Bueno aquí os presento mi primer fic, espero que os guste.
Era un día tranquilo en la orden, un silencio sepulcral inundaba todo, pero de repente, sin previo una enorme explosión se produce en el laboratorio de Komui y una extraña bruma se esparce por toda la orden…
Allen se encontraba en Valencia, en una misión. Le acompaña el buscador de nombre Toma, y se encontraban en ése momento comiendo en un pequeño restaurante al lado del mar.
Después de todo este tiempo que hemos permanecido juntos, no me he acostumbrado a la cantidad de comida que tomas al día –decía Toma-.
Pues yo como por apetito, estoy en edad de crecimiento –se defendía Allen-. No sé por qué os sorprendéis tanto de lo que como, para mí es lo normal, además, si hubierais tenido una infancia tan traumática como la mía, no diríais eso –y a Allen le cambió la voz y se quedó mirando fijamente el plato de paella que estaba comiendo-.
Bueno, bueno, no pasa nada señor Walker no es necesario recordar el pasado –movía las manos fervientemente para calmar a Allen-, por cierto, he llamado a la orden para comunicar que ya tenemos la inocencia pero no me han contestado, aunque no me extraña que no contesten, tienen la sala de comunicaciones patas arriba, llena de papeles y saber qué cosas. Yo le acompañaré hasta la estación de tren, pero debo quedarme aquí un poco más.
Después de comer, Toma acompañó a Allen hasta la estación y mientras el tren se iba alejando Allen se despedía de él agitando la mano. Todavía Allen no era consciente de lo que había ocurrido en la orden.
Eran más o menos las doce de la mañana. El tren dejaba a Allen en un pueblo cercano a la orden. Como no iba con mucha prisa, admiraba las pequeñas casa que formaban el pueblo, las calles abarrotadas de personas llenas de bolsas y los comerciantes de allí para allá vendiendo todo tipo de cosas… En fin, que se veía que el pueblo estaba rebosante de vida. Atravesando la marabunta de personas y esquivando a comerciantes empalagosos, salió del pueblo y se encaminó hacia la orden. Al adentrarse en la entrada subterránea, se acordó del día en el que trepó toda la montaña para llegar a la orden, porque no sabía de la existencia de esta entrada. Se montó en un bote y empezó a remar. En la cueva reinaba un silencio sepulcral. "Seguro que cuando llegue a la orden, echaré de menos este silencio"- se decía Allen a sí mismo-. Cuando llegó a su destino, descendió del bote y una extraña sensación le recorrió todo el cuerpo. "No sé por qué pero tengo un extraño presentimiento". Subió las escaleras y llegó hasta una pequeña entrada. Al otro lado, se encontraba ya la Orden propiamente dicha, pero ese extraño presentimiento de que algo no iba bien iba creciendo en su interior. Abrió la puerta y entró.
La orden oscura se encontraba sumida en un silencio sepulcral. No se veía a nadie. Ya era extraño no ver a los científicos de aquí para allá con montones de cachivaches o papeles, no, lo más extraño es que no se oía a nadie: ni una explosión procedente del laboratorio de Komui, ni los gritos de Reever recriminando a Komui que debería trabajar más y ordenar su despacho… Pero ese día no oía nada… sólo silencio. Caminó por delante de las habitaciones de los miembros de la Congregación y no se encontró con nadie. Todo desierto y una extraña bruma con un olor penetrante fluían por todo el edificio. Un macabro pensamiento le surgió en ese instante en la mente: "¿Y si han atacado la Orden y todos mis amigos y compañeros han muerto?". Pronto desechó esa idea, porque si hubieran atacado la Orden estarían las paredes derrumbadas y los restos de la batalla serían evidentes. Otra posibilidad es que todos estuvieran reunidos en el comedor para celebrar el ingreso de algún nuevo miembro, así que se dirigió al comedor. Por fin, encontró a algunos buscadores, entre los cuales no reconoció a nadie, decidiendo ir a hablar con Jerry para ver qué pasaba. Se acercó como si fuera a pedir comida (aunque ya de paso no le importaría pedir algo de comer) y esperó a que Jerry apareciera. Pasaron unos pocos minutos cuando Jerry apareció, pero no le saludó como siempre lo hacía, con una sonrisa, con una sartén en la mano y preguntando a todos amablemente lo que querían. Lo que hizo en esa ocasión fue mirar a Allen con desdén y, cruzando los brazos, se quedó como una estatua, esperando a que Allen hablara. Allen se encontraba paralizado, ése no era el Jerry que conocía, pero pensó que lo mejor que podía hacer era hablar.
H… hola J… Jerry, ¿te encuentras bien? –pudo llegar a decir Allen con un hilo de voz-.
¿Y por qué no voy a estar bien? –respondió Jerry con una voz seca y malhumorada-. No tengo todo el día para atenderte, así que dime lo que quieres.
Pues… me gustaría tomar estofado, un filete de ternera, ensalada, patatas fritas, bistec, pollo, arroz con curry…
Eh, espera un momento chaval –cortó Jerry con dureza-. ¿Te crees que voy a prepararte toda la comida que quieras? ¡Tú sueñas! –Entró en la cocina y cuando volvió tenía en las manos una bandeja con un poco de arroz y unos fideos- Toma esto y puedes darte por satisfecho, y ahora, ¡vete!
Jerry se giró y volvió a internarse en la cocina. Allen se quedó con la boca abierta, Jerry jamás se había comportado de esa manera, y encima le había dado una mísera comida (en comparación con lo que él comía normalmente), pero como ya tenía hambre, se sentó y comió la comida que le había dado. Intentó entablar conversación con los buscadores que había en el comedor, pero o unos le contestaban bruscamente, otros le contestaban con una dulzura empalagosa, otros estaban amargados, otros deprimidos… No encontró a nadie con el que pudiera entablar una conversación medianamente normal, así que decidió comer sólo. La comida no sabía tan bien como siempre, seguramente porque Allen se encontraba terriblemente inquieto. "Algo ha pasado y a afectado a la gente del comedor, por lo menos que yo sepa". Dejó la bandeja en la mesa y salió en dirección a los dormitorios. Estaba pensando en dónde podía ir y si se encontraría con alguna otra persona con un cambio de personalidad. Seguía sumido en sus pensamientos cuando vio una silueta apoyada en la barandilla con una característica bufanda de color naranja rodeándole el cuello, un pañuelo verde en la cabeza y un parche tapándole un ojo: era Lavi. Allen se alegró muchísimo de verle, ya que con su buen humor y sus explicaciones conseguiría saber lo que les había pasado a los buscadores y a Jerry.
-Hola Lavi, cómo me alegro de verte, no te vas a creer lo que me ha pasado en el comedor.
-¿Qué te ha pasado? –respondió Lavi con una voz tranquila y pausada-.
-Lavi, ¿estás bien? Lo normal es que me hubieras hecho una broma o que me contaras una de tus famosas historias sobre encuentros con chicas "guapísimas –responde Allen, extrañado-.
-¿Historias de chicas? ¿Pero de qué hablas Allen? Ya sabes que a mí esas cosas me parecen muy infantiles y que están fuera de lugar. Preferiría estar recopilando in formación sobre una guerra que encontrarme con una "guapísima chica", como tú dices. Ahora mismo estaba descansando un poco, pero si me disculpas me iré a leer un poco.
Lavi dejó de apoyarse en la barandilla y se fue, como si todo estuviera perfectamente, dejando a Allen con los ojos como platos y mudo de la sorpresa. No podía creer lo que estaba escuchando, había tenido delante de él a un Lavi que prefería leer que contarle historias de sus amores pasados y desaprovechaba una ocasión para hacer una broma. "Creo que el mundo se está volviendo loco", pensó Allen, "espero que esto no sea contagioso".
No hacía más que darle vueltas al extraño suceso de cambio de personalidades. Que él conociera, los afectados eran Lavi y Jerry pero… ¿cuántos más habían sido afectados por esto? Para averiguarlo, decidió buscar a la sección científica y al resto de sus compañeros, para ver si se encontraban bien. Salió a toda prisa, temeroso de que cada segundo que perdía se volvía en su contra. Cuando se dio cuenta de lo que se interponía en su camino, era demasiado tarde. Alguien había abierto la puerta de un dormitorio y Allen, sumido en sus pensamientos, se dio de bruces contra ella. Cayó de espaldas y se colocó las manos en la cara dolorida, ya que el golpe había sido considerable.
-¡Oh, lo siento muchísimo Allen! ¿Estás bien? –respondió la persona que abrió la puerta-.
Allen no podía dar crédito a lo que oía. Conocía muy bien esa voz, pero se le heló la sangre. La persona a la que pertenecía esa voz ni aunque llegara el día del juicio final diría eso. "Creo que el golpe que me he dado en la cara me ha afectado también al sentido del oído".
-Allen, Allen ¿me escuchas? ¡Por favor contéstame! –repitió insistentemente la misteriosa persona-.
Allen se levantó lentamente, todavía con una mano cubriéndose la cara dolorida y bastante aturdida. Decidió aclarar sus dudas y mirar a la cara a aquella persona que estaba brindando su ayuda.
-¿Podrías repetir lo que me has dicho hace unos segundos…….. Kanda?
-Veo que el golpe que te has dado te ha afectado al oído querido amigo. Te preguntaba si te encontrabas bien, pero veo que estás un poco aturdido –dijo Kanda-.
-¿Te han echado alguna extraña sustancia en la soba? ¡El Kanda que yo conozco me habría dejado tirado en el suelo y no me habría ayudado! –responde Allen, completamente perplejo-.
-¡Qué bromista estás hoy Allen! –y suelta una amplia risotada, lo que provoca que en la cara de Allen se forme una mueca de sorpresa-, ya sabes que a mí la soba no me va mucho, prefiero otros platos más refinados para mis gustos… ¡como la tarta de fresa!
-¿Y… cómo es que… no llevas a Mugen, Kanda? –consigue decir Allen, con una cara de asombro que no podía ir a más-.
-¿Mugen, dices? Está guardada en mi habitación. No me gusta mucho llevarla, prefiero resolver las cosas pacíficamente. La violencia no resuelve los problemas, es mejor el diálogo.
Fue la gota que colmó el vaso. Allen empezó a correr a toda prisa, alejándose de esa persona que era igual que Kanda, sólo que no tenía su personalidad ni por asomo, era su inverso. Era partidario de que Kanda tenía que mejorar su carácter (ya se lo había insinuado varias veces, con ayuda de Lavi, aunque siempre habían acabado en la enfermería), pero ese Kanda era hasta repulsivo, no podía aguantarle.
Ya se encontraba lejos del Kanda "perturbado" y se encontraba cerca del despacho de Komui. No llevaba mucho tiempo en la orden, pero había aprendido que si algo extraño ocurre en la Congregación había que encontrar a Komui, porque siempre estaba metido en estos líos...