Nuestro Camino

Último Capítulo

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Hungría, Budapest, 6 años atrás...

Se sentía una brisa ligera aquel día en Budapest, el clima templado era agradable para cualquiera que quisiese pasear por los alrededores, pero este claramente no era el caso de Elizaveta Héderváry, quien se encontraba nuevamente encerrada en su habitación teniendo una de sus ya frecuentes discusiones con su madre...

- ¡Elizaveta, abre esa puerta! - se oyó la orden desde el pasillo...

- ¡No quiero! ¡No puedes obligarme! - respondió la joven molesta.

- ¡Claro que puedo! - respondió la señora - ¡Así que abre y sal que tu profesor de piano ya está aquí!.

Lecciones de Piano, ese era el motivo de esta discusión, nuevamente la madre de la muchacha estaba intentando instruirla para volverla una joven de sociedad, cosa que no le hacía mucha gracia a Elizaveta, primero fue la danza, luego la costura, pasando por los modales y el buen habla, sin embargo nada de esto le importaba a la ojiverde, quien se sentía como un pez fuera del agua, todo ese mundo de compostura y perfección, que hipocresía...

- ¡Mariska! ¡ Tráeme las llaves del cuarto de Elizaveta en este instante!...

Y así era como acababa siempre, sacada casi a la fuerza de su habitación, no sin antes que la sirvienta arreglara su cabello y vestimentas, se sentía casi una muñeca, finalmente ya rendida bajó hasta el salón en donde se encontraba el piano, allí fue donde vio por primera vez al hombre que sería su instructor, la joven pensó que se trataría de un hombre mayor con una molesta obsesión por la música y sin embargo una vez allí vio a un joven solo un poco mayor que ella, alto, ojos violáceos ocultos tras unos elegantes anteojos, un curioso mechón de cabello levantado y un lunar bajo el labio, este hizo una pequeña reverencia a la joven con una ambigua sonrisa en los labios...

- Un gusto, mi nombre es Roderich Edelstein y desde hoy seré su instructor de piano...

- Ajá - dijo la joven, recibiendo una mirada molesta de su madre por la descortesía...

Aquella tarde pasó rápidamente, demasiado para la joven húngara quien realmente había quedado encantada con las clases, no es que tuviera talento para decir verdad pero Roderich le enseñaba con tanta paciencia que no sentía presión alguna ni el constante miedo a cometer algún error, tendría clases tres veces por semana, curiosa, decidió preguntar un poco sobre la vida del profesor, claro que no a su madre, sino a su fiel sirvienta quien prácticamente la había criado, Mariska, ella le comentó que Roderich provenía de Austria, de familia noble, pero que a su vez no contaba con los grandes lujos que ella misma gozaba, por ello daba clases de piano a otras familias, ya que contaba con un talento innato para la música, un prodigio, así lo llamaban...

- Debe ser maravilloso tener todo ese talento - comentó Elizaveta un día, en medio de la lección... - sabes, deberías dedicarte a esto, Roderich...

- Y usted debería hablar apropiadamente - comentó Roderich sin quitar la vista de las teclas - Una joven de su alcurnia no debería...

- ¿Hablar como yo lo hago? - preguntó levemente molesta - La verdad, no me gusta hablar tan formalmente, y además solo no llevamos por un par de años, así que pensé que podría hablarte de esta manera...

- En lo personal no me molesta - respondió el castaño - Pero creo que debería elegir mejor sus palabras para cuando hable con otras personas...

- ¿Entonces puedo hablar contigo de esta forma?

- Si eso hace que vuelva a concentrarse en la lección, no hay ningún problema - contestó tranquilamente el prodigio - Bien, comencemos de nuevo desde re...

- Roderich - dijo la húngara sin intenciones de seguir la clase - Ya que yo seré informal contigo, me gustaría que tú hicieras lo mismo, es un poco incómodo que me trates como a una señorita...

- ¿Acaso usted no es una?

- Sí, pero... quisiera que tú me trates con más confianza - dijo la húngara sonrojándose levemente - puedo permitirlo si eres tú...

- ¿Si lo hago, volverá a prestar atención a la clase?- Elizaveta asintió - Entonces así será, Elizaveta...

Desde aquel día la joven se sintió aún más unida a Roderich, aunque solo se hablaban informalmente cuando se encontraban solos, al cabo de un tiempo Elizaveta sintió que solo practicar piano era aburrido, por ello insistió en relajarse un poco caminando por el amplio patio de su gran casa, y vaya que le costó despegar a Roderich del piano, en los paseos hablaban de muchas cosas, trivialidades en su mayoría, sin embargo con el paso del tiempo llegaron a conocerse mejor, Elizaveta supo entonces que el sueño de Roderich era volverse un gran pianista, cuyas composiciones lo hicieran recorrer los más grandes escenarios del mundo, Elizaveta solo lo miraba en esos momentos, ya que Roderich solía sonreír cada vez que hablaban de ello y lentamente se dio cuenta, de que amaba verlo sonreír...

- Roderich, hay algo que quiero decirte...

Aquellas palabras las había estado ensayando durante semanas y aún así estaba hecha un manojo de nervios, los cuales aumentaron cuando los ojos amatista del joven se posaron en ella, pero estaba decidida, hoy finalmente se lo diría, ambos se encontraban solos en el jardín, nadie podría molestarlos, Elizaveta tomó un poco de aire, intentando no ruborizarse demasiado, estaba lista...

- Roderich yo... Yo estoy... ¡Estoy enamorada de ti!

Roderich guardó silencio, pero su mirada reflejaba lo sorprendido que estaba, por un momento Elizaveta creyó que la rechazaría, que le diría que solo la veía como a su alumna y nada más, sin embargo al ver el ligero sonrojo en las mejillas del austriaco y como lentamente las palabras parecían atorarse en su boca sintió que todo estaba bien...

- Elizaveta... Eres... realmente inapropiada - dijo el austriaco aún algo nervioso - Esas palabras, las debí haber dicho yo...

- Roderich, si me pongo a esperar a que las digas me saldrán canas - dijo alegremente la húngara - Eres muy lento para estas cosas...

- Aún así es mi deber como hombre, yo debo ser quien diga estas cosas- espetó algo ofendido

- ¿Quieres decirlas entonces? - preguntó la húngara - ¿O debo seguir esperando?...

- Elizaveta Héderváry- dijo firme - Estoy enamorado de usted ¿me haría el honor de aceptar mis sentimientos?...

- Que cursi...

- ¡¿Perdón?!

- Pero los acepto, con gusto lo aceptaré - contestó Elizaveta completamente feliz, mientras que por primera vez en su vida sabía lo que era besar al hombre que amaba...

Los meses pasaron y la relación que tenían se mantenía en secreto, ya que sería mal visto que alumna y maestro estuviesen juntos en una relación, sus lecciones de piano seguían como de costumbre y había que admitir que Elizaveta no tenía gran talento para el piano, pero al menos se podía decir que mejoraba un poco cada vez, un día cualquiera Roderich le mostró su nueva composición, una melodía tan hermosa que había dejado atónita a la joven...

- Es hermosa... ¿Cómo se llama? - preguntó sonriente la húngara...

- Esperaba que tú me dijeras un nombre... la hice para ti...

Definitivamente toda en la vida de Elizaveta era perfecto, más un día ocurrió la peor desgracia de todas, en uno de los bailes ofrecidos en la mansión Héderváry, Elizaveta fue presentada a su nuevo prometido, Nicolae Ionescu, hijo único de una de las familias nobles más reconocidas en toda Rumania, claro está que ella no la aceptó de ninguna manera, armando un gran escándalo en aquella alegre reunión. Una vez acabada la fiesta el patriarca de la familia entró el cólera, amonestando a su esposa por la mala educación que le dio a su hija, Elizaveta aún a pesar de esto estaba renuente a la decisión, alegando que no podían casarla con alguien que no conocía, pero su padre usando todo el poder que tenía sobre ella le dijo que él tenía todo el derecho de hacerlo y que era su respuesta final. A la mañana siguiente Elizaveta le contó todo a Roderich, echa un mar de lágrimas, el joven pianista intentó consolarla en vano, él también estaba hecho trizas...

- ¡No quiero hacerlo! ¡No quiero casarme con él! - sollozó entre lágrimas la joven - Yo te quiero...

- Lo sé - susurró el pianista - Yo... Yo hablaré con tu padre...

- ¿Qué? - preguntó Elizaveta en medio de un sollozo

- Le diré de nosotros, también le diré que... que quiero casarme contigo, Elizaveta...

Elizaveta guardó un pequeño silencio ante aquellas palabras, ¿Le estaba pidiendo matrimonio? ¿Él de verdad quería casarse?...

- Elizaveta ¿Quieres ser mi esposa?

- Sí, sí quiero - susurró sonriente la húngara con una sonrisa en los labios.

Hace ya cerca de dos años que conoció a Roderich y no podía estar más feliz que en aquel momento, esa misma tarde Roderich fue a hablar con el padre de Elizaveta, la joven estaba feliz, se encontraba sentada en uno de los jardines, exactamente el que daba a la ventana del despacho de su padre, lo estaba esperando, pensando en su nueva vida junto a Roderich, siguiendo el sueño del austriaco y viajar por todo el mundo, juntos, siempre juntos hasta el fin de sus vidas...

- Señorita Elizaveta, su padre le busca... - dijo Mariska cansada, probablemente de tanto buscarla.

Elizaveta nunca se había considerado una mujer soñadora o ilusa, y sin embargo ahora esas palabras parecían describirla con una perturbadora perfección, para cuando entró en el despacho Roderich ya no estaba allí, solo podía ver la imponente figura de su padre frente a su escritorio, con una mirada tan severa que la hizo temer por él.

- ¿Dónde está Roderich? - preguntó de inmediato, sin siquiera pensarlo.

- Él ya no volverá - respondió molesto el señor - Tienes prohibido volver a ver a ese hombre, Elizaveta.

- ¿Qué? - preguntó confundida - ¿Qué pasó? ¿Qué le hiciste?

- Mañana partirás a Rumania - dijo su padre tranquilamente - tu boda será celebrada allá...

- ¡No lo haré! ¡No hasta que me digas que hiciste con él! ¡¿Qué le hiciste?!

- ¡Suficiente! - gritó el señor - Roderich Edelstein se ha ido por su propia voluntad.

- ¿Qué? - susurró Elizaveta.

- No quería decirte esto, hija... pero le ofrecí una gran cantidad de dinero a ese tipo para que te dejara y él lo aceptó...- dijo el padre cambiando su vida a la ventana, con una sonrisa que Elizaveta fue incapaz de ver - Regresará a Austria y vivirá como siempre ha querido...

Elizaveta no podía creer eso, es cierto que él solía ahorrar cada centavo que tenía ¡pero era para no depender de su familia para vivir! él sólo quería tocar el piano, ese era su sueño... Elizaveta no contuvo sus lágrimas y cayó rendida al piso, estaba segura que Roderich tenía que tener alguna explicación, ¡estaba segura que su padre le había hecho algo!

- Es mentira...

- Piensa lo que quieras - finalizó su padre, ya harto de hablar tanto tiempo con su hija - El barco zarpará mañana y si tantas dudas tienes ve a la estación, al muelle, donde quieras, ve en busca de ese hombre y descubre por ti misma que ya no está en esta ciudad... Ahora vete.

Elizaveta salió de la habitación con ayuda de Mariska y fue llevada a su cuarto, una vez allí la criada le llevó un té para calmarla, Elizaveta estaba destrozada...

- Algo le hizo mi padre, Roderich no pudo haberse ido...

- Señorita... - dijo la sirvienta, conmovida - Sé que no debería decirle esto, pero...

- ¿Sabes algo? - susurró mirándola fijamente- Lo que sea que sepas, por favor dímelo... Juro que nadie se enterará, ni mi padre ni nadie, sólo dime que es lo que sabes, Mariska...

- Vi como los guardias llevaban a alguien al sótano, no pude ver quien era pero es probable que sea el señor Edelstein - susurró Mariska, esperando hacer lo correcto...

Esa misma noche Elizaveta fue a verlo, como pensó había guardias en el sótano, pero se las arregló para que Mariska los distrajera alegando que alguien había intentado entrar por la cocina, una vez que Elizaveta siguió las escaleras lo encontró, atado en un rincón y amordazado, sintió su pecho contraerse al verlo de esa forma, corrió hasta él y este comenzó a moverse y hacer sonidos, como si quisiese advertirle algo, sin embargo ella no prestó atención.

- Roderich, quédate quieto, debemos escapar y...

- ¿Y qué...? Elizaveta... - dijo una voz al lado contrario...

La joven volteó asustada, su padre estaba allí, la había descubierto...

- ¡ Déjalo ir! - pidió la joven - ¡No tienes derecho a encerrarlo aquí! ¡Le diré a la policía!

- Mi propia hija amenazándome - dijo con una pequeña risa aquel hombre - ¡veo que tu madre no supo criarte como es debido!...

El hombre dio unos pasos y con fuerza le dio una cachetada a la joven, quien cayó al piso con brusquedad, Roderich intentó moverse, pero poco y nada podía hacer en esa situación, se sentía inútil.

- ¿Por qué? - preguntó Elizaveta, levantándose - ¡¿Por qué no puedo ser feliz con él?! ¡¿Por qué debo casarme con alguien a quien ni siquiera conozco?!

- ¡Porque yo así te lo ordeno! ¡Y más te vale aceptarlo con una sonrisa en el rostro si no quieres que algo le pase a este sujeto! - finalizó señalando a Roderich.

- ¿Qué vas a hacer? - preguntó con miedo.

- No voy a matarlo si es lo que temes, hija - dijo tranquilamente - pero me pregunto qué puede hacer un pianista cuyas manos ya no sirven ni para tomar una pluma...

- ¡No te atrevas!

- ¡Entonces haz lo que te ordeno!

Elizaveta guardó silencio, miró por unos segundos a Roderich quien parecía negarse a la idea, pero él era un pianista y como si fuera poco era un prodigio musical, no podía permitir que algo le pasara a sus manos, no podía siquiera pensar en que sería de Roderich sin su música, no podía dejar que destruyeran su vida...

- Tomaré el barco... Lo haré si prometes dejarlo libre y sin ningún daño... - dictó la joven, decidida.

- De acuerdo - dijo sonriente el señor - Lo liberaré luego de que te vayas.

- Eso no - dijo firme la joven - Lo liberarás antes de que me vaya, quiero verlo con mis propios ojos sano y salvo.

El hombre guardó silencio, no conforme con la idea.

- ¿Fui lo suficientemente clara, padre?

- De haber sido un hombre habrías sido mi mayor orgullo... Está bien, Elizaveta... así será.

Así fue como padre e hija hicieron su acuerdo a pesar de la negación de Roderich quien no dejó de luchar contra las cuerdas durante toda la noche...

Aquella mañana, como fue prometido Roderich fue liberado, Elizaveta se despidió de él con un abrazo, pidiéndole perdón por todo, diciéndole que lo amaba y que por favor siguiera con su vida, que cumpliera su sueño por ambos, este no tuvo más remedio que aceptar aguantando las lágrimas y el odio hacia el progenitor de la mujer que amaba, esa mañana fue enviado de vuelta a Austria en donde sería recibido por sus padres y comenzaría una vida nueva.

- Un trato es un trato, Elizaveta - dijo fríamente la cabeza de la familia - Ahora es tu turno de cumplir.

Y ella cumplió, como era de esperar sus padres también subieron a aquel barco, en la espera de la boda de su hija que le traería honor y renombre al apellido Héderváry, Elizaveta en un principio pensó en seguir las órdenes de su padre y casarse con aquel sujeto del cual ya no recordaba ni el nombre, pero se dio cuenta de que no podría hacerlo aún si su vida dependiese de ello, no podía pensar en hacerle eso a Roderich, por ello a mitad del viaje tomó una decisión, se encerró en su cuarto tomando pluma y papel...

"Padre, Madre:

Lo siento, pero no puedo hacer esto... He decidido seguir mi propio camino y no dejaré que me detengan, ustedes me han quitado lo único que he amado y si para mantenerlo a salvo debo dejarlo definitivamente, lo haré, desapareceré de sus vidas y si tengo suerte jamás volverán a saber de mi...

Elizaveta"

Dejó la carta sobre la cama y esperó pacientemente a que el barco se detuviera en el primer puerto para abastecerse, para finalmente escabullirse con la ropa de uno de los guardias y dejar aquel barco, en busca de un mejor futuro, en busca de su propio destino...

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- Esa es mi historia, Gilbert.

El pruso aún se mantenía en silencio, terminando de asimilar las cosas, finalmente se levantó de la silla en la que estaba y caminó un poco, todo esto ante la mirada de Elizaveta.

- Es realmente triste - dijo finalmente Gilbert

- Pero ya no hay nada que pueda hacer al respecto.

- ¿Aún lo amas?

Elizaveta guardó silencio por un momento, como si se lo preguntara a sí misma, esperando una respuesta desde su interior...

- La verdad, pensé que aún lo amaba... pero cuando lo vi, cuando descubrí que él había cumplido su sueño sentí que todo estaba bien, que no me arrepentía de nada, todo había valido la pena...

- No te entiendo.

- Él significó mucho para mí, es parte de mi vida y no lo voy a olvidar, pero creo que ya no puedo llamarlo amor... - se detuvo - Después de todo lo que he vivido, las personas a las que he conocido... Este es mi sueño, lo estoy viviendo con ustedes y soy feliz así.

- Ya veo...

Gilbert dejó de insistir en ese asunto, después de todo, ellos era el presente de Eli, eran una tripulación, una familia, Eli estaría con ellos por siempre. De eso él se encargaría...

- Iré a la recepción - dijo Gilbert - Llamaré para que nos tengan lista una habitación para cuando lleguemos.

- ¿Ah? - preguntó algo descolocada.

- Viviremos en mi casa... Elizaveta Beilschmidt.


Una vez que Antonio anunció que había encontrado a Gilbert y a Eli todos se habían lanzado sobre él haciendo preguntas, como pudo el capitán dio la información necesaria hasta llegar al tema de las piernas de Eli.

- No podemos dejarla así, Toño - Dijo Francis pensativo

- ¿Entonces qué hacemos? - preguntó Bel, preocupada - Sólo tenemos tres días antes que nos busquen.

- ¿Enserio Eli está registrada como Beilschmidt? ¿La esposa de Gilbo? Eso quiero verlo - dijo divertido Den, siendo golpeado por Nor.

Mientras toda la tripulación discutía, Lovina intentaba pensar, mierda, esto era en verdad malo, si tan solo tuvieran a alguien con quien dejarla, alguien de confianza, alguien que no los delataría... alguien como...

- ¿Beilschmidt? - preguntó de pronto Lovina - ¿Dijeron Beilschmidt?

- Ese es el apellido de Gilbo, Lovi - dijo Antonio - Además es… hermano del novio de Feli...

Y ambas mentes hicieron click.

- Hablaré con mi Sorella - dijo decidida la italiana - Iré de inmediato...

- Iremos juntos - dijo el capitán.

- ¿No te dije que no nos puedes ver juntos, bastardo? - replicó la italiana...

- Entonces yo te acompaño - dijo Bel - Quiero ver a Eli pero no sé en donde se encuentra el hospital...

- Va bene*... Entonces vayámonos de una vez. - dijo Lovina.

Una vez que Lovina y Bel se fueron la tripulación se dispersó para tener todo lo necesario para zarpar lo más pronto posible. Antonio caminó rumbo a su habitación con la intención de organizar todo para el momento de zarpar, sin embargo esto fue interrumpido por Arthur, quien se encontraba fuera de la habitación, claramente esperándolo.

- ¿Qué quieres, Cejotas?. - preguntó Antonio frunciendo el ceño.

- Tenemos que hablar, Bloody Bastard - respondió el inglés molesto, era obvio que a ninguno le hacía gracia dirigirse la palabra. - En privado.

- Cejas primero - dijo el ibérico abriendo la puerta e indicando que pasara.

El inglés lo fulminó con la mirada, sin embargo entró en la habitación, ya tendría tiempo de ahorcar al español en otro momento.


- Matthew, ouvre la porte, s'il vous plaît* - se escuchaba desde el pasillo la voz de Francis.

Sin embargo no obtenía respuesta alguna del otro lado de la puerta, Matthew había estado encerrado allí desde su pelea con Arthur y no había querido ver a nadie, ni siquiera a su hermano, quien incluso lo había amenazado con derribar la puerta, pero ni eso consiguió que el rubio la abriese.

- Matthew... - susurró por última vez el francés antes de caminar hacia su habitación, rendido...

A pesar de que Francis no encontraba palabras con las cuales enfrentar al menor se había quedado cerca de media hora frente a la puerta, solo para poder verlo, a medida que avanzaba se fue sintiendo cada vez más miserable, su pequeño estaba sufriendo, después de todo había hablado de Jeanne y no suficiente con eso había dicho que la había amado como a nadie, de seguro eso lo lastimó mucho... Una vez que llegó a su habitación vacía cerró la puerta y se lanzó a la cama con la vista al techo, necesitaba meditar sobre muchas cosas, todas relacionadas con el menor de los hermanos americanos.

¿Cuándo… te volviste tan indispensable?

Al principio Matthew era para él solo un niño lindo con el cual podría pasar un buen rato, pero a medida que lo fue conociendo le fue tomando un cariño real, Matthew era lo más puro que había visto y para cuando se dio cuenta le fue imposible tocarlo con alguna mala intención, además que el ojivioleta tenía aquella tendencia a ser olvidado lo cual lo hacía aún más indefenso a sus ojos, por eso se dijo a sí mismo que nunca olvidaría al pequeño y que lo cuidaría si nadie más lo hacía... Luego conoció a Jeanne y se sintió tan feliz que solo podía pensar en ella, en su cabello rubio, en su fuerte carácter y su firme convicción, sin darse cuenta que durante todo ese tiempo Matthew había estado solo y olvidado, solo supo de él nuevamente cuando ya había sucedido la boda de Jeanne y estaba hecho trizas, fue entonces cuando el pequeño fue a su cuarto y le pidió que comiera, que viviera, que no estuviera tan triste... Cuando dejó el barco de Arthur juró que jamás regresaría, estaba corroído por el odio y se fue sin mirar atrás...

Jeanne

Quizás el cejón tenía razón y esa era solo una excusa para prevalecer su odio hacia el británico, de hecho, su dolor de perder a Jeanne no se asemeja a la angustia que está sintiendo ahora, el menor siempre había estado a su lado, confiando en él como nunca nadie lo había hecho, porque esa era su verdad, nadie confiaba en él, nadie creía en sus palabras o en sus intenciones, no lo hizo su familia, tampoco sus amigos, ni siquiera Jeanne había creído en sus palabras cuando dijo que cambiaría por ella… Solo él, solo Matthew...

Y aún así no me di cuenta...

Nunca se había puesto a pensar en los sentimientos de Matthew, pero ahora que lo hacía se sentía la peor persona del mundo ¿de verdad creía que fingiendo que nada había pasado el pequeño volvería a ser el de antes?, lo estaba prácticamente obligando a permanecer a su lado, aún a costa del dolor del menor, pero no podía evitarlo, desde que lo había vuelto a ver luego de tres años sentía que no quería dejarlo, lo necesitaba a su lado de una forma que sobrepasaba al propio egoísmo.

Soy un monstruo ¿no?

Ahora lo más probable es que Matthew no quiera volver a verlo jamás, después de todo no le ha causado más que dolor.

Si te pidiera una última oportunidad ¿me la darías?

No quería perderlo, no ahora que se acaba de dar cuenta en lo mucho que significa el menor para él, que lo necesitaba a su lado.

Si te dijera que te amo ¿me darías una sonrisa y me dirías que tú también?

Finalmente lo había entendido, estaba perdidamente enamorado de Matthew.

¿Cuál sería tu respuesta, Matthew?


La noche ya había caído en el puerto de Nápoles para cuando Lovina y Bel iban a mitad del camino con rumbo a la casa de los Vargas, en donde pasarían la noche para comenzar con todo en la mañana. Ninguna había pronunciado palabra desde que abandonaron la casona.

- Gracias - dijo de pronto Bel, rompiendo el silencio.

- ¿Ah? - preguntó la castaña confundida - ¿Por qué?

- Por todo, supongo - Dijo sonriente - has hecho muchas cosas desde que apareciste.

- Creo que solo los he jodido con problemas desde que llegué - contestó Lovina sincera - Incluso ahora con todo el problema con la marina, estoy maldita o algo así...

Bel rió sutilmente ante el comentario de la castaña, si bien no era la primera vez que escapaban de la marina nunca habían tenido tantas "aventuras" en un período tan corto de tiempo, la italiana sí que sabía cómo atraer la diversión.

- ¡No te rías, maldita sea! - se quejó Lovina

- Lo siento - se disculpó aún entre risas - No pude… evitarlo.

- Maldición.

Siguieron caminando hacia la residencia Vargas, la atmósfera entre ellas se había relajado considerablemente y siguieron manteniendo una divertida conversación entre pequeñas risas de Bel y variados insultos por parte de Lovina, pero no fue sino hasta poco antes de llegar que Bel cambio su expresión a una más tranquila, como quien vuelve a la realidad luego de un buen sueño, la italiana al notar esto alentó el paso, extrañada por el cambio en la rubia.

- ¿A qué hora zarpará el barco? - preguntó tranquilamente Bel.

- Ni puta idea - respondió Lovina sencillamente - Supongo que luego de ver lo de Eli y Gilbert, meter toda la comida que podamos en el barco... y... supongo que tú sabes mejor que yo que mierda se hace al salir...

- Ya veo - dijo la Belga mirando el cielo - Es una pena, quería ir a despedirlos al puerto...

- ¿Ah? ¿De qué mierda hablas? - preguntó confusa la italiana - ¿Cómo que despedirnos?

- No iré en el barco, Lovina - dijo Bel volviendo su vista a la castaña - No zarparé con ustedes mañana.

Lovina dejó de caminar de golpe, sorprendida de lo que acababa de oír, ¿Bel no irá con ellos? ¡¿Por qué?! ¿Por lo de Eli? ¿Gilbert?...

- ¿De qué estás...?

- Mis padres… fueron asesinados cuando era casi un bebé bajo el delito de Piratería- cortó Bel rápidamente - Antes de eso fui entregada a un matrimonio quien también falleció poco después bajo el delito de encubrimiento... y me críe con los dos hijos de ese matrimonio en un orfanato... allí conocí a Antonio y a Den...

Lovina se mantuvo callada ante el relato de la pirata, sabía que Antonio había conocido a Bel y a Den en un orfanato, el mismo se lo había dicho aquella vez en España, sin embargo no lograba entender que relación tenía con el hecho de no ir con ellos en el barco.

- Y a pesar de que era mi culpa que asesinaran a mis padres adoptivos, Neth y Lux nunca me culparon por eso... al contrario, me aceptaron como su hermana y siempre cuidaron de mi... - continuó Bel mirando nuevamente el cielo - Lux era muy inquieto y siempre estaba jugando con todos, por eso pasé toda mi vida junto a Neth, él era... realmente... el mejor...

Bel guardó silencio por un momento, como si estuviera recordando al mismo tiempo que hablaba con Lovina, con una nostálgica sonrisa en los labios...

- Neth tuvo que dejar el orfanato al cumplir los dieciocho, fue entonces que me di cuenta que no quería estar lejos de él... hice un gran escándalo, Lux tuvo que detenerme antes que me castigaran, yo tenía catorce años... al año siguiente Lux tuvo que irse también, sin embargo no hice el mismo escándalo que aquella vez... a los dieciséis me di cuenta que me había enamorado de Neth... y eso me dio mucho miedo...

Lovina vio como una lágrima cayó por la mejilla de Bel, seguida de otra y otra, había comenzado a llorar, la joven italiana a pesar de estarla escuchando detenidamente aún no encontraba un punto de conexión, era una historia complicada, después de todo le estaba diciendo que se había enamorado de su hermano adoptivo, no sabía si detenerla en este punto, pues la ojiverde se había quedado callada mientras las lágrimas caían por el rostro de la joven pirata.

- Por eso en cuanto pude me fui con Antonio - continuó aún con lágrimas en los ojos - Tuve tanto miedo de que Neth lo descubriera, que sintiera asco de mi por haberme enamorado de él a pesar de que toda la vida lo llamé hermano... por eso... me dije a mi misma que sería por siempre "Su pequeña Bel", la hermana que siempre había estado a su lado, su querida hermana... nada más...

- Bel... - susurró Lovina entristecida.

- Pero ya no puedo seguir con eso - dijo quitándose las lágrimas de las mejillas - En la Isla me di cuenta que no importaba cuanto me alejara, cuanto lo escondiera o quisiera olvidarlo... Cuando Leon quiso obligarme a quedarme a su lado lo único en lo que podía pensar era en estar con Neth, en volver a su lado sin importar nada...

Bel terminó de quitarse las lágrimas y dio una pequeña sonrisa, parecía decidida y realmente feliz a pesar de lo ocurrido hace unos segundos.

- Esa es la razón por la que no iré con ustedes... iré a Holanda, buscaré a Neth y le diré todo... - dijo ampliando su sonrisa - No quiero arrepentirme pensando en un "quizás"... y aún si me rechaza pensaré "al menos lo intenté".

Lovina la miró unos segundos para luego sonreír ella también.

- Entonces ve y déjale bien claro las cosas a ese tipo - dijo Lovina - Y si te rechaza yo misma voy y le daré un golpe que lo dejará inconsciente por un mes completo... Y luego el bastardo de Antonio lo acabará con el hacha.

- jajaja - rió Bel - Me lo imagino.

- Bien, entonces sigamos caminando, tengo tanta hambre que siento que hasta podría comer algo hecho por el macho patatero - dijo Lovina mientras comenzaba a caminar nuevamente

Bel rió nuevamente ante la agresiva conducta de la italiana, no estaba realmente segura de porque le había dicho todo eso, quizás era porque Antonio confiaba en ella, o porque habían pasado tantas cosas juntos como tripulación que ya se había ganado tu confianza, cualquiera de las dos le daba igual, no se arrepentía de habérselo dicho, de hecho, decirlo en voz alta había provocado afianzar más su decisión de ir a buscar a Neth, ahora estaba cien por ciento segura de que hacía lo correcto.

- Espero que Felicia haya hecho pasta...


- ¿Comprendes lo que quiero decir? - preguntó el británico frunciendo notoriamente el ceño.

Antonio llevó una de sus manos al puente de su nariz, el maldito británico lo único que hacía era provocarle migrañas, claro que lo entendía, por supuesto que lo entendía ¡PERO NO LE GUSTABA EN ABSOLUTO LO QUE ENTENDÍA!

- Dices que no tienes barco porque los de la marina lo tomaron - comenzó el ibérico.

- Sí.

- Y que por lo tanto nosotros debemos sacarlos de Italia - continuó tranquilo, sereno...

- Exacto.

- En nuestro barco... - pacífico, calmo

- No, en carreta ¿acaso eres retrasado?

Hijo de Pu...

- ¡No quiero! - alegó molesto el español - ¡Por mi te pudres aquí, Kirkland!

- ¡¿Quieres que te recuerde quién fue el idiota que pidió mi ayuda, Fernández?! - replicó irritado el británico.

- ¡No hiciste casi nada! - gritó Antonio - ¡Además es tu culpa por no esconder bien tu barco!

- ¡Ayudamos a sacarte de prisión Bloody Git! ¡Te habrías muerto en la horca de no haber trabajado con nosotros! - gritó Arthur ya colérico

Ambos capitanes guardaron silencio de pronto, encabronados a más no poder, pero ambos conscientes que provocar una pelea era inútil en estos momentos, sobretodo porque ambos bandos tenían heridos aún en recuperación.

- Llévanos a Reino Unido, tenemos un barco en una de las islas - dijo Kirkland controlando la voz.

- ¿Qué pasará con el que está aquí? - preguntó Antonio imitándolo.

- Lo recuperaremos, desde luego - garantizó el británico - Pero en estas circunstancias no me queda otra opción más que dejarlo aquí.

Antonio soltó un bufido, realmente odiaba a ese inglés, pero es cierto que había sido él quien había pedido su ayuda para evitar la boda de Lovina así que no tenía más opción que aceptar.

- De acuerdo, Cejotas - finalizó Antonio - Zarpamos mañana a más tardar al atardecer, si no estás listo para ese entonces te pudres aquí.

- Fuck You, Bloody Asshole.

Fue lo último que dijo el Capitán Kirkland antes de salir de la habitación.


- ¡Ah, Lovi! Llegaste - dijo feliz el Roma una vez que abrió la puerta. - ¡Y trajiste a una amiga!

- Ajá - asintió la italiana - Se llama Bel y se quedara a dormir aquí esta noche.

- Mucho gusto - dijo cortés la belga.

- El gusto es mío - contestó sonriente el abuelo - Las amigas de Lovi son bien recibidas en esta casa.

Una vez que ambas entraron pudieron notar el gran silencio que había en el hogar, cosa que llamó súbitamente la atención de Lovina, quien frunció levemente el ceño, esperando que al preguntar por su hermana no saliera en la respuesta el nombre de cierto macho patatero.

- Nonno ¿Dónde está Felicia? - preguntó lentamente al abuelo.

- Pues, salió con Ludwig hace un par de horas y aún no regresan - respondió el mayor sentándose en el sofá - Pero llamé a al viejo Germania y me dijo que están en su casa arreglando algunas cosas, aparentemente el hermano mayor de Ludwig está en la ciudad con su esposa y se quedarán a vivir con ellos por un tiempo...

- ¿Ah? - soltó Lovina de golpe - ¿Qué demonios...?

- El hermano de Ludwig, Gilbert - aclaró el abuelo sonriente - De seguro no te acuerdas porque eras muy pequeña y él fue llevado a Berlín a estudiar...

- No... No me acuerdo... - contestó lentamente asimilando la información ¿acaso...? - ¿Se quedarán a vivir aquí?

- Eso me dijo Germania - Asintió el mayor - Por desgracia, la esposa de Gilbert sufrió un accidente poco después de llegar y ahora se encuentra en el hospital, la pobre necesita rehabilitación.

- No me digas...

Ambas jóvenes se miraron mutuamente, aparentemente no tendrían que hacer nada ya que por lo visto todo estaba resuelto, al fin el jodido macho patatero servía de algo, Lovina suspiró calmadamente y sin más se dirigió a la cocina seguida por Bel.

- En fin, muero de hambre - dijo desinteresada la italiana - ¿Qué hay de cenar, Nonno?


A la mañana siguiente Eli estaba en su habitación recibiendo las últimas indicaciones sobre el cuidado que debía tener en casa, también sobre los días en lo que tendría que ir al hospital, Gilbert estaba con ella, sumamente aburrido con el asunto, después de todo ¡Ya llevaban una hora dándole sus "pequeños consejos"! ¡Al diablo! ¡Se la llevaría ahora aún si tiene que pasar arriba del doctor!

- Bueno, creo que eso sería todo - dijo tranquilamente el doctor - por ahora.

Aparentemente el doctor viviría... por ahora.

- Muchas gracias - agradeció Eli - Gilbert, vamos.

En menos de cinco segundos Eli ya estaba fuera del hospital en una silla de ruedas.

- Creí que no nos dejarían ir nunca - dijo Gilbert jadeando por el esfuerzo, Eli asintió.

- ¿Eli? ¿Gil?.

Ambos nombrados miraron hacía el frente.

- Bel - dijeron ambos al unísono.

La rubia, quien los había estado esperando desde hace un buen tiempo fuera del hospital, corrió hasta ambos, lanzándose directamente hacía Eli, por lo que tuvo que agacharse hasta estar a la altura de la silla, la abrazó con fuerza, siendo correspondida por la húngara, después de todo ellos solo habían sobrevivido por suerte.

- ¡Que alegría! - gritó la belga - Por un momento creí que ustedes...

- Sí, lo sé - respondió Eli sonriendo levemente - Bueno, ya sabes, mala hierba nunca muere.

- En especial si se trata de esta bruta - acotó Gilbert sonriente.

- ¡¿AH?! ¡¿Cómo me llamaste animal?! - reclamó la húngara.

Y fue así como una nueva pelea comenzó entre Gilbert y Eli, la cual Bel escuchó tranquilamente, preguntándose si no les daba vergüenza hacer tal escándalo frente al hospital, aparentemente no.

- Ya, olvídalo - gruñó finalmente la húngara - es imposible hablar con idiotas como tú.

- ¿A quién llamas idiota?

- En fin, me alegra que hayas venido Bel - dijo felizmente Eli, ignorando por completo a Gilbert- ¿a qué hora se irán?

- Lovina dijo que no tenía idea, es una pena, quería ir a despedirme. - respondió tranquilamente Bel.

Sin embargo ante sus palabras tanto Eli como Gilbert quedaron perplejos, ¿qué era eso de despedirse? ¿No se iba a ir con la tripulación?

- Bel ¿de qué hablas? - preguntó Eli.

- Yo no iré con Antonio - respondió firme la belga - Iré a Holanda...

- ¡¿Y a qué mierda te vas a Holanda?! - preguntó Gilbert bruscamente, después de todo le estaba diciendo que dejaría la tripulación.

Sin embargo, Elizaveta sí comprendió a que se refería, ya que sólo ella y Antonio sabían de aquel tema, estaba feliz por ella, finalmente había decidido ir a buscar a Neth y decirle lo que sentía.

- Pues yo...

- No es tu asunto, idiota - cortó Eli sin delicadeza - No seas curioso de cosas que no te importan.

- ¡¿AH?! ¿Cómo que no me importa, bruta marimacha? - dijo Gilbert molesto - Nos está diciendo que va a dejar...

- NO TE IMPORTA - Dijo violentamente Eli - ¿Entiendes?

Bel miraba la conversación en silencio, sin estar segura si debía decirle a Gilbert, no todos los días te dicen "La verdad es que iré a decirle a mi hermano que lo amo, pero no te preocupes porque no es de sangre, solo me crió, me cuidó y me llamó hermana toda su vida... nada serio"... A pesar de que Gilbert quiso seguir protestando decidió callarse, más que nada por la mirada de la húngara, la cual prácticamente le gritaba que no preguntara, bueno, quizás era algo personal de Bel.

- Ya que - finalizó Gilbert con un bufido.

- Bueno, ya que no irás con ellos ¿por qué no vamos los tres a despedirnos?- finalizó el tema la húngara

- Ni lo sueñes marimacha - dijo Gilbert - Tu y esta silla al único lugar al que irán será a mi casa ¿acaso crees que es fácil llevar esta cosa?

- No necesito tu ayuda - protestó la húngara - puedo ir por mi cuenta.

- No jodas marimacha, nos vamos a casa - cortó Gilbert - ¿Vienes Bel?

Bel negó con la cabeza suavemente, antes de sonreír.

- Iré a ver a Antonio – dijo la belga – debo hablar con él antes de que partan.

- Ya veo… – dijo el pruso – dale nuestros saludos a todos.

Bel asintió y partió.


En la casona todos se estaban preparando para zarpar, pues la noticia de que irían todos en el barco de Antonio había sido dada, todos empacaban sus pertenencias, las que realmente no eran muchas, al menos en el caso de la tripulación Kirkland, sin embargo necesitaban abastecer doblemente el barco para no morirse de hambre a la mitad del viaje.

- Bien, habrá que dividirnos en grupos para abastecer el barco - dijo Antonio sonriente

- ¿Lo haremos de forma honrada? - preguntó sorprendido el danés - quiero decir... somos piratas ¿hello?

- Toda Nápoles nos está buscando - intervino Kirkland - sería demasiado idiota ir y saquear sin pensar que habrá un oficial en cada esquina.

- Oh, así que seremos como espías - dijo feliz el danés - ¡Vamos, Noru! ¡Ice!

- Paso - dijeron ambos hermanos.

Mientras el danés suplicaba a los hermanos, los capitanes continuaron con sus indicaciones.

- Escuchen - comenzó Kirkland - vayan de grupos pequeños, no más de tres, no queremos sospechas.

- Ah y lo mejor sería que se mezclen, los de la marina deben tener información de nosotros, así que si ven a muchos con rasgos de un mismo barco podrían sospechar - acotó Antonio.

- Y si alguien los reconoce ya saben que hacer - finalizó el británico - Vayan.

Ambas tripulaciones asintieron, no todos irían claramente, por lo que aquellos dispuestos a ir al pueblo debían juntarse, Heracles era uno de ellos, quien tranquilamente caminó hasta el japonés de la tripulación contraria.

- Kiku – llamó con su voz tranquila.

- Heracles-san – contestó el otro - ¿necesita algo?

- ¿Irás al pueblo?

- Pues… tenía planeado ir – respondió tranquilo el japonés - ¿usted también irá?

Heracles asintió lentamente, el japonés sonrió levemente ante el gesto.

- ¿Quiere que vayamos juntos? – preguntó Kiku.

Heracles volvió a asentir, esta vez con más entusiasmo, Kiku sonrió de nuevo, últimamente siempre estaba junto al griego, cosa que no le molestaba en absoluto pues era muy amable y tranquilo, sin embargo antes de que ambos pudieran siquiera decir algo más una tercera voz se escuchó entre ellos.

- ¡Oye Kiku! ¡Vamos juntos al pueblo! – Gritó Saquid felizmente.

- Por mí no hay problema, pero… - dijo algo sorprendido Kiku – Yo iré con Heracles-san.

- Ajá – respondió este, molesto por la presencia del turco.

- ¡¿Qué?! – Gritó impactado el turco - ¡¿Con este infeliz?!

- ¡Saquid-san no hable así de Heracles-san! – Amonestó Kiku – Es de mala educación.

Saquid frunció el ceño notoriamente, si antes odiaba al griego ahora no ya no tenía palabras para expresar la rabia que sentía hacia este, pues de seguro todo era un plan para molestarlo, el muy infeliz le robaría a Kiku sólo para joderle la vida ¡Ese maldito Griego sin corazón!

- Si quiere venir con nosotros al pueblo tendrá que comportarse – dijo Kiku seriamente.

- ¿Ah? – preguntó sorprendido el griego.

Saquid miró a Kiku un momento, su querido Kiku aún quería que fuera con él ¡Pero claro que iría! ¡Él lo salvaría de las garras de ese condenado griego!

- ¡De acuerdo! Me comportaré aún si se trata de… este – respondió Saquid.

El turco dio una sonrisa al japonés, el cual la correspondió cortésmente, pasando por alto la mirada de muerto que llevaba el griego a su lado ¿Acaso el maldito turco lo hacía para arruinarle la tarde? Sí, siendo ese infeliz era lo más probable.

- Bien, ahora vamos – dijo tranquilamente el japonés, sin saber del infierno que le esperaba.


Lovina iba de vuelta a su casa, caminando sin prisa y mirando hacia todas partes, ese pueblo había sido su hogar durante toda su vida y ahora iba a abandonarlo quizás para siempre, pensó en las cosas que hizo, que no fueron muchas, observó a las mismas personas de siempre, cuyos nombres jamás se aprendió, y se preguntó si las recordaría en un tiempo más o si simplemente las olvidaría, siendo lo segundo lo más probable.

- Mierda, pasé tanto tiempo quejándome de este pueblo maledetto que no tengo nada decente que recordar – se quejó – Estoy segura que Felicia recordaría tantas idioteces que se pondría a llorar.

Una vez que llegó a su casa se encontró a su hermana, la cual irónicamente se encontraba llorando en el sillón, Lovina caminó hasta ella rápidamente.

- Felicia ¿Qué pasó? – Preguntó - ¿Es por el macho patatero?

- Lovi – sollozó – No quiero que te vayas.

Lovina miró a Felicia sorprendida, no porque estuviera llorando, eso lo hacía siempre, sino más bien por la forma en la que esas palabras calaron en ella, Lovina se sentó junto a su hermana, sintiendo una tristeza que nunca había experimentado antes ¿Amor fraterno tal vez?.

- Tonta, no es como si no los volviéramos a ver – dijo Lovina llevando la mano al hombro de su hermana.

- Pero… te irás… - siguió sollozando – ya no podré verte cuando quiera… ni hacer pasta juntas…

- Felicia…

- Sé que suena egoísta porque tú quieres estar Antonio, pero… pero… ¡ESTOY TAN TRISTE! – Finalizó rompiendo en llanto.

- Maldición, no llores – dijo más brusca de lo que esperaba – Te dije que no sería la última vez ¿no?

Sin embargo esto no fue suficiente como para aplacar el llanto de Felicia, quien se aferró a Lovina en un apretado abrazo, casi asfixiándola, en cualquier otro momento Lovina la abría apartado sin sutileza alguna, diciéndole que era una llorona insoportable, sin embargo esta vez era diferente, ella misma era consciente que las cosas no volverían a ser como antes y si bien no mentía cuando expresó que volverían a verse el tiempo que transcurriría hasta ese entonces podría ser mucho, meses, años, no podía saberlo realmente, por eso que en lugar de apartarla y gritarle pasó los brazos alrededor de su hermana, Lovina estaba devolviendo el abrazo, Felicia al sentir esto se apegó aún más a su hermana.

- Te dije que dejaras de llorar, maldición – susurró, sintiendo como salinas gotas comenzaban a caer por sus ojos – escúchame bien que no voy a repetirlo, no importa en qué maldito rincón del mundo me encuentre, siempre vamos a estar unidas, eres mi tonta hermana menor después de todo…

- Te voy a extrañar – sollozó más tranquila.

- Más te vale, maldita sea – dijo Lovina, quien ya se encontraba definitivamente llorando.

Ambas hermanas mantuvieron su abrazo por unos segundos, hasta que unos lamentos se hicieron presentes en la habitación, ambas voltearon un poco extrañadas, sin embargo eso acabó cuando vieron a su abuelo llorando a mares tras ellas.

- ¿Nonno? – dijo Felicia entre lágrimas.

Fue entonces que Roma se lanzó hacia sus nietas, sin importarle el sillón que estaba en medio.

- ¡Nonno espera!

- ¡No te lances de esa forma, maldición!

Sin embargo, ni el sillón ni la edad fueron un impedimento para el gran Roma, quien saltó el mueble con maestría a pesar de las buenas décadas que llevaba encima, más la verdadera hazaña fue de las dos hermanas, quienes consiguieron separarse lo suficiente para que el anciano no les cayera encima. Lovina y Felicia suspiraron cuando el abuelo se abrazó a ellas, de seguro tardarían más de una hora en consolarlo.

- ¡MIS NIÑAS HAN CRECIDO TANTO! – soltó en un gran sollozo, cual niño pequeño, el mayor de la familia Vargas.

O quizás más.


Una parte de Elizaveta no podía evitar sentirse tensa, no podía detener el creciente nerviosismo que se alojaba en medio de su estómago, después de todo, a partir del instante en el que entrara a la casa Beilschmidt se convertiría en la esposa de Gilbert ¿cómo se suponía que debía ser una esposa?, una cosa era comprometerse, otra muy distinta era vivir una vida de casados… ¡¿En qué momento pensó que esto podría ser buena idea?! ¡Era una idea de Gilbert! ¡Eso significaba que estaba destinada al fracaso! ¡Mala idea! ¡Definitivamente una mala idea!

- …macha, Marimacha – escuchó de pronto, sacándola de sus pensamientos.

- ¿Eh? – preguntó desorientada la húngara.

- Llegamos.

Elizaveta miró hacia el frente velozmente, casi en forma mecánica, sintiendo como su estómago de revolcaba de forma casi dolorosa, tantos nervios quizás le habían abierto la herida, frente a ella se veía una casa, bastante linda y se notaba por el jardín que era cuidada con devoción, una bonita casa, eso fue lo que pensó. ¿Enserio iba a quedarse ahí?

- ¿Y? ¿Qué te parece? – preguntó Gilbert a Eli.

- ¿Esto es en serio? – preguntó casi en un susurro.

Gilbert miró a Elizaveta, notando como miraba su casa con una complicada expresión, una extraña sensación pasó por su pecho ¿Acaso…?

- ¿De qué estás hablando? – preguntó Gilbert

- Yo…

Sin embargo antes de dar una respuesta la puerta de la casa se abrió, mostrando a un imponente hombre mayor junto a un joven, ambos tan parecidos que nadie dudaría de su parentesco.

- ¿Van a quedarse ahí toda la vida?– dijo el hombre mayor - Los escuchamos llegar.

- ¿Necesitan ayuda? – preguntó Ludwig, pensando que quizás tendría algún problema con la silla.

- Tu tranquilo, West ¡Mi asombrosa persona no necesita ayuda! – dijo Gilbert con confianza

Aún así Ludwig se acercó al grupo, Eli miró a quien debía ser el hermano menor de Gilbert, realmente no podía decir que se parecían mucho.

- Es la primera vez que nos vemos formalmente ¿cierto? – Dijo cortésmente el rubio – Un gusto, mi nombre es Ludwig Beilschmidt, hermano menor de Gilbert.

Fue entonces que finalmente la realidad pareció golpearla.

- ¡Un gusto! – Dijo atropelladamente– ¡Soy Elizaveta Héderváry!

Quizás no había sido la forma más elegante de presentarse, estaba segura que si su madre la hubiera escuchado le habría dado un ataque, su voz había sonado tan fuerte que llamó la atención de todos, se sonrojó sutilmente llevando una de sus manos a la boca.

- Lo siento… - susurró avergonzada.

Sin embargo, lejos de estar enfadado, Ludwig simplemente sonrió con calma.

- Tranquila – dijo Ludwig – No es nada.

Gilbert, sin embargo soltó la silla de Eli y caminó hasta colocarse frente a ella.

- No tienes que estar asustada – Dijo el ojirojo mirándola fijamente.

- ¿Eh? – dijo sorprendida, alzando la vista a los hermanos.

- Todos comprendemos que esta situación no debe ser fácil para ti – dijo Ludwig gentilmente - Así que, por favor, siéntete en confianza en nuestra casa.

- Ya lo oíste, marimacha – dijo sonriente Gilbert.

Elizaveta miró a Gilbert por unos instantes, luego a Ludwig y finalmente al abuelo de estos dos, sintiendo como todo el malestar se iba, ahora entendía, estaba asustada, asustada de abusar de la buena voluntad de la familia de Gilbert, asustada de solo causar molestias, asustada de que esto no funcionara, asustada de quizás jamás volver a caminar…

- Yo… - comenzó Eli- ¡MUCHAS GRACIAS! ¡A TODOS! En verdad… gracias – finalizó con la voz quebrada y lágrimas saliendo de sus ojos.

Gilbert sonrió como normalmente lo hacía.

- ¿Qué demonios seguimos haciendo aquí afuera? – Dijo el ojirojo – entremos de una vez antes que el viejo se enfade.

- Esa forma de referirte al abuelo – susurró el menor en reproche.

- ¡HEY ANCIANO! ¡¿TODAVÍA QUEDA STOLEN?! – preguntó alegremente el pruso.

- ¿A quién estás llamando anciano, mocoso? – dijo el mayor frunciendo el ceño.

Elizaveta sencillamente rió.


Kiku Honda siempre se había considerado así mismo un hombre paciente y calmado, no buscaba peleas, intentaba llevarse bien con las personas, claro que todo hombre tiene su límite, y Honda tenía el suyo, este ligado explícitamente a la comida, así es, en cuanto a comida tratara el japonés tendía a volverse un poco… hostil

- ¡Todo esto es tu culpa, maldito! – gritaba, no, vociferaba Saquid a cierto griego.

- La culpa es tuya – dijo Heracles, que si bien no gritaba se notaba en el tono que estaba molesto.

Kiku se encontraba contando hasta cien.

- ¡No es cierto! ¡Fue TU culpa! – gritó Saquid, quien en medio de su escándalo llamaba la atención de todo aquel quien pasara a su lado, asustándolos.

- No es cierto, fue TU culpa que la cesta cayera al mar – "exclamó" el griego.

Y ahí estaba la razón por la que Kiku se encontraba en aquel estado, a pesar de haber dicho al inicio del viaje que quería un paseo tranquilo los dos piratas frente a él solo habían hecho de este un infierno, al principio no le dio gran importancia y a pesar de la horrible vergüenza que había pasado la mayor parte del camino de alguna forma habían conseguido comprar algunos víveres sin mayores problemas, sin embargo todo terminó en desgracia cuando camino de regreso, en el muelle, ambos piratas comenzaron a pelear por "quien llevaría la cesta con la comida", fue la pelea más infantil que el japonés haya visto y mientras ambos tiraban de la cesta esta acabó rompiéndose y cayendo al mar.

- Saquid-san, Heracles-san… cálmense por favor – dijo el japonés intentando mantener la compostura.

- ¡Idiota!

- Idiota tú..

- ¡Ya verás maldi…!

- ¡DIJE QUE SE CALMEN POR FAVOR! – explotó finalmente el japonés.

Ambos piratas miraron con sorpresa al más bajo, notando como su cara se encontraba roja de la ira y sus ojos no tenían más que intención de matar.

- ¡¿Acaso nadie les enseñó que con los alimentos no se juega?! ¡¿No saben lo importante y valiosos que son?!

- ¿Ah? - dijeron ambos piratas a la vez.

- ¡No hay nada más importante que los alimentos! ¡La buena nutrición…!

Estuvieron cerca de media hora siendo sermoneados como niños por el japonés, todos quienes pasaban ni siquiera se atrevían a mirarlos, y estos, a su vez, mantenían la mirada baja, muertos de vergüenza por ser reprendidos en público por el pelinegro.

- ¡¿Les ha quedado claro?! – preguntó finalmente el asiático.

- ¡SÍ! – dijeron estos, definitivamente arrepentidos.

- Muy bien, ahora debemos volver y hacer las compras nuevamente, así que espero que se comporten esta vez.

- Sí.

A pesar no haber vuelto a pronunciar palabra entre ellos en lo que restó del viaje, ambos piratas juraron desde lo más profundo de su corazón que jamás, pero JAMÁS volverían a pelear frente al japonés… si es que había comida cerca…


Aún faltaban un par de horas antes de partir, pero Antonio no podía evitar revisar cada detalle de lo que hacía, después de todo aún cabía la posibilidad de ser descubiertos en tierra, por suerte el cejón dejó de joderlo y se estaba encargando de sus propios asuntos, en ese momento el capitán español se encontraba verificando las rutas de escape que podrían utilizar para evadir de forma rápida a la marina, dándole énfasis a la idea de dejar al cejón amante del té y toda su tripulación lo más pronto posible, sin embargo era consciente que tendría que aguantarlo por un buen tiempo en el mar.

- Quizás con algo de suerte se caiga del barco y muera – suspiró, seguir pensando en eso solo va a provocarle dolor de estómago – Además Lovi vendrá…

Dio una enorme sonrisa ante lo último, Lovi se iría con ellos, no porque la arrastraran, sino por su propia voluntad, aquello no podía hacerlo más feliz, si bien la italiana tenía un carácter complicado y le costaba expresarse de forma normal, también tenía su lado lindo, estaba seguro que ni en cien años encontraría a alguien con las mismas virtudes que tenía Lovina, y estaba seguro que ni ella misma sabía que estas existían, considerando como solía hablar de sí misma y la baja autoestima que parecía tener. Más tarde hablaría con ella a solas y le diría todas las cosas que de seguro desconoce de sí misma, es probable que acabe con un golpe, pero valdría la pena.

- ¿Antonio? ¿Estás ocupado? – sintió que le hablaban mientras sonaban golpes en la puerta. Era la voz de Bel.

- No, pasa – dijo, guardando en su memoria lo que debía hacer después.

Bel entró tranquilamente a la habitación, notando la cantidad de mapas y papeles esparcidos por la habitación.

- ¿Muy difícil zarpar con dos tripulaciones? – preguntó divertida.

- Recuérdame no volver a hacer esto – expresó fatigado el capitán – Mi estómago no lo soportará.

- Descuida, ya todo está bien ¿no? – Dijo la belga – Lovina quedó libre del compromiso y se quedará a tu lado, todo está como debe ser…

- Sí, tienes razón – asintió el capitán – Pero tú no viniste aquí a decirme eso ¿cierto?

Bel miró a Antonio y sonrió suavemente, a fin de cuentas se habían criado prácticamente juntos, es normal que él sepa que viene por un asunto específico.

- Iré a verlo, Antonio – dijo tranquilamente – Iré a buscar a Neth.

Antonio observó algo sorprendido a la mujer frente a él, siempre pensó en que llegaría el día en el que Bel se decidiría, pero nunca lo había asimilado realmente, dejarla ir era como despedirse de una hermana, pero como el hermano que sentía que era no podría negarle la felicidad que tanto lleva postergando.

- Fue por lo que pasó en la isla ¿verdad? – dijo el ibérico, sonriendo fraternalmente.

- Así es…

- Ya veo…

Antonio caminó hasta Bel y sin pensarlo le dio un gran abrazo, ella lo devolvió con la misma fuerza, quitándose de encima todo rastro de duda que pudiese tener.

- Me alegra – dijo Antonio en medio del abrazo – Y si ese tipo no te acepta… búscame… que él, yo y mi hacha tendremos una agradable conversación.

- ¡Antonio! – dijo Bel en medio de una risa.

- ¡Él me dijo algo parecido cuando te fuiste conmigo! – Reclamó el español – Tengo todo el derecho de amenazarlo ahora.

- Ustedes no cambian – finalizó la joven junto con el abrazo.

Ambos piratas se quedaron uno frente al otro, sonriendo, habían sido buenos años juntos en el mar, pero ahora Bel debía partir y seguir con su vida.

– Por cierto, Gil y Eli mandan saludos – Recordó la rubia - Eli estará bien, estoy segura.

- Me alegra oír eso – dijo el capitán de corazón.

- Bien – dijo en un suspiro – Es hora de que me vaya, iré a despedirme de los demás…

Bel caminó hacia la puerta, sin embargo antes de salir Antonio habló.

- Cuídate mucho, Bel – finalizó Antonio – Se feliz…

- Lo haré – dijo volteando a su ahora ex capitán, sonriente.

La puerta finalmente se cerró tras ella.


Demonios, consolar a su abuelo tomó más tiempo del que pensó, pero ahora se sentía más tranquila, al final los tres habían acabado llorando en el sillón, siendo su abuelo el último en calmarse, caminaba a paso ligero, aún sabiendo que al final de día dejaría el lugar que fue su hogar por tantos años, pero no se arrepentía de ello, porque el bastardo estaría con ella, sin embargo aún quedaba una pequeña culpa dentro de ella y es por eso que caminaba hacia ese lugar, iría a verlo antes de irse, sentía que debía hacerlo, darle las gracias y desearle felicidad eterna, ese bastardo se lo merecía.

- Vaya, no esperabas que vinieras a verme – dijo la voz que se encontraba en la habitación.

Había ido a despedirse de Dante Della Torre.

- No quiero molestar – dijo Lovina.

- No lo haces – dijo tranquilamente el almirante – me alegra que vinieras antes de partir.

Su compromiso estaba oficialmente roto, por esta razón el joven almirante pensó que Lovina no volvería, pero ella estaba ahí, y si bien sabía que no era para decirle que lo amaba, le alegraba que estuviera allí para despedirse, porque Antonio no había sido el único capaz de ver a través de la joven castaña, pero aparentemente no era su destino estar juntos, de otra forma las cosas no habrían transcurrido como lo hicieron.

- ¿Cómo está tu herida? – preguntó algo inquieta, a la vez que cerraba la puerta y caminaba hacia la camilla.

- Mejor, el Teniente Cannavaro no se caracterizaba por su buena puntería – dijo riendo un poco, intentando dar un poco de humor a la situación.

Sin embargo Lovina no sabía cómo reírse de la situación, si lo pensaba fríamente ¡Todo era culpa suya! Ella lo había involucrado de todas las malditas formas posibles en algo que no era problema suyo, de no haberse fijado en ella, él no habría pasado por tantas cosas, para comenzar no estaría internado en un hospital por disparo de un Teniente loco por venganza contra SU abuelo, maldición, mientras más lo pensaba más sentía que tendría que ponerle un altar.

- Lovina…

Y cómo si el disparo fuese poco, iba a escapar con un pirata luego se haber estado comprometidos por un buen tiempo.

- Lovina…

Sin contar que ahora los estaba encubriendo para poder escapar… Definitivamente con esto había reservado su propia mansión en lo más profundo del infierno.

- Lo…

- ¡ERES DEMASIADO BUENO, MALDICIÓN! – gritó finalmente, casi al borde de las lágrimas. - ¿Por qué no me odias? Tienes todas, absolutamente TODAS las razones del mundo para mandarme al mismísimo infierno.

- Porque no es tu culpa no haberte enamorado de mí…

- Pero… - susurró la italiana.

- De todas formas también fue mi culpa ¿sabes? – continuó – Yo era consciente que no me amabas lo suficiente como para casarte conmigo y aun así acepté todo esto de la boda… cuando apareció Antonio disfrazado… fue como si prácticamente me pusiera una venda en los ojos para no ver lo que pasaba, a pesar de ser absurdamente obvio – sonrió con tristeza – Fui egoísta por poner mis sentimientos por sobre los tuyos, lo siento…

- ¿Te estás disculpando? – Preguntó Lovina - ¿Acaso eres idiota? ¡Si hay alguien que debe disculparse y tener la culpa de todo entonces sería yo, maldición! ¡Tú te mereces toda la felicidad de este jodido mundo! ¡Gracias a ti estamos vivos! Ah maldición, debería hacerte un altar o algo así…

Dante ante esto se puso a reír, llamando la atención de Lovina quien dejó de maldecir para mirarlo… ¿Había dicho algo gracioso?

- ¿De qué te estás riendo, demonios? – preguntó extrañada.

- Nada… es solo… - dijo conteniendo la risa – Tus métodos para animar a la gente… no cambian…

- ¿Animar? – preguntó la castaña

¿Eso hizo? Bueno, ese era el plan, pero no esperó hacerlo de esta forma, ella venía con la hermosa idea de animarlo con palabras decentes, en un tono decente... no así

- No te burles de mí – dijo avergonzada Lovina

- Perdón – dijo calmándose, pero aún sonriendo – Lovina ¿Puedes prometerme una cosa?

Lovina asintió, ese tipo podría pedirle que saltara de un edificio y aún así le quedaría debiendo favores, si podía hacer algo por él, que así sea. Dante sonrió, sin embargo ahora tenía una pequeña expresión de paz.

- Prométeme que dejarás de sentirte culpable por mí – dijo, manteniendo su sonrisa – y a cambio te prometo encontrar mi propia felicidad.

Lovina miró fijamente la expresión de Dante, no había rencor, no había odio…

- Es una promesa. – Prometió Lovina, sonriendo.

- Y dile a Antonio que más le vale hacerte feliz – Dijo Dante

- Pobre de él que no lo haga – respondió Lovina, dando a entender que ella misma se haría cargo de ello.

Lovina miró por la ventana, se acercaba la hora de partir.

- Debes ir – dijo Dante, adivinando sus pensamientos – de seguro te está esperando.

- Gracias lo que has hecho por todos– se despidió, con la máxima gratitud que había sentido en su vida – Adiós, Dante.

Lovina dio la vuelta lista para irse, sin embargo antes de salir de la habitación escuchó la voz de Dante.

- Espero que seas feliz, Lovina.

Lovina salió de la habitación con el alma libre, esperando que el hombre en la camilla cumpliera con su promesa y encontrara su propio camino a la felicidad.

- Yo también espero que seas feliz, Dante – susurró al cerrar

Dante se quedó mirando hacia la ventana, finalmente la había dejado ir, y si bien aún era muy pronto para su corazón roto, pensaba cumplir con su parte de la promesa, ya que si el destino le había quitado a Lovina debía ser porque había otra cosa preparada para él ¿no? … De pronto se sintió lleno de energía, y en cuanto se recuperara, tomaría un nuevo caso, viajaría a nuevos mundos, viviría nuevas experiencia, seguiría adelante hasta encontrar la felicidad…

Tomaría un nuevo camino


Si hay que algo que Arthur había hecho desde que se levantó aquella mañana era QUEJARSE, y eso al pobre americano ya le estaba colmando la paciencia ¿no podían hablar de otra cosa?

- Mira Arty, el cielo está realmente azul hoy – comentó Alfred sonriente.

- ¿Crees que tengo tiempo de mirar el cielo con todos los problemas de este barco? – gruñó el inglés rápidamente.

Por lo visto, ni siquiera podrían hablar del clima.

- Arthur, te has estado quejando todo el día – comenzó suavemente el ojiazul - ¿realmente es tan malo?

- ¿Tu nunca has pasado tiempo con ese bastardo no? ¡Estar aquí con Antonio es el mismísimo infierno, bloody hell! – Gritó fastidiado Arthur - ¡¿Tienes idea de lo jodido que es?!

- No.

- Además siempre busca pelea, maldito español adicto a la paella – gruñó el ojiverde – ¡Y cuando se emborracha es peor! ¡¿Y junto a ese bastardo barbudo?! Una vez me encontré con él en un puerto de Grecia y… - se detuvo

- ¿Y…?

Arthur había dejado de hablar súbitamente al notar la aterradora expresión del americano, y lo malo era que seguir hablando era una idea incluso PEOR para su situación, aquella noche en Grecia no trajo nada bueno, no, absolutamente nada.

- E-EN FIN – Dijo entrecortado el inglés – El punto es que no me agrada, eso.

Alfred lo miró por unos instantes, luego relajó la mirada y suspiró tranquilamente.

- Con que es eso - dijo el americano – Arthur, sé que tienes tu pasado y todo eso, descuida, no preguntaré que pasó.

- ¿En- enserio? – preguntó extrañado Arthur.

- Of Course! – dijo sonriente el americano – Ahora tienes al Hero así que no importa.

- Alfred…

Alfred se acercó a Arthur y lo abrazó tranquilamente, provocando que el inglés bajara la guardia, feliz de que Alfred fuera tan maduro para tratar estos asuntos ¿estaba creciendo? ¿Madurando, tal vez?, fue demasiado tarde cuando notó que el ojiazul no lo soltaba y el abrazo se volvía cada vez más apretado, entonces lo entendió.

- ¿A -Alfred? – tartamudeó intranquilo el capitán inglés.

- Ahora ya no puedes escapar My Love – susurró sonriente Alfred, pero sus ojos no se reían - Ahora dime ¿Qué demonios pasó en ese puerto en Grecia?

Arthur gritó, golpeó e insultó, pero no volvió a quejarse por el resto del día.


Kiku llegó al barco con la sensación de haber perdido años de vida, definitivamente aquellos dos no podían comportarse estando juntos, ¡miren que desperdiciar comida! ¡Por Kami-sama! Lo bueno es que ahora se encontraba tranquilamente ordenando los alimentos en sus respectivos barriles y cajas, completamente solo en la tranquilidad de las verduras.

- Kiku…

O eso pensó.

- Heracles-san ¿sucede algo? – preguntó cortésmente el japonés.

- Yo… bueno… venía a… disculparme… por lo de… el mercado – dijo lentamente el griego, a lo que el japonés se preguntó si era por tranquilidad, pereza o la combinación de ambas – Perdón…

- Está bien – contestó sinceramente – Ya pasó.

- Gracias…

El japonés sonrió cordialmente y volvió a sus amadas verduras, dando por terminada la conversación con el griego.

- ¿Te ayudo? – preguntó de pronto Heracles.

- ¿Eh? Ah, claro – respondió extrañado de que siguiera allí – Siéntase libre de hacerlo.

- ¿Siempre eres… tan formal? – preguntó Heracles mientras se sentaba junto a Kiku.

- Sí, es una costumbre – respondió tranquilamente el japonés - ¿Le molesta?

- No…

Ambos siguieron en silencio acomodando vegetales, hasta que un extraño sonido proveniente de la parte de atrás llamó su atención, era un maullido, ambos fueron hasta el origen y encontraron a un pequeño gato intentando subir una caja del doble de su tamaño, ambos creyeron que podrían morir de ternura en ese momento.

- ¿Cómo habrá llegado hasta aquí? – preguntó sorprendido el asiático.

- No lo sé – respondió el otro lentamente mientras tomaba delicadamente al felino – shh shh…

Kiku observó al griego por unos momentos, parecía que realmente le gustaban los gatos, sin embargo a pesar de no conocerlo mucho tenía la corazonada de que Heracles en sí parecía un gato, uno enorme la verdad.

- ¿Qué haremos? – Preguntó el pelinegro - ¿Lo devolvemos al puerto?

- Es pequeño… podría pasarle… algo – respondió el otro - Podríamos cuidarlo…

- Heracles-san, no creo que vivir en la mitad del océano sea lo apropiado para un gato.

Heracles hizo una cara de tristeza al oírlo, el gatito era tan pequeño que dejarlo solo en el puerto era casi como dejarlo morir, no podía hacer eso, no con un gato.

- Yo lo cuidaré – dijo el griego, decidido.

- Heracles-san.

- Le daré parte de… mi ración para… alimentarlo… no te preocupes – aseguró – y lo esconderé… nadie sabrá nada…

Kiku miró sorprendido al griego, era alguien extrañamente apegado a los animales, no podía decir si aquello era malo o bueno, pero si hay algo que no podía hacer era permitir que el griego tomara toda la responsabilidad por aquel gatito, él también se haría cargo.

- De acuerdo – asintió Kiku – Yo lo ayudaré para cuidarlo.

- Eso no es…

- Insisto – cortó el japonés – Por favor, déjeme tomar la responsabilidad.

Heracles asintió suavemente ante las firmes palabras de Kiku, aunque fue algo súbito y levemente desconcertante, Kiku era realmente serio con eso de la responsabilidad. Finalmente ambos acordaron cuidarlo juntos, compartirían su comida con el gatito a quien llamaron "Tama*".

- Kiku… estaba pensando…

- ¿Qué cosa Heracles-san?

- Para… cuidar a Tama… - comenzó el griego – deberíamos… compartir… camarote.

Kiku lo miró por un par de segundos, estar cerca les permitiría cuidar mejor de Tama.

- Ciertamente, creo que eso deberíamos hacer Heracles-san – asintió el japonés.

Heracles asintió sonriendo levemente, sujetó suavemente a Tama y lo cubrió con un trapo que encontró, luego sujetó el brazo de Kiku.

- Vamos… te llevaré…

- Ah, hai… - asintió Kiku – Me encargo a usted, Heracles-san.

- Sí…

Si bien Heracles no comprendió del todo aquella frase, supo de inmediato que ahora tenía a dos responsabilidades de las cuales hacerse cargo, y por alguna razón, eso le hizo feliz.


El barco estaba listo y los tripulantes ya comenzaban a distribuirse e instalarse en las habitaciones, tendrían que compartir hasta las camas pero no parecía realmente un problema, aún faltaban dos horas para el atardecer y el cielo comenzaba a cambiar levemente sus tonalidades, Matthew se encontraba en uno de los costados del barco, apoyado en la baranda mientras miraba el cielo, pensando seriamente en que sería de él de ahora en adelante, después de todo no podía permanecer al lado de Alfred por siempre, debería construir una nueva vida y sin embargo no quería dejar de ser un pirata, comenzaría por lo más importante, sacar de su corazón a cierto francés con complejo de padre y una vez que lo consiga estaba completamente seguro que podría ser alguien nuevo.

- ¿Pensando mon petit?

Claro, si este dejaba de aparecerse de pronto cada vez que pensaba en que debía olvidarlo.

- No realmente - mintió lo mejor que pudo – Solo miraba el atardecer, bueno, ya es hora de ver las habitaciones así que…

- Tus cosas ya están listas – dijo Francis rápidamente – me tomé la libertad de colocarlas en mi camarote.

De pronto todas las ganas de correr se le fueron de golpe, ¿Francis había colocado SUS cosas en SU camarote? ¿Acaso estaba loco? ¿Quería matarlo o algo así?

- Creo que te tomaste demasiadas libertades – respondió molesto Matthew – Yo tenía pensado compartir habitación con Kiku.

- Pues creo que debiste habérselo dicho antes – contestó tranquilamente el francés – Heracles se te adelantó.

Matthew miró incrédulo al francés ¿enserio Kiku había aceptado compartir habitación con un completo extraño? ¿Kiku Honda? ¿El hombre más serio y pudoroso que había conocido?, pero si ni siquiera compartía habitación con Saquid porque aún no se conocían bien ¡y eso que se conocen hace años!

- Creo que se han hecho buenos amigos últimamente.

Algo debe estar mal con el mundo últimamente.

- A- Aún así – continuó Matthew – creo que no es conveniente que nosotros…

- ¿Me odias?

Esa pregunta detuvo a Matthew ¿odiarlo? ¡Lo amaba! Y ese era el problema que lo ha estado acechando desde hace años.

- ¿Odiarlo? – Preguntó Matthew para verificar que había escuchado bien – No, no lo odio.

- ¿Entonces por qué me evitas? – Francis definitivamente se estaba haciendo el tonto.

- No lo estoy evi…

- Te amo.

Esas palabras cortaron cualquier pensamiento que Matthew pudo haber tenido, de seguro había escuchado mal, sí, eso debía ser, de seguro el molesto sonido que escuchaba lo habían hecho mezclar las palabras de Francis, sí, ese horrible sonido que iba en aumento con cada segundo y era cada vez más rápido… momento… ¿Era su corazón? ¿Eran sus latidos?

- Matthew.

Esto estaba definitivamente mal.

- ¿Me escuchas?

Que Francis le dijera esas palabras…

- ¿Mon petit?

Solo podía ser…

- ¿Solo intentas hacerme sentir mejor, verdad? – Preguntó Matthew finalmente – Quiero decir…no es posible que de un día para el otro tu…

Francis miró fijamente al menor, sabía que esto iba a pasar, después de todo él lo había rechazado en la isla, si bien esa no era la forma en la que había planeado declararse ya no había vuelta atrás, tenía que hacerle saber a Matthew que no estaba mintiendo, sino iba a perder al pequeño para siempre y de la peor manera.

- No creo que haya sido de un día para el otro – contestó Francis – Creo que simplemente no quería darme cuenta.

Iba a ser sincero, nada sacaba con mentirle como a las mil y un mujeres con la cual se ha acostado en el pasado, Matthew siempre había sido la única persona que creía en él, pero estaba seguro que después de todo lo que hizo no había conseguido nada más que ganar su desconfianza y él merecía la verdad aunque no fuera agradable de escuchar, era quizás lo único que podía darle al ojivioleta junto con su amor, lo demás, por más grosero que sonara, ya había sido de muchos y muchas a lo largo del tiempo.

- Creo que no quería que estuvieras conmigo, porque eres demasiado bueno para mí.

Matthew solo lo miraba, sin comprender sus palabras del todo, lo había rechazado ¿Por qué era demasiado bueno? ¿Era una broma?

- En la isla me di cuenta que eras demasiado valioso como para que estuvieras conmigo, además que conociéndome… en ese momento no sé si hubiese podido serte fiel…

- ¿Y por qué ahora cambiaste de parecer? – Preguntó Matthew, sin saber en qué momento fue capaz de hilar palabras - ¿Dejé de ser tan bueno?

- No digas eso – respondió serio – Es solo que me di cuenta que no puedo volver a irme y dejarte atrás como la última vez… ¡quiero que estés conmigo porque ahora sí sé que puedo serte fiel!

Matthew estaba confundido, había sido rechazado, había sufrido, había prometido olvidarlo y ahora, el causante de todo eso le estaba diciendo que lo amaba, que querían que estuviesen juntos, que le sería fiel… ¿Cuándo pasó? ¿Cuándo Francis se dio cuenta de todo?

- Francis…

¿Por qué se sentía incapaz de correr a sus brazos ahora?

- Yo…

Aún lo amaba, eso lo sabía, pero…

- Lo siento… no puedo… - finalizó en un sollozo.

Francis lo observó tristemente, quiso creer que Matthew lo perdonaría y le respondería "yo también te amo", no podía culparlo, después de todo el pequeño había sufrido mucho por su culpa, sin embargo a pesar de saberlo eso no impedía que se sintiera sumamente miserable, Matthew lo estaba rechazando entre lágrimas, confundido, temeroso de volver a sufrir por su causa, una parte de él sabía que esto pasaría.

- Entiendo.

Francis lo sabía…

- Pero no creas que me voy a rendir.

Matthew lo miró sorprendido aún con lágrimas en sus ojos.

- Voy a conquistarte, Matthew – dijo decidido el francés – Te demostraré que no estoy mintiendo…

- Francis… - susurró el ojivioleta - ¿Tu…?

- No me rendiré hasta que seas territorio francés, mon petit – dijo sonriente Francis – Pour la France!

- ¡¿Qué?! – preguntó el ojivioleta completamente ruborizado – Pe… pero…

¿Eso no tenía doble sentido, verdad? ¡¿Verdad?!

- Y voy a comenzar desde ahora – dijo tomando la mano del menor y llevarlo hasta la habitación, frente al camarote – Dime mon petit ¿Te gusta arriba o abajo?

Oh Dear Lord.


Lovina llevaba sus últimas cosas, este era el fin del camino, el fin de su vida en Nápoles… Y entonces comenzaría una nueva vida ¡Una vida como una pirata, maldición! Ni ella misma se lo creía, subió al barco en medio de una multitud de piratas ¿Realmente estaba allí? ¡Al demonio con tanto pensamiento! ¡¿Dónde diablos estaba el bastardo?!

- Toño está en el despacho – le dijo alegremente Den, luego de darle una sutil palmada en la espalda que casi le saca el pulmón izquierdo – Te está esperando.

Lovina no perdió tiempo y caminó velozmente hasta el despacho de Antonio, abrió la puerta casi de una patada y entró de golpe.

- ¡Bastardo, Creí que ibas a estar abajo espe…!

- ¡Lovi!

Antonio se lanzó contra Lovina, abrazándola fuertemente en el proceso, Ahora si iba a perder el pulmón izquierdo, sin embargo no lo detuvo, simplemente lo dejó abrazarla de esa forma, aquello era todo lo que necesitaba para sentir que lo que pasaba era real, ella se iba a ir con el pirata que la estaba apretando cual serpiente, el bastardo más feliz e idiota que ha conocido y también el mejor que ha conocido…

- Estás aquí – dijo felizmente Antonio.

- Por supuesto que estoy aquí, bastardo – se quejó la italiana separándose algo brusca - ¿Qué? ¿No me estabas esperando?

- Bueno, pensabas que quizás no vendrías… que podías arrepentirte… - dijo Antonio mirándola – Así que me estaba preguntando ¿Qué haré si Lovi no aparece?

- Idiota – susurró sonriendo levemente - ¿Y qué pensabas hacer entonces?

- Pues, pensé en ir hasta tu casa con un saco y traerte – dijo tranquilamente, como si nada – Pero no tenemos sacos tan grandes por el momento así que pensé en un barril y…

- ¡¿Qué demonios?! – gritó Lovina, a pesar del aire casual de Antonio, el bastardo no parecía estar mintiendo.

- Ya comprobé que lanzarme de la ventana de tu habitación no me matará…

- ¿Qué?...

- Y podría comprar algo para comer de regreso…

- ¡Bastardo!

Mientras Lovina preparaba lo que de seguro habría sido un esplendoroso cabezazo Antonio comenzó a reír felizmente, distrayéndola de su cometido.

- Realmente habría querido hacer eso – dijo de pronto Antonio luego de reír – Pero de seguro sólo me habría quedado aquí, esperándote con un idiota hasta el final – finalizó de forma seria.

Lovina sólo pudo observarlo, Antonio podía parecer idiota, pero era inesperadamente serio en muchos aspectos.

- ¿Estás segura de querer hacer todo esto? – Preguntó Antonio seriamente de pronto.

- ¿De qué estás…? – preguntó vagamente Lovina, el cambio de atmósfera la había desorientado.

- Quiero que lo entiendas – interrumpió el español – Lovina, soy un pirata, soy buscado en casi todos los puertos del mundo, mi vida está en el mar.

Antonio la miraba a los ojos intensamente, Lovina no dijo nada, él le estaba explicando la realidad de lo que significaba estar a su lado, finamente lo entendió, esa sensación de irrealidad que sentía era porque no había considerado nada de esto, ella simplemente iba a irse con el hombre que amaba, nada más, pero la realidad era esta y debía ver si podía con ella o no.

- No puedo ofrecerte una vida estable, o un lugar en el cual vivir – prosiguió Antonio – Ni siquiera puedo garantizar el poder estar a tu lado toda la vida.

Lovina sintió que echaría a llorar de un momento a otro, Antonio era un capitán pirata ¿Cómo fue que nunca se le ocurrió que él podría morir en cualquier enfrentamiento? ¿Por qué nunca tomó el peso de ser un verdadero pirata?

- Lovina.

La razón por la que Antonio estaba esperándola en el despacho y no en cubierta… La razón por la que los demás no dijeron nada al respecto…

- Quiero que lo pienses bien…

La razón por la cual aún tiene su equipaje en las manos…

- Y cualquier cosa que elijas… Yo la aceptaré…

Antonio sólo quería lo mejor para ella, aún si no era a su lado…

- ¿Por qué? – fueron las primera palabras que lograron salir de la boca de Lovina - ¿Por qué me dices esto ahora? ¿Por qué no antes?

Antonio suavizó la mirada ligeramente y llevó una de sus manos a la cabeza de la italiana.

- Porque es solo al final del camino que las personas pueden detenerse y mirar hacia atrás, reflexionar sobre lo que han hecho, lo que han vivido, para luego volver a mirar hacia adelante y avanzar en una nueva dirección – Dijo suavemente Antonio, quitando su mano - ¿En qué dirección quieres avanzar tú?

La burbuja de fantasía se había roto y ahora solo tenía la realidad frente a ella, comenzó a recordar que había sido de su vida en este último tiempo, habían sido tantas experiencias que le impresionó que no las hubiera notado, Antonio tenía razón, durante todo este tiempo ella solo había avanzado, jamás miró atrás, solo tomó una decisión tras otra y ahora estaba en el final sin saber que decir a continuación… Buscó en sus recuerdos, los buenos, los malos, incluso aquellos que no importaban, ella era sólo una mujer común en una ciudad italiana y de pronto fue llevada de prisionera a un barco pirata por dos borrachos que la encontraron de casualidad caminando en la calle, y después vivió tantas cosas que enumerarlas ya le daba dolor de cabeza…. Ella era solo…

- Una persona común y corriente…

- ¿Lovina?

Ella era solo una simple mujer italiana, hasta que conoció a Antonio.

- Yo… Aún si me preguntas que dirección quiero tomar no sabría que responder…

- Lovina, enserio ahora…

- ¡No he terminado! – Cortó la italiana, el otro guardó silencio – No sé qué dirección tomar porque nunca he tomado una, nunca hice nada por mí misma, antes de todo esto jamás había existido un final, solo seguía mi vida, un día, otro, ¡Todos los malditos días eran iguales!

Y Lovina finalmente comenzó a llorar.

- Pero… ¡Pero!... Cuando llegué al barco, todo esto… Yo no lo elegí… Yo no elegí nada de esto… ¡Pero a pesar de eso fui tan condenadamente feliz que no me importó! ¡Aún con todo el peligro no me arrepiento de nada!

Fue entonces que Lovina soltó el equipaje que llevaba en las manos y en su lugar sujetó las manos de Antonio con todas las fuerzas que tenía, aferrándose a ellas.

- ¿Vida estable? ¿Una casa? ¡Ya tuve todo eso y no me hizo más feliz! – Gritó - ¿No puedes garantizar el estar a mi lado? ¡Con mi suerte si alguno de los dos va a al infierno primero entonces lo más probable es que sea yo, maldición!

Era la primera vez en su vida que estaba tan decidida en su vida, que realmente quería ser escuchada, era la primera vez que decidía algo luego de haber pensado seriamente en las consecuencias y sabía que jamás se arrepentiría de ello.

- No me importa a donde me lleve todo esto, pero si me dices que debo elegir entre quedarme aquí para volver a mi antigua vida o irme con ustedes a quien sabe dónde, entonces… ¡ENTONCES ESPERO QUE ESE LUGAR TENGA TOMATES, MALDICIÓN!

Luego de esas palabras reinó el silencio en el despacho, mientras que Lovina cubierta en lágrimas y roja por el exalto miraba fijamente a Antonio, quien no parecía tener expresión alguna en el rostro ¿Qué? ¿Había dicho algo mal? ¿El bastardo no le entendió?

- Oye… - dijo bravamente la italiana – Dime algo, maldición…

- Lovi… - Dijo Antonio en voz neutral.

- ¿Qué? – gruñó

- ¿Enserio?

- ¡¿SIQUIERA ME ESTABAS ESCUCHANDO BASTAR…?!

Sin embargo no alcanzó a terminar su insulto, puesto que Antonio se había lanzado contra ella aún más fuerte que la vez anterior mientras que a su vez comenzaba a reír y llorar al mismo tiempo.

- ¡¿Es enserio?! ¡¿En verdad, Lovi?! – Gritaba el español a todo pulmón mientras sacudía el abrazo- ¡Lovi!

- ¡E-espera, bas-bastardo! – Gritaba la italiana en medio de tanto movimiento – ¡O lloras o te ríes pero ambos es desagradable, maldición!

- ¡LOVI!

Finalmente Antonio la besó, las lágrimas de ambos se mezclaron en ese momento y a pesar de que fue extraño para Lovina esta se negó a alejarse del español, fue un beso salado y profundo, como el mar que se los llevaría a ambos a un nuevo camino… juntos…

Aunque finalmente tuvieron que separarse por falta de aire.

- Te amo, Lovina – susurró el español.

- Ti amo, Antonio – susurró de vuelta la italiana.

Debido a la exaltación del momento ambos se quedaron abrazados por unos minutos, recuperando el aire y las fuerzas para poder salir del despacho y dar la orden de zarpar.

- ¿Así que… tomates, Lovi? – preguntó ya más calmado Antonio mientras aún abrazaba a Lovina.

- Así es, tomates – respondió también más calmada – pobre de ti que no haya tomates, maldición…

Antonio simplemente sonrió.

Finalmente Antonio y Lovina salieron del despacho, siendo recibidos por todos en medio de una gran ovación, lo cual solo consiguió que la italiana quisiera morir de la vergüenza ¡Habían escuchado todo maldición! Pero aparentemente el capitán aún estaba en su décima nube de la felicidad, por lo que solo recibió las felicitaciones con una sonrisa en la cara, una gran y estúpida sonrisa en la cara, pensó en sus adentros la nueva miembro de la tripulación del Capitán Antonio, rápidamente comenzaron los últimos arreglos del barco para zarpar, finalmente dejarían Italia e irían hacia Inglaterra con aquella tripulación amiga. Sin embargo mientras zarpaban escucharon tres voces desde la orilla.

- ¡Buena Suerte!

- ¡Nos veremos luego!

- ¡No me extrañen demasiado! ¡Kesesesese!

Al reconocer las voces toda la tripulación de Antonio se asomó corriendo a ver, eran Eli, Gilbert y Bel quienes estaban allí, posiblemente Gilbert había planeado llevarlas desde el principio.

- ¡Adiós! – Gritaron algunos.

- Adieu mes amis*! – Gritó Francis, moviéndose exageradamente con un pañuelo.

Fue entonces que una última voz sonó.

- ¡SORELLA!

- ¡¿Felicia?! – gritó Lovina buscando por todos lados el origen de la voz.

Un poco más lejos de la orilla se encontraban Felicia y Roma, ambos se despedían con las manos efusivamente.

- ¡Antonio! ¡Cuida a mi nieta! – Gritó Roma - ¡Lovi~! ¡Nono ti ama, Lovi!

- ¡Sorella! ¡Se feliz, Sorella~!

Lovina sonrió, maldiciendo en voz baja pero absurdamente feliz de ver a ese par allí, despidiéndola, es cierto que la casa y la vida estable no la hicieron feliz, pero ese par de locos, su familia fue lo único bueno que tuvo en la vida, pero ya era hora de partir, además su hermana ya tenía al…

- ¡ARG! ¡FELICIA SI EL MACHO PATATA TE TOCA DILE QUE LO MATARÉ! ¡MALEDIZIONE! – Gritó enfurecida - ¡LO JURO!

Todos en el barco rieron por aquel comentario tan fuera de lugar, así era Lovina Vargas, una simple mujer italiana que se había enamorado de un Capitán Pirata y ahora iba a recorrer el mundo a su lado, junto con aquella gran familia llamada tripulación. Lovina sonrió ampliamente, tomó la mano de Antonio fuertemente y miró al horizonte.

Su nuevo camino los está esperando.

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FIN

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*Va bene: Esta bien.

*ouvre la porte, s'il vous plaît: Abre la puerta, por favor

*Tama: Nombre del Gato de Japón xD

*Adieu mes amis*!: ¡Adiós, mis amigos!


HOLA!

OH POR DIOS JAMÁS CREÍ QUE TARDARÍA TANTO EN SUBIR!

LA UNIVERSIDAD ES HORRIBLE Y ME ROBA AÑOS DE VIDA Y PARTE DEL ALMA ;O;

PERO AQUÍ ESTÁ, COMO PROMETÍ, EL FINAL DE ESTE FIC QUE TARDÉ 5 HERMOSOS AÑOS EN ESCRIBIR!

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PRIMERO, QUIERO AGRADECER A TODOS LOS REVIEWS QUE ME LLEGARON A LO LARGO DE TODO EL FIC, TODOS Y CADA UNO FUERON LA MOTIVACIÓN QUE NECESITÉ PARA TERMINARLO, GRACIAS.

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SEGUNDO, AUNQUE NO LO CREAN ESTO TIENE UN EPÍLOGO, PERO ESTÁ A LA MITAD Y CREÍ QUE LO MEJOR ERA SUBIR EL FINAL AHORA EN VEZ DE DEJARLO HASTA TERMINAR EL EPÍLOGO, AUNQUE NO SE PREOCUPEN, EL FIC REALMENTE TERMINA AQUÍ, EL EPÍLOGO ES UN PEQUEÑO CORTO DE LA VIDA~~ ASÍ QUE DESCUIDEN, PUEDEN LEER ESTO Y DECIR "AL FIN ESTA MALDITA TERMINÓ SU MALDITO FIC", SEP, CON TODO LO QUE ME TARDÉ ME MEREZCO LOS INSULTOS XDD

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Y TERCERO ¿POR QUÉ DEMONIOS ESTOY ESCRIBIENDO TODO EN MAYÚSCULAS? ¡PORQUE LA EMOCIÓN ME GANÓ! 5 AÑOS DE MI VIDA SE HAN IDO Y... NO ME ARREPIENTO DE NADA! XDDDD


BUENO, ESO~~ INTENTARÉ SUBIR EL EPÍLOGO ANTES DE VOLVER A PERDERME EN EL INFINITO UNIVERSO DE RESPONSABILIDADES... Y UNA VEZ MÁS

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MUCHAS GRACIAS POR TODO!

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I am a Pirate, You Are a Princess

(2010 - 2015)

END

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