Disclaimer applied.

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Lanzó el palito de dango hacia el buró al lado de la cama, donde unos veinte iguales a ese reposaban ya. Generalmente comía muchos dangos, pero hasta a ella le parecía una exageración todos los que ya había consumido. Pero simplemente no podía dejar de comerlos. Se la había pasado todo el día tirada en aquella cama del hotel en el que se hospedaba, pensando en los sucesos del día anterior.

Jiraiya —en sus desvaríos a causa del alcohol— le había comentado que Kakashi estuvo casado una vez, pero que no había funcionado. Al principio, Anko pensó que Jiraiya estaba muy bebido y lo había dicho por decir. Tiempo después, Kakashi se lo contó también. Aunque era obvio que no había profundizado en el tema, ya que jamás le comentó nada de tener una hija.

Cuando supo que la —no tan angelical— chica de cabello rosa era su hija, saboreó la victoria. Siendo ella su hija, no habría necesidad de esforzarse demasiado por hacerla a un lado y enfocarse únicamente en conquistar al Hatake.

Con un plan perfectamente maquinado en mente, jamás pensó que aquello podría no resultar tan beneficioso para ella. Después del largo viaje lo único que deseaba era descansar. Sin embargo, la mocosa no iba a permitírselo, y durante todo el trayecto al hotel —ya que Jiraiya había insistido en llevarla— se la había pasado parloteando sobre las mil y una cosas que hizo durante la ausencia de su padre. Al llegar, le habían recomendado que descansara y se duchara, y el lunes a primera hora empezarían con los trámites.

Habían quedado de acuerdo también en ir a cenar esa noche, a lo que Sakura, por supuesto, se apuntó también.

Durante la cena siguió molestándola, y aunque por momentos quería pensar que lo hacía inconscientemente, la descubrió en más de una ocasión haciéndola rabiar voluntariamente.

Sin embargo, lejos de sus infantiles intentos de hacerla enojar —que eran totalmente útiles—, lo que más la molestaba era el trato que Kakashi le daba. Vale, que era su hija, ¡pero la trataba como una reina! La consentía, mimaba y era realmente atento con ella. Y sí, le molestaba en demasía que le tuviera tanta consideración, dejándola a ella en segundo plano. Se sentía ligeramente ofendida. ¿Cómo podía él desplazarla por esa niña?

Le pareció que todas esas atenciones que ahora recibía Sakura, eran suyas en Kirigakure. Sin embargo, ahora, en Konoha, se encontraba acostada, comiendo dangos sin parar. Afuera el día estaba precioso, sin mencionar que la piscina del hotel lucía realmente tentadora, pero estaba tan desganada que ni siquiera la cristalina agua y los rayos del sol habían logrado convencerla de abandonar la habitación.

Miró el techo de nuevo, visualizando el rostro sonriente de la chica y, con excesiva fuerza, lanzó un palito de dango, que se clavó justo en medio de sus ojos, brillando con suspicacia en el blanco techo.


Sakura miraba a su padre con interés, quién se concentraba en revisar los papeles entre sus manos. Se preguntó cómo pudo haber sobrevivido tanto tiempo sin ese hombre, realmente lo había extrañado. Su forma de ser, sus retrasos, el cariño que le brindaba, sus consejos y enseñanzas, todo de él. Y ahora que estaba de vuelta, en su hogar y con ella, no se sentía capaz de dejarlo ir de nuevo.

Por eso, por muy grosero que pareciese, se había visto orillada a rechazar a esa mujer. Aún más después de lo que el viejo Jiraiya le había contado.

Él regresaba de Kirigakure antes que su padre, así que ella fue a esperarlo al aeropuerto. Cuando por fin llegó su vuelo, ella lo reconoció al instante entre el mar de gente que iba de un lado a otro en el aeropuerto. Era aquél hombre que incomodaba a la azafata con sus intentos de ligue.

—No cambias, abuelo —lo abrazó cariñosamente una vez que estuvo a su alcance.

—¡No soy tu abuelo! —la reprendió ante el mote que ella le había dado haciendo alusión a su edad.

—Para mí lo eres —se defendió ella. Para ella y Naruto, quiénes habían pasado tanto tiempo al lado de ese degenerado, él era como un abuelo. Uno poco usual, pero lo era al fin y al cabo.

Jiraiya desistió de intentar convencerla de lo contrario. Ciertamente, él también la veía como a una nieta, ya que había estado presente durante toda su infancia, e incluso había contribuido en su crianza.

Se dirigieron a la salida, donde un auto ya los esperaba. Ambos subieron y se dirigieron al apartamento de Jiraiya, donde la Hatake lo dejaría para que descansara y luego fuera a la empresa, donde ella fungía como ayudante, planeando ser algún día tan buena como su padre. Jiraiya se encargaría directamente del asunto de la unión de empresas, ya que, por dictámenes oficiales, toda aquella empresa de Konoha debía tener una "alianza" con alguna otra empresa de fuera para reforzar lazos.

Durante el trayecto, a Sakura le interesó saber sobre su estancia en Kirigakure. Jiraiya le había contado muchas cosas, la mayoría irrelevantes. Había ahondado mucho en cierta mujer que conoció allá, pero Sakura no prestó mucha atención. Conociéndolo, la mujer debía ser atractiva para que él se refiriera a ella tan bien. Por lo tanto, aquella plática le había parecido de lo más convencional hasta que mencionó algo sobre que pronto la conocería, acompañado de una sonrisa maliciosa por parte del hombre. Sakura frunció el ceño.

—Quizá sea tu nueva mami —bromeó después.

El agudo y rotundo grito que profirió a continuación, hizo que incluso el conductor frenara la marcha de improvisto.

—¡Sakura! —inquirió Jiraiya aferrándose a los asientos—. ¡Por poco nos matamos!

Lejos de escucharlo y endureciendo la mirada, cuestionó—. ¿Qué fue lo que dijiste, Jiraiya?

El que Sakura dejara de usar la palabra "abuelo" le pareció una mala señal. Sakura solo lo llamaba por su nombre cuando se enojaba, y por la pinta que tenía en ese momento, era obvio que estaba molesta.

—Vamos, Sakura —rió nerviosamente—. Solo bromeaba.

Sakura suavizó su expresión, y Jiraiya agradeció a todos los cielos que Sakura le hubiera pasado esa. Después de todo, haber estudiado un par de años con Tsunade le habían formado un carácter incluso tan temible como el de ella, sin mencionar la monstruosa fuerza. Pero poco le duró el gusto, ya que minutos después, Sakura empezó con un largo interrogatorio sobre esa mujer, en donde se vio obligado a contarle sobre la relación que su padre y ella mantenían.

—¡Relación profesional, profesional! — Sakura enrojeció de la ira al escuchar aquella palabra, por lo que se apresuró a corregirse antes de resultar herido.

Esa tarde, contrario a lo que ella misma había recomendado, no había dejado descansar a Jiraiya sacándole información detalle a detalle de lo que su padre y Anko Mitarashi tenían en común. Jiraiya le contó todo lo que sabía y aprovechó en más de una ocasión para tomarle el pelo.

Aquella misma noche, Sakura no pudo conciliar el sueño. No es que sufriera del complejo de Elektra, o algo parecido, pero el que su padre pudiera enamorarse no le había pasado antes por la cabeza. De hecho, hasta hace unas horas, le parecía imposible. No después de lo que había ocurrido.

Solo ella, y unas cuantas personas cercanas más sabían lo que Kakashi había pasado cuando su madre los abandonó a ambos a su suerte. Ella tenía cinco años, bastante pequeña, pero lo suficientemente consciente como para darse cuenta del duro golpe que significó para su padre. Desde entonces, Kakashi había vivido por y para ella, la cuidaba y amaba como madre y padre. Por ello eran tan unidos y el hecho de pensar que alguien pudiera quitarle el amor de su padre la hería, porque sin él no sabría qué hacer.

Era difícil para ella recordar la época en el que su madre se fue, porque no quería pensar cuál había sido la razón de esa mujer para dejarla a ella y a su padre a su suerte. Después del abandono, Kakashi había caído en una profunda depresión de la cual se vio motivado a salir solo por su hija, porque la pequeña estaba tan mal o más que él mismo. Entonces, cuando ella corrió a su cama una noche, asustada de sus pesadillas y llamando a gritos a su madre; Kakashi, con los ojos cristalinos, la había atraído a su pecho y le había jurado que jamás se separaría de ella.

Promesa que ella se cercioraría que se cumpliera.

Se sobresaltó cuando su celular empezó a emitir las primeras notas de una canción. Kakashi rió levemente por el susto que le provocó a su hija. Sakura lo miró divertida y acusadoramente antes de revisar el mensaje que acaba de serle enviado.

Sonrió al leerlo, era una oportunidad que no podía desperdiciar. Seguramente su padre no tardaría en enterarse también. Sí mal no recordaba, Anko estaba hospedada en ese hotel del centro. Sonrió maliciosamente, se despidió de su padre argumentando que se vería con una amiga y salió con rumbo al hotel.

Esa mujer no apartaría a su padre de su lado. Sakura —por alguna extraña y desconocida razón— desconfiaba de Anko Mitarashi. Quizá era algún sexto sentido, pero podía ver, tras los ojos marrones de esa mujer, que escondía algo.

Y ella iba a averiguar qué era, a toda costa.

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Creo que desde el año pasado que no actualizaba. Pero he vuelto, y por buenas razones.

Primera, ustedes han sido muy pero que muy pacientes con ésta historia (lo cual agradezco profundamente), por lo que lo menos que puedo hacer por ustedes es traerles algo decente. Gracias por los reviews y la espera. Daré todo de mí para continuar lo más pronto posible.

Segundo y sumamente importante, hoy es el cumpleaños de mi querida nee−chan, Isi. En sí, este fic es para ella, quién me indujo al dulce mundo del KakaAnko. ¡Feliz cumpleaños! Sabes que te amo y te adoro y algún día tendremos un Kakashi y un Yamato para cada quién.

Me harían muy feliz con uno de sus bellos reviews.