Diario de una prostituta

Por Katsumi Kurosawa

Capítulo 7


Tamao. Tamao Asakura me había comprado y mi destino ahora dependía del plan que ella tenía para mí.

Estás enferma… según. No deberías fumar—suspiré mirando su cenicero y después aquellos ojos violetas que parecían pálidos.

Estaba peor que cuando la vi en año nuevo. Incluso parecía varios kilos más delgada y sus manos temblorosas evidenciaban su cansancio.

No me curaré… qué más da… hacía años que no probaba un cigarrillo… —imaginé que era por eso que se fumó como diez cigarrillos antes de que yo llegara.

Estaba sentada frente a la esposa del padre de mi hijo. Soy la amante que le fregó la vida por años y ahora soy la perra que consiguió hacer lo que ella no ha podido: embarazarse… si esta mujer quería vengarse, estaba en todo su derecho. Pero mi hijo… a mi hijo no podía meterlo en esto…

Claro que mi hijo nacería como bastardo y no como el heredero Asakura… dudo que Keiko-sama y Mikihisa-sama quieran en realidad, aceptar a mi hijo en su familia.

Fue entonces cuando me arrepentí de todos mis errores. Sentí la vergüenza de mi hijo cuando le digan que su madre era una prostituta… sentí su horror cuando alguien se burle de mí en su carita… y él no comprenda lo que sucede o por qué le dicen que su madre vendía su cuerpo por dinero.

Qué he estado haciendo tantos años… No comprendía esos sentimientos que me atacaban ¿Las hormonas tendrán que ver en esto?

Señora Asakura —le dije del modo más amable, sintiendo como el título de Tamao me escocía en la garganta, me asqueaba, me encelaba–, me informaron que una persona me compró hace un tiempo… y que la vería en este lugar y a esta hora. Infiriendo que es usted… sólo hay una pregunta luchando por salir: ¿Por qué?

Ella sólo sonrió. No sabía que en su parsimonia se escondía mi horror, mi sudor frío.

—Has sido la amante de mi marido durante mucho tiempo, tengo entendido. —susurró. Su voz pareció más débil en ese momento en el cual colocó una mano sobre la otra, esperando que yo le confirmara algo que obviamente sabía perfectamente.

—No. Él sólo ha pagado por mis servicios. —mi semblante serio y helado, como es natural en mi desde siempre y trato de esconder a mis clientes, por fin salió a la luz, revelando los ojos de glaciar, vacíos, huecos míos.

—Yoh no es la clase de hombre que de un día para otro decide que visitará a una prostituta durante años sólo por el placer carnal… señorita—pronunció de forma tan dulce y triste que me pareció que se soltaría a llorar— Hablé con Kino-sama el 31 de diciembre, después que deduje desapareciste con Yoh a verme la cara en mi propia casa… —tragué amargo, no tenía argumento para eso— Y le planteé un par de cosas, qué era lo que hacías aquí. Me explicó todo, incluso lo del té. Le planteé entonces que te compraría… ella no se mostró sorprendida y le dije… que te diera un té falso… para que no se te ocurriera ir por… algún tipo de anticonceptivo de emergencia… —se aclaró la garganta, sus ojos se llenaron de lágrimas. Ella sabía perfectamente lo que hicimos, seguro los recuerdos invadieron su mente… en cierto modo, a ella le debo estar embarazada… ella sabía que estaba embarazada— Kino siempre está muy atenta a tu periodo menstrual aparentemente así que sí. Estoy enterada obviamente de que has logrado lo que nunca pude—sus labios temblaron. Las lágrimas no pudieron detenerse entonces, sus mejillas se empaparon y si antes la había visto muy pequeña, ahora la veía diminuta y sentía pena por ella.

— ¿Por qué? —fue lo único que alcancé a musitar. No tenía más que decir o qué saber.

— Porque Mikihisa y Keiko jamás te habrían aceptado en la familia Asakura, Anna —dijo lo más duro que pudo.

No moví los labios ni un milímetro. Era obvio que el matrimonio más sólido de los Asakura iba a protestar en el momento en el cual Yoh llegase con su cándida sonrisa a decir "Mamá, papá… estoy enamorado de Anna Kyouyama… solía ser la prostituta estrella del burdel de la abuela", hasta me parecía dolorosamente cómico.

El nombre de los Asakura de por sí era amenazado cuando el abuelo Yohmei había decidido casarse con una Oiran que fue desterrada en vez de su prometida de tantos años, la cual habría de incrementar la fortuna.

Seguro no querrían la historia se repitiera conmigo. Aun si yo no soy una Oiran desterrada, soy una prostituta… aunque ultimadamente es casi lo mismo…

—Se me ocurrió, cuando te perdiste con mi esposo ese día… que la única forma de que aceptaran a la amante, prostituta de su hijo… —se detuvo para por fin dedicarme la mirada de infinito desprecio que merecía y me había asustado no recibirla antes—, simplemente era que esta mujer le diese un hijo a Yoh. El nieto que tanto desean… Le dijeron a Yoh que era una decisión de los abuelos pero qué mentira más tonta… son ellos los que desean un heredero Asakura desde que notaron que lo más probable era que yo no podría dárselo… imagino que piensan que les fallé y querían deshacerse de mí para que Yoh encontrara a una mujer que pudiera darle un hijo—tosió entonces. Por un momento me pareció que moriría aferrada a esa mesa, pero sus ojos fuertemente cerrados abrieron con la parsimonia que sus largas pestañas le permitían— Aunque no se imaginarían que Yoh, el intachable, caería como un estúpido ante una prostituta.

—Entonces… planeaste todo esto…

—Porque siempre he amado a Yoh. Dese que éramos niños… —sus ojos cristalinos se nublaron en recuerdos, aparentemente— Fui educada para ser su esposa… creí toda mi vida que yo era la mujer para él, pero… no lo soy. Nunca me ha amado… nunca me amará… y yo siempre he querido que sea feliz…

Su voz se rompió de nuevo. Esta vez su llanto parecía no tener control mientras tomaba su rostro con sus blanquecinas manos, las lágrimas se escapaban entre sus dedos.

Esa mujer había simplemente comprado mi libertad.

Esa mujer había pagado para que yo fuese feliz, para que hiciese feliz a su marido, pues él nunca la amó. En qué momento me metí en aquel enredo sin sentido…

— ¿Qué es lo que quieres que haga entonces…? —me atreví a preguntar en mi confusión al asimilar tantas tonterías.

—Quiero que hagas feliz a Yoh. Hagan planes. Haz lo que quieras… vete de aquí. —dijo entonces regresando a su tono de voz normal: dulzón, lento.

—Tamao… yo… —las palabras se rompían en mis dientes. Mi garganta se cerraba, mis ojos no soportaron la presión y dejé que mis lágrimas se deslizaran por mis mejillas hasta mi cuello. —… Gracias —atiné a articular, entre rota, feliz, conmovida… muchas cosas a la vez.

—Gracias a ti que pudiste hacerle feliz cuando yo no pude—sonrió.

Sin embargo su rostro se deformó inmediatamente. Comenzó a toser con mucha tanta fuerza, aferrando un pañuelo blanco a su boca.

— ¿Estás… —comencé a decir cuando ella se quedó hipando mirando asustada su pañuelo— bien…?

Sangre. Había mucha sangre en el pañuelo. Había sangre manchando sus labios cuando me miró pidiendo aturdida, sin color y sus ojos se desvanecieron llevando su cuerpo a caer tan pesadamente de la silla que había mantenido su cuerpo cómodo un rato.

Me paré temblando.

—Tamao…—susurré sin creerlo— ¿Tamao...? —pregunté a punto de deschavetarme, arrodillándome ante ella, notando inmediatamente que su respiración casi no se percibía ya— KINO KAA-SAMA —corrí lo que mis piernas dieron, repitiendo a gritos aquel nombre y la anciana me topó antes que llegara a su oficina.

Sin aire balbuceé palabras que debían resultar como una historia para Kino, ya que conectar "Tamao", "suelo" y "sangre", no representaba gran ciencia.

La ambulancia llegó en un rato mientras Ren me abrazaba y yo lloraba en silencio.

—Debes calmarte —susurró Ren con dulzura mientras acariciaba mi cabello— Le hará daño al bebé…

—Tengo que ir al hospital con ella—musité cuando estaban subiéndola a la camilla y dirigiéndola a la ambulancia.

—Te acompaño, sirve que me cuentas qué sucedió… —dijo él ayudándome a levantarme.

Kino kaa-sama iba con ella en la ambulancia. El taxi de nosotros iba tras ellas y yo intenté decirle a Ren lo sucedido, que Tamao había comprado mi felicidad, que ella evitó que tomara algún anticonceptivo de emergencia mediante el engaño del té de Kaa-sama. Que quería que hiciera feliz a Yoh.

Media hora llevábamos en la sala de espera cuando Yoh y sus padres llegaron cual huracán preguntándole a la enfermera a cargo sobre la salud de Tamao.

No revelaron nada sobre cómo estaba pasando Tamao en terapia intensiva. Los tres soltaron un suspiro frustrado mientras Yoh simplemente tomaba sus cabellos entre sus manos y jalaba débilmente, cerrando los ojos, volviéndolos a abrir para mirar a un punto indefinido del techo con reflejando con esa mirada un "Dios, aun más todavía...".

Parecía que había una gran tensión entre Yoh y sus padres a pesar que se encontraban reunidos en un lugar común. Entonces alejada de ellos, Ren me mantenía entre sus brazos y yo no tenía ganas de salir de mi escondite bajo mis ray ban wayfarer.

Sin embargo un escalofrío comenzó desde la parte trasera de mi cuello, viajando a través de toda mi columna vertebral cuando Keiko Asakura nos miró fijamente, algo pasmada, reconociéndonos.

El señor Mikihisa se dio cuenta hacia dónde miraba su esposa. Su rostro se deformó espantado y dio un par de pasos hacia mí con la sien reventándole de ira.

— ¿Tú qué haces aquí?—soltó agriamente apuntándome con el dedo índice que portaba un anillo enorme dorado.

Yoh pareció ni siquiera darse cuenta de nada a su alrededor, puesto que estaba doblado en una banca, algo lejos para mi gusto, muerto de quizá pena, quizá culpa, quizá dolor.

Parpadeé sin que nadie se diera cuenta por los lentes, y me enderecé alejándome de los brazos de Ren a quién el señor Asakura veía con indignación, como si el que me abrazara significara algo que hubiese entre nosotros. No entendí por qué de semejante arrebato, semejantes miradas.

La señora Keiko halaba del brazo a su esposo, apremiada, pero no podía moverlo ni un centímetro. Parecía que el señor vomitaría una serie de calamidades en mi persona cuando simplemente abrió los labios para pronunciar un par de palabras que ciertamente no esperaba:

— ¿Con qué descaro pones un pié en el hospital donde lucha por su vida la mujer a la cual junto con este estúpido—señaló a Yoh quién por fin levantó la mirada para salir de su trance y notar mi presencia y la hostilidad de su padre frente a mí—has engañado..?

Mis ojos se abrieron tanto que tuve que quitarme los lentes de sol para que la imagen borrosa del señor Mikihisa Asakura fuese más nítida, para notar que no estaba imaginando todo, incluso me puse de pie para que la estatura del señor no me intimidara. La señora Keiko soltó por fin a su marido como si lo que temiese que dijera hubiese justamente lo que dijo.

—Claro que lo sé todo—añadió el padre de Yoh cuando este dio un paso hacia él, dudoso, mirándome, mirándolo. Entonces dio un par de pasos hasta quedar frente a mí, intentando regresar a la serenidad a la que su persona estaba acostumbrada.

Se obligaría. Estaba segura de que se obligaría a serenarse antes de separar los labios y decir la verdad. Y lo logró, tomando mi mano y suspirando, pudo dibujar una sonrisa tranquila en su rostro para volverse hacia su padre…


Continuará.


Notas del autor:

Hola! Sí ya me regañaron de que se jalan los pelos porque no actualizo rápido D: D: D: D: pues acá… creo que me acerco al final de esta historia YAAAI! Aunque… pues creo que no tengo claro aun como terminará, que tonto, no? xD Tengo este capítulo escrito desde que publiqué el anterior… pero no sé, decidí no… publicarlo tan pronto! D:

Muchas gracias a:

Dickory5

Asakura Keiko - lo… lo siento? T_T xDDDD bien regañada pues!

sakura himura

Love Anna

Hoshii

anneyk

anayoh

Seyram Asakura - Bueno no me tardé dos años al menos xDD

Clau17

Guest

.dubois

alice bezarius echizen

momo chan

Shiro Hitsuji


Muchas gracias por leerme ;_; y regañarme cruelmente? xDDDDD

Que los ilumine la eterna luz :D!