¡Yásas! ¡Guten tag! ¡Konnichi wa! Hola una vez más, estimados lectores y fans de Saint Seiya n_n Eto… disculpen otra vez por la demora, pero de verdad había andado escasa de tiempo… de nuevo T_T Sólo diré que comienzo a detestar la burocracia u_u Ejem, pero bueno, pues aquí me tienen de regreso con el 5º capítulo de esta extraña historia, esperando como siempre que resulte de su agrado, aunque creo que otra vez me emocioné mientras escribía n_nU

Minelava, ELI251, Gabe Logan, Sol angel dpl, Suke-88, sun_11, Aria, Luna-sj, devilhangel, Dama de las Estrellas, Sunrise Spirit, Alfa Lazcares: ¡Muchas gracias por sus reviews en el capítulo anterior! Insisto en que con lectores como ustedes hasta las Musas más quisquillosas terminan por inspirarse de sobra n.n Lo malo es que el tiempo se me ha ido en no sé cuántos papeleos por aquí y por allá y apenas y había podido hacerles caso T.T De verdad, disculpen tanta tardanza n_nU

ELI251: No te preocupes, ya verás que las respuestas llegarán… en algún momento. Je, pero vamos con calma que todo a su debido tiempo n.n De nuevo una disculpa por la espera n_nU

Sun_11: No tienes nada qué agradecer y de verdad es un gusto saber que sigues disfrutando de la historia n_n Lamento no haber podido actualizar antes, pero ya ves que dicen por allí que el hombre propone y los Dioses disponen u_u

Aria: ¡Wa! Dios, has conseguido que me sonroje al decir tantas cosas buenas de mi fic n//n Me alegra muchísimo saber que te está pareciendo interesante y que disfrutes de la historia. ¿Qué te puedo decir? Amo escribir y me encanta Saint Seiya, así que el fic casi se escribe solo XD Lo único que me falta es tiempo n_nU Pero bueno, pues uno hace lo que puede. Muchas gracias por tu review y ojalá este nuevo capítulo resulte de tu agrado n_n

Y ya sin otra cosa qué decir por el momento, aquí los dejo con la historia, espero disfruten la lectura n_n

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5. Noche de Fiesta (Parte I)

Tokio, Japón

La noche había llegado a la Tierra del Sol Naciente y una infinidad de luces alumbraban las calles de su bulliciosa capital, por donde los habitantes del lugar transitaban despreocupadamente, sumergidos por completo en sus respectivas inquietudes cotidianas.

Esa noche podía notarse bastante agitación en torno a una imponente mansión en las afueras de la ciudad. Aquella magnífica construcción, por lo general rodeada de un aire de tranquilidad, se hallaba ahora más engalanaba y concurrida que de costumbre. Los amplios terrenos que la rodeaban estaban completamente iluminados y numerosos vehículos se encontraban ya estacionados afuera, mientras que una multitud de importantes personajes de la sociedad mundial se había dado cita ataviada con sus mejores ropas y joyas en el salón principal de la mansión, disfrutando de una fiesta con motivos de caridad organizada por la actual representante de la reconocida Fundación Graude, la señorita Saori Kido.

La joven heredera aún era una adolescente, pero había sabido mantener de manera más que adecuada la Fundación creada por su finado abuelo, así como muchas otras empresas que él mismo había iniciado y dejado en sus manos. Y esa noche no iba a ser la excepción, pues la respetable señorita había tomado las medidas suficientes para que aquella fiesta resultara inolvidable para los asistentes y así conseguir los fondos que buscaba para su Institución.

Todo estaba perfecto: la decoración del mejor y más refinado gusto, la comida gourmet a cargo de reconocidos chefs, el entretenimiento a manos de músicos de fama nacional e internacional y por supuesto, también se habían seleccionado con muchísimo cuidado a los invitados a aquella exclusiva fiesta. Magnates, diplomáticos, hombres de ciencias, políticos y artistas; hombres y mujeres altamente reconocidos en la sociedad que se habían reunido aquella noche motivados por un deseo altruista que la joven Kido había sabido promover de manera eficiente.

Parecía que nada podría salir mal. Aún era temprano, pero era claro que la fiesta iba a prolongarse bastante, pues los célebres artistas que habían acudido para amenizar la reunión se esforzaban en presentar lo mejor de sus respectivos talentos, evidenciando que era poco probable que los concurrentes se cansaran pronto de sus actuaciones. Y así, mientras una reconocida chelista era la encargada en turno de deleitar a los presentes, la joven Kido se paseaba por entre los invitados dándoles la bienvenida y agradeciéndoles su asistencia.

La hermosa joven iba ataviada con un bonito y elegante vestido de corte griego, color marfil, y diversos y sencillo accesorios de oro lucían en su cuello y sus muñecas. Sus largos cabellos morados caían libremente por su espalda y una amable sonrisa adornaba su rostro. Esa noche era la mejor de las anfitrionas y estaba muy al pendiente de cualquier cosa que sus invitados necesitaran. En lo que iba de la velada no había parado de ir de aquí para allá viendo que todo estuviera en orden y en esas mismas estaba, cuando de pronto, al detenerse unos instantes cerca de una puerta que daba hacia una de las terrazas de su mansión, alguien se le acercó por la espalda y le cubrió los ojos.

-¿Quién soy?- le preguntó una voz alegre al oído, consiguiendo que la chica sonriera a la vez que llevaba sus manos hacia la palma que cubría su mirada y se giraba para poder ver a su interlocutor.

-¡Seiya!- exclamó alegremente al ver al joven castaño que tenía ahora enfrente, mismo que vestía pantalón formal negro y camisa roja de manga larga, atuendo que, pese a ser sencillo, lo hacía ver muy bien presentable- Qué guapo- le dijo la pelimorada dedicándole una agradable sonrisa que consiguió que el muchacho se sonrojara un poco a la vez que se llevaba una mano tras la cabeza, sonriendo algo apenado.

-Lástima que no logramos convencerlo de que se pusiera el saco- comentó en eso una voz a espaldas de los jóvenes.

Saori giró el rostro hacia quien había hablado y se topó entonces con otros 3 chicos que se encontraban de pie en la terraza, disfrutando del aire nocturno de afuera.

El joven que había hablado era un muchacho de cabellos dorados y ojos azules, que vestía un traje sastre negro y una camisa de color celeste, a juego con sus ojos, y a su lado estaban otros 2 chicos, también enfundados en trajes negros. Uno de ellos tenía largos y lacios cabellos negros y ojos verdes y llevaba una camisa de color esmeralda; el otro tenía una cabellera de color verde y ojos del mismo color, y usaba una camisa rosada bajo su saco.

-¡Hyoga, Shiryu, Shun!- exclamó la pelimorada emocionada- ¡También están aquí!-

-¿De verdad nos creíste capaces de despreciar tu invitación, Saori?- le preguntó el pelinegro sonriéndole amablemente.

-Nosotros seríamos incapaces de perdernos de una buena fiesta- declaró el rubio guiñándole un ojo con una sonrisa traviesa.

-Dijiste que te gustaría que asistiéramos, y aquí nos tienes- finalizó el peliverde sonriéndole con dulzura.

La joven Kido les sonrió más que agradecida a los muchachos. Ellos eran algunos de los huérfanos de la institución que su abuelo había fundado y se conocían prácticamente de toda la vida. Si bien durante su infancia habían tenido muchas fricciones por el carácter caprichoso de la chica, con el paso de los años habían aprendido a respetarse y a estimarse mutuamente y se habían vuelto buenos amigos. De hecho, en algún momento de sus vidas que ninguno podía precisar con toda certeza, esa estima que se tenían se había fortalecido con creces y la pelimorada tenía la total certeza de que podía contar en todo momento con los jóvenes, del mismo modo en que ellos sabían que ella estaba siempre dispuesta a ayudarlos en cualquier cosa que necesitaran.

Por todo ello, pese al elitismo con el que se habían escogido a los asistentes de aquella reunión social, la chica no había podido evitar invitar a sus queridos amigos y ellos terminaron cediendo a su petición, pese a que ese tipo de eventos no terminaran de ser del todo de su agrado.

-Muchas gracias por acompañarme- les dijo la joven a los muchachos saliendo a la terraza para acercárseles y dedicándoles una encantadora sonrisa que ellos le devolvieron de buena gana.

-No tienes nada qué agradecer, Saori- le aseguró Shun.

-Es verdad- corroboró Seiya de inmediato- Al contrario, te agradecemos que sigas pensando en nosotros a pesar de estar tratando con la crema y nata de la sociedad, así que lo menos que podíamos hacer era brindarte algo de grata compañía para que no te sientas asfixiada al estar entre tantos snobs y estirados- agregó sonriendo con total despreocupación.

Saori no pudo evitar reír ligeramente ante el comentario del castaño, mientras que sus amigos se limitaron a negar con el rostro suspirando resignados.

-No creo que a todos esos "snobs y estirados" les haga mucha gracia escuchar que se refieren a ellos de semejante manera- comentó en eso una voz varonil con un sutil acento extranjero, haciendo voltear a la chica y a los jóvenes hacia la puerta de la terraza.

Y allí se encontraba un apuesto hombre apenas algo mayor que los otros chicos, de piel blanca, largos cabellos azules y unos ojos del mismo color de mirada tan profunda que hacían pensar en la inmensidad del océano sólo de contemplarlos.

-Julián- musitó la joven anfitriona perdiéndose en la mirada de esos ojos azules que la contemplaban con total atención.

-Tiempo sin vernos, Saori- le dijo él dedicándole una hermosa sonrisa a la vez que se adelantaba hacia ella para tomar con cuidado una de sus manos y besársela galantemente.

Seiya y compañía se limitaron a observarlos mientras que ambos se sostenían la mirada sin romper el contacto. Sabían bien que ese joven gallardo y de porte majestuoso no era otro que el heredero y actual cabeza de la familia Solo, dueña de una de las compañías navieras más importantes del mundo entero.

-Qué gusto que nos acompañes esta noche, Julián- le dijo Saori al muchacho alejando su mano de la de él, pero aún sosteniéndole la mirada- No estaba segura de tu asistencia; después de todo es un viaje largo desde Grecia y sé bien que no te gusta volar-

-Navegar es lo mío- comentó el joven encogiéndose de hombros sin que su porte perdiera ni un mínimo de elegancia- Pero bueno, no iba a perder la oportunidad de volver a verte por una necedad como no querer tomar un vuelo de unas cuantas horas, ¿verdad?- agregó sonriendo con galantería.

Saori le sonrió mostrándose halagada por el comentario, aunque internamente algo la hacía ponerse un tanto a la defensiva ante el joven Solo. Su presencia la hacía sentir inquieta, y no era sólo porque el chico le hubiera propuesto matrimonio un tiempo atrás, habiéndolo rechazado; no, era algo más, una sensación que le decía que ese joven era alguien con quien más valía irse con cuidado. No podía negar que el peliazul era encantador; su porte, su figura y sus modales ejemplares eran fascinantes, al igual que lo era su vasta cultura, pero simplemente no podía quitarse esa extraña sensación de inquietud y hasta de rivalidad que él le despertaba y, pese a la coquetería que el chico le demostraba, estaba casi segura de que ella despertaba en él sensaciones muy similares.

-En fin- suspiró de pronto el griego rompiendo el contacto visual con la anfitriona del evento y volteando a ver a los muchachos que la acompañaban- ¿No les molesta que me lleve por unos minutos a Saori? Le robé un músico a la Orquesta Filarmónica de Viena especialmente para esta noche y quisiera presentárselo cuanto antes si no hay inconveniente-

Los chicos notaron sin dificultad el ligero toque de superioridad con el que el joven empresario los veía, pero se limitaron a contestar que no había ningún problema, así que la pelimorada se marchó con él, prometiéndoles regresar en breve.

-¡Detesto a ese petulante!- bufó Seiya en cuanto los perdieron de vista- ¡¿Quién se cree que es?!- gruñó molesto.

-Mmm… no lo sé, quizás se cree uno de los empresarios más jóvenes y ricos de la actualidad, dueño de la que es probablemente la empresa naviera más importante del mundo, heredero de una de las familias aristócratas más antiguas e influyentes de Grecia y uno de los solteros más codiciados del día de hoy, de acuerdo con varias de las revistas que leen Miho y Seika- le sugirió Hyoga, ganándose que el castaño lo viera con muy malos ojos.

-No importa quién sea- intervino Shiryu en tono conciliador- A Saori no termina de gustarle y la verdad es que parece que él le coquetea por mera costumbre más que por auténtico interés afectivo-

-¿Y cómo sabes eso?- le preguntó Seiya viéndolo arqueando una ceja.

-Por la forma en que la ve- le contestó el pelinegro con una ligera sonrisa- No hay cariño, ni pasión, ni siquiera deseo en la manera en que la observa. Dudo que la siga considerando un prospecto de pareja, más bien creo que sólo le interesa estar en buenos términos con ella por las relaciones de negocios que podría proveerle-

Los otros 3 chicos no pudieron evitar esbozar una ligera sonrisa ante los razonamientos de su amigo. Siempre era de admirar que alguien tan joven como él tuviera tan desarrolladas sus habilidades deductivas e intuitivas.

-Como sea, Julián Solo no me agrada- declaró Seiya yéndose a recargar al barandal de la terraza.

-Sólo estás celoso y sin ninguna razón- le dijo Shun recargándose también en el barandal a su lado y dirigiéndole una sonrisa que tenía impresa un ligero toque de burla.

-¡No estoy celoso!- protestó el castaño fulminándolo con la mirada- Sólo detesto a esos niños ricos presumidos y arrogantes-

-¡Auch! Qué crueles generalizaciones- dijo de pronto una voz con un marcado acento foráneo, consiguiendo que los cuatro jóvenes se sobresaltaran y giraran de inmediato las cabezas hacia la puerta de la terraza, por donde alguien más acababa de salir a tomar algo de aire.

Se trataba de otro chico de complexión menuda y piel muy blanca, quien, sin prestarle demasiado interés a la agitación que había provocado en los otros, fue a recargarse también en el barandal a prudente distancia de los muchachos. Sus cabellos eran algo largos, de color negro, y los llevaba amarrados en una coleta baja que el aire de la noche hacía ondear ligeramente por detrás de su cuello y sus hombros. Había cerrado sus ojos para disfrutar del contacto del suave viento que soplaba contra su rostro y su expresión era bastante serena, pero por alguna razón, Seiya y compañía se habían puesto nerviosos con su sola presencia.

-No todos los 'niños ricos' somos como dices- declaró con voz suave a la vez que abría sus ojos y volteaba a ver a los allí presentes con una dulce sonrisa en sus labios.

Esos ojos eran de un pálido color azul grisáceo y su mirada era muy amable, igual que parecían serlo cada uno de sus gestos. Sin embargo, su presencia seguía resultando inquietante para los jóvenes. Algo había en ese muchacho pelinegro que los ponía inquietos, así como había algo en él que les resultaba un tanto familiar.

Y de pronto, como si se hubieran puesto de acuerdo, Seiya, Hyoga y Shiryu intercambiaron unas furtivas miradas, comprendiendo los 3 al mismo tiempo lo que parecía resultarles tan familiar en ese chico. Y de nuevo sin necesidad de acordar nada, los 3 voltearon a ver a Shun, quien se había quedado con la mirada perdida en los ojos del recién llegado.

Fue sólo un momento, pero en cuanto la mirada del pelinegro se posó en el ojiverde, los corazones de ambos chicos parecieron dar un vuelco en el interior de sus respectivos pechos. El color de sus ojos y sus cabellos, incluso el de su piel era diferente, pero algo había en sus facciones que les daba una extraña similitud. Eso fue lo que notaron los 3 jóvenes que los acompañaban y lo que los había sorprendido, pero había algo más que había agitado a los otros dos… aunque ninguno lograba precisar de qué se trataba con exactitud.

-¿Nos conocemos?- le preguntó el pelinegro a Shun con suma amabilidad y dedicándole una agradable sonrisa, pese a que por dentro se sentía bastante confundido con la sensación que el peliverde acababa de despertar en él.

-No lo creo- le contestó el aludido negando con el rostro y también obsequiándole una dulce sonrisa que sólo recalcó lo similares que podía llegar a ser sus gestos.

Y de nuevo, cada uno volvió a hundirse en la mirada del otro, sin que ninguno de los otros tres se atreviera a hacer algo por romper el silencio que se había instaurado en la terraza. Pero este llegó a su fin cuando otra persona más hizo su aparición en la puerta. Se trataba de una joven de larga cabellera negra y ojos de un peculiar tono púrpura que también se quedó sorprendida al notar los rasgos que los chicos ante ella parecían compartir.

-¿Ritter?- llamó al pelinegro en cuanto se recuperó de la impresión y centrando toda su atención en el aludido- ¿Cómo te sientes?-

-Estoy mejor, Pandora, sólo necesitaba un poco de aire- le contestó el chico sonriéndole dulcemente y acercándose a ella- Perdón por preocuparte, hermana-

La joven negó ligeramente con el rostro devolviéndole la sonrisa y acariciando una de las mejillas del muchacho con el dorso de su dedo índice.

-¿Regresamos adentro?- le preguntó ella- Acabo de presentarme con la señorita Kido y tú debes hacer lo mismo para agradecerle su invitación-

-Claro, vamos- asintió el pelinegro haciéndole una seña para que ella entrara primero al salón de invitados.

La joven hizo un ademán con la cabeza a modo de un cortés saludo con los otros chicos y abandonó la terraza sin mayores dilaciones. Por su parte, el joven pelinegro caminó unos pasos tras ella, pero se detuvo al llegar ante la puerta que comunicaba con el salón y volteó a ver a los 4 muchachos con expresión serena.

-Ritter Heinstein, a sus órdenes- se presentó haciendo una ligera reverencia- Un gusto conocerlos, ojalá volvamos a encontrarnos durante la velada- dijo fijando la mirada de sus enigmáticos ojos especialmente en Shun, quien sólo asintió con el rostro, sin comprender por qué ese chico lo hacía sentir tan inquieto pese a sus educados modales.

-Heinstein- susurró Shiryu con tono reflexivo en cuanto el pelinegro se hubo marchado, intentando recordar de dónde le sonaba aquél apellido extranjero- Sé que lo he escuchado antes-

-Es el nombre de una antigua familia alemana- declaró Hyoga volteando a ver a su amigo- Pandora y Ritter Heinstein son los últimos miembros de ella y no es raro que te suene familiar, ya que sus nombres han sonado en más de una ocasión en los medios, donde suelen mencionarlos como "los jóvenes herederos que tuvieron la fortuna de sobrevivir al atentado en el que el resto de su familia perdió la vida, siendo ellos sólo unos niños pequeños"-

-¿Cómo sabes eso?- le preguntó Seiya viendo atentamente al rubio.

-Pues porque yo veo en la televisión y los periódicos algo más que los dibujos animados y la sección de tiras cómicas- le espetó Hyoga dirigiéndole una mirada burlona.

-¡Oye!- protestó el castaño viéndolo con malos ojos.

Hyoga y Shiryu sonrieron ante la expresión del chico, pero Shun seguía con la mirada perdida en el sitio por el que se había marchado el joven extranjero al que acababan de conocer.

-Qué triste- musitó atrayendo la atención de sus amigos, quienes lo observaron sin comprender a qué se refería- Que toda tu familia haya muerto en un atentado cuando sólo eras un niño pequeño- se explicó esbozando una triste sonrisa al ver a sus compañeros.

El peliverde no tuvo que decir nada más para que los demás comprendieran que de cierta manera, su amigo se había sentido un tanto identificado con el joven alemán al pensar en lo que significaba crecer sin una familia.

-Me parece que su hermana ha hecho lo posible por llenar ese hueco en sus vidas- comentó Shiryu sonriéndole de manera reconfortante- Ciertos hermanos mayores suelen hacer eso, ¿no?-

Shun asintió sonriendo con algo más de ánimos al pensar en su propio hermano mayor.

-Lástima que algunos otros sean tan cabezas duras que no se dejen convencer para asistir a una fiesta al menos por un rato- comentó Hyoga con un suspiro resignado y todos asintieron dándole la razón.

-Quien sabe- intervino Seiya recargándose de nuevo en el barandal, con la mirada perdida en el horizonte- Ikki quizás no esté tan lejos-

-Seh, ese paranoico es capaz de andar rondando por aquí sólo para ver que Shun esté bien- asintió Hyoga recargándose a su lado- Como si no estuviera seguro con nosotros-

-Pues te diré que yo también tenía mis dudas de venir con ustedes- declaró Shiryu recargándose junto al rubio y ahogando una sonrisa burlona a la vez que les dirigía una significativa mirada a él y al castaño, quienes sólo le mostraron la lengua con rostros resentidos.

Shun sonrió entretenido con la conversación de sus amigos, pero no lograba quitarse de encima la extraña sensación que le había producido el ver a los ojos al joven Heinstein. Algo en su interior le decía que ese chico no era precisamente un desconocido… y que más valía que guardara su distancia de él.

Pero mientras esto ocurría en una terraza de la mansión Kido, la joven anfitriona de la fiesta había sido guiada por entre los asistentes por su invitado griego de ojos de mar, y ahora se encontraba frente a un chico de cabellos color lila y ojos de un singular tono rosado, mismo que le había sido presentado como Sorrento Leisser, un joven prodigio vienés de la flauta traversa.

El muchacho era muy educado y sus modales eran ejemplares, pero no fue eso lo que captó la atención de Saori. Algo en él le resultaba muy familiar, como si ya antes lo hubiera conocido, aunque estaba segura de que nunca antes habían estado frente a frente.

Por su parte, el joven vienés también tuvo una extraña sensación al ser presentado con la señorita Kido. Ya había escuchado algunas cosas de ella de labios de Julián Solo, su amable benefactor que lo había ayudado a darse a conocer con las personas adecuadas para ocupar el puesto que ahora tenía en la Filarmónica de Viena; pero era imposible que la sensación de tranquilidad que la chica le inspiraba hubiera nacido de lo que había escuchado previamente de ella. Y lo más extraño era que, pese a esa sensación de tranquilidad, algo en la joven lo ponía alerta, sobre todo mientras más cerca se encontraba ella de Julián, pero claro, era absurdo pensar que la muchacha podría representar alguna amenaza para el joven heredero al que tanto le debía y admiraba, así que el chico simplemente trató de ignorar todas esas extrañas sensaciones.

-Espero que para usted no haya sido ningún problema el haber tenido que viajar hasta aquí- le dijo Saori en tono amable al flautista luego de las respectivas presentaciones- Sé bien que Julián puede ser muy insistente cuando se le mete una idea en la cabeza, y de verdad espero que no le haya sido inoportuno el venir hasta Japón sólo para tocar en una fiesta como esta- explicó dirigiéndole una penetrante mirada al peliazul, quien se limitó a sonreír con total despreocupación por el comentario.

-No tiene de qué preocuparse, señorita Kido- le aseguró Sorrento dedicándole una agradable sonrisa- Estaba pasando algunos días libres en Grecia y fue por ello que el señor Julián pensó que sería buena idea que viniera a tocar a su evento, aunque con todos los talentos que invitó creo que estoy de más- agregó con humildad.

-Después de que lo escuches tocar, agradecerías incluso que lo hubiera secuestrado desde Viena para traerlo- le aseguró Julián a Saori con total convicción, consiguiendo que Sorrento sonriera apenado por el comentario.

-No digo que no te lo agradezca, pero quizás el señor Leisser ya tenía planes- le dijo la joven viéndolo significativamente.

-Por eso no se preocupe, señorita- intervino el flautista- Si está en mis manos ayudar en algo al señor Julián, siempre lo hago con gusto- declaró con sinceridad, consiguiendo que el peliazul le dedicara una sonrisa agradecida.

Ellos dos se conocían desde hacía ya varios años. La familia de Sorrento había trabajado para la familia Solo desde generaciones atrás y el flautista debía seguir los pasos de su padre, pero desde la primera vez que Julián lo había escuchado tocar quedó convencido de que el vienés debía ser músico y no estar en una oficina, le pesara a quien le pesara, y él había hecho todo lo posible por encaminarlo con los contactos adecuados para que reconocieran su genio artístico.

Pese a que la diferencia de edad entre ambos era de apenas algunos meses, Julián había decidido tomar el papel de hermano mayor del flautista, pero a últimas fechas, estaba bien consciente de que era el músico quien parecía procurarlo más a él que a la inversa.

-En fin- suspiró Julián abandonando los pensamientos en los que se había sumergido- Sorrento, por favor, demuéstranos a todos por qué los músicos austriacos se han vuelto famosos- le pidió dándole una amigable palmada en su hombro.

El flautista asintió de buena gana, así que Saori llamó la atención de los concurrentes para presentarlo y en breve, una hermosa melodía inundó por completo el salón.

Fue una melodía hermosa que atrapaba por completo los sentidos de quienes la escuchaban. Una tonada dulce, un tanto melancólica, que con facilidad consiguió dejar a flor de piel los sentimientos de muchos de los asistentes durante los minutos que duró su interpretación.

Los aplausos no se hicieron esperar cuando el flautista dio por concluida su melodía y más de uno de los presentes le solicitaron que interpretara otra pieza, por lo que el joven músico sugirió un concierto a dos voces, si es que alguien podía acompañarlo al piano.

Saori sintió sobre ella los peculiares ojos del vienés y asintió con una sonrisa, acercándose sin demora al piano que se encontraba en un rincón de la estancia, ante los aplausos de varios de los invitados que festejaban el poder escucharla, pues muchos conocían bien la fama de la joven al teclado.

El silencio se hizo casi total en el salón cuando las notas provenientes de la flauta y el piano inundaron el ambiente. La pieza no les era desconocida a ninguno de los dos intérpretes y estos se acoplaron a la perfección el uno al otro, pese a que nunca antes habían tocado juntos.

Se trataba de una melodía más alegre que la que con anterioridad había interpretado el flautista y resultaba bastante amena para los oyentes, que la escuchaban embelesados. Una verdadera delicia para los oídos. Y de nuevo el público estalló en aplausos cuando la música llegó a su término.

Saori y Sorrento intercambiaron sonrisas, cada uno bastante satisfecho con su participación, y, tras dedicarle al otro una ligera reverencia con la cabeza para agradecerle su acompañamiento, ambos dieron por terminada su interpretación, guardando el flautista su instrumento en su estuche y levantándose la joven del piano.

Varios de los asistentes se acercaron de inmediato a ellos para felicitarlos por sus habilidades musicales, pero la joven Kido desvió por completo la atención hacia el vienés y ella se alejó disimuladamente, dejando que él se llevara la gloria del momento.

-Te dije que era bueno- le repitió Julián, dándole alcance cuando ella se detuvo a prudente distancia del flautista, en un rincón de la estancia.

-Me duele reconocerlo, pero esta vez tenías toda la razón- comentó Saori con una ligera sonrisa.

-¿Ves? Podemos estar de acuerdo de vez en cuando- le dijo el peliazul guiñándole un ojo y sonriéndole alegremente.

-Supongo, pero debes aceptar que tú adoras discutir conmigo- le recordó la chica entretenida.

-Ja, claro que sí, pocas personas son tan necias como tú, pequeña, y es divertido llevarte la contraria- declaró el joven con todo el cinismo del mundo, pero aún mostrando una sonrisa encantadora.

Saori no se molestó por el comentario y, al contrario, le sonrió con tranquilidad al griego. Sin duda era curiosa la relación que había entre ellos. Podían ser acérrimos rivales cuando debatían, siempre teniendo entre ellos esa sensación de inquietud que se despertaban mutuamente, pero cuando hacían las paces, por lo general terminaban dándose cuenta de que la compañía del otro podía resultarles grata… al menos por un rato.

Por algunos minutos, ambos se limitaron a quedarse allí, uno al lado del otro en silencio, admirando al resto de los invitados, viendo cómo unos conversaban despreocupadamente por aquí y por allá, mientras otros rondaban las mesas de bocadillos y otros cuantos se replegaban en algún rincón, buscando un momento de tranquilidad. Y ninguno de los dos había hecho nada por romper el grato silencio que se había instaurado entre ellos cuando una nueva melodía del piano, que subía lentamente de tono, inundó por completo el salón.

Se trataba de una tonada alegre y llena de vitalidad que consiguió en breves instantes que los presentes en la habitación guardaran un silencio absoluto para poder apreciarla con completa claridad. Era una melodía muy diferente a las dos que se había interpretado previamente, pero era hermosa, completamente hermosa a su propia manera y la mayoría de los que la escuchaban no pudieron evitar sonreír, contagiándose de la alegría y energía que se desprendía con cada una de sus notas.

Las miradas de Saori y el resto de los presentes habían vuelto a quedar fijas en el piano, donde, sentado ante el teclado, se encontraba un chico bastante delgado y no muy alto de piel blanca y cabellos cortos y castaños. No parecía tener más de 12 años y tocaba con los ojos cerrados, completamente concentrado en la melodía a la que estaba dando forma, disfrutando de ella al máximo mientras la interpretaba.

Lucía tan joven y era tal su talento y desenvoltura al piano, que Saori no pudo evitar pensar que quizás así se habría visto Mozart en su época, incluso la melodía que tocaba le recordaba por fragmentos a algunas de las obras del célebre compositor austriaco.

Para cuando el pequeño músico concluyó la pieza que estaba ejecutando, el silencio se prolongó algunos breves instantes más antes de que el público comprendiera que en verdad acababan de apreciar una interpretación prodigiosa y los aplausos no se hicieron esperar, resonando por toda la espaciosa habitación.

El chico se quedó aún algunos momentos ante el piano con los ojos cerrados, como para terminar de disfrutar de su obra, y finalmente se puso de pie e hizo una graciosa reverencia ante los presentes a la vez que sus párpados se separaban, dejando ver unos hermosos ojos azules como el cielo, mismos que fueron a posarse casi de inmediato en la joven anfitriona, como si todo el tiempo hubiera sabido en dónde se encontraba.

Saori le sostuvo la mirada, experimentando una extraña sensación en su interior que no podía definir. El chico le sonreía y ella no tuvo dificultad alguna para devolverle el gesto, pero pudo notar cómo varios de sus músculos se tensaban. Era muy raro. Una parte de sí deseaba acercarse al pequeño músico y darle la mejor de las bienvenidas, ya que se sentía contenta de verlo, pese a que ni siquiera lo conocía. Sin embargo, otra parte de su ser le decía que fuera precavida, porque la presencia de ese niño allí… no podía significar nada bueno.

Por su parte, al lado de la joven Kido, Julián Solo también experimentó una extraña sensación cuando la mirada del muchacho se posó en la chica a su lado. Él sabía quién era ese niño, había escuchado mucho de él ya que provenía de otra familia antigua e influyente de Grecia, pero era la primera vez que lo tenía enfrente y sin embargo… estaba seguro de que ya antes había visto esos mismos ojos en algún lado, y por alguna razón, todo su ser se puso en alerta al verlo sin que él comprendiera por qué se sentía de esa manera.

Pero ajeno a todas las sensaciones que había despertado en los dos jóvenes herederos, el pequeño músico se alejó finalmente del piano y avanzó con desenfado hacia Saori.

La joven anfitriona siguió con la vista el recorrido del chico desde su piano hasta detenerse a apenas un par de pasos frente a ella y su acompañante. El muchacho, por su parte, fijó sus ojos celestes en los de ella y ambos se sostuvieron la mirada durante unos breves momentos. Esos pedazos de cielo que él tenía por ojos le resultaban terriblemente fascinantes a la chica; eran tan vivaces, tan impenetrables… ¿tan familiares?

-Dédalus Caristeas, ¿cierto?- le preguntó en eso Julián al muchacho y él sonrió abiertamente desviando su vista hacia el peliazul.

-Señor Solo, es un honor poder conocerlo en persona- lo saludó estrechándole una mano con entusiasmo para luego volver a fijar su mirada en la pelimorada, tendiendo su mano hacia ella para sujetar sus dedos con cuidado y acercarlos a sus labios para besárselos de manera galante- También es un placer conocerla a usted, señorita Kido- le aseguró sin despegar sus ojos de los de ella y con la mano de la chica aún presa en la suya- Mi padre le envía sus saludos, delicada Palas Atenea de Tokio-

Las pupilas de Saori y también las de Julián se dilataron ante aquél sencillo saludo. "Palas Atenea de Tokio". Eran 4 simples palabras, pero fueron suficientes para que ambos jóvenes experimentaran una extraña sensación de vacío en el interior de sus cuerpos.

-Je, mi padre dice que usted es tan lista y hábil en los negocios que sin duda es comparable con la señora de Atenas- explicó el chico sonriendo despreocupadamente y sin inmutarse por las expresiones de los jóvenes frente a él.

-Oh- exclamó Saori procurando ignorar las extrañas sensaciones que la habían invadido- Y, ¿quién es tu padre?- le preguntó intentando sonreír pese al cosquilleo que recorrió su cuerpo ante la pregunta que ella misma acababa de formular.

El pequeño griego la miró de manera penetrante antes de contestar, consiguiendo que el cosquilleo que la pelimorada experimentaba se intensificara aún más, pese a que el chico le seguía obsequiando una lindísima sonrisa mientras la veía. Y a su lado, Julián experimentó una extraña opresión en su estómago a la vez que la sensación de alerta que había sentido antes volvía con aún más fuerzas. Pero el peliazul sabía que era ridículo lo que estaba sintiendo, no era como si el padre del chico ante él fuera el líder de la mafia o algo parecido, al contrario, él sabía quién era su progenitor y hasta la convenía cualquier conexión que pudiera hacer con él para sus propios negocios.

-Kostis Caristeas- alcanzó a decir sintiendo la boca seca y convenciéndose de que estaba en lo correcto y que nadie más era el padre del muchacho que tenía enfrente- Es un importante embajador griego- agregó con más confianza, convenciéndose de lo absurdo que resultaban todas las sensaciones que estaba experimentando.

Dédalus Caristeas fijó sus ojos celestes entonces en Julián y él pudo sentir cómo la opresión sobre su estómago aumentaba, aunque su rostro se mantuvo imperturbable ante la bella sonrisa que el chico le obsequiaba, aparentemente desconocedor de la perturbación que le producía.

-El embajador Caristeas le envía sus disculpas por no poder asistir, pero tuvo que salir en un viaje que no le permitía demoras- le dijo el chico a Saori, volviendo a centrar en ella su mirada- Pero le aseguro que mi padre habría sido feliz de haber podido presentarle sus respetos en persona- agregó sonriéndole de manera dulce y con esas palabras, el desagradable cosquilleo que había experimentado la joven Kido desapareció para ser sustituido por una agradable sensación de calidez, que pese a que de igual manera le resultaba desconcertante, la reconfortó de sobremanera.

-Agradécele sus saludos a tu padre de mi parte cuando lo veas… Dédalus, ¿cierto?- le dijo Saori sintiéndose algo más tranquila.

-Sip, Dédalus- asintió el chico con desenfado- Y no dude que sus agradecimientos llegarán al embajador, señorita Kido- le aseguró dedicándole una linda sonrisa.

Saori le devolvió la sonrisa de buena gana, mientras que Julián se limitó a observar a su pequeño compatriota con algo de confusión. ¿Era idea suya o ese chico parecía referirse hacia el embajador Caristeas y hacia su padre como si fueran dos personas distintas? Aunque, reconsiderándolo mejor, en realidad quizás no era tan raro que el hijo de un personaje importante de la sociedad terminara haciendo esas distinciones para resaltar el puesto de sus progenitores, o al menos de eso trató de convencerse el peliazul.

De cualquier forma, ya no tuvo tiempo de ahondar más en el asunto, puesto que justo en ese momento, alguien más llamó la atención de todos ellos.

-¿Señorita Kido?- llamó a la pelimorada una suave voz femenina, haciendo voltear no sólo a la aludida, sino también a los 2 griegos que la acompañaban.

Se trataba de Pandora Heinstein, quien se había acercado al grupo acompañada por su hermano menor, quien tenía prácticamente la misma edad que la anfitriona del evento y era apenas un par de centímetros más alto que la misma, situación que ambos notaron cuando sus ojos se posaron en los del otro.

Julián despertaba en Saori una extraña sensación de inquietud y rivalidad; Dédalus le había producido una mezcla de alegría y alarma que le resultaba aún más desconcertante; pero ese chico pelinegro que acababa de detenerse frente a ella… consiguió que la piel de todo su cuerpo se erizara a la vez que un desagradable escalofrío la recorría por completo.

Las facciones del joven eran muy dulces y serenas, la mirada de sus ojos de un pálido azul grisáceo era muy limpia e inocente, pero por alguna razón que desconocía, Saori lo quería lo más lejos de ella que fuera posible. Ese fue el deseo que experimentó en su interior con todas sus fuerzas, pero pese a todo consiguió esbozar una amable sonrisa, luchando por contenerse frente a sus invitados.

Por su parte, Ritter Heinstein también experimentó una extraña sensación en su interior en cuanto sus ojos se cruzaron con los de la joven Kido. Él era muy tranquilo, amable, bastante introvertido, pero por lo general les resultaba agradable a las personas en cuanto lo conocían; nunca había sentido que odiara a alguien, pero sólo de ver a la chica ante él, sintió que todo su ser temblaba ligeramente a la vez que se inundaba de ese singular sentimiento que nunca antes había experimentado. ¿Pero cómo podía odiar a alguien que acababa de conocer y con quien ni siquiera había intercambiado ni una palabra? Así que procuró ignorar esa extraña sensación y esbozó una ligera sonrisa para corresponder la que Saori le obsequiaba, aunque Julián y Dédalus, que se encontraban a los lados de la chica, no tuvieron dificultad para notar el sutil toque de severidad con el que se había teñido la, hasta hacía poco, apacible mirada del pelinegro.

-Señorita Kido- habló por fin el joven alemán tendiendo su mano derecha hacia la joven- Ritter Heinstein a sus órdenes- se presentó haciendo una ligera reverencia, pero sin que sus ojos se hubieran alejado ni un segundo de los de la anfitriona.

Saori extendió su mano hacia el pelinegro con algo de indecisión, pero él se la tomó con suavidad y se la llevó a los labios para besársela de manera galante, lo que consiguió que la chica hiciera lo posible por relajarse un poco, pese a que la sensación de alarma que experimentaba en su interior no había disminuido ni un poco.

El contacto fue efímero y si no acrecentó aún más las sensaciones que los jóvenes experimentaban, fue sólo porque éstas ya se encontraban al máximo. Y así, apenas unos segundos después de haberle cedido su mano, Saori quiso soltarse del pelinegro, pero en el último instante, éste apretó con fuerza los dedos de las joven con los suyos para evitar que ella se liberara de su agarre, consiguiendo que una ligera mueca de dolor se dibujara en el rostro de la chica y que tanto Julián como Pandora abrieran los ojos con desmedida sorpresa ante lo que el chico había hecho. Sólo Dédalus permaneció imperturbable, incluso parecía divertido con la escena que se desarrollaba ante sus ojos.

Saori y Pandora abrieron la boca para decir algo, buscando que el joven Heinstein soltara a la primera, pero antes de que alguna hubiera articulado una palabra, Julián sujetó con firmeza la muñeca del pelinegro, ejerciendo fuerza sobre ella para que de este modo el chico soltara a su ocasional presa.

La joven Kido retiró su mano de inmediato en cuanto la sintió libre y se la llevó al pecho, sujetándola con su otra mano, con una expresión de temor mal contenido ensombreciendo su rostro.

Por su parte, Ritter volteó a ver al joven peliazul que lo había sujetado y Julián notó sin problemas la gradual transformación que sufrió la mirada del menor mientras él aún lo sujetaba, pues al momento en que volteó a verlo, los ojos del más joven de los Heinstein lucían fríos y severos, pero de inmediato cambiaron a una mirada de sorpresa, que fue compartida por el joven Solo, pues cada uno sintió en esos momentos que no era la primera vez que se veían reflejado en los ojos del otro. Finalmente, tras apenas unos brevísimos instantes, la mirada del pelinegro recuperó por completo su amabilidad de siempre y entonces fue en su rostro que se dibujó una ligera mueca de dolor.

-Me lastimas- se quejó Ritter con sus ojos aún fijos en los mares que Julián tenía por ojos.

El peliazul soltó de inmediato al menor, pero la sorpresa aún no había abandonado su rostro y su mirada seguía bien atenta en el pelinegro sin comprender por qué le resultaba tan… familiar.

-Disculpa, pero es que tú…- comenzó a decir el joven Solo.

-Sí, lo sé- lo interrumpió el menor de los Heinstein a la vez que volteaba a ver con rostro verdaderamente apenado a Saori- Perdón, señorita Kido, le juro que fue un movimiento involuntario, no sé qué rayos me pasó- se disculpó y la pelimorada no pudo ver más que sinceridad en su mirada en esos momentos.

-No te preocupes- le contestó al mismo tiempo que estiraba los dedos que le había estrujado, notando que en realidad no había sido gran cosa- No fue nada-

-Lo siento- volvió a disculparse el pelinegro, bajando el rostro apenado.

-Disculpen, Ritter no se ha sentido bien… quizás no fue buena idea venir- intervino Pandora poniendo una mano sobre uno de los hombros de su hermano.

-Muchas cosas pasan sin que comprendamos por qué- comentó en eso Dédalus, atrayendo hacia sí la atención de los otros 4- Pero lamentarnos por lo pasado es algo completamente inútil. Lo mejor que podemos hacer es seguir adelante procurando enmendar con nuestras acciones aquello de lo que nos arrepentimos- declaró con una expresión de seriedad bastante contrastante con el total desenfado con el que se había comportado hasta ese momento- Si no hubieran venido, se habrían perdido de muy buena música- agregó recuperando su alegre sonrisa a la vez que fijaba su mirada en los hermanos Heinstein- Las Musas deben estar muy ocupadas esta noche para que los músicos que se han reunido aquí puedan seguir deleitando a los invitados de Saori-

Los 4 jóvenes que rodeaban al pequeño griego sonrieron sin que pudieran evitarlo ante lo que él decía y la manera en que lo hacía. El chico era carismático, ninguno podía negarlo… por mucho que les ocasionara distintas y contradictorias sensaciones a cada uno de ellos.

-Es verdad, disfrutemos el momento y no nos preocupemos por cosas pasadas- le dio la razón la anfitriona del evento sonriéndoles a los demás- Y por cierto que tú también eres un gran músico- le dijo a Dédalus obsequiándole una linda sonrisa que el chico le devolvió de buena gana.

-¡Claro! A mí me enseñó a tocar el mismísimo Apolo en persona, así que no podía esperarse menos de mis composiciones- declaró el joven griego sonriendo divertido, aunque por alguna razón, ese bromista comentario consiguió que Saori, Julián y Ritter experimentaran una extraña punzada en sus pechos- Pero bueno, voy por un bocadillo, porque hasta los prodigios necesitamos recuperar energías luego de una interpretación magistral- agregó buscando con la mirada algún tentempié.

-Qué modesto es este niño- murmuró Julián lo suficientemente fuerte como para que todos lo escucharan.

-Je, sí, yo siempre peco de humildad- dijo el aludido sonriendo con cinismo y ya dispuesto a retirarse, aunque se detuvo en el último instante y volteó de nuevo para fijar su mirada en los demás- Ustedes también deberían comer algo. La noche es larga y necesitarán muchas energías para sobrellevarla hasta el final- les dijo con un tono tal y con cierto brillo en la mirada que consiguió que cada uno de los aludidos experimentara un escalofrío que les recorrió toda la espalda- Nos vemos luego- se despidió finalmente agitando una mano y con una linda sonrisa adornando su rostro.

Saori y los demás lo vieron alejarse aún con la sensación del escalofrío que habían experimentado recorriéndoles la espalda, aunque cada uno hizo lo posible por ignorar aquella desagradable impresión.

-Ese niño es extraño- susurró Ritter aún siguiendo con la mirada al pequeño griego mientras éste se alejaba por entre los invitados.

-El burro hablando de orejas- murmuró Julián viéndolo de reojo, consiguiendo que el pelinegro volteara a verlo con malos ojos.

El joven Solo sintió cómo el otro lo fulminaba con la mirada, pero él le sostuvo la vista sin inmutarse y también viéndolo con mirada penetrante. Por unos breves momentos fue como si se estuvieran retando con los ojos, pero finalmente las facciones de ambos se relajaron y el esbozo de una sonrisa se dibujó en sus rostros.

-Julián Solo- se presentó el peliazul con el chico percatándose de que no lo había hecho antes y tendiéndole la mano al pelinegro.

-Ritter Heinstein- volvió a presentarse el aludido estrechando la mano de su interlocutor.

El contacto entre ellos duró un poco más y ambos se sostuvieron la mirada mientras estrechaban sus manos. De nuevo se retaban con los ojos y esta vez ambos fueron bien conscientes del momento en que cada uno aumentó considerablemente la fuerza de su apretón instantes antes de que por fin se soltaran.

-Tienes fuerza en las manos, niño- reconoció Julián tallándose la palma que el pelinegro había estrechado.

-Ya ves- se limitó a decir el otro también tallándose la palma que el griego le tomara.

-Hombres- suspiró Pandora con tono resignado y negando con el rostro- Creo que yo mejor voy por algo de tomar. Con permiso- se disculpó retirándose de allí.

-¡Pandora, espera!- la llamó Ritter dando unos pasos tras ella, aunque se detuvo en el último momento y de nuevo volteó a ver a Saori con rostro apenado- De verdad disculpa si te lastimé- insistió al respecto con voz sincera y luego dirigió su mirada hacia Julián- Nos vemos- le dijo haciendo un gesto de despedida con la mano que el peliazul le respondió con una ligera sonrisa, misma que conservó en su rostro hasta que se percató de que Saori lo veía fijamente.

-¿Qué?- le preguntó confundido.

-Nada, es sólo que… parece como si ya se conocieran de antes- comentó la joven abrazándose a sí misma, sintiendo una vaga preocupación sin que comprendiera el motivo de la misma.

-Je, sí, justamente tuve la impresión de que de algún lado ya conocía a ese chico-admitió Julián sonriendo con expresión un tanto confundida- Quizás de otra vida- agregó fijando sus ojos en la muchacha.

-Sí, quizás- susurró ella abrazándose con más fuerza.

-¿Estás bien?- le preguntó el peliazul al notar su gesto, pero ella se limitó a asentir con el rostro sin lucir muy convincente- Vamos por un trago, ¿quieres? Creo que de verdad nos hace falta-

Saori asintió intentando sonreír con despreocupación, pero no podía evitar sentirse inquieta por algún motivo. Tenía un mal presentimiento.

Julián no dijo nada mientras la guiaba en busca de una bebida, pero podía notar su inquietud y, siendo sincero, desde hacía algunos momentos que él mismo sentía que algo no estaba bien en el ambiente.

A algunos metros de ellos, Dédalus Caristeas los seguía con la mirada mientras él se encontraba comiendo un croissant, recargado contra una pared cerca de una ventana, al lado de un hombre muy alto y delgado, de largos cabellos lacios y negros, mismo que estaba recargado en el alféizar de la ventana, viendo hacia afuera de espaldas al resto de los invitados.

-Creo que empiezan a notarlo- comentó el pequeño griego justo antes de darle una gran mordida a su bocadillo.

-No es para menos- dijo el hombre a su lado con voz grave- Por muy dormidos que estén, deberían ser capaces de detectar cuando sus vidas corren peligro de muerte-

-Supongo- asintió el chico dándole otra mordida al panecillo- Je, la verdadera fiesta va a comenzar muy pronto- agregó con una enigmática sonrisa a la vez que sus ojos celestes iban a posarse en el menor de los hermanos Heinstein, quien acababa de acercarse a otra de las ventanas del lado opuesto del salón, donde un hombre alto y rubio se encontraba recargado contra la pared, con sus ojos de color dorado fijos en Pandora, quien platicaba con algunas señoras a poca distancia de él.

-¿Disfrutando de la vista, Ulrik?- le preguntó el joven pelinegro al rubio, viéndolo con mirada acusadora y con un ligero toque de burla en la voz.

-¿Perdón?- contestó el aludido fingiendo demencia y apartando de inmediato su mirada de la pelinegra para posarla en el chico ante él.

-¿Llegará el día en que le confieses a mi hermana que te gusta?- le dijo el chico dirigiéndole una pícara sonrisa- Porque aquí entre nos, no creo que le resultes tan indiferente- agregó sonriendo con más ganas.

-Ya alucinas cosas, pequeño- se limitó a responderle el rubio esbozando una ligera sonrisa y cerrando los ojos a la vez que ahogaba un suspiro- Además, ¿quién soy yo para fijarme en ella?- susurró adoptando un rostro bastante serio.

Ritter suspiró con expresión cansada. Él no era de la clase de personas que confiaba ciegamente en otros, pero el hombre rubio a su lado se había ganado por completo su confianza y su respeto.

Ulrik Schmeichel se había convertido en guardaespaldas suyo y de su hermana hacía ya algunos años y se habían entendido bastante bien pese al carácter serio y reservado del rubio, a tal grado que los dos hermanos lo veían ahora más como un amigo que como un simple empleado. Ciertamente que el joven originario de las Islas Feroe no era la simpatía andante, pero estimaba a los Heinstein a un grado al que ni él mismo comprendía cómo había llegado y se había propuesto protegerlos siempre a toda costa, por lo que Ritter y Pandora no podían menos que sentirse seguros a su lado y le agradecían de sobremanera todas las atenciones que tenía hacia ellos.

-A mí no me desagradarías de cuñado- insistió el joven pelinegro con otro suspiro- Ya sabes lo que dicen por allí de más vale malo por conocido que bueno por conocer- agregó ahogando una risita traviesa.

-Gracias por tu voto de confianza- murmuró el rubio con sarcasmo y viendo con no muy buenos ojos al muchacho, aunque al final ambos terminaron sonriendo- ¿Qué pasó con la señorita Kido?- le preguntó tras unos instantes fijando sus ojos dorados en los del chico.

Ritter resopló con desgano al mismo tiempo que se recargaba al lado de su guardaespaldas.

-No sé- musitó al fin con expresión confusa- De pronto sentí mucha ira contra ella, pero ni siquiera sé por qué. No entiendo qué me pasó. ¿Crees que sea bipolar?- le preguntó el rubio viéndolo con rostro preocupado- Pandora dice que a veces parezco dos personas diferentes cuando estoy tranquilo y cuando me enojo por algo-

-Yo creo que más bien no sabes cómo canalizar adecuadamente tus emociones- le contestó el de ojos dorados viéndolo con benevolencia.

El joven Heinstein inhaló despacio ante esa respuesta y contuvo unos instantes el aire antes de liberarlo de nuevo. Por alguna razón que le resultaba desconocida, durante esos breves momentos, el rostro del chico peliverde con el que se había encontrado rato atrás acudió a su mente.

-A veces creo…- susurró con suavidad evocando en su memoria los ojos verdes del muchacho y las extrañas sensaciones que había experimentado cuando sus miradas se encontraron- Que yo no debería existir en este mundo- terminó con voz ahogada.

Ulrik observó con algo de preocupación al joven mientras él se mantenía recargado en la pared a su lado y con la mirada baja.

-No digas tonterías- le dijo viéndolo con sincera estima- Todos estamos en este mundo por alguna razón. La vida de tu hermana no sería lo mismo sin ti, ni la mía tampoco- declaró con voz amable, consiguiendo que el pelinegro levantara la mirada y lo viera con una ligera sonrisa.

-¿Sería más cómoda y tranquila?- le preguntó en son de broma.

-Seguramente, pero pues ya nos acostumbramos a tu presencia- respondió el rubio sonriéndole y siguiéndole el juego- Ya verás que pronto vas a descubrir muchas más razones por las que agradecerás estar aquí y ahora- le aseguró con serenidad.

Ritter le sonrió agradecido por sus palabras. No era que acostumbrara deprimirse por cosas sin importancia, pero es que el haberse visto reflejado en los ojos verdes del joven japonés de hacía rato le había producido la extraña sensación de que presencia estaba de más en el mundo.

Pero el pelinegro respiró con nuevos ánimos, decidido a quitarse de encima aquellos absurdos pensamientos y procuró serenarse, aunque eso no fue del todo posible, pues en ese preciso instante, una desagradable sensación lo invadió por completo.

Fue un escalofrío que lo hizo estremecerse en su totalidad al mismo tiempo que sentía una punzada en su corazón. Algo no estaba bien a su alrededor. La atmósfera parecía haberse vuelto más pesada y le costaba respirar. Además, la temperatura debía haber bajado por lo menos 2 o 3 grados de golpe en la habitación, pero al observar con detenimiento a su alrededor, el pelinegro notó que nada había cambiado en la actitud del resto de los invitados. Nadie más había notado lo mismo que él.

-¿Ritter?- lo llamó el rubio confundido al notar cómo el chico recorría el lugar con mirada ansiosa- ¿Qué ocurre?-

-¿Tú tampoco lo sientes, Ulrik?- se limitó a contestarle el muchacho sin dejar de pasear su mirada por toda la estancia.

-¿Qué cosa?- interrogó el aludido sin comprender.

Ritter no le contestó de inmediato, pues no estaba muy seguro de lo que estaba pasando. Sólo sabía que algo no estaba bien. Todo su entorno se iba cubriendo por un aire fétido que le producía una sensación muy desagradable… aunque terriblemente conocida.

-La Muerte se acerca- susurró Dédalus Caristeas del otro lado de la habitación, con sus ojos aún fijos en el menor de los Heinstein.

-Ya era hora- dijo con una sonrisa de satisfacción el hombre a su lado al mismo tiempo que se erguía cuan alto era y volteaba hacia el salón para buscar con sus ojos rojizos a algunas personas en particular- ¿Todo está listo?- le preguntó al pequeño griego volteando a verlo de reojo.

-Sip, pero recuerda que más vale ser lo más discretos que podamos, Marcus- le contestó el castaño dirigiéndole una significativa mirada y dándole un énfasis especial al nombre que acababa de pronunciar, consiguiendo que el aludido emitiera un gruñido con rostro fastidiado.

-Ya sé lo que tengo que hacer, enano, así que no fastidies- le dijo también resaltando el sobrenombre con el que se había referido al chico.

Y sin esperar nada más, el pelinegro se alejó a grandes zancadas por el salón, mientras el joven Caristeas se limitaba a verlo avanzar a la vez que negaba con el rostro.

-Por Zeus, ¿por qué algunas personas serán tan necias e impacientes?- se preguntó entre suspiros con rostro resignado, pero pronto dejó sus pensamientos de lado para centrar toda su atención en las mismas personas a las que el pelinegro había localizado con la mirada- Pero en fin, pues que empiece el espectáculo- se dijo con una sonrisa divertida al mismo tiempo que se sacaba de debajo del saco una pequeña siringa compuesta por varios tubos de caña, que de inmediato se llevó a los labios para soplar en ella, arrancándole una nota grave y prolongada que sólo algunos pocos de los presentes alcanzaron a escuchar.

Saori y Julián, que se habían quedado cerca de una mesa donde había varias copas servidas, levantaron la vista al mismo tiempo en el preciso momento en que esa nota llegó a sus oídos, intercambiando unas rápidas miradas que les permitió a cada uno ver algo de temor y confusión en los ojos del otro. Pero no pudieron articular ni una palabra, pues entonces, ambos sintieron cómo la temperatura descendía bruscamente a la vez que un ligero temblor comenzaba a sacudir la mansión.

-Julián…- gimió Saori abrazándose a sí misma con fuerza, procurando recuperar algo del calor que su cuerpo perdió por el cambio de temperatura- ¿Qué está pasando?- le preguntó al ver que nadie más parecía notar la ligera vibración que agitaba el suelo ni el frío que comenzaba a adueñarse del lugar.

Pero el peliazul no le contestó, puesto que él tenía toda atención centrada en recorrer todo su entorno con la mirada, buscando la fuente de aquella repentina perturbación. Así, al girar hacia un lado, sus ojos de mar se toparon con la mirada de Sorrento, quien al parecer sí se percataba del extraño temblor que parecía ir haciéndose más fuerte y también intentaba descubrir con la vista qué era lo que estaba pasando. Y al girar en otra dirección, se topó con la mirada confundida de Ritter Heinstein, quien respiraba agitadamente, al parecer percibiendo de manera más intensa que ellos esos sutiles cambios que impresionaban de manera tan desagradable sus sentidos.

Saori notó ese intercambio de miradas, percatándose de que Pandora y el rubio al lado de Ritter también parecían haber notado al fin lo que pasaba. Entonces sus ojos se dirigieron hacia la puerta que daba hacia una terraza, por donde 4 agitados chicos acababan de entrar al salón con rostros confundidos y un tanto asustados.

-Seiya, muchachos…- susurró la pelimorada comenzando a experimentar una angustiosa urgencia por salir de allí cuanto antes.

Más ya no hubo tiempo de nada.

De golpe, el ligero temblor que había comenzado a sentirse se intensificó a tal grado que muchos de los asistentes tuvieron que sujetarse de algo para evitar caerse por el brusco movimiento que agitaba la mansión entera.

Los cristales de las ventanas comenzaron a vibrar frenéticamente hasta que se hicieron pedazos, justo en el mismo momento en que toda la cristalería en la habitación estallaba y también al mismo tiempo en el que un horrible y estrepitoso ruido se extendía por la habitación, provocando que más de una persona se llevara las manos a los oídos para cubrírselos por lo que molesto que resultaba.

Era un grito muy agudo al que no tardaron en unírsele otros más igual de lacerantes para la audición. Y con ellos llegó también un olor hediondo que se extendía a toda velocidad por la habitación.

Saori sintió muchas náuseas y comenzó a sudar frío ante todo aquello, y por la forma en que Julián se dobló ligeramente sobre sí mismo a unos pasos de ella, estuvo segura de que no había sido la única que se sintió a punto de volver el estómago.

Muchos de los invitados habían comenzado a gritar ante el incesante temblor y todos se movían de aquí para allá buscando un lugar seguro hasta que pasara lo que suponían era un simple terremoto. El ambiente de la fiesta había sido reemplazado por el caos total y en medio de todo ese desorden, de pronto, las puertas y las ventanas ya sin vidrios salieron volando de sus sitios, dándoles paso a varios entes enfundados en mantos negros, que entraron volando y lanzando agudos y chirriantes gritos. Seis mujeres de rostro pálido cual fantasmas, con largos y despeinados cabellos negros que ondeaban a sus espaldas mientras ellas sobrevolaban el salón; los ojos eran muy negros e inyectados de sangre y poseían afiladas garras y dientes que mostraban amenazadoras mientras seguían volando sobre las cabezas de los presentes sin dejar de lanzar sus horribles chillidos. Además, eran ellas las que despedían el nauseabundo olor que ahora infestaba todo el ambiente; un hedor putrefacto y penetrante… un olor a muerte…

Saori, Julián y Ritter se quedaron congelados en sus respectivos sitios al ver a esos seres espeluznantes. Cada uno estaba sudando frío y podía sentir un desagradable vacío en su interior. Sus mentes les decían a gritos que huyeran de allí a la brevedad posible, pero sus cuerpos no respondían, no sólo debido al terror que estaban sintiendo, sino porque mientras sus ojos se mantenían fijos en aquellas criaturas, algo en su interior parecía decirles que era urgente que recordaran algo que estaban reprimiendo en lo más profundo de su ser, pues si no lo hacían pronto… no sobrevivirían.

Y los 3 seguían intentando reaccionar de la fatal atracción que esos seres ejercían sobre sus personas, cuando aquellas criaturas se percataron de su ubicación y, por pares, fijaron sus sanguinarias miradas en ellos, dirigiéndoles unas frías y aterradoras sonrisas que les permitieron a los jóvenes ver en su totalidad las afiladas y blancas dentaduras que poseían.

Todo lo que ocurrió después fue demasiado rápido. Saori y Julián vieron cómo 4 de esas horribles mujeres se lanzaban contra ellos sin que sus cuerpos hubieran podido reaccionar aún para emprender la huída. Parecía inevitable que esas letales garras que se dirigían exactamente hacia sus cuellos destrozaran sus vértebras cervicales con el puro impacto de la embestida, pero algo pasó en el último momento.

-¡¡¡SAORI!!!-

-¡¡¡JULIÁN!!!-

La pelimorada apenas y fue consciente de un repentino empujón antes de que notara que ahora se encontraba en el suelo, entre los brazos de Seiya, con Shun a su lado y con Hyoga, Shiryu y otro joven de cortos cabellos de color azul oscuro al que no había visto llegar, de pie frente a ellos en actitud defensiva.

Por su parte, el joven Solo también apenas y se dio cuenta de que alguien lo empujaba hacia la pared a sus espaldas y de lo siguiente que fue consciente fue que Sorrento estaba frente a él, esgrimiendo cual espada un largo fierro que hasta hacía unos minutos formaba parte del armazón de una ventana, moviéndolo entre sus manos con una habilidad que hasta entonces desconocía el peliazul.

-¿Se encuentra bien?- le preguntó el flautista al joven empresario, sin despegar su mirada ni un segundo de los terribles seres que volaban sobre sus cabezas.

Julián apenas y pudo asentir con voz entrecortada, mientras que el joven músico intercambiaba una fugaz mirada con los chicos que protegían a la anfitriona del saboteado evento.

Esa simple mirada de reojo bastó para que los 6 muchachos sintieran que no era la primera vez que se veían, pero no había tiempo para hacer preguntas. Era obvio que aquellas criaturas tenían en la mira a los jóvenes herederos y también era un hecho que ninguno de ellos estaba dispuesto a dejarlas cumplir sus objetivos, así que no les costó comprender que, al menos durante esos momentos, lo mejor era que actuaran en equipo.

Pero justo al mismo tiempo que esto pasaba en un lado del salón de eventos de la mansión, por otra parte, las otras 2 espeluznantes mujeres fueron frenadas en su intento de segar la vida del menor de los Heinstein cuando Ulrik alejó al joven pelinegro de su trayectoria en un movimiento desesperado, de modo que Ritter también apenas y fue capaz de notar lo que ocurrió en esos momentos y sólo se percató de cuando ya estaba al lado de su hermana mayor, quien lo cubría protectoramente con su cuerpo mientras el rubio guardaespaldas se mantenía frente a ellos dispuesto a todo para protegerlos.

El joven de pálidos ojos azul grisáceos no pudo evitar que su vista divagara por todo su entorno y, pese a que su mirada parecía un tanto perdida, pudo notar sin dificultad todo el caos que lo rodeaba: los gritos del resto de los invitados se confundían con los horribles chillidos de las espantosas mujeres que sobrevolaban el lugar mientras que las personas corrían intentando alejarse de su camino atropellándose unos a otros en su desesperado intento de escape. Más de la mitad de los asistentes ya habían huido arrasando lo que se pusiera a su paso para abrirse camino hacia alguna salida y la mayoría de los que quedaban no tardarían en seguir sus pasos. Los únicos que se mantenían en sus puestos eran los jóvenes que rodeaban a Saori y a Julián en otra parte de la habitación, así como Dédalus Caristeas, quien se encontraba del lado opuesto del salón, de pie en lo que quedaba del marco de una ventana y tocando una siringa que no parecía emitir ninguna tonada.

Ritter fijó su mirada en el pequeño griego intentando comprender lo que este hacía. Un ligero y apenas perceptible resplandor de una blancura extraterrenal lo envolvía por completo, pero no era el único que lucía así, pues fue entonces que el alemán notó que dicho resplandor también estaba cubriendo a los otros 8 jóvenes que intentaban protegerse del embate de las terribles criaturas sobre sus cabezas, así como a su hermana, su guardaespaldas y a él mismo.

No entendía lo que estaba pasando, pero esas horribles mujeres que los acechaban parecían más que dispuestas a eliminarlos justamente a ellos. No le prestaban atención al resto de los invitados. Sus ojos inyectados de sangre sólo buscaban a los 3 jóvenes herederos, aunque era evidente que no les importaría matar a quien se interpusiera en su camino hacia sus presas.

-¿Qué demonios son esas cosas?- gimió Pandera abrazando más a su hermano y sin quitarles la mirada de encima a las criaturas.

-Keres-

La respuesta abandonó los labios de Ritter sin que él supiera siquiera cómo es que la conocía. Pero lo sabía, sabía lo que eran esos espíritus de la muerte y al volver a fijar su vista en ellos, una profunda ira comenzó a nacer en su interior.

-Vienen por ti- le dijo en eso una voz grave a sus espaldas, consiguiendo que Pandora respingara y que tanto ella como Ulrik le dirigieran una mirada de reojo a quien había hablado, un hombre muy alto y delgado de largos cabellos negros y ojos rojizos, mismos que estaban fijos en los del menor de los Heinstein, quien le sostenía la mirada aún experimentando esa extraña ira que lo invadía- Parece que esas Keres decidieron que era hora de cazar al Señor del mismo reino al que pertenecen- le dijo viéndolo con burla, logrando que los apacibles ojos del muchacho se volvieran terriblemente fríos y severos- Van a matarte lenta y dolorosamente y luego le jurarán fidelidad a un nuevo regente que ellas consideren más apropiado para el reino que habitan- le siseó con cizaña.

Pandora pudo sentir cómo el cuerpo de su hermano temblaba entre sus brazos y quiso decir algo para callar al pelinegro que le decía todas esas cosas incomprensibles, pero él fue más rápido que ella.

-¿No piensas hacer nada?- prosiguió aún con la vista fija en los ojos del alemán al mismo tiempo que levantaba hacia él una larga espada enfundada en una vaina negra, ofreciéndosela con ambas manos.

Los ojos de Ritter se posaron en el arma y entonces, una fría y cruel sonrisa se dibujó en sus labios a la vez que la mirada de sus ojos se quedaba completamente vacía y una extraña energía comenzó a emanar de él, haciendo que Pandora lo soltara viéndolo completamente confundida y asustada. Y antes de que ella o Ulrik hubieran podido decir o hacer algo para evitarlo, el chico le arrebató la espada de las manos al pelinegro y con suma habilidad y elegancia la desenfundó a la vez que volteaba, aún con la mirada vacía, hacia las criaturas que seguían acechándolo a él y a los demás desde arriba.

-Esto lo van a pagar caro, malditas traidoras- les siseó con una voz gélida y furiosa a las 6 Keres, mismas que ahora tenían puesta toda su atención en el joven pelinegro y quizás fue la imaginación de quienes en esos momentos las veían, ¿pero acaso lucían ligeramente asustadas?- ¡¡¡Regresen para siempre al Hades al que pertenecen!!!- les gritó con ira al mismo tiempo que la energía que emanaba de él aumentaba de golpe de manera más que considerable, envolviéndolo por completo en un aura negra.

Y sin más, el joven se impulsó sin problemas hacia arriba, dirigiendo su espada hacia las dos Keres que tenía más cerca…

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Je, ¿qué tal? De verdad espero que el capítulo no haya resultado cansado para ustedes y que al contrario, lo hayan podido disfrutar al menos un poco. Ya pronto vendrán algunas explicaciones… y muchas cosas más, pero todo a su debido tiempo n.n

Bueno, en esta ocasión sólo aclararé que las Keres son espíritus femeninos de la muerte violenta en la mitología griega y solían sobrevolar los campos de batalla en busca de moribundos o heridos para enviar sus almas al Inframundo, aunque bueno, por ahora sus presas eran algo más que eso. ¡Ah! Y se aceptan apuestas del enfrentamiento Riter Heinstein vs Keres XD

Ejem, en fin, el siguiente capítulo será…. "Noche de Fiesta (Parte II)", y si la fiesta se está poniendo interesante en la tierra del sol naciente, esperen a ver la que habrá en otras partes del mundo, ¡wuajajaja! Cof, cof. Les dejo un pequeñisísimo adelanto:

"…

Todo había quedado sumido en la más profunda oscuridad. Ya no se escuchaba nada.

El peliazul rodó sobre sí mismo para quedar boca arriba, sintiendo cómo un hilillo de sangre le escurría desde una de sus sienes. Le daba lo mismo mantener los ojos abiertos o cerrados, igual no podía ver nada. Y entonces se percató del silencio que lo rodeaba; apenas y alcanzaba a distinguir el sonido de su propia respiración y de los acelerados latidos de su corazón, pero no podía estar solo, no a menos que los que le acompañaban hasta hacía unos minutos estuvieran…

-Camus- llamó sin que su voz sonara más fuerte que un suave murmullo, sintiendo un horrible vacío en su interior- ¡Camus!- insistió reuniendo fuerzas para sacar la voz, pero el silencio fue su única respuesta.

…"

Y ahora sí, yo paso a despedirme. Espero sus reviews para conocer su opinión. Hasta la próxima n_n