.
Todos los personajes son de Stephenie Meyer. Todos humanos.
CODICIA MARCADA
.
*Perfección personificada*
.
-Mike por favor, deberías hacerme un enorme favor.
-Claro, dime Bella.
Mike Newton había llegado a penas hacía 5 meses a Fashion Rules, ocupándose de alguna manera de la contabilidad y asuntos directivos de los que no era capaz de llevar. Desde la fusión, la revista había mejorado muchísimo más, los números vendidos habían aumentado el doble y por consiguiente el trabajo nos estaba ahogando demasiado, así que habíamos decidido entre Edward y yo contratar a más personal.
Mientras él seguía en la dirección en las instalaciones de su propia sucursal de Fashion Rules, yo me había quedado en la mía. Directamente no era una buena idea trabajar juntos, por lo que habíamos tomado esa decisión.
-No voy a llegar a tiempo para recibir a los nuevos proveedores, así que ¿sería tener mucha cara si te pido que lo hagas por mi?
-Por supuesto que no, sabes que lo haré con mucho gusto, todo sea para tener contenta a mi jefa. - Reí, entrelazando mi mano con la de mi novio, quien caminaba a mi lado por el aeropuerto.
-En serio, hemos perdido el vuelo por culpa de estos Londinenses, encima de retrasar la reunión no han cerrado el acuerdo con nosotros.
-No todo puede ser de color rosa. - Sentí como Edward propinaba un apretón a mi mano y lo miré sonriéndole y articulando con la boca "ya cuelgo".
-Sí… Bueno Mike, cuando vuelva hablamos, gracias por todo.
-No hay de qué, bien lo sabes.
-Adiós Mike.
-Adiós.- Colgué.
Retiré solo dos segundos la mano de la de mi novio para guardar el móvil dentro del bolso. Seguía en silencio caminando a mi lado, me giré para sonreírle, pensando que él me estuviera observando, pero no lo hacía, miraba al frente, serio y con la mandíbula tensa. Aún así ya conocía la poca simpatía que sentía por Mike, pero sinceramente este último había sido el candidato más competente que se había presentado para el cargo que yo había pedido, así que ignorando su semblante de pocos amigos, pasé mi mano por su brazo, sobre la chaqueta americana que portaba, hasta llegar a su mano.
-¿Queda mucho para llegar?- Pregunté lo más inocentemente que pude. Él suspiró y se mojó los labios con la lengua, intentando cambiar su expresión.
-No.- Contestó con una sonrisa algo forzada, mirándome y entrelazando mejor su mano con la mía. Suspiré resignada.
-Solo es Mike. - Él cambió su expresión, y puso los ojos en blanco con una sonrisa irónica.
-Parece mentira que no te hayas dado cuenta aún de su interés por hacer un tan limpio y buen trabajo.
-Solo es un buen trabajador, el más competente de todos los que me enviaron el currículum.- Dije intentando relajarlo. Él volvió a suspirar de mala gana y nos quedamos en silencio, pero sin dejar de caminar, con las manos aun entrelazadas.
Sabía que Edward tenía sus miedos, pero no deberían ser más fuertes que los que yo a veces sentía. Él era el que había tenido un turbio pasado, y no es que quisiera recriminarle nada, bueno en cierto modo sí. No tenía que haber actuado de aquella manera nunca, pero al fin y al cabo había cambiado. Sabía que me amaba de una manera irracional e inexplicable, tanto como la manera en la que yo le quería a él. Pero a veces no podía dejar de pensar en qué pasaría si algún día volviera a las andadas, si algún día me dejara… quedaría destrozada y sin vida. Estaba segura.
Volví a mirarlo por el rabillo del ojo, intentando que no se percatara de la acción, y su mandíbula había vuelto a ponerse tensa. Chasqué con la lengua por la rabia que me provocaba su reacción y sus pensamientos sobre Mike, era un buen tipo. Estiré de su mano para que se detuviera y tomé su tenso rostro entre las dos manos, observándolo directamente a los ojos.
-Edward por favor, esto es ridículo. - Evitó mi mirada y miró hacia el suelo.
-Vamos a perder el próximo vuelo.- Se limitó a decir.
-No me importa, quiero que dejes de ponerte celoso, no tienes que estarlo, de verdad me molesta. - Sus ojos se movieron, pero nunca me miraron a mi. - Edward…
-Lo siento Bella, es que no puedo evitarlo.- Dijo con el ceño fruncido y la pena brillando en sus dos ojos verdes, en los que podía perderme horas y horas.
Yo sonreí de manera comprensiva, me alcé de puntillas y le besé la mejilla, sintiendo su piel masculina e intentando ignorar el estremecimiento que ya recorría mis fibras. Me separé y volví a mirarlo a los ojos con mi rostro a 5 centímetros del suyo, obligando a que él tuviese que inclinar la cabeza para poder mirarme.
-Tú eres el único, soy tuya, ¿algún día vas a comprenderlo?- Él sonrió con esa sonrisa suya socarrona y de suficiencia. Puse los ojos en blanco. - Te encanta escucharlo.- Completé dejándolo allí y comenzando a caminar de nuevo. A los pocos segundos noté como su brazo rodeaba mi cintura y me ceñía a su cuerpo, acompasando sus pasos a los míos.
-Sí, me encanta que me lo recuerdes.
Si bien Edward podía ser el hombre más dulce y romántico que pisaba la Tierra, también podía ser el más sensual y travieso. Mi respiración comenzó a descontrolarse cuando, la mano que había posado en un principio inocentemente en mi cintura, comenzó a otorgar caricias incitadoras, por todo aquel costado, siempre con el disimulo debido, pero no pasando desapercibidas para mí. Intenté controlarme cuando pasamos por el pasillo hasta entrar al avión que nos destinaría a Phoenix y solo me soltó para pasar por el estrecho pasillo.
-Es aquí. - Dije señalando los sillones.
Edward guardó nuestro maletín en los compartimentos de encima de los mismos y se sentó a mi lado, dejándome a mi la ventanilla. Su cabeza se apoyó en mi hombro como quien no quiere la cosa y una de sus manos volvió a hacer de las suyas, esta vez por mi abdomen.
-Edward.- Murmuré.
-¿Qué?- Preguntó divertido, sonriendo de la misma manera suficiente.
-Deja… de hacer… esto.- Ordené con gran dificultad, retirando su mano de mi cuerpo. - Hay gente, ¿sabes? - Reñí con el ceño fruncido. Él suspiró resignado llevó una de sus manos a mi mejilla, acariciándola con delicadeza y provocando que el calor llegara al mismo punto.
-Me gusta ser el dueño de esas reacciones.- Se acercó y me dio un beso en los labios.
-Eres el único, ya te lo he dicho.- Sonreí cuando sus ojos aún brillaron más y su sonrisa de suficiencia esta vez se convirtió en una de felicidad.
Su cabeza volvió a poyarse en mi hombro y entrelazó su mano con la mía, dándome suaves caricias con su pulgar al dorso de la misma. El piloto nos informó a los pocos minutos que íbamos a despegar, y sobre cuanto tiempo duraría el vuelo. No pude evitar quedarme dormida, aunque suponía que Edward también lo estaría. Nuestra estancia en Londres había sido dura, no habíamos parado, ni siquiera por las noches, y eso que ya llevábamos viviendo juntos 4 meses, pero eso era lo mejor, la pasión no desaparecía, Edward era insaciable, y la manera que tenía de hacerme suya era… totalmente increíble.
Desperté con algo de calor, raro, pues el aire acondicionado estaba puesto, llevé mi mano a mi frente pegajosa e hice una mueca de asco. Sentí el peso de la cabeza de Edward aún en mi hombro y lo observé, parecía todo un ángel durmiendo, nunca me cansaría de mirar sus facciones perfectas, pero aquel sofoco me molestaba bastante, por lo que con cuidado me dediqué a retirar su cabeza, haciendo que él se removiera y se apoyara sobre su sillón, con los ojos aun cerrados. Me levanté y me dirigí hacia el baño.
Pequeño, demasiado pequeño, me estaba agobiando entre el calor y aquel lugar sin apenas espacio, no cerré con pestillo pues iba a salir enseguida, solo necesitaba refrescarme un poco. Abrí el grifo del pequeño lavabo y me refresqué un poco la cara, entonces la puerta se abrió de golpe y entró él.
-¿Qué haces aquí? ¿Estás loco? - Susurré exasperada.
Con gran habilidad se giró provocando que su espalda chocara con mi cuerpo y cerró el pestillo, después se giró encarcelándome con la bendita prisión de sus brazos.
-Tú me vuelves loco, Bella.- Susurró en mi cuello, provocando que la piel se me erizara y no pudiendo reprimir el jadeo que salió a continuación.
Una de sus manos acarició mi pierna hasta llegar al borde de mi falda y siguió por debajo de la misma, gruñendo y haciendo que yo soltara un silencioso gemido cuando me presionó una de las nalgas.
-Puede venir alguien en cualquier momento.- Dije de manera muy entrecortada.
Él me ignoró y me sentó sobre el lavabo, sin parar de besar mi cuello y elevando sus manos para desabotonar los primeros botones de mi camisa, dejando expuesto solo mi sujetador.
-No van a venir.
Jadeó con fuerza sobre mi boca y sus manos ahora bajaban con facilidad mi tanga mientras yo me sostenía de su cuello. Después bajé mis manos para deshacerme de su pantalón y bajarlo un poco junto a sus boxers. Esto no estaba bien, pero ya no había remedio, no pensaba dejarlo así y mucho menos quedarme con este calor aun más sofocante que el anterior. Además era demasiado excitante como para dejarlo.
Llevé mis manos a su cabello revuelto mordiéndome el labio inferior, intentando no gemir fuerte mientras él lamía mi canalillo y mordía mis pechos por sobre el sujetador negro que llevaba.
Elevé su rostro con rudeza besándole con toda la necesidad contenida, mientras mis manos luchaban para tener algún tipo de acceso a la suave piel de su pecho. Sus manos se apoderaron de la parte más baja de mi espalda acercándome un poco más al borde del lavabo para sentir la punta de su erección, la cual enseguida comenzó a entrar en mi interior. Una vez más sin preservativo.
Sabía que algún día nos llevaríamos una sorpresa por jugar tanto con fuego, pero hasta el día de hoy, las pocas veces que lo habíamos hecho no había dado resultados.
Su espalda se dobló, hundiendo su rostro en mi cuello y dándome un mejor acceso a los benditos músculos que adornaban la misma, todos ellos míos, mordí su cuello intentando acallar los gemidos cada vez más intensos que pretendían escaparse de mis labios. Los agrupados globos de colores no tardaron en aparecer en mi mente a medida que sus embestidas aumentaban la velocidad, colores que como siempre, ni siquiera sabía que existían, hasta que en ese preciso instante todos explotaron junto al gruñido de Edward, dejándome en la cima de todo.
-Te quiero.- Susurró en mi oído.
-Te amo.- Dije sosteniendo su rostro con las manos.
Le di un beso más en los labios y comencé como pude a arreglarme, mi cabello era un fracaso, así que quité las orquillas con las que me había semirecogido el cabello para mejor hacerme un rápido moño, refresqué mi cara de nuevo y salí de allí antes que Edward, intentando disimular.
Travieso y perfecto, pensaba con una sonrisa mientras lo esperaba sentada en el sillón. Jamás en mi vida, pensé alguna vez en que algún día haría algo semejante, nunca.
-¿Se le ha quitado el sofoco señorita?- Preguntó él con su sonrisa traviesa, mi preferida.
-Sí, creo que alguien tenía el antídoto perfecto.
-¿Y quién era ese alguien?- Preguntó sonriendo y acercando sus labios a mi cuello.
-Edward… - Avisé. Él rió entre dientes antes de presionar sus labios en mi cuello.
-Mía.- Susurró suavemente en mi oído, provocando que su aliento se colara por el mismo y un escalofrío me recorriera todo el cuerpo. Después se puso bien sobre su siento, lo miré y esta vez fui yo la que se recargó en su hombro sonriendo.
Él era el hombre de mi vida. Nunca pensé en que algún hombre pudiera amarme tanto, él era el único que podría llevarme al cielo siempre que yo se lo pidiera, el único que podría hacerme feliz día a día, independientemente de nuestras pequeñas discusiones. Sentí su mano acariciar mi mejilla con toda la dulzura posible antes de que me dejara llevar por el cansancio y perderme en el mundo de los sueños.
Pues aquí llego con la Secuela que dije que escribiría :) Espero que os guste.
Muuá.