Disclaimer: Los personajes de Twilight no me pertenecen. Solamente me tomó la libertad de jugar un poco con ellos para escribir este intento de historia.

Summary: Los Cullens son una familia adinerada que se ve en la necesidad de vivir en una sencilla vecindad, la cual será testigo de cómo tres historias nacen, se transforman, aprenden y marcan su destino. Edward&Bella. Alice&Jasper. Rose&Emmett.

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Introducción: Tragedia

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Edward Cullen.

Por ahí dicen que la vida es como una rueda de la fortuna en constante y perenne movimiento, que un día estás hasta arriba, vislumbrando el cielo y casi pudiendo jurar que con estirarte un poco más alcanzarás el cielo, y al instante siguiente te puedes hallar hasta abajo, con nada más que la seca visión de lo que todos pueden ver. Yo diría más bien que la vida es una serie de transformaciones, un paseo infinito de evoluciones, caídas y aprendizajes. La vida es interesante y jodidamente irónica, hoy puedes jurar y decir "No me gusta el color marrón", pero nadie te asegura que mañana algo pasará y te hará cambiar de opinión… Te lo aseguro yo, un tonto más que solía siempre decir "Nunca".

Si me lo hubieran contado, simplemente no lo hubiese creído. Para mí, las historias de amor resultaban absurdas, simples relatos infantiles creados por mentes débiles e ilusas, que no encontraban nada mejor qué hacer que sumergirse en sueños ilógicos e irreales. Se me lo hubieran contado, me hubiera reído de la situación. Hubiera alegado que era tonto y efímero, que no existían tales tipos de emociones ni tales pensamientos. Hubiera dicho que sentir a tal grado era enfermo… imposible.

No fue mi intención, lo puedo jurar. No esperaba que, tras sufrir un accidente automovilístico, nada grave por cierto, y verme obligado por mis padres a abandonar Italia, me iba a encontrar con aquella jovencita que distorsionaría el ritmo de mi rueda de la fortuna y la haría girar, retroceder, parar y volver a girar.

Odiaba a Forks. Desde siempre había tenido por él una gran aberración – he ahí el por qué me había marchado desde mis catorce años - Me irritaba de sobre manera lo pequeño que era y la poca urbanización que en él había. No es que yo fuera un joven que se la pasase viviendo de fiesta en fiesta, pues no era así. Simplemente, me desesperaba lo monótono que se presentaba todo en ese lugar en el que siempre llovía y todo era tan… gris.

Miré por la ventanilla del avión y suspiré con profunda resignación, no logrando explicarme el por qué mis padres se habían obstinado en vivir ahí, cuando habían tantos sitios mejores y mucho más interesantes. Durante todo el camino me había tratado de mentalizar que, tal vez, no todo iba a resultar tan mal como suponía. Estaría con mi familia, después de más de un año de ausencia. Volvería a ver a mi hermano menor, Jasper, y, cuando todo se solucionara y Esme se encontrara más tranquila, regresaría a Italia para continuar con la universidad.

Todo estaba fríamente calculado, podía soportar estar ahí los cuatro meses que había dado de baja en la escuela. Además, 120 días no suponían un riesgo para mi relación de tres años y medio que llevaba con Tanya. No era realmente que me aterrara el hecho de terminar nuestro noviazgo, pero tampoco iba a negar que me gustaba estar con ella y que el tiempo que había pasado a su lado, había bastado para que me acostumbrara a su compañía. ¡Vamos, vamos! Era escéptico, pero no desalmado.

"Su atención, por favor…"

Una voz femenina anunció el pronto aterrizaje del avión, volviéndome a recordar que, dentro de poco, mis pies se hallarían chapoteando bajo los charcos de agua que se formaban en el suelo. Volví a suspirar profundamente y me concentré para tener solamente pensamientos esperanzadores. ¿Qué podía ir mal? Quizás (solo quizás) hasta me hacía falta el compartir un poco más de tiempo con mi familia. No era muy apegado a ellos, aunque los quería mucho. Estaba en mi naturaleza no crear dependencia hacia nada ni hacia nadie. Ellos lo sabían, por eso nunca me forzaban a permanecer a su lado más del tiempo que yo estaba dispuesto a ofrecerles. Raramente venía a Forks, por lo que no tenía ningún tipo de conocidos. Ni me interesaba hacerlos. ¿Qué de interesante podrían tener unos jóvenes de un pueblo tan pequeño?

Me sentí demasiado optimista al bajar del avión. Todo saldrá perfecto, me repetí, una y otra vez, hasta que me la llegué a creer. Busqué con la mirada a mis padres, hasta que los encontré. La sonrisa se ensanchó al verlos juntos, como siempre, y tomados de la mano. Me acerqué hacia ellos y mi madre me recibió con un fuerte y tierno abrazo.

—Edward, cariño, no sabes el gusto que me da el verte.

—Igualmente – murmuré, mientras me separaba de ella para saludar a mi padre

—Bienvenido a casa, hijo

—Estoy muerto – dije a cambio, mientras comenzaba a caminar, jalando la maleta por detrás – En cuanto llegue a la casa lo primero que haré será ir a mi recamara y dormir.

Mis padres no contestaron, lo cual me resultó extraño. Pensé que, durante las primeras horas, no pararían de charlar y preguntarme qué tanto había hecho durante los dieciséis meses que me había ausentado. Caminé hacia la salida y busqué en el pequeño estacionamiento alguno de los carros que, recordaba, teníamos. Fruncí el ceño al no hallar ni un solo modelo conocido.

—Por aquí – guió Carlisle y le seguí, sin cuestionar.

Mis ojos se dilataron sorprendentemente al ver que se paraba frente a un carro común y corriente…

—¿Se puede saber por qué ahora se les ha dado el viajar en un Volvo en lugar de un Ferrari?

—Sube – contestó mi madre, con voz baja y tranquila – En casa te explicaremos algunas cosas

Asentí y subí al carro sin protestar – ignorando lo desconcertante que me resultaba el que tampoco nos estuviera esperando un chofer – No es que me pareciera feo, y tampoco es que quiera ser alarde de lo rica que era mi familia (bueno, tal vez sí, un poco) pero, ciertamente, aquel vehículo resultaba demasiado… sencillo para mis gustos.

Bueno, tampoco me estresé por ello. No todo el tiempo iba a andar sobre carros deportivos, ¿Verdad? Un poco de humildad no ofendía a nadie. Me relajé en el asiento trasero y, al entender que mis padres permanecerían callados por el resto del camino, decidí ponerme los audífonos y escuchar un poco de música.

Cerré mis ojos (sabía que nada de interesante habría en aquel sombrío panorama) y no los abrí hasta que el carro frenó su marcha de manera definitiva. El viaje se me había hecho más corto de lo que recordaba, y eso mejoró mi humor. Con un movimiento enérgico – y sin aún poner atención en el paisaje que me rodeaba (Sabía que, a donde quiera que mirase, siempre me encontraría con una amplia y verde vegetación) – bajé del auto y estiré mi cuerpo en un gesto perezoso…

—¡Ya quiero ver a Jasper! – exclamé, aún con los brazos hacia arriba – Le tengo que reclamar el por qué no fue con ustedes para traerme.

Di media vuelta mientras hablaba y mi sonrisa desapareció al darme cuenta que no era mi casa lo que tenía frente a mis ojos.

—¿Pasamos a visitar a alguien? – pregunté

Esme y Carlisle negaron con la cabeza. La confusión aumentó

—Acompáñanos – pidió Carlisle, mientras se adelantaba, junto con mi madre, mostrándome el camino que debía seguir.

Vacilé un poco, antes de echar a andar mis pies y, cuando traspasé la puerta de aquel sitio, no pude evitar esconder la apatía en mi rostro. ¿Alguien me podía decir qué hacía yo en un lugar tan…? No tenía palabras para describirlo. Era muy… ¿diferente a mi casa?

—Papá, me hubieras dicho que venías a ver a uno de tus pacientes para que dejara la maleta en la cajuela – me quejé

—No venimos a ver a ningún paciente – aclaró el aludido, mientras se paraba frente a una puerta (la cual, por todas las que ahí veía, resultaba ser la más decente) e introdujo una llave, para poder abrirla – Venimos a casa

—¡¿Qué? – solté y, antes de que pudiera decir, escuchar o entender algo más, dos voces, realmente conocidas, dijeron mi nombre.

—¡Edward!

—¡Emmett! ¡Jasper! – exclamé, demasiado impresionado de verlos ahí, principalmente al primero, el cual se suponía estaba en Australia – ¿Qué es todo esto? – exigí saber

—Vamos, entra, en seguida te explicaremos todo con detalle – prometió Esme.

Caminé sin estar realmente consciente de ello y dejé mi equipaje en el centro de la pequeña sala. Mis hermanos y mis padres se encontraban ya sentados en los sillones, esperándome. Tardé más tiempo del necesario en hacer lo mismo.

—Edward, sé que hemos cometido un error por no informarte desde hace días lo que en seguida te vamos a contar – comenzó a decir Carlisle – Aparte del accidente en el que te viste involucrado y la preocupación creciente que teníamos por ello, hay un motivo más por el cual te pedimos que regresaras. Hace pocos meses comencé un negocio con una familia llamada Vulturi, sin embargo, no todo salió como lo planeaba… Más bien, caí en sus engaños y nos han arrebatado gran parte de nuestro patrimonio, por lo cual, por el momento, nos hemos visto obligados a abstenernos un poco de los lujos…

—¿Quieres decir que nos han quitado la casa? – interrumpí y, como afirmación, mi padre bajó la cabeza, luciendo realmente apenado

—Hijo, todo estará bien – terció mi madre – El sueldo de tu padre y el mío es suficiente para lo primordial.

—¿Y la universidad? ¿No podré regresar a Italia?

—Por el momento, no…

Apreté fuertemente los labios para controlarme. No quería dar a mostrar todo lo que aquella noticia significaba, pues estaba consciente de que mis padres no eran culpables de ello. Suspiré profundamente para concentrarme y decir algo coherente… Al fin de cuentas, no era el único que la estaba pasando mal…

—Comprendo – musité, y luché por sonar lo más sincero posible – Está bien, todo pasa por algo, ¿no es así?

Y así era… De todo lo malo, sale algo bueno… Y mi caso, no era la excepción.