Disclaimer: Todo parecido con la realidad es pura coincidencia. Personajes y escenarios de Kishimoto Masashi; trama de mi propiedad.


Infieles


01. Ella

Una y otra vez se tomaban y se despedían, hacían el amor y volvían a ser iguales ante el mundo: tía y sobrino, parte de una familia. Ante los demás tenían una cara, en la intimidad solían ser pura pasión. Sólo se dejaban llevar por el sexo, un concepto único que les hacía irresistibles el uno al otro.

Ella era una mujer casada, madura y con una hija. Él un joven que apenas rozaba los veintiuno. Su romance, su pequeño lío extra-matrimonial estaba prohibido y no era más que una hermosa utopía que volvía a la realidad cuando ambos se separaban y volvían a sus rutinas diarias.

Hasta el instante en que esa rutina cambió, en que esos días de sexo duro se convirtieron en cero contra uno; cuando esa niña de ojos grises llegó de nuevo al que fue su hogar en la infancia. Una niña convertida en mujer.

Únicamente eso, daría pie a todo lo demás. Lo que complicaría su etéreo paraíso terrenal.


Su marido en la empresa y ellos dos en la cama revolcándose. Era el rito de cada día. Cuando su marido y la única criada de la casa se iban comenzaban a acariciarse, besarse y desvestirse, deshechos en el placer de la carne. Revolvían las sábanas y contorsionaban sus cuerpos en posturas arriesgadas. No importaba que hubiese infidelidad de por medio: el morbo les podía más.

Después de acabar, algunas palabras salían de la boca de ambos. Algún "me ha gustado" ocasional, uno que otro "te quiero" por otro lado cuando llegaban al orgasmo… Siempre las menores menciones, sólo el deseo reprimido. Sus vidas eran simples pero a la vez complicadas al extremo por sus propios sentimientos.

Hikari Hyuuga era una mujer insatisfecha con un marido recio, presidente de una gran compañía de productos informáticos que no le dedicaba ni una palabra cariñosa. Por si fuera poco, cinco años después de dar a luz a su única hija, la había obligado a firmar los papeles para el ingreso de la niña en un internado; según él para darle una buena educación. Para ella sólo había significado perder a lo que más amaba, y por otra parte había comenzado a odiar a su cónyuge.

Neji Hyuuga sólo era el sobrino de ambos. Vivía en la mansión principal de momento mientras acababa la carrera; pronto sería un ejecutivo más de la empresa de su tío. Había perdido a su padre de adolescente, así que fue educado por su madre hasta que ésta murió; entonces se había trasladado a vivir con sus únicos tíos paternos. Si bien Hiashi Hyuuga —su tío— se había negado a acogerlo en un principio, luego se lo había pensado mejor y lo había dejado vivir allí hasta acabar la carrera.

Con el sol proveniente de la ventana sobre sus hombros y los ojos entrecerrados, Hikari habló pausadamente, como si tuviese todo el tiempo del mundo.

—Neji, ¿Sabes que ésta tarde llega mi hija? —preguntó la mujer; sólo una fina sábana cubría su desnudez.

—Algo de eso había oído a Hiashi-sama —dijo él, haciéndose el desentendido mientras se entretenía acariciando la fina piel de su amante—. Supongo que estarás contenta.

—Cómo no… hace trece años que no la veo —respondió ella con una sonrisa dulce—. Además, tengo muchísimas ganas de que conozcas a tu prima.

—Me encantará —respondió fríamente; nunca había sido bueno con los sentimientos. Restó callado unos segundos y luego volvió a hablar nuevamente—: Pero ahora me tengo que ir.

La mujer le abrazó por la espalda impidiéndole que se levantase. Él no deshizo el agarre.

—No quiero que te vayas —ronroneó—. No me dejes sola tan pronto…

Neji curvó una sonrisa y se deslizó de nuevo en la cama. Después de todo, un revolcón más no le haría daño a ninguno de los dos.

Nuevamente, las sábanas se deslizaron por sus cuerpos, que volvieron a fundirse el uno con el otro.


Vestida con su única ropa de calle y unas gafas de sol en sus ojos, Hinata Hyuuga miraba hacia el aeropuerto del que había salido, dejando atrás todo lo vivido anteriormente: El internado donde había aprendido tantas cosas, sus compañeros, su —digamos— vida.

Despidiéndose de todo eso, se dio la vuelta, alzó la mano para parar a un taxi y tras varios intentos al fin lo consiguió. Con el coche parado, abrió el maletero para acomodar sus pocas pertenencias —una bolsa de viaje y un pequeño bolso—. Subió al asiento del copiloto y el conductor arrancó el motor.

—¿A dónde vamos, señorita? —le preguntó mientras encendía la radio y ponía en marcha el indicador de tiempo.

Ella simplemente se acomodó las gafas que cubrían sus ojos y se abrochó el cinturón de seguridad.

—Aquí —le informó, dándole un papel con una dirección. El taxista miró la dirección y luego a ella, y luego otra vez al papel, escrutándola.

—Muy bien —el taxi se puso en marcha.

Las calles pasaban a toda velocidad, como si fuesen meras ilusiones. Llegado un punto, Hinata pudo distinguir las calles que había recorrido de pequeña en las manos de su madre, incluso pudo ver el parque donde solía llevarla para que jugara.

Podía sentir que ya estaba cerca de la que había sido su casa por tan poco tiempo; hasta el momento de partir a ese colegio en el que estuvo recluida por tanto tiempo. Luego ya nunca volvió a ver a su madre, a su padre o sus primos. Fue una niña miedosa, jamás sonrió en la escuela primaria.

—Hemos llegado —Hinata salió de sus recuerdos, cogió el dinero que le habían enviado sus padres de uno de los bolsillos de su falda y le pagó al taxista.

—Muchas gracias —sonrió—, no se moleste en darme el cambio.

La joven bajó enérgicamente del coche y abrió el maletero, sacando sus pertenencias de él en un santiamén. Al cerrarlo vislumbró su antiguo hogar, impresionada: Era una pequeña mansión de un blanco deslumbrante. Grandes ventanales surcaban y una puerta de cedro hacía las veces de entrada principal. Realmente era una casa de ensueño.

Tomando su equipaje en un sólo brazo, abrió la verja de hierro y entró, caminando hacia la puerta de entrada. Divisó las plantas, flores y el césped que rodeaban el caminito que llevaba a la entrada. Estaba emocionada por volver a ver a sus padres. Notaba como sus piernas temblaban y una sonrisa tonta se formaba en sus labios; quizás ilusión o felicidad.

Subió los escalones que llevaban al porche y paró al borde de la puerta. Aproximó uno de sus delgados dedos al timbre y lo pulsó.

Ya que tardaban en abrirle decidió volver a intentarlo; y ésta vez hubo suerte. Pero, ciertamente, no esperó que un tipo en esas fachas le abriera la puerta.

—¿Quién se supone que eres?

Un hombre atractivo y de ojos opalinos le había abierto la puerta, la única diferencia entre una persona normal era que la única prenda que lo cubría era una sábana envolviendo su cintura. No pudo evitar fijarse en su torso; esos abdominales tan sensualmente marcados provocarían a cualquier mujer. Enrojeció ahora, notando que estaba mirando esa parte de su cuerpo; por dios, acababa de salir de un internado repleto de monjas, era normal que se le hubiese pegado algo de ellas.

Se tapó la boca con la mano y la molestia comenzó a azuzarla; no le conocía y ya le caía mal... ¿Quién se creía que era él para dudar de quién era ella?

—¿Quién se supone que eres tú? —preguntó, algo molesta con aquel panorama.

—Para ti Neji, niñita —le respondió, altanero.

¿Quién diablos era esa mujer para venir a molestarlo cuando estaba en pleno polvo?, ¿cómo se había atrevido, la muy estúpida? Sólo la perdonaba porque estaba bastante "follable", no por otra cosa.

—Vamos, dime tu nombre —continuó, empezando a molestarse—. No tengo todo el día.

Ella enrojeció y se quedó callada, pensando en el insulto más adecuado para él; quería darle una lección o hacerle sentir avergonzado. Quitándose las gafas de sol, habló decididamente:

—Soy Hinata Hyuuga, la primogénita de la familia Hyuuga.

Continuará...


Nota 19/04/2011: Capítulo editado.

Nota: ¡Buenas! Debido a que estoy releyendo mi propio fanfic en busca de fallos y con la excusa de que ya no puedo poner separadores tipo: & o *** entre escenas, (también por la cantidad de barbaridades y frases raras) he decidido reeditarlo y como veis, también re-subirlo. ¡SALUDOS para todas los lectoras/es!