Título: Psychological Games

Autora: Sad Whisper

Pareja: Mello/Near.

Raiting: T por ahora.

Advertencias: Slash, un poco de angst.

Estado: Activo.


P s y c h o l o g i c a l

G a m e s


2. Golpes – odio que me toques


Media tarde. Verano.

Los rayos de sol aún atraviesan los vidrios de las ventanas del orfanato.

La verdad es que los humanos siempre han sido abyectos. Siempre abusan del más débil para ellos sentirse fuertes, lo que resulta patético si lo miras desde fuera; pero, estando dentro, la cosa puede volverse cruel.

A Near no le gustan los rompecabezas sólo porque sí; no le gustan los juguetes únicamente porque eso se supone que les guste a los niños como él, solos en el mundo, en una casa llena de otros niños.

Todo tiene su razón de ser.

- Near, ¿qué estás haciendo?

- ¿Otra vez con esos puzles?

- Te crees mucho como para andar con nosotros, ¿no?

- No es eso.

A Near no le gusta hablar, desde hace mucho tiempo, prefiere estar solo para no tener que decirle lo obvio a quienes lo rodean.

Por ejemplo, que no se cree mejor que nadie, que simplemente nunca ha tenido ni tendrá la menor gana de ir a jugar al patio con los demás, ni correr felizmente ni gritar ni reír ni hacer ninguna de esas cosas que no entiende.

Porque ésa es la verdad: no lo entiende. No puede ser como los demás, no por una cuestión de superioridad, sino porque él no es así, y aunque tratara, sabe que sería inútil.

Y una de las cosas que más le desagradan es perder el tiempo en temas sin solución.

- Entonces, ¿qué? - algunos chicos se le aproximan.

Near sabe que con él las cosas siempre son así: o lo odian, o pasan de él.

Hubo, en el pasado, una época en la que pensó que eso podría cambiar de algún modo, mas de eso hace mucho. Ya no se esfuerza, ya no le afecta. Si los demás se meten con él, tarde o temprano tendrán que dejarle en paz.

No le importa esperar.

- ¡Te hice una pregunta!

Las piezas de su puzle vuelan por los aires, el más bajito del grupo que se ha acercado lo ha pateado, Near supone, como una forma de llamar su atención. Es sólo que…

No tiene qué decirle.

Aunque muchos se sorprenderían, Near no lo sabe todo. Sólo arma hipótesis y más hipótesis, y calcula las posibilidades de que todo sea como parece ser; sin embargo, Near no tiene la certeza de algunas cosas, como el posible motivo por el que una panda de chicos le vea gracia alguna a meterse con él.

Y sabe lo que viene. Por eso, no se sorprende. Nunca lo hace. No se sorprendió cuando arruinaron su rompecabezas, ni se sorprende cuando otro de los chicos, de pie frente a él, que está sentado, le da un empujón.

- Eres un creído. Si no respondes cuando te hablan, te va a ir mal.

El lugar no está vacío, hay muchos otros niños en la habitación. Es la alcoba donde todos juegan, aunque Near es por excelencia quien más tiempo pasa en ella, ya que nunca sale al patio ni estudia en la biblioteca común.

Algunos de los presentes murmuran entre sí, otros se retiran porque si llega Roger o algún maestro, podrían reprenderlos a todos.

Near sigue sin decir nada, trata de recoger algunas de las piezas de su juego. El otro niño se cabrea y levanta el pie para pisarle la mano y…

- ¡Ah, mierda, Mello!

- ¡Lo ha empujado!

Alguien se cae al suelo. Near eleva la vista; es el chico bajito que ha comenzado todo: está tumbado de espalda, y se soba un brazo con el ceño fruncido.

Entre el chico y Near, está Mello. Le da a Near la espalda, por lo que éste no puede ver su expresión. Pero en vista de que todos se van corriendo luego del incidente – incluido el agredido-, no es difícil imaginársela.

- Todo esto es culpa tuya.

Mello se da vuelta. De pronto, ya no hay más niños en la habitación, y el sol ha comenzado a ocultarse. Nada es muy claro, ni siquiera Near; nada es muy oscuro, ni siquiera Mello.

- ¿No vas a agradecerme? Si no fueras tan anormal, nadie se metería contigo.

- …

- Tal vez te mereces una paliza.

- Gracias, Mello.

Son tan diferentes, dolorosamente diferentes; el mayor siempre lo demuestra, en una frase, o con una acción, da igual. Near lo ha asumido, que no es como nadie; no hay nadie como Near.

Pero tampoco hay nadie como Mello.

- Al menos, podrías mirarme cuando me hablas.

A Near no le gusta mirar a la gente, es como si le obligaran a decir me importas, cuando en realidad no le importa casi nada. Ni los insultos, ni los golpes.

Pero hay ocasiones en que el motivo es distinto, cuando Mello le coge la cara con ambas manos, con mucha – demasiada- fuerza, hasta hacerle daño, porque sabe que a Near le duele que le apriete tanto la cara pero no va a decir nada, porque nunca dice nada y podría estar sufriendo el peor de los males y nadie se enteraría.

- ¡Que me mires!

El suelo es tan duro. Está helado. Es verano, pero el suelo es de madera y siempre está frío. Y el frío traspasa el algodón de la ropa blanca de Near con tanta facilidad, que a éste le sorprende un poco cómo es tan fácil sentir en esa posición.

Boca arriba, sobre el suelo. Debajo de Mello, que lo mira con odio.

- ¿Por qué me defendiste, Mello?

Nunca ha tenido miedo, sabe que todo el mundo teme molestar a Mello con preguntas tontas o haciendo algo que no le guste; pero Near nunca ha logrado temerle.

Cree que sería mejor que lo hiciera, porque así tal vez Mello no lo miraría con odio, sino con indiferencia, o tal vez ni siquiera lo miraría.

El punto es que Near lo ha pensado, y tal vez sigue sin temerle porque inconscientemente, no quiere que Mello no lo mire, prefiere que lo descuartice con sus ojos claros, porque aunque nadie lo sabe – es sólo una hipótesis, nada más- Near casi no siente la mayoría del tiempo, pero en momentos como estos, cuando pareciera que Mello no tiene ojos para nada más sobre la faz de la tierra, algo le da la sensación de que él, Near, existe.

Y sentir, aunque sea tan breve como un suspiro, es un alivio.

- Porque te odio.

Mello no dice más, no explica lo que se ha dicho tantas veces a sí mismo: que sólo él puede odiarle, nadie más. Sólo él puede empujarle de vez en cuando, sin mantener mucho el contacto; que nadie más se atreva. Es suyo. Su odio, quiere decir. Claro que se refiere a eso. Near no es suyo, nada suyo, pero tampoco es de nadie más.

Y nadie más puede odiarlo como Mello lo odia, ni empujarle contra el suelo porque él sí que tiene derecho, pero los demás, no.

- Eso no tiene sentido.

Nadie se exaspera tanto como él cuando Near le rebate con su voz inexpresiva, y lo ve de esa manera, acostado sobre el suelo, tan jodidamente blanco contra el suelo cada vez más oscuro porque atardece de golpe.

De golpe. Y son tantas cosas, demasiados pensamientos, demasiado brusco y Mello no lo soporta, y podría…

Podría

- ¡Cállate! – sin embargo, se limita a gritarle. Eso lo hace sentir un poco mejor.

Acerca sus manos al cuello de Near, jura que va a ahogarlo si le sigue refutando cada palabra que suelta, y está mal jurar en vano así que lo hará y luego explicará que Near lo provocó.

Que Near siempre lo provoca.

- Mello-

- ¡Cálla-

Se detiene. Las manos de Near, cada una de esas manos sobre cada una de las suyas; no están heladas, pero tampoco están tibias. Es como si fueran aire, sin nada en ellas, ni calor ni humedad.

Mello está sentado sobre él, completamente en blanco, tan blanco como Near, porque le ha detenido, y ha osado tocarlo, pero ya ni se le pasa por la cabeza dañarle de algún modo para alejar todas esas cosas que le suceden cuando se trata de Near.

Por eso lo odia tanto. Nunca ha entendido. Sabe que Near comprende todo, si no, no lo haría. Pero Mello desconoce todas esas cosas, y detesta que pueda hacerle eso. Lo detesta.

- ¡No me toques!

Se para de un salto, bruscamente, alejando sus cuerpos con la ligereza del apremio. Sus manos se separan en el aire, y Near queda ahí, recostado sobre la madera helada, completamente tranquilo, y no agrega nada más.

Mello lo observa por dos segundos más antes de irse, maldiciendo. Le gusta maldecir, le ayuda, sabe que está mal pero nadie lo está escuchando. Sólo Near. Y Near no va a ir por ahí diciendo que Mello ha maldecido, porque Near casi nunca habla, no por iniciativa propia.

Excepto si se trata de Mello.

Al ver al mayor desaparecer por el umbral, Near fija la vista sobre el techo. No varía su posición, aunque comienza a helarle la espalda; no se está tan mal.

Está desparramado al igual que su rompecabezas, pero él está vivo, aunque a veces todos lo dudan.

Momentos como éste podrían confundirlo, como el hecho de que alguien llega a protegerte para luego hacerte más daño, o los gritos y las amenazas que esconden un miedo compartido.

Quiere abandonar su lugar, o al menos supone que debería hacerlo, recoger sus cosas, irse a su dormitorio y aguardar hasta que llegue la hora de la cena. También, supone que Mello habrá subido la escalera, siempre la sube muy rápido, echando carreras aún cuando está solo; es tan competitivo que se molesta por cosas como ésa, lo que resulta divertido para la mayoría de sus compañeros.

Excepto si se trata de Near.


Decidí subir dos capítulos de un tirón, en cuanto termine el tercero, que ya está en proceso, será lo mismo. Muchas gracias a quienes leen, éste es mi primer fic MelloNear aparte de un escueto drabble de cien palabras que hice hace tiempo, así que las opiniones son muy importantes.

Nos vemos.