Noticias Inesperadas


Me sentía mareada y casi no recordaba la noche anterior.

Era todo tan confuso que me costaba mantenerme de pie, claro que eso cambio cuando se presentó la resaca.

Corrí a tropicones al baño y vacié todo el estómago. Gemí. Sentía un door punzante en la cabeza. Masejeé mis sienes y suspiré.

-No más fiestas con Alice-Musité, sin mover casi mis labios.

Me levanté del suelo de mármol de mi baño. Había permanecido junto a la tasa durante más de media hora. Arrastré mis pies hacia la cocina, dispuesta a preparar un café decente, que me quitara el dolor de cabeza.

Por cierto, soy Isabella Swan, más conocida como Bella o Is, normalmente salgo de fiestas todos los días, ya que me enmancipé de mis padres a los 16 años y he vivido sola en un pequeño apartamento en Wisconsin. Tengo 27 años y estudió la Universidad, en la carrera de Maestra.

Mi mejor amiga se llama Alice es una chica muy enérgetica y tiene 26 años y estudia igualmente la Universida, pero ella estudia Diseño de Ropa; por eso cuando vamos de compras, aprovecha para comprar telas para sus nuevos modelos. Tal vez sea más grande que ella, pero Alice es mucho más madura que yo, excepto en lo que respectan las fiestas...

Cuando vamos a fiestas hasta se nos olvida el nombre. Y es ue nos emborrachamos tanto que terminamos en la cama de cualquier persona, e inclusive con mujeres.

No por eso somos unas zorras que se andan acostando con medio mundo. No, señor, nosotras solamente disfrutamos de nuestra juventud.

Me senté en un el silló de mi pequeña sala-comedor y prendí un cigarrillo. Aparte del café, el cigarro resultaba ser lo que más me aliviaba cuando tenía aquellas insoportables resacas. Menos mal que ya me había acostumbrado al hecho de que casi todos los días salgo, si no, sería mucho más sufrible.

Ya se podía oler el café, pero a mi me gustaba tan caliente que me quemara la lengua.

Anoche recordaba vagamente haberme acostado con un chico de la escuela... Haber... Tony... No...

Pensé el nombre del chico con el que me había revolcado, pero no recordaba.

Apagué mi cigarrillo luego de tres caladas más. Saqué de mi descolorida alacena una taza y serví el café, ahumeante.

Cuando di el primer sorbo, gemí de placer.

Y entonces, sonó mi teléfono. Deje la taza sobre la mesa y corrí a contestarlo. Casi me mato cuando me estrellé con el sofá y caí de cabeza sobre este. Descolgué el teléfono poco antes de que dejara de sonar.

-¿Sí, Isabella al habla?-Contesté, con voz pastosa debido a la resaca que sufría.

-¿Bella? ¡Oh, Bella! ¡No sabes lo que me alegra escuchar tu voz!-No reconocí la voz, pero esta era tan entusiasta que me pareció que tendría que ser pariente de Alice... O de mis padres.

-¿Eh? ¿Quién habla?-Pregunté, mirado fijamente mis pies. De pronto, recorde el nombre del chico con el que me había acostado-. ¡Jacob!

-¿Jacob?-Preguntó la otra voz, confundida-. ¡No, Bella! ¡Soy tu sobrino, Edward!

¿Mi sobrino? ¿Tenía un sobrino?

Ah, ya lo recuerdo. Mi prima de treinta y tantos años había tenido un hijo. Ugh. Me molestan tanto los escuincles.

-Lo siento, Edward-Gruñí, mientras intentaba reponerme-. ¿Qué se te ofrece?

Al otro lado de la línea, nadie respondió por un par de minutos. Suspiré con cansancio. Por estas cosas odiaba a los niños. Cuando me disponía a colgar, una voz femenina me respondió.

-¡Hola, Bella! Soy Elizabeth, ¿cómo estas, primita?-Su voz alegre hizó que las punzadas en mi cabeza dolieran más.

-Muy bien, ¿y tu?-Fue una pregunta más por cortecía que por interés. La verdad no me interesaba nada que tuviera que ver con mi ex familia.

-Este... Bien-Su voz sonaba dudosa-. Me preguntaba si te podía pedir un favorcito.

Sonreí.

-¿Tiene que ver con chicos guapos? -Intenté bromear. Elizabeth soltó una risita incómoda-. ¿Qué sucede?

Ella suspiró.

-¿Podrías alojar a mi hijo Edward por unos cuantos meses?-Soltó la pregunta a gran velocidad que me costo entenderla.

¿Ella pretendía que cuidara a un mocoso de qué, once años?

¡Si muy apenas me podía mantener a mi misma con vida!

-¿Por qué no se lo dejas a Reneé?-Farfullé, cruzandome de brazos y subiendo el hombro para apoyar mejor el teléfono.

Elizabeth soltó otra risita tonta.

Arg. ¿Es qué no se cansaba de reír como idiota?

-Ya lo intenté-Confesó. Tuve el presentimiento de que se había sonrojado-. Pero saldrá de viaje. Tú eres la única persona que me queda, Bella.

¡Já! ¿Osea que soy su última alternativa?

Bufé.

-¿Y a qué se debe que quieras mandarmelo desde Chicago, no lo aguantas o qué?-Prengunté, burlonamente.

Mi prima era una mujer cariñosa y paciente. Se había casado con Edward Masen, un famoso empresario de Chicago. Su noviazgo fue miu duradero y lindo, y aún más fue cuando le pidió que se casaran, pues además de que se amaban, esta ya esperaba a Edward. Yo ya era una adolescente cuando se casaron, para después, llegar el engendro del mal al que le pusieron como a su padre, Edward, sólo que como su madre estaba encaprichada con el actor de moda Anthony McClain, le desgració la vida a su hijo poniendole Anthony. Así que al pobre niño se le conocía como Edward Anthony Masen.

Elizabeth soltó, otra risita. Rodé los ojos.

-Es sólo que Edward y yo nos queremos ir de luna de miel-Suspiró-. Ya que no fuimos por la llegada de mi pequeño.

-¡Mamá!-Gimió, otra voz. Supusé que sería la de Edward

-Esta bien-Luego de analizar los contras y pros, me di cuenta de que eran más pros que contras. Podría aprender a ser más responsable y buena maestra. Lo malo es que no saldría mucho a fiestas-. ¿Cuándo lo traes?

Ella chilló de alegría. Dijo que lo traería mañana a primera hora. Suspiré. Tomé unas tabletas de Tylenol contra el dolor de cabeza, ya que mi café se enfrió.

Le marqué a Alice contandole las nuevas malas. Ella rió -cantarinamente- diciendo que probablemente me llevaría bien con él. Yo negué y alegué que eso era imposible, colgué y me tiré a la cama.

Agarré de nuevo el teléfono, necesitaba una buena dosis de sexo duro.

Pronto llegó Mike.

Lo arrastre al sofá y lo comencé a besar con desesperación. Luego de un par de minutos nos deshicimos de nuestras ropas. Él se pusó encima de mi y suspiré. Jugueteó con mis pezones, lamiendolos, pellizcandolos y mordiendolos. Yo gemí tan fuerte, segura que se escucho al otro lado de la calle. Introdujo un dedo dentro de mi, seguido de otro, y otro, hasta que comenzó a sacarlos y meterlos a gran velocidad. Gemí con fuerza cuando llegué a la cima. Sentí un bulto en mi vientre, y sonreí con lujuria. Me metí su miembro a la boca, y lo lamí de arriba a abajo, como una paleta. Chupé la punta y él gimió aún más. Me lo metí aún más adentro, mientras el embestía con fuerza.

¡Jodeeer!

Sentí como se venía en mi boca.

Ya eran las 3:30 am y no estaba aún satisfecha.

Seguimos, pero esa vez el introdujo su miembor en mi, y fue tan salvaje que gemí como loca.

-¡M-más! ¡M-á-s!-Gemía-. ¡J-jo-d-er-r!

LLegamos al orgasmo y nos tiramos en el suelo.

Comenzamos a reía como locos.

-Wow, Bella-Rió, Mike-. Estuviste tan... Salvaje.

Yo reí y me quedé dormida en sus brazos.

Mi alarma sonó y descubrí que estaba en mi cama. Toqué a tientas hasta que sentí una nota.

Me levanté y la leí.

Estuvo genial, Bella. Deberíamos repetir.

Mike.

Yo me levanté y me di una ducha. Genial, en pocas horas llegaría Edward, mi sobrino de unos ¿qué? ¿13 años?

Reí si alegría y me vestí rápido. Escogí un vestidohasta la rodilla, strapless, color azul; junto con unas zapatilla azules.

Me veía sexy y a la vez adorable.

Sonreía satisfecha.

Hicé pan tostado y café. Esta vez si pude disfrutar mi desayuno sin secuelas de resacas nefastas.

Pero sabía que no todo era tan bueno.

Tocaron el timbre. Gruñí y me levante de la silla. Arratré mis pies hacia la puerta.

La abrí de un tiron, importandome poco si era muy brusca.

¡Santa Mierda!

¡Este no era un chiquillo, era un HOMBRE!