Epílogo
Edward estaba parado frente a una enorme hoguera, donde aún se podía ver cuatro portadas de unos libros de fondo negro. Estaba él solo, Bella y su familia se habían ido de caza.
Miraba el fuego concentradamente, con el ceño fruncido, como tratando de borrar de su memoria todo lo que acontecía respecto a esos libros, de los cuales ya poco se podía divisar.
Hace ya algunas semanas que se había encontraba parado frente a Radcliffe en una librería, preguntándose por su salud mental. Ahora él se preocupaba por la suya, poco le importaba la de Radcliffe.
Harry, por su parte, había quedado en tal estado de shock que se había tenido que dirigir al hospital San Mungo, donde le habían borrado la memoria y se había quedado unos días en rehabilitación, sólo por si acaso.
Edward deseaba poder borrar su memoria. Borrar todo respecto a los libros. Pero una de las cosas que más le importaba eran los Vulturis, si ellos se llegaban a enterar sobre esta saga sería la muerte para ellos, ya que todo estaba escrito en torno a ellos y no habían pruebas para declararse inocentes y decir que no habían escrito ellos mismos los libros. Mas las posibilidades de que alguno de los Vulturis tomara un libro moderno era muy poco probable y esperaba que su aversión a todo el mundo humano fuera suficiente para salvarles la vida.
Otro de las problemáticas que cursaba la mente de Edward era Bella. Ella y toda su familia. ¿Debería contarles sobre los libros?... Con eso no conseguía nada, ¿Cierto? Sólo lograr que se preocuparan innecesariamente y sin valor alguno, en especial Bella. Por Bella daría todo, todo, incluso su cordura.
En un segundo Edward estaba sentado de rodillas frente a la hoguera tirándose el pelo, en un leve momento de desesperación. Le gritó al viento. Luego se desordenó el cabello y se paró, viendo como la última de las páginas se consumía, quedando como las últimas palabras "Cuida de mi corazón, lo he dejado contigo", ardieron y luego quedaron reducidas a cenizas.
Se irguió de un salto y apagó el fuego. Luego corrió hasta llegar al prado, a su prado. Se acostó en la hierba y cerró los ojos. Había estado en ese lugar por semanas, desde que había terminado de leer los libros. Había dicho que quería estar solo, pero de todas formas Bella a veces iba y se acostaba con él por las noches, acompañándolo en silencio. Luego en la mañana se iba para cuidar de Rennesmee y Edward se quedaba nuevamente solo hasta la noche. No hablaba, no se movía, nada, hasta hoy, que había ido a quemar los libros.
Decidió, en medio de la quietud, que saldría de este estado, ya que si seguía así se volvería loco y nadie se lo merecía. Se quedó unos minutos más acostado con la vista hacia las estrellas, aunque ahora abrió los ojos. Cuando estaba a punto de pararse para ir a buscar a la razón de su existencia, la olió y sonrió. Llegó unos segundos después para acostarse a su lado. Edward se giró hacia ella.
-Hola –Le murmuró a Bella. Ella se alegró y le devolvió el saludo.
-Hola-Dijo aliviada con una pequeña sonrisa en su rostro. Edward suspiró mientras se apoyaba contra su codo.
-Lo siento por todo este tiempo, he sido un muy mal esposo, pero prometo que nunca más me comportaré así. –Tomó un mechón de cabello de Bella y lo acarició, maravillándose de su suavidad.
-No te preocupes –Susurró Bella-. Siempre estaré ahí para ti, no importa lo que pase.
-Te amo –Se dijeron al mismo tiempo.
Edward sonrió y acercó lentamente sus labios a los de ella, jurando que nunca una palabra sobre los libros saldría de sus labios y dejando todo este episodio atrás.