que vio.

Ninguno de los dos captó cuando fue que llegó el transporte. Toda la gente se aglomeraba en las entradas a los vagones y entre tanta multitud, Ginny pudo perderse. Entró en el primer habitáculo abierto que vio e hizo caso omiso del grito de Harry. Quiso ponerse a salvo de la mirada esmeralda de él, de su corazón y del amor que siempre le juraría y lo logró.

El metro se puso en marcha llevándose consigo a una pelirroja al borde del colapso nervioso, con el mundo temblándole y metiéndosele por la nariz hasta el mosquito que desde un principio la rondó.

Sonrió. Sonrió como aquella vez en que se hicieron novios y aunque fue una sonrisa mal iluminada por la desaparición de un anhelo pudo volver a hacerlo.

Lo había vuelto a ver de nuevo y nunca le pareció más guapo que ahora y también más lejano. Su sueño de una vida compartida con el amor de su vida se decoloró por completó y no quedó ni un leve negro pardo que la iluminara.

11:28 am

Harry se desmoronó al ver que el tren partía junto a Ginny. Por más que corría por los pasillos, subió y bajó escaleras para cruzar al otro lado, no pudo alcanzarla. Un grito de rabia lo sacudió y captó la atención de la gente, pero él ni se inmutó. Lágrimas surcaron su rostro y comenzó a andar de nuevo, pero ahora sentía que lo que años atrás se había roto y por un instante volvió a unirse desaparecía por completo anulando para siempre su capacidad de amar como alguna vez lo hizo.

Tal vez en otras vidas su amor tuviera una oportunidad y los dos aprenderían que las oportunidades vienen como brisa y se van como agua, que si no las tomaban al punto las perderían. Tal vez sabrían perdonarse mutuamente, ella le perdonaría su cobardía por no haber luchado por su amor y él le perdonaría su orgullo.

En algún lugar remoto de la caja de los recuerdos quedaban grabados las risas y abrazos, besos y caricias, susurros y adioses. Y si llegaría el momento en que se abriera de nuevo tal vez ese "adiós" lograría convertirse en un "hola" eterno.


N/A:Si. Ya sé, acabo de publicar en mi otro fic, pero es que no me pude resistir a subir este one-shot. Es el más largo que he hecho, créanme, tengo fics largos que aquí no he publicado y los capitulos no son tan largos como este fic, por eso mismo me costó mucho trabajo escribirlo, aunque me emocioné tanto imaginándomelos, no sé porqué pero es mi fic favorito, no es de mi pareja preferida y para colmo termina triste pero aún así me fascina.

También no sé que me traigo con esta pareja que me está empezando a fascinar y vi que en el foro donde me la vivo no hay muchas historias acerca de esta pareja, decidí contribuir un poco. La idea me surgió porque mi mejor amiga está traumada con una película anime que se llama "Cinco metros por segundo", apenas la vi hace como un mes y me gustó tanto que me inspiró para hacer este one-shot. Sé que está muy díficil de creer que esto ocurra, ya se como acaba en realidad la saga, pero no me pude resistir a escribirlo.

Imaginemos que Harry y Ginny nunca hablaron después de que éste derrotara a Voldemort, que ella no lo buscó ni él tampoco, que Harry se casó con Cho [ya sé que estoy bien loca] y que Ginny con un muggle, en un principio puse a Neville pero no me convenció mucho, así que lo cambié. Siempre quise ver qué sucedería si ellos nunca hubiesen vuelto, me imagino que cada quien haría su vida, y aunque me dolió escribir que ella ya tenía una hoja y no era precisamente de Harry, lo tuve que hacer para darle un podo de drama al asunto.

Muchas gracias a Yani que me convenció para que publicara acá mi fic, ya que en el foro no le fue muy bien que digamos, y me daba miedo publicarlo, que tonta xD. Y también muchas gracias por el summary, por cierto, ella fue la que tan amablemente lo hizo.

Ya saben, si llegaron hasta acá, déjenme un review, aunque sea pequeño y así sabré que no fue todo en vano.

Muchas gracias.

Atte.

Madame Delacour 18/04/09