Me llamo Jennifer Zegers, y aquí les relato una historia de amor y meditación. Para que no comentan los mismos errores que yo, aunque de nada me arrepiento. Todo pasa por algo.

Todo empezó un lunes. Bajé del autobús, regresaba del trabajo. Valla que, había sido un día demasiado largo. La música era lo único que me tranquilizaba. Entré a mi casa, me saqué los audífonos para poder saludar a mi familia. En ese momento, vi a mi madre – Hola, má – le saludé como siempre lo hacía, le di un beso en la mejilla. Pero ella no se veía nada bien – Hola, cariño. No me he sentido muy bien el día de hoy – me dijo ella. Eso me preocupó, no tenía buen aspecto – ¿Qué tienes? – Le pregunté – He estado yendo al baño a cada rato, siento náuseas – me dijo ella. Debo admitir que me preocupé muchísimo, pero no podía permitir que ella viera mi preocupación – Relájate, vas a ver que mañana vas a estar mejor. ¿Has tomado algo? – Le pregunté – Sí, tu tía me ha dado unas pastillas – me respondió. Sí, vivía con mis tíos, abuelita y primos. La casa es grande y muy acogedora. Mis padres no estaban casados, así que a él no lo veía mucho. Abracé a mi madre y la llevé a la sala. Esa noche, todo transcurrió casi tranquilo.

Al día siguiente, me levanté temprano para ir a trabajar. Luego de cambiarme, me fui directo a ver a mi madre – Buenos días, mami – le dije, dándole un beso en la frente – ¿Ya mejor? – Le pregunté. Su mirada era de dolor. Me asusté – No, cariño. He seguido yendo al baño toda la noche, y ahora me sale sangre. Y he estado vomitando, como algo blanco – me contó. No sabía que decirle. Si ella que había estudiado enfermería no sabía lo que tenía, menos lo iba a saber yo – Má, vamos al hospital – fue lo único que pude decir – No cariño, ya me voy a sentir mejor – me dijo ella. ¡Por qué será tan terca! Esa respuesta me molestó, pero no podía pelearme con mi madre – Mira, ma. No iremos ahorita, pero te estaré llamando. Si no te sientes bien, saldré del trabajo temprano y te llevaré al hospital así no quieras – le avisé. Ella sólo asintió porque no le quedaba de otra. Tomé mi desayuno, luego me despedí de ella. No tenía buen rostro, se le veía mal.

Llegué a mi trabajo, temprano como siempre. Mi tío ya estaba ahí. Él es jefe de la empresa dónde trabajo, es hermano de mi madre – Hola tío – le dije – Hola, Jen. ¿Cómo sigue tu mamá? – Me preguntó preocupado – Sigue igual, aunque ahora algo peor. Y no quiere ir al hospital – le dije – Debería ir, yo conozco a un médico. Que la lleven ahí – me dijo. Yo sólo asentí – Más luego, llamaré a la casa para saber cómo sigue – le dije. Él asintió. Trabajé, pero no podía estar muy concentrada. Por la tarde llamé a la casa, me contestó mi tía Angie – Hola tía, ¿cómo sigue mi mami? – Le pregunté – Tu tío Anthony la ha llevado al médico de la farmacia. Le ha mandado unas pastillas, ya las tomó. Hay que esperar a qué le hagan efecto – me contó – ¿Al médico de la farmacia? Vaya que mi má es bien terca – le dije a mi tía – Tienes razón, ojalá y estas pastillas le hagan efecto – me dijo, preocupada – Ojalá, pero llamaré luego para ver cómo sigue. Y ver si esas pastillas le hicieron efecto – le dije y nos despedimos. Le conté a mi tío que mi mami había ido al médico de la farmacia. Se molestó, al igual que yo – Que va a saber un médico de farmacia, que ni siquiera es médico. Tu mamá se pasa – me dijo él. Yo le dije que luego llamaría, y si sigue igual la llevaría al hospital – Es lo mejor que puedes hacer – me dijo. Llamé a mi casa, me volvió a contestar mi tía. Pero esta vez, pedí hablar con mi mamá – Dime, hija – me contestó – ¿Cómo sigues? ¿Te hicieron efecto las pastillas? Quiero la verdad – le dije. Sé que ella por no preocuparme, es capaz de decirme que se siente de lo mejor – Sigo igual, sigo yendo al baño a cada rato. No sé qué tengo – me dijo ella – No se diga más, voy para allá para llevarte al hospital – le dije. Ella no se opuso, nos despedimos. Pedí permiso a mi tío, que al toque me lo dio y me fui a casa. El camino era de una hora, que se me hizo eterna. Quería ver a mi madre. Para relajarme, me puse a escuchar música.

Llegué a mi casa, entré y me fui donde mi madre. Se cambió y nos fuimos al hospital. Ella quería ir a un hospital, que estaba más cerca, pero que no había emergencia. No le discutí, puesto que veía que se estaba enojando, porque yo quería llevarla de emergencias. Fuimos a ese hospital que ella quiso. Tuvimos que esperar, puesto que no había emergencias, había que sacar cita. Luego de casi media hora, la enfermera nos llamó. Entramos, y ahí estaba la doctora que me dio una amigable sonrisa. Le hizo un montón de preguntas a mi madre. mi madre sufre de depresión, por lo que tiene que tomar medicamentos fuertes que le afectan el estómago. Luego de que mi madre le contó todo lo que le estaba pasando, pude ver el rostro de preocupación de la enfermera – Usted debería ir a emergencias – le dijo la doctora. ¡Lo sabía! Pensé para mí misma. Mi madre le dijo que lo único que quiere es que se le pase ese dolor. La doctora le mandó unos medicamentos – Si con esto no le pasa, usted debe ir de emergencias – le dijo. Mi madre asintió – Yo me encargo de eso – le dije a la doctora muy seria. La verdad deseaba que con esa medicación que le mandó la doctora, a mi madre se le pasara el dolor. Entró al tópico para que le aplicaran una inyección a la vena. Tuvo que entrar sola, no me dejaron quedarme con ella. Esos minutos se me hicieron larguísimos, pareciera que se hubiesen demorado horas. La llevé a casa, se echó en su cama. Me entré a la computadora a escribir, que es lo que normalmente hago. Eso me ayuda mucho, y es verdad. La lectura y la escritura te ayudan a desahogarte de muchas cosas. Luego, por la noche. Mi madre me dijo que no le pasaba el dolor. Me preocupé. Esa noche me quedé con ella, dormí poco porque ella se levantaba a cada rato para ir al baño o vomitaba. Y le seguía saliendo sangre, cuando iba al baño. Definitivamente, ese remedio no le hizo efecto.

Al día siguiente, me levanté asustada. Mi madre no estaba. Yo estaba con mucho sueño. Me levanté para buscarla en el baño, y no estaba ahí. Corrí a la sala, y estaba echada en el sofá – ¿Cómo sigues? – Le pregunté, pregunta tonta por cierto – Igual, cariño. Le he pedido a tu tío Anthony que me lleve de emergencias – me dijo. Oh, vaya. Sí que estaba mal, porque para que ella pida ir de emergencias, es porque se sentía realmente mal – Voy con ustedes – le dije – Pero cielo, ¿y tu trabajo? – Me inquirió – Ahorita hablo con mi tío, no hay problema – le dije y me fui a cambiar. Luego, fui a la casa de mi tío. Es que mi casa, está divida en varias casas, dos de los hermanos están casados, así que tienen su parte de terreno. Y lo único que separa es un patio. Toqué la puerta de la casa de mi tío, me abrió su esposa. Mi tía es tan buena conmigo. Estaba realmente preocupada por mi madre. Mi tío me dio permiso, y también trató de llamar a una amiga que es enfermera en ese hospital, donde íbamos a llevar a mi madre. Antes de salir, vi a mi madre llorando. La abracé – No quiero tener nada malo, no quiero dejarte aún – me dijo. Las lágrimas querían caer por mi rostro, pero no las dejé caer – No digas tonterías. Vas a estar bien – le dije. Fuimos en taxi, le agarré la mano a mi madre, y le di una sonrisa alentadora. Pero luego, ambas nos sumergimos en nuestros pensamientos. Cada una miraba a la ventana, es que somos muy parecidas.

Llegamos al hospital, directo a emergencias – Sólo puede entrar con un familiar – dijo el de seguridad. ¡Maldición! ¿Por qué hacen esto? – Yo entro con ella. Tú espéranos aquí – me dijo mi tío. Sólo asentí, no quería discutir con él. Eso sólo sería una pérdida de tiempo, y mi madre necesitaba ser atendida de inmediato. Pasaron minutos larguísimos. Mi tío salía y entraba a cada rato – Le han mandado una ecografía y análisis en laboratorio – le dijo mi tío, en una de esas salidas. Volvió a entrar, todo se demoraba un montón. Luego, mi tío me llamó a mi celular – Dice tu mami que vayas a trabajar. Esto tiene para unas horas – me dijo – Pero… – empecé a decir – Pero nada, no hagas renegar a tu mami – me dijo mi tío. Odiaba que me tratara como niña, pero no quería hacer renegar a mi madre – Ok, llámame cuando tengas los resultados – le dije. Salí sin rumbo, y ahí me di cuenta que no sabía cómo irme de ese lugar a mi trabajo. Lo único que hice fue irme a mi casa, es que para colmo, me había olvidado de mi MP4. Suspiré y tomé el autobús que me llevaba a mi casa. Llegué y estaba mi tía Angie, con mi tía Laura – ¿Qué le dijeron a tu mami? – Me preguntó mi tía Laura – No lo sé. Mi tío se quedó con ella, me obligaron a que me fuera al trabajo – les dije algo enojada – No te molestes. Tu mami no está sola – me dijo mi tía Angie – Sí, pero yo soy su hija – le dije aún molesta – Ok, cariño. Pero no te enojes, hagamos las cosas en paz por tu madre – me dijo. Sólo asentí – Tómate algo antes de salir. Seguro que no has desayunado – me dijo mi tía Laura. Asentí y me fui a la cocina. Me serví café y un pan. No tenía mucha hambre. Luego, agarré mi MP4. Ya iba a salir, cuando sonó el teléfono de la casa – Aló – contesté – Hola, Jen. Ya le hicieron la ecografía a tu mami – me dijo mi tío Anthony – ¿Y qué salió? – Le pregunté intrigada, mis tías Laura y Angie, estaban con la misma mirada que yo.

----- ESTE ES EL PRIMER CAPITULO.... ESPERO LES GUSTE, Y SIGAN MI HISTORIA QUE RECIEN EMPIEZA -----

SALUDOS

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