Capitulo 8

LA FIESTA

12 hasta el final.

Y ahí estaba yo, sentada en las gradas de la cancha, con Ángela y Jessica a mis lados porque Alice estaba muy ocupada jugando en los columpios tomada de la mano de Jasper. La odiaba un poco por eso y me desquitaba con el sándwich de queso que mi mamá me había preparado esa mañana.

Mordisco, masticar con rabia, mordisco, masticar con rabia, y así sucesivamente.

Yo era una chica esencialmente feliz, tenía mis momentos y quizás de vez en cuando lloraba un poquito en exceso. Pero últimamente mi vida estaba dando giros bruscos con respecto a lo que yo consideraba una vida normal y no me estaba gustando para nada este nuevo rumbo. Pero a la edad de doce años uno todavía esta creciendo, y crecer significa tener que adaptarse… ¡Demonios! odiaba crecer.

− ¿Te parece que Jasper es más alto que Edward?− Dijo Jessica a mi derecha.

− Si, creo que lo ha pasado en altura− respondió Ángela.

¿Saben que odiaba también? Las conversaciones de chicas en frente de una cancha donde todos nuestros compañeros estaban jugando futbol, además de que se me daban mal porque no tenía nada bueno que comentar sobre chicos, ropa o artistas de moda que no conocía. Eso definitivamente no era lo mío.

Mordisco, masticar con rabia, masticar, masticar, masticar…

Edward de repente notó que yo estaba sentada en una de las gradas y me saludo amigablemente, con sonrisa incluida y todo. Trague todo de una sola vez y boté mi jugo de naranja cuando alcé la mano apresuradamente para responderle el saludo. Me guiño un ojo y volvió a su juego.

− Oh vaya, a alguien le g…

− ¡Chicas!− gritó la vocecita de Alice interrumpiendo lo que sea que iba a decir Jessica. Gracias, muchas gracias por la interrupción.− ¿Asistirán hoy?

− ¡Por supuesto!

− ¡Jamás me lo perdería!

Ignore la pregunta de Alice, llevaba más de una semana hablando de su fiesta de cumpleaños y además de que ya me tenía verde con eso, no había podido estar con ella por culpa de Jasper. Termine de un trago el resto de mi jugo de naranja y me pare para botar el envase cuando Alice me tomo por el brazo y muy alegremente, me pregunto si la podía acompañar al baño ¿Tenía la opción de decirle que no? ¡No!

− Será increíble, compré muchos globos, mi mamá contrató a un DJ, incluso dijo que nos haría ponche, sin alcohol, por supuesto.

Jamás en mi vida había probado alcohol, incluso a mis doce, pero me pregunté cómo sería estar borracha, especialmente ese día.

− Soy mala en las fiestas, Ali, ya sabes eso. Además has invitado a casi todo el instituto, me sentiré fuera de lugar y…

− No invité a todo el mundo− dijo Alice frunciendo el ceño, ignorando lo otro que dije− No invité a Jane de la sección A porque el otro día me llamo "duende asqueroso", ¿puedes creerlo?

Fruncí el ceño yo también− Sabes cómo es Jane, cada vez que te mira parece que quisiera torturarte.

Alice fingió un escalofrío y entramos juntas al baño.

− Con respecto a que te sientas fuera de lugar− continuó Alice− voy a estar yo todo el rato, será en mi casa, conoces bien mi casa, podrás ir a mi cuarto si quieres un descanso…

− Si, pero tu serás la anfitriona, tendrás que estar con todos y yo no estaré con nadie.

− Estará Jake, también todos los muchachos, últimamente he visto que te haces más amiga de Ed…

− Ajá, sí, estarán ellos, pero yo te quiero a ti, me estás cambiando por Jasper.

Alice rio alegremente mientras se lavaba las manos, como yo no tenía nada especial que hacer, me empecé a lavar las manos también.

− Eso no es cierto. Eres mi mejor amiga por siempre, eso no va a cambiar por Jasper.

La miré insegura, eso no era lo que me había demostrado últimamente.

− ¿Te gusta mucho?− pregunté, casi arrepintiéndome al instante.

Alice se sonrojo y asintió lentamente.

− Es un chico estupendo.

− Si, se nota que también le gustas, tanto que está volviéndose loco. Ningún chico en su sano juicio se arriesgaría a que lo vieran tanto con una niña.

Alice me miró ceñuda.

− Boba, Bella.

Nos reímos al mismo tiempo y salimos del baño.

Ese mismo día en mi casa abrí el bolso más grande que tenía y metí adentro mi pijama y mi cepillo de dientes, después de la fiesta me quedaría a dormir en casa de Alice e incluso llegaría un poco antes para ayudarla a arreglar todo, aunque sospechaba sus verdaderas y maquiavélicas intenciones de usarme de muñeca y vestirme a su antojo. Tomé sin mirar mucho la ropa que me pondría esa noche, al fin y al cabo seguro Alice me pondría otra cosa después, y salí de mi habitación lista para ir a irme a su casa.

− ¡Mamá!− grité desde la parte de arriba de las escaleras− ¿Me llevas tú o me voy en bici?

Espere unos segundo y volví a gritar por mi mamá antes de que Phil me contestara.

Phil, mi casi padrastro, el hombre con el que habíamos estado viviendo desde hacia un par de meses. No era tan malo, por su trabajo tenía que viajar mucho y aún podía dar mis paseos en panties de vez en cuando.

− Reene salió al mercado a comprar algunas cosas, pero si quieres te llevo yo.− Su cabeza se asomó desde el cuarto de mi mamá –de él y mi mamá− y me sonrió. Aún pasados unos meses igual trataba de hacer que le cayera bien.

Buen intento Phil, soy lo suficientemente interesada como para decirte que sí.

Me encogí de hombros – Ok.

Si hay algo en la vida que me gusta hacer, es mirar por la ventana de los carros cuando alguien va conduciendo, apoyé mi mejilla en mi mano y miré fijamente al paisaje para evitar conversaciones incómodas, este truco era lo suficientemente bueno para evitar hablar con Phil.

Cuando finalmente llegué a casa de Alice, me baje del carro de un salto con mi bolso en mano.

− ¡Adios Phil!− exclamé cuando apenas toqué el piso− ¡Gracias!

No me quede para que me dijera nada más, suficiente estaba haciendo con dejarlo vivir en mi casa y hundí el timbré de la casa de Alice con todas mis fuerzas. Me recibió su ama de llaves con una sonrisa, le di las buenas tardes sonriendo y corrí al cuarto de Alice antes de que me dejara entrar.

− Estás algo hiperactiva hoy, Bella, escuché como casi destruyes el timbre de mi casa.

− Sólo estoy emocionada por la fiesta.

Alice, que en ese momento estaba con la mitad el cuerpo en su closet sacando cuantas blusas y vestidos tenía, se tragó fácil mi respuesta y siguió en la búsqueda de lo que yo creí que era el conjunto perfecto.

Ese día, desde el momento del brutal saludo de Edward mientras jugaba futbol, había estado algo inquieta, con el corazón tronándome entre mis pulmones cada vez que pensaba en él.

Sí, él y yo éramos amigos −fácil decirlo cuando no eres la amiga− y me había empezado a sentir a gusto con él, era fácil reírse y sentirse cómoda. Además también era muy incómodo cuando había alguien más que nosotros dos observando, pero básicamente todo era risas y alegría.

Risas, alegría y mi corazón latiendo de maneras dolorosas cuando sonreía.

Algo especialmente raro que me tenía atormentada y que nunca me había pasado con Alice, ni con Jacob, que ya no era mi único amigo varón. Era intrigante, los niños seguían sin ser mis seres favoritos en el mundo, pero Edward ya no era tan niño. Supongo que a eso le llaman crecer, una cosa curiosa que tal vez me estaba pasando a mí también.

− ¿Qué te parece?

Alice estaba desfilando en frente de mí un vestido vinotinto de tirantes con un lazo que caía elegantemente desde el pecho hasta la cadera, se veía hermosa y se lo dije. Sonrió esplendorosamente, mostrando todos sus perfectos dientecitos blancos y se fue dando saltitos es sus pantuflas de Hello Kitty, nuevamente hacía el armario.

− ¿Tu usarás eso?

Había esperado esa pregunta casi todo el día.

− Supongo que sí.

Saco la cabeza del armario sólo para mirarme con sus grandes ojos castaños y su carita de corderito a punto de ser degollado, la pregunta estaba implícita.

− Mi estilo es todo tuyo, pero por favor, nada de Hello Kitty.

Inmediatamente empezó a mostrarme diferente blusas, faldas y vestidos −ella tenía una clase de ley acerca de no usar nunca pantalones− y fue buena en el sentido de que dejo que yo negara algunas prendas que me mostraba y no imponía lo que quería que usara como en otras ocasiones, por lo que después de unos veinte minutos, terminé con una blusa blanca de una tela muy suave y una falda azul oscuro.

− ¡Sabía que te quedaría perfecto!

− ¿Lo habías comprado para mí?− pregunté confundida.

− Si, hace un par de meses, lo vi y supe de inmediato que era para ti, pero deje que lo escogieras tú, para saber si de verdad te gustaba.

− No debiste, Alice.

− No debo hacer muchas cosas.

Negué con la cabeza para mí misma mientras ella sonreía fingiendo toda la inocencia que podía, acostumbrada a la sensación de que mi mejor amiga fuera una completa intrusa en mi guardarropa y me comprara cosas incluso en su cumpleaños.

Muy en el fondo, había extrañado toda esta inútil conversación y nueva ropa furtiva con mi mejor amiga, desde que Jasper entró a su vida casi no habíamos tenido estos momentos juntas y por eso fui menos dura con ella al quejarme de que ella hacía lo que quisiera con mi ropa.

− Debería aprovechar de botar estos jeans.− Dijo jugando, alzando los jeans que habían quedado olvidados en el suelo.

− ¡Ni se te ocurra, pequeña enana!− Me tiré encima de ella para arrebatárselos pero huyó en el último momento.− ¡Enana escurridiza!

− ¡Me arrugas el vestido!

Nos reímos como hacía mucho tiempo que no nos reíamos.

− Alice, ya los invitados están llegando.− llamó su mamá desde la planta baja.

− ¡Vamos!

Tomé al fin mis jeans y los guarde apresuradamente en mi bolso sin pensar en las futuras arrugas.

Alice corrió a ponerse brillo de labios, peinarse el cabello muy rápidamente una última vez, insistir en que me pusiera brillo de labios también y cuando al fin logró que me pusiera, ambas bajamos hasta el patio trasero.

Todo estaba decorado con muchísimos globos blancos y rosados, había una mesa con un mantel rosado y una enorme fuente de chocolate y otra de ponche de frutas, también habían varias pequeñas mesas rodeadas de muchas sillas. Los árboles y plantas a los bordes estaban decorados con pequeñas luces blancas y el DJ ya había llegado, pero montaba el equipo cerca de una de las esquinas de la casa.

− No me necesitabas para decorar.

− Lo sé, te quería aquí para saber que te ibas a poner.

− Que predecible.

El primer invitado en llegar fue Jasper, además de mí, obviamente.

Alice lo saludo alegremente y le dio un abrazo enorme cuando este le entrego su regalo, después corrió a guardarlo adentro de la casa.

− Hola Bella.

− Hola Jasper, ¿cómo estás?

− Genial, ¿y tú?

− ¡Genial!

Se hizo silencio cuando ninguno de los dos tuvo nada más que decir e increíblemente no me sentí incómoda. Ambos nos reímos cuando comentamos al mismo tiempo lo bonito de la decoración y sentí simpatía por él cuando vi que sus ojos brillaban mientras Alice se acercaba.

Sonó la música al fin, no tan escandalosa porque apenas la fiesta estaba comenzando.

En ese momento llegaron un montón de invitados más y pasé irremediablemente al último lugar. Al ser la mejor amiga de Alice, ella no tenía que preocuparse tanto para que yo me sintiera cómoda, conocía esa casa como la palma de mi mano y podía ir a donde yo quisiera.

Después de dar vueltas sola por el patio un rato y ver como Alice parecía danzar de invitado en invitado, saludando, mostrándoles donde quedaba el baño o invitándolos a que tomaran ponche, fui sola a la fuente de chocolate y pinche un malvavisco con un palito de madera.

Me asegure de que cada parte del malvavisco estuviese cubierta de chocolate antes de comérmelo de un solo mordisco. Me arrepentí al instante cuando me costó masticar y sentí una gotita de chocolate corriendo hasta mi barbilla. No fue hasta que fui a tomar una servilleta cuando me di cuenta de que una chica rubia mi miraba divertida.

− ¿Gosalie?− mascullé con la boca llena y una vergüenza enorme.

− ¡Bella!− Saludo la chica sonriente.− Esperaba encontrarte aquí.

Esta vez terminé de masticar y tragar para hablar, me limpié cuidadosamente con la servilleta mientras Rosalie me esperaba golpeando impacientemente sus dedos contra el mantel rosado.

Ella era una prima lejana de Alice y tenía un par de años más que yo, era hermosa. Hacía mucho tiempo que no la veía y ahora que ya había dejado de tener el rostro y el cuerpo de una niña, era todavía más hermosa. No pude evitar sentirme intimidada.

− ¿Sabías que iba a estar en la fuente de chocolate?

− No, boba, sabía que estarías en la fiesta de Alice, eres mi esperanza para no pasar una tarde aburridísima.

− ¡Oh!

Me sentí halagada al instante.

− Debe ser por estar con tanta gente menor que tú, ¿no? aunque yo también soy menor, así que también te aburrirías de mí.

Rosalie empezó a reír con ganas y juntas caminamos hasta una de las mesas más cercanas, no sin que antes yo pinchara una fresa y la bañara en chocolate, Rosalie agarró varias fresas sin chocolate.

− ¿Cómo me voy a aburrir de ti con esos comentarios tan raros?

¡Genial! Ahora era rara.

Nos sentamos al mismo tiempo y le hice una pregunta casual para iniciar una conversación que no tuviera que ver con mi rareza, funcionó perfecto porque se puso a parlotear intensamente acerca de un trabajo para el instituto que estaba haciendo sobre el feminismo.

− ¡Las mujeres podemos hacerlo todo solas, sin depender de nadie!− exclamó fervientemente sobre la música. Yo asentía fervientemente también y mordisqueaba mi fresa achocolatada mientras ella hacía otros comentarios del mismo estilo.− Aunque el feminismo no es creer que los hombres son inferiores, simplemente tiene que ver con la igualdad.

− ¿Eso no lo dijo una persona famosa?

− Si, pero no me acuerdo de su nombre…

Seguimos hablando un rato más, desviándonos en algún punto hacía las series de televisión que veía ella y yo era muy pequeña para estar interesada en ver, cuando un destello cobrizo captó por completo mi atención.

No había pensado en Edward en un buen rato y mi cuerpo se encargó de recordármelo. Fue una sensación extrañísima, como si de repente se prendiera en llamas un punto en mi pecho y se extendiera muy rápido y muy profundo entre mis costillas y sobre todo la piel de mi torso. Extraño y caliente, pero agradable.

Acababa de llegar y Alice estaba recibiéndolo, él le entregó una caja forrada con papel de regalo y ella pegaba saltitos emocionada, seguramente agradeciéndole. Emmett estaba llegando con él, por lo que mientras este otro felicitaba a Alice, Edward tuvo el tiempo para recorrer todo el patio con su mirada y eventualmente encontrarme a mí.

Por segunda vez en el día me sonrió y por segunda vez alcé la mano torpemente para saludarlo.

Rosalie interrumpió su parloteo acerca del exceso de propagandas entre las series para mirar hacia donde yo estaba mirando.

− ¡Que niño más lindo!

Abrí la boca para decir que sí, pero me congelé antes de decir algo.

¿Estaba a punto de decir que Edward era lindo? ¿Edward Cullen? ¡Algo malo estaba pasando conmigo! Sabía que algo iba mal cuando empezaron las sensaciones extrañas en mi pecho hacía algún tiempo atrás, pero nunca había llegado al punto de decir que era lindo.

Edward todavía me miraba cuando aparte la mirada rápidamente de él, todo había pasado realmente rápido, Alice ahora agradecía a Emmett por su regalo.

− ¡Te pusiste roja!− chilló Rosalie− ¿Te gusta?

− ¿Quién?− juro que el tartamudeo no se notó tanto.

− El niño de negro.

Una rápida mirada hacía mi derecha me confirmó que Edward no estaba vestido negro.

− ¿Cuál niño?− Ya podía hablar medianamente normal, aunque mi corazón seguía bailando tap entre mis pulmones.

Mi mente ya no estaba en esa mesa conversando con Rosalie, estaba flotando espeluznantemente alrededor de uno de los invitados de la fiesta.

− El que estaba felicitando a Alice hace un momento, llegó con el enano que estaba mirando hacia acá.

Sonreí para mí misma, tenía que burlarme de Edward diciéndole enano, aunque al lado de Emmett todos parecían enanos.

− ¿Emmett? ¿Emmett es lindo?

Mi tono de extrañeza hizo que Rosalie mirara hacia otro lado, evitando mi mirada interrogante. Me sentí aliviada al saber que ella no estaba mirando a Edward, aunque admitir esto era sumamente vergonzoso.

− Supongo que quizás no es tan lindo.

Justo después llegó Alice, junto con Angela, Jessica, Emmett, Jasper, Mike, Jacob y obviamente, Edward. Yo no me había dado cuenta del momento en que todos ellos habían llegado a la fiesta, saludé a todos y Alice presentó a Rosalie como su prima a nuestros amigos. Terminamos todos juntos sentados en una misma mesa, comiendo los dulces que estaban repartidos sobre la mesa y riéndonos de los chistes malos de Emmett.

Yo había quedado sentada entre Jacob a mi izquierda y Edward a mi derecha. No estaba segura si me estaba volviendo loca o si mi sentido del tacto era biónico, porque podía sentir cada roce del codo de Edward en mi brazo y cada golpecito de su zapato con el mío. Tenía un debate interno entre alejarme de él o acercarme más. Si me alejaba sería muy obvio que no lo quería cerca y yo definitivamente no quería que él creyera eso, pero si me acercaba sería obvio que estaba acercándome mucho a él y eso significaría cosas que… que realmente no estaba segura de que significaban, pero tenían que ver con el dolor en mi pecho y las cosquillitas en mi estómago

Mi mente era un ocho y justo cuando decidí quedarme donde estaba, sin acercarme o alejarme, mi torpeza hizo su aparición estelar y me caí sin ningún motivo o fuerza externa que me empujara a mi lado izquierdo, simplemente falta de equilibrio, sentada en una silla, sobre mis dos nalgas.

− ¡Ay!

− ¡Bella!

Jacob me estaba sosteniendo con ambos brazos alrededor de mi cintura y yo mantenía el equilibro de forma muy ridícula con los pies sostenidos por la silla.

− ¡Quítale las manos de encima!− gritó Edward, jalándome por los hombros hacía él. Yo ni siquiera había tenido tiempo de sentirme avergonzada por la manera en como Jake me sostenía.

− ¿Qué pasa contigo?− devolvió Jacob, cuyo tonó era de todo menos amable.

Enrojecí al darme cuenta de la situación en general, Jacob sosteniéndome por la cintura y Edward por los hombros, con una ávida audiencia de enormes ojos curiosos.

Me solté de ambos con un empujón para cada uno (sentí pullitas en las palmas de mis manos cuando aparté a Edward) y me excusé con ir a buscar algo a la fuente de chocolate. Busqué con la mirada a Alice, pero ella ya se había ido para atender a otros invitados.

Caminé lo más digna posible hasta la mesa donde estaba la fuente y pinche casi con rabia mi tercer malvavisco en lo que iba de tarde. Estaba pasando pena y ni siquiera era mi culpa, o bueno, no era del todo mi culpa.

Preferí concentrarme en la fuente del chocolate, el chocolate siempre me hacía sentir mejor.

− ¿Estás bien?

Di un salto al escuchar su voz. No era simplemente el hecho de estar entretenida pensando en algo y que una voz me sorprendiera, era el hecho de que fuera una voz que reconocería el cualquier lado.

− ¡Claro!

Demasiado efusiva, Bella. Pensé.

Giré el cuello para mirarlo, un par de pulgadas más alto que yo, mientras él tomaba el palillo de mi mano y lo metía en la fuente de chocolate.

Ignora las cosquillas, Bella.

Casi no me doy cuenta de que estaba a punto de comerse mi malvavisco, pero el chocolate es algo que uno siempre nota.

− ¡Hey, eso es mío!

− ¡Lo sé! Así sabe más rico, ¿no?− Puso su sonrisa burlona, esa que yo conocía más que todas las demás y me sentí en mi ambiente con él, como había sido todos los años anteriores. Él se burlaba y yo me defendía.

¡Y se estaba riendo en mi cara! Casi extrañaba nuestras ridículas peleas.

No pensé cuando alargué mi brazo y puse mi mano encima de la suya, justo cuando el dulce estaba a unos centímetros de su boca.

Ignora el ardor en la mano, Bella.

Bajamos nuestras manos bruscamente, los dos torpes, y le malvavisco cayó salpicando chocolate en nuestros zapatos. Ambos lo contemplamos con pena al ver el desperdicio de algo tan rico en el suelo.

De inmediato se me vino a la mente reclamarle y echarle la culpa, pero antes me di cuenta de que mi mano seguía sobre la suya.

Ignora el ardor en el rostro, Bella.

Me faltaron fuerzas para quitarla, porque nos estábamos viendo directo a los ojos, y mis piernas empezaron a volverse suaves y esponjosas, seguramente junto con mi cerebro.

Edward abrió la boca para decir algo, casi pude leer mi nombre en sus labios, pero nos interrumpieron.

− ¡Tienen que venir a bailar!

Estaban Alice, Jessica y Rosalie, jalándonos a ambos de los brazos y haciendo que le soltara la mano a Edward, había empezado a sonar música de moda y tenía mucho más volumen que al principio.

− ¡Amo esta canción!− Chilló una de las chicas.

− ¡Yo también!− Chilló otra en respuesta.

− ¡Yo no bailo!− grité, dándome cuenta de a donde me estaba metiendo Alice, justo en el centro de una masa enorme de niños brincando descoordinados. Nadie bailando especialmente con nadie, todos bailando con todos.

− ¡Es mi fiesta y todos bailan!

Puse mi cara de tortura, me estaban empezando a torturar literalmente. Capté fugazmente la mirada divertida de Edward y esta vez sentí un extraño revoltijo en el estómago que poco tenía que ver con los dulces y el baile.

Perdí la cuenta de las veces en las que me empujaron y pisaron, pero en general valió la pena y me divertí muchísimo. Nadie estaba bailando coordinadamente, no habían parejas, de vez en cuando se formaba un círculo en la que algún pobre ingenuo que creía que bailaba bien se atrevía a bailar en el centro y nadie me obligó a bailar a mí en el centro, como a Alice, que por ser la cumpleañera y la que todos conocían, bailó en el centro –haciéndolo obviamente bien− más de dos veces. Tampoco era tan grave cuando tropezaba porque había tanta gente que era imposible tocar el suelo.

En una oportunidad, cuando una canción decía algo acerca de tomarse de las manos y dar vueltas, Edward me tomó y nos hizo girar unas pocas vueltas. Con la música tan alta no creía que se pudiera escuchar mi corazón y su baile de tap, pero igual sentí un ligero alivio al separarnos, no fuera a ser que Edward se diera cuenta. También, de repente nos mirábamos y sonreíamos muy ridículamente, por lo menos por mi parte.

Trataba de no mirar con enfado a Jessica cuando se le encimaba a Edward, aunque el siempre parecía que la alejaba con cortesía.

Perdí también la noción del tiempo, pero me retiré cuando la mayoría de las personas lo estaban haciendo y fui directo a buscar agua a la cocina, ya que todos se estaban abalanzando hacia la mesa de ponche. Alice no estaba a la vista para acompañarme.

− ¿Me sirves agua, por favor?

− Claro.

Jake me había seguido a la cocina. Saqué dos vasos de vidrio de la despensa y los llené de agua fría. Le entregué uno.

− Gracias.

− De nada.

Tomé un sorbito de mi vaso y Jake se apoyó en la mesa de madera para recostarse mientras observaba la cocina. Me acerqué a la ventana y corrí la cortina para buscar a Edward, lo encontré en seguida, sentado en la mesa donde antes estábamos todos charlando, con Jessica sentada justo al lado de él.

− He tratado toda la tarde de hablar contigo y no me prestas atención.

Fruncí el ceño, ¿qué estaría diciéndole Jessica para que estuviese riéndose así?

− Creo que no me he dado cuenta.

− De eso sí que me he dado cuenta yo− dijo irónicamente.

Deje caer la cortina y miré a Jake, pensando todavía en Edward, pero tenía que tener algo de educación y no darle la espalda mientras me hablaba.

− ¿Qué me decías?

Jacob me miró, con los ojos entrecerrados, obviamente molesto por algo que yo desconocía.

− ¿Estás bien, Jake?

− ¡No!

− ¿Y qué te pasa?− Estaba algo impaciente por volver al patio e ir a golpear a Jessica en la cara.

Dejo de recostarse en la mesa y puso los hombros muy rectos, con la barbilla alzada y una mirada desafiante en el rostro, lo miré interrogante.

− Me gustas, Bella.

¿¡Qué!?

Yo fui lo suficientemente ingenua –o imbécil− para preguntar si era como amigos. La pregunta más estúpida que se me pudo haber ocurrido.

− ¡No! Me gustas como para querer besarte.

Así era él, brutalmente honesto y directo, cuando había algo que lo incomodaba o atormentaba, simplemente iba lo decía, con la cabeza bien en alto para mantener la dignidad. Él había sido mi amigo por bastante tiempo ya, mi primer amigo varón, y yo no me había dado cuenta de algo tan sencillo como que yo le gustaba ¿dónde tenía la cabeza? ¡Oh, sí! Merodeando alrededor de alguien sentado en una de las mesas del patio.

Pude sentir mi rostro enrojeciendo y las ganas de echarme a llorar junto en mis glándulas lagrimales. ¿Qué se suponía que tenía que hacer ahora? Ni en mis más remotos sueños esto tenía que estar pasándome.

− Yo… yo… ¿estás seguro?

− Claro, siento cosas raras en el pecho cada vez que andas cerca.

Me quede contemplándolo en silencio, esperando a que callera un meteorito y acabara con el mundo, o me diera un infarto y no tuviera que decir más nada ni lidiar con este momento tan incómodo. ¡Era Jacob, mi amigo!

Mi cabeza contempló en un segundo todas mis opciones, podía decirle que también me gustaba, no iba a ser una completa mentira… ¿pero por qué no me habría de gustar de verdad? Con él era yo misma y me reía siempre, pero decirle que me gustaba de ese mismo modo en que yo le gustaba, simplemente no era cierto. En mi pecho no se sentía nada más que el constante y aburrido latido de mi corazón cuando él estaba cerca, no era un concierto de percusión.

Podía decir que no me gustaba, la verdad, y herirlo.

− Yo… yo… n-no sé…

− Sé que no sabes.

− ¿Ah sí?

− Sé que no te gusto como tú me gustas a mí. Sé que jamás habrías pensado en que fuera posible que tú me gustes.

¿Cómo podía conocerme tan bien?

− ¿Entonces para qué me lo dices?− Más preguntas estúpidas incontrolables.

− Sólo quería que lo supieras. No estoy esperando que me correspondas ni nada por ese estilo.

Ahora había bajado la mirada hasta sus zapatos y lo vi encogerse en hombros. Si así no era como se sentía tener un corazón roto, se le parecía bastante. Me sentí la persona más malvada del mundo por verlo así, sobre todo por ser mi culpa. Quise salir huyendo a algún lado muy lejos de ahí.

− ¿Igual podemos ser amigos?

Sorprendentemente, yo estaba demasiado muda para decir nada, la proposición de amistad, que me dejo completamente en blanco y muy sorprendida, había salido de sus labios y no de los míos. La situación se volvía cada vez más extraña.

− Sí, claro, por supuesto.− Cualquier cosa que él quisiera para que yo dejara de sentirme una basura, aunque tenía ganas de todo menos de ser su amiga o algo más.

− Bueno, nos vemos afuera.

Como llegó se marchó, dejando el vaso con agua intacto sobre la mesa.

Parpadeé confundida, asimilando todo lo que había pasado en tan pocos minutos, todavía sintiéndome como basura al ver su mirada triste y sus hombros gachos. De repente la fiesta no parecía tan divertida y la perspectiva de ver a Jacob de nuevo me quitó las ganas de salir al patio. Me tomé el vaso de agua lo más lento posible y esperé sola en la cocina –ya no tenía ganas de buscar a Edward a través de la cortina o de golpear a Jessica− hasta que vi que iban a picar la torta, corrí al patio y me situé al lado de Alice, canté la canción de cumpleaños con toda la felicidad que te puede dar cantarle cumpleaños a tu mejor amiga y le di un abrazo de felicitación enorme cuando terminó.

Viendo al piso siempre para no tener que mirar a nadie, caminé hasta la casa y fui directo al cuarto de Alice, no pensaba salir de ahí hasta que todos los invitados se hubiesen marchado, aunque eso significaría no despedirme de Edward.

Edward…

Suspiré y me lancé dramáticamente sobre la cama.

Los ruidos de la fiesta me llegaban desde el patio y mi estómago rugió de hambre, se me había olvidado por completo coger un pedazo de torta antes de huir como una cobarde a esconderme en el cuarto de Alice. Ahora tenía dos cosas por las cuales lamentarme, olvidarme de la torta y que Jake se me hubiese declarado. Todavía parecía algo irreal.

Me adormecí, el tiempo pasó rápido hasta que el sonido de la puerta abriéndose hizo que abriera los ojos y miré a una muy enfadada Alice mirándome ceñuda con las manos en su cintura a modo de "mamá enojada", el interruptor de la luz hizo click cuando Alice lo activó. Si estaba aquí significaba que ya la fiesta había terminado.

− Me vas a contar por qué viniste a esconderte a mi cuarto ahora mismo, jovencita.

Mire a Alice con cara de corderito a punto de ser degollado y pareció suavizarse un poco.

− Edward preguntó por ti antes de irse, le dije que te dio diarrea y estabas encerrada en el baño…

− ¡No!− rodé sobre mi misma para apoyarme sobre mis codos y así poder verla mejor.

Alice rio mientras se dirigía hacía uno de los muebles, donde se apilaban los regalos que había recibido durante todo el día.

− No se lo dije, pero lo hubiese hecho, te lo mereces por abandonarme.

− Tú me abandonaste toda la fiesta.

− Era la anfitriona, tenía que hacerlo −Tomó uno de los regalos y empezó a desenvolverlo con cuidado−. También Jacob preguntó por ti antes de irse, parecía preocupado.

− Me dijo que le gustaba− solté de inmediato, antes de que mi cerebro procesara mucho que lo iba a decir en voz alta, haciéndolo completamente real y dándolo a conocer.

Yo, Bella Swan, le gustaba a mi amigo Jacob Black. Triste.

− Me lo vi venir− dijo Alice, quitando la mirada de su regalo y mirándome preocupada.− ¿Cómo te sientes?

− Fatal…

Me llevé una mano al cuello y lo froté de forma brusca, pensado con cuidado lo que iba a decir a continuación.

Parecía algo cruel, pero cuando Jake me había dicho que sentía cosas raras en el pecho cuando estaba cerca de mí, mientras esperaba a que la fiesta acabara, me di cuenta de que yo también sentía cosas raras en el pecho, desde hacía poco tiempo, pero cosas raras que no eran normales y no precisamente por él.

¿Tenía Jacob que decirme eso para darme cuenta de lo que sentía? Probablemente sí, por mi cuenta jamás me hubiese dado cuenta.

Enrojecí y las palabras se me atoraron en la garganta mientras Alice me miraba expectante.

− Me gusta Edward.

…me gustaba muchísimo.


¡Cháaaan! ¡Feliz año nuevo!

Creo que me voy con el tiempo, lo siento muchísimo.

GRACIAS por sus reviews, me hacen realmente feliz.

Se me alargó la historia, no puedo escribir tanto en tan poco capítulos y este es el antepenúltimo. O sea, faltan dos.

Y creo que tengo problemas con las comas, alguien dígame por favor si faltan o sobran.

¡Nos leemos próximamente!