Dos aclaraciones antes de ir con el capítulo final:

Primera: Este es el final, siempre lo planeé así y en mi mente es la conclusión perfecta para esta historia llena de nostálgico amor y trágica comedia.

Segunda: Cuando presenté ante mi Beta este capítulo, literalmente la mujer me agredió, me hizo prometer un epílogo que escribí muy a mi pesar pero que encantó a muchas; dicho epílogo existe y está publicado en "Potterfics" bajo el título de "19 de Agosto" fecha en que fue publicado.

No planeo poner aquí el epílogo porque como he dicho, a mi gusto es innecesario, pero eso no significa que no lo publique si me lo piden. Yo les entrego el final de No me olvides con la esperanza de que les guste… de que les conmueva y de que les plazca…

A mí me llena el corazón y le he llorado tanto o más de lo que ustedes le han llorado…

Gracias a todos por leer… a quién comentó (SMaris, Aeerdna, Kinny, Sunny, miuri y más chicas que ahora por falta de memoria o tiempo no puedo poner) a quién leyó, a quién rió y a quién lloró…

Gracias

Yo les dejo este fic, para que no me olviden.

(Voy a contestar cada mensaje que me han enviado, lamento no hacerlo ahora, pero la Universidad me tiene ahogada; si quieren el epílogo, no tienen más que pedirlo y con algo de suerte en una semana o menos lo tendrán)

Saludos, cariños y abrazos

Makoto Black

Nada más sentir esa rara suavidad del frescor mañanero se dio la vuelta intentando tocar algo que le remediara el frío, pero no encontró nada a su lado y la sábana estaba lejos, enredada en sus piernas, así que tardó un poco en estirarse para jalarla hasta su espalda; cuando lo hizo y se sintió cubierta cayó en la cuenta de la ausencia a su lado, abrió los ojos lo suficiente para ver el vacío y sí, confirmó que a su lado no había nada. Movió la cabeza sobre la almohada preguntándose a dónde podría haber ido Ron, tal vez al baño o a la cocina y sonrió desperezándose. Sí, eso era, Ron había ido a la cocina, bostezó llevándose las manos a la cabeza y procuró alisarse el cabello rebelde, abrió la boca y consciente de que debía hacer algo por su aliento se sentó a la orilla de la cama y se metió el pijama con tiento.

No quería moverse mucho, no quería despertar del todo, el sol no salía por completo todavía y quería estar adormilada para cuando Ron volviera, para poder dormirse de nuevo con él; entró al baño y se enjuagó la boca todavía somnolienta, se miró al espejo sonriendo, acomodó mejor su cabello con los dedos húmedos y se dio la vuelta para volver a la cama mirándose todavía de reojo. Entonces lo vio, ¿o le pareció haberlo visto?

Se quedó paralizada dándole la espalda al espejo del baño despertando con una velocidad increíble, era su imaginación, era eso, el sueño le jugaba una mala pasada; pero había un problema, entre la biblioteca, los dormitorios de las chicas, el campo de flores, Ron a su lado y los gatitos barrigones nunca había soñado con un tatuaje en su espalda, por muy claro y bonito que fuera.

-Estoy dormida. –Se dijo sonriendo con los ojos medio cerrados y arrugando la frente, respiró profundo y pegó la barbilla a su pecho pensando en la noche hermosa que había pasado, arrullándose más bien con cosas lindas; lo que había visto era imposible, ella no tenía marcas de ese tipo en la espalda, ni lunares tan grandes ni cicatrices, tatuajes, quemaduras o manchas; sonrió más y dejó salir una risa dura y vacía, dio dos pasos hacia la puerta del baño disfrutando de saber que había dormido tan bien que ni siquiera salía aún del sueño.

De pie en la puerta del baño miró la cama revuelta con la ausencia de él y la ausencia de ella, algo andaba mal, entre todo ese vacío veía algo muy extraño; segura de que había algo de más en todo, miró con más intensidad el espacio y analizó el entorno, abrió más los ojos y despertó casi en totalidad, pensó las razones para tener esa sensación y luchando por descubrir lo que era terminó por obligarse a no creerlo, a negarlo, porque todo estaba bien; entonces sí despertó, aunque no hubiera querido, sus ojos estaban más abiertos que nunca y a pesar de tener la boca abierta de sorpresa su respiración se volvió pesada, corrió de regreso al espejo, le dio la espalda y sintió que todo se ponía negro a su alrededor.

-No… -murmuró sobrecogida por un miedo y una culpa que hubieran podido aplastarla con su peso. -… no… -repitió moviendo la cabeza de un lado a otro desesperada, aferrada al lavamanos con fuerza, como si al soltarlo fuera a caer por un abismo inconmensurable; no podía dejar de ver esa luna, una luna en su espalda, quiso llorar pero no se permitió hacerlo, simplemente porque se engañaba, solamente porque ¡No era cierto!, salió corriendo del baño y buscó en la habitación otra vez como si él hubiera podido volver en su estado, convencida de que no era verdad, que era un sueño tal vez, una pesadilla quizá, salió al pasillo muriéndose paso a paso, llegó a las escaleras y apoyada en el pasamanos de madera labrada se asomó a la planta baja, la puerta estaba abierta. -… ¡No, Ron! –Gritó a voz en cuello, desgarrada, con el llanto a las puertas de los ojos, con el ardor en el pecho tan grande como la casa misma.

-¿Qué pasa? –Neville salió del otro lado del pasillo, él dormía en la casa cuidando de Luna del otro lado del pasillo; Hermione no lo miró siquiera, corrió escaleras abajo ignorando todo, presa sólo del miedo a que pudiera ser verdad lo que ya presentía.

Salió despavorida, era como si la madrugada misma la acogiera para ese momento, cada paso que daba sobre la tierra húmeda de rocío era como llorarle a él, las nubes cubrían el cielo, el sol parecía renuente a salir y ella, Hermione Granger, corría hacia la reja, hacia el árbol, como si supiera exactamente hacia dónde había querido ir él antes de perderse; gritó, sí, la verdad es que sí gritó de dolor, no podía hacer otra cosa, distinguió su cuerpo tirado a pocos metros de la reja, distinguió su cabello rojo empolvado y también distinguió su espalda clara y limpia, una espalda sin mancha alguna. No pudo llegar hasta él, ¿para qué?, la habría mirado con los ojos vacíos sin saber quién era, la habría ignorado quizá como ella había hecho con él; dejó que todo lo que sentía la golpeara como un mazo en la nuca.

Ya no corrió porque las piernas no le respondieron y todo el peso de su cuerpo le pareció inhumano, cayó de rodillas y al frente metiendo las manos apenas para no golpearse el rostro que tenía que llorar, debía llorar; eso era lo que le debía a él que lo había dado todo para que pudiera sentirse como se sentía, completamente sola. Apretó las manos en fuertes puños sintiendo que se le moría un pedazo de alma, sus lagrimas cayeron lentamente en el suelo arenoso, dejó que entonces todo lo que sentía la consumiera, dejó que el dolor la matara; él ya no estaba para pedirle que le diera más tiempo, para abrazarla y decir que seguía siendo el mismo tonto.

-Hermione… -Neville se acercó a su lado y trató de levantarla, pero no se movió ni siquiera le volvió la mirada, seguía llorando, derramando las lágrimas que le parecieron una ofrenda a su amor agónico, sollozando tanto que la garganta le dolía como si se la estuvieran rebanando. -… Hermione… ¿Qué pasó? –Preguntó sin comprender, ella no podía hablar estaba perdida, desolada, no tenía motivos para seguir viviendo.

Neville le puso la mano en la espalda desconcertado, miró a su alrededor tratando de entender lo que pasaba, descifrar eso que no podía comprender; al mirar hacía la reja alcanzó a verlo, era un cuerpo, se paró para distinguir mejor y al verle el pelo rojo comprendió lo que pasaba. Se volvió a Hermione que de rodillas había optado por golpear el suelo con fuerza en repetidas ocasiones; acongojado le distinguió en la espalda la marca y comprendió todo, en eso ya nada había qué hacer; Hermione no desistió, estaba furiosa, había sido su error, su debilidad, su maldita sensibilidad, debía haberlo dejado, debía haberlo abandonado cuando lo supo todo.

-Vamos Hermione, hay que ir por él. –Murmuró mirando hacia la casa, vio las cortinas de su habitación moverse y esa cara pálida tras el cristal, Luna observaba con los ojos tristes pero seguros, como si estuviera conforme con lo que ocurría; Hermione no dejaba de llorar, daba de sollozos agudos, hirientes, largos y vibrantes, Neville sentía tanto dolor por oírla como por lo que pasaba. –Hermione… vamos.

-¡No!... ¡Es que esto no puede ser posible!... no es justo… no lo es… -dijo entre ahogos, el llanto ya no la dejaba hablar. -… ¡¿Por qué?... ¡He sido una idiota, una estúpida!... –llevaba tanto tiempo golpeando el suelo que sus manos estaban ya enrojecidas, sus dedos sangraban porque no había parado de arañar la tierra, y no le dolía; quería dañarse más, golpearse con más fuerza para castigarse por su error, se había dejado llevar por el amor y el costo había sido el amor mismo. -… es mi culpa… yo lo dije, dije la frase… ¡Pero no lo entiendo!, ¡No sé cuál era!... ¡No dije nada que no le hubiera dicho ya!

-Vamos… ven. –Intentó levantarla pero ella se negó empujándolo con fuerza, Neville agradeció que estuviera tan herida buscando la razón de lo contrario tal vez el dolor la habría trastornado de nuevo.

-Ve por él… llévalo adentro… -pidió llorando a lágrima viva, sacudiendo la cabeza de lado a lado; Neville no supo qué más hacer que obedecerla, caminó hasta Ron y le dio la vuelta, por un momento se congeló al verlo, no era lo que esperaba ver; lo alzó con dificultad apoyándolo en su hombro y regresó sobre sus pasos, Hermione les miraba ansiosa. -… Ron… ¡Oh Ron!... ¡¿Por qué? –Gritó desconsolada cuando pasaron a su lado, se arrojó hacia el chico, se lo quitó a Neville de los brazos y se tiró al suelo con él encima.

Hubiera deseado no ver eso, estaba despierto, los ojos abiertos fijos en la nada como dos cielos sin nubes, como dos mares tranquilos; algo se le hizo pedazos, intentó pensar que al menos habían sido felices, intentó creer que había valido la pena pero nada la aliviaba; le pasó la mano por la frente pero él no sentía nada, le apretó la mano, sus ojos ni siquiera se volvieron, estaba vacío por completo.

-Es tal como verte a ti ese día. –Neville lo dijo sin saber bien a bien lo que hacía, Hermione soltó otro grito de dolor, Ron ni siquiera escuchaba ya.

-No… -murmuró pegando su rostro al suyo, dejando que sus lágrimas corrieran por el de él con la esperanza de que lo hicieran volver o al menos de verlo hacer algo; pero no funcionó, Ron estaba perdido igual que ella lo había estado y se sintió inútil, tembló de impotencia aferrada a él. -… ¿Por qué?... dime por qué. –Lo sacudió clavándole las uñas en los brazos, pero él le miraba sin verla.

-Neville, llévatelo. –Luna se las había ingeniado para salir de la casa, encogida y tambaleante metida en una bata que apenas la cubría del frío, se tiró en el suelo al lado de Hermione; Neville luchó por quitarle a Ron de entre los brazos, ella no quería soltarlo, se negaba a perderlo; cuando logró arrebatárselo tenía las manos crispadas, los dedos sangrantes retorcidos como si hubiera dejado todo en ese abrazo; Luna se arrastró un poco y la abrazó, entonces Hermione lloró dando de alaridos que no se oían, porque ya tenía la garganta tan desecha que no podía ni gritar. –Ya, ya… tranquila.

-Ron… no lo entiendo. –Dio como único comentario mientras Luna la mecía para intentar calmarla y la mañana despuntaba como un día nublado, triste.

-Dijiste la frase. –Hermione negó y Luna frunciendo el ceño intentó hacerla recordar. – ¿Le dijiste algo que no habías dicho antes? –Volvió a negar entre hipidos tan fuertes que sacudía a las dos. –Has memoria, algo que se te salió sin querer… algo que no pesaste. –Hermione disminuyó el llanto y entonces recordó haber estado a punto de quedarse dormida y haberle dicho lo que más ansiaba decir, se separó de Luna para verla a los ojos, esos ojos azules que se lo recordaron más que nunca.

-Le dije que lo amaba. –Confesó mordiéndose los labios y Luna sonriendo triste no pudo menos que volver a abrazarla y tratar, sólo tratar de acogerla y no dejar que se sintiera sola.

Era un jueves y estaba sentada en el sillón de piel de Colacuerno Húngaro que Ron no había podido vender, mordía una galleta mientras organizaba las notas de las ventas de ese mes, que habían subido desde que tomara el negocio, más desde que la historia se había dado a conocer; todos querían ayudarla, a la pobre Granger sin padres y sin novio. La ventana abierta dejaba entrar un bello sol cálido y vivo, el departamento estaba tal cual él lo había dejado, incluso el jarrón azul que había volcado aquél día luego de besarla en la puerta estaba igual, nada había querido mover, era como si el tiempo no hubiera pasado; Hermione Granger hacía sumas con la velocidad de una calculadora, artefacto que podía recordar y Arthur Weasley quería aprender a usar, se removió en el asiento y cuando alguien apareció por la chimenea, apenas alzó los ojos de tan acostumbrada que estaba ya a sus visitas.

-Sacúdete los zapatos, acabo de lavar la alfombra. –Dijo mirando el pergamino, el sonido de los tenis golpeando el piso llenó la casa, luego esa persona se tiró en el sillón frente a ella y clavó sus ojos verdes para ver si lograba llamar su atención.

-¿Ocupada? –Preguntó sabiendo de sobra la respuesta, porque siempre le daba la misma, siempre la misma frase desde hacía tres meses.

-La verdad mucho, las cuentas no se pagan solas. –Masculló sin mirarlo anotando en una hoja la venta de una recordadora del siglo X y una Nimbus de colección; dio vuelta a la hoja a su lado y volvió a ver la solicitud de un sillón de piel de Colacuerno Húngaro, como hace tres días y la semana pasada; puso la hoja en la mesa y le prendió fuego con un movimiento de varita, ese era un mueble que no iba a vender.

-Ginny cree que deberías ir a verlo hoy. –Murmuró suave, como no queriendo la cosa, Hermione suspiró y no dijo nada, él miró a otro lado para dejar pasar el enfado; luego de un segundo en el que notó que se relajaba otra vez, volvió a arremeter. –Ha comenzado a hablar, ya sabe mi nombre… reconoce lo que es una lechuza… tal vez…

-No. –Sentenció dejando caer las notas y la pluma sobre la mesa frente a ella, se levantó de un salto y fue casi corriendo a la cocina, necesitaba café, cargado; Harry apretó las manos y frunció los labios.

-Hermione, bien sabes que no puedes estar sin él y es obvio que te necesita… por favor, ven a verlo… al menos visítalo de día, cuando pueda verte, acostumbrarse a ti, mirar tus ojos. –Pidió quedo, como ansiando ablandarla.

-No… ¡No lo haré! –Gritó sacando la taza y sirviéndose de mala gana de una cafetera encantada para bailar por la cocina, regalo de Arthur por navidad.

-Han pasado meses, Hermione, por piedad, ve a verlo. –Replicó esperando que esta vez cediera, aunque era la esperanza de siempre, de todos los días, de todas las semanas desde hacía seis meses.

-No… no iré… voy a verlo cuando sé que no puede darse cuenta porque no quiero que me recuerde. –Dijo respirando a cada paso para intentar parecer tranquila, aunque su mano estrujaba de tal forma la taza, que Harry creyó la haría pedazos.

-Eres lo más importante para él… ¿Por qué lo haces? –Preguntó, era la quinta vez que le preguntaba eso en el mes, aún no lo comprendía; se puso de pie y fue hasta ella, con la intención de que al verlo, se sintiera más a salvo.

-Porque no lo merezco… porque él encontró el medio para darlo todo por mí… y yo… -se volvió al fregador y puso la taza dentro, apretando los dientes para contener la rabia, cerrando los ojos para no llorar como venía haciendo todas las noches, cuando se quedaba sola en su habitación, en esa enorme cama para dos ocupada sólo por uno. -… le fallé.

-No fallaste, no había forma… tú lo sabes, Luna me lo dijo, hasta Neville lo ha confirmado… nadie te culpa, todos lo entendemos. –Se sentía frustrado, desconsolado de verlos en ese estado, era ya demasiado sufrir.

-¡Es que no me importan todos! –Gritó dándose la vuelta para mirarlo, Harry se quedó pasmado viendo cómo esos ojos volvían a llorar, le parecía que no los había conocido felices. –Me importa él… ¿Con qué cara voy a verlo si lo que le pasa es por mi culpa? –Preguntó entre el llanto, Harry bajó la cara y no dijo nada más; tardó unos cinco minutos en volver a estar calmada, minutos en que no se dijeron nada.

Hermione le sirvió café como hacía siempre que terminaban de discutir, como siempre que acababa el suplicio, él preguntaba cosas del negocio, le informaba de la casa y de si había cambios en su horario de dormir; hacían planes para cenar los jueves, como siempre, ella iba a La Madriguera cenaba con ellos mirando cómo Molly le subía la comida a Ron que ya empezaba a pasearse por su cuarto, luego esperaba a que durmiera, entonces entraba, lo miraba entre las sombras y volvía a casa, creyendo que todo estaba bien.

-Nos vemos en la noche. –Murmuró Harry al ir hacia la chimenea, ella le miró y antes que se alejara mucho exclamó:

-Llegaré tarde… Luna me ha pedido que nos veamos. –Susurró desconfiada, mirando el sillón solitario en que meses antes se habían atrevido a casi romper las reglas.

-No te va a ser grato… ya sabes lo que dirá. –Harry tomó polvos flú de un costado de la chimenea y entró mirándola todavía, ella sonrió a medias.

-Lo sé, pero no puedo dejarla plantada… ella no está bien. –Dijo sin mirarlo, agachada, Harry asintió y se fue de ahí sin decir nada más; Hermione se retiró a su habitación, a la cama vacía como siempre, se tiró sobre ella y se pegó la almohada a los labios, dejó que todo se le agolpara y lo dejó brotar como un grito agudo y largo; ese jueves como muchos antes, volvió a dejarse morir por sentirse tan sola.

El café estaba vacío a esa hora, el sol descendía y los comensales querían lugares más románticos, más rosas, ellas ansiaban algo serio, acogedor pero sobrio; la alcanzó a ver a pocos pasos, estaba igual de pálida que ese día, caminó a prisa y llegó a su mesa, se sentó ante ella y espero a que dejara la lectura, tenía en la mano folletos de Terrortours, todos referentes a Turquía y China; bajó los folletos y las manos le temblaban en demasía, la saliva se le atoró en la garganta, un dejo de pena que le nacía cada vez que la veía.

Cuando al fin apartó sus ojos de los folletos ya echados sobre la mesa, se volvió a la taza y bebió su té verde con lentitud y gozo; Hermione sospechó que aún no la notaba frente a ella, pero en cuanto dejó la taza se limpió los labios y alzó la mirada para hablarle.

-Llegué a pensar que no vendrías. –Dijo sonriendo amplio, a Hermione hasta la sonrisa le dolía, así que sólo movió los labios, como si no recordara cómo hacerlo.

-No podría plantarte. –Refirió mirando a la mesera que tomó su orden con velocidad y una sonrisa practicada.

-No, tienes compasión de una enferma. –Susurró emocionada de poder decir la frase, a Neville esas palabras lo habrían matado, con Hermione funcionaban; la castaña alzó los ojos para fulminarla con algo parecido a enojo pero que era en realidad pura sorpresa.

-Planeas un viaje. –Masculló para cambiar de tema, hablar de lo mal que seguía su salud no era algo que deseara, últimamente pensaba que no hablar de las cosas las volvía menos reales.

-Algo así… Neville quiere que tomemos nuevos aires pero por supuesto, no queremos irnos hasta saber que has ido a verlo y que estarás con él. –Exclamó sin tapujos, Hermione entornó los ojos, ya había pasado por los gritos de Ginny, los reclamos de Harry, las suplicas de Neville y ahora venían, por supuesto, las verdades descaradas y crudas de Luna.

-Él no recuerda por mi causa, entregó todo por mí y no pude hacer lo mismo… no merezco estar con él… está mejor lejos de mí. –Sentenció brutal y se enfocó en ver a otro lado, sin encontrar algo en qué poner su vista miró apenas el té frente a ella y sin siquiera beberlo se apoyó en la mesa y se levantó dispuesta a irse, antes que Luna pudiera decir más.

-Y si te dijera que hay una forma. –Luna se llevó la taza a los labios inmediatamente después, Hermione se volvió con la mirada ávida de información, con el reflejo de la esperanza en ellos.

-Mientes, no la hay… busqué todo. –Sentenció volviéndose hacia ella, apoyada en el respaldo de su silla.

-Te equivocas… había otra solución, una que Ron mismo dejó pasar de largo y que tal vez hubiera sido la mejor opción… -Luna la miró sonriendo ampliamente, Hermione frunció el ceño y se sentó frente a ella. -… y tú ya lo sabes.

-No sé de qué estás hablando, Luna… dímelo. –Pidió ansiosa, Luna se acomodó en su asiento y sonrió más, Hermione se moría de desesperación. –Luna, por piedad…

-Tiempo. –Contestó interrumpiéndola, Hermione se recargó con fuerza en su silla sin comprender, los ojos muy abiertos y la sensación de que intentaba engañarla.

-¿Tiempo? –Preguntó consternada, Luna asintió y ella sonrió irónica. – ¿Esa es tu solución?, tiempo… es lo que necesita, lo que lo sacará de su limbo. –Hablaba con un sarcasmo que habría hecho llorar a Neville, pero Luna ni siquiera se inmutó.

-Tú empezabas a recordar, ya tenías andado mucho camino pero él no pudo esperar… -Luna comenzó y fue como si Hermione entendiera todo, esas palabras la hicieron comprender una verdad que había estado ante ellos siempre, pero no habían querido ver. -… él debe funcionar igual, paso a paso, ayúdalo a volver.

-No sé si pueda hacerlo. –Murmuró sobrecogida.

-Lo amas, ¿no? –Preguntó suave, tomando su taza para darle otro trago.

-Sí. –Contestó sin dudarlo un segundo.

-Entonces, demuéstrale que tú si tienes lo que él no tuvo… -refirió con gentileza, Hermione esperaba asombrada y anhelante el secreto de todo. -… paciencia. –Luna le tomó la mano sobre la mesa y ella se quedó helada, parecía que era eso lo único necesario.

Los meses siguientes fueron un infierno, Harry, Ginny, Neville, Luna y la familia entera luchaban por hacer que Ron saliera del encierro con más rapidez, querían que cuando Hermione lo viera la cosa no le fuera tan complicada; le enseñaron a hablar, vestirse y comer de forma decente, en menos de dos meses, Molly se había sentado en calidad de educadora a su lado en la mesa y había tenido que recurrir a lo mismo que cuando era niño: manazos, pellizcos y besos apretados; Ron, espantado aprendió lento pero lleno de amor, rodeado de sus hermanitos, que ahora tenían de pequeños lo que él tenía de memoria. Para el cuarto mes era independiente, tímido, silencioso y vergonzoso además de torpe, arisco y efusivo cuando reconocía algo que ya había visto; mientras Ginny luchaba por hacerle entender que era su hermana, la pequeñita de coletas, Harry procuraba hacerle recordar que ya no estaban en primer curso, porque insistía en asistir a Pociones con la cara verde de espanto ante la idea de que Snape lo reprobara.

Hermione mientras tanto era acometida por el nervio, la idea de volver a encontrarse con el Ron niño era demasiado para ella, se mordía las uñas, se apretaba los dedos tanto que el tronido era ya el sonido de fondo de su vida diaria; se había vuelto tan asustadiza por la idea que Ginny le enviaba notas antes de ir a verla, el simple avistamiento de pelo rojo la alteraba al punto del llanto, lo que tenía a Harry vuelto loco.

Luna procuraba ponerla al día de lo que hacía Ron, hasta el momento no recordaba nada de ella, ni siquiera cosas de Colegio, suponían todos que era porque no la había visto; Luna se las ingeniaba para sacar a Hermione en las conversaciones pero él se quedaba mirándola fijo y ni siquiera podía pronunciar el nombre, para el siguiente minuto ni siquiera lo recordaba; Hermione lloraba en los rincones al escuchar semejantes comentarios, Neville la consolaba y Ginny casi se ponía a golpear a Luna, aunque Harry siempre estaba ahí para detenerla.

Las visitas nocturnas de Hermione terminaron, no podía ir a verlo porque despertaba de un momento a otro y nadie sabía cómo reaccionaría al verla, preferían esperar a que llegara un momento adecuado, una cena en la que todos se la presentaran, en la que pudiera estar a salvo con la familia para protegerlo de cualquier cosa, a él y a ella. Pronto ya no sólo era el nervio de verlo, era el pánico, ¿y si no recordaba?, peor aún, ¿y si recordaba todo y reconsideraba la relación, el amor, lo que sentía?

Ya no era tronarse los dedos de la desesperación ahora era morderse las uñas, gritarle a Luna que tenía que verlo, intentar empujar a Ginny y entrar en la casa por la fuerza, luchar contra Harry, pelear con Arthur y Molly por chimenea, intentarlo todo para poder verlo ya, ¡Ahora!, en ese preciso instante; siempre recibiendo el mismo argumento: "Espera un poco más, aún no está listo", "Queremos que lo veas lo mejor posible", "Dale tiempo", "Sé paciente" y por momentos desear ser Ron, tener el libro en las manos y correr a tatuarse un perro en la espalda.

Era un domingo templado, casi trece meses después de la conversación con Luna, cuando la ansiedad le ganó a Hermione; logró escaparse de la vigilancia de Percy que esa semana estaba de turno, aprovechando que la noche anterior habían estado agitados en casa porque Ron había recordado lo que era una escoba y se había puesto a volar torpemente con George. Salió temprano de casa, cruzó media ciudad, se apareció a varios kilómetros de La Madriguera y echó a caminar dispuesta a despertarlo, a verlo a los ojos y decirle todo, luchar por su amor paso a paso y recuperarlo aunque volviera a ser él a los sesenta.

Estaba asustada y por cada diez metros que avanzaba regresaba dos, se mordía el labio sin saber qué hacer, se apretaba los dedos y temblaba de impotencia; no sabía qué hacer, estaba asustada, nerviosa, descontrolada, llegó al punto de detenerse en un arbusto a pensar pero decidida volvió al ataque, ya no podía esperar más. Tontamente creyó que sería todo fácil, que iba a ser hablar y ya pero no era así, en cuanto distinguió la casa el temblor de las piernas la invadió y siguió caminando pegada a un grupo de árboles cercanos con la esperanza de que la cubrieran, por si se acobardaba. Pensaba en eso cuando lo vio y su corazón se detuvo.

Cortaba el césped, estaba medio inclinado ocupado en la podadora, artefacto que el señor Weasley recién había conseguido y que Harry le había enseñado a usar; decir que se le agolpó el llanto en el cuerpo sería poco, se tambaleó y tuvo que sujetarse de un árbol cercano para no caer, estaba ahí, ahora podía recordarlo todo, desde lo previo a la muerte de sus padres hasta lo que había pasado en casa de McGonagall; cada recuerdo le causaba un cardenal candente en el alma, todo sumado a ver a Ron ahí que no la recordaba; entonces él levantó la mirada al cielo, estiró los brazos y sonriendo miró la nubes, quiso huir, quiso evitar que la mirara y cuando se apoyó en el tronco para dar la vuelta, él se volvió y sus ojos se encontraron. Fue magnético, fue ajeno a ella y a él.

Se miraron un momento, hubiera querido con todas sus fuerzas correr y abrazarlo, llorar su dolor entre sus brazos, reclamarle, golpearlo, pero se contuvo; dejó que la felicidad de verlo la calmara, sonrió para alentarlo a esperar porque parecía dispuesto a irse, se acercó sonriendo y le miró a los ojos ansiosa, temblorosa, como si de un momento a otro se fuera a evaporar.

-Hola. –Susurró suavemente, él levantó las cejas como si aquella voz fuera imposible, como si el escucharla le revelara el mundo, y es que le parecía familiar, como si desde siempre la hubiera escuchado, como si dentro de su cabeza estuviera desde mucho antes esa misma voz.

-Hola. –Contestó, ella sintió la boca seca al escucharlo, él hablaba ya casi con total fluidez, como si nunca hubiera olvidado hacerlo. –Soy Ronald Weasley. –Dijo tendiéndole la mano con una sonrisa y a ella se le vino el dolor al cuerpo como si Bellatrix la estuviera torturando; por un momento se sintió caer de espaldas por un túnel inmensamente negro, inmensamente largo; quiso llorar, quiso deshacerse frente a él, creía que la recordaría, que la iba a mirar con los ojos alegres y la besaría, pero no, ella era una extraña y él educadamente debía presentarse tal como Molly y Arthur siempre le habían enseñado, ¡Quería arrancarse el corazón para que no doliera como estaba doliéndole!, era Ron, su Ron y lo había perdido.

-Yo me llamo… -comenzó con el corazón en la garganta, sus manos se tocaron y el túnel anterior se fue esfumando poca a poco, ese calor sólo podía dárselo él, sus mejillas se encendieron y un hormigueo le nació en el vientre y subió hasta el pecho; quiso gritar de pena, quiso morirse allí mismo si eso se lo devolvía, quiso agradecerle con lágrimas de sangre lo que había hecho pero en lugar de eso sonrió contenta de volver a tenerlo frente a ella, de que la vida le diera esa nueva oportunidad de conocerlo, de recuperarlo, de volver a hacerlo suyo como desde el comienzo. -… Hermione Granger. –Ron le miró la mano y luego la vio a ella frunciendo la frente como si tratara de encontrar en aquel contacto algo, el nombre era conocido, era algo que él ya había oído antes pero que además ya antes había sentido, no sólo oído, sentido, ¿Era eso posible?

-Me gusta tu nombre. –Confesó sonrojado, infló las mejillas incómodo por ser tan tímido y bobo, ella sonrió y dejó escapar algunas lágrimas que él no comprendió, porque ella reía y llorar de alegría era algo que él aún no recordaba del todo.

Hermione le miró sonriendo, segura de que todo iba a volver a estar bien un día; Ron la miró sin saber por qué sentía algo caliente en el pecho con tenerla cerca, sin saber por qué era capaz de recordarla con túnica de Colegio, petrificada en una cama, arrojándole canarios o leyéndole en una cama; Hermione sonrió entre el llanto y Ron sólo atinó a imitarla.

Era el momento de volver a empezar…