Disclaimer: La saga de Crepúsculo y todos sus personajes son propiedad de Stephenie Meyer. Yo solo los manipulo a mi antojo para divertirme un rato. La trama sí que me pertenece.

Summary: Lo único que sabía con certeza eran tres cosas. Primera, estaba completa e irremediablemente enamorada de él. Segunda, él solo me veía como su amante. Aquella que le calentaba la cama pero nada más. Y tercera, él amaba con todo su corazón a Tanya Denali.


Demasiado tarde

Capítulo 1: Amarte duele…

"El amor concede a los demás el poder para destruirte"

Me hice la dormida mientras oía como se levantaba de la cama sigilosamente intentando no despertarme. Siempre hacía lo mismo y yo siempre fingía dormir. Era mejor fingir que no me enteraba a que él me viera llorar. Porque sí, mientras él se levantaba las lágrimas y los sollozos silenciosos se apoderaban de mí.

Algunas veces me preguntaba qué habría pasado si hubiera sabido la verdad desde el principio, pero como dicen el hubiera no existe. Y lo único que sabía con certeza eran tres cosas.

Primera, estaba completa e irremediablemente enamorada de él.

Segunda, él solo me veía como su amante. Aquella que le calentaba la cama pero nada más.

Y tercera, él amaba con todo su corazón a Tanya Denali.

Si tan solo alguien me hubiera advertido. Muchos lo sabían pero todos guardaron silencio. Pero ¿de qué me quejo si aún sabiendo la verdad sigo jugando su juego?

Pero no podía evitarlo. Le amaba. Sí, amaba a Edward Cullen. Y era por eso que había aceptado ser su amante.

Aún recordaba la primera vez que le vi en la universidad…

Me encontraba sentada en el almuerzo con mis mejores amigos. Diego, Fred y Bree. Los cuatro éramos inseparables desde el parvulario.

Éramos los mejores amigos que pudieran existir, pues no solo existía amistad entre nosotros, también habían otros lazos que nos unían.

Por ejemplo Fred y Bree eran hermanos. Bree era mi mejor amiga y novia de Diego. Y Fred y yo éramos los mejores amigos. Al igual que Diego y Fred eran los mejores amigos. Éramos como una piña, nosotros en plan broma teníamos un club ninja supersecreto. Al cual solo podíamos pertenecer nosotros cuatro.

Sin duda eran los mejores amigos que pudiera tener.

Era un día normal. Estaba en mi primer año de universidad, en mi primer trimestre. La noticia del día era que habían llegado unos nuevos estudiantes desde Alaska.

Tampoco es que me importara mucho, así que seguí hablando de trivialidades con mis amigos.

¡Te digo que no! Kira es un asesino lo mires por donde lo mires —expuso Fred ante la negativa de Diego.

¡Pero él solo lo hacía por un mundo mejor! Quería eliminar a la basura de este mundo para que las personas vivieran sin miedo.

Oh, claro, qué gran forma de hacerlo. Queriendo eliminar a la escoria de este mundo él se convirtió en la peor. Al final él era el único con una mente retorcida a la cual las personas le tenían miedo —contraatacó Fred ante las palabras de Diego.

Bree y yo solo mirábamos el debate entretenidas mientras girábamos la cabeza de un lado a otro como en un partido de tenis. El pasado fin de semana habíamos hecho un maratón viendo el anime de "Death Note" y desde entonces el debate sobre si Light (es decir Kira) era una buena o mala persona estaba abierto.

Estábamos tan entretenidos con nuestro debate que no nos percatamos de que los nuevos estudiantes habían entrado hasta que se oyeron bastante murmullos, por lo que levanté la mirada y les vi.

Eran hermosos. Esa fue mi primera impresión.

¿Quiénes son esos? —le pregunté a Bree, sabía que eran los nuevos estudiantes. Pero no sabía nada de ellos y sabía que Bree estaba mejor informada que yo.

Son los Cullen, Shelly me estuvo hablando sobre ellos en la anterior clase. El moreno que parece un levantador de pesas es Emmett Cullen y la rubia espectacular que está a su lado es Rosalie Hale. Los de su izquierda son Alice Cullen y Jasper Hale. Y el chico del pelo cobrizo es Edward Cullen. Los Cullen son hermanos de sangre y los Hale son adoptados.

Si tan solo no hubiera puesto los ojos en quien no debía…

El resto del almuerzo pasó sin mayores contratiempos, aunque de vez en cuando miraba a la mesa de los nuevos. El chico del pelo cobrizo, Edward, me llamaba extremadamente la atención. Y parecía que no le era indiferente ya que tampoco me quitaba la vista de encima, incluso me sonrió mientras me guiñaba un ojo.

Automáticamente yo me sonrojé y volví mi vista hacia mi mesa. Me percaté de que Bree y Diego mantenían una conversación animada pero Fred me miraba de una forma extraña. Quise preguntarle pero en ese momento sonó la campana dando por terminado el almuerzo. Todos nos levantamos y nos encaminamos hacia nuestras respectivas clases.

Yo estudiaba magisterio infantil, quería ser profesora en un futuro. En cambio mis amigos estudiaban carreras diferentes. Bree quería ser veterinaria, Diego psicólogo y Fred informático, así que cada uno estudiaba la carrera correspondiente a esa profesión. Lo malo era que estábamos separados en la mayoría de las clases, apenas coincidíamos en una o dos. Pero al menos nos veíamos en todos los descansos y almuerzos.

Llegué a clase y me senté en el mismo lugar de siempre. La clase no tardó en llenarse. El profesor acababa de entrar y estaba por cerrar la puerta cuando apareció Rosalie Hale.

Se veía deslumbrante. Y no fui la única en notarlo ya que los chicos la miraban embobados y algunas chicas con envidia y otras con admiración.

¿Y usted es? —le preguntó el profesor con una ceja levantada al ver que llegaba tarde.

Soy Rosalie Hale, acabo de ingresar a esta universidad. Perdone el retraso pero me perdí.

El profesor pareció considerar su excusa y la dejó pasar.

Está bien, siéntese donde encuentre un hueco libre.

El profesor se dirigió a su escritorio y Rosalie examinó el aula, hasta que su mirada se posó en el asiento libre que estaba a mi lado. Puso mala cara, como si le desagradara sentarse a mi lado. Buscó algún asiento más que estuviera libre pero no lo encontró por lo que no tuvo más remedio que sentarse a mi lado.

Se notaba que no le agradaba estar sentada a mi lado, podía ver cómo me miraba con desagrado. Simplemente me limité a ignorarla. ¿Quién se creía qué era? Ni siquiera nos conocíamos y ya me odiaba.

La clase pasó rápidamente y cuando al fin terminó todos nos dispusimos para salir pero el profesor me interceptó en la salida.

Señorita Swan, debido a que la señorita Hale —dijo señalándola, la cual aún estaba recogiendo sus cosas pero que en cuanto oyó su nombres nos miró— ha llegado empezado el curso me gustaría pedirle que la ayudara a ponerse al día en la asignatura. Debido a que usted es una de mis mejores alumnas quisiera pedirle ese favor, por supuesto que eso subirá un punto en su nota ¿qué dice, acepta?

¡¿Qué? ¿Hablaba en serio? ¿Quería que ayudara a ponerse al día a una chica que me odiaba? Genial… (nótese el sarcasmo). Pero por otro lado un punto más en mi nota me vendría bien…

Suspiré.

Está bien, acepto.

Total ¿qué podía pasar? A lo mucho pasar un rato desagradable, pero un punto es un punto. Y de paso me serviría para repasar todo lo visto desde el comienzo del trimestre.

Sonreí tristemente ante el recuerdo. Si tan solo hubiera dicho que "no" las cosas hubieran sido diferentes. Jamás me hubiera acercado a esa familia. Pero ya era demasiado tarde para lamentarse.

Rosalie y yo nos encontrábamos en la biblioteca. Después de que el profesor me lo pidiera llamó a Rosalie para que se acercara y aunque ésta hizo una mueca de desagrado ante la idea de que la ayudara a ponerse al día no se negó.

Por lo que quedamos esa misma tarde después de las clases. Llevábamos una hora repasando el temario y Rosalie parecía entender todo muy rápidamente, así que esto sería fácil.

Mientras estábamos repasando el teléfono de Rosalie sonó.

Se alejó para responder, aunque no podía oír lo que decía parecía que estaba discutiendo con alguien, rápidamente aparté la vista, eso no me incumbía.

Rosalie no tardó en volver y nuevamente pude ver en ella esa expresión de fastidio, sin embargo esta vez no parecía dirigida a mí.

Mmm…. Mis hermanos han organizado una fiesta en mi casa y estás invitada.

Me la quedé mirando sorprendida. ¿Me acababa de invitar a una fiesta una chica que podría asegurar que me odiaba? Definitivamente el mundo se había vuelto loco.

De todas formas no me gustaban las fiestas así que me negué.

Gracias, pero ya tengo otros planes —y era cierto, esta noche había quedado con los chicos para ver una película en casa de Fred.

Vamos, será divertido. Seguro que puedes posponer esos planes —insistió aunque no parecía muy feliz de hacerlo.

Pero ya he quedado con otras personas y…

Pues que se vengan ellos también, cuantos más mejor —me interrumpió rápidamente.

Estuve a punto de negarme pero entonces caí en algo que había ignorado hasta el momento. Edward también estaría en la fiesta.

No sabía exactamente por qué pero desde que lo había visto no podía dejar de pensar en él. Mi mente decía no a esa invitación pero mi corazón fue más rápido al responder.

Está bien.

Acepté sin saber que con ese "está bien" yo misma me estaba condenando.

Llamé a los chicos para avisarles de la fiesta, todos parecieron sorprendidos, no era secreto que yo no era precisamente partidaria de las fiestas. Además, los viernes siempre quedábamos para ver una película desde hace años, era una especie de tradición.

Ya todos estaban en casa de Fred esperándome, por lo que ellos me tenían en altavoz.

Entonces ¿os apuntáis? —pregunté.

Hubo unos segundos de silencio incómodo y repentinamente se escuchó un portazo.

¿Qué ha sido eso? —exclamé extrañada.

Mmm… era Fred —¿Fred? ¿Por qué se había ido dando un portazo? No entendía nada…— Y sí, yo sí voy —añadió Bree rápidamente.

Genial ¿y tú Diego? —le pregunté, luego volvería a intentarlo con Fred.

Yo creo que mejor no, estoy algo cansado y no tengo cuerpo para fiestas, mejor me quedaré con Fred. Pero pasáoslo bien tú y Bree.

Y así fue. Bree y yo nos arreglamos y fuimos a la fiesta. Le pregunté que qué le pasaba a Fred ya que desde el almuerzo actuaba raro ella simplemente se encogió de hombros.

Al llegar me quedé sorprendida a ver la enorme mansión, tanto Bree como yo estábamos asombradas. Estábamos tan anonadadas mirando la mansión que no nos percatamos cuando Alice Cullen se nos acercó.

Hola, yo soy Alice. Tú debes de ser Bella ¿no? —me sorprendió que supiera mi nombre aún así asentí—. ¿Y tú eres? —dijo mirando a Bree aún con una sonrisa en su rostro.

Yo soy Bree —dijo en un tono un poco seco que me sorprendió.

Encantada Bree, bueno, pasad, la fiesta está dentro.

Ambas la seguimos y de mientras Alice nos estuvo hablando de todo un poco. Alice era una chica muy simpática, sin embargo Bree no parecía muy cómoda con ella. Ni con ella ni con la fiesta.

Más tarde Alice nos presentó a sus hermanos, aunque entre ellos no se encontraba Edward y eso internamente me decepcionó un poco. Realmente los hermanos Cullen eran muy simpáticos (excepto Rosalie que me seguía mirando con desagrado) y estuvimos hablando un buen rato. Pero la actitud de Bree empeoró, estaba la mayor parte del tiempo con el ceño fruncido y apenas hablaba con alguno de los Cullen y cuando lo hacía les hablaba muy cortantemente.

Estaba realmente confundida por su actitud por lo que la secuestré en los servicios asegurándome de que no hubiera nadie dentro.

Habla —le dije mientras cruzaba mis brazos y me ponía enfrente de la puerta impidiéndole salir.

¿De qué quieres que hable? —preguntó frunciendo el ceño.

¿Cómo que de qué? Desde que hemos llegado te noto rara, incluso un poco fría con los Cullen, como si te hubieran hecho algo y te disgustara su compañía. Y pareces incómoda en la fiesta y tanto tú como yo sabemos que amas las fiestas.

Ambas nos miramos por unos segundos hasta que Bree suspiró derrotada, decidida a confesar.

No es que los Cullen me hayan hecho nada y tampoco es que me sienta incómoda con la fiesta. Es solo que… —se quedó callada durante unos segundos como si estuviera buscando las palabras adecuadas —¿En serio no lo has notado?

Eso me confundió.

¿Qué tenía que notar? —exclamé confundida.

No sé cómo explicarlo. Pero los Cullen te miran de forma rara…

¿De forma rara? ¿A qué se refería?

¿A qué te refieres?

Bueno, tal vez sean imaginaciones mías, pero veo en los ojos de los Cullen lástima hacia ti, como si supieran algo que tú no.

¿Lástima por mí? ¿Por qué? Si apenas nos conocemos…

Lo sé… eso es lo más raro de todo, pero me huele a gato encerrado. Mira, no sé, tal vez esté un poco paranoica solo te pido que te cuides ¿sí? No quisiera que te hicieran daño.

Eso me dejó muy confundida y extrañada.

Descuida, ya sabes que sé cuidarme.

Ella sonrió ante mis palabras pero la sonrisa no le llegó a los ojos, aún así nos abrazamos dando esa conversación por terminada.

Bree siempre se caracterizó por calar a las personas con solo mirarlas ¿por qué no le hice caso? Ah, sí, porque estaba ciega…

No tardamos en salir del baño y cuando volvimos donde los Cullen me percaté de que Edward estaba entre ellos.

Bella, Bree, éste es mi hermano Edward. Edward, éstas son Bella y Bree.

Encantado de conoceros —dijo Edward aunque solo me miraba a mí con una sonrisa torcida que hizo que mi corazón empezara a latir aceleradamente.

No sabía por qué mi cuerpo actuaba así, solo sabía que las manos me sudaban y mi corazón latía cada vez más acelerado. Y empezaba a sentir mariposas en el estómago. ¿Acaso me gustaba Edward?

Esa pregunta me la estuve haciendo el resto de la noche y los días siguientes a la fiesta. Edward y yo empezamos a hacernos amigos. Nos veíamos en la universidad e incluso me senté en la mesa de los Cullen.

Edward me invitó y fui incapaz de decirle que no. Más que nada porque había hecho un descubrimiento. Amaba a Edward Cullen. Mi vida empezó a girar alrededor de él.

Y en mi enamoramiento no me di cuenta de las personas que dejaba atrás, personas que sí valían la pena…

Fred ya no me hablaba desde que me hice amiga de Edward. Bree y Diego seguían siendo mis amigos pero nuestra relación ya no era la misma. No sabía exactamente qué le había pasado a nuestro club ninja supersecreto solo sabía que se había roto.

Cuando Edward me invitó a sentarme con él y sus hermanos invité a los chicos a sentarse también pero ellos lo rechazaron, de hecho fue en ese momento en que Fred me dejó de hablar y nuestra amistad terminó.

Las semanas siguientes traté de recuperar su amistad pero no lo conseguí, tal vez no le puse demasiado empeño ya que estaba demasiado ocupada con Edward. Solo sé que las cosas ya no eran igual. Tampoco quedaba ya con Bree y Diego, más que nada porque yo nunca tenía tiempo, pasaba las veinticuatro horas con Edward y sus hermanos.

Y así pasaron tres meses.

El club ninja supersecreto se había roto oficialmente. O mejor dicho, yo había quedado excluida del club, ya que Bree, Diego y Fred seguían siendo amigos. Fred seguía enfadado conmigo y no sabía por qué. Bree y Diego me saludaban cuando me veían pero ninguno de los tres hizo el intento de acercarse al otro.

Edward empezó a ser lo único importante en mi vida.

Al quinto mes de conocernos ya éramos los mejores amigos. Edward y yo éramos inseparables. Pero también me hice amiga del resto de sus hermanos, aunque según pasaba el tiempo noté algo extraño.

Edward y sus hermanos empezaron a distanciarse hasta el punto de no hablarse. Por lo que Edward y yo terminamos sentándonos en una mesa él y yo solos. Y a mí no me importó mientras estuviera con él.

Un día Edward me llevó a un sitio muy especial para él, me dijo que iba ahí cuando quería estar solo. Me llevó con los ojos vendados y cuando me quitó la venda vi ante mí un prado hermoso. No había otra palabra para describirlo. Estaba lleno de flores y árboles, parecía el paraíso.

Nos tumbamos por largo rato en el césped y entonces ocurrió algo que no me esperaba.

Bella, me gustas desde el primer momento en que te conocí. ¿Quieres ser mi novia?

Sí, Edward se me declaró.

Si no hubiera estado tan cegada me hubiera dado cuenta de que él en ningún momento me dijo que me amaba o me quería, tan solo me dijo que le gustaba. Pero el amor te ciega hasta tal punto que te conviertes en la persona más estúpida del planeta tierra.

Obviamente acepté ser la novia de Edward. Después de darle el "sí" él empezó a besarme y se posicionó encima de mí asegurándose de no apoyar su peso en mí.

Yo también empecé a acariciarle la espalda y poco a poco, entre besos, la ropa fue desapareciendo.

Él me besaba con tanta devoción que hasta el más incrédulo de los humanos hubiera creído que me amaba.

Él no tardó en penetrarme, lo hizo de una sola estocada y yo no pude reprimir el dolor que me causó.

Él se quedó quieto unos segundos esperando, se notaba sumamente sorprendido.

¿Eras virgen? —preguntó sorprendido.

Yo solo asentí, el dolor aún era muy intenso. Pudiera parecer raro que en el siglo XXI aún fuera virgen a mis diecinueve años, pero así era. Y no fue porque no tuviera ofertas, simplemente no quise hacerlo con alguien a quien no amara. Para mí el sexo era algo importante que no se hacía con cualquier desconocido. Y por eso aquí estaba, entregándome al amor de mi vida.

Oh, tranquila, el dolor pronto pasará —me susurró al oído y así fue.

Después de unos segundos el dolor desapareció y moví mis caderas indicándole que continuara y así lo hizo. Y una sensación totalmente nueva para mí me invadió.

Placer.

Edward me embistió con fuerza una y otra vez, yo enrollé mis piernas en su cintura para darle más acceso lo que provocó que cada embestida fuera más profunda.

Él me siguió embistiendo cada vez más fuerte, de repente empecé a sentir una sensación extraña debajo de mi vientre que pedía ser liberada y así fue, no tardé en explotar, pero no fui la única, él también se vino dentro de mí.

Ambos nos quedamos jadeando, él se quitó de mí y se tumbó boca arriba al lado mío.

Eso fue maravilloso, cariño —exclamó mientras me miraba con ternura en sus ojos.

Yo rápidamente me sonrojé. Él al ver mi sonrojo empezó a reírse.

Esa tarde hicimos el amor tantas veces que perdí la cuenta, solo sé que se nos hizo de noche y las estrellas y la luna fueron testigos de nuestro amor.

Los días siguieron pasando y cada día dependía más de Edward, ya nadie más importaba. Ni los hermanos de Edward ni mis antiguos amigos. Nadie. Solo él y yo.

Si bien era cierto que ya no hablaba con mis antiguos amigos (Bree, Diego y Fred) sí seguía mi amistad con los hermanos de Edward, pero eran pocas las ocasiones en las que hablábamos. Más que nada porque Edward me alejaba de ellos, en realidad me alejó de todos. Tenía la sensación de que lo hacía por miedo pero no sabía a qué temía.

Aunque por aquellos tiempos no me di cuenta también me alejó de Bree, Diego y Fred. Cuando yo le hablaba de que me sentía triste porque se había roto mi amistad con ellos él decía que así era mejor, que si no sabían alegrarse por mi felicidad peor para ellos. Y que teniéndole a él no necesitaba a nadie más. Y yo como la estúpida que era, pensé que tenía razón.

Porque el amor me tenía cegada hasta tal punto que creí cada palabra que él decía, todo lo que saliera por su boca iba a misa. Jamás se me pasó por la cabeza que a él no le importaba mi amistad con ellos, que prefería que estuviera sola ya que así era más fácil manejarme.

Qué ilusa fui…

Los meses volvieron a pasar y los meses se convirtieron en años.

Hoy hacía exactamente dos años y cinco meses que era la novia de Edward Cullen. Fue entonces que empecé a notar que algo pasaba, Edward no me dejaba sola ni un momento. Ni siquiera con sus hermanos me dejaba ya hablar.

Pues cada vez que o bien ellos se acercaban a mí o yo a ellos Edward aparecía y me alejaba. Tenía la sensación de que ellos, desde hacía tiempo, querían hablarme sobre algo, pero nunca conseguía averiguarlo ya que Edward siempre me alejaba de ellos rápidamente.

Yo estaba en mi tercer año de universidad, un año más y terminaría al fin la carrera. Pensaba que mi vida era perfecta, exceptuando el hecho de que había perdido a mis amigos de la infancia.

Todo cambió un día que se suponía que iba a ser un día más. Pero no, no fue así. Edward y yo acabábamos de llegar a la universidad, estábamos andando por el estacionamiento para ir a clase cuando un descapotable rosa apareció de la nada llamando la atención de todos los presentes.

Edward se tensó y se puso pálido al mirar el coche. ¿Qué le sucedía? Rápidamente soltó nuestras manos entrelazadas como si mi contacto le quemara. Yo le miré confundida.

Desvié mi vista hacia donde él miraba y vi que miraba el coche rosa. De él bajó una chica preciosa, tenía el cabello rubio rojizo. Era una de esas chicas que parecían sacadas de una revista de modelos por lo hermosa que era. Más de uno se quedó babeando nada más verla.

Lo que no me esperaba era que al girar la vista para mirar a Edward viera en sus ojos lo mismo que en los chicos que babeaban por esa chica.

Deseo.

No tuve tiempo de analizar la situación ya que la chica empezó a mirar hacia todos lados hasta que encontró lo que buscaba, rápidamente corrió hasta abalanzarse en los brazos de… Edward.

Sentí como el corazón se me rompía en mil pedazos.

Pero quise pensar que era una loca que se había abalanzado encima de Edward. Confié en él esperando que cuando esa loca se le quitara de encima me explicara que era la primera vez que la veía y que me amaba a mí.

Pero eso jamás sucedió. Todo lo contrario, él la sujetó aún más firmemente en sus brazos y le devolvió el beso apasionado que ésta le dio.

Yo no entendía nada. Mi mente no lograba encontrar una explicación para esto.

Entonces vi a los hermanos de Edward no muy lejos de allí, se estaban acercando y parecían que venían hasta mí. Y por primera vez vi en ellos esa mirada que Bree me dijo hace tanto tiempo que vio en ellos.

Lástima, más no sorpresa. Ellos los sabían. Siempre lo supieron.

Fue en ese momento que me di cuenta de algo que había ignorado todo este tiempo. Algo que todos sabían y me ocultaron. Algo que era obvio para todos menos para mí.

Todas las piezas del puzzle encajaron.

Yo era la otra, la amante. Fui la amante de Edward por años y nadie tuvo la decencia de decirme la verdad.

Mi teoría fue confirmada cuando ambos dejaron de besarse y la chica susurró.

Te he extrañado mucho, Eddie. Te amo y nunca volveré a estar tanto tiempo alejada de ti.

Yo también te amo, Tanya.

Eso fue más de lo que pude aguantar. Sentí como el corazón se me desgarraba de dolor, era una sensación horrible, era como si alguien pisoteara los restos de mi corazón ya roto.

Las lágrimas acudieron a mis ojos rápidamente y como pude salí corriendo de ahí.

Oí como los hermanos de Edward me llamaban pero no me importó. Me limité a correr como si mi vida dependiera de ello. Llegué al centro de la ciudad, todos me veían raro. Supongo que no todos los días te encuentras a una loca llorando en media calle. Llamé a un taxi y le di la dirección de mi apartamento.

Todo hubiera sido más fácil si hubiera ido a la universidad en mi coche pero desde que empecé a salir con Edward siempre venía a buscarme para ir a la universidad.

Cuando llegué a mi departamento subí rápidamente y me encerré en mi habitación por días. Apagué el móvil y perdí contacto con el mundo. Necesitaba estar sola.

Lloré y lloré hasta quedarme seca, llegó un momento en que no pude llorar más. Pero mi corazón seguía doliendo igual o más que el primer día.

Me sentí traicionada y asqueada por mí misma.

Me convertí en la amante. No necesitaba una confirmación de su parte con lo que vi fue suficiente.

Me sentí sucia, me sentí como una muñeca a la que él utilizó. Me bañé miles de veces intentando borrar el recuerdo de sus caricias, de sus besos, más no funcionó. Lo único que conseguí es que mi piel enrojeciera de tanto frotarla.

Oí como llamaban al timbre miles de veces durante el tiempo que estuve recluida en mi apartamento pero no abrí la puerta, al cabo de un rato se acababan cansando.

No fue hasta el séptimo día de mi encierro que me di cuenta que no podía seguir así, necesitaba desahogarme.

Y en ese momento me vino a la mente el nombre de Bree. Necesitaba hablar con ella.

Me arreglé un poco, aunque los ojos rojos e hinchados no conseguí disimularlos. Pero realmente me daba igual. Solo quería llegar a la casa de Bree.

Así que salí de mi apartamento después de tantos días y conduje hacia la casa de Bree. Llamé al timbre y me abrió la persona que menos esperaba ver.

Fred.

Aunque era lógico, era el hermano de Bree, vivían en la misma casa.

Supongo que no fui la única sorprendida, él parecía incluso más sorprendido que yo de verme. Estaba segura que mi aspecto deplorable y mis ojos rojos no ayudaban a dar una buena imagen de mí.

¿Está Bree? —pregunté con voz rota.

Bella…

Pronunció mi nombre con tanto dolor que al estar yo tan sentimental las lágrimas me traicionaron y empezaron a salir de mis ojos.

Fueron lágrimas de dolor pero también fueron lágrimas de felicidad. Felicidad por volver a ver a mi mejor amigo después de tanto tiempo.

Sin pensar en mis acciones me abalancé sobre él y le abracé.

Fred… te he echado mucho de menos.

Él pareció reaccionar ante mis palabras y me devolvió el abrazo lo más fuerte que pudo, transmitiéndome su apoyo aún sin saber el por qué lloraba.

Sentí que había vuelto al pasado, donde Fred me consolaba cuando estaba triste. Como cuando me consoló cuando mis padres se divorciaron o como cuando mis padres murieron. Él siempre estuvo ahí para mí, me hizo sentir protegida, a salvo. Y nuevamente volvía a sentir esa protección estando en sus brazos.

Y yo a ti, Bells.

Fred me hizo pasar, me contó que Bree no estaba, que había salido con Diego. Pero yo necesitaba desahogarme y él se ofreció a escucharme. Y así lo hizo, me escuchó sin juzgarme. Por primera vez pude desahogarme de todo el dolor que estaba sintiendo.

Fred maldijo a Edward de mil formas, incluso quiso matarlo a golpes. No entendí esa reacción tan violenta, por lo general Fred era la persona más pacifica que te podías encontrar. De hecho él siempre odió la violencia.

Conseguí convencerle de que no hiciera nada, ya que éste era mi problema, no el suyo. Pero él me contestó algo que me dejó perpleja.

Tus problemas son mis problemas. Somos amigos y los amigos se ayudan. Y si ese cabrón te hizo daño se merece que le dé una lección, para que sepa que no estás sola.

¿Amigos? ¿Volvíamos a ser amigos? Eso me llenó de felicidad. Había recuperado a mi mejor amigo.

El resto del día Fred se la pasó consolándome, por la noche llegaron Bree y Diego. Les conté todo. Diego y Bree estaban que se subían por las paredes de lo rabiosos que se encontraban, Diego incluso empezó a hablar con Fred de ir a hacerle una visita a Edward para partirle las piernas, pero entre Bree y yo logramos convencerles de que esa no era la mejor solución. Aunque Bree también odiaba con todo su corazón a Edward sabía que la violencia no era el mejor medio para solucionar las cosas.

Al final desistieron de ir a golpear a Edward y se pasaron toda la noche apoyándome.

Me sentí feliz, había recuperado a mis amigos. Pero por otra parte me sentía morir. Amaba a Edward demasiado y no sabía cómo iba a seguir con mi vida sin él. Él se había encargado de que mi vida girara a su alrededor y ahora no sabía cómo continuar con la mía separando nuestros caminos.

Lo peor de todo era saber que yo no quería olvidarme de él ¿cómo se le dice al corazón que deje de amar a la persona amada? ¿Cómo se hace para desterrarlo de tus pensamientos? ¿Cómo se hace para vivir alejada de la persona que amas?

Era débil y lo sabía. Y así pude comprobarlo el día que volví a la universidad.

Bree, Diego y Fred se las arreglaron para no dejarme ni un segundo sola. Los hermanos de Edward intentaron hablar conmigo pero los chicos no les dejaron.

Pero Edward se las ingenió para poder hablar conmigo a solas. Aunque fuera en el servicio de mujeres.

Bree me hubiera acompañado de no ser porque ella estaba en clase, al igual que Diego, así que era Fred el que hacía de guardaespaldas en este momento, solo que él no podía entrar dentro y le tocaría esperar fuera.

Jamás me esperé encontrarme a Edward dentro de los servicios.

Le miré con toda la rabia y dolor que sentía antes de preguntarle lo que me llevaba carcomiendo todo el tiempo.

¿Por qué? —pregunté con todo el dolor que sentía, pregunté con una voz que ni siquiera se parecía a la mía. Siempre me dijeron que mi voz era dulce y alegre. Pero ahora mi voz sonaba a la de una persona muerta, una voz rota.

Él pareció no entender mi pregunta por lo que decidí explicarme.

¿Por qué me hiciste esto?

Él cerró los ojos como si le dolieran mis palabras.

Lo siento —susurró.

Me disponía a hablar pero él levantó la mano haciéndome callar.

Déjame explicarme, por favor.

Mi cerebro me decía que me fuera de ahí, que todo estaba ya claro. Que llamara en voz alta a Fred y éste entraría enseguida e impediría que Edward siguiera hablando. Pero mi corazón me impedía hacer eso, una parte de mí quería saber qué iba a decir.

Así que guardé silenció y escuché.

Bella, yo jamás quise hacerte daño. Sí, es cierto, te engañé. Soy novio de Tanya desde niños, nuestras familias son amigas desde hace mucho tiempo. Yo siempre estuve enamorado de Tanya y ella de mí por eso nos hicimos novios hace seis años, pero cuando a mi padre le tocó mudarse aquí ella se quedó en Alaska. No te imaginas lo que fue estar separado de ella, pero entonces te conocí a ti. No te amo, Bella, pero te deseo y me hiciste sentir bien durante el tiempo que estuve alejada de ella. Me hiciste olvidar el dolor por estar separada de la persona que amo. Entiéndeme, no quise hacerte daño pero te necesitaba a mí lado para no hundirme en la miseria.

¿Se suponía que me tenía que sentir mejor porque me acababa de decir que solo me utilizó para él no sufrir? ¿Qué mierda de explicación era esa? ¿Acaso alguna vez le importaron mis sentimientos?

Toda la rabia que sentía me hizo hacer algo que jamás había hecho. Levanté mi mano y le abofeteé tan fuerte que hice su cara girar hacia un lado. Mi mano se quedó grabada en su mejilla.

¿Pensaste alguna vez en mí? ¿Se te ocurrió pensar que yo no merecía esto? Claro, que sencillo es todo para ti. Para tú no sufrir me hiciste sufrir a mí. Eso sí está bien ¿no? Si yo sufro eso no importa, total ¿qué soy yo en tu vida? ¿Una muñeca a la que utilizaste cuando tú necesitabas sin importarte mis sentimientos? ¿Pensabas en ella cuando me hacías el amor a mí? ¡Respóndeme, maldita sea! —grité con toda la rabia que sentía y que Edward había multiplicado por mil con sus estúpidas excusas.

A estas alturas mis mejillas ya estaban húmedas, en alguna parte de mi discurso había empezado a llorar. Pero no había prestado mucha atención a eso la verdad, estaba demasiado ocupada sacando todo lo que tenía dentro.

Él se quedó callado como el cobarde que era.

Bella, no quiero perderte. Te necesito en mi vida —dijo tras varios minutos de silencio tan solo roto por mis sollozos.

Esa afirmación me pilló con la guardia baja. ¿No quería perderme? ¿Me necesitaba? ¿Para qué?

No veo para que puedas necesitarme, ahora ya tienes a tu novia oficial.

¡NO! ¡Maldita sea! La amo, sí, pero… te necesito a ti también en mi vida. No me abandones por favor, sin ti no voy a poder sobrevivir, no me hagas esto, Bella. No me apartes de tu vida.

Sin darme tiempo a contestar me besó aprisionándome entre la pared y él.

Y yo… no pude reaccionar. Si amaba a su novia ¿por qué me decía que no podía vivir sin mí? ¿Acaso podría llegar algún día a amarme? ¿Yo podría perdonar su traición y todas sus mentiras?

Cuando dejamos de besarnos estábamos jadeando por la falta de aire, Edward aún me tenía aprisionada entre la pared y él y me miraba muy intensamente.

Dime la verdad, si me quedo a tu lado ¿podrás llegar alguna vez a quererme?

Él continuó mirándome sin responder hasta que yo cerré los ojos decepcionada. Su silencio lo decía todo. Él nunca iba a…

Sí, te juro que a partir de hoy voy a intentar quererte —dijo interrumpiendo mis pensamientos.

Le miré y pude ver decisión en sus ojos. Entonces lo decidí.

Iba a seguir a su lado y no me importaba si era como su amante. Lo único que importaba era conseguir que él me amara. Sabía que estaba actuando estúpidamente y con mi decisión dañaría a terceros pero no podía evitarlo.

Amaba a Edward Cullen más que a nada en este mundo. Haría lo que fuera por el simple hecho de que él me amara. Solo esperaba no estar equivocándome.

Cuando me quise dar cuenta él ya me estaba besando de nuevo.

Entonces todo sucedió muy rápido, la puerta fue abierta…

Bells, me ha parecido oír gritos ¿está todo bien? ¿Por qué tardas tan…

La última pregunta quedó suspendida en el aire. Edward y yo dejamos de besarnos y miramos hacia Fred.

Entonces pude ver en Fred a mí misma el día en que vi a Edward y Tanya besándose. Su corazón se acababa de romper… por mi culpa.

Entonces comprendí muchas cosas. Comprendí su actitud de los últimos años y me sentí un monstruo.

Fred… —susurré.

Él cerró los ojos.

Bella, dime que te estaba besando a la fuerza y te juro que le mato a golpes. Dímelo, por favor…

Fred…

¡Dímelo! Me niego a creer que has vuelto a caer en sus brazos ¡me niego! ¡Así que dime que te estaba besando a la fuerza!

Lo siento, Fred, pero no es así. Le amo y no puedo hacer nada por evitarlo…

Fred apretó los puños y aún con los ojos cerrados vi como descendían lágrimas por sus mejillas.

Él se dio media vuelta y golpeó la puerta con un puñetazo. Entonces… echó a correr.

Yo reaccioné y separé rápidamente a Edward de mí. Iba a ir tras él cuando Edward me sujetó del brazo.

¿A dónde vas? Déjale, lo superará.

Yo le miré fulminantemente.

Es mi amigo y esta vez no pienso permitir que me alejes de él. Ni de él ni de nadie. ¿Te queda claro?

Él asintió no muy convencido.

Y ahora me necesita, así que ¡suéltame!

Él me miró durante unos segundos pero me soltó. Y yo corrí tras Fred. Salí al campus en su busca y como si el cielo llorara por lo acontecido empezó a llover. Lo que dificultó que le encontrara. Pero lo hice. Estaba camino a su coche, corrí como alma que lleva el diablo hasta él e impedí que subiera al coche poniéndome enfrente de éste.

¡Espera, Fred, hablemos!

¡¿De qué quieres que hablemos? ¡¿De cómo has vuelto a caer en sus redes?

Lo bueno de estar lloviendo y ser horario de clases es que el campus estaba vacío, por lo que nadie se percató de nuestra discusión.

Yo… —no sabía qué decir.

Acababa de descubrir que me quería, acaba de aceptar volver a ser la amante de Edward, acababa de romperle el corazón a mi mejor amigo y simplemente no sabía qué decir.

¿Sabes, Bella, qué es lo que más me duele? —preguntó esta vez sin gritar. Pero lo dijo con un tono mucho peor… lo dijo con desolación y… decepción.

Yo negué con la cabeza.

Que toda mi vida esperé que te fijaras en mí como algo más que tu mejor amigo. Y cuando conociste a Edward reconozco que actué mal, me moría de celos y no podía veros juntos. Pero con el tiempo comprendí que si Edward era tu felicidad yo tenía que retirarme, dejarte ir. Porque si te amaba tu felicidad era lo único que importaba. Pero el otro día cuando viniste a mi casa y me contaste todo lo que te hizo ese cabrón todas las esperanzas que creí muertas resucitaron. Pensé que tal vez esta vez teníamos una oportunidad, ya que ese cretino jamás te mereció. Pensé que te darías cuenta de eso. Pero no… ¡maldita sea! ¡Volviste a caer en sus redes y eso es lo que más me duele! Yo puedo aceptar que no me ames, puedo aceptar que estés con otra persona, pero lo que no puedo aceptar es que estés con un bastardo que no te merece.

Yo no podía dejar de llorar, de mi boca no salía una palabra. La confesión de Fred me llegó muy hondo. Sin embargo… el amor que sentía por Edward era mayor.

Y me odiaba por eso.

Cerré los ojos decepcionada de mí misma.

Lo siento, Fred. Sé que tú no te mereces esto y créeme que yo no quiero hacerte sufrir. Pero lo que siento por Edward es algo que no puedo controlar. ¿Crees que a mí me gusta ser la otra? ¿Crees que a mí me gusta saber que el hombre que amo ya tiene dueña? ¿Crees que a mí me gusta sufrir? No, pero voy a darle otra oportunidad. Quiero que se enamore de mí. Él me dijo que intentará enamorarse de mí y…

Fred negó con la cabeza incrédulo ante mis palabras.

¿Tú te estás oyendo? ¿De verdad crees que él se pueda enamorar de ti algún día? Es un bastardo sin corazón que no le importó jugar con tus sentimientos. Personas así no cambian. ¡Por favor, Bella, abre los ojos!

Dicho eso se acercó a mí… y me besó.

Él movía sus labios contra los míos desesperado porque mis labios reaccionaran pero yo no podía participar en ese beso. No le amaba.

Así que aparté a Fred y volví a repetir la frase del millón.

Lo siento —me disculpé por última vez y salí corriendo de ahí como la vil cobarde que era.

A lo lejos oí como gritaba:

¡¿Por qué no puedes enamorarte de mí? ¡Dame una oportunidad, por favor, Bella! ¡Él no te merece!

Sabía que tenía razón. Edward no me merecía, pero yo le amaba y eso para mí era suficiente. Además, yo tampoco merecía a Fred. Él era demasiado bueno y yo era la mujer que le había roto el corazón. Él se merecía algo mucho mejor que yo.

Y de eso ya pasaron un año y algunos meses. Me encontraba en mi último año de universidad. Apenas quedaba una semana para terminar la carrera.

Yo seguía siendo la amante de Edward, de hecho acababa de irse de mi cama para volver con su novia. Porque sí, ahora él y ella vivían juntos.

Y aún peor… estaban comprometidos. El día que me enteré estuve a punto de mandar a Edward a la mierda pero me dijo que el compromiso lo habían elegido los padres de ambos y como él ya iba a terminar la universidad tenía que empezar a sentar cabeza.

Yo le dije que para qué me quería a mí si se iba a casar, que este tiempo había sido un error, porque él jamás consiguió amarme pero él me dijo que aún lo seguía intentando. Y aquí estaba yo, como una estúpida esperando algo que nunca llegaría.

A veces lamentaba no haberle dado a Fred una oportunidad y mandar a Edward a la mierda. Pero rápidamente mi corazón me recordaba por qué lo hice. Amaba a Edward, no a Fred.

Me levanté de la cama y fui al baño, no me importaba ir desnuda, total, estaba yo sola en mi apartamento. Sola, como siempre he estado.

Pues ya no tengo amigos, no tengo a mis padres. Solo le tengo a él y para él solo soy la mujer que calienta su cama. Porque sí, ya he perdido las esperanzas de que se enamore de mí. Si aún acepto ser su amante es porque espero un milagro que sé que no llegará, pero me niego a creer que Edward jamás podrá amarme. Me duele pensar en eso y por eso prefiero engañarme.

Dos semanas después…

Ya había terminado mi carrera, ahora me estaba tomando unas vacaciones después de tanto estrés. Ya que la última semana la tuve llena de exámenes, por suerte los aprobé con buena nota. Y ahora ya era licenciada en magisterio infantil. Estaba ansiosa por empezar a ejercer.

Siempre me gustaron los niños y por eso quise ser maestra. Y según iba encaminada mi vida tal vez mis futuros alumnos serían los únicos niños que yo llegaría a conocer. Porque el sueño de mi infancia de casarme y tener hijos estaba cada vez más lejos, por no decir que ya se había extinguido. Al igual que se había extinguido mi vida poco a poco.

Edward se había ido de vacaciones con su familia y… su novia. Iban a celebrar que los hermanos Cullen se habían graduado. Y yo me quedé aquí a esperarlo, a esperar su vuelta.

Suspiré.

Mi vida no podía ser más patética pero no podía quejarme, yo había tomado mis decisiones y ahora tenía que atenerme a las consecuencias.

Me tumbé en el sofá de la sala y prendí la tele, estaba aburrida y sin nada que hacer. Había pensado en ir a la playa pero estaba lloviendo, así que mis planes se habían arruinado. Habría llamado a algún amigo si tuviera, pero como no tengo aquí me encontraba haciendo zapping para pasar el rato.

Estaba por cerrar la televisión cuando el último canal que había puesto me dejó petrificada. Salía Edward en la tele junto a su novia. En una iglesia, vestidos de novios. Ella con un hermoso vestido blanco y una deslumbrante sonrisa y él con un traje negro que hacía resaltar su belleza.

Y entonces quise morirme. Él me había engañado… nuevamente. Él no se había ido de vacaciones se había ido para casarse. Y no me lo había dicho. ¿Qué esperaba? ¿Qué nunca iba a enterarme? ¿Acaso no merecía que al menos me avisara para estar preparada para este duro golpe emocional?

Entonces dejé de pensar, dejé de sentir y me quise morir. Mi vida ya no tenía sentido. Sentí como mi visión se nublaba y algo húmedo empezó a resbalar por mis mejillas pero estaba tan en shock que no le di importancia. Las palabras de la tele eran lo único que rompía el silencio en mi apartamento…

"La familia Cullen y la familia Denali por fin se han unido de todas las maneras posibles. Antes les unía la amistad y los negocios que compartían. Y ahora con el matrimonio de sus hijos se convirtieron en familia. Esa pareja ya se veía venir desde hacía tiempo, un noviazgo tan perfecto solo podía terminar en boda. Desde aquí les deseamos toda la felicidad del mundo, las empresas Cullen y Denali siempre han sido muy exitosas y reconocidas. Y con la nueva unión los lazos entre ambas familias se fortalecerán…"

Dejé de escuchar y apagué la televisión. La rabia por sentirme nuevamente traicionada hizo que lanzara el mando contra la televisión, el impacto fue tal que la televisión se rompió. Y no me importó. De hecho empecé a destruir mi apartamento, necesitaba desahogarme de alguna forma.

Y así lo hice, rompí todo lo que tenía. Rompí las ventanas, rompí los muebles, rompí las paredes, rompí todo. Al igual que él me rompió a mí. Y al igual que a él no le importó destrozarme a mí tampoco me importó destrozar mis muebles. Porque para él yo solo fui un mueble más, un juguete más y ahora al fin lo comprendía.

Él jamás me amaría porque yo no significaba nada en su vida. Nada más era una muñeca a la que utilizaba. Al fin entendí la metáfora de mi vida. Al igual que a mí no me importó destruir los muebles, a él no le importó destruirme porque yo valía lo mismo que un mueble: nada.

Y después de tantos años me di cuenta. Me di cuenta de que había estado viviendo en un mundo de mentiras que yo misma creé. Todos me dijeron que él nunca me amaría aún así decidí ignorarles porque pensé que los cuentos de hadas existían.

Sus propios hermanos me lo dijeron, hablaron conmigo, advirtiéndome, pero les dije lo mismo que le dije a Fred. Amaba a Edward e iba a hacer lo que estuviera en mis manos para que él me amara también.

Una risa histérica brotó de mí, qué ridículo sonaba solo pensarlo. ¿Él? ¿Amarme a mí? Por favor… eso tan solo era un chiste, el chiste de mi vida.

Entonces tomé una decisión. La muerte era mi única vía de escape. No quería sufrir más. Ya no me importaba nada. Nadie me echaría de menos. Nadie. ¿Quién puede echar de menos un mueble? Edward seguramente encontraría otra estúpida que le sirviera de puta, lo único que fui yo para él.

Entre todo el desorden busqué las llaves del coche y bajé en estado zombi hasta el aparcamiento. Me metí dentro del coche y arranqué. Empecé a pensar en un buen lugar para terminar con esta agonía sin causar víctimas. Entonces recordé un precipicio al cual se podía acceder con el coche y no tuve que pensarlo más, inmediatamente me dirigí hacia ahí.

Pronto lo tuve delante de mi vista. No había más coches por ahí. Solo tenía que volver a arrancar el motor e ir hacia delante y el coche caería por el precipicio. Solo eso y mi dolor terminaría. El precipicio no era muy profundo pero lo suficiente para no volver a abrir los ojos.

Ese pensamiento me hizo tomar el valor y arrancar. Aceleré hacia delante y caí. De repente todo se hizo negro.

6 meses después…

Empecé a abrir los ojos lentamente, una luz cegadora me hizo cerrar los ojos de nuevo mientras fruncía el ceño.

—¡Oh, por Dios! ¡Un médico por favor! —gritó una voz demasiado familiar.

Bree.

—¿Qué ocurre? —preguntó una voz varonil que nunca había escuchado.

—¡Se ha despertado, ha abierto los ojos y se ha movido!

Entonces sentí como alguien empezaba a tomarme el pulso. Volví a abrir los ojos y vi que me encontraba en un hospital. Vi al tipo que me estaba revisando, era un médico. Y vi a Bree.

¿Qué hacía ella aquí? O aún mejor ¿qué hacía yo aquí? Entonces recordé… y me maldije por ser tan estúpida por hacer todo mal. ¡Ni mi muerte supe hacerla bien!

Empecé a llorar y a moverme histérica en la cama ya que quería bajar y no me dejaban, decían que tenía que tumbarme pero yo no quería. Solo quería volverlo a intentar pero esta vez sin fallos.

Bree empezó a llorar al ver mi actitud pero yo estaba demasiado histérica como para darme cuenta, solo quería terminar lo que empecé. El médico llamó a una enfermera y me sedaron.

Desperté horas después, ya de noche pues la luz de la luna se colaba en la habitación. Giré mi cabeza y vi a Bree sentada en un sillón a mi lado. Tenía la vista pérdida en algún punto de la habitación, pero podría jurar que no estaba viendo realmente nada.

—¿Bree? —la llamé.

Ella reaccionó y me miró. Sus ojos se humedecieron.

—Bella…

Se levantó del sillón y se arrodilló en el suelo mientras me cogía la mano.

—¿Cómo te sientes? —preguntó.

Yo giré mi vista hacia la ventana y miré la luna.

—Como una basura que debería haber muerto. No entiendo cómo me salvé.

Sentí que Bree me soltó la mano y la miré. Y vi que me miraba con rabia pero a la misma vez con una profunda tristeza.

—¿Cómo puedes hablar así? ¿Acaso pensaste en el dolor que causaría tu muerte? ¿Acaso pensaste en las personas que te queremos? ¡Maldita sea, Bella! Si hubieras muerto juro por Dios que no sé que habría sido de mí. Te juro y no miento cuando te digo que hubiera sido capaz de matar a ese bastardo por destrozarte… —Bree no pudo continuar hablando ya que empezó a llorar y los sollozos la ganaron.

Al ver a mi amiga tan destruida por mí yo también empecé a llorar. A mí me habían hecho daño pero yo tampoco me había quedado atrás. Había dañado a todo aquel que me quería.

A Fred, a Bree y estaba segura que también a Diego. Las únicas personas que valían la pena en este mundo de mierda.

—¿Qué… qué me ha pasado? —logré preguntar después de calmar un poco mis sollozos, preferí cambiar de tema.

Ella me miró ya con sus lágrimas controladas, aunque éstas aún estaban en sus ojos nublándole la vista.

—Cuando te tiraste un ciclista estaba pasando por ahí, al ver el "accidente" llamó a emergencias. Te trajeron aquí pero habías recibido un golpe muy fuerte en la cabeza y para esas alturas ya habías entrado en coma. Has estado seis meses en coma, Bella. Fue un milagro que te salvaras.

¿Un milagro? Más bien una maldición, pero esta vez omití el comentario, no quería volver a hacerla llorar.

Pero ella pareció entender mi mirada y cerró los ojos dolida.

—Sí, Bella, fue un milagro. Tú no mereces morir, aquí el único que tendría que morirse es ese bastardo de Cullen. Pero tú aún tienes muchas cosas por vivir. Si miras más allá de ese bastardo verás que hay un mundo fuera. Un mundo que te da la bienvenida para que sigas adelante. ¿Tanto te destrozó ese maldito que ya perdiste tu sueño de toda la vida? Siempre me dijiste que querías casarte y formar una familia, que ese era tu gran deseo. Cuando me contabas tus planes de futuro yo sonreía y te envidiaba. Sí, te envidaba porque tenías muy claro lo que querías que fuera tu vida, pero mírate ahora. No te reconozco Bella. Quiero recuperar a mi amiga, quiero a la Bella que amaba la vida y luchaba hasta el final. ¡Quiero recuperar a la Bella Swan que conocí, quiero de vuelta a mi mejor amiga!

Bree me abrazó llorando y yo le devolví el abrazo y en ese momento supe que tenía razón. El mundo no se acababa porque Edward Cullen no me amara. Si una puerta se me cerraba otra se abría, solo tenía que tener la voluntad de seguir adelante. Y por Bree, por mis amigos, pero sobre todo por mí misma lo pensaba hacer. Iba a pasar página.

Bree estuvo conmigo los días siguientes al despertar del coma, pero no solo ella sino también Diego. Ambos estuvieron a mi lado los seis meses que pasé en coma. Me estuvieron contando cómo fue que se enteraron.

Me contaron que ese día estaban viendo la televisión y vieron el mismo reportaje que yo, supieron que iba a necesitar apoyo y sin importarles que nuestra amistad se volvió a romper cuando volví con Edward vinieron a mi apartamento. Se asustaron al ver que no les abría y pensaron que tal vez había hecho alguna locura.

Así que Diego tiró la puerta de mi casa a base de patadas y cuando entraron se quedaron paralizados al ver todo destrozado. Empezaron a buscarme por todo el apartamento y al no encontrarme temieron lo peor. Empezaron a llamar a todos los hospitales hasta que dieron con el hospital en el que estaba ingresada. Y desde entonces Diego y Bree no se habían despegado de mí.

Quise preguntar por Fred, pero no me atreví y ellos tampoco le mencionaron. Le había hecho demasiado daño y tal vez era mejor así. No le culpaba por no venir a verme, no me lo merecía y lo sabía.

Dos semanas después me dieron de alta, Bree y Diego me invitaron (más que invitarme me obligaron) a quedarme en su casa y yo acepté más que encantada. En estos momentos lo que menos quería era volver a mi departamento para hundirme en mi soledad. Necesitaba a mis amigos más que nunca.

Yo sabía que necesitaba ayuda para superarlo y aunque mis amigos me ayudaban en gran forma, necesitaba ayuda profesional. Necesitaba ayuda para recuperar la salud mental que Edward me había arrebatado. Necesitaba volver a ser la misma Bella Swan de antes, la que amaba la vida y veía todo de color rosa.

Porque la Bella Swan que era ahora no me gustaba, odiaba la vida y veía todo de color negro. Y yo no quería ser así, quería recuperarme a mí misma.

Así que busqué en internet un buen psicólogo pero entonces recordé que Diego se había licenciado precisamente en psicología. Así que le pedí que me aceptara como paciente, él me preguntó si estaba segura. Que tal vez me sería más fácil abrirme con un extraño, pero para mí era todo lo contrario. Me sería más difícil abrirme con un extraño, me resultaba más fácil con un amigo. Él pareció entender mi punto de vista y aceptó y así me convertí en su primera paciente.

Le conté todo a Diego, le conté como me sentía, le conté cuanto amé a Edward, le conté como me odiaba a mí misma por amarle y no poder amar a Fred. Le conté cuanto lamentaba que el club ninja supersecreto se hubiera roto y todo por mi culpa. Le conté hasta el más mínimo detalle. Tenía que abrirme del todo si quería recuperarme y eso era precisamente lo que pensaba hacer.

El tiempo pasó muy rápido. Las sesiones con Diego me ayudaron mucho, me hicieron ver que la vida era algo muy valioso y había que disfrutarla. Lo peor que podíamos hacer era vivir amargados. Que nada ganábamos lamentándonos sobre lo que pudo ser y no fue, teníamos que seguir adelante y seguir buscando la felicidad. Porque tarde o temprano la felicidad tocaba a tu puerta.

Un día en una de nuestras sesiones surgió el tema de Fred, no es que antes no hubiera surgido, que sí, pero jamás profundizamos en el tema. Me resultaba muy doloroso.

—¿Cómo te sientes respecto a Fred? —me preguntó mientras apuntaba cosas en su libreta.

—Culpable. Él siempre estuvo ahí para mí y yo le herí una y otra vez y aún así él seguía ahí, apoyándome. Me odio por eso. Ojala tuviera la oportunidad de pedirle perdón… —lo último lo dije más para mí que para él.

—¿Y por qué no lo haces? Tal vez eso te ayudaría a quitarte ese peso de encima.

Levanté la mirada.

¿Disculparme con Fred? Pero si debía de odiarme, por eso es que no me visitó ni una vez en el hospital, ni siquiera me llamó en todo este tiempo. Estaba segura que era por eso que Diego y Bree jamás le mencionaron, no querían que supiera que Fred me odiaba.

—¿Bromeas? Ni siquiera me escucharía. Él me odia por todo el daño que le causé. Es por eso que vosotros no habéis querido decirme nada de él. Yo entiendo que me aborrezca y no quiera saber nada de mí, lo comprendí el día del hospital cuando no le vi y le entiendo…

—Espera, espera ¿estás hablando en serio, Bella? ¿De verdad piensas eso?

Yo asentí confundida.

—Bella, el motivo por el que Bree y yo no le hemos mencionado es porque nosotros tampoco sabemos de él. Ese también es el motivo por el que no estuvo en el hospital mientras estuviste en coma, él no se ha enterado que estuviste al borde de la muerte, Bella. Después de terminar la universidad él nos contó a Bree y a mí que necesitaba olvidar, pero que necesitaba estar solo y se marchó. Nos dijo que cuando estuviera preparado nos buscaría, pero que de mientras necesitaba estar solo para sanar. No hemos vuelto a tener noticias de él, pero ten por seguro que si hubiera sabido lo que pasó él habría estado a tu lado. Le conoces Bella y sabes que jamás te abandonaría.

—Pero yo le hice mucho daño… —susurré incrédula por la nueva información.

—Bella, tú le conoces desde niños. Recuerda por todo lo que habéis pasado ¿de verdad piensas que él te abandonaría en tu peor momento?

Entonces lo tuve claro. No. Fred no era ese tipo de personas. Ahora estaba segura que si él hubiera sabido lo sucedido habría estado ahí para mí como lo estuvieron Bree y Diego.

—Tienes razón, Diego. Sé que no has vuelto a saber de él, pero… ¿no te dijo al menos a dónde se iba?

Diego sonrió y en sus ojos se reflejó un brillo de esperanza.

—No, no me dijo donde iría… —eso me entristeció —pero sospecho donde puede estar. ¿Recuerdas el pueblo donde él y Bree iban a veranear con sus padres todos los veranos?

Hice memoria y recordé. Él amaba ese sitio. Era un pueblo muy pequeño pero muy tranquilo.

—Sí, ¿era en Forks, no?

Él asintió.

—Sí, el amaba la tranquilidad que le brindaba ese lugar. Siempre dijo que era un lugar perfecto para desconectar.

—Sí, lo recuerdo, cuando hablaba de Forks me hacía sentir ganas de conocer el lugar, según sus descripciones era el lugar idóneo para vivir —dije sonriendo con nostalgia al recordar todo lo vivido con Fred y entonces tomé una decisión—. Voy a hacer un viaje.

Diego sonrió y su sonrisa se me contagió. Volvería a ver a Fred.