Capítulo 10: Herencia de sangre
Recuerdo perfectamente la primera charla "profunda" que tuve con mi padrino, Harry Potter. La recuerdo porque fue esa charla la que, años más tarde, me serviría de sostén para tomar algunas decisiones importantes en mi vida.
Tenía nueve años, y revolviendo en la biblioteca de mi padrino, me encontré con un libro que llamó poderosamente mi atención. Obviamente, lo tomé y lo abrí. Era sobre Defensa contra las Artes Oscuras. Años más tarde se convertiría, de hecho, en mi libro de texto para estudiar dicha materia en Hogwarts. Pero aquel día, era simplemente un libro que había despertado mi interés.
Recorrí sus hojas lleno de curiosidad, leyendo sobre cientos de criaturas oscuras que yo solo había escuchado hablar muy rara vez, y algunas de las cuales desconocía completamente. Boggarts, Gorro Rojo, Dementotes… Todas se encontraban allí, enumeradas y descriptas con el mayor detalle posible. Algunas fueron incluso capaces de erizarme los cabellos de la nuca.
Pero entonces me encontré con algo que no me esperaba. Algo que, a la tierna edad de nueve años, no era capaz de comprender. ¿Por qué estaban los hombres lobos en aquel libro? ¿Por qué a alguien se le había ocurrido incluirlos dentro de la categoría de "criaturas oscuras"? Debía de ser un error… No podía ser cierto.
Leí todo el capítulo. Prácticamente me devoré el texto, incorporando en mi escaso saber datos que desconocía sobre la realidad de los hombres lobos. Y al cabo de dos horas de intensa lectura, terminé por aceptar, con inmenso dolor, que no se trataba de un error.
Cerré el libro y volví a colocarlo en su lugar, asegurándome de que nadie notara que yo lo había tomado prestado. En cierta forma, sentía que acaba de cometer un crimen. Que me había enterado de algo que no se suponía que debía saber. Sentía que cargaba con un peso que no me pertenecía, y que debía esconder del resto de la gente.
Escapé de la biblioteca de Harry tan rápido como me daban mis cortas patitas, y me deslicé por las escaleras hacia uno de los dormitorios de la casa que sabía que se encontraba vacío. Para aquel entonces, Ginny se encontraba embarazada de su tercer hijo, o mejor dicho, hija. Y aquel cuarto en el que me había escabullido había sido vaciado con el objetivo de acondicionarlo para la beba en camino. Rodeado de cajas de cartón y potes de pintura, me escondí en aquel lugar sin saber bien por qué.
Recuerdo la sensación que me abrumaba aquel día. Recuerdo esa presión en el pecho, como si alguien hubiera puesto una bolsa de cemento sobre mí. Recuerdo cómo las lágrimas comenzaban a agolparse de manera inevitable en mis ojos, presionando por salir. Me ardían los ojos y la garganta, y presionaba con fuerza los puños, deseoso de contenerme. Pero la realidad me había abrumado aquel día, despojándome de toda mi entereza, y convirtiéndome en un puñado de lágrimas, acurrucado en un rincón, escondido detrás de un montón de cartón.
Así me encontró mi padrino, empapado en lágrimas y con las palmas de las manos lastimadas de tanto presionar las uñas contra ellas.
Hay algo que siempre he valorado de Harry, y es el hecho de que él nunca me ha forzado a hablar. Aquel día no fue la excepción. Pues al encontrarme allí, acongojado y temeroso, no se apresuró a hablar y a preguntar. Me miró unos instantes, y con una paciencia propia de un padre, se sentó en el suelo frente a mí, y esperó. Esperó a que yo estuviera listo para hablar, a que yo estuviera listo para contarle lo que me pesaba tanto en ese instante.
Pero yo no podía. No podía hablarle. No a él, al hombre que me había acogido como si fuera su propio hijo. Que me había dado cariño incondicional. Que era para mi fuente de admiración y respeto. ¿Cómo decirle a él la verdad? ¿Cómo revelarle mi verdad? Sentía vergüenza de mi mismo… Y sí, he de confesar que también sentía vergüenza de mi padre.
Pero Harry permaneció allí, inquebrantable a mi lado. No dijo nada, simplemente permaneció sentado, con su mirada verde y cálida sobre mí. Había un cariño en esa mirada que me desconcertaba. ¿Por qué me quería de esa forma? ¿Es que Harry no lo sabía? Claro que no. Él sabía la verdad. Sabía quién había sido mi padre. Sabía quién era yo. Entonces… ¿Cómo era posible que me mirara de esa forma?
—Tomé un libro de tu biblioteca —hablé finalmente. No sé cuánto tiempo estuve en silencio hasta decir aquellas palabras. Podría haber sido una hora tranquilamente.
—Sabes que tienes mi autorización para leer los libros, Teddy… Así que supongo que no es eso lo que te tiene preocupado —razonó Harry, hablándome con calma. Yo negué con la cabeza, y él esperó nuevamente a que yo volviera a hablar.
—Leí algo —balbuceé, y noté que mi garganta me ardía, y las lágrimas volvían a quemarme en los ojos. La confesión me estaba resultando terriblemente dolorosa. Dolía por dentro, en lo más profundo de mi ser. Era un dolor interno, un dolor que provenía del miedo irracional: el temor al rechazo. A perder aquella mirada de amor que estaba recibiendo en ese instante.
Nuevamente, Harry aguardó.
—¿Por qué nunca me dijiste la verdad sobre mi padre? —estallé repentinamente. No sé por qué, pero en ese instante, mientras que decía aquellas palabras, el miedo en mi interior se convirtió en ira. Un enojo inexplicable, canalizado directamente hacia la única persona allí presente.
—Nunca te escondí nada sobre tu padre, Ted —me respondió Harry, sorprendido ante mi pregunta. Pero aquello, lejos de tranquilizarme, logró despertar aún más mi ira. Enfurecido, me incorporé de mi rincón y me lancé enfurecido contra mi padrino, deseoso de golpearlo. Creo que en mi mente pensé que si lograba golpearlo, lograba propinarle un puñetazo, todo aquel enojo, ese miedo, ese dolor, todo se iría. ¡Y cómo dolía! ¡Cómo decepcionaba! ¡Cómo cambiaba todo aquel pequeño trozo de verdad!
Pero nunca llegué a propinarle un golpe, pues Harry logró contenerme sin problemas, y quedé apresado entre sus brazos. Forcejé durante unos minutos, hecho una furia, y finalmente, agotado, me desplomé sobre él en un mar de llanto.
—Nunca me dijiste que mi padre era un monstruo —lloriqueé, dejando salir aquello que más me había herido.
Nueve años había crecido con las historias de los Medoreadores. Con las anécdotas de cómo mi padre y el padre de Harry habían sido amigos, y de los mejores que un hombre pudiera desear. Sobre cómo mi padre había sido un excelente brujo, profesor de Hogwarts. El hombre que le había enseñado al famoso Harry Potter a hacer su primer Patronus. El hombre que había muerto por una buena causa. En las historias que me habían contado, su condición de hombre lobo había quedado relegada a un segundo plano. Y por ende, yo también la había relegado allí.
Y entonces, en solo un segundo, aquel héroe de mis fantasías, aquel hombre que no había llegado a conocer pero que igualmente alababa, se había desmoronado frente a mí. Porque aquel mísero detalle relegado a segundo plano hacía toda la diferencia. Y convertía al héroe de mi padre en una criatura despreciable.
Harry me envolvió en sus brazos y me contuvo durante los siguientes minutos en los que todo lo que se pudo oír fueron mis lágrimas. Esperó hasta que la calma volviera a apoderarse de mí, y entonces, habló.
—Tu padre no era un monstruo, Teddy. Tu padre era uno de los mejores seres humanos que conocí en mi vida… —me aseguró Harry, mientras que me separaba un poco de él, de manera que pudiéramos quedar frente a frente. Sus ojos se encontraron con los míos, y sonrió tiernamente. —Te diré algo que me dijo una persona muy sabia hacia muchos años… No son nuestras habilidades, sino nuestras elecciones las que nos definen, muchacho. Tu padre fue una persona que una vez se cruzó con otra persona que quiso hacerle daño convirtiéndolo en hombre lobo. Él podría haber elegido el camino más fácil… Y ser, como tú bien dijiste, un monstruo. Pero eligió el camino correcto, Ted. Y tú debes estar orgulloso de que lo que tu padre era, pues con cada luna llena, él volvía a elegir ese camino de bien.
Aquel día, en brazos de mi padrino, aprendí la primera gran lección de la vida: cada uno decide lo que quiere ser. No esta nada dicho, nada preescrito. Es con cada elección, con cada decisión que tomamos, que vamos marcando nuestro camino, que nos vamos definiendo como personas. Somos, indudablemente, el resultado de una larga serie de decisiones que nos han traído hasta este punto. Incluso aquellas elecciones más insignificantes, más efímeras y más intrascendentales contribuyeron a convertirnos en las personas que somos hoy. Son el resultado de lo que yo he elegido para mi mismo. Así como mi padre lo fue antes que yo.
Harry tenía razón… Mi padre no era un hombre lobo. Mi padre era una persona que, entre otras cosas, era hombre lobo. Pero también fue mucho más. Fue amigo, fue esposo, fue padre, fue estudiante, fue profesor, fue héroe de guerra… Fue lo que él eligió ser.
Seis años más tarde, sin embargo, aquella charla sería puesta a prueba en carne propia. Y la herencia que corría en mi sangre me pondría a prueba por primera vez.
Cursaba quinto año, y era entrada la noche, hacia fines de enero, cuando desperté agitado en mi cama. Un sudor frío empapaba mi rostro y mi cuello, y las manos me temblaban. Había una agitación dentro de mí que no podía explicar. Estaba ansioso, y no sabía por qué. Descorrí la cortina de mi cama y miré a lo alrededor, buscando algo que pudiera explicar la inquietud que sentía en ese momento. Tardé en darme cuenta que no era simplemente ansiedad. Tenía hambre. Pero era distinto. Lo supe desde el instante en que lo comprendí. Nunca me había sentido de esa forma. Era un hambre voraz… animal. Los instintos más primitivos parecían estar despertándose dentro de mí.
Podía notar que algo en mí era distinto. Apoyé mis manos temblorosas sobre las sábanas de mi cama e inmediatamente noté que algo era distinto. La textura de la tela era diferente. O talvez era yo, que ahora la sentía en todo su detalle, como si repentinamente, si tacto se hubiera perfeccionado.
Me incorporé asustado, comprendiendo que algo dentro de mí no andaba bien. En medio de la oscuridad, tomé mi varita y me dispuse a abandonar la Sala Común de Gryffindor camino a la Enfermería. Fue recién cuando llegué hasta la entrada de la Sala que me percaté de que había caminado en completa oscuridad hasta allí. Y sin embargo, yo podía ver. ¡Veía con más claridad de la que jamás había visto, incluso a la luz del día! Conciente de ello, me apresuré aún más para llegar a la Enfermería. Algo no estaba bien… Aquello no podía ser normal.
Incluso mientras que recorría los pasillos de Hogwarts sentía distinto mi caminar. Era conciente de cada movimiento, de cada paso que daba. Podía sentir el peso de mi cuerpo equilibrándose sobre mis pies, asegurándome la estabilidad necesaria para la bipedestación. Era conciente de cada músculo, contrayéndose debajo de la piel para generar los movimientos. Podía sentir mi corazón, latiendo atolondradamente en mi pecho, víctima del miedo que me abrumaba en aquel instante. Podía escuchar mis pisadas con una agudeza que nunca antes había experimentado. Cada sonido a mi alrededor me llegaba como si alguien lo estuviera amplificando para mí.
Y entonces, como si se trata de una señal, mientras que recorría el último trecho hacia la Enfermería, escuché a un lobo aullar en medio de la noche. Era un aullido lejano, de algún lugar perdido en medio del Bosque Prohibido. Estaba convencido de que en otro momento, me hubiera resultado inaudible. Pero aquel día, podía escuchar cualquier cosa como si estuviera sucediendo junto a mí.
Y lo supe.
Supe que no andaba nada mal conmigo. Supe que ese era yo. Era mi naturaleza despertando después de quince años. Y lejos de tranquilizarme, el terror me invadió, paralizándome. Inspiré profundo, más conciente que nunca del aire frío entrando por mis fosas nasales y recorriendo el camino hacia mis pulmones. Espiré, y recuperé el dominio de mi cuerpo.
Lo primero que hice fue abalanzarme contra la ventana más cercana. Me asomé por la misma y elevé mi mirada hacia el cielo. Durante una fracción de segundo, tuve la esperanza de estar equivocado. Pero entonces, la vi. Y supe que no me había equivocado. Que era real. Que era yo.
Allí estaba, brillante y blanca, centelleando en medio del cielo negro, casi como si se estuviera burlando de mí. Era la luna llena más hermosa y aterradora que jamás hubiera visto.
Me desplomé en el suelo, derrotado. Envolví mi cabeza entre mis manos, sin saber qué hacer. Descarté la posibilidad de ir a la Enfermería, pues sabía que nadie podría ayudarme.
Dicen que los hijos son el reflejo de sus padres. Yo soy testigo de que es verdad. Nadie puede escapar a la herencia de sangre. Y yo no era, ni soy, la excepción. Lo supe aquella noche en Hogwarts. Lo sé hoy.
Allí estaba yo experimentando por primera vez lo que se convertiría en moneda frecuente todos los meses durante luna llena. Posiblemente se estarán preguntando si aquello que experimenté esa noche fue una verdadera transformación. La respuesta es no. Técnicamente, no soy un hombre lobo. La verdad es que no sé lo que soy. Simplemente sé que dentro de mí vive una criatura salvaje y voraz, que despierta con cada luna llena, demandándome comida. Reclama sangre, y potencia todos mis sentidos para ir en pos de ella. Y no se calma hasta que le doy lo que me pide.
Aquella noche, fue la primera vez que me encontré frente a una de las decisiones más difíciles de mi vida. Al igual que mi padre, tuve que elegir entre lo que era fácil, y lo que era correcto. Lo que estaba bien. Mi parte salvaje reclamaba ser alimentada, y mi lado racional me recordaba aquella vieja charla, seis años atrás, en la que mi padrino me había enseñado que siempre podemos elegir.
Aquella noche, yo elegí. Elegí ser dueño de mí mismo. Elegí controlar mi lado salvaje, dominarlo, contenerlo dentro de mí. Elegí el camino de mi padre. Jamás en toda mi vida me sentí más identificado con Remus Lupin que aquella noche. Recuerdo que me tumbé en un pasillo de Hogwarts, temblando y haciendo un esfuerzo descomunal por no volver a la Sala Común. Sabía que, de volver a mi habitación, correría el riesgo de perder el control y atacar a alguno de mis amigos. La desesperación por el hambre se apoderaba cada vez con mayor intensidad de mi persona, y llegó un punto en el cual creí que me volvería loco.
Y entonces, sucedió algo que podría haberse convertido en una tragedia. Pero que en cambio, resultó en la solución para mi problema.
Escuché unos pasos que se acercaban en mi dirección. Levanté la mirada y esperé a que el dueño de los pasos apareciera por el corredor en el cual me encontraba. Minutos más tarde, la diminuta figura de un elfo doméstico se apareció caminando tranquilamente, y pasando un plumero sobre las armaduras. No se había percatado de que yo me encontraba allí, pero yo podía verlo perfectamente, incluso podía olerlo. No era un olor exquisito, pero mi lado salvaje lo encontró apetecible, y tuve que hacer uso de todo mi autodominio para evitar atacarlo. Sorpresivamente, un gruñido escapó de mis labios, un sonido casi animal. El elfo se sobresaltó ante el sonido, y pronto se percató de mí, encogido junto a una pared.
—¡Señor! ¿Se encuentra bien? —se asustó el elfo, y se apresuró en mi dirección.
—¡No! —le grité, convencido de que si se me acercaba más no podría contenerme—. No te me acerques —le advertí.
—¿Se encuentra usted bien, mi señor? —me preguntó nuevamente el elfo, obedeciendo y deteniéndose en su sitio. —Talvez Ruffin pueda ayudarlo, señor —sugirió el elfo. Y allí, con esas palabras, llegó la solución. En un simple elfo doméstico que pasaba por casualidad por allí.
—Sí… Puedes ayudarme —acepté, sobrepasado por la situación. Tragué la saliva que se iba acumulando en mi boca, consecuencia del hambre que me estaba volviendo loco. —Necesito comida…—dije cada vez con más dificultad para controlarme.
—¿Comida? ¿Un pastel de calabaza? —sugirió Ruffin.
—No —dije, conciente de que eso no me quitaría el hambre—. Carne… Necesito carne, Ruffin. —le dije.
—Si, señor. Ruffin le traerá carne —se apresuró a obedecer la orden.
—¡Espera! —lo detuve a tiempo—. Cruda, Ruffin. Quiero carne cruda —especifiqué.
No sé por qué dije eso. No sé de dónde salió aquel pedido. Pero en cuanto Ruffin se apareció frente a mí con un plato repleto de carne cruda y sanguinolenta, supe que había estado en lo correcto. Mis pupilas se dilataron ante la visión roja y jugosa, y mi boca se llenó de saliva, lista para devorar. Mastiqué la carne sin dificultad, y la encontré más sabrosa que cualquier cosa que hubiera probado antes. Tardé escasos minutos en comer toda la carne que Ruffin me había traído, y rápidamente le pedí más. Ruffin no dudó en cumplir mi orden, y tras un segundo plato, sentí que lentamente me iba saciando, y que la bestia dentro de mi se calmaba, y se volvía mansa.
Fue una noche larga y dolorosa, durante la cual aprendí una lección que estoy seguro que me acompañará durante el resto de mi vida. Aprendí que no podemos cambiar lo que nos viene de nacimiento. Pero siempre podemos elegir qué hacer con ello.
Yo soy lo que por herencia he recibido. Soy mitad hombre lobo, mitad ser humano. Mitad mago, mitad metamorfomago. Y yo elijo qué hacer con ello. Puedo dejar libre al monstruo que hay en mí con cada luna llena. Sin duda, sería lo más simple. Lo menos doloroso y difícil. Podría descansar en la excusa de que no se puede cambiar lo que nos viene de nacimiento, y autojustificar cientos de asesinatos en ello. Pero cada luna llena, elijo ser yo. Elijo doblegar a la bestia, encerrarla en una jaula, y la alimento con carne cruda de vaca, para calmarla. Elijo el camino difícil y doloroso. Elijo luchar día a día contra mi otro yo. Elijo no matar por hambre.
Cada luna llena, yo convierto mi herencia de sangre en una elección. Es la misma elección que tomó antes mi padre. Y es esa elección la que me convierte en el Ted Remus Lupin que soy hoy.
Lo sé... Me he demorado una eternidad en actualizar esta historia. En mi defensa... ¡Se los advertí! Jajaja.
Estuve muy entretenida escribiendo la saga de Albus Potter que dejé un poco de lado al pobre de Ted. Pero bueno, ya estoy de regreso.
Hace tiempo que quería escribir este one-shot. De hecho, fue lo primero que se me ocurrió que podía escribir sobre Ted. Después, cuando empecé a desarrollar la idea de un FF sobre él, surgieron otras ideas que decidí desarrollar antes que esta. Pero siempre pensé que el hecho de tener sangre de hombre lobo no podía ser algo insignificante en su vida. Lo imaginé como algo difícil de sobrellevar. Como una verdadera prueba. Así es como yo me imagino que Ted tuvo que vivir su "naturaleza" particular.
Me gustó mucho escribir este capítulo. Es algo distinto a los anteriores, pues muestra algunas emociones que hasta ahora no había tenido oportunidad de tocar... como el miedo y la vergüenza... el autocontrol y la desesperación... La posibilidad y la capacidad de elegir. En fin, fue algo bastante nuevo para mi, con una cara distinta de Ted que hasta ahora no había manejado. Así que espero que les guste el resultado!
Haré una excepción hoy que no suelo hacer en esta historia... pero como no actualizaba hace mucho, voy a responder los reviews de los últimos capítulos.
RoseBlack-Malfoy: ¡Gracias por estar también presente en esta historia! Con respecto a tu review sobre el capítulo 8... Prometo desarrollar un poco más a los amigos de Ted. Sabrás más sobre Thomas White, especialmente en la saga de Albus Potter... Es un personaje que planeo incorporar a la tercera parte (La Era del Reclutamiento). ¡Así que estate atenta! Con respecto a tu review del capítulo 9... ¡Por supuesto que puedes pedirme algo! Es una excelente idea escribir sobre un momento entre Ted y los hermanos Potter... Así que futuramente prometo hacerlo! ;)
MiitzukoO-chan: gracias por incluirme entre tus FF favoritos! Siempre me pone contenta recibir reviews de lectores nuevos que me dicen que les gusta la historia. Pido perdón por la demora, y espero que te haya gustado!
Ronoel: Pareciera que lees mis pensamientos... Como le dije a RoseBlack Malfoy, verás más de Thomas White... Y efectivamente, aparecerá en la saga de Albus Potter. Es un personaje que entrará en escena en Albus Potter y la Era del Reclutamiento (III). Me gusta tu propuesta sobre la visión de Teddy ante el nacimiento de los hijos de Harry. Es uno de los momentos que planeo relatar a futuro... De todas maneras, este es un fic que no va en orden cronológico, por lo cual puedo darme el lujo de saltar de un momento a otro sin problemas! Jaja.
Lulip: me alegra que te enterneciera el capítulo pasado! Gracias por el review y espero que este nuevo capítulo te haya gustado.
Arcano: gracias por pasarte también por esta historia. Valoro mucho tus palabras porque te reconozco como un lector exigente, y el hecho de que esta historia te guste ya es mucho decir :) Con "Memorias" he probado algo completamente nuevo, porque supone ante todo escribir en primera persona, y en segundo lugar, me exige una visión muy interna del personaje, abordando un plano emocional de los personajes que hasta ahora no había experimentado con las otras historias que escribo. Así que es un desafío constante! Gracias por el review, y espero que te guste este capítulo.
Biocrow: gracias por el dato! Es información nueva que me has dado y que prometo darle uso. Saludos!
Yiye: Uf... creo que se me pasó un pequeño detalle si JKR dijo que Teddy iba a Hufflepuff! Jaja. De todas formas, en mi mente el siempre perteneció a Gryffindor, así que haré como si JKR nunca hubiera dicho eso jajaja Como vos bien dijiste, Ted esta en donde debe estar! Gracias por el review!
Linda Tonks: no tenes nada que agradecer! Adoro el personaje de Teddy Lupin, y de hecho, empecé a escribir esta serie de one-shots porque se me hacía un personaje sobre el cual hay mucho para contar. Espero que te guste como ha quedado este capítulo.
Heart of Melon: Harry y Teddy... Siempre imaginé que Harry sería un excelente padre, y por qué no, también un excelente padrino. Es alguien que ha sufrido mucho en su vida, y que nunca ha tenido alguien que lo cuida y lo ame como es debido. Todas las personas a su alrededor han muerto antes de que él pudiera compartir algo con ellos. Y creo que con Teddy, Harry se siente identificado, pues él también ha perdido a sus padres antes de poder disfrutarlos. Y no quiere que Ted sienta esa falta de amor que él tuvo que experimentar de por el review!
Gracias a todos, y no duden en dejar reviews porque me encanta recibirlos!
Saludos,
G.
