Summary: Si le preguntaran el por qué, estaba segura que podría dar un montón de razones. Pero la razón más corta era también la más simple. Lo estaba haciendo por ella.

Disclaimer: Personajes de JK


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Ella no debería estar aquí. Su consciencia se lo grita a berridos, a medida que la cordura da su último aliento.

Ella no debe estar aquí.

Pero lo está.

Y ojos ya no tan grises, intensos, complejos, que violentan algo parecido al aire, la observan.

Parte de ella, la parte sana, le repite que no debería estar aquí. Que debería salir corriendo, antes que el magnetismo de esa mirada opaca termine por condenarla.

Su rostro ya no es el mismo de cuando eran unos niños; es más fuerte, duro, de ángulos pronunciados y presunción peligrosa.

Y así, ella no se mueve, dejando que esas manos frías se cuelen bajo su blusa, rozando su cintura.

Su voz grave.

-No deberías estar aquí, Granger- Profunda, ruda, aliento que juraría, es alcohol y tabaco.

Se detuvo antes de entrar al bar y lo miró desafiante –¿Mezclándote con muggles? Vaya sorpresa, Malfoy- y lo dijo, esperando que él contestara.

Un chasquido de lengua que aturdió su interior –Uno tiene que instruirse de la escoria-

Y lo vio ahí, menos delgado y más fuerte, inmoderadamente frío, mirándola vastamente desde esa esquina oscura.

-No deberías estar aquí Granger, es peligroso-

Lo estudió, como ella estudia a todo, perdida momentáneamente en ese gesto que casi le sonó amistoso.

-Estoy acostumbrada al peligro-

Se acerca a ella, húmedo, caliente, embriagante y complejo -¿Tú lugar o el mío?-

Ella ni siquiera lo piensa –El tuyo-

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Ella nunca había estado con un hombre. Nunca. Ni siquiera con Ron. Así que tenía derecho de sentirse nerviosa cuando él la desvistió sin prisa, lento, induciendo un fuego del que jamás creyó sería testigo.

Lo espeluznante es que nunca imaginó esto posible.

Ella. Haciendo esto. Y de todos los lugares, de todas las personas, de todos los segundos que componen una eternidad, es precisamente este, aquí, con él, la última insidia que le manda el universo.

-Confía en mí- le susurra.

Perpleja, se amedrenta en esos ojos que ahora semejan el negro, rindiéndose a voluntad.

La besa y no es algo que haya sentido antes.

-Por favor-

Ron siempre estaba empujando sus límites. Intentando algo más. Y las mariposas se volvieron avispas en sus entrañas, repicoteando, porque él pedía algo que ella no estaba segura que quería dar aún.

-¡Detente!- lo miraba dolida -¿Por qué insistes? No estoy lista-

Y no estaba lista. No en ese entonces. Y cuando por fin lo estuvo, Ron ya había perdido la paciencia.

Lo confirma, lo sabe, está lista, cuando siente besos calientes en su espalda y a él tocándola en lugares que nunca nadie antes había tocado.

Le escucha susurrar a su oído algo que cree es francés, y se aferra a él en una oscuridad anhelante.

Descolocada, perdida, torcida en intensidad.

Llora o gime, todo al mismo tiempo, y encaja sus uñas en esa espalda tan dura y ahora caliente.

Demasiada piel.

Demasiado él.

Y tan poco de ella.

Euforia, apetito, paroxismo y redención.

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Despierta al escuchar el murmuro de un hombre maldiciendo.

Su espalda está presionada sobre una figura alta, rígida, mientras esos dedos fríos se aferran a su cintura.

Intenta sentarse para poder alejarse, pero sus músculos parecen atrofiados.

Se voltea a mirarlo y nota esas intensas facciones concentradas en algo entre ella y él.

Ahora se da cuenta que era él quien maldecía.

Sangre.

Su sangre.

El aire se le escapa, habiendo olvidado ese pequeño detalle, viendo las sábanas de seda manchadas –Siento lo de tus sábanas- le dice suave.

Eso atrae su atención. Las orbes, de nuevo grises, chocan contra ella abruptamente -¿Las sábanas?- su voz suena incrédula.

Ella frunce el ceño, alejándose un poco.

Lo oye suspirar –Nunca llevo vírgenes a mi cama-

Y eso duele, pero no está segura por qué -¿Tan malo fue?-

Si él antes estaba incrédulo, ahora parecía realmente perdido.

Ella ve como su cabeza se sacude de un lado al otro.

-Ese no es el punto. No deberías haber estado en un lugar así, buscando a alguien como yo- Su quijada se tensó notablemente –Promete que no volverás a hacer algo tan estúpido como eso-

-A ti yo no te debo nada- le responde dolida, furiosa, consigo misma, con él.

Empieza a incorporarse de la cama, pero él es más rápido, capturándola de la muñeca y trayéndola de regreso bajo su cuerpo.

Su cara está a escasos centímetros de la de él.

-¿Segura?- le susurra.

Después, la reclama con un beso. Uno que está hambriento, febril y acalorado. Ella no parece querer pararlo. Sus manos están sobre cada rincón de su cuerpo y para cuando él por fin deja libres sus muñecas, ella está más que decidida a quedarse en esa cama.

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Cuando ambos intentan recuperar el aliento, los dedos de él han regresado a ese imperceptible movimiento de formar pequeños círculos en la piel de su cintura.

Ahora ella sabe que si intenta alejarse, él apretará el agarre.

-Pensé que no te llevabas vírgenes a la cama- le dice suave.

Su aliento se interrumpe por sólo un segundo. Luego lo escucha grave, ofuscada por el efecto que tiene sobre ella.

-Ya no eres una virgen-

Extrañamente, ella quiere reír ante el comentario.

Pero no lo hace.

-Probablemente tenga que visitar lugares como esos en el futuro. No voy a prometer nada-

Y el agarre aumenta de fuerza.

-Es peligroso. Tuviste suerte de toparte conmigo-

Ella levanta una ceja.

-Tal vez quería toparme contigo-

Ahora él se carcajea.

-No creo ser tan afortunado-

Ella sonríe -No lo eres-

Él se recarga en la cabecera mientras ella empieza a vestirse.

-¿Te veré de nuevo?- le pregunta.

Ella se sacude de hombros.

-Tal vez-

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:)

Sari