Capítulo I

Fiesta Medieval

La noche era perfecta… las estrellas brillaban en todo su esplendor y el frío calaba los huesos de hombres y mujeres presentes en esa gran fiesta, muestra de esto, era el vaho que expelía cada uno de ellos al hablar. La muchedumbre danzaba en torno a las gaitas y yo seguía de ese modo: melancólica, pero que en mi interior me hacia tremendamente feliz. Olía a incienso y a fuego. La noche sólo era iluminada por antorchas y vestidos de telas suaves y colores vivos. El mío era rosa palo con cuello media luna y unas mangas largas, que caían en varias capas de tela, terminadas en punta. El borde de éstas, era en plateado oscuro. Los hombres se veían bastante graciosos, sin embargo, eran verdaderos príncipes de cuentos encantados y sus trajes, jaja, eran unas malletas blancas y ajustadas, con zapatos en punta, como de duende, y para arriba un traje ajustado, con un pantalón corto, tipo tutú o pañal, con pinzas y aglobados de la cintura para abajo, y para finalizar, como guinda de la torta, usaban un sombrero muy similar a las boinas, pero de la misma tela del traje. A pesar, de que la descripción se oye bastante ridícula, había unos cuantos que se veían bastante guapos. La música de fondo, acompañaba la velada, acorde en todo su esplendor con la ambientación del gran evento estudiantil: violas, zanfoñas, guitarras, chirimías, flautas dulces y rectas y todo tipo de instrumentos medievales... El baile era un juego inocente, pero con un trasfondo de seducción…

Un bufón juguetón pasaba entre nosotros y nos hacía entrega de un papel que contenía un lugar distinto para cada uno, del maravilloso castillo arrendado para el baile de fin de año de la universidad. La idea: encontrarse con un desconocido en el lugar designado y cumplir la misión de la noche. Estaban todas las facultades: científicos, humanistas, biólogos, matemáticos. Había mucha gente que jamás había visto en la vida… Era difícil distinguir a cada uno de mis compañeros, tras esas máscaras enormes y gestuales: las habían rojas con pañuelos, blancas con una gota que simulaba una lágrimas, otras plateadas; también habían, mitad de un color y mitad de otro y así miles, algunas bastante terroríficas. La mía era blanca, con un antifaz plateado y una pluma rosada que hacía juego con el vestido. De repente sentí que me tomaron por la espalda y alguien detrás, que llevaba una máscara dorada inmensa, que le cubría todo el rostro, me arrastró hacia atrás del espectáculo, por un minuto me asusté, debido a la brusquedad del movimiento, pero cuando descubrí que era Ethan, una carcajada me salió del alma. Mi novio tenía alma de niño y cada vez que podía me sorprendía…, aunque que fuera con juegos…, él era muy especial…

Con Ethan éramos novios desde principio desde el primer semestre, es decir, prácticamente desde que había llegado a Londres. Él era británico y estudiaba ciencias políticas, mientras que que yo, sociología. Nos conocimos por una compañera que era amiga de su hermana, en una fiesta para los novatos. Su hermana, Grace, estudiaba genética y eran amigas de infancia con mi compañera, Eileen. Esa noche estaba bastante sola y esperaba devolverme pronto a dormir, pero Eileen insistió con que la acompañara donde su amiga Grace, así que fui a regañadientes, mientras ella prácticamente me arrastraba de un brazo hacia su amiga.

- Isabella, no puedes ser tan autista… -me recriminaba desde que me conoció.
- ¡¡¡Está bien Eileen!!! –le dije algo complicada, porque tenía sueño.
- No te vas a arrepentir –trató de tranquilizarme.
- Te creo –dije desganada.

Cuando nos acercamos, Grace nos recibió muy animadamente, era una mujer muy linda, alta, delgada, con pelo castaño claro y ojos del mismo tono que su cabello y que en ocasiones se tornaban pardos, con pecas y una gran sonrisa. Alrededor de ella mucha gente que no conocía, pero que parecían muy animados y bastante afianzados. Además, todos llevaban una piocha metálica diminuta, con una rosa roja en medio de una estrella de cinco puntas. Más incómoda me sentí, era lógico que ellos eran amigos desde hace años y yo no tenía nada que ver en ese lugar, pero lo obvié a la fuerza –por la presión que ejercía Eileen en mi brazo -y me quedé ahí. No debe haber pasado más de media hora cuando llegó un apuesto muchacho, alto, de contextura media y piel pálida, ojos calipsos y de cabello marrón claro algo ondulado ¡era precioso! Tomó a Grace por la cintura y pensé que estaba perdida, debía ser su novio, sin embargo, la besó en la sien y dijo:

- ¿Quién es esta bella niña, hermanita? –y esbozó una gran sonrisa.

Ella rió y enarcó una ceja, sorprendida, al parecer, por su reacción.

- Bueno Ethan… es Isabella Swan, viene desde Phoenix, Estados Unidos y estudia sociología en tu misma facultad –rompió a reír e ilumino sus bellos y perfectos ojos, ahora verdes.
- ¿Enserio? –sonrió aún más… dejó a su hermana y se acercó a mí, tomó mi mano, la cogió y la besó en el medio…
- Encantado Isabella… soy Ethan –sus ojos calipsos se iluminaron totalmente.

Quedé totalmente muda ¿era posible que le hubiese gustado o sería una broma de mal gusto? Su reacción había sido algo exagerada… Sin embargo, en toda la noche no se despegó de mi lado y ahí entendí que sus intenciones eran reales y que yo le gustaba. A la semana siguiente éramos novios, y yo era la envidia de toda la universidad.

Poco a poco me fui haciendo muy amiga de Grace, ella era muy amable conmigo, y parecía ser muy transparente y sociable. Su familia era muy poderosa en Londres, sin embargo, Ethan era extremadamente sencillo, de muy buenos modales y muy, pero muy simpático y espontáneo; era un gran deportista y un excelente alumno, al igual que todas las generaciones anteriores de su familia, eran reconocidos y respetados en la universidad por eso. Cuando recién comenzamos a salir, no podía creer haber tenido tamaña suerte, de encontrar a una persona con todas esas maravillosas características, casi irreales y ¡Para mí! Una extranjera, de clase media y sin gran belleza e intelecto, no como la de él, al menos…

En medio de la bulla y la melodía medieval de fondo, Ethan corrió suavemente mi máscara y luego la de él, poco a poco acercó sus labios tibios y suaves a los míos y me aferró a él con delicadeza. Un brusco empujón nos separó, era Phillip, su mejor amigo, un niñito bonito de risos dorados y muy travieso.

- Disculpen tortolitos –y rompió a reír.
- Tan prudente como siempre –le dijo Ethan entre risas.
- Disculpen tórtolos, pero quería saber si les había tocado el mismo lugar.

En eso caí en la cuenta recién del papel que llevaba apretado y arrugado en mi mano derecha. Lo abrí sin gran interés.

- Tercera puerta del segundo subterráneo –dije desganada para calmar la curiosidad de nuestro amigo.

Ethan sacó su papel desde el gorro y lo tomó algo confuso.

- Laberinto de matorrales, tercer patio –y le pegó sutilmente a su amigo en la cabeza –gracias…
- ¡Ups! sorry hermano, hablé con el bufón, pero se tiene que haber confundido –rió irónico e hizo un gesto de disculpa, para luego dar media vuelta e irse.
- Isa, lo siento mucho, pensé que Phillip lo había arreglado…-me miró desilusionado.
- Esta bien Ethan, es sólo un juego –intenté tranquilizarlo.
- Pero de todos modos… quería estar contigo –hizo un puchero de pena.
- No importa ¿a qué hora termina? –le dije algo desganada.
- A las 12 todos debemos estar de vuelta –me contesto medio resignado.
- Entonces, a las 12.05 estaremos juntos –tomé su rostro entre mis manos y lo besé.
- Bueno, ya me convenciste con ese beso ¿puede ser otro para no irme triste?
- Obvio –sonreí y lo volví a besar.

En eso una pareja, que creo habían sido los reyes del año pasado, anunciaron que en veinte minutos deben encontrarse con su pareja misteriosa y para luego, cumplir con la tarea que se les encomendó, que estará descrita en un papel dentro de un cofre en el mismo sitio, y que la pareja que llegue primero con la misión cumplida, será ganadora de un viaje a un lugar paradisiaco desconocido. Miré a mi lado y vi la preocupación y el desconcierto en Ethan: ganara quien ganara de los dos el premio, no iríamos juntos.

La música comenzó a sonar nuevamente y el gentío se deslizó por todos lados, algunos medio tropezándose y otros gritando de todo tipo de cosas, porque no faltaban los ebrios e hiperventilados. Sin mayor entusiasmo llegué al primer subterráneo, no sin antes sortear laberintos con muros de piedras, que olían a humedad y moho. Luego, continué hasta el segundo subterráneo y ahí en medio de las antorchas, que eran la única luz del lugar, vislumbré no sin dificultad, la tercera puerta. La gente ya no se oía. Tomé la manilla y la giré. Cuando entré estaba muy oscuro, así que dejé la puerta abierta y agarré el cofre con la pista. Mi compañero no había llegado aún. Así que me dispuse a esperarlo, cuando de la nada apareció… Era alto y esbelto. Y llevaba una mascara negra con bordes dorados.

- Hola –le dije algo asustada, porque no lo había visto llegar.
- Hola –su voz era de melódica y perfecta.

Sin más preámbulo se quitó la máscara dejando al descubierto su piel pálida y unos hermosos labios rojos como la sangre, todo, enmarcado con un cabello bronce desordenado.

- Soy Edward.

Quedé ensimismada y continué observándolo sin responder de inmediato.

- Tú eres… -me dijo amablemente.
- Isabella Swan… -contesté rápido.
- Bueno Isabella… creo que es el principio de un gran viaje juntos…-me miró con picardía, sin dejar jamás de ser extremadamente cortés.