DISCLAIMER: Inuyasha y los otros personajes no me pertenecen, son todos de Rumiko Takahashi, y los uso sin ánimos de lucro.

CAPÍTULO 9 – FELIZ CUMPLEAÑOS

El aroma a lavanda era todo lo que podía percibir, y parte de lo que le nublaba la razón. Soltó un gemido y besó desesperadamente el cuello de la chica, sin dejar de moverse con frenesí. Kagome jadeó y susurró su nombre, arqueando un poco la espalda por el placer. Inuyasha abrió los ojos con un poco de esfuerzo y miró maravillado la expresión de la mujer. Kagome tenía los ojos fuertemente cerrados, gimoteaba de la forma más sensual que había presenciado nunca, su boca se hallaba entreabierta y el sudor le humedecía la cara. Le cogió una pierna y la inclinó un poco, pegándola a su cadera para poder moverse con más libertad. Ella casi gritó y le arañó la espalda. Inuyasha la cogió de la cintura y rodó por la cama, dejándola encima de él. Ahora era Kagome quien llevaba el ritmo, quien lo volvía aún más loco. Se inclinó, besándole el pecho como podía dados sus acelerados jadeos, sin detener el movimiento de sus caderas. Inuyasha empezaba a sentirse en el cielo, de hecho ya hacía rato que se sentía así pero ahora estaba entrando en el paraíso. Se agarró fuerte a las sábanas, preparándose para ese éxtasis que empezaba a percibir. Notó como ella se detenía un poco, temblando y gritando su nombre…

Abrió los ojos de golpe, con la respiración acelerada. La oscuridad de su habitación le dio la bienvenida de nuevo a la realidad. Se incorporó bruscamente y notó que estaba sudando. Luego volvió a dejarse caer sobre el colchón, más sorprendido que nunca. Acababa de tener un sueño húmedo con su asistente? De verdad había soñado que se acostaba con Kagome? Se pasó las manos por la cara y jadeó un poco, más sorprendido que nunca. Qué diablos le estaba pasando? Definitivamente, algo había cambiado esa tarde. Kagome siempre le había atraído, pero ahora parecía como si algo se hubiese despertado en su interior y le llevara a los límites de tener que contenerse para no cometer ninguna locura. Podría ser que el abrazo que se habían dado hubiera despertado el deseo por ella? Le había resultado excitante el olor de la mujer?

-Joder…

Se movió un poco, intentando acomodarse y relajarse. Había sido un sueño, sólo eso…Pero había parecido tan real! Casi pensó que encontraría los arañazos si se miraba los hombros en su busca. Protestó con un gruñido al percibir una molestia en su cuerpo. Miró hacia abajo y descubrió que cierta parte de su anatomía había despertado, reclamando un tipo de atención que no fuera ficticia. Maldijo en todos los idiomas que conocía y se levantó bruscamente, apartando las sábanas de su cuerpo de mala gana. Definitivamente, necesitaba una ducha de agua fría. Y sabía que después de eso, no volvería a pegar ojo en toda la noche.

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Vestida con un cómodo pijama azul marino de tacto de seda, Kagome se terminó el vaso de leche y apagó el televisor. Miró el reloj y vio que eran cerca de la una y media de la madrugada, pero no tenía ni una pizca de sueño. No podía evitarlo, se sentía frustrada, y eso bastaba para llenar y atormentar su cabeza de tal modo que le era imposible dejar su mente en blanco. Cierto que no podía quejarse, la cena había ido bien, habían olvidado los enfados con Inuyasha y se alegraba de haber podido explicarle algo tan trágico como la pérdida de su padre y que él se mostrara tan atento y preocupado por su suerte. Habían dado un paso enorme en su relación, y aun así el gusto amargo de la decepción no la dejaba en paz. Sinceramente, había esperado que pasara algo estando a solas los dos por la noche…Algo como qué? Un beso? Hubiera sido maravilloso, celestial, aunque…sabía que últimamente Inuyasha no se contentaba sólo con besitos cuando se trataba de mujeres. Sabía que si él se lo hubiera propuesto, ella se habría metido en su cama sin rechistar, para ser botada al día siguiente…O no? Habiendo confianza entre ellos y teniendo en cuenta que se conocían hacía mucho tiempo…Sería ella diferente de las otras si algo como eso llegara a ocurrir?

Suspiró, fastidiada por tener un nuevo interrogante en su cabeza que haría de aditivo para no dejarla dormir. Se decidió y se levantó para coger su ordenador portátil de encima de la mesa. Lo encendió y conectó su módem USB. A lo mejor, con un ratito de Internet se distraería. Lo primero que abrió fue el correo. Sólo tenía tres mensajes sin leer en la bandeja de entrada. Uno era de publicidad, otro era de Sango con algún que otro video obsceno adjunto y…Sus ojos se abrieron con sorpresa y una pequeña sonrisa de ilusión asomó a sus no-besados labios al ver el remitente.

"Maldita sea, Kagome, cálmate…"

Luego de ese reproche silencioso, abrió el mensaje y leyó, muerta de curiosidad.

Hola, prima! :D

Cómo os va a todos por allí? La tía Ujiko me llamó para decirme que Souta se operará en breve…Cuánto me alegro! Siento haber estado tan aislada sin comunicarme contigo, pero Nueva York te absorbe el alma y la vida, cariño! XD

Te escribo porque tu madre me dijo que al estar ya en tercero de carrera estaría bien que te buscaras algún lugar donde hacer las prácticas. Mi agencia de modelos va viento en popa, y dado que tú estás estudiando Diseño y Fotografía creo que ningún otro lugar en el mundo te iría mejor para hacerlas. Qué te parece? Sé que tienes trabajo ya…Cuán grande fue mi sorpresa cuando me enteré de que eras la asistente personal del mismísimo Inuyasha Taisho! Ahora no puedo evitar decir orgullosa que soy tu prima cuando alguien habla de él jujuju.

En fin, volvamos al tema. Si te gusta tu trabajo y logras llegar a algún acuerdo con él para no perderlo, podrías venir aquí. Tengo un apartamento disponible, y en el trabajo trataría de ofrecerte tareas variadas para que aprendieras un poco de todo, pero lo principal oscilaría entre ayudar a los fotógrafos en las sesiones fotográficas, estar presente en las sesiones de maquillaje o de vestir a las modelos para aprender de las profesionales que se dedican a dejarlas preciosas y…El tercer trabajo es el que más te gustará jejeje. Si sigues tan guapa y con ese cuerpazo de infarto que tienes, puede que te dedique un reportaje y te haga modelar para mí…Te hace?

Te doy dos semanas para pensártelo, cielo. El máximo contrato que puedo ofrecerte es de un año, porque tengo una cola larguísima de chicas aspirando para hacer las prácticas en mi academia y te he colado por ser mi prima ;) Dentro de este año, puedes elegir el tiempo que quieras.

Piénsatelo, Kagome! Estoy deseando verte, aunque si deseas no despegarte de tu súper-mega-jefe cañón lo comprenderé. Aish, qué pervertida soy XD Cuídate mucho y responde pronto!

Besitos,

Tu prima Kaguya

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Lunes de nuevo. El profesor terminó de anotar unas coordenadas en la pizarra, para luego dejar caer la tiza distraídamente sobre el escritorio y frotarse las palmas de las manos para quitarse el polvo blanco de la piel, acumulado durante toda la hora.

-Eso es todo, jóvenes promesas de oriente-bromeó, provocando varias risas en sus estudiantes.-El miércoles terminaremos el tema, para entonces espero que los preciosos nombres de las partes de una cámara réflex estén bien gravados en vuestras fiesteras mentes.

Más risas, y algún que otro comentario para alargar la broma. Kagome se limitó a sonreír abiertamente, divertida y encantada con su profesor de Fotografía. Ese hombre tenía chistes para todo! Inuyasha había insistido en que asistiera por lo menos un día a la universidad esa semana, ya que cubrir el tiempo de ausencia de Sango le estaría perjudicando los estudios en demasía. Su preocupación al respecto la había derretido y dejado en las nubes lo que quedaba de ese día, para luego bajar su felicidad en picado cuando tuvo que ir a recoger otro ligue para llevarlos a cenar esa misma noche. La decepción la había golpeado sin piedad, y la había dejado medio deprimida durante varios días. Había soñado demasiado al pensar que algo podría haber cambiado para él respecto al estilo de vida que llevaba sólo por haber mejorado la relación con su asistente personal.

Suspiró. Recogió sus cosas con parsimonia y esperó a Ayame, su mejor amiga en la universidad, quien era mucho más calmada que ella. La pelirroja tardó varios segundos en alcanzarla en la puerta del aula, y cuando lo hizo, la cremallera mal cerrada de su mochila cedió, cayendo parte de su contenido al suelo. La propietaria enrojeció de vergüenza y murmuró un par de palabrotas, mientras Kagome se reía a carcajadas y se agachaba para ayudarla.

-Eres un desastre, cariño.

-A callar!

Ambas rieron, recogieron rápidamente esta vez y salieron de la clase. Ayame insistió en que le apetecía tomar un café, y su amiga accedió a acompañarla a la máquina expendedora mientras fuera rápidamente, pues tendría que comer con cierta rapidez para llegar puntual al trabajo. Ayame pareció alegrarse de que Kagome hubiera sacado el tema.

-Y hablando de trabajo, ya sabes lo que harás?-preguntó, cogiendo el vaso de plástico con infinito cuidado de no quemarse.

La morena se encogió de hombros.

-Lo cierto es que no.

Ni por asomo. Llevaba días dándole vueltas a la propuesta de Kaguya, y no conseguía decidirse. La oportunidad era buenísima, definitivamente. Y estaba segura de que Inuyasha no tendría ningún problema en pausar el contrato si era por razones académicas, ya le había demostrado más de una vez que el bien de ella le importaba, sólo que…

-Me imagino que no debe ser fácil. Y más cuando…en fin…-Ayame se mordió el labio, como si no supiera muy bien cómo decir lo que pensaba.

-Cuando estamos tan bien-completó la frase con una sonrisa triste- No, no es fácil.

Ayame era la única que sabía su secreto. Era la única que conocía los profundos sentimientos que tenía hacia Inuyasha. Por qué sólo ella y no Sango? Fácil. No se atrevía a confesar su enamoramiento a nadie que pudiera significar un mínimo indicio de que el mismo Inuyasha se enterara del asunto. Y Sango era un suicidio en ese sentido. Sango. Miroku. Inuyasha. Sólo había una persona de por medio, y esa persona era el mejor amigo del actor. Y Sango y él hablaban demasiado por culpa de su estado de amistad-amor. No, se sentía muy culpable por ocultarle eso a su amiga, pero no podía evitarlo.

Inuyasha no podía enterarse de que ella le amaba. No si le interesaba conservarlo a su lado, por lo menos de momento, hasta que se le pasara esa fobia a las relaciones estables que había cogido por culpa de la zorra de Kikyo.

La mano de Ayame en su hombro la sacó de sus pensamientos.

-Entiendo que no quieras irte ahora, pero…Kagome, es tu carrera. Y él es sólo un hombre.

-No es sólo un hombre para mí, Ayame-no se dio cuenta de lo rápido que se había puesto defensiva, pero su amiga sí.

La pelirroja sonrió.

-Eso no hace falta que lo jures, por cómo te brillan los ojos cuando hablas de él…y por como sonríes mientras lo hago yo.

Kagome soltó una risita, sin quererlo, y sus mejillas se colorearon. Respiró hondo para calmar esas estúpidas reacciones antes de contestar.

-El problema es que…hemos estado tan bien últimamente…Si alguna vez he tenido alguna oportunidad con él, ahora estoy más cerca que nunca de conseguirla. Irme ahora sería…

-Impensable, lo sé. Sólo quiero asegurarme de que no tomas decisiones precipitadas. Todavía te queda una semana para decirle a Kaguya si aceptas o no.

-Pero ya he malgastado una sin sacar absolutamente nada en claro.

-Pues tendrás que ponerte las pilas, Kagome Higurashi.

-Lo sé…Lo sé.

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Cerró la puerta de la cocina con un gesto cansado, pero aun así no pudo evitar sonreír, feliz como una idiota. Antes odiaba los lunes, ahora los adoraba porque significaba volver a ver a Inuyasha después de un eterno domingo sin su presencia. Lo suyo empezaba a volverse serio, necesitaba una sesión de terapia urgente.

Oyó el sonido del televisor, por lo que inmediatamente supo dónde encontrarle. Dejó el bolso en la encimera con un gesto despreocupado y atravesó el amplio vestíbulo intentando aparentar la misma tranquilidad. Últimamente vivía con la constante preocupación de encontrárselo retozando con alguien al llegar a la casa, y aunque pudiera sonar paranoico y extremadamente pesimista, no sería muy raro si llegara a suceder. Pero por suerte, hoy tampoco se cumplió su peor pesadilla. Inuyasha se hallaba tumbado en el sofá, mirando una película con los ojos entrecerrados, casi como si estuviera a punto de quedarse dormido. Oh, cuánta belleza junta…Era tierno como un niño, pero a la vez masculino y atrayente como el mismísimo diablo.

-Buenas tardes-lo saludó, con una media sonrisa.

El actor abrió los ojos y la observó, bostezando un poco.

-Hola, Kagome.

Su nombre pronunciado por él desprendía dulzura pura, y tenía el poder de acelerar su corazón como si de un hechizo se tratara. Luchando por dejar de pensar en cursilerías, lo vio levantarse del sofá y dirigirse hacia ella, sonriéndole con picardía. Cierta picardía que la desconcertó. Él se acercó más, hasta que su pecho casi la rozó y se inclinó hacia ella. Kagome pensó que iba a desmayarse, las rodillas le temblaron cuando Inuyasha completó la distancia y la besó…en la mejilla.

-Feliz Cumpleaños-murmuró, ronco.

-Eh?

Se lo quedó mirando perpleja cuando él se separó. La traviesa sonrisa del hombre empezó a desvanecerse cuando vio que Kagome no respondía, sino que lo miraba sin saber qué decir.

-Vaya…La he fastidiado, entonces? No es hoy?-preguntó, frunciendo el ceño y colocándose una mano en la cabeza, avergonzado.

-Eh? No, no, no es eso. Es sólo que…

Había tres razones por las cuales Kagome se hallaba sorprendida hasta la imbecilidad. La primera, había estado tan ocupada pensando día y noche cuál sería su decisión respecto a la proposición de su prima que se le había olvidado completamente que ese día era su cumpleaños; la segunda, a excepción de su familia nadie sabía su fecha de nacimiento, nunca la confesaba porque no le gustaba que la felicitaran, siempre lo había visto como algo demasiado estúpido y comercial; y tercera…era Inuyasha, por Kami! Era Inuyasha quien le había dado un beso y la había felicitado. Un momento…

-Cómo te has enterado? Yo nunca le he dicho a nadie cuando es mi cumpleaños.

Inuyasha sopló hacia arriba, moviendo su flequillo graciosamente.

-No? Ni siquiera cuando tuviste que escribir tu fecha de nacimiento en un currículum?

Oh, claro.

-Tienes la costumbre de memorizar los cumpleaños de tus empleados, boss?-rió la chica-Ya te estoy viendo como un maniático empollándote mi currículum a la luz de las velas.

-Muy graciosa. Pero todavía no me has dado las gracias.

-Por qué?

-Por felicitarte.

-No te lo he pedido.

-Keh! Desagradecida.

Kagome se carcajeó, y no pudo evitar sonrojarse por la atención que el actor le estaba dedicando.

-Está bien. Gracias.-hizo una pequeña pausa y miró a su alrededor, como buscando un cambio de tema-En fin, qué tengo que hacer por ti hoy?

-Llevas la tarjeta de crédito que te di?-ella asintió-Entonces, tu primera tarea será largarte de aquí un par de horas.

-Cómo?

Él le regaló su mejor sonrisa, y el mundo pareció tambalearse por unos instantes.

-Cómprate algo bonito de mi parte.

-Pero…

-Es una orden, señorita Higurashi.

Kagome le devolvió la sonrisa, llena de dicha.

-Siempre a su servicio, señor Taisho.

Dicho eso, volteó regalándole una mirada de complicidad. De pronto, la vida pareció perder un poco de su dureza.

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Una hora y media después, la película había terminado, y después de lavar el bol que había usado para las palomitas, Inuyasha se había quedado en el limbo, mirando por la ventana de la cocina. Sus pensamientos se interrumpieron al sentir y oír una vibración contra su cadera. Metió la mano en el bolsillo de sus pantalones vaqueros y sacó su teléfono móvil, el cual mostraba que Izayoi, su madre, le estaba llamando.

-Hola, mamá- saludó nada más apretar la tecla de contestar.

-Hola, mi amor, cómo estás? Hace muchísimo tiempo que no hablamos!- la abundancia de entusiasmo de la mujer y la total ausencia de reproche hizo que sintiera un pinchazo de culpabilidad.

-Lo sé, he estado muy liado…

-No importa, cariño! Ya he leído el artículo que hablaba de tu próxima película en el periódico de hace una semana o así. Es normal que no tengas tiempo para nada, se dice que será todo un éxito!

-Eso espero, le estoy dedicando gran parte de mi tiempo-mintió. No sólo tenía una facilidad especial para memorizar guiones, sino que además contaba con años de experiencia, y práctica. Dominar un guión no le llevaba demasiado tiempo, y lo cierto era que últimamente había pasado por más horas de fiesta y ocio en general que de trabajo; era casi el mismo tiempo que antes le había dedicado a Kikyo.

-Triunfarás, como en todo lo que haces-aunque no la veía, supo que sonreía por su tono de voz- Oye, tienes planes para esta noche?

Inuyasha reflexionó. Sabía que ese día tenía programada una salida formal con un director importante y su esposa, para tomar una copa y hablar de posibles proyectos. Aquello le hizo pensar en que necesitaba una pareja para la ocasión. Hizo una mueca de desagrado por no haberlo pensado antes, quizá no sería fácil encontrar una tan apresuradamente, pero no era momento de pensar en ello, su madre estaba esperando una respuesta.

-En principio sí, lo siento. Tengo una reunión.

Izayoi no contestó inmediatamente, pero Inuyasha pudo oír un suspiro de decepción, apenas disimulado. Esta vez no fue un pinchazo lo que sintió, sino un incómodo nudo en el estómago. Se rascó la barbilla sintiéndose el peor de los miserables, y decidió no comportarse como un imbécil con su madre por una vez.

-Pero…-añadió- será más bien tarde, sobre las diez. Depende de qué quieras hacer, podemos vernos antes…

-Genial!-interrumpió, ilusionada- Por qué no vienes a cenar? Haré lasaña…

Lo último lo dijo canturreando, e Inuyasha sonrió sin pensarlo. Adoraba la lasaña de su madre, así había sido desde que era un niño, y ella lo sabía.

-Está bien, pero tendrá que ser temprano porque tengo media hora de camino hacia el sitio de la reunión desde tu casa…

-No hay ningún problema, te parece bien a las ocho? Y hacemos una cena en plan inglés?

Inuyasha rió.

-It will be a pleasure, my lady.

-No sé qué has dicho, pero te daré un voto de confianza y supondré que no era nada malo.

-Por supuesto que no, mamá!

Oyó un ruido tras él y miró de reojo la puerta que daba al exterior. Era Kagome, quien ahora entraba en la cocina. Al ver que estaba hablando por teléfono, marcó la palabra "Hola" con los labios pero sin pronunciar sonido alguno para no molestarle, y él le devolvió el saludo con un gesto de la mano.

-Puedes esperar un segundo?

-Claro, cielo.

Inuyasha alejó el móvil de su oreja y miró a su asistente con el ceño fruncido. Kagome sabía exactamente a qué se debía, pero puso los ojos en blanco y luego esbozó una sonrisa inocente.

-Parlamento?-bromeó, aludiendo a una de sus películas favoritas. No obstante, era una sonrisa un tanto forzada, que no le llegó a los ojos.

Inuyasha recibió el chiste con una media sonrisa de costado, pero no pasó por alto la expresión del rostro de la chica.

-Lárgate-pronunció, marcando muy bien las sílabas.

-Vamos, boss

-He dicho dos horas, no una hora y media. No vas a gastar media hora libre que te doy el día de tu cumpleaños merodeando por aquí.

-No la necesito, ya he encontrado un buen regalo-sonrió de nuevo, apoyando la cadera contra el mármol de la isla de la cocina. Su fingimiento habría colado fácilmente si no estuviera delante de un profesional de la actuación, que además la conocía bastante bien.

Esta vez fue Inuyasha el que puso los ojos en blanco, la fulminó con la mirada y volvió a la conversación telefónica.

-Mamá, sigues ahí?

-Sí. Con quién hablabas? Es una nueva novia?-preguntó, con un tono de voz divertido, pero a la vez de interés sincero.

-No, es mi asistente, Kagome.

-Oh! Tengo una idea, hace mucho que oigo hablar de ella y no la conozco de nada. Por qué no la traes?

Decir que la expresión de su rostro había quedado como quien ve un perro recitando poesía sería quedarse corto. Kagome vio su cara de póquer y le preguntó con la mirada y el ceño fruncido qué ocurría, pero él no dijo nada, seguía sorprendido. Su madre era una gran persona, nada clasicista y muy humilde, conocía a Miroku y Sango y se llevaba bien con ellos, pero nunca antes se había tomado la libertad de invitar a uno de sus empleados a cenar, y aún menos a uno que no conociera.

-No creo que sea una buena idea. Hoy es su cumpleaños, tendrá sus planes…probablemente cenará con su familia, o sus amigos.

Kagome hizo un suave y disimulado sonido con los labios para llamarle la atención. Negó con la cabeza, pero seguía con el entrecejo arrugado y su mirada era de profunda curiosidad. Afortunadamente, la interrupción de su madre le libró de tener que tomar una decisión precipitada por ella.

-Cariño, tengo que dejarte, ha llegado el chico de la tienda para entregarme la compra. Tengo que ir volando a abrir la puerta, llámame en cuanto decidas algo vale?-dijo muy precipitadamente, no queriendo hacer esperar a la persona en cuestión.

-Vale, enseguida te llamo.

-Muy bien, te quiero.

-Un beso.

Nada más colgar, recibió la pregunta de Kagome.

-Qué pasa conmigo?

Inuyasha negó suavemente con la cabeza.

-Era mi madre. Voy a ir a su casa a cenar esta noche, y al oír que estabas por aquí me ha preguntado si querrías venir, y así os conocíais. Pero ya le he dicho que el día de tu cumpleaños tendrás otras cosas que hacer.

-En realidad…no.

Él la miró con los ojos abiertos de par en par, sorprendido. Cómo podía Kagome no tener planes? No sólo tenía una familia que la adoraba, sino que además sabía que tenía muchos amigos, al ser una persona social y divertida. Y cómo no…era una mujer atractiva y apetecible, en caso de fallar los aspectos anteriores, todavía podía tener alguna cita especial esa noche. Pensar en ello hizo que apretara la mandíbula, corroído por un desagradable sentimiento que no pudo, o no quiso molestarse en identificar; en ese momento de su vida no quería historias de ese tipo.

-No? No vas a cenar con tu familia? O con amigos?

Kagome negó de nuevo, y no le miró cuando contestó.

-De hecho, había quedado con mi familia para ir a cenar a un restaurante italiano del centro, es una tradición que cumplimos cada año, pero… -Inuyasha la miró interrogante, y ella suspiró- Me ha llamado mi madre mientras estaba en el centro comercial y me ha contado…-se le cortó la voz y sus ojos se humedecieron. Desvió la mirada bruscamente, del suelo a la ventana y casi dándole la espalda, para que no la viera llorar. Cuando la vio taparse la boca para no sollozar, se sintió derretir de ternura y compasión, y se acercó a ella sin pensarlo. Colocó las manos en sus codos y se los frotó con suavidad, transmitiéndole su apoyo a través de aquella sencilla caricia. Aquello pareció darle un poco de fuerzas a ella.

-Me ha contado que estaban los dos mirando la televisión, después de comer y… a Souta ha empezado a dolerle mucho la cabeza. Durante un rato se ha hecho el valiente, hasta que se ha desmayado por el dolor y mi madre ha llamado a la ambulancia… Ahora están en el hospital, y mi madre pasará la noche con él.

-Kami…Pero está bien?-preguntó, preocupado sinceramente. Podía ver la congoja en los castaños ojos de ella, y en ese momento odió a la mala suerte y al azar, los odió con todos sus fuerzas, porque eran los únicos culpables de que ese pobre niño estuviese tan enfermo.

-Sí, ahora sí. Pero los médicos todavía no quieren operarlo, no sé qué dicen de su sistema inmunológico…-farfulló, derrotada.

Inuyasha la cogió de los hombros esta vez, acercándola un poco para transmitirle su cariño.

-Hay que ingresarlo, Kagome. Tiene que ser ahora.

-Pero los médicos…

-Me importa una mierda los médicos. Estoy pagando una clínica privada, la mejor de todas, y si todavía no quieren operarle ellos sabrán por qué, pero estoy dispuesto a pagar todavía más para que al menos le tengan ahí cuando se den casos como el de hoy. En ningún sitio estará mejor atendido para esos ataques, y más si va de mi parte y de la mano de mi apellido.

Kagome se secó la humedad de los ojos con el dorso de la mano.

-Inuyasha…tienes un corazón generoso, y ahora mismo eres la mejor persona que he tenido oportunidad de conocer. Pero no puedo aceptarlo. No, déjame hablar-reclamó, cuando le vio abrir la boca para replicar- Cuando entré a trabajar para ti prometiste pagar la operación. Pero no dijiste nada de una estancia prolongada, ni de sobornos ni de tratos especiales.

-Le prometí una operación a una empleada. Y ahora le prometo a una amiga lo mejor para su hermano.

Esta vez, Kagome no pudo evitar que un par de lagrimones le bajara por las mejillas. Inuyasha se los secó mecánicamente, sin pensarlo. Cuando iba a retirar la mano, ella le miró con una adoración tan profunda que se quedó paralizado, su mirada clavada en la de ella. Lo mismo pareció pasarle a la chica, quedándose ambos capturados en los ojos del otro, hasta que nuevas lágrimas se acumularon en los de Kagome, obligándola a cerrarlos por instinto, y desviando la mirada a un lado. Inuyasha tragó saliva, sintiendo el corazón latir a mil por minuto. Cerró los ojos con fuerza, encerrando todo sentimiento bajo llave, envolviendo mil preguntas en una coraza impenetrable. Para cuando quiso volver a la realidad, Kagome ya se había separado de él, le daba la espalda y se secaba las lágrimas con un pañuelo de papel que acababa de sacar del bolso. Reencontrando su voz al fin, Inuyasha suspiró y se acercó de nuevo a ella, poniéndole una mano en el hombro.

-Así que…la cena se ha dado por cancelada, no?-ella se dio la vuelta lentamente y asintió, pero manteniendo la mirada fija en el suelo.

-Sí, claro-respondió, con voz ronca- Y en cuanto a mis amigos, ya te he dicho antes que nunca digo cuándo es mi cumpleaños. No lo sé, me pondré una película o dos esta noche, y pediré comida china.

-No-su respuesta fue tan automática que las palabras se escaparon de su boca. Abrió los ojos de par en par, sorprendido de sí mismo, pero para nada arrepentido-No vas a pasar la noche de tu cumpleaños sola, y aun menos con lo que ha pasado hoy.

-Pero…

-Nada de peros. Le diré a mi madre que vienes conmigo a cenar, sólo si tú quieres. Y si no, lo dejaré para otro día y haremos cualquier otra cosa.

Kagome volvió a mirarle, con agradecimiento al principio pero de pronto su cariñosa sonrisa desapareció, su ceño se frunció y su mirada se llenó de odio. No contra él, sino contra ella misma. No supo cómo, pero lo supo.

-No me mires así-replicó, tajante.

-Así? Cómo te estoy mirando?

Ella no respondió, pero no le hicieron falta más que unos segundos para comprenderlo. No podía ver su propia mirada en un espejo en esos momentos, pero sí reconoció el malestar en la de ella. Era la misma expresión que él ponía cuando alguien se compadecía con él con los ojos, cuando murió su padre: lástima. Kagome creía que le daba lástima. Era así como la estaba mirando? Sacudió la cabeza, como queriendo borrar aquello, y le sonrió para confortarla.

-No sé qué es lo que estás pensando, Kagome. Pero es sólo empatía, supongo. No puedo ver mi cara ahora, pero empatía es lo que estoy sintiendo ahora.

Ella no contestó, pero le regaló una pequeña pero sincera sonrisa, como diciéndole que todo estaba bien.

-Así que…vas a venir a cenar?

Kagome se mordió el labio, incómoda.

-Inuyasha…nada me gustaría más, pero no crees que sería…incómodo? Ya sabes, tu madre podría darse una imagen equivocada…

-Qué? No entiendo…oh!-se echó a reír, divertido por la ocurrencia de su asistente-Ella sabe quién eres, Kagome. Tranquila, no te interrogará como si fueras su nueva nuera. Vendrás?

-Es que no sé…

-Kagome-puso su mejor cara de cachorrito abandonado.

Ella puso los ojos en blanco.

-Está bien, iré.

Él le regaló su mejor sonrisa y le desordenó el pelo, como si fuese una niña pequeña. Le dio la espalda para dirigirse a la cocina a comer algo, por lo que no pudo ver la decepción y el dolor en el rostro de su asistente.

"Ella sabe quién eres, Kagome. Tranquila, no te interrogará como si fueras su nueva nuera".

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-Sigues estando seguro de que esto es buena idea?

La voz de Kagome sonaba tan nerviosa que hasta se percibía un leve temblor. Inuyasha sonrió, divertido, y le pasó un brazo por los hombros, arrastrándola con él para salir del ascensor. Ese pequeño gesto amistoso se tradujo en una fuerte descarga eléctrica y un retumbar frenético del pulso de la joven, cosa de la que él no pudo darse cuenta.

-No te preocupes. Si no le hablas de maltrato animal, marcas caras, tala forestal, la caza, terremotos, el hambre del mundo, la pobreza, los tsunamis y las pequeñas Miss Japan, no muerde-bromeó, soltando una carcajada burlona.

-Muy gracioso.

Él la miró de reojo. Parecía nerviosa de verdad, y aunque no tenía ni idea de por qué, quiso hacerle la situación más llevadera y entretenerla.

-Bonito vestido.

Kagome llevaba puesto una sencilla prenda de corte imperial, de color lila oscuro. Realzaba su busto de forma discreta, sin llegar a provocar ni insinuar nada más de lo necesario, se ceñía justo debajo de éste y luego caía suavemente hasta la rodilla. Unos zapatos de charol negro, con tacón de siete centímetros, enmarcaban sus delicados pies. Llevaba medias negras, protegiendo sus piernas del fuerte frío de Noviembre. Se había dejado el pelo suelto, pero se lo había ondulado con el rizador eléctrico, y no se había maquillado demasiado.

-Gracias, pero díselo a mi jefe. Es un regalo suyo-le sonrió pestañeando rápidamente, consiguiendo transmitir cierto encanto infantil.

-Ah, sí? Qué majo el hombre, no?

-Sí. Me adora, lo sabías?

-Lo cierto es que acabo de enterarme…-se interrumpió cuando ella le dio un codazo, fingiendo estar ofendida-Auch! Eso ha dolido!

-Idiota.

Él respondió con una risita arrogante. Se detuvo al fin delante de una puerta y tocó el timbre.

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La historia de los padres de Inuyasha resultó ser atrapante, y aunque había habido sufrimiento de por medio, aquello no la hacía menos hermosa. Inu no Taisho e Izayoi se conocieron en una carrera de caballos; ella era una gran amazona y competía, y él era un apasionado de la hípica, aun a pesar de no practicarla. Izayoi estaba concentrada, tanto en la carrera como en sus previos preparativos, por lo que no reparó en él, pero para Inu no Taisho fue amor a primera vista. Izayoi ganó la competición ese día, y más tarde él se acercó a las cuadras con la excusa de pedirle un autógrafo, sólo para conocerla. La química fue instantánea, y en menos de una semana de verse furtivamente ya estaban locamente enamorados. Sólo había un problema: Izayoi tenía, por aquel entonces, quince años, mientras que Inu no Taisho tenía veintisiete. Y el hecho de que él fuese un humilde pueblerino de las afueras de Tokio, sin riquezas, ni reconocimientos, ni ningún título que no fuera el de propietario de su pequeño y modesto restaurante familiar, sólo aumentó la intensidad de la desaprobación de la familia de Izayoi, de apellido considerado y gran fortuna.

La pareja se amaba con todas sus fuerzas, pero rompieron un par de veces, por culpa de la presión de la sociedad la primera vez, y por una artimaña calculada de la madre de Izayoi, la segunda vez. En ese momento, es decir, cuando iniciaron por tercera vez su relación, se negaron a separarse nunca más, decidieron que nada les importaba más que su amor, y se casaron en secreto. Ya casada, Izayoi se fue de casa para mudarse al pequeño apartamento que Inu no Taisho tenía encima de su restaurante, y en cuanto eso ocurrió, su familia la desheredó y cortó todos sus vínculos con ella. Izayoi se quedó embarazada de Inuyasha la misma noche de bodas, y aquello dio carta blanca a su madre para expandir rumores por el pueblo acerca de ese embarazo tan "oportuno": insinuó que su hija podría haberse acostado con su pareja antes de casarse. El pueblo donde vivían era una reliquia extremadamente conservadora, cómo pocos quedaban ya por aquel entonces. El honor era lo más preciado que una mujer podía tener, y las malas lenguas y el cada vez más pronunciado desprecio del resto de los pueblerinos estuvieron a punto de arruinarles, puesto que casi nadie acudía ya a comer al restaurante, su única fuente de ingresos.

Por suerte, Inu no Taisho lo previno a tiempo. No era precisamente rico, pero era un hombre sociable y muy agradable, que por ese motivo tenía muchísimos amigos y pudo pedir ayuda. Se marcharon del pueblo y se instalaron en la finca de un amigo del instituto, en la cabaña que antes había sido del ama de llaves y que en aquel momento se encontraba disponible. Para cuando Inuyasha nació en primavera, ambos habían encontrado un empleo y ahorrado lo suficiente como para mudarse a la capital en un piso de alquiler.

La historia de amor de ambos terminó motivando a Inu no Taisho para escribir un libro, narrando con detalle todos los sucesos, de principio a fin. Éste tuvo tanto éxito que decidió dejar su empleo provisional en una fábrica de electrodomésticos para dedicarse profesionalmente a la escritura. En pocos años, se había convertido en un escritor de renombre de la novela romántica, y en cuanto se dieron cuenta, eran ya más ricos que la que había sido la familia de Izayoi.

-Nunca se nos ocurrió mudarnos a una gran mansión, o aunque fuera, a una torre grande-Izayoi miró a su alrededor con cariño, ya con la taza de té del final de la cena entre las manos.-Este piso era el que nos habíamos ganado con el sudor de nuestra frente, nuestro primer hogar conseguido por los dos…Lo amábamos tanto que decidimos que podríamos vivir perfectamente en él, los tres, siendo ricos o pobres, porque no teníamos nada que demostrarle a nadie.

Lo último lo dijo mirando cariñosamente a su hijo, y alargando el brazo por encima de la mesa para colocarle un rebelde mechón de pelo detrás de la oreja.

-Mamá-se quejó el hombre, recostándose en su silla para alejarse de la mano de su madre-No soy un niño.

Ella no le hizo caso. Cuando habían entrado por la puerta, Kagome se había quedado enormemente sorprendida por lo joven que era la mujer, teniendo en cuenta que tenía un hijo de veinticinco años. Más tarde, cuando supo a qué edad había tenido a Inuyasha, lo entendió. A sus cuarenta y dos años, Izayoi conservaba el cuerpo de una joven de menos de treinta. Llevaba su reluciente y liso pelo cortado hasta los hombros, mostrando claramente de quién había heredado Inuyasha el color negro azabache. Sus tiernos ojos de gacela, sin embargo, eran de color verde hierba, combinando muy bien con el flequillo recto encima de ellos, que le rebajaba unos cuantos años de edad a su propietaria.

-Cuándo llegará el día en que me dejes coger las tijeras de cocina y cortarte esas greñas, niño? Pareces una chica-decía ahora, mirando a Inuyasha con cierto reproche.

-No es eso lo que dicen las revistas de rosa, precisamente-fanfarroneó, sonriendo con arrogancia.

Izayoi puso los ojos en blanco y se dirigió a Kagome, quien en esos momentos reía, divertida por la tierna escena familiar.

-Llevamos unos diez años así, cielo. Le declaró la guerra a las tijeras a los quince años, en un homenaje a su padre, que en paz descanse-suspiró nostálgicamente, mirando de nuevo a su hijo- Inu no Taisho siempre llevaba el pelo tan largo…

-…y a él no le dabas la lata-replicó Inuyasha, frunciendo el ceño, aunque se notaba que su gesto molesto era sólo un fingimiento para bromear.

-Porque él por lo menos lo llevaba recogido en una cola.

-Pero yo creo que le queda bien…-intervino Kagome. Madre e hijo desviaron los ojos para mirarla, y ella notó que se sonrojaba-No sé, a mí me gusta…

-Ajá-suspiró Izayoi, sonriendo con una expresión en los ojos que ni actor ni asistente supieron descifrar- Es que ha aprendido a cuidárselo. Si lo hubieses visto en los primeros años…es más, voy a enseñarte algo.

Inuyasha palideció incluso antes de que su madre hubiese tenido tiempo de levantarse de la silla. Izayoi abrió un cajón del mueble de la televisión y empezó a buscar entre varios álbumes de fotos.

-Mamá, ni se te ocurra enseñarle eso!

Izayoi le ignoró de nuevo, susurró "Bingo!" cuando encontró lo que buscaba y volvió a sentarse en su sitio, con un álbum de cubierta negra con dibujos de calaveras.

-Y ese diseño tan macabro?-preguntó Kagome, con curiosidad. Le sonrió con inocencia a Inuyasha, que acababa de fulminarla con la mirada por haber preguntado.

-Ahora lo verás.

Izayoi abrió el álbum y empezó a pasar páginas, hasta que una sonrisa maliciosa develó que había encontrado lo que buscaba. Inuyasha intentó interceptar el álbum cuando su madre se lo pasó a Kagome, pero ambas maniobraron ágilmente para esquivarlo, intercambiando una sonrisa de complicidad. Inuyasha resopló y miró hacia la pared, oyendo enseguida las carcajadas de su asistente.

-Inuyasha…fuiste gótico?

-Emo-replicó él automáticamente, pero aquello no hizo que se le pasara el bochorno.

Kagome miró atentamente la foto sin parar de reírse. Allí estaba un Inuyasha más joven, con cara de niño, que no debía pasar de los dieciséis años. Llevaba el pelo largo hasta un poco más debajo de los hombros, seco, encrespado y con las puntas tan rotas y maltratadas que dañaban la vista. Sus ojos eran un pequeño brillo dorado en el centro de una mancha de abundante maquillaje negro, oculto bajo un largo flequillo tieso por la gomina. Pero lo que más le llamó la atención fue el cuerno que llevaba atravesado en la oreja izquierda, claramente a través de una enorme dilatación, y en la oreja derecha también había una, pero ocupada por un amplio anillo rosa chillón.

-. Perdí la cuenta de las veces que le eché la bronca por pasarse un rotulador a través de los agujeros, era asqueroso-le sonrió a Kagome cuando ésta volvió a reírse- Cuando por fin se le pasó la época de la obsesión por las dichosas dilataciones, tuvieron que hacerle una intervención para cerrárselas, de lo grandes que las tenía. La oreja derecha quedó limpia, pero en la izquierda todavía tiene una pequeña cicatriz, ves?

Volvió a alargar el brazo por encima de la mesa y, aprovechando que Inuyasha estaba mirando hacia el lado favorable para ocultar el sonrojo de sus mejillas, lo cogió de la oreja para mostrarle el lóbulo a Kagome.

-Mamá, por Kami!-protestó, al ser acercado bruscamente a su asistente.

Pero Kagome no decía nada, sólo se reía. Reía tanto que tuvo que enjuagarse las lágrimas un par de veces. A pesar de la incomodidad de la situación, Inuyasha sonrió para sus adentros, satisfecho. No le importaba haber pasado por el mayor bochorno de su vida, no si con el sacrificio había conseguido darle a Kagome un buen cumpleaños, aun por encima de su triste situación. Y cuando Izayoi se levantó para ir a la cocina y volver cinco minutos después con una pequeña tarta de chocolate, que presentaba un número veintiuno en sus velas encendidas, se alegró de haber cancelado la cena con aquel pez gordo y su esposa al ver la expresión de Kagome. Se oyó a sí mismo cantar el "Cumpleaños feliz" junto a su madre, y se sintió orgulloso de verlas contentas a ambas. Salió de sus pensamientos, sorprendido, cuando Kagome sopló las velas.

Se lo había imaginado, o Kagome le había mirado de reojo antes de pedir su deseo mentalmente?

FIN DEL CAPÍTULO 9!

Bien, creo que éste es el capítulo más largo que me he atrevido a publicar jamás. Es mi forma de compensar todos estos meses (o año…) de ausencia. Entendería que este capítulo resultara pesado, pero tengo que añadir un poco de contenido extra para llenar, porque nunca me ha gustado lanzar todas las bombas una tras otra. Un día se conocen, y al siguiente alguien ha muerto, dos días después la pareja descubre que se ama y en un año ya se han casado y tienen trillizos revoloteando por el jardín de una gran mansión…beah, no es mi estilo para nada U.U Veeenga, os diré que dentro de muy poco habrá verdadera acción ;) , el celibato al que los tengo sometidos no durará mucho jejeje

La idea del Inuyasha emo se me ocurrió la semana pasada, en el pueblo de mis abuelos. De vacaciones y toda aburrida, dejé divagar mi mente…y de repente "bum!", se me apareció la imagen como si del espíritu santo se tratara. He decidido enfocarlo como algo cómico, pero eso no quiere decir que me esté burlando del estilo en sí, si he ofendido a alguien, pido disculpas U.U sólo quiero decir que cuando hago broma o me refiero a una raza étnica siempre lo hago desde el respeto. Y lo mismo digo respecto a las dilataciones.

Estoy bastante inspirada, no prometo nada pero vamos a ver si puedo hacer algo más estas dos semanas antes de que empiece de nuevo la universidad…TT

Bss,

Dubbhe