Protagonistas principales:
William Albert Ardley y Candice White
La mayoría de personajes en esta historia pertenecen a Mizuki e Igarashi, TOEI Animation, Co., 1976. Tokyo. Esta historia fue escrita solo por entretenimiento sin remuneración económica para el autor.
Renuncia de Responsabilidad
Considero que mi historia es limpia (K+) sin embargo me gustaría que mis lectores fueran mayores de 18 años solo por el hecho que no apoyo el noviazgo en menores de edad y no quiero fomentarlo con mi historia. También hay cierto contenido sensual que solo se debería de dar entre adultos, y sexual entre personas casadas, en mi punto de vista. Gracias.
Cualquier parecido de mi Fanfic con otra historia es total coincidencia.
La historia de Candice White Ardley no terminó con un brindis en el hogar de Pony. Ese día, ella conoció la identidad del príncipe de la colina, su primer amor. La historia sigue:
Solamente Mía
Por Claridad
Capitulo I Adiós recuerdos
Tres meses habían pasado desde el día que Candy recibió la impactante noticia de los mismos labios de Albert: él era el tío abuelo William, su padre adoptivo y más tarde se reveló ante ella como el príncipe de la colina, quien fue su primer amor.
Candy se había despedido de amigos que no regresarían pero que estarían por siempre en su corazón. Recordó el rostro sonriente de Anthony en su portal de rosas y a Stear portando su uniforme de piloto de guerra. Después recordó a Terry, emprendiendo su marcha en un camino lejano a ella. Archie y Annie le mostraron un reportaje en el periódico donde anunciaba que Terry había regresado a su compañía de producción teatral Stratford, y a Susana. Imaginó sus rostros sonriéndole y les deseó felicidad. Terry, Anthony y Stear estarían siempre en sus recuerdos más gratos.
Albert le había sugerido que regresara al hogar de Pony por algún tiempo, hasta que decidiera qué era lo que quería hacer con su vida. Durante los últimos tres meses, Candy se había concentrado en ayudar a la hermana María y la señorita Pony en el cuidado de los niños, les daba clases y era una buena enfermera para ellos. Por las tardes, se complacía en dar largas caminatas por la colina, luego se envolvía en la lectura y en ocasiones se quedaba hasta muy tarde contemplando el vasto espacio celestial con sus espléndidas luminarias. De vez en cuando, se había notado una pequeña lágrima en sus mejillas y las damas mayores en el hogar de Pony, entendían que algún recuerdo triste, talvez el de Terry todavía la perseguía.
En una noche espectacularmente estrellada y tibia, Candy yacía acostada en el césped en algún lugar de la colina recordando y pensando.
-Terry, ¡estás triunfando en Broadway y eres muy famoso en Londres! Me alegro por ti y por Susana, ella te ama. Estarás siempre en mi mente… nunca te olvidaré. ¡Cuánto sufrimos Terry!… ¡casi muero con nuestra ruptura! pero ya me siento recuperada y me consuela saber que eres feliz – hizo una pausa en sus atribuladas memorias mientras se daba tiempo para aspirar y disfrutar el aroma de la naturaleza - Dios, tú siempre me ayudaste. Aunque no conocí a mis padres, me diste dos madres que me enseñaron a ser buena. También pusiste en mi camino a la familia Ardley, una familia buena y generosa y justamente en las ocasiones difíciles, me enviaste a Albert para que me consolara, incluso me salvó la vida cuando caí en la cascada. Ahora entiendo que no estuve sola, me rodeaste de buenos amigos, ahora sólo te pido fuerzas para continuar con mi vida sin ver hacia atrás – El pensar en su príncipe siempre la llenaba de ternura y de una sensación especial difícil de describir - Albert… ¿Qué estarás haciendo?... quisiera creer que estás en algún lugar del bosque contemplando las estrellas igual que yo, o talvez andes de viaje, como siempre. ¡Te extraño tanto! Como quisiera escuchar tu voz de nuevo, sentir la calidez de tus brazos. ¿Por qué no vienes a verme? Ayúdame a entender mejor, estoy confundida. Albert, mi padre, mi príncipe…mi primer amor… Te quiero, pero saber que eres mi padre adoptivo me incomoda, nunca podré quererte de nuevo como a un hermano, ¡mucho menos como a un padre! ¡Cuánto extraño nuestros días juntos en Chicago! Éramos una familia, al principio como hermanos, después nuestros sentimientos cambiaron, teníamos un hogar…pero te fuiste y todo cambió – Cerró los ojos un momento tratando de dejar atrás la tristeza – No, no debo estar triste, por fin conocí a mi príncipe de la colina – una sonrisa cruzó por su rostro – Albert... ¡jamás lo hubiera imaginado! ¡Eres mi príncipe! ¡Que lindo es estar viva! Gracias Dios.
Continuó contemplando las estrellas y admirando la belleza infinita del universo, sintió cómo su corazón se llenaba de energía y vitalidad y muy sonriente regresó al Hogar de Pony.
Esa misma noche, no muy lejos de ahí, en una pequeña colina en el bosque de su mansión, Albert también contemplaba el mismo cielo estrellado. Pensaba en Candy y en cuánto la extrañaba. Recordaba la vez que la vio en Londres. Todo comenzó esa noche. Había sentido algo especial por ella que no había sentido antes, sólo que la rubia había conocido a Terry y estaban enamorados, por eso él había decidido vivir en África. Con el tiempo entendió que la quería y la extrañaba, y decidió regresar a America, también tenía que revelar su verdadera identidad. Luego perdió la memoria y durante ese tiempo se había enamorado más de ella. Al recobrar la memoria la primera persona que recordó fue Candy. Después le había confesado su interés por ella, diciéndole que era lindo compartir entre dos e hicieron la promesa de compartir sus alegrías y tristezas y ser más amigos. Luego le reveló su verdadera identidad y desde entonces la había dejado sola para que tuviera tiempo de meditar.
-Han pasado más de seis meses Candy ¿Recuerdas mis palabras en el parque aquel día? - hizo una pausa regresando el también a ese momento - Ese día quería decirte que te amaba, pero era muy pronto para ti, me conformé con pedirte que fuéramos más amigos. Sigo pensando igual que antes pequeña…te extraño,…te quiero Candy – suspiró lentamente - Tiempo…necesito saber si puedes amarme.
La estrellas brillaban en el firmamento, el cielo se mostraba en su esplendor y la noche parecía acompañar a Albert en su meditar.
-Dejaré que la vida tome su curso por ahora. No puedo pedirte que dejes el apellido porque no tendría manera de protegerte. Primero necesito saber si puedes amarme y en caso de que así sea, haré los trámites necesarios para que dejes de ser mi hija adoptiva y convertirte si así lo deseas... en mi esposa. Eso es lo que más quiero en la vida. Candy…no quiero nada más que saberte mía.
Un mes más tarde, en una despejada mañana, Candy caminaba por la ciudad de Lakewood haciendo algunos encargos para el hogar de Pony. Mientras avanzaba por entre las calles recordó que, un poco más de un año atrás, por ese mismo lugar conoció a Mary Jane, directora de la escuela de enfermeras. Sonrió al recapitular todo el esfuerzo que hizo para obtener su título. Parecía que había pasado ya mucho tiempo y se sintió un poco vieja a sus dieciocho años.
A lo lejos vio un grupo de inquietas señoritas frente a un puesto de revistas, se aproximó y entonces entendió el motivo del revuelo: fotos, reportajes y más fotos, de la boda de Terry y Susana.
La chica lentamente tomó uno de los titulares y mientras lo hojeaba sintió cómo una sombra de tristeza se iba apoderando poco a poco de su corazón. Dejó la revista y con el rostro bajo y el alma atribulada continuó su camino. ¿Comprar la revista? ¿Para qué? Recordaba cada una de las fotos donde aparecía la pareja. Ella sonriente con su vestido de novia y Terry elegantemente vestido, con la mirada triste y casi sin sonrisa. No había nada que ella pudiera hacer por su pasado amor. El había prometido ser feliz y debía de confiar que así sería.
Al llegar al hogar de Pony, las damas notaron la tristeza en los ojos esmeralda y se preocuparon.
Candy les contó a grandes rasgos sobre la boda de Terry y las innumerables fotos que invadían las revistas y los periódicos sobre el suceso, quizá por eso las damas se esmeraron más en cuidar y consentir a Candy el resto del día. Platicaron con ella sobre diversos temas, prepararon su cena favorita pero de nada valió, ella suspendió su paseo diario y se retiró temprano a su habitación. Necesitaba estar sola.
En su cama, la enfermera intentaba inútilmente dormir. Daba vueltas y vueltas mientras sus ojos se llenaban de lágrimas y sus pensamientos viajaban hasta Terry.
-Debes de ser feliz mi querido rebelde, lo prometiste. Tienes que darte cuenta de la belleza interior de Susana, ella te ama tanto o más de lo que yo te amé. Estuvo a punto de dar su vida para no interponerse entre nosotros, pero la vida es lo más preciado que tenemos. Debemos de vivirla felices aunque nos haya separado Terry – Candy entendía, pero indiscutiblemente algo en su interior se rompió esa tarde en el puesto de revistas – ella es ahora tu mujer… tu mujer Terry...
Algunos días después Candy retomó sus actividades y se fue a su acostumbrado paseo. Ėsta vez llevaba un libro con ella y se recostó sobre la hierba a leer. Estaba completamente sumida en su lectura cuanto repentinamente sintió la presencia de alguien y volteó a ver de quién se trataba.
- ¡Albert!- exclamó con genuina sorpresa y poniéndose en pie lo más rápido que pudo -¡Albert! ¡por fin viniste! ¡Te extrañé tanto!
- Y yo a ti pequeña - contestó emocionado al verla - que linda estás, ¿no me das un abrazo?
- ¡Por supuesto! - respondió la rubia lanzándose a sus brazos - ¡Que buen mozo estás! - exclamó sinceramente y sin pensarlo – perdón – se corrigió de inmediato y algo apenada - todavía me cuesta entender que eres mi padre adoptivo, perdóname, se que debo ser mas respetuosa.
Albert sintió como si lo hubiera abofeteado.
- La señorita Pony me dijo que te podía encontrar aquí – cambió el tema- ¿Quieres sentarte? - invitó galante mientras la ayudaba a hacerlo - ¿Cómo has estado pequeña? - preguntó con interés - Te veo tranquila y relajada.
- Sí – suspiró mientras hablaba y lo veía a los ojos - estos meses en el hogar de Pony me han dado paz, me siento casi como nueva – hizo una breve pausa recordando los sucesos de algunos días atrás - ¿Supiste que Terry se casó?
- Por eso vine, estaba preocupado por ti – respondió sinceramente el magnate.
- Ah – contestó suspirando lentamente – bueno, no te voy a negar que me sentí muy triste, pero cada día que pasa y veo un lindo amanecer, me hace sentir más fuerte y optimista y me digo a mi misma: "Candy, eres invulnerable" - añadió riendo y Albert uniéndose a ella.
- Que bueno verte sonreír Candy, pensé que te encontraría triste.
- Hace unos meses recibí carta de Susana, me sorprendió tener noticias suyas, decía que lamentaba como habían pasado las cosas. Yo le escribí respuesta, luego escribí una carta para Terry pero no las envié, me arrepentí porque no quería volver al pasado, para mí eso quedó atrás.
- No se si creas que lo que te voy a decir es una buena idea pero ¿Por qué no hablas con él? Desde aquella dolorosa tarde, no han tenido la oportunidad de conversar, ¿no crees que eso te haría bien?
- No – cortó de inmediato la rubia - no hay nada más que decirnos, Terry y yo hicimos lo que teníamos que hacer, nuestras vidas siguen y debemos ser felices – añadió decidiendo dejar por un momento sus recuerdos y a Terry y concentrarse nuevamente en Albert -Pero, cuéntame de ti, ¿que has hecho este tiempo? ¿has viajado?
- He viajado muchísimo estos meses, solo he estado en Lakewood pocos días. A penas regresé hace dos días y pasado mañana parto a Canadá luego a Nueva York.
- Con razón te veo cansado y en tu mirada hay un dejo de tristeza –dijo buscando la mirada azul.
- Es que hay alguien que me hace falta, tu Candy, pensó él.
- Debe de ser lo que tú dices, cansancio –añadió el joven con media sonrisa.
- Quisiera poder ayudarte.
- Tu mirada y tu sonrisa son suficientes para fortalecerme, pequeña.
Se vieron a los ojos por unos segundos y se regalaron una linda sonrisa.
- ¿y Archie, como está? –dijo cambiando el tema- Annie me escribe pero nadie me ha visitado. Creo que todos se han puesto de acuerdo para dejarme sola con mis pensamientos – dijo haciendo un mohín que le causó gracia a Albert.
- Te mandó saludos, le dije que vendría a verte. El trabaja conmigo y George y es muy astuto en estrategias de negocios.
- No me extraña, siempre fue muy inteligente. Se que él y Annie continúan entendiéndose y no sabes cuanto me alegro por eso.
- ¿Y tú Candy? ¿Qué has hecho durante este tiempo?
- Ayudo en los quehaceres, doy clases a los niños, jugamos y soy su enfermera. Por las tardes, paseo por la colina y me he vuelto aficionada a la lectura especialmente poemas. He tenido tiempo de leer mucho y siento que me hace bien.
- ¡Esa si es noticia Candy! pensé que los libros te aburrían porque eres una chica muy activa.
Candy se quedó un momento pensativa.
- Desde que estuve en Escocia un verano comenzó a gustarme la lectura. Creo que al igual que tú, el tiempo me va cambiando, tanto que dudo que todavía pueda saltar de rama en rama, pero sigo siendo diestra para ¡subir árboles!
- Eres única Candy – le respondió con cariño - me complace escuchar que te guste la lectura, a mi me agrada leer literatura clásica Inglesa y Americana. Podríamos tener interesantes discusiones tú y yo.
- Me encantaría que me enseñaras más de literatura Albert – exclamó realmente emocionada la pecosa.
- Lo haremos algún día Candy – dijo poniéndose en pie y ayudando a la chica a hacer lo mismo - Me dio gusto verte y me voy tranquilo al verte tan bien.
- Ya te dije que Candy es ¡invulnerable! - afirmó sonriéndole.
- Me gusta tu optimismo.
- Albert, antes de que te vayas… ¿Cómo está la tía abuela?
- Siempre igual, parecen que los años no pasan por ella. Ahora le ha dado por pasar largas temporadas con los Leagan – añadió recordando lo dura que fue con Candy y lo mal que se porto Neal - Neal, no te volvió a molestar ¿verdad?
- No
- No le gustó nada tener que desmentir el compromiso ante la prensa. Aún recuerdo su cara… no le quedó más remedio – añadió sonriendo.
- Gracias por todo Albert – Lo miró a los ojos y tuvo un momento de duda – No estoy segura de que sea el mejor momento para pedírtelo pero, ya le había comentado a la tía abuela que le dijera al tío William sobre mi decisión de renunciar al apellido Ardley. No se si ella te lo dijo. Ya te imaginarás que de desagradecida no bajé y se puso muy mal por mi presencia – hizo una breve pausa al ver la expresión en la cara del rubio – Albert, quiero dejar el apellido y también necesito que me ayudes con una carta para que el doctor Lennard me contrate de nuevo como enfermera ¿podrías hacer eso por mi?
- Entonces ¿ya estas decidida?
- Si Albert, desde que dejé Londres he estado resuelta... me dejé llevar por el apellido, por favor concédemelo.
- Candy, ¿Por qué no esperas un tiempo más? Que estos meses te sirvan para descansar y meditar, no tomes decisiones drásticas que pueden afectar tu vida por lo menos por ahora. Después hablamos de eso pequeña ¿quieres?
- Está bien Albert lo que tú digas – accedió la joven - lo dejaremos para más adelante pero no creo que cambie de opinión. - volteó a verlo mientras le sonreía – Y no te olvides de escribirme, donde quiera que estés, ya sabes que me encanta saber de ti.
- Y a mí, de ti, así que cuenta con eso.
- Albert…cuídate mucho por favor.
- Lo haré, tu también.
Ambos se veían a los ojos pero el percibió timidez en ella:
- ¿Sucede algo Candy?
- N…No…
- ¿Te parece un abrazo de despedida entonces? - la enfermera se acercó para perderse en sus brazos nuevamente.
- ¡Cuánto te extrañé! - pensaba la rubia resistiéndose a separarse - Extrañaba oír tu voz, la calidez de tus brazos…
- ¿Qué es lo que pasa Candy? hay algo diferente en tu mirada y no puedo adivinar qué es.
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Continuara....
Mil gracias a Calemoon por su ayuda en editar los primeros capitulos, sin su apoyo talvez no me hubiera atrevido a subir esta historia.
