Se supone que ya debería haber terminado este fic hace muuucho tiempo, pero sabemos que siempre se presentan cosas, jajaja. Bueno, finalmente estamos aquí, en el penúltimo capítulo, esta vez no tardaré un año para acabar el último, lo más probable es que lo esté publicando la próxima semana.
Disclaimer: Naruto le pertenece a Masashi Kishimoto.
Advertencia: Lemon jojo.
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Capítulo 20: Esta vez no habrá error
Gaara estaba feliz, finalmente Matsuri aceptaba su amor, su perdón. Estaba seguro de que nunca volverían a separarse, ahora nada ni nadie podría hacer que ambos se alejaran. Se sentía maravilloso el poder volver a besarla, a abrazarla, el sentir nuevamente el calor del cuerpo ajeno junto al suyo.
—Te amo, Suri… –susurró Gaara al separarse de ella, buscando poder respirar—. Te amo, te amo –repetía una y otra vez, dándole besitos cortos por todo su rostro, mientras ella sólo reía en voz baja, hasta que de pronto, notó cómo una lágrima se deslizaba por la mejilla de su esposa. Gaara frunció el ceño, secándola—. No llores.
—Sólo estoy feliz –le dijo Matsuri, sonriendo nuevamente, para luego acurrucarse contra el pecho de su marido. Estaba segura de que había tomado la decisión correcta al volver con Gaara, él era el amor de su vida, ambos se necesitaban mutuamente y su hijo los necesitaba a ellos dos juntos. No debía pensar más en las intrigas de Sayuri, ella estaba loca y Matsuri debía tener en cuenta que todo lo que ella deseaba era separarlos, no podía darle en el gusto.
El pelirrojo la separó lentamente de él y posó ambas manos sobre su rostro, sonriéndole con una felicidad inexplicable, una que ella jamás había visto en él.
—Ahora que de nuevo estamos juntos yo… –Gaara hizo una pequeña pausa para poder abrazarla emocionado—. Dios, no puedo creer que vamos a tener un hijo, un bebé nuestro…
—Sí, Gaara, nuestro hijo –ella se separó para mirarlo a los ojos, dejándole ver su inmensa sonrisa, al mismo tiempo que se acariciaba suavemente el vientre—. Nacerá dentro de siete meses, y cuando lo haga nos verá juntos y felices.
—Así será –acotó Gaara—. Te juro que esta vez no habrá error.
—Yo lo sé, Gaara, confío en ti –dijo Matsuri, estirando un poco su cuerpo para alcanzar los labios de su amado, dándole un beso dulce y suave, que poco a poco fue tomando intensidad. Cuando se quiso dar cuenta, las manos de Gaara comenzaban a dibujar caricias sobre su espalda, pegándola más a su cuerpo, mientras sus lenguas se encontraban. Cuando su esposo hacía eso, sólo significaba una cosa y ella la estaba deseando desde hace mucho, pero en estos momentos no podían—. Amor, estamos en una boda… –le recordó la chica, hablando contra sus labios, pero en tono de regaño—. Después tendremos todo el tiempo del mundo para estar juntos.
—Pero yo quiero ahora –dijo Gaara, en tono infantil. Solía comportarse como un niño frente a Matsuri, era tanto el tiempo que llevaban conociéndose que era normal en ellos el actuar así—. Bien… –suspiró al ver la expresión de su esposa—. Pero te juro que después no te aceptaré ninguna excusa –se acercó al oído de la castaña, susurrando—. No te escaparás de ser mía esta noche…
Matsuri se sonrojó ligeramente, ¿Gaara siempre debía ser así de pervertido? Bueno, a ella le encantaba, en todo caso.
—Te amo, Gaara –fue todo lo que ella respondió, volviendo a abrazarlo, mientras él sonreía.
Matsuri era toda suya, lo sería siempre.
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Durante la fiesta, Hinata les contaba a sus amigas que Naruto le había pedido matrimonio y, todas ellas soltaron un gritillo de la emoción.
—Así que nuestra última soltera finalmente se nos casa –dijo Sari, pasando una mano por sobre el cuello y los hombros de la ojiperla para abrazarla, a lo que ella enseguida se sonrojó, pues se sentía un poco avergonzada.
—Ya estaba bien que Naruto se pusiera los pantalones –opinó Sakura con una media sonrisa, guiñándole un ojo a Hinata.
—Es una lástima que mientras unos se casen, otros se separen –dijo Temari, haciendo referencia a la situación por la cual estaban pasando ahora su hermano menor y su amiga, quiénes estaban al borde del divorcio. Mientras la rubia soltaba un hondo suspiro, Matsuri se les acercó con una enorme sonrisa en el rostro.
—No estés tan segura de eso –habló la castaña.
—¿Qué quieres decir, Matsu? ¡Qué te pasó? –preguntó Sari con curiosidad al ver lo feliz que se encontraba su amiga, así que arqueó una ceja. Todas las demás también estaban confundidas, no habían visto a Matsuri así de feliz desde hace algún tiempo.
—Gaara y yo nos reconciliamos –anunció emocionada. Finalmente, las cosas estaban yendo bien para todas, era un motivo por el cual celebrar y estar alegres. Las chicas le miraron con sorpresa y, pocos segundos después, le abrazaron con entusiasmo, hasta Sakura se les unió, a pesar de no ser muy cercana a la castaña—. Chicas, ahora que él y yo estamos juntos de nuevo, ya nada nos volverá a separar, estoy segura de eso –dijo Matsuri al momento de romper el abrazo con sus amigas.
—¡Felicidades, cuñadita? –exclamó una alegre Temari—. Ahora ya sólo falta que nazca mi hermoso sobrino.
—En realidad… –Matsuri se llevó una mano a su vientre, con sus mejillas ligeramente sonrojadas y una dulce sonrisa formada en sus labios—. Estoy casi segura de que será una niña –afirmó, haciendo sonreír a sus amigas.
—Entonces, mi hermosa sobrina –corrigió la rubia.
Gaara se acercó a Sasuke y a Naruto, quiénes charlaban animados sobre la futura boda del rubio. Los abrazó a ambos por el cuello y sonrió ampliamente, como no lo hacía desde hace muchísimo tiempo.
—Hoy es un bonito día, ¿no lo creen? –habló alegre y jovialmente, provocando que sus dos amigos le miraran extrañados, pues últimamente, el único semblante que Gaara lucía día y noche era uno lúgubre y apagado.
—¿Qué sucedió, Gaara? –preguntó un sonriente Naruto, sin poder ignorar la felicidad que embargaba a su amigo pelirrojo.
—Que soy el hombre más feliz del mundo –respondió él, soltando a los otros dos para luego caminar entre ambos y ponerse frente a sus amigos—. Matsuri volvió conmigo, mi esposa regresó a mi lado –comentó con emoción.
—¡Eso es genial! –exclamó el rubio, se sentía feliz por su amigo, era muy malo verle tan triste durante todo este tiempo, pero ahora era distinto, Gaara parecía que iba a explotar de dicha.
—Felicidades, Gaara –le dijo Sasuke, esbozando su típica sonrisa torcida y algo arrogante—. Ahora deberás pensar en el próximo nacimiento de tu hijo, los meses pasarán volando.
—Hija –le corrió Gaara con seguridad y una pequeña sonrisa dibujada en sus labiales—. Estoy seguro de que será una niña.
Sus amigos sólo rieron ante el comentario, asintiendo con la cabeza luego de un momento, se sentía bien ver a Gaara sonreír una vez más.
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Después de que la fiesta de Sasuke y Sakura acabara y de que los novios se marcharan rumbo a su luna de miel, Gaara y Matsuri se fueron directo hacia su casa. Ella había llamado a casa de sus padres para avisar que no llegaría, que volvería a casa con su marido, lo que contentó un montón a la pareja, pues sabían bien lo mucho que su hija amaba a Gaara, aunque su padre no estaba del todo feliz, él nunca había tenido en buena estima al pelirrojo.
—Estoy muy feliz de que hayas vuelto –susurró Gaara contra los labios de su mujer, para luego besarla apasionadamente. Ya se encontraban en la habitación que solían compartir y, comenzaba a hacer bastante calor debido a la cercanía de sus cuerpos. Durante muchas noches, ambos habían sido presas del frío al tener que dormir solos, pero ahora, estando nuevamente juntos, la temperatura parecía subir en cosa de segundos. Gaara la rodeó por la cintura con ambos brazos, procurando atraerla lo más posible, extrañaba demasiado el tacto de su piel, el sabor de sus besos, el sentirse dentro de ella como muchas otras veces.
—Gaara… –murmuró la castaña al cortar el beso, se sentía sofocada por la repentina excitación que había comenzado a recorrer todo su cuerpo. Se guindó del cuello de su marido y le volvió a besar con bastante intensidad, sintiendo cómo las manos de él le acariciaban las caderas, arrugándole el vestido, hasta que él se atrevió a levantar la tela del mismo, para apresar entre sus manos el redondo y firme trasero de su esposa, sacándole un leve gemido de los labios cuando le dio un apretón—. O-oye… –ella se quejó, con las mejillas rojas.
Estaba nerviosa, después de pasar un tiempo lejos de Gaara, había vuelto a sentir como si esta fuese su primera vez.
—¿Qué? –le dijo el chico, atrapando el labio inferior femenino entre sus dientes, jalando del mismo con cuidado—. Matsuri, ha sido mucho tiempo el que he aguantado sin ti –añadió en tono de reproche, sin dejar de acariciar los muslos femeninos. Subió sus dos manos por la suave espalda, mientras levantaba el vestido de su amada, hasta que por fin se deshizo del mismo—. Estás hermosa… –dijo al verla en ropa interior. Apenas y se notaba el pequeño vientre de dos meses de la castaña, lucía casi tan delgada como siempre, pero Gaara, quién conocía a la perfección su cuerpo, podía observar el ligero cambio.
—Bobo –la chica bajó la mirada avergonzada, sus mejillas estaban más rojas que antes. Sus ojos se abrieron ligeramente sorprendidos al notar que, entre los pantalones de su esposo, algo sobresalía bastante—. Dios mío, eres tan pervertido —dijo apenada, cubriéndose el rostro con ambas manos.
Gaara sonrió divertido ante la reacción de Matsuri.
—No actúes como si no te gustara esto –dijo en tono perverso, mientras cogía una de las delicadas manos femeninas y le obligaba a acariciar aquel bulto entre sus pantalones—. Matsuri, tú no eres muy inocente que digamos –susurró a su oído, depositando dulces besos sobre su cuello. Matsuri suspiró, Gaara era increíble, siempre sabía la manera exacta de volverla loca.
—N-no lo soy… –la voz de la chica se quebró en medio de un nuevo suspiro, tras sentir como una de las manos del hombre le acunaba uno de sus pechos—. Pero estoy nerviosa, hace tiempo que tú y yo no… uhm… –se quedó callada cuando Gaara volvió a besarla de modo demandante, introduciendo la lengua en su boca. Matsuri contuvo el aliento, mientras su mano derecha se abría paso entre el botón del pantalón de su marido y el cierre, para luego introducirse bajo la prenda.
—Esto es como andar en bicicleta –Gaara mordió el cuello de Matsuri cual vampiro sediento de sangre, el hecho de que ella acariciara su miembro sobre la tela del bóxer era bastante excitante, le hacía sentirse aún más duro. La chica dejó sus caricias poder utilizar sus manos en desabotonar la camisa del Sabaku No, dejando a la vista su torso, cuando por fin arrojó a un lado la ropa—. Ahora ya no te quejas –dijo Gaara en tono arrogante.
—Cállate –le respondió Matsuri, empujándolo hacia la cama y haciéndole caer recostado boca arriba. Ella rodeó las caderas del pelirrojo con sus piernas, mientras repartía infinidad de besos sobre su torso, aquel tan bien formado y que a ella la volvía loca desde siempre.
Gaara decidió cerrar la boca por un rato, tan sólo disfrutando de los besos y caricias que tanto había echado de menos, Matsuri lo hacía sentir como nadie y debía admitir que daría lo que fuera por que ella jamás parara de hacerlo sentir de esa manera. La castaña comenzó a recorrer con su boca todo el cuerpo de su amado, bajando por su abdomen, luego hacia su pelvis. El pelirrojo no pudo evitar que su rostro se pusiera rojo al darse cuenta de lo que ella pretendía hacer. Su esposa jamás le había dado sexo oral, ella era muy vergonzosa y hasta ahora no se había atrevido, así que Gaara estaba sorprendido cuando la vio bajándole los pantalones y, seguido de eso, también la ropa interior, dejándolo desnudo. El miembro masculino saltó ante los ojos de la castaña al verse liberado de la presión de la tela, estaba erecto y duro como piedra, provocando que todo el rostro de ella se pusiera rojo.
—Pervertido –dijo al mirar a Gaara, el cuál frunció el ceño, abriendo la boca para responderle que, si estaba así, era por culpa de ella, pero todo lo que hizo fue gruñir cuando sintió como la punta de la lengua femenina se deslizaba sobre su sexo.
—M-Matsuri… –exclamó, abriendo un poco más sus ojos por la sorpresa que había experimentado. Ella le ignoró olímpicamente, volviendo a pasar su lengua una y otra vez, como si lamiera un caramelo—. Oh, mierda… –el pelirrojo se echó en la cama, cubriéndose el rostro con una mano, mientras su esposa continuaba acariciándole con la lengua, hasta que se atrevió a más, introduciéndose el membro en la boca todo lo que pudo. Comenzó a succionar una y otra vez, mientras él sólo dejaba escapar sonidos de placer a través de su boca, nunca pensó que esa dulce chiquilla que solía ser su mejor amiga, pudiera hacerle sentir tan jodidamente bien.
Al tiempo que con su mano derecha sostenía la base del miembro, dándole pequeñas caricias, Matsuri continuaba moviendo su cabeza de arriba hacia abajo, atrapando con su boca la parte más sensible de su hombre, mientras él movía sus caderas despacio contra ella, para seguirle el ritmo. Gaara estaba a punto de perder la razón debido a ella, no sabía que Matsuri todavía era capaz de sorprenderlo tanto.
—Voy a correrme, Matsuri… –le advirtió con voz rasposa, a lo que ella se separó enseguida, mirándole con una sonrisa, por otro lado, él le veía un poco fastidiado por haberse detenido.
—Todavía no, Gaara, quiero que lo hagas dentro de mí –le confesó, mordiéndose el labio inferior. Gaara se sentó sobre la cama y jaló a Matsuri del brazo, recostándola contra el colchón.
—Qué mala eres, me dejaste duro –se quejó, mirándola a los ojos fijamente. Podía sentir su corazón agitarse al devolverle la mirada a esas profundas perlas negras, que tampoco se apartaban de su vista—. ¿Sabes que me la cobraré? –antes de que ella le respondiera, coló su mano derecha entre las piernas de su esposa, no le sorprendió notar que sus braguitas estaban manchadas por lo húmeda que ella estaba. Con dos de sus dedos, acarició aquella zona sobre la tela, sacándole uno que otro gemido a la chica.
—N-no, Gaara… –se quejaba Matsuri, mientras movía sus caderas, inquieta; siempre que Gaara le hacía aquello, no era más que para torturarla, negándose a dejarla tener un orgasmo.
—Shhh –el Sabaku No se acercó a donde aún permanecía puesto el sujetador, atrapando la delgada tela entre sus dientes. Jaló la misma hacia arriba, dejando que los senos de su mujer fuesen libres, aunque la prenda de encaje seguía ahí, no la retiró por completo, sólo la movió. Mordió uno de los duros y rosados pezones, pasando luego su lengua en círculos sobre el mismo, mientras ella sólo gemía extasiada, amaba las caricias de Gaara, no importaba si eran alguna clase de tortura, eran maravillosas.
Mientras ella estaba distraída, Gaara aprovechó el momento e hizo a un lado la tela de la ropa interior de Matsuri, delineó su pequeña entrada con dos dedos y luego, sin más, introdujo los mismos en aquella apretada cavidad. Matsuri gritó cuando sintió cómo era profanada por los dígitos de su marido, el cual metía y sacaba éstos de su interior, muy lentamente.
—Dios mío, Gaara, no me hagas sufrir así –le decía ella, totalmente agitada, sonrojada y sudada, había perdido la cabeza por el placer, igual que la compostura.
Gaara, orgulloso de lo fácil que le resultaba volverla loca, sonrió.
—¿Y qué es lo que quieres? –le preguntó, hundiendo su rostro entre las piernas de la chica, para alcanzar con el ápice de su lengua, el pequeño botoncito de nervios que se escondía con recelo de su visión. Sus dedos continuaban penetrándola, mientras Matsuri gemía enloquecida, sin saber cómo callarse.
—T-te quiero a ti, por favor… –le rogaba la castaña, agarrándose con fuerza de las sábanas de la cama con ambas manos.
El pelirrojo continuó con lo suyo por un rato más, amaba escuchar los ruegos de Matsuri, le encantaba oírla suplicarle más y más de él. Con cuidado, apartó los dedos de su intimidad, alejándose para poder bajarle las bragas. Se acomodó entre las piernas temblorosas de su esposa, la cual respiraba entrecortado. Sostuvo su miembro erecto con una mano, ayudándose para lograr penetrarla en el primer intento. Pudo sentir al instante cómo las apretadas y cálidas paredes femeninas hacían presión contra él, era esa sensación exquisita que tanto le gustaba. Se acercó a los labios de Matsuri y la besó, mientras mecía lentamente sus caderas contra ella.
—Te amo… –le decía la chica entre el beso, rodeándole el cuello con sus brazos, mientras disfrutaba de tener la hombría de su marido dentro de ella, era imposible negar lo mucho que le gustaba aquella sensación.
Mientras él la besaba, con una de sus manos le acariciaba el cabello, procurando aumentan poco a poco el ritmo de las embestidas, dejando que el placer fuera creciendo para los dos a un ritmo paulatino, pero explosivo.
—Te amo más… –le respondió, separándose un poco para poder volver a ver su rostro de niña sonrojada—. Dios, me encantas, no sabes cuánto te extrañé.
—Yo también te extrañé, demasiado –Matsuri se volvió a acercar para besarlo, soltando uno que otro gemido de placer mientras sus labios se unían. Sus dedos se enredaron entre los cabellos rojizos, sintiendo las manos masculinas masajear y presionar sus senos.
Al cabo de un rato, ninguno de los dos fue capaz de aguantar la llegada del clímax, primero fue Matsuri, quién tembló entre los brazos de su esposo, luego fue él, corriéndose dentro de ella como la castaña le había pedido. Gaara salió con cuidado del interior de su amada y la abrazó con fuerza, estaba demasiado feliz, por fin estaban juntos de nuevo, finalmente nada los volvería a separar.
—Nunca vuelvas a irte de mi lado –le dijo Gaara, apretándola contra su pecho. Matsuri, sonriendo, besó el torso del pelirrojo delicadamente.
—Nunca más, amor, te lo juro –le respondió con su voz tenue y dulce. Gaara se recostó a un lado de Matsuri, tratando de recuperar el aliento, ella se sentó sobre la cama, quitándose el brasier que todavía traía a medio poner y acercándose a Gaara para besar sus labios, luego éste dirigió una mano hacia el vientre de la chica.
—No le hemos hecho daño, ¿verdad? –preguntó un poco temeroso, aunque creía haber sido bastante menos brusco que lo que solía serlo con Matsuri cada vez que tenían sexo.
—Claro que no, amor –le respondió la chica, divertida ante las ocurrencias de él—. Los bebés no sienten nada durante el sexo, además, todavía es pequeño… es decir, pequeña –corrigió, sonriendo—. Vamos a darle mucho amor cuando nazca, ¿verdad?
Gaara asintió con la cabeza, acariciando esta vez el rostro de su amada.
—Eso tenlo por seguro –dijo antes de besarla.
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Estaban juntos dentro de aquella pequeña habitación, besándose y abrazándose, mientras la suave brisa marina se colaba por la ventana semi abierta, a la par de la luz de la luna. Ella se separó esbozando una sonrisa al sentir como él le bajaba el tirante del vestido, dejando su hombro derecho desnudo. El corazón le latía más fuerte que nunca al estar viviendo esa noche, la noche por la que muchas parejas en el mundo esperan.
—No puedo creer que de verdad nos hemos casado –murmuró Sakura, observando a Sasuke a los ojos, él ahora era su esposo, todavía le costaba imaginar cómo habían llegado hasta tal punto, cuando lo conoció, nunca creyó que terminaría siendo su esposa.
—Créelo, tonta –dijo el azabache, tomándola del mentón para robarle un pequeño y corto beso de sus labios—. Yo tampoco creí que me casaría algún día, pero desde que te conocí yo… —Sasuke desvió la mirada, no era bueno para decir cosas románticas, aquello siempre le había avergonzado—. Sólo no puedo imaginar mi vida sin ti.
Las mejillas de la rosada se encendieron, en cuanto una sonrisa aún más grande se dibujó en sus labios y la calidez invadía por completo su corazón.
—Sasuke… –murmuró, saltando hacia los brazos del moreno para luego asaltar sus labios. Ella no necesitaba palabras cargadas de miel, sólo quería oír a Sasuke siendo sincero respecto a sus sentimientos, era lo que más apreciaba de su relación con él.
El Uchiha simplemente correspondió a sus besos, tomándola por la cintura y caminando junto a ella hacia la cama, estaba dispuesto a celebrar con creces su noche de bodas, después de todo, ambos habían esperado ansiosos por ese momento.
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Temari se recostó sobre su cama silenciosamente, esbozando una sonrisa tierna y maternal, mientras acariciaba con suma delicadeza los pocos cabellos de la cabecita de su bebé, el cual se encontraba dormido entre ella y Shikamaru. Él también acariciaba el pelo de su hijo, era negro como el suyo y eso le agradaba mucho, se parecía bastante a él, estaba seguro de que cuando creciera, sería aún más parecido. Aún recordaba que en un principio lo había rechazado, estaba asustado de ser padre, de tener tal responsabilidad, pensar en todo eso ahora le hacía sentir como un estúpido, pues no podía ser más feliz de lo que ya era ni aunque se lo propusiera.
—Se ve tan lindo cuando duerme –dijo la rubia en voz baja, procurando no despertar a su pequeño—. Se parece demasiado a ti.
Shikamaru, quién no apartaba los ojos de su hijo, sonrió de medio lado, mientras asentía con la cabeza.
—Es cierto, será parecido a mí cuando crezca —afirmó, mostrando cierto orgullo en el tono de su voz.
—Yo sólo espero que no encuentre todo problemático, además, te aseguro que no será un vago –Temari frunció el ceño, no quería ni imaginar que su hijo fuese igual de flojo que su padre. Shikamaru, por su parte, dejó salir una pequeña y no muy sonora carcajada ante las palabras de su esposa.
—Qué problemática eres, mujer –dijo entonces, mirándola a los ojos—. Pero te amo y lo sabes.
Temari relajó su expresión, no podía enojarse si Shikamaru le decía esas cosas tan lindas, era como una adolescente enamorada eternamente del "chico malo" de la clase.
—Yo también te amo –respondió, recostándose del todo junto a su hijo.
Shikamaru se acercó un poco a ella, robándole un beso, para luego también acostarse junto a su bebé. Ambos cerraron sus ojos y al cabo de un rato, se quedaron dormidos.
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Naruto jaló a Hinata del brazo para hacerla entrar en el departamento. Ya era bastante entrada la noche cuando los dos decidieron dejar la fiesta que, aunque los novios ya se habían ido, seguiría toda la noche. La chica sonreía alegremente, pero se quedó muda al entrar y darse cuenta de que sobre la mesa había velas, dos copas vacías y una botella de champagne. Parpadeó un poco confundida, Naruto jamás hacía este tipo de cosas.
—¿Y eso, Naruto-kun? –le preguntó.
—Lo hice para ti, para celebrar que aceptaste casarte conmigo –le respondió el rubio alegremente, abrazándola con emoción y entusiasmo, la ojiperla podía sentir cómo los latidos de su corazón se aceleraban a un ritmo impensado—. En realidad, estaba casi seguro de que dirías que sí, así que lo preparé desde antes.
Hinata sonrió dulcemente.
—Jamás habías hecho algo como esto para mí, Naruto-kun.
Él rompió el abrazo un momento, tan sólo para poder verla a los ojos, atrapando las mejillas de la Hyûga entre sus dos manos.
—Te amo, Hinata, haría cualquier cosa por ti.
Al oír sus palabras, la chica sintió deseos de llorar, estaba tan emocionada que no pudo contener las lágrimas, las cuales rodaron sobre sus mejillas, sorprendiendo al Uzumaki,
—¡Ah, Hinata! ¿Acaso dije algo malo? ¡No llores! –decía nervioso, soltándola y dando vueltas en círculos, pero entonces ella lo tomó de la mano, lo haló hacia ella y le plantó un beso en los labios que lo dejó desarmado por completo.
—Yo sólo estoy muy feliz, Naruto-kun –le dijo al separarse, sonriéndole—. Te amo muchísimo.
Naruto no dijo nada, tan sólo la abrazó, para luego volver a besarla, esta vez profunda y apasionadamente. Después de eso, ambos brindaron por su compromiso, porque pronto nada ni nadie los separaría nunca.
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—Se ha quedado dormida –dijo Sari, entrando a la habitación que compartía con Kankuro, el cual se encontraba recostado en la cama. Ella se sentó junto a él, mostrándole una sonrisa. Hoy había sido un día lleno de cosas buenas, estaba muy feliz, sobre todo por su amiga Matsuri, ya que al fin parecía que todo resultaría con Gaara.
—Miki ha estado muy inquieta desde que supo que tendría un hermanito –dijo el castaño, abrazando a su esposa con cariño y acariciando suavemente su ya crecida barriga de embarazada—. Yo también estoy ansioso –susurró, dándole un beso en la mejilla a su mujer. Sari sonrió, rodeando el cuello del mayor con sus brazos.
—Nuestra familia pronto será más grande, papá, vas a ser el mejor padre para este bebé, así como lo eres con Miki-chan –murmuró, depositando un beso sobre los labios de su amado, el cual correspondió al mismo con alegría.
—Y tú serás la mejor mamá –le aseguró, abrazándola un poco más fuerte.
Ninguno de los dos podía esperar más para conocer a su nuevo hijo, anhelaban que su familia siguiera creciendo.
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El sol finalmente había salido y ella abrió despacio sus ojos negros, sintiendo cómo las suaves sábanas de seda acariciaban delicadamente su cuerpo desnudo. Se talló el ojo derecho, dando un hondo bostezo, al mismo tiempo que se sentaba sobre la cama, procurando cubrir sus senos con la sábana. Miró a todos lados en busca de su esposo, pero no lo vio, así que aprovechó para levantarse y ponerse la ropa interior, así como una bata de dormir para cubrir su cuerpo, pues la mañana estaba helando bastante. Se calzó unas pantuflas de conejito rosa que combinaban con su bata y salió de la habitación aún medio dormida. Caminó por el largo pasillo que conectaba con las escaleras del primer piso y bajó para dirigirse a la cocina, buscando algo que pudiese ingerir, ya que estaba hambrienta tras el enorme gasto de energía de la noche anterior, pero se sorprendió enormemente con lo que vio al llegar.
—¿Gaara? –dijo incrédula al ver a su esposo preparando el desayuno. Matsuri sabía que Gaara era bueno en la cocina, pero esta era la primera vez que lo veía en vivo y en directo, debía admitir lo lindo que se veía usando un delantal, además tenia los labios manchados de leche chocolatada, a la que seguro le había dado un sorbo antes.
—Despertaste, Suri –dijo él, sonriendo al verla llegar. Apagó el fuego de la cocina, en donde estaba preparando unos huevos revueltos con tocino, para acercarse a la mesa y verter un poco de juego de naranja en un vaso—. Siéntate, está servido –añadió.
—¿Y eso? –interrogó la chica, no podía creer que Gaara le había preparado el desayuno. Se sentó frente al pelirrojo y le dio una mordida a su pan tostado, observando como Gaara dejaba sobre la mesa la sartén con los huevos revueltos, los que le hicieron agua la boca a la joven—. ¿De verdad hiciste todo esto tú solo? –preguntó incrédula.
—Claro, ¿quién crees que cocinaba cuando vivía solo?
—No sé, tus novias –respondió Matsuri con el ceño fruncido, de la nada se había sentido celosa, a pesar de que Gaara no le estaba dando ningún motivo para ello, ¿serían las hormonas del embarazo?
—¿Celosa? –cuestionó el divertido pelirrojo, observando cómo ella se cruzaba de brazos con fastidio, era obvio que se había puesto celosa hasta los cabellos, pero a Gaara sólo le causaba ternura. Él tomó una de las manos de su chica entre las suyas, mientras la miraba—. Vamos, eso fue hace tiempo, además, para tu información, yo sí cocinaba.
—Lo sé –Matsuri abultó las mejillas cono una ardilla llena de nueces—. Pero nunca lo habías hecho para mí.
Gaara se acercó a ella, abrazándola, mientras le acariciaba el cabello con una de sus manos, logrando relajarla un poco, no le gustaba tener a su amada de mal humor, mucho menos ahora que por fin parecía que las cosas iban a resultar, que formarían su familia al lado de su bebé, que las maldades de la loca de Sayuri no habían dado sus frutos.
—Te cocinaré todo lo que quieras –le susurró al oído. Matsuri tembló ligeramente al sentir aquella voz grave tan ce cerca, así como el tibio aliento de su esposo. Se separó un poco de él y con sus labios, limpió la mancha de leche de los labios adversos.
—Tenías una mancha, cariño –le dijo.
Gaara sonrió de medio lado, mientras acariciaba la mejilla derecha de la castaña, era imposible que no amara a esa mujer, incluso si morían y reencarnaban, estaba seguro de que en su siguiente vida la volvería a amar.
—¿Segura que no tengo otra? –preguntó en un tono ligeramente coqueto, a lo que ella rio y le dio un leve golpecito en el hombro.
—Tonto, era en serio –le regañó, aunque Gaara no le dio tiempo de reaccionar antes de besar apasionadamente sus labios, tomándola por sorpresa. Si había algo que Gaara hacía bien (además de todo) era precisamente eso, dejarla sin palabras, sin respuesta—. Te amo… –murmuró al separarse del beso, dándole otro más pequeño antes de alejarse de él.
—Yo también te amo, Suri –aseguró Gaara, aun sosteniendo su mano.
—Amor… –lo llamó la castaña—. Más tarde debo ir a casa de mis padres a recoger unas cosas, además, la próxima semana tengo una cita con el médico, será la ecografía del bebé.
Él asintió con la cabeza, sus ojos mostraban una gran ilusión.
—Eso es genial, Matsuri –enseguida volvió a abrazarla, dándole un beso en la mejilla—. No podré acompañarte donde tus padres, hoy tengo una reunión inaplazable –comentó con cierto fastidio—. Pero claro que iré a ver al médico, no me lo perdería por nada.
—Yo sé que no, Gaara –dijo Matsuri, dándole otro beso corto en los labios a su esposo—. Cielo, acabemos de desayunar, tengo mucha hambre.
—Claro que sí, princesa.
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Después de recoger sus cosas en casa de sus padres y de explicarles que había decidido regresar con su marido, Matsuri decidió pasar a comprar algunas cosas al centro comercial, ya que la vez anterior había visto cosas muy bonitas de bebé que realmente la habían enamorado. Le parecía increíble le hecho de hacer las compras para el pequeño que estaba esperando, era tan emocionante que no paraba de sonreír mientras iba tienda por tienda observando las prendas para los recién nacidos, soñando con que su hijo o hija las usara. Como estaba bastante segura de que su bebé sería niña, no dudó en comprar todo de color rosa.
Ya llevando un par de bolsas en sus manos, decidió que era mejor regresar a casa, así que salió del centro comercial para pedir un taxi, pero no se esperaba cruzarse con cierta persona, el cual se alegró muchísimo al verla.
—Matsuri –dijo él, posando una de sus manos sobre el hombro de la chica para poder llamar su atención, ella se dio la vuelta y le observó con sorpresa, provocando que la sonrisa de él se ampliara—. No puedo creerlo, estás tan hermosa.
—Sasori… –la chica esbozó una ligera sonrisa, a pesar de que en un principio se había sentido tensa ante la presencia del mayor, se relajó al verlo sonreírle—. Hola, ¿cómo estás? Hace meses que no te veía.
—Muy bien –respondió el pelirrojo, mirando de reojo las bolsas que la castaña llevaba entre sus manos, pudo reconocer enseguida qué clase de contenido había en ellas, por el nombre de las tiendas—. El embarazo te ha sentado de maravilla.
—¿Eh? –ella parpadeó confundida, pero entendió todo cuando Sasori apuntó con su índice hacia las bolsas que ella llevaba—. ¿Lo dedujiste sólo por mis bolsas? –le preguntó, pero él negó con la cabeza.
—En realidad… –hizo una pequeña pausa antes de continuar—. Mi novia fue quién me lo contó.
—¿Tienes novia?
Matsuri parpadeó nuevamente, aún más confundida y sorprendida que antes, no podía creer lo que acababa de escuchar, no era que le asombrara que Sasori tuviera a alguien en su vida, pero él solía ser tan terco con respecto a estar con ella, que era un alivio saber que sí había sido capaz de avanzar.
—Espera –algo en las palabras del mayor llamó la atención de la chica, la cual frunció ligeramente el ceño—. ¿Cómo es que tu novia sabe sobre mi embarazo?
—Gaara se lo dijo cuando se encontraron la otra vez, también que ustedes se estaban separando, aunque te veo bastante bien ahora –le respondió él, a lo que Matsuri frunció aún más el ceño.
—Para, para, para –lo detuvo la chica, haciendo un gesto con una de sus manos—. ¿Qué es lo que tiene que ver tu novia con mi marido?
No podía evitar sentirse celosa, ¿cómo es que hasta las novias de otras personas estaban alrededor de Gaara?
—Lo siento, qué distraído soy –respondió Sasori, llevándose una mano a la nuca, un poco nervioso—. Mi novia se llama Yuki, es cercana a Gaara, creo que la conoces, ¿no?
—¿¡Yuki?! –exclamó la anonadada castaña, no podía creer que su ex novio estaba saliendo con la ex -lo que sea- de Gaara.
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Gaara estaba saliendo de la empresa, había terminado su trabajo por el día y también la tediosa reunión con unos inversionistas. Matsuri lo había llamado por teléfono para pedirle que fuera por ella al centro comercial, así que apenas pudo se dispuso a recogerla, no le gustaba el hecho de dejarla sola por mucho tiempo.
Bajó al estacionamiento subterráneo, pero antes de alcanzar su auto, vio a una mujer parada junto al mismo. Frunció el ceño al reconocer a esa indeseable persona.
—¿Qué haces aquí? Tú ya no trabajas aquí –dijo de mala gana.
—¿Por qué volviste con ella? –le preguntó Sayuri, ignorando las anteriores palabras de Gaara. Estaba furiosa, odiaba tanto a Matsuri que ya no podía soportarlo por más tiempo.
—No sé cómo te has enterado de ello –dijo Gaara, mostrándose totalmente indiferente—. Pero es algo obvio, Matsuri es mi esposa y la amo, nos amamos.
—Me las vas a pagar… –la rubia empuñó ambas manos, mientras los ojos se le llenaban de lágrimas y miraba fijamente a Gaara—. Tanto Matsuri como tú, ambos me van a pagar todo lo que me han hecho.
Apenas escuchó el nombre de su amada, Gaara tomó por las muñecas a Sayuri con cierta brusquedad.
—No te atrevas a acercarte a Matsuri –le advirtió—. Tú eres una enferma, Sayuri, estás loca y jamás, óyelo bien, jamás te perdonaré si le tocas, aunque sea un pelo, a Matsuri. Entiende de una vez que no te amo y que nunca te amé, sólo me divertí contigo –aunque sus palabras eran crueles, todo lo que decía era verdad, no sentía ningún remordimiento, hasta que la vio llorar.
—¿Entonces por qué no decías eso cuando estabas conmigo? –cuestionó Sayuri, sin apartar su mirada de la del pelirrojo, quién se sintió de pronto como una basura—. Me hiciste creer que me querías, Gaara…
Lentamente, Gaara dejó ir las manos que mantenía presas, bajando la mirada.
—Lamento que hayas pensado eso, pero no fue así, yo jamás te di a entender algo erróneo –aseguró. Se sentía culpable, a pesar de que jamás le mintió a Sayuri ni a ninguna otra chica, aunque no era su problema el que ellas se pintaran un futuro a su lado, todavía sentía que el responsable de toda esta locura era él mismo, si tan sólo no hubiese tomado a las mujeres como su juguete, quizá incluso había más chicas a las cuales había dañado tanto como a Sayuri, por lo mismo, sentía que era su deber intentar compensarla, aunque fuera con algo mínimo—. Perdóname… –dijo al fin—. Jamás creí que las cosas llegarían hasta este punto, nunca pensé que te había hecho sentir tanto dolor, lo lamento, pero he sido claro contigo, yo no te amo, Sayuri, jamás voy a estar contigo.
Ella se secó las lágrimas de los ojos con la manga de su blusa, su mirada mostraba dolor y odio, no parecía que hubiera una salida para ella, ya no más.
—Tal vez antes te hubiera perdonado… pero no ahora, nunca lo haré –dijo antes de darse la vuelta, alejándose a pasos lentos.
Gaara suspiró, sólo esperaba que por fin Sayuri hubiese entendido las cosas, aunque tenía el presentimiento de que no era así.
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Después de recoger a Matsuri, Gaara condujo junto a ella hacia su casa, pero su esposa no lucía muy feliz que digamos, a pesar de que había hecho las compras para el bebé. Gaara no entendía lo que le pasaba, así que decidió preguntar.
—¿Qué te sucede? –quiso saber, algo confundido por la expresión de pocos amigos de la chica, ni siquiera tenía el valor para contarle lo sucedido con Sayuri hace un rato.
—¿Qué hacías tú con Yuki? –ella no se cortó ni un poco para interrogarlo, dejando que sus celos salieran a flote una vez más, es que no podía soportar que ninguna mujer se le acercara a su esposo, siempre intentaban acercarse a él con otras intenciones.
—¿Cómo sabes que vi a Yuki?
Gaara arqueó una ceja, un poco divertido por los celos de Matsuri.
—Sasori me lo dijo –respondió la castaña, cruzándose de brazos aún molesta y notando de reojo como su esposo presionaba sus manos contra el manubrio del automóvil, visiblemente enojado.
—¿Sasori? –dijo furioso—. ¿Y se puede saber qué hacías tú con Sasori?
—Yo pregunté primero –le respondió Matsuri, mirando por la ventana del auto mientras abultaba las mejillas.
—Matsuri…
—Me lo encontré en el centro comercial –aclaró ella, no quería que Gaara pensara mal de su encuentro, después de todo, Sasori había sido una piedra en el zapato hace unos meses, cuando ninguno de los dos era capaz de transmitir sus sentimientos por el otro.
Gaara se detuvo frente a un semáforo rojo, relajando un poco su expresión.
—Me encontré con Yuki en la calle hace un tiempo –dijo finalmente, suspirando—. Fue luego de enterarme que estabas embarazada, me invitó a tomar algo y me contó que tiene novio.
—Sí, su novio es Sasori –Gaara se quedó con la boca abierta ante las palabras de Matsuri, por lo que ella sonrió, ya más calmada que hace un rato—. Yo reaccioné igual que tú cuando me enteré –dijo entre risas, cubriéndose la boca con una de sus manos—. Tu ex y mi ex ahora están juntos.
—Sí, es raro… –comentó el pelirrojo, acelerando nuevamente ante el cambio de color del semáforo—. De todas formas… no deberíamos enfadarnos entre nosotros, es genial que ellos dos estén juntos, ¿no lo crees?
Matsuri asintió con la cabeza, volviendo a sonreír.
—Es verdad, Gaara.
Mientras Gaara conducía hacia casa, ambos se quedaron charlando de una cosa u otra, distraídos, hasta que finalmente el pelirrojo se estacionó. Bajaron del auto aún entre risas, pero se quedaron petrificados al ver quién los esperaba afuera de la mansión, apuntándoles con un arma. Instintivamente, Gaara cubrió a Matsuri con su cuerpo.
—Por fin han llegado –dijo Sayuri, sonriendo como una loca mientras apuntaba a los dos esposos. Sus ojos se posaron sobre Matsuri, la cual se protegía el vientre con ambas manos—. Así que estás embarazada, Matsuri –su sonrisa sádica se amplió aún más—. Lástima que tu bastardo no llegará a nacer, ya que vas a morir aquí.
—¿Qué demonios sucede contigo? –Gaara frunció el ceño, no tenía miedo por sí mismo, pero estaba preocupado por Matsuri, por eso no dejaba de cubrirla—. ¡Baja esa cosa, Sayuri! –exclamó—. No hagas algo de lo que te puedas arrepentir.
—¡Cállate, Gaara! –le gritó la rubia ofuscada, haciendo el además de disparar, aunque no lo hizo, sólo comenzó a llorar sin dejar de apuntar—. No digas nada o voy a disparar –amenazó, con la mirada totalmente perdida, había perdido por completo la razón—. Muévete, Gaara, voy a matarla.
Matsuri se aferró a la espalda de Gaara, estaba aterrada.
—¡Nunca! –respondió el pelirrojo, escondiendo todavía más a Matsuri con su cuerpo—. Si vas a disparar entonces adelante, mátame a mí, Matsuri jamás te hizo nada malo, sino yo.
La chica bajó el arma, las lágrimas no paraban de recorrer sus mejillas como dos cascadas, sólo podía ver como Gaara protegía impetuosamente a Matsuri y aquello la estaba volviendo loca de la rabia, no podía entender porque a Matsuri sí la amaba y a ella no.
—¿Por qué me haces esto? –preguntó, con la voz quebrada por el llanto, se notaba que su mente no estaba sana, que ya había pasado el límite de la cordura—. ¿Por qué no puedes amarme a mí, pero a ella sí? –insistió—. ¡Responde, Gaara!
—¡Porque es así! –respondió Gaara, ya cabreado por la situación, sólo quería que todo esto terminara—. Porque Matsuri siempre ha estado a mi lado, siempre ha sido la persona más importante para mí, ¿por qué no puedes entenderlo? ¿Por qué no te resignas? –comenzó a caminar lentamente hacia Sayuri, dejando a Matsuri junto a la puerta del auto, la cual no paraba de llorar, ni siquiera se atrevía a hablar ante la locura que estaba presenciando—. Sayuri, dame el arma… –dijo Gaara—. Te prometo que nadie sabrá de esto, tú te irás a casa y mañana seguirás tu vida como siempre, pero entrégamela, ¿sí?
La rubia parecía más calmada, mientras Gaara se acercaba a ella con su mano extendida, comenzó a levantar su mano para entregarle la pistola, pero cuando vio nuevamente a Matsuri, no pudo soportarlo y empujó a Gaara hacia un costado con toda su fuerza.
—¡No, no te la daré, voy a matarla! –gritó, volviendo a apuntar hacia la castaña, quién sentía sus piernas temblar y ni siquiera podía moverse.
—¡No lo hagas! –exclamó el pelirrojo, había caído de rodillas, así que se paró tan rápido como pudo, corriendo hacia su esposa para abrazarla y cubrirla, justo cuando el sonido del disparo se escuchó.
Matsuri solamente pudo ver cómo unas gotas de sangre salpicaban sobre su rostro, atrapando a Gaara entre sus brazos, al tiempo que los dos caían al suelo.
—G-Gaara… –la chica lo abrazó, muerta del miedo, no podía creer que esa loca le había disparado y que su amado había bloqueado la trayectoria de la bala con su cuerpo, por un momento, pensó que lo había perdido para siempre.
—Estoy bien, Suri… –escuchó la voz de Gaara, devolviéndole el alma al cuerpo—. No fue nada –aseguró, fue entonces que la castaña se dio cuenta de que la bala había dado en el hombro de su esposo, pero no parecía una herida grave.
A Sayuri se le cayó el arma de las manos por la pura impresión de ver a Gaara herido, pues esa jamás había sido su intención, no importaba qué tan loca y retorcida fuera su forma de amar, no quería lastimar a Gaara. Cayó al suelo arrodillada, impresionada al darse cuenta de lo que él estaba dispuesto a hacer por Matsuri, algo que ella nunca iba a tener.
La policía llegó en ese momento, la empleada de la casa había llamado en cuanto vio como esa mujer le apuntaba a sus patrones, los cuales apresaron a la rubia en cuestión de segundos.
—¿Estás bien, amor? –le preguntó Matsuri a Gaara, aun temblando del miedo mientras veía cómo la policía se hacía cargo de Sayuri y del arma, así como también se acercaba una ambulancia para atenderlo.
—Sí, estoy bien, esto no es nada –respondió el Sabaku No, mostrándole una sonrisa a su amada. A pesar de que su herida dolía horriblemente, estaba aliviado, ya que Matsuri y su hijo estaban a salvo.
Todo se había terminado por fin.
Continuará…
…..
Y aquí estamos, ya sólo queda un episodio más para terminar esta historia, por fin la dejo ir después de tanto tiempo, jajaja.
Gracias a quiénes siguen por aquí, no olviden desearle un feliz cumpleaños a nuestro Kazekage favorito.
