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EPOV

Bella no dijo nada en el camino de vuelta.

Se limitó a cogerme la mano y mirar por la ventanilla mientras yo conducía con la otra mano al volante.

No había tampoco mucho más que decir.

Mi madre estaba mal y esta vez si que sería un milagro si llegaba a recuperarse al mismo nivel que las otras veces.

Eso si llegaba a recuperarse.

— Lo siento, cariño—susurré.

Por el rabillo del ojo pude ver que Bella giraba la cabeza para mirarme.

— ¿Qué?—preguntó, su voz claramente afectada. Estaba... ¿llorando?

Bella, no llores por favor.

— Es qué... no puedo evitarlo... no es justo. Tú madre es joven, y... vosotros... Bella soltó mi mano y se tapó la cara con las dos manos y empezó a llorar desconsoladamente.

Paré el coche en doble fila en cuanto pude y la estreché entre mis brazos. Bella se quitó el cinturón y se deslizó por el coche hasta que acabó sentada en mi regazo abrazándome con fuerza.

— Cariño... mírame —le aparté el pelo de la cara y sequé las lágrimas que habían caído por sus mejillas con los pulgares—. Mi madre lleva años enferma, ha luchado contra su enfermedad y ha ganado la batalla todas las veces. Incluso está ganando ahora, aún tiene ganas de vivir y eso es lo que importa.

Bella asintió y volvió a abrazarme, escondiendo su rostro contra mi cuello.

— Ojala hubiese podido conocerla mejor —susurró.

— Aún puedes hacerlo.

— Lo sé y quiero hacerlo.

— Estoy seguro de qué ella estará encantada.

— Siento... estar así. Debería estar aquí para consolarte y eres tú quién... —puse mis dedos sobre sus labios.

— Tranquila...

— No hagas eso.

— ¿Qué?

— No te escondas.

[...]

Ninguno de los dos dormimos bien esa noche, Bella estaba inquieta y yo totalmente desvelado.

Me levanté en mitad de la noche y me senté en el salón. Encendí la TV y ella no tardó en aparecer. Acurrucó su cuerpo contra el mío, agarrando mi camiseta con la mano como si su vida dependiera de ello.

Al fin conseguimos dormir hasta que el sonido lejano de mi móvil cortó el silencio en el que se encontraba el apartamento.

Me levanté lentamente, dolorido por haber dormido sentado toda la noche, con tanto cuidado como pude para no despertar a Bella, que se acurrucó contra el brazo del sofá buscando el calor que yo había dejado en él cuando la dejé sola.

Ni siquiera miré quien era antes de descolgar.

— ¿Si?

— Hola — Emmett se aclaró la garganta— ¿Puedes venir? Mamá quiere verte.

— Voy para allá.

Cuando me giré quitándome la camiseta Bella estaba frotándose los ojos el la puerta de la habitación.

— ¿Qué ha pasado? —preguntó alarmada.

— Mi madre quiere verme.

Bella soltó el aire de golpe.

— Puedo... ¿puedo ir contigo?—susurró.

— Claro, si es lo que quieres.

[...]

Mi madre extendió su mano lentamente hacia mi cuando me vio entrar, me acerqué a ella y la abracé con cuidado.

— Dile que se acerqué —susurró en mi oído y apenas pude oírla —Levanté la vista y miré que Bella esperaba en la puerta de la habitación.

Mi madre ofreció su mano hacia ella y Bella me miró. Yo asentí y ella se acercó al otro lado de la cama.

Mi madre estrecho su mano y tiró de ella un poco. Bella se sentó en la cama.

Lentamente mi madre puso su otra mano en su mejilla sonriendo débilmente.

— Me alegro tanto de haberte podido conocer —susurró.

Bella se mordió el labio inferior e intentó contener las lágrimas, pero le traicionaron.

Mi madre giró la cabeza hacia mí dejando caer la mano de la mejilla de Bella.

—No dejes que tu padre se encierre en el trabajo, está mayor para eso —yo asentí—. Todo está arreglado, Rose y Alice saben donde están todos los papeles —dijo mirando a Emmett que estaba a los pies de la cama, él asintió—, pero esta todo preparado para que os encarguéis uno de vosotros dos, no ellas.

Mi madre hablaba entrecortadamente, respirando con dificultad.

— Mamá, tranquila, no hables más, no tienes que preocuparte por eso.

— Claro que si, ya he sido suficiente carga los últimos años de mi vida, lo menos que puedo hacer es no serlo cuando me vaya —Volvió a mirar a Bella—. Cielo, no llores, he tenido la mejor vida que alguien pueda pedir —Bella asintió secando las lágrimas de sus mejillas con el dorso de su mano—. Gracias por hacerle feliz —susurró antes de cerrar los ojos—. Voy a descansar un poco—dijo antes de quedarse dormida.

Bella se mantuvo a mi lado el resto del día.

Cuando Alice vino se sentó entre ella y yo.

— No tienes que hacer todo esto— le dije mientras ella acariciaba distraídamente mi pelo mientras yo apoyaba mi cabeza en su regazo.

— ¿Hacer qué?

— Ser fuerte por mí.

— Tú no tienes que hacerte el valiente.

— Lo sé, es solo que ya... con el tiempo, me he mentalizado de esto. Se que en algún momento nos dejará, y ya está cerca —me incorporé y la atraje hacia mi. Ella se abrazó a mi regazo—. Pero gracias. Gracias por estar aquí, conmigo. Con mi familia.

La miré y ella puso su mano en mi mejilla.

— Te quiero —susurró.

— Te quiero —susurré antes de besarla.