El Guerrero

-Capítulo 1-

-No soporto Historia-pensé mientras me dirigía al aula de historia.

-¿Kagome?-me paró Sango.

Yo me giré para saludarla con una sonrisa

-¡Cuanto has cambiado!- antes era más bajita, me hacía gracia que Sango recordara uno de mis mayores defectos.

-Y tenía granos- le recordé intentando complementar mi físico el año pasado

Nos reímos por el comentario y las veces que habíamos sufrido por culpa de los dichosos granos.

-¿Te diriges al aula de Historia?-preguntó Sango mientras sonreía, se la veía más feliz desde que salía con Miroku.

-Sí- asentí fingiendo una sonrisa, Sango sabía que odiaba historia, y en estos momentos la odiaba a ella, pero en el fondo fondo la quería, pero lo querría aún más si dejara de poner esas sonrisitas que daban asco.

Entramos en el aula y la profesora comenzó a relatar la historia de un valiente guerrero llamado Inuyasha que fue traicionado por su mujer Kikyo, en definitiva, nos contó un rollazo, ah eso sí, según relataba la profesora el guerrero llamado Inuyasha estaba para comérselo.

La clase duró dos horas, y yo llevaba historia hasta en la sopa ( n/a: es una forma de expresar que estaba harta de historia).

Cuando salí de la clase tuve un pequeño presentimiento, algo me llamaba, la escuela iba a cerrar ya, debido a que yo las clases las hacía por la tarde.

Algo me llamaba y yo siempre he sido muy curiosa, sabía que mi presentimiento estaba relacionado con el Museo de la Universidad que teníamos los estudiantes para poder obtener la información más rápidamente.

Me acerqué al museo y entré, comencé a ver figuras, mapas, jarrones y unos baúles en los que tenía incrustado frases en un idioma desconocido, la primera vez que entre al museo que si mal no recuerdo fue el año pasado, esos baúles no estaban, y me acerqué hacía esos baúles pero de repente...

Noté que alguien se acercaba y me escondí rápidamente detrás de una figura Venus. En esos momentos agradecí ser de constitución delgada pero sin embargo proporcionada.

Dos hombres uno bajito y otro alto se pararon enfrente del baúl.

-Dentro de unas horas quitaran este baúl- dijo el hombre bajito.

-Sí, nadie debe verlo, es una suerte que nadie visite este museo escolar- comentó el alto.

-Sí- dijo riéndose el bajito.

-Este baúl contiene una información demasiado avanzada para que este en el museo de una universidad tan simple como esta- dijo con burla en la voz.

-Cierto, y sin comentar que este baúl contiene unas leyendas de la antigua época-

-Mejor vamonos, no me gusta este lugar-

Los dos hombres se fueron, y Kagome pudo salir de su escondrijo.

-Uff- dije mientras me acerqué al baúl y acariciaba las frases extrañas, de pronto abrí el baúl, dentro del baúl había como una especie de carta al estilo egipcio, estaba enrollada y atada con una cuerda dorada-

Cogí la carta y le quité la cuerda para poder leerla, pero lo único que había eran palabras incomprensibles, y de pronto desaparecí de allí.

No me preguntéis el como desaparecí, ya que ni yo misma sabía de buena fe como lo hice, pronto lo descubriría, todo en este mundo se descubre, todo...

Cuando levanté la cabeza para dejar la nota en su sitio, yo ya no estaba en el museo, estaba en otro sitio bien distinto, hacía mucho calor y yo me encontraba perdida.

-¿Dónde estoy?- mi mente no paraba de repetir esa frase en mi cabeza.

Comencé a caminar sin saber bien dónde estaba, y me fui a parar al lado de un río, cuyo agua tenía un aspecto puro y pinta de ser deliciosa, me agache para coger agua, cuando una voz desconocida me frenó antes de que pudiera cogerla siquiera.

Yo me giré y pude ver a un hombre con el pecho libre de cualquier camisa, pero que sin embargo llevaba unos pantalones de color caqui que quedaba a juego con el color moreno de su piel.

-¿Quién eres?- preguntó él hombre, al parecer sin mucho tacto.

-Kagome ...¿ y usted?- le pregunté.

-Kouga, no debería estar aquí, vos corre peligro si la ve mi jefe.

Yo no entendía nada, estaba desorientada y con una extraña carta en mi mano...¿Que podía decir?

Que la vida era un asco...

-¿Que haces Kouga?- se escuchó una fuerte voz varonil y yo me quedé sin aire cuando lo vi.

Pecho amplio al descubierto, piel dorada, ojos dorado, pelo negro como una noche sin luna.

Él pareció también haberse fijado en mí, y su mirada paso a ser de lujuria al mirarme de arriba a abajo

Llevaba el uniforme, que consistía en una minifalda azul y una camisa blanca en la que se me transparentaba mi sujetador negro, y unos botines negros.

-Átala, me la llevo a casa, quiero disfrutar de su cuerpo- dijo ese hombre de pecho amplio.

-Sí amo Inuyasha- pronunció Kouga mientras me miraba con lástima por mi futuro, un futuro que yo veía muy negro.

-CONTINUARÁ-