Y se nos acabó el manga de Naruto pero por el momento no sufran que ya hay conti de este fic XD

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Capítulo 23

Como podéis ver – dijo Naruto, con sus mejores modales –, tenemos un invitado, querida. ¿Tendría la amabilidad de presentarse, señor?

-No

¿Qué quiere usted? –preguntó Hinata, poniéndose en pie

-El tesoro

-¿El tesoro? ¿Qué tesoro?

-El que está debajo del sillón

-Es una estatua de piedra. Sin valor

El desconocido se sonrió y Hinata reconoció al hombre que había visto con el ama de llaves en la casa de sir Orochimaru

Una estatua que puede proporcionar riquezas – dijo él – No me causéis problemas, milady. Lo sé todo sobre ella y sobre vos. Le pediréis riquezas para mí y, luego, podemos irnos, cada uno por su camino

Hinata se dio cuenta, como si sintiera una corriente helada, de que probablemente aquel hombre fuera el asesino. Vio que Naruto la entendía. El hombre le guiñó un ojo. No le costaba ningún trabajo guiñar un ojo en semejantes circunstancias. Aquel tipo era un asesino. Dispararía sin ninguna vacilación. ¡Lo mataría! Ella no tenía ni idea de si la sheelagh podía producir riquezas instantáneas. Y, aunque así fuera, ¿les respetaría la vida? Parecía que todo el mundo pudiera leer en ella. El hombre dijo:

-No tenéis que preocuparos, lady Namikase. Sólo mato cuando me pagan por ello. Una vez que tenga lo que quiero, me iré; saldré del país antes de que nadie pueda encontrarme

Cómo se ha enterado usted de lo de la piedra mágica de mi esposa? – pregunto Naruto, que seguía comportándose como si aquello fuera un acto social

-¿Queréis saberlo?

El desprecio manó suavemente de Naruto

-Sí.

Hinata casi se echó a reír ante la familiar expresión de exasperación que mostraba la cara del hombre. Naruto era Naruto

-Qué demonios, ¿por qué no? A mí me da igual, y no hay nadie que venga corriendo a rescataros. Sir Orochimaru hablaba mucho con su ama de llaves, y ella hablaba mucho conmigo. Me recordáis, ¿verdad, lady Namikase? Me visteis... charlando... con Tayuya cuando estuvisteis aquí, para matar a sir Orochimaru

A sir Orochimaru lo mató usted – No valía la pena fingir

-Quizá lo hiciera. Me habían enviado aquí .para mataros a ambos, pero no consideré que me hubieran pagado lo suficiente por ello

Hinata vio que Naruto se ponía serio. Si hubiera tenido a mano sus impertinentes, se los habría puesto

-¿Quién le paga?

-¿Quién creéis, milord?

-La duquesa viuda, por descontado

-¡Blanco! Condesa, tomad la estatua y proceded

¿Habéis estado mucho tiempo dedicado a su servicio? – preguntó Naruto, como si el hombre no hubiera dado la orden

-Mucho tiempo, sí

-Como administrador de una de sus fincas tengo entendido

-¿Y qué?

Hinata se preguntaba si podría atacarle de alguna manera, pero al primer movimiento los ojos del hombre parpadearon en su dirección. Ella deslizó una mirada en derredor. La chimenea y el atizador estaban demasiado lejos. Cuanto tenía a mano eran algunos adornos minúsculos, y el hombre seguía apretando la pistola contra la cabeza de Naruto

Sin embargo, no supongo que usted empezara como administrador – dijo Naruto, con voz fría

-No creo que nadie empiece así, milord. Condesa...

-¿Hace quince años, quizá?

Un extraño silencio flotó en el aire

¿Lo habéis sabido siempre, verdad? – Soltó una risa fría – No es extraño que os hayáis malquistado con ella

Los dos hombres parecían absolutamente concentrados el uno en el otro. Hinata comenzó a dirigirse lentamente hacia el atizador

-Usted mató a mi padre por orden de ella

Hinata se quedó helada y se volvió para mirar fijamente a Naruto

Ha llovido mucho desde entonces – dijo el hombre, y se volvió hacia Hinata – Volved ahí y haced lo que le os he dicho. Lo creáis o no, yo sólo mato si me pagan. Cubridme de riquezas y no me volveréis a ver

-¿Consiguió usted una bonificación por las muertes de mi madre y mi hermana?

-Casi conseguí que me ahorcaran, ¡maldita sea! Pero había escondido algunas pruebas sobre los otros. Vuestros tíos. ¡Desdichado destino, el de los condes de Namikase! Todos locos, ¿lo sabíais?

Naruto estaba como una estatua de hielo, quizá insensible por la impresión que aquello le estaba produciendo. Pero lo sabía. Siempre había sabido que su abuela había matado a su familia. Y Hinata había creído que reaccionaba de forma exagerada

¡Hacedlo de una vez, condesa! – El hombre clavó la pistola en la cabeza de Naruto, quien dio un respingo

¡No es tan fácil! – protestó Hinata

-Decidme lo que tenemos que hacer, entonces. Y deprisa. Me sería sencillísimo meterle a lord Namikase una bala que lo lisiara y no resultase fatal

Tiene usted que tener cuidado con lo que desea – dijo Hinata con rapidez – Una vez que haya cogido la sheelagh, estaré bajo su poder. Primero tenemos que formular el deseo

-¡Pronunciad el maldito deseo, o voto a Dios que el conde no volverá a ser el mismo!

-¿Qué quiere? ¡Dígame qué es lo que quiere!

-Ya se lo he dicho. ¡Riquezas!

-¿Sólo riquezas?

Sólo riquezas – respondió él, con desprecio – Buenas son para los que vivís entre lujos toda vuestra existencia. Riquezas, cariño. Cubridme de riquezas. Joyas. Monedas. Lo que sea

Hinata miró a Naruto. Estaba inflamado de cólera fría. Aquel hombre había matado a su familla, y el quería su sangre. Sus ojos se encontraron con los de ella; fue como si le hablara. Mátalo por mí, Hinata

¿Acaso ya creía en la magia? ¿O era sólo una esperanza enloquecida? Y si en efecto creía, ¿podía ella exponerse al tormento de la sheelagh para matar? ¿Y qué pasaría una vez creyera y supiese que le había tendido una trampa? En cualquier caso, ella estaba tan ardientemente indignada como él. Pensaba en el niño destrozado por el asesinato, en una familla acosada por una mujer sanguinaria y posesiva

«Descuido», había dicho él de la muerte de su padre. Por supuesto, sólo intentaban matar al padre, dejando que la madre se viera arrastrada de nuevo a las garras de la dragonesa. Deseó que la horrible y retorcida duquesa se encontrara también allí. Hinata se agachó y sacó la bolsa. El poder comenzó a manifestarse, y eso que aún no estaba tocando la piedra

¡Qué se vea cubierto de riquezas! – repitió, aflojando el cordón. Echó una mirada a Naruto, intentando enviarle un mensaje, aunque no tenía forma de saber si la sheelagh podría conceder un deseo inmediato. Hasta ahora, siempre había pasado tiempo antes de que la petición se cumpliera

Montones y montones de riquezas – dijo el hombre – Adelante con ello

Hinata se sentó en el sillón y tiró de la tela para sacar la estatuilla

¿Qué es esa cosa? – preguntó el hombre – Enseñádmela

Ella la volvió, manteniendo la tela cogida entre sus manos y la piedra, y observando fijamente el rostro del hombre. A pesar de su furia, Naruto se echó a reír

-¡Por Júpiter, Hinata! No me extraña que no os impresionéis con facilidad

Sorprendentemente, el asesino protestó:

-¡Tendría que haber una ley contra esto! Dadle la vuelta y comenzad

Hinata obedeció; no pudo encontrar ninguna excusa para retrasarlo

Allá usted – dijo, con una última y significativa mirada a Naruto, y dejó caer la tela. Puso las manos en la fría y áspera piedra de la sheelagh, y se preparó. Fue peor que la vez anterior.

¡Peor!

Aspirada por un remolino devastador, recordó su deseo y clamó al vacío:

-¡Caiga sobre él una lluvia de riquezas!

Y luego, temiendo morir en aquel momento, gritó:

-¡Ponte a salvo, Naruto! ¡Déjale que disfrute!

Las cosas que se estrellaban súbitamente, las cosas que caían con estruendo la acercaban y la alejaban del tormento. Hinata chillaba. Mil voces chillaban. Todo gemía, como si el mundo entero se estuviera desgarrando en pedazos en torno a ella

¡Señor! – rezó, confiando en que Jesucristo y los dioses paganos no fueran antagonistas – ¡ayudad me! No dejéis que ella me mate ahora; no ahora que he encontrado a Naruto

Dolía. Dolía más que la vez anterior; con desgarramiento de músculos, quebrantamiento de huesos y una terrible agonía final en su cabeza. La carne, poco a poco, se le iba tornando líquida, y fluía como fango sobre un suelo ensangrentado...

¡Dios mío!

-¡Dios mío, Hinata, vuelve a mí!

Ella se obligó a abrir los pesados párpados, Sintiendo dolor en todas las articulaciones y todos los músculos, y vio el pálido rostro de Naruto, que la miraba fijamente. Le dio mucha pena estar muriéndose. Acto seguido, vomitó encima de él. Cuando pudo hablar, una vez que Naruto le hubo limpiado la cara con un paño húmedo (¿de dónde había salido?), preguntó, con dificultad:

-¿Ha funcionado?

Algo hizo – contestó él con voz temblorosa

¿Qué ha pasado? – Aunque el cuerpo de Naruto se interponía entre ella y el resto de la estancia tenía una vaga sensación de voces. Muchas voces. Y gemidos. ¿Eran reales los gemidos?

Lo que pedisteis – dijo él – una lluvia de riquezas. Un enorme chaparrón de peniques que lo ha derribado por tierra. Pero...

-Pero, ¿qué?

-Pero... Hinata, el techo ha cedido sobre él. Supongo que debía de haber una gotera y que el yeso estaba carcomido. Quizá alguien había escondido allí arriba las monedas

Hinata rió débilmente. Confiaba en la sheelagh y no importaba que él creyera o no

¿Hinata? – Sorprendentemente, apareció Hanabi pálida, con los ojos como platos, pero con un aspecto bastante excitado – ¿Te encuentras bien?

Ella se esforzó por sentarse más erguida. ¿Estaba sonando? ¿Estaba muerta? Miró por toda la habitación, iluminada ahora por un par de lámparas, además de las velas, y supo que no lo estaba. Pero había mucha gente allí

Alguien, cuya voz sonaba como la del propio Naruto, murmuraba:

-Naruto. Mal. Dragonesa. Mala

Naruto contestó a su mirada:

-Está aquí Knox. Y Kyuubi. Y tu hermano y tu hermana. Luego te lo explicaré

¡Ese hombre te estaba buscando! – exclamó Hanabi – Pero no me gustaba. Todo esto me inquietaba. Me puse muy contenta cuando el señor Nara volvió y nos trajo aquí. ¡ y el pájaro es tan inteligente…! Se entera de todo

Montones y montones de riquezas – exclamó de pronto el ave, en una imitación aceptable de la voz del villano, y lanzó un chillido

Hinata se estremeció, y Naruto la cogió entre sus brazos

-No penséis en ello. Aquí sigue helando. Os llevaremos a Marlborough Square. Ella estaba, en efecto, temblando, pero no sólo de frío

-Sí, os lo ruego. Hanabi, no te olvides de la sheelagh

Naruto se puso de pie, con ella en brazos. Ambos estaban desaliñados y sucios, y olían a vómito. Hinata vio que él tenía un par de contusiones en la sien: no había escapado por completo a la lluvia mortal que ella había provocado

A salvo en sus brazos, miró finalmente lo que había hecho. El asesino de los padres de Naruto yacía, gemebundo, entre toda la riqueza que había pedido, vigilado y cuidado por los sirvientes de aquél y por un gruñente Kyuubi.

Aunque había visto lo sucedido, no podía creer que las monedas pudieran causar semejante daño. Pero cada penique de cobre pesaba media onza, y había muchísimos. El hombre debía de tener el cráneo roto, y sangraba por la nariz y la boca. No lo lamentó, sino que miró a Naruto.

Gracias – le dijo – Gracias por todo. Especialmente, por llamarme a tu lado

Reclinó la cabeza contra su pecho.

-¿Ya crees?

-Sería un patán si no lo hiciera, aunque la piedra oculta sus huellas notablemente bien. La encuentro fascinante.

Hinata gimió. ¡Seguro que aquel hombre imposible iba ahora a querer jugar con la estatuilla, como si se tratara de un juguete científico!

¿Qué pasa con la duquesa? – preguntó cuando Naruto la hubo sacado de la habitación

-Está muriéndose de verdad. Me parece que lo envió aquí a matarme porque quería llevarme con ella. Tengo la tentación de ir a decirle que ha fracasado, pero dejaré que Dios y el diablo se encarguen de crear un infierno adecuado para su señoría

Hinata reposó la cabeza en su hombro y dio gracias a los dioses, al cristiano y a los paganos

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Hasta aquí

Bueno este es el penúltimo capítulo así que esperen pacientemente el último

Hasta el próximo y ultimo cap

Bye