- Pov Bella –

Irene y yo éramos amigas... bueno éramos algo más que eso. Éramos compañeras de piso.

Vivíamos juntas desde hacía un año. Yo había venido a vivir a Madrid entonces, me había tomado un año sabático y quería perfeccionar mi español, soy de los Ángeles, California.

Irene y yo nos conocimos a través de un anuncio en Internet, ella buscaba compañera. Así fue como ya el primer día que pisé suelo español ella ya me estaba esperando en el aeropuerto.

Todavía recuerdo el impacto que sufrí al verla, llevaba un vestido negro, por el pecho parecía asomar una camisa blanca adornada con un lazo, su falda era de vuelo y las mangas, abombada por arriba terminaban con el mismo volantito que adornaba también el escote y el final del vestido. Parecía la mismísima Miércoles. Sus ojos enmarcados de un negro profundo parecían llorar lágrimas negras, pintadas con maestría, el maquillaje destacaba más por el contraste de su piel blanca.

Irene es gótica.

Congeniamos muy bien, teníamos un carácter bastante parecido, Nos gustaban los mismos libros, las mismas pelis, el mismo actor y a las dos nos encantaban los hombres y el sexo, mucho. También adorábamos los juguetes eróticos. De hecho yo me ganaba la vida desde hacía cuatro meses haciendo reuniones de tuper-sex, me ayudaba a pagarme mis clases de arte dramático.

Hacía un par de meses, con una cuantas cervezas de más en casa mientras veíamos una peli de Edward Cullen, por el placer de ver lo increíblemente sexy que salía nuestro actor/cantante favorito en la película, habíamos sacado nuestros juguetitos y la noche se puso muy caliente.

Nos observamos una a la otra mientras nos masturbábamos y una cosa llevó a la otra.

Hacía un rato que jugábamos cuando Irene acercó su mano libre hacia mi pecho, la otra sujetaba el vibrador con el que se estaba penetrando, mientras sus ojos estaban fijos en como yo me penetraba con el mío, y me pellizcó un pezón con bastante fuerza. Tuve un orgasmo en el acto al sentir que me tocaba mientras mi "conejito rampante" me sacudía por dentro y en mi clítoris al mismo tiempo.

¡Vendito invento!

Como siempre decimos entre risas, somos unas chicas am-viciosas, y un orgasmo solo es el principio…

Manteniendo el vibrador dentro de mí me incliné hacia sus pechos y acaricié su pezón con mi lengua, luego la miré a los ojos y vi la invitación a seguir en ellos… lo tomé con mi lengua succionándolo, noté como se ponía todavía más duro en mi boca, eso me excitó más todavía. Lo mordisqueé mientras escuchaba como sus gemidos se hacían más intensos, con su mano sujetó mi cabeza, apretando más hacia sus preciosas y grandes tetas. Esta vez tuvimos un orgasmo juntas, tan fuerte que las dos nos inundamos.

- Me llevas uno de ventaja – me dijo con sonrisa pícara mientras recuperábamos el aliento.

- ¿Quieres que te ayude para ponernos a la par?

Su sonrisa seductora, que nunca había usado conmigo, me puso a cien.

- Por favor- susurró con voz ronca.

Apagué mi vibrador y lo deslicé fuera de mi cuerpo despacio, sintiendo su pérdida. Cuando estuvo fuera lo lamí probando mis jugos, siempre me había gustado mi propio sabor.

Irene me miró excitada mientras lo hacía.

- ¿Te gusta chupar Bella?

- Me encanta. Me pregunto si tú tendrás un sabor muy diferente…

- Sacia tu curiosidad, ahora – me ordenó.

Con una sonrisa llevé mi mano a la suya, la que manejaba su vibrador y lo sujeté. Ella llevó sus manos a sus pechos cuando yo tomé el control de su juguete, mientras retorcía y estiraba sus pezones con fuerza.

Yo la embestí un par de veces, despacio y luego lo incliné hacia la parte superior de su cuerpo, para golpear su punto G, lo introduje hasta el fondo en su cuerpo, mientras el estimulador de clítoris vibraba a máxima velocidad sin darle un respiro. Lo mantuve allí clavado, dando pequeños empujones aunque el aparatito no tenía más para introducir. Ella levantó las caderas por necesidad, era divertido saber que causaba sus reacciones, su cuerpo funcionaba igual al mío.

Fui una chica mala y retiré el vibrador cuando su excitación estaba al máximo y sus caderas habían empezado a moverse sobre él.

Me miró con expresión de dolor, que se transformó en fascinación cuando me vio lamer su vibrador. Sus caderas no dejaron de mecerse por la excitación, a pesar que yo sabía la sensación de vacío y necesidad que debía de sentir.

- Mmmm. – susurré.

- Chúpame a mí. – me suplicó.

- Lo estoy deseando.

Me agaché despacio entre sus piernas, separé sus muslos al máximo, hasta que gimió un poco por el dolor, y llevé mi lengua justo a su entrada, deslizándola por los bordes aún dilatados haciendo círculos para después introducirla dentro de ella y succionarla con fuerza. Ella me agarró del pelo hundiendo mi cara en su sexo.

Dejé sus muslos, que se mantuvieron en la postura que yo los había dejado, y llevé mis manos hacia su sexo, con una abrí sus labios estirando la delicada piel hacia arriba, para exponer su clítoris lo máximo posible y con la otra lo acaricié haciendo perezosos círculos sobre él, por un momento, introduje la punta de mi dedo dentro de ella para mojarlo y luego volví hacia arriba otra vez. Ella se movía en mi cara, apretándose contra mí, mientras yo seguí lamiéndola por dentro y por fuera con la punta de mi lengua, soplando de vez en cuando para refrescarla y volver a hundirme en ella después. Me estaba poniendo perdida.

Con una suave lamida, que cubrió todo su sexo, subí hacía su clítoris, utilicé las dos manos para separa sus labios y abrirla con cuidado. Exponiéndola al máximo. Lamí con cuidado su hinchado clítoris, que asomaba ahora fuera de su escondite, palpitando excitado y lo sujeté con sumo cuidado entre los dientes, mientras lo golpeaba con mi lengua. Ella gritó de placer.

- Niña, en mi vida me lo habían hecho así. Eres una puta maestra. – me dijo entre gemidos.

Yo sonreí satisfecha mientras liberaba una de mis manos, para rebuscar en mi bolsa de juguetes. Cogí un vibrador sencillo, metálico y lo puse en marcha sin apartar mi boca de ella, que ahora succionaba rítmicamente su clítoris.

- ¡Oh dios! – jadeó cuando escuchó el ruido del juguetito, anticipándose a lo que venía.

Me aparté un momento para acariciar todo su sexo con el frío vibrador, estaba tan mojada que lo lubriqué con la mezcla de sus propios jugos y mi saliva. Y entonces lo presioné un poco contra su entrada, introduciendo solo la dura punta. Luego me agaché para seguir trabajando su clítoris.

Ella se retorcía, dirigiendo su cuerpo hacia la insuficiente penetración del vibrador, que no dejaba de moverse en su entrada sin llegar a penetrarla, y subiendo sus caderas para rozarse más contra mi boca. Cuando empezó a contener la respiración y los músculos de sus piernas se tensaron, moví mi lengua más rápido mientras dejaba que el vibrador perforara su cuerpo más adentro, con movimientos lentos, largos y duros.

Abrió su boca sin hacer ruido mientras alzaba sus caderas totalmente sobre sus pies, me moví para acompañarla mientras apretaba fuerte toda la longitud del vibrador dentro de ella, subiendo el nivel de vibración al máximo, lo que provocó una sacudida de su cuerpo, que la llevó a un orgasmos bestial, sus paredes apretaban fuerte el consolador, empujándolo hacia a fuera, pero yo lo mantuve dentro de ella. Mientras mi lengua empezó a acariciar por todas partes su sexo, el orgasmo iba dando sus últimos coletazos. Derramándose en mis manos. Extraí el vibrador despacio y le di un última larga y lenta chupada antes de apartarme de ella.

- Me has destrozado cielo – me susurró.

Me estiré en el sillón, apoyándome contra su brazo.

- Me ha encantado hacerlo. Mañana probablemente tendré una crisis existencial por ello – dije riéndome – pero ahora estoy demasiado excitada para pensar con la cabeza.

- Me encantaría devolverte el favor Bells – me dijo con una sonrisa, mientras se incorporaba.

- Necesito mi "conejito" ahora, me duele horrores la excitación y siento el vacío como si me hubieran arrancado algo.

Ella se inclinó hacia él que seguía descansando encima de la mesita de centro con forma de sarcófago egipcio, y lo enfocó en mi entrada sin introducirlo.

- Revenge – susurró con sonrisa maliciosa.

Yo me reí expectante, aunque lo que mi cuerpo gritaba era una penetración bestial e inmediata su sonrisa me indicaba que me haría suplicar por mi orgasmo. Sonreí sin saber si reír o llorar.

Mientras sentía la vibración de mi juguetito en mi entrada sin entrar, ella se acercó a mi boca, lamiendo mis labios, saboreando el sabor de su sexo en mi boca, el deseo y la curiosidad creció en mi estómago y me abalancé a su boca, hambrienta, la excitación por lo nuevo hizo del beso una espiral de placer, nos exploramos enredando nuestras lenguas mientras mis manos acariciaban sus pechos llenando mis manos con ellos, disfrutando del tacto de sus pezones empujando mis palmas. Ella gimió en mi boca e introdujo el vibrador un centímetro más en mí. Yo arquee mis espalda para tomarlo todo, pero ella lo dejó así.

- Por favor – le supliqué.

- Espera. Quiero comprarte algo.

- ¿Qué? – le dije confundida.

- Sí, de tu catálogo. ¿Tienes en casa el dildo doble?

- Sí. – le dije, con los ojos como platos al adivinar lo que se proponía.

- ¿Intentamos averiguar como funciona?

- Está con el resto de los productos, debajo de mi canapé.

- Bells, sigue tú con el cacharrito mientras voy a buscarlo… pero ni se te ocurra correrte sin mí. Si ves que vas a llegar lo retiras.

- Lo intentaré – gemí.

- Hazlo. – me ordenó con una voz autoritaria que me excitó todavía más.

Agarré el vibrador, en cuanto lo tuve en mi mano lo introduje hasta el fondo sin pensarlo. Estaba claro que la diferencia entre usarlo sola o acompañada es lo difícil que es no darse una misma lo que su cuerpo desea.

- ¡No te corras! – me repitió.

- Lo prometo.

Observé como salía contoneando su trasero por el pasillo mientras yo seguía penetrándome a fondo con mi vibrador. Cuando la vibración en mi clítoris y la sensación de mi interior, completamente llena, estaba apunto de llevarme al orgasmo suspiré y lo retiré despacio, esperando que bajara mi excitación antes de volver a introducirlo.

- Buena chica – dijo Irene desde la puerta, donde estaba observándome desnuda, apoyada en la pared, mientras acariciaba con sus manos uno de los extremos del nuevo juguete como si fuera una verga de verdad. Entonces me di cuenta que el otro extremo estaba ya en su interior.

Caminó hacia mí con lentitud, sin extraer el doble pene de su cuerpo. Yo saqué el vibrador de mí y volví a depositarlo encima de la mesa. No podía apartar la vista del sexo de Irene, colmado por el ancho juguete, mientras el movimiento de sus manos lo hacía entrar y salir de su cuerpo con sus labios íntimos acariciándolo.

- Es realmente grande – susurré, no con miedo, si no con lujuria.

Ella se recostó en el otro extremo del sillón, abriendo las piernas, dejándome ver perfectamente como el consolador disminuía engullido por su cuerpo, la vi empujar hasta que pareció que su cuerpo no podía tragar más, todavía quedaba una larga porción fuera. Y era para mí.

Me acerqué a ella.

- Ha llegado al tope – me dijo con la voz entrecortada por el placer -. Empuja en mí para llenarte conmigo.

Me mordí los labios y me senté frente a ella. Pasé una pierna por encima de la suya, y moví su otra pierna para colocar la mía por debajo, cualquier movimiento la hacía gemir por el roce dentro de su cuerpo, sujeté el extremo del consolador con la mano, retirándolo algo de su cuerpo. Ella volvió a gemir, tenía los labios entreabiertos y los ojos clavados en mi trabajo. Encaré el consolador a mi centro, y amarrándola de sus piernas empujé para introducirlo dentro de mí, empujando al mismo tiempo en el cuerpo de Irene.

- ¡Ah!- Gritó.

- No te corras tampoco sin mí – le dije.

La vi soplar mientras cerraba los ojos, claramente controlando el orgasmo que había estado apunto de sacudirla

- Vale sigue – dijo, abriendo los ojos y volviendo su mirada otra vez atenta a mí – ahora está otra vez hasta el fondo, debería ser más fácil penetrarte. Te ayudaré.

- Es tan gordo que costará – dije.

- Lo se – dijo con una sonrisa malvada.

Empujamos juntas con movimientos cortos, ella hacía una mueca de placer con cada envestida mientras contorsionaba sus caderas a su alrededor. Yo lo acepté mejor de lo que esperaba, por su diámetro, en mi interior, estaba tan mojada por dentro que se deslizaba con facilidad, la imagen de nuestros respectivos sexos acercándose uno al otro dilatados por la ancha penetración me hizo desear que el aparatito tuviera la medida justa para que llegáramos a rozarnos, una nueva embestida e Irene cogió con la mano la parte que quedaba fuera y empujó para clavarlo más en mi interior, mientras salía del suyo.

Gritamos a la vez.

Nos miramos hablándonos sin palabras, y nos incorporamos un poco, apoyando nuestro peso en las manos. Levantamos nuestras caderas a la vez y empujamos juntas hasta que el consolador desapareció completamente dentro de nuestros cuerpos.

Nuestros vulvas se rozaron, ardiendo una contra la otra. El roce duplicó nuestra excitación.

- Para un momento – le dije – no quiero correrme todavía.

Cinco segundos y volví a embestir, ella siguió mi ritmo. Cuando nos rozábamos gritábamos a dúo.

- Bells, intentemos incorporarnos un poco, acércate más.

El consolador aunque muy flexible, presiono sus puntas contra la pared de nuestros anos, nos seguimos restregando la una con la otra, con ritmo frenético ahora, yo liberé una mano para acariciar su clítoris y ella hizo lo mismo. Note como iba a llegar mi orgasmo, y supe que iba a ser memorable, un cosquilleo empezó a subirme por las piernas, toda mi piel empezó a erizarse, mis pezones se contrajeron tanto que dolían, desee que pudiera mordérmelos pero no había nadie allí que pudiera hacerlo ahora. La imagen de que otra persona estuviera con nosotras sacudió mi mente, como si la situación no fuera ya lo suficiente excitante. Los espasmos en el centro de mi cuerpo se extendieron por todos mis músculos, haciéndome contorsionarme, alzando mis caderas deseando más. Irene hacía lo mismo en el otro extremo de mí. Nos apretamos la una contra la otra, apretando nuestros sexos y echando la cabeza hacia atrás. Las dos nos deshicimos por dentro, un torrente de nuestro líquidos inundó el sofá poniéndolo perdido.

Miramos la mancha horrorizadas.

Luego nos miramos y nos echamos a reir como locas, un ataque de risa incontrolable nos sacudía a nosotras al mismo tiempo que a nuestro consolador, todavía dentro de nuestros cuerpos, pero la sensación solo empeoró nuestro ataque de risa, al intentar sacarlo y no poder por la falta de fuerzas. Nos tumbamos hacia atrás y reptamos como pudimos alejándonos, mientras mis ojos picaban por las lágrimas que no dejaban de derramarse con la risa, y un dolor horroroso se instalaba en mis costillas, al final yo conseguí desengancharme, y al momento el aparatito se deslizó perezoso abandonado también su cuerpo.

Irene lo miró y señalándolo con el dedo consiguió decir entre risas:

- ¡Lo hemos matao!

Otra sacudida de carcajada nos obligó a doblarnos sobre nosotras mismas, por alguna razón, la postura de nuestro consolador, tirado sobre la gran mancha de nuestro precioso sillón blanco, le hacía parecer agotado.

A partir de ese día Irene y yo habíamos mantenido relaciones habitualmente, en realidad nos decíamos que era como masturbarnos con compañía. Y nos masturbábamos mucho. Sin que por ello los chicos salieran de nuestras vidas, nos seguían gustando las mismas cosas de siempre, solo que habíamos añadido una más. La verdad es que Irene me ponía a mil, había conseguido desbancar mi fascinación por el conejito de mi vibrador.

Era junio, llevábamos un par de días en Londres. Durante toda la tarde habíamos rondado de un pub a otro, después de dos días intensos y agotadores de turismo cultural habíamos decidido pasar al turismo de bar. Nuestro favorito.

Nuestro nivel de alcohol en sangre era ya considerable. Nos estábamos bebiendo un par de cervezas más, acomodadas en una mesa con sillones circulares en "Dublin Castle" un pub donde artistas anónimos solían tocar en directo, el escenario, lo único ante nosotras, estaba vacío, pero se anunciaba que a las nueve un tal Clive Handjob actuaría con su guitarra. Faltaban quince minutos

Irene y yo estábamos jugueteando por debajo de la mesa, cachondeándonos del apellido del cantante. Yo acaba de traducirle su significado: "pajero"; y ella intentaba demostrarme que lo había entendido metiendo la mano por debajo de mi falda e introducido sin miramientos un dedo dentro de mí, no importó que le aclarara que la palabra solo se refería a los hombres. La miré con ojos acusadores, pero al mismo tiempo abrí más las piernas para que llegara mejor. Ella se dio cuenta y sonrió maliciosamente.

- Cuerpo traidor – le susurré. Y las dos nos reímos juntas, aunque a mí se me acabó escapando un gemido.

- Recuerda el plan, tenemos que cazar, necesito un hombre esta noche – me dijo mientras apuraba su botella de cerveza.

- ¿Solo uno? Yo quiero otro para mí ¿pero no nos van a caber en la habitación? – reí mientras ella seguía moviendo el dedo dentro de mí. Yo me mordí el labio y me acerqué algo a sus labios.

- Humm. Bueno, podríamos ligarnos solo a uno y compartirlo.

- ¡Eso es nuevo! Suena bien – le contesté.

Irene se incorporó un poco para mirar las mesas de detrás de nosotras, yo salté con ella, todavía unida a su mano.

- Ay – dije, e Irene retiró la mano.

- Perdón.

Me pareció escuchar una risa de detrás del escenario, lo escruté pero no vi nada, estaba demasiado oscuro.

Ella volvió a llamarme la atención cuando acercó su dedo a mis labios para que lo chupara. Lo hice.

- Do they want something more than the ladies? (¿Quieren tomar algo más las señoritas?)

- ¡Ah! – gritó Irene sobresaltándose sacando su dedo de mi boca.

Un musculoso camarero, que no habíamos visto al entrar, atractivo como el demonio, y cuadrado como un armario, la miraba con la boca abierta.

- Do you want to suck on her finger too? (¿También quieres chupar su dedo?) – le pregunté con mirada provocativa.

El camarero me miró con sus grandes ojos azules como platos durante un segundo pero luego una sonrisa torcida asomó en sus carnosos labios transformando completamente sus facciones. Fascinante. Dos irresistibles hoyuelos aparecieron en sus mejillas.

- In agreement (de acuerdo)– dijo mientras se inclinaba hacia la mesa.

Miré a Irene disimulando mi desconcierto.

- Le he preguntado si quería chuparlo también y el muy cabrón me ha dicho que sí.

Ella no se inmutó, acercando su dedo hacia los labios del camarero, atrapada en la trampa de su mirada maliciosa, él se lo introdujo despacio en la boca, chupándolo sensualmente, succionándolo un poco y después deslizó sus labios hasta liberarlo.

- Me acabo de mojar. –me dijo Irene.

- ¿Y ahora querer beber algo más damas? – dijo el camarero en español con un fuerte acento americano.

Le miramos las dos con la boca abierta.

- Dos cervezas, gracias – consiguió decir Irene con tono formal.

Otra vez, una risa me llamó la atención detrás de las gruesas cortinas del escenario, esta vez distinguí como la tela se removía en la oscuridad.

- Ahí tenemos a un posible candidato – dijo Irene mientras se giraba para mirarle el trasero al camarero.

Yo me centré más en las cortinas, estrechando mis ojos, parecían dejar de moverse lentamente.

- ¿Qué miras?

- O estoy alucinando, o creo que hemos tenido un espectador tras las cortinas, me temo que el músico ha debido estar haciéndole honor a su apellido.

Irene explotó en carcajadas y yo la seguí. Al momento nuestro camarero nos servía dos pintas de cerveza con una sonrisa traviesa en los labios.

- Gracias – le dijimos a dúo devolviéndole la sonrisa.

Un haz de luz iluminó el escenario delante de nosotras y miramos expectantes.

Un hombre alto y delgado, con paso desgarbado cruzó el escenario, vestía unos vaqueros desgastados y una camiseta gris con un puma estampado, llevaba una gorra calada hasta los ojos y su guitarra colgada. La luz del foco estaba muy alta y la visera hacía sombra en su rostro, aún así su aspecto me resultó familiar.

Se sentó en una banqueta frente al micrófono con la cabeza gacha, se sacó la gorra y se sacudió un despeinadísimo pelo color bronce, levantó la cabeza y clavó la vista en nuestra mesa, no debía de vernos bien con el foco en la cara, pero nos dirigió una pícara sonrisa muy familiar.

Nosotras le veíamos muy bien.

Le veíamos perfectamente.

Aunque no pudiéramos creer lo que estábamos viendo. Sentí como el aliento se congelaba en Irene, yo ya hacía un rato que no respiraba.

Reconocimos inmediatamente al músico que usaba aquel extravagante nombre artístico.

Era Edward Cullen.

Escuchamos boquiabiertas como empezaba a rasgar su guitarra, las notas salieron lánguidas de ella, la melodía era triste y melancólica, cuando su voz rota inundo el local, me puso la piel de gallina.

- I want dedicate this song to the playful girls front table. (Quiero dedicar esta canción a las chicas juguetonas de la mesa del frente) – dijo, mientras la sonrisa pícara que conocíamos tan bien iluminaba su cara.

- ¿Qué ha dicho? – me preguntó Irene con un hilo de voz.

Cuando se lo dije abrió los ojos como platos, entonces una sonrisa maliciosa se formo en sus labios, no tuve ninguna duda al ver su mirada, la determinación estaba escrita en su rostro.

Habíamos escogido nuestra pieza de caza.

- Será él – le susurré, no era una pregunta.

Ella asintió, y volvimos la atención a nuestro objetivo, hambrientas.

Edward rezumaba sexo por todos sus poros, no había parte en su cuerpo que no provocara una fantasía en mí. Fantasías ya muy usadas, pero que ahora venían frescas al estar ante él. Sus labios eran una fuente de deseo, los imaginaba en todas partes, en mis pechos, en mis labios, en mi vientre, en mi sexo… sus largos dedos, se movían con maestría sobre la guitarra, con una promesa explicita de que podían hacerlo igual dentro y fuera de mi cuerpo. Su pelo revuelto, como si acabara de salir de la cama, era el agarre perfecto mientras su cabeza se hundía entre mis piernas, apretándolo más cerca. Sus vaqueros apretados contra su cuerpo dejaban entrever donde estaba descansando su polla, hacia el lado derecho de su pantalón. Mis ojos quemaron sus pantalones queriendo desintegrarlos con la mirada.

Él alzo la mirada hacia mí mientras seguía cantando, como si hubiera sentido la caricia de mi mirada, el foco parecía haber bajado su intensidad o él había acostumbrado su vista a la luz, entrecerró algo los ojos y nos miró como si nos distinguiera sin dificultad.

Sentí la mano de Irene en mi pierna. La acarició subiendo la falda cada vez más, un espectáculo solo para él. Sentí como me ruborizaba, y por un momento baje la mirada avergonzada, Irene me susurro al oído.

- Vamos a ponerlo caliente, quiero ver como el bulto de su polla se asfixia dentro de sus estrechos pantalones para nosotras. Vamos a mostrarle lo playful que podemos llegar a ser...

Asentí con los ojos cerrados, y abrí las piernas todo lo que mis piernas me permitieron, subiendo una por encima de la pierna de ella, me bebí toda mi cerveza de un trago y clavé mis ojos en el bello rostro de Edward, no iba a desperdiciar ni un solo segundo mis ojos en otro lugar, él estaba ahí, en persona, delante de nosotras, y lo único que nos impedía lanzarnos encima y follárnoslo en ese mismo momento era que probablemente él no estaría de acuerdo, al menos en medio del pub…

Sus ojos perdieron la estrechez cuando miró debajo de nuestra mesa, el bar era oscuro, pero los restos de luz del escenario iluminaba nuestro mesa, la más próxima a él. Irene volvió a introducir su mano dentro de mi tanga y empezó a acariciar mi clítoris, se me escapó un gemido. Pero seguí con los ojos clavados en él. Él los clavó en los mío, con los ojos ardiendo, yo me mordí el labio comiéndomelo con los ojos. Su pantalón empezaba a ser una trampa dolorosa para su creciente erección, evidente ahora bajo la tensa tela. Él se removió incómodo y retiro la mirada, intentando recobrar la calma.

Sonreímos con malicia. Conociendo a Irene como la conocía, sabía que pensaba lo mismo que yo, mientras mirábamos su tirante pantalón.Un latido salvaje empezó en mi vagina, sintiéndola dolorosamente vacía, mientras un orgasmo perezoso sacudía mi cuerpo, un aperitivo que me dejó con ganas de más. Desvié mi mirada hacia ella, que me dio un suave beso en los labios.

Edward había tocado ya ocho canciones, el concierto no tardaría en acabar. Irene alzó la mano, llamando al camarero y le pidió tres cervezas, mientras se marchaba se lo volvió a comer con los ojos, su mirada de renuncia gritaba "en otra ocasión".

Edward se había debatido todo el tiempo entre mirar al vacío y a nuestra mesa, y su bulto se había hinchado y deshinchado incontables veces, aunque ahora intentaba ocultarlo con las piernas cruzadas. Sentí lastima por él, tenía que estar doliéndole.

Cuando el camarero trajo las bebidas Irene esperó a que la mirada de Edward se volviera a nuestra mesa, cuando lo hizo ella le hizo una señal, indicándole que la tercera cerveza era para él.

Terminó su última canción.

- Thank you all. Hope you have enjoyed the concert as I did. (Gracias a todos, espero que hayan disfrutado el concierto tanto como yo) – dijo, mientras desaparecía entre las cortinas del escenario, tapando con la guitarra su entrepierna.

Irene y yo nos miramos expectantes ¿picaría?

El camarero se acercó a nosotras.

- Mr. Handjob pide si desean acompañar a él a su room. Quiere su cerveza.

Obedecimos y le seguimos a una puerta al lado del lavabo, nos condujo por un estrecho pasillo a una puerta negra.

Irene miró con deseo y anhelo al enorme camarero, mirada que él le devolvió con la misma intensidad.

Él golpeó la puerta y se marchó sin decir nada, no sin antes lanzar una mirada a Irene .

- Volveré otro día a por él. – susurró, no supe si me lo decía a mí o se lo prometía a ella misma.

Edward abrió la puerta con el pecho descubierto, y nos miró con una sonrisa divertida.

- Hello playful girls- dijo en un ingles meloso susurrado –please pass within. (hola chicas juguetonas, pasar dentro por favor)

Irene le extendió su cerveza, él la cogió, manteniendo el roce de su mano más tiempo del necesario.

- What are your name? (Como os llamáis.)

- Irene.

- Bella.

- I'm Handsjob – dijo con una sonrisa torcida.

Luego le dio un largo trago a su cerveza, mientras nosotras mirábamos fascinadas el movimiento de su garganta al tragar. La tensión sexual en la habitación se palpaba, se olía…

- have you enjoyed the show?(¿Habéis disfrutado del espectáculo?)

- Has been exciting (ha sido excitante) – le contesté. La sonrisa de Irene me indicó que lo entendía todo.

- ¿American? – preguntó mientras yo asentía.

Me miró con los ojos entrecerrados.

- I also liked yours. Although you make me suffer. (A mí también me gustó el vuestro. Aunque me hicierais sufrir).

- That's what we wanted ( eso es lo que buscábamos).- dijo Irene en un ingles con claro acento español, mientras bebía ahora de su cerveza sin dejar de mirarlo, yo la imité.

- You are very bad girls, Are you Spanish?(Sois unas chicas muy malas, ¿eres española?) – preguntó entonces, muy satisfecho de sí mismo.

- Sí. – contesto Irene, ahora en español.

-You got your purpose. I have not yet recovered. (Lo conseguisteis, todavía no me he recuperado )– dijo, haciendo un ademán hacia la erección de sus pantalones - Think you do something about it? (¿Pensáis hacer algo al respecto?)

Irene se acercó con paso lento y felino hacia él, mientras yo me acercaba por detrás. Ella acarició su nariz con la de él mientras posaba las manos en su pecho, yo deslicé mis manos por su vientre, acariciando la cinturilla de su pantalón, y le susurré al oído:

- Now we're going to finish what we started. (Ahora vamos a terminar lo que hemos empezado).

Edward gimió.

- Pov Edward –

Las chicas me habían vuelto loco durante todo el concierto. Las había visto meterse mano descaradamente, con clara intención de provocarme, había sentido sus ojos en mi cuerpo, más allá de mi ropa, quemándome la piel. Mi pene había estado presionando contra la costura de mis pantalones, estaba seguro de que tenía una marca en él. Mientras agradecía haber cantado las canciones las suficientes veces como para que se derramaran solas por mi garganta, vi como la chica castaña del pelo liso, entreabría los labios en un gemido, sin apartar sus ojos de los míos, vi el movimiento de la mano de su amiga… o novia, por debajo de la mesa, dentro de sus bragas. Hipnotizado por su boca no pude evitar imaginarme como se vería mi polla deslizándose por sus dulces labios.

Desvié rápidamente la mirada o no iba a poder terminar la actuación.

¿Eran lesbianas? Humm… estaba claro que estaban liadas, pero sus ojos, que no se apartaban de mi, llevaban inscrita una clara invitación de sexo, sus miradas no paraban de deslizarse por mi cuerpo, controlando el bulto de mi pantalón que se hinchaba cada vez más controlado por ellas, estaban claramente jugando con él.

Eran dos malvadas encantadoras de serpientes.

Cuando faltaba una sola canción, Emmett les llevó de nuevo bebida, no pude evitar volver a mirarlas, el jueguecito había terminado debajo de la mesa. La chica morena, con sus grandes ojos enmarcados en un maquillaje oscuro, que le daba un aspecto malicioso y gótico, me hizo un gesto con la mano, había pedido tres cervezas, y me señalaba que una era para mí.

Perfecto, ¿me estaban invitando a entrar en el juego?. Mi polla palpitó en mis pantalones como respuesta. Si era así, no dudaría ni un segundo en aceptar la invitación, pensé mientras me imaginaba lamiendo los pezones de sus imponentes tetas, que resaltaban sobre su corsé negro muy sexy.

Me despedí del público y huí al camerino ocultando mi erección con la guitarra, y nada más entrar cogí el teléfono llamando a la barra, Emmett contestó.

- Podrías decirles a las dos chicas de la mesa 4 que pasen a mi camerino, han pedido una cerveza para mí.

- ¡Oh! – Exclamó claramente decepcionado - ¿las dos para ti? Hay que compartir hermano, esas chicas parecen duras.

- Te avisaré si necesito refuerzos – le dije entre risas.

Minutos después los golpes en la puerta del camerino retumbaron directamente en mis pantalones por la anticipación, mi erección no había disminuido ni un ápice, las estaba esperando.

Después de las presentaciones y una muy breve conversación que dejaba claro que no las había malinterpretado, las chicas se acercaron a mí, acorralándome entre sus dos ardientes cuerpos, para jugar duro ahora. Yo jamás había jugado a este juego, pero no pensaba retirarme, no podía, estaba totalmente perdido por la lujuria.

Los labios de Irene quemaban en mis propios labios, mientras sus manos cubrían mi pecho. La atraje hacia mí, acariciando su espalda, bajando a su precioso trasero. Mientras las manos de Bella me torturaban, acariciando la línea de mis pantalones, mi polla deseando reptar hacia arriba para alcanzar sus dedos, presionaba contra los pantalones, palpitando. Sentí su caliente boca mordisqueando mi espalda, me incliné instintivamente hacia atrás, la boca de Irene me siguió, devorándome, invadí su boca con hambre, sintiendo su lengua contra la mía. Más abajo Bella había empezado a desabrochar mi pantalón liberándome al fin de la presión, gemí en la boca de Irene mientras las manos de Bells se decidían a tocar mi polla, sin hacerme esperar más, colocándola en la posición natural a través de mis boxers.

Irene se separó un segundo para quitarse el corsé, entreteniéndose en deshacer los enrevesados lazos atados a su espalda.

- Te ayudo. – Dijo Bella detrás de mí.

Me dejó para acercarse a su amiga, mientras iba desatando la cuerda que sujetaba su corsé iba besándola en la espalda, yo miraba excitado, viendo como Irene se inclinaba hacia atrás disfrutando de los suaves besos, entrecerrando los ojos, cuando terminó, la cinta de raso negro se deslizó entre sus dedos, cayendo al suelo, el corsé continuó en su lugar obstinado, Bella introdujo en un rápido movimiento sus manos dentro, y al tiempo que la ropa caía ella cubrió los pechos de su amiga con las manos. Los sostuvo con cuidado, apretándolos duramente con sus manos, luego, moviendo sus dedos dejó que los pezones rosados y erectos salieran entre ellos, pinzándolos con fuerza mientras Irene gemía entre sus manos, yo las contemplaba fascinado, de alguna manera conseguí subir mi vista hasta ellas, los cuatro ojos estaba clavados en mí, con una clara invitación hambrienta reflejados en ellos.

Me acerqué a ellas, que no dejaron de tocarse, y acaricié los duros pezones con la lengua. Bella ahuecó sus manos en los pechos de Irene, descubriéndolos, para que yo pudiera lamerlos a placer, mientras ella iba aplicando presión sobre ellos, empujándolos hacia mi, invitándome a devorarlos. Mientras saboreaba el dulce y duro pezón de Irene deslicé mis manos hacía atrás, buscando los pechos de Bella, cuando los encontré, preparados para mí también, pellizqué sus pezones, las chicas gimieron a la vez.

Bells retiró las manos, dejándome para mí solo los pechos de su amiga, bajando a los pantalones de cuero de ella, escuché como bajaba la cremallera, se escapó de mis manos mientras ella se agachaba para bajarlos, mis manos remplazaron a mi boca, y clavé mis ojos en lo que estaba pasando más abajo. Irene no llevaba ropa interior, cuando Bells le sacó sus pantalones vi como sus manos se deslizaba por la parte interna de las piernas, hasta llegar al hermoso sexo depilado, sus manos se ahuecaron cubriéndolo todo, luego deslizó la mano por detrás hundiendo un dedo entre los jugosos labios de su amiga, mientras desaparecía dentro de ella, me puse de rodillas, para observarlo mejor, Irene subió una pierna apoyando su pié en mi hombro, exponiendo su sexo ante mí, el dedo de Bells se deslizó dentro del cuerpo de ella, gimió con fuerza, yo me agaché para hundirme en él.

Acaricié con mi boca sus ardientes pliegues, saboreándolos mientras veía como los dedos de Bells perforaban su cuerpo, yo me dediqué a su clítoris. Irene gemía sobre nosotros sin parar.

Sentí el roce de la cara de Bells, que estaba lamiendo conmigo el jugoso sexo de su amiga.

- Quítate la ropa. – le ordené. Y ella se levantó y obedeció. La miré bajo las piernas de su amiga, mientras yo introducía dos dedos en su interior y con el pulgar acariciaba su clítoris.

Cuando Bells estuvo desnuda se volvió a agachar, esta vez, al estar de cuclillas exponía su sexo ante mí, al igual que sus preciosas tetas.

Ella acercó la boca de nuevo al centro de su amiga, introduciendo su lengua dentro de ella y lamiendo también mis dedos, yo los saqué y los introduje en su boca, despacio, sintiéndome fascinado por sus labios. Ella seguía acariciando a Irene con sus manos, me acerqué a ella y acaricié su mejilla, ella me miró, y nos besamos, entrelazando nuestras lenguas, succionando el sabor a sexo que tenían, era maravilloso en nuestras bocas.

- Siéntate allí. – le dijo Irene a su amiga en castellano, señalando la mesa que había en el rincón-. Sube los pies y abre las piernas.

Yo no entendía bien lo que decía, pero Bells me lo demostró obedeciendo a su amiga sin cuestionarla, cuando se sentó colocó los talones a cada lado exponiendo su sexo lo máximo posible.

Me lancé como un lobo hambriento, arrodillándome en el suelo enmoquetado ante ella, ante su sexo expuesto para mí, la acaricié con mis labios, la succioné con mi boca, y la exploré con mi lengua, como si fuera la última fuente de alimento, su sabor era excitante, hacía que todo mi cuerpo se estremeciera.

Un calor suave envolvió mi polla, obligándome a separarme un momento del delicioso sexo de Bells, dejé escapar un grito de placer que se había formado en mi garganta. A cuatro patas, Irene tenía toda la longitud de mi berga dentro de su preciosa boca, miré como sus labios llenos la envolvían mientras sus ojos se clavaban en ella, la libero para chupar con su lengua desde los testículos hasta el glande, jugueteando un poco con este último, acariciándolo con sus dientes y luego volvió a hundirse en mi.

La contemple hipnotizado por el placer y la visión de su hermosa boca llena de mí, bajé la mano hasta su cabello y lo cogí con fuerza, acompañándola en su movimiento y embistiendo con cuidado en su boca, mis caderas se movían ávidas de más.

Volví mis ojos hacia Bells para hundir mi boca en ella de nuevo, ella me cogió fuerte del pelo, apretándome contra ella, parecía que quisiera asegurarse de que no volvía a perder la atención. Introduje mi lengua dentro de su sexo, haciendo círculos en su entrada, mientras con mi mano libre acariciaba su hinchado clítoris.

Las sensaciones me perdieron, la boca de Irene en mi polla, el sexo de Bells en la mía, sentí que el placer estaba apunto de estallar dentro de mí, presionaba mis testículos sin piedad. Los gemidos de Bells se hicieron más ahogados, estaba cerca de llegar al orgasmo, succioné sus labios bebiendo de ella mientras aumentaba la presión de mis caricias, ella alzó las caderas hacia mí y sentí como su interior se convulsionaba entre mis labios. Su orgasmo desató el mío, y me derramé en la boca de Irene, que me succionó con fuerza hasta la última gota.

Bells se bajó de la mesa, y se unió a nosotros en la moqueta, me besó, recorriendo mi boca, devorando su propio sabor en mi lengua y en mi labios, para luego separarse de mí y acariciar la mejilla de su amiga, que deslizó mi pene entre sus labios despacio, succionando ligeramente, hasta que me liberó, Bella se inclinó hacia ella y se besaron apasionadamente, podía ver sus lenguas arrasándose una contra la otra, con un hambre voraz. A pesar del increíble orgasmo que acababa de tener mi erección aunque más devil, se resistía a relajarse del todo, ante la visión de aquellas dos hermosas mujeres desnudas ante mí, besándose.

Bella dejó los labios de Irene, deslizándose por su cuello a través de su cuerpo hasta llegar a uno de sus pechos, que succionó y mordisqueó enérgicamente, la imité y me aproximé al otro pecho, saboreándolo y mordiendo el rosado pezón. Irene se retorcía de placer bajo nuestras bocas, bajé mi mano para acaricia su clítoris, Bells introdujo dos dedos dentro de su cavidad, penetrándola despacio, moviendo los dedos en su interior.

Irene parecía estar apunto de explotar, mi polla se había recuperado con una rapidez asombrosa, me incorporé y me arrodillé ante ella, cogiendo sus piernas con mis manos alcé sus caderas y me clavé en ella, la penetré con furia salvaje, dejándome llevar por la urgencia de mi excitación, Bella acariciaba su clítoris y besaba sus pechos, Irene gritaba embriagada por el placer y yo me uní a ella, entre y salí de ella embistiéndola sin piedad hasta que perdí la noción del tiempo, cuando su interior empezó a apretarme, con las contracciones de su ardiente canal, multiplicó mi placer a cuotas inimaginables, llevándome con ella de nuevo al orgasmo.

Me derrumbé exhausto, dejándome caer al lado de Irene, intentando recuperar el ritmo de mi respiración, Bells descansaba en el estómago de su amiga con su brazo rodeando su cintura. Acerqué mi mano hacia ella y le acaricié el cabello con dulzura, ella alzó los ojos hacia mí y me miró con adoración y una dulce sonrisa, le sonreí conmovido.

Irene apoyó su cabeza sobre mi hombro y pasé el brazo por debajo de su cabeza mientras, besando su pelo, Bells alargó su mano y la apoyó en mi estómago. Nuestras piernas se enredaron unas con otras. Cerré los ojos. Necesitaba descansar, y no era el único.

Antes de perder la consciencia, enredado en sus hermosos cuerpos, decidí que no iba a dejar a escapar a estas dos juguetonas ninfas del placer.