Nota: Los personajes principales pertenecen a Stephenie Meyer. Yo sólo me tomo la libertar de jugar un poco de ellos para divertirme un rato y no obtengo ningún otro beneficio más que mi propio entretenimiento y sus comentarios.

Balada de un Cementerio

Prólogo.

El amor es el sentimiento menos predecible que existe. El más complicado. El único que no ha podido ser descrito verdaderamente. La emoción más subjetiva que puede haber entre los humanos. Lo más bello. Lo más aterrador. El amor puede ser tibio o frío. Curar o herir. Sanar... o destrozar por completo.

El amor es receloso y se da a conocer en pocas ocasiones, en el momento menos esperado y con la persona que jamás imaginaste. Le encanta dar sorpresas, ya sean amargas o dulces. Se deleita con nuestras sonrisas y con nuestros llantos. Disfruta el poner pruebas a los amantes y se decepciona, fácilmente, cuando no se es superado...

El amor te enseña a ser incondicional, incluso, te puede llevar a la locura más hermosa... pero, sobre todo, cuando el amor se instala en dos corazones, llega para quedarse siempre.

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Capítulo 1: Primer Encuentro

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Forks, un numeroso grupo de adolescentes habían decidido ir a divertirse en el cementerio del pequeño pueblo. Era la noche perfecta, la lluvia, que había caído durante todo el día, había cesando hacía pocos minutos; dejando como rastro una espesa niebla que regocijaba a los adolescentes que aplastaban la tierra húmeda bajos sus pies.

–¿Han traído café? – se quiso asegurar Alice, en cuanto llegaron al sepulcro que usualmente ocupaban para reunirse

–Si – confirmó Jasper, sonriéndole y mostrando un termo color vino

–Menos mal. Es una noche demasiado fría

Jasper caminó hacia ella y la cubrió con sus brazos, de manera afectuosa. Ambos cerraron los ojos, dejándose inundar por la paz que les daba estar así de juntos. El resto de los muchachos observaron la escena durante un momento, antes de girar el rostro hacia otro lado, dándole a la pareja su propia intimidad.

Entre los adolescentes, había uno en especial. Edward, un muchacho de ropas completamente negras, que había clavado su mirada en la espesura que se levantaba más allá de donde estaba sentado, siguiendo, con su color verde, las sombras sin fin de un sendero que parecía más bien olvidado. Perdiéndose en la belleza del lúgubre paisaje. Ajeno a lo que el resto de sus compañeros hacían y platicaban. Adentrándose en sus propios pensamientos sin forma. Inmiscuyéndose en su propio silencio, en su propia soledad.

–Ey, ¿Qué pasa? – el amigable puñetazo de Emmett sobre su hombro le hizo reaccionar. Sonrió, de manera apenas perceptible, y contestó:

–Pensar

–¿En qué? – preguntó el moreno, sentándose a su lado.

–No lo sé – admitió y era sincero. Su mente divagaba en nubes sin acepción. Imágenes sin estructura, que, contradictoriamente, le mantenían en reflexión.

–¡La fogata ya está lista! – anunció Alice, de manera animosa, aproximándose a ambos chicos, dando pequeños saltitos y frenando de manera súbita, de un momento a otro. Cubriendo su alegre expresión por una máscara del terror más infinito que alguien pudiera demostrar.

–¿Qué sucede? – preguntó Emmett, más la pequeña no contestó. Permaneció inmóvil, con los labios entreabiertos y morados a causa del miedo. Y los ojos completamente dilatados y nublados.

–¿Alice? – insistió Edward, al ver a su hermana menor permanecer en ese estado por más de un minutos. Jasper, quien se encontraba alimentando la lumbre con unos trozos de madera, dejó su labor a un lado y se acercó a su novia – Alice – volvió a insistir, sin lograr que la pequeña reaccionara

–¿Qué pasa? – preguntó el rubio, tomándola por los hombros

–No sabemos, parece como si hubiera visto a un fantasma... – bromeó Emmett, intentando quitar tensión al asunto, pero dejó de hablar al ver que Alice asentía al escucharle

Todos se giraron para mirarla de manera inquisitiva

–Alice, ¿Viste algo? – indagó Jasper, con voz suave. La pequeña volvió a asentir, sin lograr salir de su terrible pasmo, con su menudo cuerpecito temblando bajo las manos de él – ¿Qué fue lo que viste?

–Fan... Fan... Fantasma – soltó, con voz ahogada en pánico.

Todos voltearon a ver a Rose, cuando esta se rió, sin poderse contener.

–Lo siento – se disculpó la chica de mirada azul – Fue inevitable. Alice, los fantasmas no existen

–Alguien pasó por ahí – señaló, la aludida, una espesura de arboles que se encontraba a espaldas de Edward y Jasper, tratando de controlar su propio miedo para poder hablar – Lo vi por un segundo y, después, ya no estaba...

–Tal vez fue tu imaginación – trató de consolar su hermano, pero ella se apresuro a negar

–Era una persona – insistió – Yo lo vi. No estoy loca

–Tal vez es algún bandido que anda rondando por aquí cerca e intenta hacernos una mala broma – murmuró Jasper, abrazándola completamente – Deberíamos ir a investigar a los alrededores.

–¡Si! – Exclamó Emmett, somatando sus puños eufóricamente – Algo de acción y sangre no vendría mal

–Si las conjeturas de Jasper son ciertas, NO vamos a golpear a nadie – le recordó Edward, con el rostro viendo aún hacia el sendero de sepulturas que parecían llamarle a coro – Emmett, Mike y yo iremos a revisar los alrededores – agregó, poniéndose de pie, dejando ver las cadenas plateadas que le colgaban a un costado de su pantalón negro y la cruz, igualmente de plata, que reposaba sobre su pecho.

–Nos separaremos, mientras Jasper se queda con Ben, cuidando de ustedes – continuó, mirando a las chicas que estaban sentadas frente a él

–Yo no necesito que me cuiden – refutó Rose, cruzando sus brazos y piernas con soberbia.

–Yo si – contradijo Jessica, poniéndose de pie y encaminándose hacia Edward con aire presuntuoso – Es más, si me dejaras acompañarte, me sentiría mucho más segura

El chico se soltó, con gesto educado, de las manos que se movían por sus hombros y dio dos pasos hacia atrás. Jessica, al notar el sutil rechazo, frunció los labios y volvió a tomar asiento, sin poder evitar ver al alto muchacho de desordenados cabellos color cobre y piel pálida, que resaltaba de manera excepcional gracias a su vestuario fuliginoso.

–Emmett, tu ve en esa dirección – dijo Edward, al separarse del grupo – Mike, tú por este camino y yo me iré derecho. Nos vemos aquí en quince minutos.

Los otros dos jóvenes asintieron para después recorrer el sendero que se le había asignado respectivamente.

Tal y como anteriormente Edward había dicho, él caminó hacia el pasaje que, desde su llegada, se le había pasado contemplando. Sus botas se hundían en la tierra blanda y húmeda, haciendo de sus pisadas movimientos casi insonoros. Cerró sus ojos, olvidándose del posible bandido que acechaba alrededor, al dejarse inundar por la bella noche y su canto acechante. No había nada que a él le gustara más que dejarse envolver por su suave manto oscuro...

Sus pasos se atajaron cuando, al despejar su vista, ésta se encontró, frente a frente, con la imagen de una muchacha que se hallaba dándole la espalda, mostrándole su larga cabellera castaña, que casi parecía negra. Se mantuvo en silencio, sin saber muy bien por qué. Escondiéndose, cautelosamente, detrás de un cenotafio, lo suficientemente alto y ancho como para cubrirle, y así permitirle la discreción apropiada de seguir observándole. Una viva curiosidad se había despertado en él. Tal vez se debía a las ropas que la cubrían, o el simple hecho de verla sola, en medio de aquel lugar que, para muchos, se les presentaba tenebroso.

Intentó, con sigilo, verle el rostro. Más no le fue posible hasta que la misma joven giró su cuerpo, mostrando, ante él, la imagen más gloriosamente hermosa que pudiera llegar a contemplar en toda su existencia. No sabía cómo describirla. No encontraba las palabras para hacerlo. Simplemente, ella era sublimemente bella... Con su piel pálida que parecía tener breves destellos bajo la plateada luna, daba la apariencia de ángel que había caído del cielo y se encontraba perdido en aquel sitio.

No supo cuándo fue que sus pies le movieron para situarse frente a ella que, al verlo, dio dos pasos hacia atrás, dando a mostrar, con su candela mirada, el sobresalto que se había llevado por su repentina y apresurada aparición.

–Tranquila – calmó el muchacho – Disculpa, no fue mi intención asustarte... Lo siento – volvió a repetir, ante el silencio de la castaña – No te pienso hacer daño... ¿Estás sola? ¿Te has perdido?

La muchacha lo miraba confundida. ¿Le estaba hablando a ella?

–No te he visto por aquí – prosiguió, y la forma en que esas gemas verdes se clavaban justamente en su persona, no le dejaban duda alguna de que, efectivamente, aquel joven estaba consciente de su presencia...

¿Acaso él no le temía? Si era así, no lo daba a demostrar en su mirada que, fuera de mostrarse aterradora, era penetrante y brillosa. Con una luz que, nunca antes, había contemplado en las pupilas de un mortal...

–¿Có...? ¿Cómo te llamas? – Respingó, cuando él le preguntó.

Y la duda incierta le paralizó. ¿Debía o no responder? Una parte de ella le incitaba a hacerlo, pero la otra mitad, le aconsejaba que mejor desapareciera de la vista esmeralda que no se despegaban de su rostro ni un solo momento. Ya bastante anormal era que él pudiera advertirla... Eso bastaba para correr lejos de él... ¿Por qué entonces sus pies se habían quedado aprisionados con los candados de esos ojos?

–¡Edward! – la voz de Emmett y Mike llamaron a lo lejos, aproximándose rápidamente.

La morena dilató su mirada. ¿Y si él no era el único que la podía ver? No podía arriesgarse a tanto; así que, retrocediendo rápidamente, se fue alejando de Edward.

–¡Espera! – gritó éste, al verla partir y desaparecer, literalmente, en el aire.

Su cuerpo quedó inmóvil ante lo que había presenciado. No encontrando una explicación lógica de cómo aquella muchacha se había desvanecido en el aire. No creyéndolo, más bien. Pero estaba seguro que no había sido producto de su imaginación. Él no era muy creativo, al menos, no tanto como para dibujar aquel rostro con esos detalles que le hacían único.

–¡Edward! – llamó Emmett, tras de él – ¿Qué haces? Llevamos varios minutos esperándote.

La voz de su amigo apenas y llegaba a sus sentidos, los cuales estaban completamente absorbidos, buscándola, intentándole hallar entre las sombras de aquel cementerio e, ignorando a los dos muchachos que le hacían preguntas que su mente no lograba procesar, caminó hacia la tumba en donde la había encontrado sentada.

Mike y Emmett intercambiaron sendas miradas al ver que él paseaba la punta de sus dedos en el cemento tallado y centraba su atención las letras grabadas en él:

Isabella Swan.

1986-2004