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Pequeños míos, llegamos al epílogo de nuestra historia. ¡Espero que hayan disfrutado el proceso tanto como yo!

Esta historia me dio muchos dolores de cabeza, porque era necesario hacerla lo más lógica posible y que cada suceso embonara perfectamente con los demás.

Gracias por leer "Vidas Pasadas", por ponerla en favoritos y dejar comentarios, ustedes deben saber más que nadie que los escritores de fanfics alimentamos nuestra creatividad con todo eso (y con azúcar, claro). No dejemos morir al NejiHina, Masashi Kishimoto fue muy muy idiota por acabar con la vida del hermoso de Neji, pero él se lo pierde; no sabe el personaje que dejó ir.

¡Aunque no los conozca, les mando un abrazo cibernético! Especialmente a aquellos que dejan unos reviews largos y/o amables (ustedes saben quiénes son).

Ahora, sí ¡al capítulo!

Naruto y todos sus personajes le pertenecen al ... de Masashi Kishimoto.

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El cabello de Hinata, que siempre lucía largo y que alcanzaba su cintura, ahora estaba sujeto en un peinado elaborado que hacía sentir incómoda a la heredera casi tanto como el kimono blanco de innumerables nudos y lazos.

A su lado estaba la pequeña Hanabi, luciendo radiante con su kimono color lavanda y el collar de su madre al cuello. Hinata sonrió al ver esto último, ya que aunque a ella le hubiera fascinado conservarlo, sabía que había alguien más desesperado que ella por tener recuerdos de su madre.

Entonces un sirviente llamó a la puerta para llevarla a la ceremonia. Aunque el clan era totalmente tradicional y tenía estipuladas las bodas pequeñas, sencillas y realmente rápidas, Hinata no podía evitar sentirse abrumada por los nervios. Su hermana le sostuvo la mano hasta que llegaron a la gran sala donde todo ocurriría.

Mientras esperaba que su padre fuera por ella a la entrada, recordó cómo a lo largo de esa semana no había logrado ver a Neji ni una vez: hubo una misión espontánea como castigo al castaño por haber abandonado sin aviso otra, y Hiashi y el consejo lo habían acaparado con pergaminos de leyes antiguas y poniéndolo al tanto de sus relaciones con otros clanes. Sólo se habían visto de lejos, y aunque ambos se llamaban con la mirada, no pudieron hacer nada para si quiera sentarse a hablar un momento.

Instantes después su padre estuvo junto a ella, luciendo más elegante que de costumbre. Se hicieron mutuos cumplidos y él se encargó de infundirle fuerza al brindarle su brazo firme antes de hacer su entrada en el gran recinto, donde se encontraba toda su familia. En el centro estaba el monje que bendeciría su unión, y de pie junto a él estaba su primo, que miró desde el principio la forma lenta en que ella se acercaba. Hinata sonrió al saberse tan cerca de su felicidad y Neji sintió un golpe rápido en su corazón al ver cómo esa sonrisa la hacía ver incluso más hermosa. El castaño sintió la necesidad de apartar su mirada un momento para regular su acelerada respiración, pero no pudo, la visión de ella se lo impedía: Hinata llevaba un kimono tan puro como ella, y él llevaba un hakama tradicional del clan. Se suponía que él debía atar su cabello, pero se resistió vehementemente y pudo salirse con la suya. Sintiendo la mirada de ella sobre su persona, sonrió, aturdiendo a más de un invitado, ya que era realmente raro verlo con una expresión en el rostro, pero poco después todos lo tomaron como una señal inequívoca de que la pareja lograría ser feliz.

Cuando finalmente ella lo alcanzó del brazo de su padre, los tres se reverenciaron y Neji comenzó a decir lo que en días anteriores le habían hecho repetir hasta el cansancio:

–Hiashi-sama, quiero pedirle el gran honor de tomar la mano de su hija para nuestra unión –pidió Neji.

Hiashi lo miraba con una expresión severa, como si considerara la petición como una afrenta. Hubo un silencio palpable y Hinata comenzó a temer que él fuera a negarse, pero se relajó al tiempo que escuchó su voz llenar el salón.

–Sí, Neji. Toma a mi hija y hazla feliz. Tienes mi permiso –dijo finalmente, sonriendo levemente.

Hiashi estiró entonces el brazo del que se aferraba Hinata, como si la liberara, y Neji hizo lo mismo con el suyo. Hinata miró el apoyo que Neji le ofrecía y sintió las lágrimas formarse en sus ojos. Miró a su padre, y tras darle un beso en la mejilla, extendió su mano y tomó el brazo de su prometido. Después de que Hiashi retrocedió y sólo ellos y el monje permanecieron de pie, Neji se giró hacia su prima frente a todos los presentes y dedicándole una mirada cálida, tomó cariñosamente su mano.

–Hinata-sama, nada me sería más grato que llamarla mi esposa, ¿me daría ese gran honor?

De súbito, Hinata sintió la mirada de todos intensificarse sobre ella y sintió miedo, pero con la mirada tierna y calurosa de él y la sensación de su pulgar que dibujaba círculos pequeños en su palma, tuvo una sensación interior tan tibia y tranquila, que su voz salió tranquila y decidida cuando habló:

–Sí, Neji, acepto. Seré tu esposa.

Hubo una ráfaga de aplausos que para ambos no fueron más que un zumbido, ya que sus corazones latían demasiado fuerte como para escuchar cualquier otra cosa. Pronto el monje frente a ellos dio la enhorabuena y los unió oficialmente en matrimonio, pidiéndoles sólo un beso para sellar la alianza recién hecha.

Hinata se encogió en su lugar, nerviosa por besar a Neji frente a tanta gente y casi sintiendo que no lograría hacerlo, pero fue él quien se encargó de todo y comenzó a inclinarse sobre su rostro. Entonces su mano acarició la sonrojada mejilla de ella e inclinó su cabeza hacia ella, haciendo que su largo cabello cubriera ligeramente sus rostros antes de besarle suavemente en la boca. Después de eso se separó y le dio una sonrisa pequeña.

La heredera se sentía tan aturdida, que no supo en qué momento se acercó y en cuál se alejó el castaño, sólo sintió cuando sus cálidos labios tocaron los suyos. En medio de una nebulosa sensorial llena de nervios, gritos y aplausos, se dejó llevar por Neji cuando éste, a una señal de Hiashi, la tomó del brazo y salieron juntos del recinto como un matrimonio. Frente a ellos apareció el jardín de la Mansión del Souke adornada con listones y lámparas, la música llenaba el ambiente y pronto los invitados se dirigieron a las mesas sobre las que se celebraría el banquete.

Hinata comenzaba a sentirse mareada y perdida por el ajetreo cuando la mano de Neji cerrándose sobre la suya la trajo de nuevo al mundo. Apenada por su distracción, giró un poco su rostro para verlo de pie junto a ella, viendo sonriente el desorden de la fiesta. La heredera contempló el perfil de su esposo y entrecerrando los ojos sin dejar de verlo, supo que él la cuidaría para siempre.

–Hinata –la llamó él sin verla-, sí sabes que ahora nada podrá separarnos, ¿verdad?

La ojiblanca sonrió ampliamente y Neji, contemplando a su radiante esposa, se apresuró sobre sus labios: Ella poseía la sonrisa más bella que él podría besar jamás.