El título proviene del latín «algo por algo»; se refiere a sustituir algún bien con otro o un intercambio de favores.

Como todos los miércoles por la mañana, antes que el alba apareciera con su usual candor y la densa neblina terminara por esfumarse, Naruto se dirigía a aquella construcción totalmente blanca, rodeada de árboles. Tan pacífica y agradable, tan distinta a su encarnizado interior.

Toco la puerta tres veces, siguiendo la autómata rutina y giró la perilla al escuchar un leve "pase".

Tan solo se quedó allí, en el marco de fina caoba, totalmente petrificado y sintiendo la helada brisa, al percibir como los dulces ojos como la miel, se tornaron a vidriosa hiel.

- Lo siento – se disculpó la mujer como si realmente tuviese la culpa de sus problemas – solo te quedan dos meses.

Sentencia de muerte anunciada, él lo sabía. Sabía el porqué, solo esperaba el cuando.

El rubio tan solo sonrió, entre resignación y dicha, entre pesar y melancolía. Pero sobretodo aliviado y un hondo suspiro finalmente escapó de sus labios. Harto de luchar, años haciendo el ridículo bufón de aparentar normalidad, cansado de soportar miradas piadosas que esconden desprecio y reprimida burla.

Harto de vivir.

- Gracias – voz firme, sin titubeo. Sin ningún remordimiento.

Volvió tras sus pasos, disfrutando del ameno paisaje. Por primera vez se sentía bien, como para valorar las cosas sencillas… para enfrentar los hechos crueles y maldicientes. De solo dejarse llevar y pensar egoísta.

- Ya llegué dattebayo – anunció su regreso y siguiendo la pantomima, su madre lo abrazó, susurrándole palabras de aliento, depositando un cálido beso en su dorada mejilla.

- Como te fue – pregunta lo mismo de siempre, mientras su rojiza cabeza reposa en el bronceado pecho, sintiendo su tibieza y el pálpito de su corazón.

Es así como Kushina lo sabe, la verdad que acallan los labios y el cuerpo repica, lleno de paz como nunca antes. Los ojos verdes con lágrimas dolidas buscan la mirada azulada, negándose, rogando porque sea mentira, atañéndose fervientemente a la esperanza.

Pero solo queda el vacío, su hijo se a marchado, dejándola sola en la estancia. Ella se hinca por el agudo dolor cayendo en la alfombra, y deja salir su horrible sentir en un aberrante grito. La impotencia por ser mala madre la embarga, de no poder salvar a su pequeño niño.

Naruto lo siente, por la única persona que lo ama, siente su pecho comprimido y el nudo en su garganta. Siente la empatía del dolor que desquebraja, pero sabe que es lo mejor para ambos, él es solo una cruz, una penitencia, una maldición y es hora de librar a su madre de ese tormento.

Finalmente llegó la hora que ambos sean libres.

Solo le queda un deseo por cumplir, caprichoso y altanero, tanto como el dueño del quimérico sueño. Sabe que aceptara, porque para él, Naruto es solo un estorbo, del cual desea librarse de cualquier modo.

Retoma su camino, hacia la última y ostentosa casa al final de la calle, situada en la colina, entre azaleas y rosales. El gran portón de hierro forjado se abre, para dar paso a su recurrente visitante, al que todos reciben con hipócrita sonrisa, aunque solo desean que se marche.

Ingresa al amplio lobby, dejando sus zapatos quisquillosamente alineados, exaltando la perfección que se respira en cada detalle. Todo tan pulcro e inmaculado, tan malamente arreglado.

Sus añiles ojos reflejan un singular brillo, al encontrar a quién con falsa galantería ha sabido ganarse su cariño. Ataviado tan solo por una fina bata de seda negra dejando a trasluz su fornido cuerpo níveo, mientras la joven en turno desciende rauda las escaleras, con un fuerte sonrojo en las mejillas y una mirada de reproche por la abrupta interrupción.

- Dobe – esa voz grave llega a sus oídos, retumbando en cada fibra como un electrizante latigazo de lascivia, su piel se encandila y su mente deriva.

Siempre se había reprimido a la sensación, de converger en la fruición de esos labios… de sentir las caricias emanadas por el joven tan gélido como el hielo, que en lugar de corazón solo tiene una coraza de acero.

Pero eso se acabó.

A pesar de su contundente decisión, mordió su labio en señal de vacilación, la cercanía lo pone nervioso y la mano sobre sus rebeldes cabellos termina por desarmarlo, respira pausado o mejor dicho entrecortado y simplemente se ciñe a seguir el usual protocolo.

- Vine a recogerte teme, apúrate o llegaremos tarde dattebayo – un grito acompañado de una sonrisa vigorosa, esconde su desazón disfrazada de alegría.

Sí, ese es Uzumaki Naruto, un chico hiperactivo, jovial y torpe. El mejor amigo de Uchiha Sasuke, el único que sabe su secreto…

- Hoy es miércoles – le recordó – acaso no es el día que ayudas a tu madre en la galería de arte – o al menos eso cree el de bruna cabellera. Que se trata del amor incondicional que profesa el rubio por ayudar a su progenitora.

Cuando la verdad es otra.

- Ya no iré – concedió tajante, frunciendo con levedad sus labios – mi oka san consiguió un ayudante.

- Bien – Naruto no se deja engañar, esa sonrisa sincera es un rezago oculto, de tenerlo que soportar también a esas horas del día, de verle la maldita cara. De irrumpir su tranquilidad aguantando sus torpezas y la patética actitud de payaso de feria.

Tan solo porque su padre se lo ha exigido, por el romántico interés que mantiene hacia años con la Uzumaki. Naruto lo sabe, pero se hace el tonto, a pesar del esfuerzo que Kushina y Fugaku hacen por ocultarlo. Al menos eso lo deja tranquilo, que su madre recuperará la felicidad una vez que él se haya ido.

Con los sentimientos a flor de piel, por primera vez el rubio siente el intenso dolor de su amor no correspondido y permite que una lágrima traicionera ruede libre por su mejilla, aprovechando que Sasuke da la vuelta, enrumbando a cambiarse.

Naruto apresa su pecho con las manos. Acostumbrándose… lentamente, al sentimiento hueco y vacuo. De un amor unilateral, egoísta y perecedero.

Que espera vehemente, que se pudra con el tiempo.

1. Ser tu puta

Tan solo escucha los murmullos, indescifrables… como un torbellino agreste que enmaraña de por sí, sus liados pensamientos. Tan enmarañado como la bolita de spaghetti que yace en su plato.

Sus ojos contemplan la ventana y la figura de Sasuke apoyado bajo un frondoso árbol se hace presente, a su lado, una linda chica de buenas proporciones y curvas, agradable y femenina, inteligente y sobretodo de buena familia. Muy adecuada a la vista de todos, incluido su padre. Fugaku Uchiha ya lo ha decidido, Ino Yamanaka es la prometida, la correcta, la futura consorte… y Sasuke ha aceptado gustoso con una elegante sonrisa.

Naruto espera pacientemente que terminen de juguetear, que los largos dedos blancos dejen de enredarse en los artificiales bucles rubios y los susurros de los amantes culminen. Que los besos se extingan y las manos entrelazadas se aparten, mientras los celos lo carcomen y sus uñas se incrustan en sus palmas con saña, reprimiendo las ganas de matar a la rubia afortunada.

- Sasuke - dice tímido y con desazón, acercándose a su amigo. El mencionado tan solo lo analiza circunspecto, la vitalidad ha desaparecido dando paso a la seriedad y los ojos azules van perdiendo brillo.

- Naruto - indaga y el rubio esboza una nostálgica sonrisa. Sasuke lo ha llamado por su nombre, como cuando eran dos niños de parvulario.

- Vamos a casa ttebayo - Los álgidos ojos insondables y turbios se posan sobre los suyos, buscando hondonar en su alma por el tono lastimero que ha usado, Sasuke lo examina, algo esta mal. Pero el contacto se romper al llegar la novia, que solo ha ido al aseo a retocar su maquillaje.

- Sasuke kun - murmura bajito, regalando todo su odio al intruso - una sanguijuela rastrera - piensa. Naruto no se deja intimidar, para lo que le importa.

- Ino te veo mañana -, ante el desconcierto de la chica y el sonido de sus finos zapatos golpeteando el asfalto resuena en una melódica pataleta.

Naruto no sabe como empezar, pero la instigante ónice mirada quiere una respuesta. El crujido de la puerta reverbera y le indica que han llegado a la residencia Uchiha. Siguiendo la monotonía no hay nadie para variar, cada quién enfrascado en su vida.

- Que quieres dobe - con calma pregunta, dirigiéndose a cuarto. Naruto lo sigue de cerca y se queda en el marco de la puerta. Sasuke se desanuda la corbata siguiendo su por la blanca camisa y los grises pantalones, sin saber los estragos que causa en su rubio amigo.

- Vas a salir - indica lo obvio, pero su mente no atina a nada solo observa ese cuerpo desnudo.

- Sí, y tú vienes conmigo - otra vez cumple con su labor, de guardián obligado y él la damisela en peligro, a la que tiene que proteger.

- Sasuke que sientes por mí - las facciones se endurecen y su entrecejo se frunce molesto, arrogando la camisa al suelo. Naruto no soporta el mutismo, vuelve a abrir sus labios pero el Uchiha lo acalla con las yemas de sus dedos.

- Ya lo sabes - murmura lamiendo la mejilla, delineando las marcas con lascivia contenida.

- Quiero ser tu puta - ofrece descarado, Sasuke calla y el rubio puede apreciar su sorpresa inicial para convertirse en una sádica sonrisa y el deslumbre de sus ojos velados por el posesivo deseo.

Naruto lo sabe, el motivo por que lo acepta, solo por venganza hacia su padre, por imponerle tan castigo, de cargar con un niñato inmaduro y hacerlo su mejor amigo. Sabe que Sasuke lo detesta, lo odia pero desea su cuerpo, muchas veces se lo ha repetido entre insinuaciones indecorosas y manoseos furtivos.

- Ahh Sasuke – no puede para de gemir, de profesar obscenas palabras. El aliento caliente choca en su espalda, las embestidas profusas buscan partirlo, marcarlo, romperlo. Con frenética codicia continua el bamboleo, la cama rechina y los sonidos impúdicos atrofian su garganta. La respiración agitada, sus mejillas coloradas y sus ojos azules se entrecierran por el sudor que empapa su cara.

- Desde hoy eres mi puta… dobe – anuncia cegado por el placer junto con un ronco gemido.

Naruto se conforma con serlo, uno de los cientos de objetos sin rostro que han pasado por su ancha cama. Tan solo un cálido agujero, estrecho y palpitante que lo reciba para satisfacer su lasciva necesidad carnal.

Siente la tibieza del esperma escurrir entre sus piernas matizado con un hilillo sangre, como un sucio estigma del trato pactado. Y un suspiro febril y lastimero anuncia su propio clímax, cayendo rendido entre las sábanas de seda nacarada.

Abraza el cuerpo tibio, blanco y sudoroso oliendo a sexo, rogando porque su dueño no escuche el indómito bramar de sus latidos, la pasión se esfuma y calma la retorna, la frialdad regenta las perfiladas facciones y Sasuke termina por separarse abruptamente.

Naruto contempla la ancha espalda, perdiéndose finalmente en las sinuosas curvas de aquello glúteos marcados y apetecibles. Escucha el agua caer e imagina las gotas limpiando su desagradable esencia, a Sasuke restregándose hasta enrojecer, con tal de desparecer el mínimo rastro.

El vacío vuelve a imperar como agujas espoleando en su pecho, en su afán por exterminar aquel sentimiento y la sensación adictiva a ébano droga perdió su efecto. No está del todo satisfecho, quiere más, repetir hasta cansarse, hasta que su piel quede adherida con sus marcas, su sabor, su fragancia… pero sabe que es imposible y no tiene derecho, es tan solo un puto muñeco que no vale nada.

Coge sus ropas esparcidas por el suelo, y sale sigiloso aún desnudo, pringoso e incomodo, ni una nota ni un adiós, sabe que no es necesario. Sabe que Sasuke se avergüenza, lo desprecia. Y prefiere absoluta clandestinidad ante el asqueroso acto de acostarse juntos, porque ni siquiera vale la pena mostrarlo en público como sus otros juguetes. Él no aspira a ser un trofeo sexual que amanece a su lado como todos los demás. Para Naruto es suficiente.

El solo ser una vil y maldita puta.

Sí, dolorosa y mortalmente suficiente.