Disclaimer:En primer lugar Shugo Chara ni sus personajes me pertenecen son obra exclusiva de Peach-Pit , en segundo lugar la historia tampoco me pertenece es una ADAPTACIÓN de la obra "Esposa a la fuerza" de Sara Craven, he de decir que cuando la lei hace poco lo que hice fue pensar en Ikuto y Amu para la adaptación ya que el perfil de sus personajes concuerda perfectamente con el de los protagonistas de esta historia.

Advertencias:Contiene escenas y temas fuertes


Capítulo 12

Debió de quedarse dormida en algún momento, pero se despertó al amanecer, temblorosa y mareada. Salió corriendo hacia el cuarto de baño, incapaz de contener las náuseas. «No volveré a tomar champán», pensó mientras trataba de mantener el equilibrio apoyándose en la pared. Sin embargo, no podía echarle la culpa de todo a la bebida, pues no estaba borracha cuando cometió la increíble estupidez de desnudarse delante de un hombre que no la deseaba. «Ahora tengo que vivir con esa vergüenza, si es posible», pensó desanimada., y el estómago se le revolvió de nuevo. Tal vez no era un efecto del champán. Quizá se había puesto así al ver confirmados sus peores temores. ¿Cómo había sido tan estúpida como para creer que podría hacerle amarla? Él nunca se había molestado en fingir que la suya fuera una relación permanente. Si hubiera aceptado su oferta de divorcio, no le habría roto el corazón, pero tampoco habría conocido la verdadera pasión. Su corazón le decía que, si hubiera podido elegir, no cambiaría nada. A pesar de lo mal que terminarían, nadie podría arrebatarle las últimas seis semanas, ni siquiera Lulu De Morcef. Volvió a la habitación y cambió la sensual lencería que había llevado la noche anterior por un camisón que el mismo Ikuto le había elegido.
De pronto, cayó en la cuenta de un detalle alarmante y se quedó petrificada ante el espejo al descubrir que hacía tiempo que no tenía el periodo. Lentamente, se llevó una mano al vientre. «¡No. No puede ser!», exclamó. «No puede ser verdad. Siempre hemos tenido mucho cuidado… excepto una vez». Aquel día en la cabaña, cuando se había arrojado a los brazos de Ikuto incondicionalmente, no se habían preocupado más que de la apasionada unión de sus cuerpos. Sólo había sido aquella vez… Volvió a la otra habitación y se metió en la cama, repitiendo las mismas palabras una y otra vez. «No puede ser verdad»…
¿Cómo podría decírselo, cuando él le había dejado claro que no quería tener nada más que ver con ella? A Amu se le escapó un sollozo que trató de sofocar. No quería hacer ruido por si alguien la oía y sabía que era pronto para enfrentarse a Ikuto. Necesitaba tiempo para pensar qué hacer.
En ese momento, oyó un ruido y vio cómo se abría la puerta que comunicaba las dos habitaciones. «Oh, Dios, debe de haberme oído». Cerró los ojos y trató de respirar pausadamente, pero era incapaz de ignorar su presencia. Podía sentir su mirada sobre las mantas que la cubrían. Ikuto dijo su nombre suavemente, pero ella no respondió, y él dejó escapar un suspiro antes de volver a su habitación.
Amu no pudo pegar ojo hasta oírle irse al trabajo y finalmente la despertó la voz de Yukari.
—El desayuno, señora.
El olor del café le volvió a dar nauseas.
—Llévatelo por favor. No tengo hambre. Sólo prepárame el baño.
La muchacha se encogió de hombros con indiferencia, pero durante un segundo, sus ojos destellaron con malicia y curiosidad.
«No me gusta», pensó, «no debí haberla dejado quedarse».
Cuando bajó al salón, la esperaban un montón de mensajes. Rima y Miki habían llamado dos veces, pero Amu no se sentía con ganas de devolverles la llamada. Le dijo a Yoru que tenía jaqueca y que pasaría el resto de la mañana descansando en el salón.
—¿Le traigo algo para el dolor, señora?
—No. Gracias, Yoru. Creo que necesito dormir.
—Le diré al personal que no la molesten, señora.
«Debo de tener una pinta horrorosa», pensó Amu con ironía mientras se acomodaba en el sofá. Desde luego no tenía ganas de dormir y tenía que hacer frente a sus problemas. Sin embargo, las danzantes llamas del hogar tuvieron un efecto soporífero.
Asediada por pesadillas, Amu no encontró el deseado descanso. No hacía más que toparse con el rostro de una hermosa mujer entre la vigilia y el sueño. Una voz grave le decía condesa…
«Tengo que escapar», pensó al volver en sí de golpe, y no tardó en comprobar que no podría huir de aquella pesadilla. Espectacular con un vestido rojo, la mismísima Lulu De Morcef la observaba desde el sofá de enfrente.
—Por fin te despiertas. Por lo menos no roncas, lo cual debe de haber sido un alivio para Ikuto.
—¿Qué diablos está haciendo aquí?
—Pensé que ya era hora de hablar contigo. De mujer a mujer. Hay algunas cosas que decir e Ikuto odia las escenas. Así que he venido en su lugar.
—No lo creo —Amu se puso de pie—. No sé cómo entró aquí, pero tengo que pedirle que se vaya, ahora.
—Entré por la puerta. Algunos empleados ya saben quién mandará en esta casa dentro de poco. No es que tenga intención de vivir aquí. Ikuto se ha esforzado por mejorarla, pero es demasiado vieja, demasiado deprimente. Prefiero la ciudad y voy a salirme con la mía. Siéntate, condesa, y trata de relajarte. Eso es lo que las mujeres en tu estado deben hacer.
—¿Mi estado? ¿Qué quiere decir?
Lulu suspiró ruidosamente.
—Quiero decir que llevas el hijo de Ikuto en tu vientre. No trates de negarlo.
— ¿Él se lo dijo?
—Era algo que no me podía ocultar. Por desgracia, yo no puedo tener hijos, pero tú has resuelto el problema —sonrió exultante—. Dale a Ikuto el heredero que necesita, mi querida Amu. Así es cómo te llamas, ¿no? Te aseguro que te lo agradecerá con creces. De hecho, deberías seguir viviendo aquí después del divorcio. Aunque eso tendrá que esperar, naturalmente. Y no será pronto. Mi marido ha mejorado. Sé que Ikuto querrá que tengas todas las comodidades. Al ser la madre de su hijo, siempre te trataremos con respeto.
—¿Y que pasa si es una hija? —dijo Amu alto y claro.
—Eso no es problema. Eres joven y saludable, y la compañía de Ikuto no te desagrada. Estoy segura de que podríamos llegar a un arreglo.
Amu respiró hondo.
—Me da asco.
Lulu se encogió de hombros una vez más.
—A Ikuto no. Y eso es todo lo que importa en el sexo.
—¿Todo lo que importa? —repitió Amu con desprecio—. ¿Y usted dice que lo ama?
—¡Qué convencional eres! No me extraña que se haya aburrido de ti tan rápidamente. No es la primera vez que lo comparto, y no será la última. Le gusta la variedad, y a mí también. Además, es muy atractivo y rico, así que nos compenetramos muy bien. Olvida tus sueños románticos, mi pequeña condesa. Él no entiende el amor como tú y nunca lo ha hecho. Sólo le importa el placer —su sonrisa se convirtió en una mueca—. Sin embargo, espero que no te hayas enamorado de él. Sólo conseguirías hacerle sentir incómodo. Y te perdono lo del otro día, porque sabía que te estabas engañándo a ti misma. Ikuto tiene gustos que tu inocencia burguesa nunca podría comprender, o satisfacer. Pero yo sí puedo —Lulu se puso en pie—. Lo que te he dicho es por tu propio bien. Espero que lleguemos a entendernos mejor y que podamos ser amigas.
—Preferiría ser amiga de una serpiente de cascabel.
Lulu dio un paso adelante.
—No seas estúpida —dijo mientras Amu retrocedía—. Escucha mi consejo. Si te adaptas, sobrevivirás, pero si luchas lo perderás todo, incluso el derecho a estar con tu hijo. A Ikuto no le gusta que le lleven la contraria y no tiene piedad —sonrió de nuevo—. Ahora me tengo que ir —se detuvo ante las puertas de cristal que conducían a la terraza—. Adiós, condesa. Nos veremos pronto. Espero que te sientas bien. Me han dicho que las primeras semanas de embarazo pueden ser insoportables.
Amu la vio alejarse por la terraza y no tardó en derrumbarse. Cayó sobre las rodillas y se quedó así durante un largo tiempo, mirando al vacío y escuchando los pálpitos de su corazón. Ya no le quedaba esperanza, ni tampoco lágrimas. Sólo podía pensar, pensar… Hasta que al final supo qué hacer. Tocó la campanilla y Yoru apareció rápidamente.
— ¿Puedes decirle a Kiseki que tenga listo el coche en diez minutos, por favor? Se me ha quitado el dolor de cabeza y voy a la ciudad a almorzar con la señora Fujisaki.

—Amu, querida —Leonard Henshaw se puso de pie al recibirla—. ¡Qué sorpresa! Hablé con Ikuto hace tres días pero no me dijo que ibas a venir.
«Porque no lo sabía», pensó Amu. No podía saber que ella saldría de la casa precipitadamente, con una muda de ropa y el pasaporte. Ni siquiera había dejado una nota. Pero no hacía falta. Lulu De Morcef se lo explicaría todo.
Había dejado a Kiseki esperando delante del restaurante, antes de escabullirse por la puerta de atrás. No tenía mucho dinero en efectivo, pero había bastado para tomar un taxi hasta el aeropuerto. También llevaba la tarjeta de crédito que Ikuto le había dejado y con ella había comprado un billete para Inglaterra.
—Es más que una visita. He venido a vivir aquí, en la casa de mi padre. Como bien sabe usted, mi cumpleaños será pronto y el fideicomiso terminará. Necesito saber con cuánto dinero cuento para el futuro.
—¿Futuro? —el señor Henshaw se quedó boquiabierto—. Pero querida, tu marido, Ikuto… ¿No ha hablado contigo?
—El conde y yo hemos terminado, definitivamente. Y por favor, no hay por qué ponerse triste. Por lo menos tengo mi propio dinero y una casa. Todo saldrá bien.
—Mi niña —el señor Henshaw parecía nervioso—. Esto es terrible. Ikuto debería habértelo dicho.
—Me trae sin cuidado lo que pueda explicarme. Si hay algo que he de saber, prefiero que me lo diga usted.
Leonard Henshaw caminó hasta la ventana.
—Tu padre se quedó sin dinero. Durante los dos años anteriores a su muerte, hizo inversiones arriesgadas, en busca de beneficios rápidos, pero no salió bien y lo perdió casi todo. Tu esposo sólo pudo salvar una pequeña cantidad.
—Pero el fideicomiso…
—Fue creado con el dinero de tu marido cuando os casasteis.
—No quiero nada de él. Si no hay otra posibilidad, venderé la casa.
El señor Henshaw hizo un gesto de impotencia.
—Querida, tu padre hipotecó la propiedad por mucho más de lo que valía para financiar sus negocios. Tu esposo pagó los préstamos y como consecuencia, la casa pasó a ser suya.
—Así que no tengo nada. ¿Por qué no me dijeron nada?
—Tu padre era un hombre orgulloso. No quería que estuvieras al tanto. Y, como esposa de Ikuto, lo que era suyo pasaría a ser tuyo también.
—Ikuto —dijo furiosa—. Oh, Dios, ¿por qué no saldó la deuda con mi padre y nos dejó en paz? ¿Acaso no podía haber hecho eso? ¿Tenía que arrebatármelo todo?
El señor Henshaw le lanzó una mirada severa.
—Tu esposo ha sido muy generoso. Y nunca le debió dinero a tu padre. Era otra clase de deuda.
—No entiendo.
—Unos años antes, cuando Ikuto Tsukiyomi estaba empezando, le ofrecieron el negocio de su vida. Se habría hecho millonario antes de los veinticinco, pero sólo un hombre le advirtió de que las cosas no eran lo que parecían. Sus futuros socios querían aprovecharse de su inexperiencia y estaban implicados en una estafa que podría destruirle. Incluso podría haber ido a la cárcel —el señor Henshaw hizo una pausa—. Ese hombre era tu padre. Y el conde nunca olvidó los buenos consejos que le salvaron del desastre. Así, cuando el señor Tsumugu se vio en problemas, acudió en su ayuda inmediatamente. De hecho, fue el único que lo hizo —añadió con amargura.
Hubo un breve silencio.
—Ya veo. Ojala no me hubiera visto envuelta en su ofrecimiento de ayuda.
—Siento que pienses eso, querida. La conducta de tu esposo siempre me ha parecido intachable.
—Pero usted, señor Henshaw, no es una mujer.
En el camino de vuelta a la casa, la cabeza no hizo más que darle vueltas. Ikuto no le había dicho nada, sino que la había dejado creer que sería libre una vez cumpliera veintiún años.
Y allí estaba Amu, desposeída y embarazada. Pero no podía pensar en ello. Era el momento de vivir una vida independiente, sin tener que rendir cuentas a nadie. Después de todo, era joven y saludable, tal y como le había dicho Lulu. Sólo tenía que mirar al futuro y no al pasado.
La casa estaba en silencio. Dejó su bolso sobre la mesa del recibidor y llamó a Nadeshiko.

— Nadeshiko, querida. He vuelto.
No obtuvo respuesta y al entrar en el salón se detuvo en seco: Ikuto estaba de pie junto a la ventana, y la observaba en silencio desde el otro extremo de la habitación.
—Si has venido a decirme que ésta es tu casa, llegas tarde. Ya lo sé. Y me iré tan pronto como sea posible —le espetó Amu.
—No estoy aquí por eso.
—Pensé que, si hablábamos, sería por medio de nuestros abogados.
—¿Si hablábamos? —repitió sorprendido—. Te vas sin decir nada a nadie, ni siquiera a mí. Kiseki me llamó pensando que te habían secuestrado. Los empleados, que te aprecian, creían que te habías ido por su culpa. No tuviste ninguna cita con Rima, y ella tampoco sabía nada —alzó la voz furioso—. ¿Y pensabas que te dejaría marchar así como así?
—No tienes elección. Te he abandonado, conde, y no voy a volver. Pero no tienes de qué preocuparte. No quiero nada de ti. Buscaré un trabajo y un lugar donde vivir.
Ikuto dio un paso adelante y Amu pudo ver la expresión de su rostro. Ojeroso y sin afeitar, la miraba con ojos heridos.
—Haces que parezca muy fácil. Pretendes privarme de un solo golpe de mi esposa y mi futuro hijo, pero encontrar trabajo sin estar cualificado es algo difícil.
—Me las arreglaré. Si todo sale mal, puedo hacer uso de tus lecciones y convertirme en prostituta de lujo. Incluso podría pedirte referencias.
Ikuto se quedó sin aliento y se puso rojo de rabia al tiempo que avanzaba hacia ella. Amu retrocedió y levantó las manos defensivamente, pero Ikuto se controló y se dio la vuelta para mirar por la ventana.
—Mi madre murió cuando yo nací, Amu, pero mi padre nunca lo aceptó, y fue por ello por lo que nunca me aceptó a mí.
—Ikuto… —interrumpió Amu, pero él sacudió la cabeza.
—Déjame terminar. Necesito decirte esto. Para mi padre, el mundo se detuvo el día que la perdió, y algunos años después, una neumonía mal cuidada le mató. Ni siquiera trató de luchar por su vida. Entonces juré que jamás dejaría que una mujer tuviera tanto poder sobre mí. Nunca me comprometería para siempre. Y mantuve mi promesa —sus labios dibujaron una mueca sarcástica—. Hasta que un día irrumpiste en el estudio de tu padre y me cambiaste la vida. Por primera vez en mi vida entendí lo que mi padre sentía, lo que le había perdido.
Amu empezó a temblar. Tenía que hacerle callar.
—Una vez me dijiste que me odiabas —prosiguió Ikuto—. Entonces deseé con todas mis fuerzas que no fuera verdad. Me dije a mí mismo que era imposible amarte sin ser correspondido, que al final todo lo que sentía por ti te haría quererme, y que tenía que ser paciente. Pensaba que llegaría el momento en que sonreirías y me dirías que me amabas, pero nunca lo hiciste. Jamás. Ni siquiera cuando supiste que estábamos esperando un hijo. Eso fue lo que más me dolió.
En ese momento, se rompió el hechizo que la había mantenido en vilo.
—¿Y tú me hablas de dolor? —le espetó Amu—. Te atreves a hablar de amor cuando tu amante me hizo una visita en tu nombre. Ella se encargó de dejarme muy claro el futuro que nos esperaba a mí y al bebé. ¿Acaso te sorprende que haya decidido quedarme sola y que no quiera tener nada más que ver contigo?
—Si te refieres a Lulu, me enteré de que había estado en la casa. Parece ser que tu doncella, Yukari, la dejó entrar en secreto cuando estabas sola. Te dije que la chica me sonaba, y tenía razón. Había trabajado para Lulu durante un tiempo, y ella todavía le pagaba para que la tuviese informada sobre nosotros.
Amu se quedó boquiabierta.
— ¿Yukari estaba… espiándonos? Hubo ocasiones en las que sospeché algo.
—Lo confesó todo el día que te fuiste. Yaya la pilló tratando de escapar por una puerta trasera en medio del revuelo. Le pareció extraño, así que la retuvo hasta mi llegada. Yukari se había llevado algunas de tus prendas y joyas, así que lo soltó todo cuando amenazamos con denunciarla. Y Lulu De Morcef no es mi amante —añadió—. Tuvimos algo hace tiempo y no tengo ninguna excusa excepto que me sentía muy solo e infeliz. Ella dejó bien claro que me deseaba, pero aquello terminó tan rápidamente como había empezado.
—No te creo.
—No —dijo con resentimiento—. Prefieres creer a una bruja vengativa.
—No me negarás que los periódicos publicaron historias sobre tu intención de casarte —dijo Amu desafiante.
—Las historias fueron cosa de ella. Yo no tenía ninguna intención al respecto.
—¿Y por qué haría eso?
Ikuto se encogió de hombros.
—Porque se cree irresistible, pero yo no estaba de acuerdo y eso era algo que no me perdonó. Quería ajustar cuentas públicamente —Ikuto hizo una mueca—. Un día, me dijo que me arrepentiría de todo. No pensé que sus represalias irían más allá de unos cuantos rumores en los periódicos, pero estaba equivocado. Además, me negué a financiarle su nuevo proyecto de negocios. Cuando estábamos en Escocia, sus contables no hicieron más que bombardearme con peticiones que rechacé. Así que tenía que vengarse y trató de destruir mi matrimonio. Tenía que conseguir humillarme utilizando a la madre de mi futuro hijo.
Amu tragó con dificultad.
—Pero eso es imposible. Yo no le sabido hasta hoy. Tuve unas náuseas horribles al levantarme y empecé a sacar cuentas.
Ikuto se sonrió.
— ¿De verdad? Yo saqué la cuenta hace semanas, y la madre de Nagihiko me puso sobre aviso. Me dijo que podía verlo en tu rostro y que nunca se equivocaba. Después de aquello, todo el mundo empezó a darme la enhorabuena por mi futura paternidad. Todo el mundo… excepto tú. Cada día esperaba que me lo dijeras, pero nunca lo hiciste. Entonces empecé a pensar que estabas enfadada, que no querías tener el bebé porque te ataría a mí de por vida, y me puse furioso.
—¿Es por eso por lo que dejaste de dormir conmigo?
—Tengo un amigo ginecólogo. Fui a verle porque empecé a pensar en mi madre y quería hacerle unas preguntas.
A Amu se le encogió el corazón.
—¿Encontraste alguna respuesta?
—Dijo que era una afección muy poco frecuente, y que hoy día no resultaba mortal, pero también me dijo que hacer el amor en los primeros meses de embarazo podía dañar al bebé. Aquella noche vi lo cansada que estabas y supe que él tenía razón. Pensé que sería mejor alejarme de la tentación durmiendo en otra habitación.
—Yo… yo creí que ya no me deseabas.
—Siempre, siempre te he deseado —Ikuto la miró a los ojos, desesperado—. Desde el primer momento en que te vi, y para siempre —dio un paso hacia ella, y vaciló—. Amu, escúchame. Dijiste que no querías tener nada más que ver conmigo, y quizá las cosas estén tan mal, que ya no haya marcha atrás, pero aunque no puedas amarme como yo deseo, quiero cuidar de ti y de nuestro hijo. Si vuelves a mi lado, no pediré nada más. Viviremos como tú quieras.
Amu arqueó las cejas.
— ¿Yo en la casa, y tú en el apartamento de Roma? ¿Es eso lo que quieres decir?
Ikuto inclinó la cabeza.
—Si eso es lo que quieres.
—Te diré lo que quiero —dijo Amu con una fuerza inusitada—. Quiero que me tomes entre tus brazos y no me dejes jamás, porque no hay nada en este mundo que quiera más que a ti. Ojala no te hubiera dejado ir la noche de bodas. Ojala te hubiera demostrado lo mucho que te deseaba. Quiero que duermas conmigo cada noche durante el resto de nuestras vidas, que vivas conmigo, que me hagas reír. Quiero que me creas cuando te digo… te amo. Te quiero Ikuto. Te quiero y siempre te he querido.
Ikuto fue hacia ella y la levantó en brazos. Suavemente la dejó caer sobre el sofá y se arrodilló a su lado. Entonces apoyó el rostro contra el vientre de Amu mientras ella le acariciaba el cabello y susurraba todas las cosas que nunca se había atrevido a decirle. Por fin consiguió la libertad que había ansiado durante tanto tiempo.
—¿Crees en los milagros? —susurró Ikuto con lágrimas en los ojos.
—Creo en nosotros…

Fin.


Wooow que increíble final, de verdad particularmente me ha encantado, fue tan tierno todo lo que hizo Ikuto, pensar que lo odiamos por momentos pero resultó ser todo lo contrario, me queda por decirles GRACIAS mil gracias por tenerme en sus alertas,favoritos y dejarme sus reviews. Dedico este capítulo a : Joselyn21,emaleth,lelouch66,Cane Lele, LuNaShinRa y Ferusa Wangulen. Fueron lo máximo y seguirán siéndolo les tengo sorpresa, el fin de semana comenzaré a publicar el conjunto de oneshots, la próxima adaptación-fic xD la dejaré para cuando salga definitivo de vacaciones, también debo agradecer a Sara Craven por crear esta historia tan fantástica, la servidora que esta aquí no realizó plagio aunque eso parezca xD sólo adapte a SC, muchos foros se dedican a adaptar historias y me pareció muy bien adaptar esta. Bien ya no me alargo, Cuidense mucho y nos estamos leyendo muy pronto :D