Bastián abrió con fuerza la puerta, con lo que el racimo de campanillas de latón se puso a repiquetear locamente, y corrió hacia aquel resplandor.

El señor Koreander cerró la puerta con cuidado y los siguió con la vista.

-Bastián Baltasar Bux –gruñó–; si no me equivoco, les vas a enseñar a muchos el camino de Fantasia para que puedan traernos el Agua de la Vida.

Y el señor Koreander no se equivocaba.

Pero ésa es otra historia y debe ser contada en otra ocasión.

POR ENDE…

La chica dejó escapar un débil suspiro, algo dentro de ella deseaba que en verdad no hubiera tenido que cerrar el libro para despedirse de todos y cada uno de los personajes que había conocido gracias a Michael Ende, quien de la noche a la mañana se había convertido en su escritor favorito. Todo se lo debía a una amiga de su madre, quien le había dado el mejor de todos los regalos del mundo: el libro que ahora tenía entre sus manos. Lo apretó con fuerza, imaginando todo por lo que Bastián tuvo que pasar para conseguir llegar a Las Aguas de la Vida y el cariño que Atreyu le tenía.

Suspiró de nuevo, sonriendo para sí misma e imaginado lo fantástico que sería ser parte del mismo libro, aunque el que había leído no era de color cobre ni tenía a las dos serpientes en la portada; ella aún tenía la esperanza de algún día poder entrar, pero el mismo señor Koreander había dicho que no todos los seres humanos podían entrar, además de que los que sí podían tenían algo en común: su nombre. Por lo tanto ella tenía que desechar esa idea, pues el suyo formaba TCT, ¡si tan sólo se apellidara de otra forma!

Miró por la ventana de sus salón de clases, sitio en el que había terminado de leer la novela y sólo pudo entristecerse al pensar que jamás su deseo se haría real, pero entonces no habría historia que contar, pues muy lejos, en un punto ignorado para ella ÁURYN resplandecía, sabiendo que pronto un ser humano se pondría en camino.

La chica pensó que en verdad era distinta del resto de sus compañeros de salón, en su interior se lamentó por leer ese libro de más de 400 hojas a los once años de edad, cuando sus personajes principales tenían un año menos que ella. Entonces, pensó que, si Fantasia está regida por los deseos y sueños de los humanos, tal vez ella podría contribuir a hacerla más bella.

Pero pasó el tiempo y poco a poco olvidó sus propios sueños, sus metas, la promesa que se hizo años atrás. Así, cuando contaba con esos dulces once años, había prometido encontrar Las Aguas de la Vida y enseñar el camino hacia ellas al resto de los hombres, mas ahora que había crecido y se daba cuenta que no todo en la vida es color de rosa se había dado por vencida, había dejado de soñar, había mentido tantas veces que había deformado a miles de fantasios, no cabía duda: se había convertido en un adulto sin voluntad, justo como había dicho Gmork. La única diferencia era que ni siquiera era un adulto: era una adolescente.

Para ella, todo había cambiado desde que sus sueños se habían desmoronado, desde que descubrió toda la maldad en los corazones de quienes le rodeaban, incluso en los de sus amigos más cercanos.

La chica tenía ahora unos catorce años, se encontraba en tercero de secundaria. La muchacha no era alta, pero tampoco baja para su edad, ni delgada ni gorda. Su pelo era largo de color negro azabache, le caía por la espalda, sujetado con una simple diadema. Portaba el uniforma de su colegio: una falda verde a cuadros debajo de la rodilla, calcetas verdes, camisa blanca de manga corta, chaleco verde y zapatos escolares negros. Era verdad: el uniforme era horrible, pero debía de portarlo si quería seguir en esa escuela.

En ese momento se encontraba mirando al cielo por arriba de la barda que había fuera de su salón de clases. Se encontraba a la mitad del receso, en sus ojos se podía ver una profunda tristeza, en efecto: minutos antes la maestra de Física le había pedido que etiquetara los libros de su biblioteca, grande fue su asombro al descubrir, entre una pila de libros viejísimos, una copia de su novela de antaño.

Desde hace mucho tiempo el recuerdo del libro se había esfumado de su memoria, pero ahora que lo volvía a ver en un estado lamentable en donde las hojas estaban sueltas y con varios rayones en muchas de las páginas, su corazón se intranquilizó y a gritos le reclamó el haber olvidado su promesa de años atrás.

Sus amigos trataron de acercarse a ella, mas como se notase que su mente se hallaba en otro sitio, no la molestaron en el resto del día. Apenas llegó a su casa se fue derecho al estante en donde guardaba su vieja colección de libros, y ahí, entre sus amigos de antaño descubrió al que había sido y seguía siendo su más valioso tesoro.

La edición estaba toda empolvada, era obvio puesto que desde que terminó de leerla en quinto grado no la volvió a tocar más que unas dos o tres veces. Sintió un extraño calor recorrer su cuerpo, quizás era el mismo sentir que Bastián experimentó al tomar el libro de tapas color cobre, eso no lo sabría hasta mucho después.

Lentamente subió las escaleras que conducían a su habitación, abrió la puerta con cuidado, tratando de no hacer ruido alguno, como si tuviese algo que ocultar; pero en ese momento sólo cargaba la mochila con sus útiles escolares y el libro en sus manos. El cuarto en el que penetró era de color blanco, sencillo, había un espejo colgado en la pared, una mesita de noche en donde estaba instalada una lámpara, un ropero y una cama individual. Con suavidad depositó su mochila a un lado de la cama y se acostó en ella, aún sin cambiarse el uniforme. Antes de abrir el libro lo miró unos segundos.

-Ha pasado mucho tiempo desde que te dejé, todavía recuerdo tu historia y maravillosas ilustraciones. Mientras tanto muchos cambios han ocurrido en mí, juré el mostrarles a los hombres el Camino para llegar a Las Aguas de la Vida, pero no lo he cumplido, quizás porque yo misma lo olvidé. Deseo tanto que todo sea como hace tres años, como cuando aún tenía la ilusión de viajar por Fantasia.

Mientras hablaba gruesas lágrimas habían resbalado por sus mejillas. Sin que ella se diera cuenta, en un lugar muy remoto, en la provincia de Fantasia, un resplandor comenzó a hacerse más y más fuerte. Ese resplandor provenía del centro mismo de Fantasia, de las dos serpientes, la clara y oscura que se mordían mutuamente la cola.

La chica no se dio cuenta, de hecho, nadie lo hizo, ni siquiera la Emperatriz Infantil se percató de este acontecimiento. Lentamente una semilla comenzó a germinar en el corazón de la humana, dicha semilla era el deseo de llegar a los confines de la Historia Interminable. Y pronto ese deseo se cumpliría, de eso pueden estar seguros.

Una suave brisa comenzó a caer en ese instante, ella apenas si se dio cuenta de ello, su mente estaba en otro lado. Se arrepentía de no haber cumplido su promesa, sentía una rabia consigo misma por faltar a su juramento. Pasó un rato antes de que pudiera tranquilizarse y abrió la primera hoja del libro, comenzó a leer:

La historia Interminable

LIBROS DE OCASIÓN

Propietario: Karl Konrad Koreander

Esta era la inscripción que había en la puerta de cristal de una tiendecita, pero naturalmente sólo se veía así cuando se miraba a la calle, a través del cristal, desde el interior en penumbra.

Fuera hacía una mañana fría y gris de noviembre, y llovía a cántaros. Las gotas correteaban por el cristal y sobre las adornadas letras. Lo único que podía verse por la puerta era una pared manchada de lluvia, al otro lado de la calle.

La puerta se abrió de pronto con tal violencia que un pequeño racimo de campanillas de latón que colgaba sobre ella, asustado, se puso a repiquetear, sin poder tranquilizarse en un buen rato.

El causante del alboroto era un muchacho pequeño y francamente gordo, de unos diez u once años. Su pelo, castaño oscuro…

-¡Hija, ¿ya llegaste?!

La voz de la madre de la chica la sacó de sus pensamientos, ella creía que llegaría hasta la noche, por lo que no se había preocupado de cambiarse o bajar a comer.

-¡Ya! –contestó sin bajar de su cuarto.

-Bueno, tengo que salir a un asunto urgente, llegaré algo tarde; si quieres comer, calienta la sopa que está en el refrigerador.

-¡De acuerdo!

Esperó a escuchar el sonido de la puerta al cerrarse y sólo entonces dejó escapar un suspiro de alivio, jamás le había gustado leer con su madre cerca, pues ella no entendía sus lecturas. Su padre no volvería hasta muy avanzada la noche o hasta el día siguiente, así que podría pasarse el resto de la tarde leyendo, por lo que retomó su lectura. No paró de leer hasta ya avanzada la tarde, cuando la lectura la condujo a la página 148, en donde Atreyu se había topado con Gmork y platicado sobre la aniquilación de Fantasia:

Gmork levantó la cabeza. El muchacho había dado un paso atrás y se había erguido.

-Soy yo –dijo-. Yo soy Atreyu.

-Atreyu, ya sé lo que sigue en tu historia y sé que lograrás llevar a Bastián, pero aún así no dejo de admirar tu valentía en cada lectura que doy a este libro. No sé si yo podría actuar como tú en tu lugar.

La chica cerró el libro, teniendo cuidado de poner un dedo como separación y así no perder la página en la que leía. Atrajo la novela contra su cuerpo mientras cerraba los ojos. Dio un profundo suspiro y no pudo evitar el hablar consigo misma.

-Si tan solo esta fuese mi puerta para llegar contigo, pero ¿podrías llegar a apreciarme como yo a ti?

En ese instante el rostro de la Emperatriz Infantil sonrió en su mente, lo que le causó un sobresalto y causó que abriera sus ojos ¡La Hija de la Luna le había sonreído! Pero entonces comprendió que ella ahora podía darle un nuevo nombre, el nombre que desde hace tiempo había estado guardando dentro de sí:

-Ahora lo entiendo, parece ser que desde siempre lo supe. Debo de ir a Fantasia para traer Las Aguas de la Vida, pero para ello debo de darte un nombre, Emperatriz Infantil, un nombre real, pues uno falso lo convierte todo en mentira… el nombre es…