Disclaimer: Los personajes no me pertenecen, la historia, sí.

Aclaraciones: ¡Les traje continuación! Había estado pensando hacerla desde hace algunas semanas, y por fin mi meta se hizo realidad. [Sonrisa maniática] ¡Ah! Antes que se me olvide... !Hay Lemmon¡ Ojo, eh.


Model Shampoo

¿Y qué pasó con Bella?.

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-Puedes decirle que Jacob esta mucho más bueno que él.

-¿Y por qué no me lo dices tú, Bella?

Oh, oh. Estaba en problemas.


Edward carraspeó. Me giré hacia él y me lamenté. Su ceño estaba fruncido, eso significaba problemas. Lucía igual que siempre que se iba de viaje de negocios, un traje negro, elegante, con una camisa blanca de botones y zapatos Armani, negros.

Se veía muy guapo. Su ancha espalda que me hacía suspirar se notaba, al igual que su bien formado torso, y sus fuertes…

- Bella… –Exigió, impaciente-. ¿Por qué no me lo dices tú?

… Piernas. Estaba muy arrepentida de decir que Jacob estaba más bueno que él. Tenía dos razones, la número uno, por algo me había casado con Edward, además de estar muy bien dotado, era todo un caballero y muy dulce. Y dos, Jacob me llevaba varios años menos, por lo menos, unos cinco.

- Eh… V-verás, yo… -Balbuceé. Mis mejillas se habían sonrojado, y eso no era algo que sucediera ya muy a menudo.

Cuando Edward y yo estudiábamos –sí, porque nos conocíamos de toda la vida, desde que llegamos a Kínder Garden- yo era muy penosa y mucho más torpe con los pies y los deportes. Solía sonrojarme por todo, y más cuando me caía en una superficie plana. Era por eso mi temor de usar zapatos de plataforma, me podría matar con esas cosas.

Edward se cerró la puerta con seguro. Caminó con su andar elegante y mirándome con sus feroces ojos verdes. Sus cabellos cobrizos, revueltos, que le cubrían unos cuantos mechones su frente, revoloteaban ante su apresurado paso. No avanzó más del otro lado de mi pequeño escritorio, que no era muy ancho, apenas y era una mesita. Podía sentir su respiración agitaba y su fresco aliento.

Se mordió su labio inferior, e instintivamente yo pasé mi lengua por mi labio superior. Moría por probar la dulce y jugosa carne de….

- Vamos, Bella –Suspiró y pasó una mano por sus cabellos. Alborotándolos más-. No voy a morderte –Rió-. A menos que tú quieras…

… De sus labios.

¿Y a quién demonios quería engañar?

Quería revivir mi experiencia de la noche anterior, pero esta vez quería que él estuviera a mí lado por la mañana. Darle los buenos días acompañado de un dulce beso. Quería que fuera la primera persona que viera al despertar… ¡Ese era el problema! ¡Nunca estaba por las mañanas! ¿De qué servía que tuviéramos una buena dosis de amor por las noches, si había días enteros que no lo veía?

Fue mi turno de suspirar, pero de frustración.

- Edward –Dije, sin tartamudear. Él sonrió-. He dicho que Jacob esta mucho más bueno que tú –Finalicé con una sonrisita de superioridad.

Inmediatamente su sonrisa se borró. Se llevó sus dedos pulgar e índice al puente de su nariz, cosa que sólo hace cuando estaba muy exasperado o molesto. Pasaron unos cuantos minutos. Entonces, él volvió a sonreír, pero esta vez, sus ojos brillaban maliciosos. Tragué saliva. Rodeó el escritorio y me aprisionó contra la silla. Se acercó a mi oído y susurró:

- Voy hacer que te arrepientas de decir eso, Bella.

Atacó mis labios con ferocidad. ¡Sí! De esto estaba hablando.

Llevé mis manos a su espalda y la acaricié sobre la tela. Él comenzó a desabrocharme la blusa, quedando a la vista mi sostén de encaje negro. Sonrió y con mucho esfuerzo, bajó de mis labios, pasando por mi cuello dejando algunos chupetones y mordidas, hasta llegar al tirante, que bajó con mucha prisa. Pero eso no era suficiente. Sus manos viajaron a mi espalda, y solté un suspiro. Con manos hábiles, desbrochó mi sostén y este cayó graciosamente en mi falda, revelando mis pechos.

Edward devoró mis pechos, y yo sólo podía atinar a gemir incoherencias. De un momento a otro, mi falda había desaparecido bajo el escritorio mini. Sentía que mi esposo todavía traía mucha ropa. Le quité el estorboso sacó, mientras él seguía jugueteando con mis pechos. Luego le quité los pantalones, y antes de que pudiera quitarle la camiseta, sus manos me detuvieron. Sus ojos se enfocaron en los míos.

Era una noche muy oscura, el cielo estaba un poco nublado. Un poco de la luz lunar se colaba por la ventana de la oficina a oscuras. Edward y apenas se distinguía entre tanta oscuridad, pero sus ojos brillaban, con arrepentimiento.

- L-lo siento, Bella –Jadeó. Lo miré confundida-. N-no he estado contigo en las mañanas desde que nos casamos. Soy un mal esposo –Susurró. Los ojos se me comenzaron a llenar de lágrimas-. Pero no sé cómo has hecho para aguantarme tanto tiempo… -Cerré mis ojos, pero las lágrimas encontraron manera de escapar-. No sé como pueda compensar todo el daño que te he hecho… Yo…

- Shh –Abrí mis ojos y puse mi dedo sobre sus carnosos labios-. Sólo hazme el amor como nunca antes lo habías hecho.

Entonces, fue mi turno de besarlo. Me desesperé de no poder desabrocharle los botones de la camiseta, que la abrí lo suficiente para que los botones salieran volando hacia el piso. Edward rió. Me liberé de sus labios para verlo mejor. Aunque la iluminación no era la mejor, pude apreciar el ´perfecto cuerpo de Edward Cullen. Con mis manos un poco temblorosas, acaricié con suavidad desde sus cabellos hasta su ombligo, mientras que Edward no paraba de suspirar.

Abrí su pantalón. Su miembro estaba muy duro. Lo acaricié por encima de la tela del bóxer, y Edward siseó. Sonreí. Él se deshizo de mis mojadas bragas, sí mojadas, no húmedas. Introdujo un dedo en mí y gemí con fuerza, arqueando mi espalda. No… Aguantaba. Le quité la última prenda que le quedaba, dejando a la vista su enorme miembro. Me relamí los labios.

Me tomó de los hombros y se sentó sobre la silla. Bajó sus manos hasta mis caderas e impulsó mi entrada hasta su miembro. Gemimos al unísono. Ahí empezamos un vaivén de embestidas, deliciosas embestidas.

- T-te amo –Gimió.

Besé sus labios, entrelazando su lengua con la mía, mientras continuábamos con las embestidas. Dejó una mano en mis caderas y con la otra se puso a juguetear con mis pechos. Yo hizo lo mismo, pero con su cabello.

- T-también… ¡Ah! –Gemí fuerte-. Y-yo…

Suspiramos y proseguimos el acto. La habitación se llenó de nuestros gemidos. Se sentía también. No parábamos de suspirar. Estábamos ya cerca del clímax; las embestidas se aceleraron, hasta que los dos explotamos y gemimos con mucha fuerza.

Teníamos la piel pegajosa del sudor y nuestros cabellos estaban muy enmarañados. Nuestros labios, hinchados, y teníamos chupetones por todas partes. Sonreí.

- Señor Cullen, espero que regrese conmigo a casa… -Murmuré en su hombro. Lo sentí sonreír.

- Siempre, señora Cullen. Siempre.

Nos vestimos lentamente, lanzándonos miradas juguetonas. Miré mi reloj de muñeca: 12:34 am.

¿Tan tarde era?

Salimos de la oficina y vimos a una Jenny frente a la computadora, con las mejillas sonrojadas, y muy concentrada en el monitor.

- ¿Jenny? –Se se sobresaltó y me miró con los ojos desorbitados. Edward me abrazó por la cintura y le sonrió torcidamente a mi secretaria.

Las mejillas de Jenny se sonrojaron más. Desvió la mirada y apresuradamente, tomó su bolso.

- Si no necesita nada más, ¿puedo retirarme? –Casi, casi, se escuchó como una súplica.

Le sonreí y ella se retiró. Aproveché para besar a Edward de nuevo.

- ¿Otra ronda? –Pregunté entre besos. Él rió, alborozado-. Tomaré eso como un sí.

Y así, comenzamos de nuevo.


¿Quién no quisiera ser ahora Bella Cullen?

Veo muchas manos levantadas.

No soy buena escribiendo Lemmons, espero que les gustará.

Sin más...

Me voy :D

AnNeLiCe'