Mi pecado

Si lo amas déjalo ir, si regresa será tuyo. Pero que pasa si regresa multiplicado por dos

Si tuviera que confesar alguna vez uno de mis pecados, este seria.

Me acosté con un hombre que no merecía mi cariño y solo fue una noche…

Mi mente aun no logra saber como deje que esto sucediera, pero ahora que lo veo con la experiencia de la vida, me doy cuenta que me deslumbro su actitud de hombre malo, un varón prohibido que me hechizo y me hizo suya, sin que yo pusiera resistencia a sus embates.

Kagome tapo sus ojos rojos con sus manos, no deseaba confesar nada, pero el peso de su conciencia la mataba, estaba a un día de casarse con su amado Inuyhasa y la repentina aparición de su hermano la dejo helada.

No lo había vuelto a ver desde esa noche, la cuál recordaba perfectamente.

Tomo valor y levanto la mirada nuevamente, ante su prometido.

Su voz no lograba salir, le temblaba todo el cuerpo, rezaba por que la entendiera y las perdonara y lentamente comenzó a relatarle su pecado……

-Todo sucedió una tarde que regrese de improviso de casa, un día antes para ser exacta.

Me encontré perdida en el bosque y como no deseaba ser atacada me cambie a un kimono que había traído, escondí mis pertenencias y comencé a caminar sin rumbo fijo.

Llegue a una aldea y había una pequeña celebración

Me estaba divirtiendo, nadie noto nada extraño en mi y logre adaptarme gracias a que conté una pequeña historia, dije que mi prometido se encontraría conmigo mas adelante.

Desgraciadamente, mi mentira no logro protegerme completamente, varios aldeanos que habían consumido alcohol, me incomodaban, no deseaba causar problemas. Y me disponía a retírame del lugar cuando la pequeña Rin salio de unos arbustos, al verme séme arrojo a los brazos.

Kagome no deseaba continuar, sabia que esta lastimando a su amado. El solo la miraba y no reaccionaba.

Gracias a que lo había amarrado a la silla con su collar lo mantuvo sentado, sabía que había abusado de su poder sobre el, pero su conciencia la estaba matando, tenía que confesárselo antes que la despreciara más de lo que ella misma lo hacía.

Desgraciadamente para ella la conversación que tenían, no era privada, el tercero en discordia, el demonio de Sessumaru, se encontraba espiando cada una de sus palabras.

Sesshumaru no podía creer la noticia de la boda de su hermano, con la humana. Le pareció indignante enterarse por terceros de este acontecimiento.

Deseaba destazar a esa humana, se sentía contrariado, enojado, aliviado y triste, lo cual lo había tomado por sorpresa. Había pensado que un yukay no podría tener sentimientos como los sucios humanos, pero para su desgracia los había encontrado y fue a causa de la Miko Kagome.

No sabía ciertamente por que se había aparecido la noche anterior en la aldea de la anciana Kaede, pero una fuerza superior lo hizo moverse rápidamente, deseaba ver con sus propios ojos que su hermano reclamaría a la Miko como su hembra. Lo cual le apreciaría atroz dado que el ya la había marcado como de su propiedad.

No entendía como es que su idiota hermano no había percibido su aroma en la hembra y lo que verdaderamente le indignaba es que ni el podía percibirlo. Algo había hecho la Miko para atapar el nuevo aroma, deseaba saber que hechizo había conjugado para lograrlo.

Estaba seguro que ninguna hembra lo podría rechazar. Mucho más cuando fue ella la que provoco esta situación.

Pero si piensa un poco los acontecimientos de esa noche, tiene que admitir que la Miko no se comportaba normalmente y el tomo ventaja de esa actitud.

Deseaba comprobar el poder de su hermano sobre la hembra y al notar que se encontraba sola, tomo la ventaja dejándole a su cuidado a la pequeña Rin, sabía que los instintos de la mujer tomarían control al tomar en brazos a la pequeña.

Una sonrisa maligna se asoma en los labios de Sesshumaru, cuando retoma el hilo de la conversación de la hembra, desea escuchar como lo cuenta ella y de que se acuerda.

Kagome no logra gesticular ningún sonido, solo se escucha su respiración agitada y la mirada intensa de Inuyasha no mejora nada la situación.