Disclaimer: Nada me pertenece. Sólo los acontecimientos.

Capítulo 3: 'Más que emociones'

Cuando Ginny bajó a desayunar ese día sábado en la mañana, se encontró la sala común completamente vacía. No era extraño en todo caso, pues todos en el castillo aprovecharon aquel día que sería la última oportunidad para ir a Hogsmeade ese año. Ella decidió no ir al pueblo, estaba cansada mental y físicamente por una semana repleta de exámenes, y ella estudió como una maníaca para sacar un excelente en todos sus TIMO's, y a decir verdad, había ido tantas veces a Hogsmeade que la idea no la alegraba en absoluto. Atravesó la vacía estancia y se dirigió a la salida, estaba a punto de cruzar el retrato de la señora gorda, cuando sintió repentinos pasos tras ella.

Al voltearse para averiguar quien era el artífice de los pasos, chocó con los verdes y penetrantes ojos de Harry, quien la miró de una forma que ella no supo interpretar del todo.

¿Tristeza? ¿Nostalgia tal vez?

-Buenos días – Saludó la pelirroja, sin moverse de su posición, Harry le contestó con una sonrisa débil y automática - ¿Bajas a desayunar?

Harry dudó un momento. El torrente de emociones que surgían en su pecho, como remolinos, le alertaban que quizás acompañar a Ginny a desayunar no era la mejor opción, sin embargo aceptó, caminando hacia ella.

-Creí que irías a Hogsmeade – dijo Harry al llegar a su lado, con una voz mucho más ronca de lo normal - no esperaba encontrarme a nadie en la sala común.

-Quería descansar en el castillo, ya sabes, por todos los exámenes que hemos tenido esta semana – respondió ella – Es reconfortante estar solo de vez en cuando en este enorme castillo.

Y Harry le encontró toda la razón.

Bajaron de la torre de Gryffindor en silencio y descendieron la escalinata de mármol. Al llegar al gran comedor, se dieron cuenta de cuan vacío estaba el colegio. Solo unos cinco o cuatro alumnos por mesa desayunaban tranquilamente bajo un silencio casi sepulcral. Casi no había profesores tampoco. Todo el castillo debería estar disfrutando en el pueblo.

Sin embargo, mientras se sentaba con Ginny en un extremo de la mesa de Gryffindor, sintió que unos ojos oscuros, provenientes de la mesa de Ravenclaw, se clavaban en su rostro y permanecían fijos allí.

No quiso levantar la vista.

No después de todo lo que había ocurrido la noche anterior.

OoOoO

Después de mucho tiempo sin haberse sentido así, ella estaba tan feliz que irradiaba un aura mágica que de seguro encandilaba a sus compañeros. El día estaba precioso: las aves cantaban anunciando la cercanía del verano, los frutos mágicos se asomaban por los árboles y el sol parecía irradiar más luz que nunca sobre las empinadas colinas y el despejado cielo. Además, ya no habían más exámenes de que preocuparse, tenía el día completamente libre, y lo que completaba su maravillosa felicidad, era el hecho de que Draco Malfoy estaba con ella para acompañarla en tan esplendoroso día.

Con una imborrable sonrisa en el rostro y tomada del brazo del rubio, se paseaba junto a las estanterías abarrotadas de cosas al azar, que no tenían ninguna importancia, puesto que sus cinco sentidos estaban sólo con su rubio acompañante. A Pansy le hubiera encantado ir al salón de Madame Pudipié a tomar un té helado junto a él, pero sabía que Draco detestaba ese lugar.

Miró a su acompañante, y lo que vio en él hizo que su sonrisa se aflojara un poco. Él tenía la mandíbula tensa, apretada, y los puños tan crispados que sus nudillos estaban blancos, su entrecejo estaba levemente fruncido, y de seguro asesinaría a alguien con la mirada que tenía.

-Draco… – habló Pansy, insegura de lo que saldría de sus labios - ¿Ocurre algo?

El rubio ni siquiera se dignó a responderle. Solo se limitó a seguir caminando como un autómata, con su mente en Merlín sabe que cosa. De lo único que estaba segura la pelinegra, es que muy pocas veces había visto así a su acompañante, y tenía que tener alguna razón de peso para comportarse de esa manera.

De seguro, algo lo estaba carcomiendo de rabia.

.

….

.

Querida Hermione

Incluso el mismo enunciado le molestaba enormemente.

No sabes lo mucho que he pensado en ti todo este tiempo, los días se me hacen infinitos, sin contar la falta que me has hecho. Deberías venir a mi casa para este verano, a mamá le encantará tenerte nuevamente por acá…

¡Ese maldito Búlgaro estaba frustrando todos sus planes! Se notaba a leguas que babeaba por la rata de biblioteca, pero no podía creer que el sentimiento fuera recíproco. La sola idea le daba náuseas.

el último beso que te di todavía me quema los labios, sé que decidiste que no tuviéramos nada serio por la distancia, la fama y todo eso… pero no aguanto más. Necesito estar contigo…

¿Un beso entre esos dos? Que asco. Si no actuaba rápido, no podría llevar a cabo sus planes en el tiempo que él había predispuesto para lograr su cometido. Tenía que sacar a ese troglodita inmundo del camino…

Te quiero. No sabes cuánto.

V.K.

- Draco… ¿Ocurre algo?

La voz de Parkinson lo sacó súbitamente de sus pensamientos sobre la carta de ese búlgaro cavernícola. No respondió, sólo continuó caminando junto con Pansy para tratar de disipar todo aquello de su cabeza.

Al pasar cabeza de puerco, Pansy se detuvo brusca y súbitamente. Draco la miró con una ceja alzada, y descubrió como su mirada destilaba un odio y un rencor tan profundos que hasta él temió un segundo, tenía el ceño muy fruncido, los labios apretados y temblaba de furia. Siguió la línea ocular de la morena y se sorprendió al ver a Granger sentada en una banca alejada de los locales del pueblo, escribiendo esmeradamente sobre un trozo de pergamino pequeño.

- La inmundicia no nos deja siquiera caminar en paz – Vociferó Pansy, tan fuerte que Granger alzó su mirada unos cuantos segundos. Sus ojos chocolate pasaron de una furiosa Pansy a Draco, lo miró un instante a los ojos, y siguió escribiendo sin siquiera inmutarse.

Pansy se soltó del brazo de Draco y una palabrota salió de sus labios aristócratas, sacó su varita, con una furia tan grande por la indiferencia de la castaña que era raro que no le saliera humo por la nariz, como un dragón colérico. Se acercó corriendo hacia Hermione quien ni se movió, hasta que la morena quien respiraba tan agitadamente, le había desperdigado sus cosas de un manotazo, haciendo que el tintero se desperdigara por la hierba tiñéndola de negro. Al fin, la Gryffindor levantó la mirada, desafiante, enfrentándose a Pansy que mantenía su varita alzada y notoriamente temblorosa.

-¿Se te ofrece algo, Parkinson? – Preguntó la castaña calmadamente, mientras doblaba el pergamino en el que estaba escribiendo y recogía sus cosas con una tranquilidad inusitada.

-¡Vete de aquí, inmunda! – Gritó la morena, con la varita tan temblorosa que era improbable que un hechizo bien hecho saliera de allí. La castaña no despegó la mirada de ella - ¡Ahora!

-No sabía que esta banca era tuya, Parkinson. No he visto tu nombre en ningún lugar.

-No me provoques, sangre sucia, que tu osadía puede costarte muy caro.

-¿Costarme caro? Me atrevería a decir que no sabes hacer bien siquiera un lumos.

A Draco eso le hizo mucha gracia, no pudo evitar sonreír.

-¡Cómo te atreves! – La Slytherin pegó su varita con tanta fuerza al cuello de la castaña, que ella dio un imperceptible gemido de dolor - ¡Eres una asquerosa, ensucias todo el mundo mágico con tu sangre podrida y…!

Pero lo que fuera que Pansy iba a decir en ese momento, quedó ahogado en su garganta. Draco avanzó hacia ella y la tomó bruscamente de la muñeca, quitándole así su varita. La Slytherin lo miró con los ojos desorbitados, anonadada por el comportamiento de su compañero de casa. Él la miró unos instantes, como si nada en el mundo pudiera atravesar ese duro rostro y esa fría coraza.

-Déjala tranquila, Pansy – le dijo después de un minuto. Y no era una petición, era una clara orden.

A la pelinegra se le llenaron los ojos de lágrimas en un solo instante, su labio inferior tiritó y balbuceó algo que ni Hermione ni Draco lograron comprender. Luego se irguió, quitándole su varita al rubio, y salió corriendo en dirección contraria, sin mirar hacia atrás.

Hermione se tocó el cuello adolorido, donde la varita de Parkinson la había tocado, de seguro le quedaría alguna marca, la morena había presionado muy fuerte contra su cuello. Luego, como dándose cuenta de que no estaba sola, subió los ojos hacia Malfoy, y al notar que él la estaba mirando eliminó completamente el contacto visual.

-Deberías controlar a tu novia, Malfoy- Habló ella, como si nada - Es un poco neurótica.

El rubio no respondió, sólo limitó a sentarse en la banca, justo a un lado de la castaña. No hablaron por unos minutos, mientras la Gryffindor reparaba mágicamente sus tinteros y recogía su morral. Después de un rato, exasperada por el silencio, habló:

-¿Parkinson no se enojará si te quedas aquí?

Draco se encogió de hombros, como si la sola idea le importara un comino.

Hermione no se atrevió a continuar con la carta que le estaba escribiendo de respuesta a Víctor con Malfoy a su lado, sin intenciones de marcharse. Guardó todas las cosas restantes en su morral y se levantó para ir a las tres escobas y terminar allá su mensaje acompañada de una helada cerveza de mantequilla. Pero al parecer, Malfoy no quería dejarla en paz, en absoluto. El rubio se levantó y la siguió.

-¿Qué quieres ahora, Malfoy? – La Gryffindor suspiró, tratando de calmarse. Estaba harta de que Malfoy siguiera con ese estúpido comportamiento de "tengamos una tregua, podemos ser los mejores amigos de la vida".

-Granger, sólo estas en mi camino, no te lo tomes personal.

Hermione se volteó, molesta e irritada. Siguió caminando rápidamente hacia las tres escobas por las abarrotadas calles llenas de estudiantes. Al entrar a la taberna se dirigió hacia la larga barra y ordenó a la señora Rosmerta una botella de cerveza de mantequilla bien helada. Después de todo, el calor se estaba tornando insoportable tanto fuera como dentro del bar.

Ya estaba sacando el pergamino, el tintero y la pluma para continuar su carta, cuando sintió que alguien se sentaba a su lado, al levantar la vista sintió unas incontrolables ganas de vaciar la botella entera de cerveza de mantequilla en esa platinada cabeza.

-En serio, Malfoy ¿Qué quieres? – Preguntó, dándose por vencida - ¿No puedes dejarme tranquila?

Y el muy descarado no respondió, ni siquiera la miró. Le dirigió una irresistible sonrisa a la señora Rosmerta y ésta le trajo casi corriendo una jarra llena hasta el borde con cerveza de mantequilla.

Hermione volvió a guardar sus cosas, primero muerta antes de escribir a Víctor al lado de ese.

Bebieron sus cervezas en silencio, Hermione sentía los ojos de Malfoy taladrándola sin compasión, molestándola. De repente sintió un fuerte aroma a tabaco impregnarse en el ambiente, giró el cuello para ver al rubio, y se sorprendió al verlo fumando despreocupadamente, a vista y paciencia de toda la taberna.

-¿Qué demonios haces? – Dijo ella, frunciendo el entrecejo.

- Pensé que eras más inteligente – Dijo, exhalando el aire. Ella frunció aún más el ceño – Era una broma.

-¡Fumar está prohibido! – Chilló, con una voz de prefecta que lo hizo soltar una pequeña risita.

-No estamos en Hogwarts, Granger. Acá puedo hacer lo que se me venga en gana.

-Aún así eres menor de edad, no deberías fumar en las narices de los profesores.

-Mientras no estemos en los terrenos de colegio, no pueden llamarme la atención

Hermione suspiró, rendida. Él tenía razón.

-¿Quieres uno? – Malfoy le señalaba la cigarrera de plata fina. Ella negó con la cabeza automáticamente.

-No estoy acostumbrada a matarme deliberadamente, Malfoy, muchas gracias.

-Te apuesto cien galeones a que nunca lo has probado siquiera.

Ella se sonrojó frunciendo el entrecejo levemente. Él sonrió socarronamente, probando su punto.

-No… es decir… Hace mal.

-Ya, pero eso es sabido por todos en el planeta, incluso por los que fumamos.

Hermione lo miró, con una extraña expresión en sus ojos.

-¿Cómo puedes fumar eso mientras sabes que te estás matando poco a poco?

Draco se encogió de hombros, mientras expulsaba aire por su nariz.

-No pretendo vivir cien años, Granger. Hay cosas peores que el tabaco.

Hermione lo miró entornando los ojos.

-¿Peores? ¿Cómo qué?

-Las relaciones humanas. Causan una dependencia aún mayor que el mismo tabaco. Al menos existen los parches de nicotina y tratamientos para dejar de fumar...

Hermione meditó un momento las palabras del rubio. Luego sacudió su cabeza, decidida a no darle la razón.

-Es una de las reflexiones más cobardes que he escuchado en mi vida – dijo, después de pensarlo bien – Y eso ya es decir mucho.

-No es un punto de vista cobarde, Granger, es bastante realista. Prefiero matarme con algo que me causa un placer, a morir a los cien años sufriendo por la gente y sus complicadas formas de encariñarse y relacionarse. Al menos hay terapias para dejar el tabaco, la gente marca mucho más que el cigarrillo, te lo puedo asegurar.

Hermione suspiró rendida, y dio un trago largo a su fría cerveza.

-En un extraño sentido, tienes razón. Pero aún así, pienso que es una cobardía limitarse a los vicios por miedo a vivir como se debe. La vida es una constante interacción humana, Malfoy, quieras o no te relacionarás con gente, te enamorarás, harás amistades, sufrirás y todo lo demás que conlleva el convivir con la sociedad, a menos, claro, que decidas aislarte a una montaña solitaria con cantidades industriales de tabaco para matarte solo – Bebió nuevamente, dando un suspiro luego de terminar – Incluso si vivieras como un ermitaño seguirías siendo parte de la sociedad.

Malfoy sonrió de medio lado, dio una última calada a su cigarrillo y se lo ofreció a una sorprendida Hermione. Ella lo miró extrañada.

-Adelante, pruébalo – le dijo él, ofreciéndolo como si fuera una inocente tableta de chocolate – No te harás adicta al tabaco con sólo probarlo una vez, Granger.

Hermione titubeó un momento, después de todo no acostumbraba a confiar en quien había sido su enemigo durante seis largos años, pero quizás con la valentía que la cerveza le había propinado, tomó el cigarro que Malfoy le ofrecía y lo miró como si fuera una bomba que podía estallar en cualquier momento. El humo que salía de él danzaba en el ambiente, creando diversas figuras vaporosas.

Tragó saliva y se decidió. No podía ser tan malo si todo el mundo lo hacía. ¿O si?

Se llevó el cigarro tímidamente a los labios y aspiró levemente. Un suave humo se apoderó de su boca, no sabía mal, de hecho tenía un leve aroma a vainilla.

-Trata de aspirarlo con la nariz, que el humo no pase a tu garganta – escuchó decir a Malfoy, quien le observaba los labios.

Y lo hizo. Con mucho cuidado sintió que el humo llenaba su sistema respiratorio, sin embargo la mirada de Malfoy la incomodaba tanto que se desconcentró y parte del humo se coló por su garganta, sintiendo una picazón incontenible. Comenzó a toser de manera estrepitosa, muchos se voltearon para ver que le sucedía.

-Para ser la primera vez que aspiras humo de tabaco, no lo hiciste nada mal – Draco dio una calada al mismo cigarro y lo apagó contra un cenicero lleno de colillas. La castaña seguía tosiendo estruendosamente.

Cuando su tos se había calmado casi por completo y ya podía respirar con normalidad, bebió un trago de su cerveza y con los ojos con lágrimas se dirigió hacia Malfoy.

-Recuérdame no hacerte caso nunca más, ha sido horrible.

-La primera vez siempre es horrible, Granger.

Hermione lo miró con los ojos entornados mientras se secaba las lágrimas de tanto toser. En ese momento se abrió la puerta del bar y escuchó el ruido de unos pasos apresurados. Hacia ellos.

-¡Que le estás haciendo, maldito hurón! – Era Ron, se dirigió rápidamente hacia la barra con la varita alzada, y el rostro tan rojo como su cabello - ¡Déjala en paz!

Draco lo miró como si fueran desperdicios de dragón.

-Ron… - comenzó Hermione, pero su voz sonó un poco ahogada por el humo que seguía en su interior.

El pelirrojo debe haberlo interpretado como si ella se encontrara angustiada, además sus ojos llenos de lágrimas no colaboraban con desmentir el hecho.

Ron se abalanzó contra Malfoy, quien en un intento de defenderse, se corrió hacia un lado y Ron se golpeó en el pecho con la barra. Se volteó hacia el escurridizo rubio y se acercó a zancadas, dejando su varita olvidada y recurriendo a los puños.

-¡Ron, para! – Chilló Hermione, ya más repuesta - ¡Malfoy no me ha hecho nada!

Pero Ron no escuchaba, daba puñetazos al aire sin alcanzar a Malfoy que hábilmente los evadía. Un hombre alto se levantó de una de las mesas cercanas a la barra y agarró a Ron por la túnica para que no siguiera lanzando golpes, pero el pelirrojo seguía insistiendo dando todo un espectáculo.

-¡Suélteme…! – Gritaba Ron, fuera de sí, alzando sus brazos y sus piernas para liberarse – ¡No volverás a molestarla, hurón canalla!

Hermione se paró delante de él, con el ceño fruncido y el rostro lívido. Ron cesó un poco en sus movimientos

-Ronald, cálmate, Malfoy no me estaba molestando en absoluto.

-¿Cómo…? – Ron pareció calmarse de repente - ¿Y por qué lloras entonces?

-No tiene nada que ver con que Malfoy me haya hecho algo, Ron, sólo estábamos conversando.

Ron miró alternativamente a Malfoy y a Hermione, como si nunca hubiese oído algo tan inverosímil en toda su vida. Luego, dirigiendo sus ojos a la castaña como si ésta estuviera loca de remate, abandonó las tres escobas.

Hermione suspiró ruidosamente, se sentó nuevamente en su puesto, y miró a Malfoy que parecía tan tranquilo como siempre.

-Parece que tú también deberías controlar a tu noviecito. Es igual de neurótico que Pansy.

Hermione no pudo evitar sonreír.

-Touché.

OoOoO

No lo podía creer.

De veras ¡No lo podía creer!

¿Hermione Granger, hablando pacíficamente con Draco Malfoy? Tenía que ser una broma de muy mal gusto.

Azorado, Ron se dirigió hacia el castillo a enormes zancadas. El ver a Hermione con el hurón déspota le habían quitado todas las ganas de pasar un agradable sábado en honeydukes, probando los nuevos chocolates rellenos con salsa de merengue picante. Caminó por los terrenos iluminados por el soleado día, atravesó la enorme entrada de roble del castillo y subió de tres en tres los escalones de la escalera de mármol luego de cruzar el vestíbulo.

Tan enfurecido iba hacia la torre de Gryffindor, que no se dio cuenta que alguien venía en dirección contraria a él en el pasillo del segundo piso. Quien quiera que fuera, era una chica que había caído al suelo estrepitosamente, él alcanzó a arrimarse a la pared para no caer.

Estaba a punto de ayudarla a levantarse, cuando se dio cuenta de quien era.

-¡Fíjate por dónde caminas, comadreja asquerosa! – Gritó, una furiosa Pansy Parkinson, con los ojos llenos de lágrimas. Ron, estupefacto, trató de ayudarla a levantarse, sobándose la espalda - ¡No me toques!

Ella se levanto con dificultad del suelo, sacudiéndose la túnica. Los ojos los tenía rojos y su labio inferior tiritaba incontrolablemente. De seguro había estado llorando

-Lo siento, Parkinson – se disculpó Ron, olvidando que era una Slytherin, y sintiendo una peculiar compasión por la chica que se deshacía en sollozos desesperados.

-No quiero tus disculpas, Weasley – dijo, secándose el rostro con la manga de la túnica negra. Avanzó hacia Ron y lo empujó de su camino para seguir caminando. Al poco rato se perdió de vista.

Con todo el incidente ocurrido con Parkinson en el pasillo, Ron se olvidó momentáneamente de lo enojado que venía por culpa de Hermione y Malfoy. Subió hasta la torre de Gryffindor, dijo la contraseña y cruzó el retrato para entrar a la sala común. No había absolutamente nadie, ni siquiera Ginny que se había quedado ese día para descansar. Subió hasta los dormitorios de los chicos de sexto y encontró a Harry, tendido boca arriba en su cama, mirando atentamente el techo como si fuera lo más interesante en el mundo.

-Harry – el pelirrojo se acercó a él, y se sentó en el borde la cama de su amigo – Harry, ¿Me oyes?

El aludido desvió los ojos del techo y miró a Ron al rostro. Tenía la mirada perdida y los labios unidos en una sola y recta línea.

-Estás raro desde la mañana – dijo Ron, preocupado – Más bien, desde ayer en la noche. ¿Pasó algo con Cho?

Un destello de tristeza cruzó los ojos de Harry, Ron tragó saliva.

-¿Es eso? ¿Qué quería Cho anoche?

Harry abrió la boca, dubitativo. No era que no confiara en Ron, pero sus actos lo avergonzaban, y no estaba seguro de que Ron fuera la persona indicada para un consejo, más aún tomando en cuenta que él era el hermano de Ginny…

¡Pero qué demonios! Ron era su mejor amigo, y eso nada lo podía cambiar. Cuando se decidió a hablar se incorporó y dio un enorme suspiro, ordenando sus pensamientos. Pero nada alcanzó a decir, Ron lo interrumpió abruptamente.

-¡Hermione! – gritó Ron, de repente, dándose un golpe en la frente con la palma de la mano.

-Estás mal de la cabeza Ron, soy Harry…

- No, no. ¡Es Hermione, ella es la que está mal de la cabeza!

Harry alzó una ceja, demostrando su incredulidad.

-Fui a las tres escobas a saludar a la señora Rosmerta y a comprar una cerveza de mantequilla, cuando la encontré charlando amenamente con el hurón oxigenado.

-¿Con Malfoy? – Harry lo miró, como si Ron hubiese confesado que bailaba ballet con Snape los viernes en la torre de Astronomía.

-¡Te lo juro! Al principio pensé que la estaba molestando, porque tenía los ojos brillantes de lágrimas… pero luego lo defendió, ¡Y dijo que solo estaban conversando!

-¿Seguro que no bebiste demasiado, Ron?

Ron chasqueó la lengua, molesto. Harry hizo un gesto con la mano, dejando en claro que le creía.

-Debemos hacer algo, Harry. Hermione puede correr peligro junto a ese mal nacido. No confío en Malfoy, y definitivamente no llegará el día en que lo haga.

Harry miró a Ron un momento, pensativo. Luego suspiró y se dirigió hacia su mejor amigo.

-¿Sabes? Esta vez es mejor dejarlo en manos de Hermione.

-¿Qué?

-Lo que oyes. Ella está lo suficientemente crecida y es madura como para decidir por si misma lo que quiere para su vida y lo que no. Si ella cree que juntarse con Malfoy es una buena decisión, supongo que tendremos que aceptarla, a fin de cuentas ella siempre ha estado con nosotros en las buenas y en las malas.

Ron no podía más de estupefacción.

-¿Te estás oyendo, Harry? ¡Es Malfoy, el mismo que nos ha hecho la vida imposible durante 6 años! – Ron bufó sonoramente – Si quieres mi opinión, creo que es una traición hacia nosotros… ¡Siempre la hemos defendido de él!

-No me malinterpretes Ron, a mi tampoco me agrada. Pero confío en que Hermione sabe lo que hace, y si llega a cometer algún error por culpa de sus decisiones, ahí estaremos los dos para apoyarla. Al menos yo sí lo estaré. No puedo negarte que también me duele… pero es inteligente, y es nuestra amiga.

-¡…Pero es Malfoy!

-¡Y ella es Hermione! – Harry se masajeó las sienes, como lo hacía la castaña cuando Ron la exasperaba – Escucha, ni siquiera tienes pruebas de que tengan una amistad o algo así. Solo los oíste conversando. Aún así, tenemos que hablar con ella.

Ron no parecía muy convencido de los argumentos de Harry, aún así, asintió silenciosamente, sin decir ninguna palabra más.

OoOoO

Se juraba a si misma no volver a estar junto a Draco Malfoy en una taberna, ni en ningún lugar en el que pudiera haber alcohol. No sólo había probado por primera vez el tabaco, si no que se envalentonó y probó también el whiskey de fuego y una jarra llena de hidromiel añejada con especias. El problema ocurrió cuando se levantó del asiento de madera, se sentía tan mareada que no creía lograr llegar a Hogwarts sin caerse unas cuantas veces en el intento.

Y el maldito Malfoy se reía descaradamente desde su asiento, sin vergüenza, y él era el culpable de todo. Absolutamente de todo.

-Nunca creí verte al borde de la borrachera total, Granger – Al muy descarado se le salían las lágrimas de la risa.

-Esto es exclusivamente culpa tuya, Malfoy. Si no fuera por tu 'buena influencia' yo no estaría en este estado. Así que o me ayudas a salir de aquí y llegar al castillo sana y salva, o te dejaré incapacitado de tener descendencia.

Malfoy negó con la cabeza, resignado. La tomó del brazo para ayudarla a salir de la taberna. Seguramente eran más de las siete de la tarde, el sol ya se encontraba muy abajo en el cielo. Si se apresuraban llegarían al castillo antes de que terminara la cena. Si bien la castaña no había tomado casi nada, a opinión del rubio, para ser la primera vez era demasiado. Ella hacía su mejor esfuerzo para no tambalearse, pero sentía que el suelo era de arena movediza y su vista se nublaba cada vez más.

-A este paso llegaremos después de la media noche – dijo el rubio, suspirando derrotado – Ven.

Condujo a la castaña hacia la misma banca en donde se encontraron horas antes, y la sentó, poniendo sus manos en los hombros de ella y mirándola directamente a los ojos.

-Quédate aquí. Vuelvo enseguida.

-No pretenderás dejarme aquí, abandonada a mi suerte…. – dijo ella, con la poca suspicacia que podía demostrar estando en ese estado.

-No, Granger.

Hermione no dijo nada, secretamente confiaba en que Malfoy le estaba diciendo la verdad (Claro, nunca lo confesaría). Vio al rubio alejarse en dirección a las tiendas de Hogsemade, hasta que se perdió entre los pocos alumnos que aún rondaban en el pueblo..

Lentamente, un horrible sentimiento de vacío se instaló en su pecho.

OoOoO

En la sala común de Slytherin, no sólo la chimenea ardía. Al parecer, cierta morena parecía echar más fuego que la misma hoguera. Pansy se encontraba acuclillada sobre el sofá, con el ceño fruncido y los labios aprisionados entre sus blancos dientes, apretaba fuertemente su bufanda esmeralda y plata mientras sus ojos estaban clavados fijamente en el fuego verdoso, el cual crepitaba ruidosamente.

Pansy sentía que las llamas quemaban sus entrañas con un odio que se expandía dentro de ella, como la misma plaga. Enferma, insana.

-¿Admirando la belleza del fuego, Pansy? – Preguntó una voz tras ella, que lejos de sonar cordial poseía un tono burlón inconfundible - ¿O ardiendo de rabia?

-Cállate – Masculló la morena, sin alejar los ojos del fuego incandescente.

Se escuchó la puerta de la sala común cerrarse fuertemente, Pansy se levantó y volteó su cabeza con la esperanza de que fuera Draco quien hacía aparición en la estancia, pero para su decepción, era sólo Theodore Nott. El joven que estaba junto a Pansy sonrió socarronamente, mostrando su blanca dentadura contrastando con su piel negra.

-Te están dejando plantada, ¿Eh, Pansy?

-Zabinni – murmuró ella, venenosamente – Déjame en paz.

-Parece que hay una enfermedad en el aire – dijo Zabinni tan fuerte, que incluso varios chicos se dieron vuelta a mirarlo. Pero él pasó sus ojos de Pansy a Theodore – Al parecer, el mundo se está enamorando últimamente.

-No es sorpresa para nadie que a Parkinson le guste Malfoy – masculló Millicent Bullstode hoscamente, desde una esquina apartada.

-Si, pero parece el gusto por los rubios se está expandiendo como una enfermedad contagiosa – siseó el joven, malévolamente - ¿No es así, Nott? ¿Qué opinas?

El castaño Theodore Nott lo miró tranquilamente unos instantes. Sus ojos azul claro reflejaban una paz interior muy contradictoria a la rabia que centellaba en los ojos de Pansy, y a los maléficos ojos de Blaise.

-No lo sé, Blaise – dijo tranquilamente, mientras se colocaba un suéter negro y se disponía a salir nuevamente – Sólo se que alguien siente debilidad por los… hijos de muggles.

La mirada de Zabinni se oscureció aún más, si eso era posible. Pero antes de que pudiera decir algo en contra del castaño, se escabulló por la salida de la sala común con una sonrisa triunfal es sus labios. El moreno gruñó sonoramente y se sentó junto a Pansy, que seguía irradiando una rabia increíble.

Ambos se quedaron allí, contemplando el fuego como unas verdaderas serpientes ponzoñosas.

OoOoO

Si fuera una situación normal, Hermione Granger estaría completamente hechizada al ver una puesta de sol tan hermosa como la que se lucía en ese instante en el cielo, los destellos rojos y naranjos resplandecían entre las montañas altas y majestuosas, y las nubes se teñían de un escarlata tan intenso que parecían estar cargadas de sangre. Además, el celeste desvaído entre los colores intensos se tornaba cada vez más oscuro, y dejaba entrever los astros que titilaban tímidamente en el cielo, presentándose de a poco y llenando el creciente cielo nocturno.

Si, era una visión realmente hermosa y digna de admirar, pero ella no podía dejar de pensar en ese maldito hurón que la tenía abandonada en esa helada banca de piedra de Hogsmeade, hace lo que ella estimaba deberían ser tres cuartos de hora. Maldito niño aristócrata, mimado… déspota.

Resopló, molesta, y decidió ir caminando hacia Hogwarts antes de que el sol quedara irremediablemente escondido tras esas enormes montañas y el camino se hiciera más difícil. Cuando viera al rubio, se encargaría de castrarlo sin varita.

Se levantó, menos mareada pero con el cuerpo más pesado, decidida a recorrer el largo trayecto hacia el castillo, completamente sola.

Un paso, dos, tres… eso sería más largo de lo que había estimado. Sus pies estaban pesados y entumidos, pero definitivamente no quería quedarse allí a pasar la noche.

-¿Dónde crees que vas? – Preguntó una voz tras ella, que hizo que inmediatamente se quedara tiesa – Te dije que me esperaras.

La castaña resopló, molesta. Dio media vuelta para encararlo, cuando la imagen proyectada hacia sus ojos la derritió. Draco Malfoy estaba a dos o tres metros de ella, con dos vasos plásticos – muggles – con un líquido humeante dentro y una bolsa transparente llena de deliciosos pastelillos de distintos colores y tamaños. Sintió que el corazón se le encogía de repente, Malfoy estaba haciendo algo, para ella, y por ella…

El rubio se sentó en la banca y colocó ambos vasos sobre la fría piedra, abrió la bolsa de plástico y la dejó también a un lado. Levantó la mirada hacia Hermione y sonrió de medio lado, como sólo él sabía hacerlo.

-No voy a comerme todo esto solo – dijo, sin abandonar esa maldita sonrisa que hacía sentir sus piernas como una gelatina sin solidificar.

La castaña se acercó, vacilante y se sentó en el espacio libre que quedaba luego de la comida y Malfoy. Tomó uno de los vasos plásticos y bebió, notando como el café de grano la reconfortaba, tenía un leve sabor a chocolate, que le suavizó el paladar y la garganta. El rubio bebía de su café, que desprendía un olor a vainilla penetrante, los rojos rayos del sol teñían su platinada cabellera, logrando que su cabello se viera anaranjado y sus ojos levemente más cálidos.

-¿Por qué tardaste tanto? – Se atrevió a preguntar ella, luego de tanto silencio.

-Tuve que caminar bastante, no había ninguna cafetería abierta – bebió un sorbo de su café – Encontré un local abierto cerca de la estación de trenes, ese que vende artículos muggles.

-Hubiera sido bastante divertido ver a Draco Malfoy comprando en una tienda de artículos muggles.

Draco hizo una mueca de resignación. Hermione sonrió.

-No es la primera vez que voy a una de esas tiendas… - dijo de repente, luego de haber masticado un pastelillo de melaza y naranja – Una vez fui a una famracia.

-¿Farmacia?

-Eso. El asunto es que necesitaba preservativos, con urgencia.

Hermione casi se muere atorada con su pastelillo de chocolate blanco.

-Eso es aún más extraño – dijo la castaña, luego de recuperarse de la repentina tos – Draco Malfoy usando preservativos muggles. Inconcebible, insólito.

Él se encogió de hombros.

-Era eso o arriesgarme a tener hijos – Dio otro sorbo a su café - ¿Y tú Granger, usas métodos muggles o mágicos?

Hermione lo miró extrañada.

-¿Métodos de qué?

Malfoy puso los ojos en blanco. ¿No era obvio?

-Anticonceptivos, por supuesto.

Y la castaña agradeció no tener nada en su boca, porque de seguro se hubiera ahogado irremediablemente, o en su defecto lo hubiera escupido en la cara del rubio. Malfoy pareció notarlo, y una sonrisa burlona apareció en sus finos y pálidos labios.

-Eres toda una novicia ¿Eh, Granger? – dijo él, sin borrar esa sonrisa de suficiencia y perspicacia – No sólo nunca habías probado el tabaco y el alcohol, si no que también eres virgen.

Ella se sonrojó escandalosamente, y se metió el resto del pastelillo completo en la boca a modo de protesta. Finalmente, cuando terminó de masticar, habló.

-No me avergüenzo de ello. Estoy orgullosa de guardarme para quien realmente me ame.

Draco la miró, y en su rostro no se reflejó ningún asomo de burla.

-Supongo que está bien – Admitió el rubio, luego de un rato – Es completamente válido.

Cuando terminaron de comer, lanzaron la basura a un contenedor mágico que flotaba a unos cuantos metros del banco de piedra y se pusieron a caminar en dirección al castillo. Ya había oscurecido, pero el cielo conservaba todavía una tenue nebulosa anaranjada. Las estrellas comenzaban a asomarse por sobre sus cabezas, mientras andaban a paso lento por el sendero que conducía a Hogwarts.

-¿Te sientes mejor? – le preguntó el rubio, a los pocos minutos de haber iniciado la marcha. Era complicado el trayecto, habían muchas piedras y la oscuridad se hacía más permanente conforme se internaban más en el sendero.

-Si… - murmuró la joven, dando un imperceptible suspiro – Gracias, Malfoy.

El aludido se paró en seco, procesando lo que dijo la castaña. No recordaba ninguna ocasión en la que alguien le hubiese dado las gracias por algo, mucho menos alguien como ella. Nunca. Miró la espalda de Granger, quien continuaba su camino a zancadas para esquivar las piedras, y secretamente sonrió antes de que ella se diera la vuelta.

-¿Pasa algo? – preguntó, un poco agitada por la marcha, mientras un leve rubor encendía sus blancas mejillas y su pecho subía y bajaba rápidamente.

El rubio negó con la cabeza después de unos segundos de observarla, y siguió caminando, junto a ella.

OoOoO

Era extraño que la torre de Astronomía estuviera desierta, considerando que era de noche, y que en esa época del año los astros brillaban con más intensidad sobre el oscuro cielo, al menos eso creía ella. Sólo una persona permanecía absorta en el cielo nocturno, que se veía reflejado en sus grandes ojos celestes. Luna no comprendía por qué nadie apreciaba los astros que brillaban incesantemente, y solo se conformaban con los placeres banales. Sus compañeros de casa, de seguro, estaban celebrando el fin de los exámenes en la sala común con una fiesta llena de alcohol y música estridente.

Sin embargo, ella era feliz contemplando la quietud de la noche.

Los pasos que se escucharon tras ella no la alarmaron, siguió mirando hacia el cielo sin inmutarse. El dueño de los pasos se sentó junto a ella, quien no despegaba sus orbes de los astros. Al cabo de unos minutos, Luna dirigió su mirada a aquel extraño que no despegaba su vista del cielo.

-¿Has visto los blrúridos? Dicen que salen a las doce con doce minutos en dirección a Neptuno, pero nunca he tenido la oportunidad de verlos.

El chico se tomó su tiempo para girar su cabeza hacia la rubia, quien estaba solo a un palmo de distancia de él. El Slytherin suspiró y negó con la cabeza.

-Ni siquiera había oído hablar de esas criaturas.

-Oh – Musitó Luna. Fue el 'Oh' más hermoso que Theodore había escuchado en su vida – Son unas criaturas realmente hermosas, según mi madre me dijo una vez.

Luna volvió sus enormes ojos hacia el cielo, contemplando las constelaciones que brillaban sin cesar en el oscuro cielo nocturno.

Y a pesar de todo el esplendor del cielo, de la belleza que irradiaban las estrellas, y de la magnificencia de todos los cuerpos celestes visibles, Theodore Nott solo podía admirar la luna.

OoOoO

-Por Circe – jadeó la castaña, atravesando el último tramo antes de llegar a las puertas del castillo – Deben ser más de las diez de la noche.

-Hay que entrar con precaución. No estamos de guardia y Filch nos puede atrapar – inquirió el rubio, dando un último resoplido.

Antes de atravesar las puertas de roble, Malfoy jaló de la mano a la Gryffindor repentinamente, sin ninguna advertencia o explicación alguna y la arrinconó en una pequeña esquina justo tras la entrada del castillo. La piedra fría hizo que se sobresaltara, pues su piel estaba tibia antes del contacto con el mohoso material.

-¿Qué mier…? – pero ella no alcanzó a pronunciar su pregunta, la mano de Malfoy le cubría la boca repentinamente, haciéndole saber que seguramente él había visto u oído algo.

-Shhhhht –

Voces. Seguramente Filch acompañado de alguien más entrando al castillo por la puerta principal. Los pasos cojos del celador parecían cada vez más lentos mientras hablaba con un hombre que tartamudeaba. La cercanía del rubio la estaba asfixiando, y aunque el Slytherin ya había sacado su mano de la boca de la chica, ella sentía que teniéndolo tan cerca no podía respirar.

-Malfoy… - Susurró, pero nada más salió de su garganta, al tener los ojos grises del rubio a tan solo un palmo de distancia. Tan grises, tan fríos, tan Malfoy

Podía oler su cuerpo, un perfume varonil que no había sentido tan de cerca nunca en su vida. Un aroma tan embriagante que la hacían querer estar en sus brazos para siempre. Le recordaba al invierno, a la nieve. Olía a frío, a hielo, a Malfoy.

-¿Si? – Habló el, suave, ronco, arrastrando las palabras. Pronunciando, modulando, enseñando los dientes y la lengua brillante.

De manera deliberada o sólo coincidencia. ¿Qué importaba? Era hipnotizante y adictivo…

Y fue ahí cuando Hermione perdió el poco control mental que poseía, fuera por el alcohol o por las circunstancias. El aliento del rubio le golpeó el olfato como una ola furiosa contra las rocas en una playa invernal. Olía a menta, eucalipto y a Malfoy.

Alguna clase de magia la dejó sin defensas al ver los labios de él tan cerca, remojándose. Sus ojos destellando un brillo que nunca había visto en ningun otro par de ojos…

Tragando saliva, la castaña miró anonadada los ojos del rubio. Entrecerró los suyos propios, se acercó levemente a su boca, y…

El grito enfurruñado que lanzó Filch le hizo dar un brinco. Súbitamente la magia del momento se perdió.

-¡Alumnos a estas horas! – Gritó el celador, desde el interior del castillo. El corazón de ambos dio un vuelco enorme - ¡Y en la torre de Astronomía! Malditos mocosos, cuando los pille…

Y su voz fue alejándose a medida que subía los escalones del vestíbulo.

Hermione se soltó rápidamente del rubio, roja al más puro estilo Weasley. Caminó y cruzó la entrada al castillo, con Malfoy a sus espaldas, sintiendo cómo los latidos de su corazón se agolpaban ruidosamente en sus oídos. Al pisar el primer escalón de mármol se volvió, aún ruborizada por el íntimo encuentro entre ellos, y miró a Malfoy directamente a los ojos, con vergüenza.

-Bu-buenas noches – le murmuró, sintiendo que el contacto visual la mataba. Comenzó a subir los escalones, y cuando estaba a punto de llegar al final, la fría mano del Slytherin le tomó la muñeca. Ella no se volteó, intimidada por la nueva cercanía de él.

El rubio la tomó por la cintura muy suavemente, y colocó su boca a un palmo del oído de la castaña, haciéndola tiritar con el escalofrío repentino que sacudió su cuerpo. Sentía nuevamente el aroma de su boca y de su piel.

-Buenas noches – Susurró, y la soltó lentamente, alejándose.

Hermione creía que se le iba a salir el corazón del pecho.

OoOoO

Si, estaban en aprietos. Eso era indiscutible e innegable. Aún así, ella no podía parar de reír.

-Nos van a capturar s sigues riéndote así – Habló su acompañante, pero él tampoco podía parar de reírse. Estaban ambos agazapados en el armario de los telescopios, en el que se guardaban todos los instrumentos de las clases de Astronomía. Luna estaba sentada sobre unos gruesos tomos de mapas planetarios, y él estaba acuclillado a su lado, pero era tan alto que estaba a su misma altura. Luna se cubría la boca con ambas manos para que su risa no hiciera escándalo, y Theodore se mordía el labio inferior, con los ojos brillantes.

Fuera se escuchaba la ruidosa respiración de Argus Filch, que, iluminado solo con su farola de aceite, caminaba cojeando por la torre.

-Se que están ahí, pilluelos… mocosos arrogantes… malditos escuincles…

-Lovegood – susurró el chico, mientras Luna alzaba su mirada y lo veía – Eso que hiciste, francamente…

Pero ambos tuvieron que volver a taparse la boca para no hacer audibles sus carcajadas. La rubia se sujetaba el estómago que comenzaba a dolerle por las reprimidas risas que le causaba la situación. No recordaba haber reído nunca de esa manera, sin contar la vez en que se tragó por accidente un Yygnof de seis brazos, que le hacía cosquillas en el estómago.

Por su parte, Theodore, no podía creer lo que estaba sucediendo. Estaba riendo, junto a ella, con ella…

A los pocos minutos Filch pareció desistir de su intento de encontrarlos, ya que lo escucharon bajar por la escalera de caracol y no volvieron a oír nada más. Con cuidado, Luna salió del armario seguida por el Slytherin, quien aún mantenía una enorme sonrisa en su rostro.

Cuando se miraron a la cara, otra carcajada los invadió, aunque menos ruidosa, fue más intensa. Theodore veía los ojos celeste agua de luna brillar con la poca luz del aula, y su cabello rubio y lacio centellaba con resplandores dorados cuando la luz se escapaba de las rendijas del cielo.

-Pensé que te caerías de la torre – Habló nuevamente él, con las mejillas entumecidas – Parecías una araña…

-Tenía que distraer a Filch – se defendió ella, con una sonrisa – Estuvo a punto de pillar a mi amiga Hermione fuera del colegio.

Súbitamente Nott recordó lo que habían visto. Draco acompañado de Granger, juntos, fuera del castillo a las once de la noche, era algo completamente inverosímil e inesperado. No importaba que casi los hubieran pillado a ellos fuera de la cama y a esas horas, había compartido risas con ella, y había podido pasar más tiempo a su lado.

-Es mejor que vayamos a la cama – dijo ella – Es una suerte que no nos haya pillado Filch, pero no creo poder contarlo dos veces.

Nott asintió en silencio. Si, todo era demasiado perfecto como para durar.

Todo, siempre, era demasiado efímero.

Bajaron todo el trayecto hasta la torre de Ravenclaw, tratando de hacer el menor ruido posible, no querían tentar la suerte que habían tenido. Al llegar a la entrada de su sala común, Luna se volteó hacia el Slytherin y le sonrió.

-Es curioso – dijo, con esa vocecita soñadora que la caracterizaba, y con los ojos bien abiertos, simulando vidriosas ventanas.

-¿Qué cosa? – Preguntó el luego de un momento, ya que Luna no había vuelto a hablar.

-Pues, que hace mucho tiempo no lo pasaba tan bien. No tengo muchos amigos.

El castaño le sonrió tímidamente. Pero Luna continuó.

-Y, además, ni siquiera sé tu nombre.

-Nott – respondió él, suave – Theodore Nott.

Luna le sonrió, mostrando una majestuosidad en su rostro que le hacía verdadero honor a su nombre. Se puso de puntillas, y besó la mejilla de un sorprendido Nott. Se volteó, y antes de responder la pregunta para entrar en su sala común, le dirigió una mirada al castaño.

-Buenos noches, Theo.

Y entró a su sala común.

No supo si fueron minutos, u horas, pero sintió que todo su cuerpo quedaba petrificado. Claro, menos sus labios, que se curvaron en una tímida sonrisa.

-Buenas noches para ti también, Luna.

OoOoO

El rubio cruzó la entrada de la sala común de Slytherin, que aparentemente estaba vacía. Mejor, no le apetecía hablar co nadie más que consigo mismo. Es cierto, había logrado su cometido, tenía un poco más cerca de Granger, y si seguía así, la tendría completamente enamorada antes de comenzar el próximo curso. Sin embargo, algo que le inquietaba y no lo dejaba en paz como una espina clavada entre los dedos, era el hecho de que la tarde con ella le había… agradado.

Lamentablemente para su confundido cerebro, su monólogo interno quedó interrumpido por unos apresurados pasos que subían desde el dormitorio de las chicas hasta la sala común.

-¡Draco! – la voz de Pansy le taladró los oídos, como un molesto zumbido - ¡Merlín, estaba tan preocupada!

Ella corrió hacia él, con su provocativo pijama de encaje, y se acurrucó con él en el sofá de la sala común. Él ni siquiera se inmutó cuando ella insistía en darle besos sugerentes en el cuello. Luego Pansy desistió, Draco no respondía a ninguno de sus arrumacos.

-Estoy algo molesta contigo – dijo, a modo de puchero. Malfoy sólo gruñó, odiaba cuando Pansy se hacía la pequeña consentida – No puedo creer que hayas defendido a esa asquerosa sangre sucia y me hayas denigrado frente a ella.

No supo por qué, pero al oír el insulto hacia Granger, Draco se desprendió completamente de la morena.

-No estoy de ánimos para tus pucheros y tu estúpida vocecita reprochándome nada. No soy de tu pertenencia Pansy, métetelo en tu cabeza llena de aire.

La morena, estupefacta por la crueldad del rubio, salió de la estancia sin decir siquiera una palabra y bajó las escaleras de piedra hacia su dormitorio.

Malfoy suspiró, un poco arrepentido por su comportamiento hacia Pansy. Pero ella era tan fácil de complacer que luego se encargaría de hacerla olvidar sus insultos. De un momento a otro, sintió la entrada de la sala común cerrarse y unos pasos aproximarse hacia el sofá. Theodore Nott se sentó junto a él, suspirando, con un fantasma de sonrisa en su rostro. El rubio lo miró con una ceja alzada, hasta que Nott se atrevió a hablar.

-Te vi, con Granger en los terrenos del colegio.

Malfoy alzó ambas cejas, sorprendido.

-¿Fuiste tú el de la torre de Astronomía?

Nott asintió.

-Te debo una – El heredero Malfoy se levantó y se dirigió a los dormitorios.

Nott se recostó sobre el sillón, suspirando hondamente, y algo molesto por que las mazmorras no tuvieran ventanas ni vista a la luna.

OoOoO

Lo más sigilosamente que pudo, Hermione entró en la sala común luego de haber dicho la contraseña a la dama gorda. El fuego aún ardía en la chimenea, y no pudo dejar de ver a sus dos mejores amigos sentados en la gran butaca, mirándola como si ella fuera la acusada frente al Wizengamot. Sintiéndose obligada por las circunstancias, se sentó en un sofá justo al lado de Harry y Ron quienes la miraban sin decir nada.

Estuvieron un buen rato sin dirigirse la palabra, hasta que Ron no pudo contenerse más y habló:

-¿Qué hacías con Malfoy en las tres escobas?

Hermione puso los ojos en blanco. No podía esperar nada menos directo de boca de Ron.

-Conversaba, Ron.

-Eso ya lo dijiste, pero no comprendo que tienes que conversar tú con… ese.

-Ron – comenzó la castaña, tragando saliva mientras ordenaba sus palabras – Sé que te parece extraño, hasta a mí me desconcierta un poco, pero no encuentro nada de malo el tener una conversación civilizada con Malfoy.

-No puedo creer que consideres a ese como un amigo con el cual…

-Nunca he dicho que Malfoy es mi amigo – dijo ella, tajantemente – simplemente hablamos.

-¿Y vienes llegando a estas horas? ¿Estabas con él?

Hermione se sintió derepente como si estuviera en su casa, y esos no fueran sus mejores amigos, si no sus padres.

-Ron, sé que Malfoy no te gusta. Y a mi tampoco me puede agradar del todo, pero no creo que sea necesario que me recalques los puntos por los cuales somos enemigos hace seis años, creo que soy lo suficientemente grande como para saber lo que es bueno para mi.

Harry sonrió, era justamente lo que él pensaba.

Ron se levantó súbitamente, sin dejar de mirar con incredulidad a Hermione. Él la quería, la amaba… y no podía dejar que un maldito como Malfoy le hiciera el más mínimo daño. Suspiró, ahora no tenía ningún argumento válido más que el pasado como para demostrar que Malfoy quería dañarla.

-Mañana conversaremos mejor. No me gusta la idea… - Ron reprimió algo que iba a decir, negando con la cabeza – No importa. Supongo que estás cansada.

Hermione asintió, y Ron se perdió por la escalera de caracol hacia los dormitorios. La Gryffindor se iba a levantar para irse también a dormir, pero el carraspido obviamente fingido de Harry la hizo cambiar de opinión.

-¿También quieres reprocharme mi nueva junta con Malfoy, Harry? – Preguntó, sonriendo – Sé que no es un santo, pero tampoco pretendo ser su amiga si eso es lo que piensan.

Harry negó con la cabeza, no era de eso lo que quería hablar con Hermione. De repente, ella pareció comprender.

-Te he visto muy raro, Harry. Te ves algo… triste.

El niño-que-vivió suspiró ruidosamente. Hermione se acercó a él y cubrió una de las manos de Harry con las suyas.

-Sé que no tengo el puesto de ultra confidente de Ron, pero puedes confiar en mí. No pienso juzgarte si es que hiciste algo mal, ni mucho menos divulgarlo por ahí.

Harry se sintió enormemente agradecido.

-Escupe – le dijo su amiga, sonriendo.

-Amo a Ginny… - comenzó, pero al ver los ojos en blanco de Hermione supo que no había sido un buen comienzo – Si, si, sé que lo sabes y que la mitad del colegio también lo sabe. Incluso la misma Ginny lo sabe. Pero por lo mismo no he querido contarle a Ron, y es muy vergonzoso decirte a ti, aunque sé que eres mi amiga todo eso.

Hermione le dio una palmadita amistosa en la mano.

-No soy nadie para juzgar nada, ya te lo dije.

-Bien… la amo. Por Merlín que la amo… pero mis dudas, mis conflictos internos, mis miedos y mis inseguridades me llevaron a hacer algo de lo que estoy muy arrepentido – Harry buscó valor y continuó – Ayer Cho quería hablar conmigo. Me llevó a las cocinas, bebimos, hablamos largo y tendido… me dijo que no podía olvidarme, no sé por qué algo dentro de mi pareció confundirse.

Se tomó una pausa, Hermione asintió con la cabeza.

-No la amo, a Cho. La quise mucho, después de todo fue como mi primer amor desde tercero, pero no es ni remotamente cercano a lo que siento por Ginny. El asunto es que ayer, por todas esas dudas que parecieron surgir de la nada cometí un error del que estoy completamente arrepentido, pero no soy tan canalla como para decírelo a Ginny ni mucho menos a Cho… - Harry tomó aire – Luego nos besamos, nos dirigimos a un aula vacia…

Hermione se tapó la boca con una de sus manos. Con la otra sostenía firmemente la de Harry.

-Me acosté con Cho, Hermione. Y amo tanto a Ginny que no sé que hacer…

Hermione lo abrazó, sintiendo que su mejor amigo estaba en un apuro sentimental más grande que el que ella misma sentía crecer dentro de ella.

-.-

¡Ok! Ya cumplí con subir el chap lo antes que pudo. Quiero agradecer todos y cada uno de sus reviews, y contarles que próximamente publicaré un nuevo proyecto titulado: 'Doce cosas que un Malfoy jamás debe hacer'. Estén alerta.

También estoy recibiendo retos (Mi querida beta ya me mandó uno), así que no teman, mi mail está en mi profile.

Besos enormes desde Chile!

Shelfu.-