Epílogo 4 - Una vida normal.

-Shh! Hacéis demasiado ruido- se quejó Alice.

-Eres una aburrida, hermanita- contestó Emmett dando un traspiés para bajarse del coche- Aquel Tequila tenía tu nombre. ¿Es todo lo que has aprendido a hacer en Texas?

-El alcohol me da más dolor de cabeza que las visiones- se defendió ella- Y además, si yo también hubiera bebido, quién os habría traído a casa.

Jasper se bajó del coche tras Emmett con otro traspiés lo que hizo que Emmett estallara en carcajadas, al reproche unísono de los demás. Empezó a bromear con el Mayor Jasper Whitlock y lo que dirían sus superiores sobre verle en su estado de embriaguez pero incluso para Jasper con su calma las bromas de Emmett tenían su tope y ese fue rebasado a la salida de Seattle sacándole el dedo corazón obscenamente.

Bella, que conducía el otro coche salía justo en ese mismo momento para ver la escena de Jasper haciéndole tal gesto a Emmett que se quedaba con la boca abierta sin saber qué decir por lo que se echó también a reír lo mismo que Edward que se peleaba con el cinturón de seguridad que le quería estrangular, cosa que no dejaba de decir desde que emprendieron el viaje de vuelta.

-Todos estáis contra mí. Os odio a todos- dijo enfurruñado- Sois una mierda de hermanos y hermanas.

-Aún podría ser peor- intentó decir Edward totalmente serio pero que se le escapara el hipo le hizo quedar bastante mal- Y que Rose bajara y te viera a sí.

-O que Esme supiera que has pronunciado la palabra de seis letras en su casa- apostilló Alice.

-Bah. Que os den. Me voy a la cama. Y me volveré a Nueva Inglaterra donde la gente en los pubs me aprecia, panda de muermos.

Se giró sobre sus talones y se tuvo que sujetar en el coche para no caerse, pero lo peor de todo es que intentó caminar hacia la puerta del garaje en vez de hacia la puerta de la cocina. Jasper volvió a reír, Alice simuló tapándose con la mano su risa de duendecillo y Edward prosiguió con la broma sobre quizás deberían de llamar a Rosalie para que bajara a por él.

-Me tumbaré un poco en el salón a que se me pase- observó coherentemente.

-Una idea genial.- contestó Alice- ¿Necesitas ayuda?

Asintió como si estuviera desvalido y con su envergadura enorme se apoyó en su hermana para que Jasper le cogiera del otro lado, aunque su condición no fuera más allá, encaminándose hacia los escalones que conducían a la puerta de la cocina. Edward se volvió a reír diciendo que no contara con él en ninguna fiesta más en Nueva Inglaterra donde aún tenía una reputación pero que se tropezara con algo inexistente le hizo cerrar la boca de inmediato.

-¿Tú también necesitas ayuda?- bromeó Bella.

-Tal vez… pero sólo un poco.

Se rió y le cogió de la cintura para que él se apoyara en sus hombros. No solían hacerlo muy a menudo cuando estaban en Nueva Inglaterra por las clases o los horarios de la rotaciones de Edward pero siempre que querían salir por alguna ocasión especial, Esme se quedaba gustosa con los niños. Quizás por eso era una de las razones por las que sentía que seguía teniendo una vida normal y que no se estaba perdiendo nada de las cosas que vivían las chicas de su edad - que no estuvieran casadas, independientes y con hijos - porque contaba con todas las experiencias humanas que quería y la de emborracharse y la resaca no quería recordarla más.

Su cumpleaños de los 21 fue memorable y no sabía cómo había vuelto a la cama después de su fiesta o cuanto alcohol era capaz de tolerar porque Emmett se dedicó a hacérselo engullir como si no tuviera fondo.

Salieron del garaje hacia la cocina y atajaron hacia el piso superior por la escalera para llegar al pasillo. Bueno, al menos Esme no les esperaba levantada porque aunque todos tuviera la edad legal de beber era algo que no le gustaba demasiado y siempre les reprochaba con miradas amorosamente decepcionadas. Sólo había dejado un par de lámparas encendidas así que intentando hacer el menor ruido posible cruzaron hacia su habitación, cuya puerta estaba abierta.

Entró, dejó que Edward pasara primero y después cerró para encender la luz. Primer tramo superado. Dejaría que se metiera en la cama y después le iría a dar un beso a los niños porque ya habían pasado demasiadas horas sin verles.

-Es agradable la novia de Jake, ¿verdad?

Una especie de sonido gutural le contestó porque cuando se volvió sólo vio el cuerpo de Edward incrustado en la cama bocabajo con la cabeza contra las almohadas lo que le hizo reírse a carcajadas para ir hacia él y sentarse a horcajadas sobre su espalda.

-Estoy muy borracho- habló contra las almohadas- Odio a Emmett.

-Siempre le echas la culpa pero no vi que te obligara a soltar una cerveza para coger la siguiente- bromeó ella besándole la nuca.

-Sí me obligó. Lo que pasa que tú no lo sabes. Aunque tenga esa pinta de majadero, Emmett es muy listo; siempre nos ha engañado a todos.

Se volvió a reír y así se incorporó porque él pretendía girarse. Lo hizo en dos tiempos y con varios sonidos guturales para quedar boca arriba aún con una almohada tapándole la cara.

-¿Estás mareado?

Negó debajo de su almohada.

-Deberías desvestirte y meterte en la cama porque si Esme se entera nos caerá una bronca tremenda, si Rosalie no se lo ha chivado ya.

-Eso es lo que pasa cuando tu madre tiene más de 100 años- se quitó la almohada- Voy a darle un beso a los niños.

Intentó incorporarse y aunque en su primer movimiento ni siquiera lo logró, cuando se apoyó en los codos, Bella le detuvo poniéndole una mano en el pecho.

-Ni se te ocurra acercarte así a los niños: se marearán con que solo estés en la misma habitación que ellos- rió- Yo les daré besos por los dos.

-Entonces- se dejó caer para volver a taparse con la almohada- Aquí espero para que me des a mí mi beso de buenas noches.

Riéndose de nuevo, Bella se incorporó para salir de la habitación, con todo el sigilo que pudo. Llegó a la primera puerta, lo que era ahora el cuarto de Lexie y Henry y se asomó para verles dormir incluso en la misma camita uno abrazado al otro. Estaban a la luz de su lamparilla de estrellas para que no se asustaran con la oscuridad y eran tan adorables que podría quedarse allí toda la noche si no estuviera tan cansada. Les arropó, besó a cada uno en la mejilla, respiró esa maravillosa esencia que tenían después del baño y les susurró:

-Buenas noches, pequeños.

Salió dejando la puerta entre abierta y se asomó ahora a la habitación de las niñas: rosa chicle con doseles y coronas de princesas, como a Alice se le había antojado, tan cargado de decoración que hasta hacía daño mirarla lo que le supuso más de una discusión con Rosalie, por lo que las gemelas tendrían ahora otra habitación en el otro ala de la casa. Cada una estaba en una de sus cunitas pero incluso miraban la una para la otra así que sólo tuvo que quedarse en medio para observarlas.

Lizzie se chupaba el dedito inmersa en su sueño y Louise hacía lo mismo pero con su chupete puesto. Lizzie también había decidido semanas atrás que para qué conformarse con un aséptico chupete si podría chupetear a su padre cuando éste le tenía en brazos. Esperaba que no le hubiera dado mucho la lata a Esme y a Carlisle para acostarla porque si su padre no le cantaba una nana, a veces no se quería ni dormir.

Por el contrario, Louise era un angelito y con su pijamita rosa lo parecía aún más. Era una mini-Esme con la mirada azul de Carlisle lo que la hacía quizás más especial con un precioso pelo color caramelo ahora revuelto encima de su almohadita de estrellas.

¿Serían ellas tan amigas como ella lo era de Alice y de Rosalie? Seguro que sí. Y cuando las gemelas llegaran podrían hacer hasta su propio equipo para jugar al futbol.

Besó a cada niña, también las arropó y dijo:

-Dulces sueños, preciosas.

Se incorporó y arrimó la puerta pero justo cuando iba a cruzar el pasillo una sombra la interceptó: Esme abrochándose la bata que salía de su habitación.

-¡Oh!- suspiró- Eres tú, cariño. Había escuchado ruidos por el receptor y creía que alguna de las niñas se había despertado.

-No, están bien. Sólo quería darles las buenas noches. Perdona por haberte molestado.

-Carlisle me obligó a acostarme, me iba a quedar esperando: ya sabes que no duermo bien hasta que cada uno está sano y salvo en su cama.

-Lo sé, es una sensación que a mí tampoco me gusta demasiado. Si Charlie se hubiera llevado finalmente a Lexie a su casa estoy seguro que no podría dormirme.

Con su buena intención y como cada vez que se reunían, como Lexie se cogía a la pierna de su abuelo como si su vida dependiera de ello, éste se ofrecía a que pasara la noche en su casa hasta quizás que convencía al niño con tretas tales de llevarle a pescar o jugar al baseball pero cuando Charlie se daba cuenta todo lo que debía de hacer con el pequeño - desde darle de cenar con cuidado de que no se atragantara o bañarle antes de acostarse- siempre dejaba el tema correr hasta que Lexie se olvidaba o se quedaba dormido antes de que él se fuera.

Y hoy no había sido menos con la excusa de que ellos salieran a divertirse en Seattle y respiró aliviado cuando Lexie se quedó dormido en sus brazos pasándoselo a Edward como si fuera algún tipo de bomba a punto de explotar.

-¿Han ido bien los fuegos artificiales de Seattle?

-Sí, ha sido divertido. La novia de Jake es genial.

-¿Ah, sí?- le cogió del brazo en signo de confidencia- ¿Guapa?

-Sí, hacen muy buena pareja. Se llama Rachel. Parece muy buena chica. Y están muy enamorados.

-Es muy curioso, ¿verdad? La primera vez que nos reunimos todos, Jacob tenía sentimientos por ti y Edward estaba celoso- soltó una risita- Se caían mal, mutuamente. Uno no quería que estuvieras a solas con el otro y el otro no soportaba que estuvieras a solas con el uno. Y ahora es un miembro más de la familia. Que incluso tiene su propia pareja. Saldrá bien- suspiró esperanzada- Estoy completamente segura. Ese chico se merece toda la estabilidad y tranquilidad del mundo. Él y toda la familia Black.

-Estoy completamente de acuerdo.

Esme sonrió y le dio un reconfortante abrazo, cosa que más le gustaba de compartir cotidianidad: sus abrazos amorosos, sus besos y sus palabras dulces. Y los niños la adoraban. Era la mejor madre y abuela del mundo. Había nacido para ello, sin ningún tipo de dudas.

-Buenas noches, cariño. No te preocupes de los niños y descansa, que nosotros nos ocupamos de ellos.

-Buenas noches, Esme.

Volvió sobre sus pasos y entró de nuevo en la habitación para cerrar la puerta lo que le hizo reírse otra vez porque Edward seguía de la misma postura.

-Deberías de estar ya en la cama.

La almohada se movió y salió el sonido gutural, así que llegó hasta él y lo primero que hizo fue quitarle las zapatillas deportivas para tirarlas al suelo seguido de los calcetines. Gateó por su cuerpo y cuando empezó a forcejear con el cinturón, se destapó para mirarla con la cara congestionada e incluso la marca de la almohada sobre la piel.

-Creo que por mucho que me concentrara hoy no conseguiría leerte la mente- dijo con voz engolada.

Bella volvió a reír y sentándose a horcajadas le besó para que recostara la cabeza de nuevo.

-Bueno, quizás hoy lo logre yo contigo. Apuesto a que sé lo que hay ahora mismo en tu mente.

-Prueba…- dijo el tono más sugerente que su voz pastosa pudo.

Bella rió contra sus labios y después los resbaló hacia su cuello para recrearse ahí durante un buen rato donde los sonidos guturales se convirtieron en suspiros paulatinamente a la par que las manos cobraban vida y trepaban por dentro de su camisa. Bella dio un paso más sacándole a él la camiseta por la cabeza para volver con los besos pero un ruido fuera de la habitación - unos lloros, para ser precisos- les desconcentró a los dos.

Ese sonido era una constante en su vida desde hacía tres años, porque cuando Lexie cesó de llorar por las noches empezó el turno de Lizzie. Bella siempre bromeaba que tenía un súper poder porque podía escuchar llorar a un bebé en 3 kilómetros a la redonda o diferenciar los quejidos del suyo entre un montón más, y Edward estaba siempre tan alerta que no era la primera vez que en medio de una clase le parecía escuchar llorar a un bebé en el pasillo recriminándole al que fuera por tener un timbre en el móvil tan estridente.

Se quedaron mirando el uno hacia el otro, pero cuando sonó una puerta cerrándose a la par que el lloro cesaba, Edward la sujetó cogiéndola de la barbilla para decir:

-Hoy no es cosa nuestra, que la abuela se ocupe.

-Quizás le duela la barriga o tenga gases. Y sólo se calma cuando tú la coges y le cantas.

-Bella, hoy no estoy para nanas.

Se volvió a reír y las risas nuevamente quedaron amortiguadas por sus besos para ir convirtiéndose en los mismos suspiros que antes. Las manos que cobraron vida ahora fueron hacia el pantalón para meterse dentro y las de Edward ya se deshacían de la camisa para dedicarse más al broche del sujetador.

Mentiría si dijera que después de dos embarazos todo era maravilloso y que su cuerpo no había cambiado nada. Afortunadamente, Lexie le dejó de recuerdo unas cuantas curvas que antes no tenía pero perder el peso extra de Lizzie aún ahora 10 meses después de su nacimiento le había costado bastante: seguía siendo delgada, su estómago volvió a estar tan plano como entonces pero aquellos minúsculos bikinis que Alice compró por docenas para su luna de miel cogían polvo en el armario. Aunque que Edward le mirara con los mismos ojos con su llamita de lujuria en ellos cuando estaban en un momento así, ayudaba muchísimo. O que además con él no tuviera ningún tipo de pudor y que la comprendiera completamente lo hacía todo más fácil.

-Eres preciosa, mi amor.

-Mientes- dijo ella divertida.

-No lo estás intentando- respondió- No te estás concentrando para leerme la mente. Así sabrás que no miento.

Iba a contestar que había oído que los borrachos nunca mentían pero que quizás él era una excepción cuando no pudo por culpa de un suspiro que se apoderó de su cuerpo desde los dedos de los pies hasta los cabellos porque la mano de Edward estaba posicionada en el sitio perfecto en el momento adecuado como siempre.

En ocasiones así le daban lástima el resto de las mujeres del mundo cuyas parejas no eran capaces de leerle la mente y de conocerla a la perfección porque sólo veía ventajas.

Le deslizó hábilmente el pantalón por las piernas y cuando quiso darse cuenta ya sólo le quedaban las braguitas. Si hubiera unas olimpiadas en desnudar a su pareja, Edward de por seguro sería campeón sin necesidad de esforzarse porque a veces a ella sólo le había dado tiempo a quitarle los zapatos y ella yacía encima de la cama con solamente la goma del pelo sujetándole la coleta. Y así se reía de aquellos tiempos en los que sólo tenía que aguantarse y desear tener a Edward para ella sola, donde se preguntaba cómo había sido capaz de soportarlos.

Despertarse con él cada mañana era mágico y estos cuatro años de matrimonio solamente eso no había ocurrido cuando había estado hospitalizada por el nacimiento de sus pequeños. Dormirse cada noche sobre su pecho era maravilloso y lo que a veces - cuando por culpa de sus rotaciones llegaba tarde a casa - no lograba hacer hasta que le veía cruzar el umbral. Sabía que iba a ser duro cuando el próximo semestre comenzaran sus turnos como residente con guardias de 24 horas pero estaba tan feliz en la Escuela de Medicina que si le suponía un poco de insomnio por no poder escuchar su corazón y su respiración para quedarse dormida no importaba demasiado.

Porque en cuatro años ya había entrado en la Escuela de Medicina casi sin pasar por el college e iba rumbo a especializarse en cirugía de urgencias.

Sí, haberse casado con alguien de más de 110 años tenía sus ventajas.

-Edward…- suspiró.

-Sí, estaba pensando precisamente eso- respondió él contra su piel.

-Estás haciendo trampa, dijiste que hoy no podrías.

-Oírte doblemente me desconcentra, así que ahora deja las palabras- contestó divertido- Y piensa en todo lo que me quieres, que es lo que más me gusta.

Acostumbrarse a tener esas conversaciones era tan fácil como acostumbrarse a tenerle siempre a su lado, lo que hacía sus encuentros íntimos aún más especiales. Y si creía que algo de eso, de todo que sentía por él, iba a cambiar con el paso del tiempo, qué equivocada estaba: ni con los embarazos, ni con los partos, ni con los primeros meses de vida de sus bebés. Había estado acertada con pensar en su luna de miel que ya se había acabado el reprimirse y era el momento de disfrutar de esa pasión física arrolladora con la que no había parado de deleitase siempre que tenían oportunidad.

Como de tenerle desnudo para ella sola, de sentirle formar parte de su cuerpo, de sincronizar sus movimientos, sus suspiros, sus jadeos…


-¿Estás bien?- le preguntó aún sin aliento.

Edward asintió cerrando los ojos para recobrar también la respiración mientras les cubría con el edredón dorado de plumas. Así le acurrucó contra su pecho para acariciarle los cabellos mientras le besaba lo que él respondió abrazándola también para deslizar la yema de los dedos por su piel: desde la nunca hasta la espalda recreándose en la forma de los huesos de la columna.

Por eso le hacía sentir la única mujer de la faz de la Tierra.

-Es la mejor manera que conozco para que se me pase la borrachera- bromeó.

-Mmm…- ronroneó Bella- Deberíamos aplicarlo siempre.

-Sí, aunque fue una pena que el día de tu cumpleaños te quedaras en estado comatoso y no pudiera aprovecharme de ti- añadió Edward divertido.

-Fue culpa de Emmett- refunfuñó- Él me obligó.

-¿Ves lo que nos hace a todos el majadero?- añadió para reírse.

Bella también se rió y se volvió a acurrucar en él. La casa estaba totalmente en calma y al estar tan aislados del pueblo le impedían hasta escuchar un coche pasar por la carretera, al contrario de lo que les pasaba en Hanover. Además, añadiendo los cristales blindados podía haber estallado la guerra fuera, que ni se hubieran enterado.

-Me encanta estar aquí- añadió Bella- donde todo empezó.

Edward estuvo unos instante más acariciándole la piel para abrir los ojos y levantar la vista encontrándose con la cara adorable de Bella sonriéndole, aún con las mejillas encendidas por el esfuerzo e incluso la frente perlada de sudor. Le besó sonoramente y le sonrió.

-Bueno, creo que teníamos bastante andadura hasta que llegamos aquí- dijo con su sonrisa torcida.

-Pero aquí empezó lo verdaderamente importante- insistió apretándose contra él.

Edward se rió para volver a acariciarle la espalda y con Bella acurrucada contra su cuello miró por encima de la cama: la mesilla donde estaba el despertador o más allá el ventanal que daba al bosque. A él también le encantaba estar de vuelta allí, más además contando que le esperaban más de un mes y medio de descanso y relax en familia, de poder disfrutar de Jasper y Alice a los que veía menos o de que los niños jugaran con sus primo Henry o con su tía Louise aunque trataran diariamente.

-Si quieres que volvamos a Forks, puedo hacer la residencia aquí.

Bella levantó la cabeza como un resorte para mirarle, incluso frunciendo el ceño. Se incorporó incluso apoyándose en un codo con gesto confundido.

-¿Me lo has… leído? ¿Pensaba en eso mientras…?- preguntó con su adorable rubor en las mejillas.

-No exactamente. Pero es algo que siempre te ronda la mente. Incluso lo pensabas ayer en casa. Aunque si no pudiera leerte sabría lo que echas de menos a Charlie y lo que deseas estar aquí con él.

Suspirando, Bella se volvió a acurrucar así que Edward la arropó de nuevo con el edredón incluso acariciándole los cabellos para besarle la cabeza. Estuvieron así en silencio hasta que Bella dijo sumergida en sus brazos:

-¿Y Esme y Carlisle? ¿O Emmett y Rosalie? Ahora todos viven en Hanover. -No creo que tengan ningún problema en volver. A Esme y a Carlisle les encanta Forks, y Rosalie y Emmett se mudarán donde estén ellos. Quizás Rosalie proteste, pero no se alejará demasiado de nosotros con la ayuda que necesitará con dos bebés en camino- bromeó.

Sin levantar la cabeza estuvo otros instantes callada, acariciándole también la espalda con la yema de los dedos para después mirarle. Sonrió y asintió, y que él también sonriera para besarla lo dejó todo dicho.

-Te quiero mucho- añadió él.

-Como yo a ti.


Los rayos de un tímido sol plateado despertaron a Bella a la mañana siguiente. Abrió los ojos para ver por el ventanal cómo despuntaban los rayos entre las nubes altas color lavanda y sin moverse se quedó observando el paisaje que no sabía que echaba tanto de menos hasta que estaba allí: las copas de los frondosos árboles, el color verduzco que todo lo cubría y las diferentes tonalidades que tenían las nubes.

Se incorporó cuidadosamente para no molestar a Edward y así se deslizó fuera de la cama. Una vez de pie se volvió para mirarle y como hacía cada día que ella cambiaba de postura, se giró - frunciendo el ceño y apretando los labios exactamente como hacía Lexie - resguardándose de la claridad con el brazo para quedar de lado en la cama y la mano izquierda a lo largo de la almohada. Le acarició la alianza como él también hacía y sigilosamente salió del cuarto.

Seguro que eso lo decían todas las madres pero antes que hacer cualquier cosa cada mañana, tenía que ir a comprobar cómo estaban sus hijos, por lo que cruzó el pasillo hacia la habitación de lo niños. La luz de la lamparilla ya quedaba ensombrecida por la claridad del exterior así que pudo ver cómo Henry estaba despierto, destapado y jugando con sus piececitos doblado sobre sí mismo. En cuanto la vio, la señaló con el dedito y la llamó con su chupete puesto.

-Buenos días- respondió tendiéndole los brazos- ¿No puedes dormir más?

-Jugar- respondió.

Se rió y le besó la frente para revolverle sus rizos rubios. Era tan incansable como Emmett y cansaba a Lexie a la misma velocidad que Edward se cansaba de su hermano, así que antes de que le hastiara decidió llevárselo de allí.

-Yo juego contigo, vamos a ver si hay alguien más despierto, ¿vale?

-¡Sí!- exclamó.

Antes de salir hacia el pasillo comprobó que Lexie seguía dormido - apretando los labios de la misma manera que Edward - arrimando la puerta prosiguió pasillo adelante hasta el cuarto de las niñas.

Esme y Carlisle por supuesto que ya estaban levantados: parecía que necesitaban menos sueño ahora que cuando eran vampiros. Lo mismo que Alice. Estaban todos en la habitación de las niñas y por las risas parecía que estaban en una fiesta. De hecho, Carlisle tenía a Lizzie en brazos con su carita contra la suya, acariciándole con los deditos las cicatrices del cuello lo mismo que hacía con Edward, mirando como Esme, Louise y Alice jugaban. Los dos adultos estaban sentadas en las sillitas rosas en torno a la mesa y la niña le servía en tacitas de juguete.

-¿Hay té para dos más?- preguntó Bella.

Cuando Lexie abrió los ojitos, se los rascó para después quedarse sentado en la camita. Miró a su alrededor pero mamá no estaba para darle besos como cada mañana, ni papá tampoco, pero ni siquiera su primo Henry, quien había dormido a su lado. Vio que hacía sol fuera así que deseó ir a la playa como ayer, a bañarse y a comer la barbacoa que hacía el abuelo, así que se deslizó por su camita para llegar al suelo con sus pies descalzos y salir de la habitación.

En el pasillo se quedó quieto y miró a ambos lados: a la derecha oía las risas de la abuela, tía Alice y quizás su hermana y a la izquierda estaba la habitación de papá y mamá, así que caminó hacia allí. La puerta estaba cerrada por lo que se tuvo que colgar de la manilla pero lo logró, la entornó y se adentró en su cuarto. Corrió hacia la cama, se subió de un salto y se deslizó hacia adelante donde su padre estaba acostado.

-Papi- le picó en el brazo- Papi, vamos a la playa.

Su padre tardó unos segundos en reaccionar. De echo, antes de hacerlo emitió una especie de suspiro y levantó la cabeza abriendo sólo un ojo para mirarle.

-Lexie- volvió a suspirar- ¿Qué haces aquí? ¿Y mamá?

-No sé- levantó las manitas para después incorporarse- Vamos a la playa, papi. ¿Viene también el abuelo?

Con esa frase no sólo elevó el tono un par de octavas de su dulce vocecilla infantil sino que además se puso a saltar, meneando el colchón, las almohadas y la cabeza de Edward. Tenía la sensación de tener un clavo en mitad de la frente por culpa de las cervezas de ayer y de la falta de sueño y que el pequeño le batiera de aquella manera no lo hacía nada mejor.

-Hijo, por favor- le interceptó con un solo brazo para recostarle contra él- ¿Por qué no duermes aquí un poco, en la cama de papá y mamá?

-Es de día, papá, de día no se duerme- explicó.

-Sólo un poco: papá está muy cansado; ayer saltó muchas olas contigo y si no duerme un rato más, hoy no las podrá saltar.

-Sí, papá es muy fuerte, es el más fuerte de todos los papás.

Lo dijo con aquella carita de adoración que a Edward no le faltó más que emitir su suspiro de orgullo y estrecharle más contra él para llenarle de besos. El niño se echó a reír así que él además aprovechó para hacerle cosquillas.

Todo el mundo decía que era su vivo retrato pero en ocasiones como esas, en la manera que le miraba o en sus expresiones, para él era igual que Bella.

-¡Pinchas, papá!- se quejó entre risas.

-¿Ah, sí? ¡Ahora verás!

Prosiguió con las cosquillas para además subirle la camiseta de su pijama y soplarle en la barriga lo que estalló al niño en carcajadas. Le levantó en el aire para repetirlo y después le sentó sobre su pecho.

-¿Qué jaleo es éste?

Bella estaba en la puerta con Lizzie en brazos mientras la niña sujetaba su biberón del desayuno. ¡Oh! ¿Se lo había perdido? Él le preparaba el biberón del desayuno todos los días antes de irse a clase y la bañaba y vestía antes de que llegara Esme para cuidar de ella si no tenía trabajo o dejarla en la guardería junto a Louise, Henry o Lexie, que como ya era mayor, iba al colegio.

Eran cosas que a cualquier chico de su edad - de su edad biológica-, a cualquiera de sus compañeros de clase - todos mayores ya que él iba cursos adelantado, le agobiaban de sólo pensarlo pero a él le encantaba y le hacía sentir que más que nunca tenía una vida normal, incluyendo el dolor de espalda por haber estado agachado cogiendo a su hijo media tarde o de cabeza por culpa de la resaca.

-¡Playa, mami! ¡Vamos a la playa!- exclamó el niño.

Porque por esas tres personas que estaban en la misma habitación tenía una vida.


Nota de la autora: ¿Has llegado hasta aquí? ¡Enhorabuena! Eso significa que has leído dos historias con 84 capítulos una y con 56 capítulos otra. ¡Casi nada! Pero como recompensa y como a mí me gustan tanto estos Edward y Bella (y los Cullen) como a ti, he decidido escribir una serie de "outtakes" bajo el título "Luz del Alba" donde sabremos que ocurrió en su marcha a la Universidad hasta su vuelta a Forks, como Edward le prometió a Bella al acabar su carrera, líneas antes en este mismo capítulo.

¿Listo para más acción? Sólo te digo que gracias por seguir a mi imaginación.

Noe.