Título: La Revolución de la rosa

Autor: Natalia Luna (NatWizard)

Tema: Harry Potter (Nueva Generación)

Disclaimer: (Odio la obviedad del asunto. ¿Acaso J K Rowling sabe español? ¿Acaso J K Rowling desperdiciaría millones publicando sus cosas en FanFiction en vez de en un libro que vendería en quichicientos idiomas? ¿Acaso J K Rowling escribiría en una calidad tan inferior a la suya como es la mía? No, claro que no.) No soy Rowling, esto no me pertenece y es sin fines de lucro. Atribúyanme sólo la escritura (Tanto si les parece buena como si no), los intentos de OC y la trama, por supuesto.

Summary: Rose Weasley está cansada de ser juzgada como la futura niña dorada de Gryffindor. Está dispuesta a revolucionar Hogwarts, a cambiar el mundo que la rodea, ser una rebelde contra el sistema contra todo, y contra todos, pero... ¿Podrá contra el amor?

Capítulo 1

–Cabello rojo–La aludida pensó que el que se refirieran a su cabello castaño anaranjado como rojo era una exageración propia de los que no eran pelirrojos–. Cabello rojo, ojos azules y pecas. Bingo, eres una Weasley, ¿Cierto? ¿Tu padre es…?

–Ron–Comentó, sin darle importancia.

–Ron. ¡Hija de Ron! ¡Ronald Weasley, el héroe de guerra! ¡Espectacular!

Suspiró, y con una sonrisa que más que orgullo era de pena, se apartó del niño de cabello castaño reluciente y vivaces ojos dorados que se había mostrado tan feliz al descubrir su procedencia.

La fama en el mundo mágico era un concepto extraño para ella. No estaba segura de cómo definir dicha situación, dicha posición. No era como la fama que ella hubiera imaginado; la fama de los famosos de la tele muggle, esa que era glamorosa, de gente guapa, rica y feliz. Y tampoco era como la otra fama que hubiera imaginado: no era triste, vacía, deprimente, de esas historias en las cuales el famoso en cuestión quisiera que dejaran de interesarse por él sólo por su nombre.

La fama no era ni sincera ni hipócrita; ni verdadera ni falsa. La fama era…prejuiciosa. Eran un grupo de personas destinadas a prejuzgar y a ser prejuzgadas. Un grupo de gente que vivía en el pasado, sin poder dejar de lamerse sus viejas heridas, regodeándose en el dolor que les causaban, incapaces de dejar sanar y que se formasen las cicatrices.

No había vanidad, no había mentiras.

Era puro y sincero rencor embebido en prejuicios añejos y podridos.

Sociedad de mierda.

Los había famosos, y se sabía. Para empezar, los famosos buenos, los famosos que les habían dado quinientos premios de oro, medallas, menciones, diplomas, condecoraciones, hasta el nombre de una calle (¡Vamos, que la calle H. J. Potter era demasiado!). Los Weasley, los Potter, el Sr. Longbottom, la Sra. Scamander, el ministro de la Magia, y muchas otras personalidades se encontraban dentro del grupo de los famosos buenos.

Y estaban los famosos malos. Los villanos por excelencia, los ex mortífagos, los amigos de las Artes Oscuras. Los ex seguidores de Lord Voldemort. Todos condenados a tener una reputación tan asquerosa como maravillosa era la de ella. Los Nott, Los Zabini, Los Parkinson, Los Malfoy. Y estos últimos se llevaban gran parte del premio de honor. Eran los Potter de los villanos.

Su tío Harry había hablado con las autoridades sobre los Malfoy, y, hasta donde ella sabía, había conseguido que a "ése Draco Malfoy" (Porque que en su casa se le dijese a un Malfoy "señor" con suerte lo pudo oír una vez de su madre, y con mucha ironía) le fuese evitada una condena larga en Askabán. ¿Por qué había hecho eso? Ni sus mismos primos lo sabían. Y por lo tanto, ella tampoco. Aunque tampoco era algo que debería saber. Sólo debía saber guardarles un rencor sano, suponía. ¿Cómo el rencor podía serle sano?

No, definitivamente era un sentimiento que corrompía el alma y los corazones. Los dejaba marcados y heridos, como los de casi toda su familia. Corazones con heridas abiertas poco dispuestos a sanar.

Pero, por si les interesa saber que pasaba con ella y la fama…bueno, la fama en el mundo mágico le era…indiferente.

La fama era una etiqueta. Una limitación. Una forma de darle un rótulo y un destino. Y ante todo, ella quería ser libre.

–Este compartimento es perfecto–Abrió la puerta lentamente y arrastró su baúl hacia el interior. Se dejó caer en el asiento.

–Es igual a los otros–Discrepó Albus–, no tiene nada de especial.

Rose sonrió.

–Exacto.

Era hija de un héroe, de acuerdo, sí, ¿Y qué si era hija de Ronald Weasley? ¿Qué había con eso? ¿Por ser hija de un héroe debía convertirse en una heroína? Era como decir que porque tu padre haya sido un mortífago, tú debías ser uno. Eran etiquetas idiotas, vanas y estúpidas.

Etiquetas de familia.

–No quiero ir a Slytherin, y no iré–Rose miró a su primo con solidaridad, pero aún así una nota de nerviosismo. Ella también tenía sus temores, aunque de expresarlos en voz alta la creería loca.

–Ya, entonces no irás–la chica se encogió de hombros–. Después de todo, eres hijo de Harry Potter y Ginny Weasley, además de hermano de James Potter. Tres Gryffindor hechos y derechos. Serás Gryffindor, Al. Es obvio.

Así eran las cosas para los alumnos de Hogwarts. ¿Tenías padres Gryffindor? Debías ser Gryffindor. ¿Tenías padres Slytherin? Debías ser Slytherin. ¿Hufflepuff? ¿Ravenclaw? Debías ser como ellos.

–Lo sé–Sonrió Albus petulante–. No hay lugar a dudas. La mejor casa de Hogwarts. Y los Potter sólo tenemos lo mejor.

Rose sonrió, aunque había dicho eso sólo para tranquilizar a su primo. Las etiquetas le parecían tan estúpidas…deseaba hacer la diferencia.

Rose no quería ser como sus padres, tíos, abuelos o primos. Rose quería ser como ella misma fuera. Daba igual todo lo demás.

–Y tú qué, ¿Segura de Gryffindor? –Supo que Albus lo decía en broma. No cabía en su cabeza de famoso mágico mente cerrada todo el asunto de las etiquetas.

Albus estaba orgulloso de ser famoso, al igual que James, Lily, sus tíos, sus padres…a todos les encantaba ser importantes. Bueno, a todos, tal vez, menos a Hugo. El enano tenía el mismo instinto revolucionario que su hermana.

Hogwarts necesitaba una buena revolución. Aunque claro, cambiar algo que tenía años incontables le sería algo complicado.

–No en verdad–Acabó diciendo al fin. Se encogió de hombros ante el semblante sorprendido de su primo–. Ni siquiera sé porqué gusta tanto.

Albus se enderezó en su asiento.

– ¿Bromeas? –Preguntó atónito– ¡Es la mejor casa de todas!

– ¿Ah, sí? ¿Y por qué? –Lo desafió la niña cruzándose de brazos.

–Bueno… ¡Nuestra familia estuvo ahí! –Fue su argumento.

–Tengo entendido que los Gryffindor son unos brutos–Observó Rose mirándose las uñas de las manos.

– ¿Brutos? –Repitió Albus arqueando las cejas, algo asustado. Rose sabía que su primo era un enclenque. Los golpes no iban con él.

Tal vez la revolución no estaba tan lejos como pensaba. Quiso sonreír, pero en vez de eso compuso una expresión solemne.

–Sí, ya sabes. Por algo James es tan popular. Todos deben ser como él. Y por lo que sé, mi papá es igualito–Observó.

La miró con recelo.

–Mientes–Siseó.

La niña se encogió de hombros.

–Sólo digo lo que sé–Comentó, y se dedicó a contemplar por la ventana. Miró a Albus de soslayo; parecía preocupado–. Tampoco es para que te agobies porque los Gryffindor no sean los más listos. O los más amables. O los más civilizados. ¿Recuerdas la película que vimos en casa de abuelo Arthur? –Preguntó cambiando de tema súbitamente, mirándolo con evidente emoción en la voz.

Aquella película la había maravillado. Demostraba un cambio de roles total, borrar etiquetas, un grupo de jóvenes que se rebelaban contra lo que se esperaba de ellos y cumplían sus sueños…

– ¿Te refieres a High School Musical? –Preguntó arqueando una ceja. Rose asintió, muy sonriente–Sí, claro. Es viejísima, por cierto. Aunque los actores cumplen su rol brillantemente. Gabriella canta muy bonito, y su coestrella Troy es muy versátil. Además, posee un mensaje muy bueno para los jóvenes: seguir sus sueños, sin importar el qué dirán. Ha habido cuatro de la misma serie, pero la primera definitivamente es la mejor.

–Bueno, ¿Has visto el concepto de "descerebrado basquetbolista"? –Preguntó Rose con impaciencia. Su primo adoraba las películas, y podía ser muy pesado con el tema.

Albus asintió.

–Bueno, cámbiala a "descerebrado del Quidditch"–Vio con triunfo como Albus se asustaba. Asintió–. Ajá. Así es. Eso es Gryffindor. Los populares deportistas del colegio.

Albus frunció el ceño, y se echó hacia atrás, comenzando a retorcerse las manos.

La verdad Rose nunca lo había visto como un Gryffindor. No le parecía su casa ideal, porque, si bien su primo no era el más valiente ni el más deportivo, era muy listo y siempre conseguía lo que quería. Más de una vez había logrado manipular a Lily, e incluso a James a su antojo. Vale decir que también a Rose, claro. Aunque la pelirroja era lo suficientemente lista como para evitarlo.

Albus jamás recibía castigos. Nunca se conseguían pruebas de su culpabilidad.

Por si no estaba claro, Rose en verdad pensaba que Slytherin podría ser buena para él. Y en verdad la frustraba la idea de que terminara en la casa equivocada por un prejuicio idiota de familia. Y también la frustraba ver el miedo irracional que le había agarrado Albus a la casa de las serpientes por culpa del tonto de James.

– ¿Y cuáles son los Ravenclaw? –Curioseó él después de un momento de silencio.

–Mmm…los del club de ciencias–Respondió la chica tomando un mechón de su esponjoso cabello cobrizo.

Albus hizo una mueca de asco.

–Ah… ¿Los Hufflepuff? –Rose sabía que su primo estaba haciendo un esfuerzo por no mencionar la casa verde plata.

–Los Hufflepuff son esos chicos tímidos que no destacan mucho, pero están ahí.

Rose sonrió. Su primo adoraba destacar.

Se hizo el silencio. La niña contempló en silencio el paisaje.

– ¿Y qué hay, ya sabes, con…los Slytherin? –Preguntó Albus al fin con reticencia y desprecio–Son los brabucones, ¿Cierto?

Esa analogía de Hogwarts con una preparatoria promedio muggle divertía mucho a su prima.

–No. No lo creo. Los Slytherin son los discriminados, hoy día–Rose continuó con renovada pasión–. La basura de este mundo que debe luchar por sus derechos, por una igualdad. La gran mayoría de los alumnos han tenido padres mortífagos y deben vivir con eso. Deben demostrar que valen. Que son buenos en lo que hacen. Que son algo distinto. Que son…

–Rose… ¿Acaso te gustaría ir a Slytherin? –Preguntó Albus entrecerrando los ojos, visiblemente extrañado y preocupado.

La niña se apresuró a negar fervientemente con la cabeza.

–No, no creo que sea para mí. Pero creo que tú serías perfecto–Dijo con total sinceridad.

– ¿Y-yo? –Balbuceó Albus sorprendidísimo.

Rose asintió.

–No–Repuso su primo–No, claro que no–Negaba con la cabeza mientras hablaba–. No, no estaría bien. No quiero ir. No puedo ir. No sería…normal. No sería…no…soy un Potter Weasley y… ¡No! ¡Rose, Slytherin es horrible! ¡Deja de decir bobadas!

– ¡Y tu deja de escuchar tanto a mi padre y a James que lo único que hacen es maquinar tu mente al mejor estilo Gryffindor psicópata! ¿No te das cuenta? ¡Tú quieres ser Slytherin!

– ¡Claro que no…!

– ¡Sólo no irías por miedo a decepcionar a la familia! –Lo interrumpió Rose– ¡Tú crees que podrías pertenecer!

– ¡No creo pertenecer! ¡Yo no tengo nada que ver con ellos!

– Si tanto no perteneces–Comentó la niña hábilmente–, ¿Por qué tienes tanto miedo de que el sombrero te mande allí?

–Ya no–Dijo de pronto Albus tranquilizándose–. Mi padre me dijo que el sombrero valora tus decisiones.

Rose se sorprendió sobremanera. En ese caso… su plan podría ser incluso más simple.

– ¿O sea que yo puedo elegir a qué casa iré? –Un abanico de posibilidades se desplegó en la mente de la niña. Si ella podía escoger…si se tomarían en cuenta sus deseos…

– ¡Golosinas! ¿Desean unas golosinas? –La mujer del carrito se detuvo en la puerta del compartimento con una amplia sonrisa en los labios.

Rose, algo enfadada por haber sido arrancada de sus elucubraciones de un modo tan brusco, negó con la cabeza.

–No, gracias. Mis abuelos son dentistas–Y alzó valientemente la bolsa que contenía sus sándwiches de mermelada de frutilla.

La mujer asintió y miró a Albus. Éste asintió vigorosamente con la cabeza, poniéndose de pie.

– ¿Tiene de ésos bombones de fruta? –Preguntó emocionado con la perspectiva de atorarse de dulces. La vendedora volvió a asentir con la cabeza. Albus sonrió– ¡Perfecto! Deme de limón, de manzana, de uva, de…, Rose, ¿Gustas bombones de frutilla?

Eran la golosina favorita de su prima. La niña se debatió entre responder que le encantaban y dejar que su primo le pagase un paquete o fingir desagrado hacia los dulces y evitar decir que no podía pagarlos.

–Sólo si compras para ti–Dijo al fin, pudiendo su gusto por el azúcar con todo lo demás.

– ¡Claro! Me gusta mucho la frutilla–Consintió el niño con la alegría que lo caracterizaba al hablar tanto de arte como de golosinas–, también quiero de ananá, de… ¡De naranja! ¡Había olvidado la naranja, Rose! –La aludida sonrió al asentir, divertida por el frenesí de Albus– ¿Qué otros gustos tiene?

–Mira–Comenzó la vendedora–, tienes de frambuesa, de pomelo, de arándano, de pera, de cereza, y los nuevos son kiwi, mango y menta.

Albus sonrió aún más ampliamente, si eso era posible.

–Pues quiero de frambuesa, de pomelo, arándano, pera y cereza, claro. ¿Cómo se me olvidó la cereza? ¡Todo el mundo adora la cereza! –La mujer del carrito sonrió– ¿Has oído, Rose? ¡Kiwi, mango y menta! ¡No sabía que había de kiwi y mango, ni de menta!

Rose se acercó a su primo con curiosidad, todavía sosteniendo sus sándwiches de mermelada.

– ¿En serio que hay bombones de kiwi? ¡Qué raro! Muy tropical. ¡Deben ser muy ricos!

–Sí, definitivamente, tienes razón, Rose–Coincidió Albus–. Deme también de ésos. Y los de mango, para probar. Pero a ti no te gusta la menta, ¿Cierto? –Le preguntó a su prima.

La niña negó con la cabeza, haciendo una mueca de desagrado.

–No. No me gusta la menta. Pica demasiado.

–Dos galleons de las de menta–Dijo una voz rara, apática, que parecía arrastrar las palabras.

Rose y Albus se giraron para ver al dueño de la voz. Éste les devolvió la mirada, arqueando una ceja, recorriendo desde la mata de cabello negro brillante de Albus hasta los viejos zapatos de segunda mano de Rose. Los dos primos también lo estudiaron; Rose pudo ver que tenía el cabello rubio muy claro, la tez más bien paliducha, ojos de un azul acuoso y uniforme en perfecto estado. Notó el lustre perfecto de sus zapatos negros.

Sabía quién era.

La persona con quién menos les hubiera convenido toparse; al menos, según el pensamiento de su padre. El hijo de los ex mortífagos, el Sangre Pura estirado, el racista purista con pensamiento arcaico, (Y esto venía por su madre) el hijo de los explotadores de elfos domésticos. Los exiliados de la sociedad. El hijo de los Malfoy. Scorpius Malfoy.

Aunque Rose sólo veía un muchachito casi albino con cara de aburrido y labios pálidos de muerto vivo. Un muchachito que los contemplaba con estudiada repugnancia.

Rose supo que él también sabía quiénes eran ellos.

Y supo que Albus también sabía.

Y lo supo porque su primo lo miraba con la misma repugnancia que el tal Scorpius Malfoy lo miraba a él.

–Si no te importa, nosotros estábamos primero–Repuso de modo cortante Albus sin dejar de mirarlo con desagrado.

–La verdad, si me importa. Esperar me aburre–Comentó en ese tono tan apático el rubio.

–Pues qué gran pena–Le soltó Albus de modo muy sarcástico. Malfoy entrecerró los ojos.

–Sí, ya lo sé. Posees un corazón de oro–Se burló con una sonrisa irónica que nada tenía que envidiar al tono de Potter.

–Por lo menos tengo uno–Repuso Albus mordazmente, pagando sus golosinas y metiéndose en el compartimento, cerrando la puerta de un portazo, sin darse cuenta de que había dejado a su prima afuera.

Rose hizo una mueca de tristeza, viendo como el rostro de Scorpius se crispaba ante las palabras de su primo. Viejas reyertas, viejas palabras, viejas estocadas, heridas aún abiertas, carcomidas por gusanos podridos y herrumbrosos, corrompiendo incluso a los niños…

Creían haber cambiado al mundo, pero no habían cambiado nada.

Scorpius pagó sus bombones de menta, por lo que la vendedora se fue arrastrando su carrito con ella. Rose se quedó allí de pie, mirándolo.

–No me conocen para decir cómo soy–Le dijo el niño, siempre con voz inexpresiva. Miró con desprecio la puerta que Albus había cerrado de un golpe–. Dile a tu amigo que refrene su lengua si no quiere tener problemas conmigo. No me conocen–Repitió, esta vez en tono desafiante, como retándola a decir algo.

–Lo siento–Dijo Rose sinceramente, pasándose una mano por el pelo en un intento de achatarlo. Malfoy la miró arqueando las cejas–. Albus fue muy grosero.

– ¿Albus? –Repitió Scorpius frunciendo el entrecejo. Pareció caer en la cuenta de algo. Sonrió amargamente–Claro, el hijo de Potter–Estas palabras fueron dichas con amargura.

–Lo siento–Repitió la niña, sin saber que decir.

–No, déjalo, así trata la realeza a los plebeyos, supongo–Rose notó en aquel tono burlón un vestigio claro de angustia. Angustia y resentimiento–. ¿Y tú qué esperas? Supongo que eres Weasley–Añadió contemplando su enmarañado cabello pelirrojo.

–Soy Rose–Se presentó con sencillez la niña, y se guardó la bolsa con los sándwiches en el bolsillo del interior de la túnica. Le tendió una mano, sonriendo. Scorpius pareció visiblemente sorprendido.

–Scorpius Malfoy–Repuso al final de un largo rato de silencio, en el cual Rose mantuvo la sonrisa en sus labios y la mano tendida hacia él–. Aunque en lo que llevo aquí me han dicho Mortífago Arrepentido, Cara de Hurón, Serpiente Asquerosa y muchas otras cosas. Pero dejémoslo en Scorpius Malfoy. Es el único que toleraré–Y otra vez aquel tono desafiante, como si temiera que Rose lo atacase de un momento a otro.

–De acuerdo, Scorpius Malfoy–Dijo la niña–, se supone que debes tomar mi mano. Digo, eso hacen los hombres cuando se presentan o sellan tratos importantes.

Scorpius arqueó una ceja.

–Pero tú eres una niña–Opinó mirando la mano que ella le ofrecía con recelo.

–Sí, bueno, pero las mujeres también sellan tratos importantes y se presentan–Al ver que el niño no agarraba su mano, dijo–. A menos que prefieras que te dé un abrazo, o un beso. Puedo ser más femenina si lo prefieres–Se encogió de hombros fingiendo desinterés.

Scorpius tomó enérgicamente la mano que le tendía. Estrecharon las manos entonces, ella con una gran sonrisa, él con muchísima desconfianza.

Y en ese momento, un grupo de chicos con túnica de Hogwarts y escudo de Gryffindor en sus sweaters se detuvieron en frente de ellos. Rose reconoció a James Potter flanqueado por dos amigos de la familia, los gemelos Lorcan y Lysander Scamander y un muchacho fornido que la niña no conocía. James sonrió.

–Pero que tenemos aquí…si es el pequeño Malfoy–Canturreó sonriendo el mayor de los hijos de Harry Potter. Scorpius le echó una mirada desafiante, al tiempo que soltaba la mano de Rose. Los otros muchachos se rieron.

– ¿Qué haces merodeando sólo por nuestro tren, pequeñajo? –Preguntó el que estaba a la izquierda de James, de cabello marrón y ojos del mismo color.

Scorpius se dio vuelta y al parecer iba a marcharse por donde había venido cuando el mismo chico que había hablado un momento antes lo tomó de la capucha de la túnica, levantándolo unos centímetros del suelo.

Con horror, Rose vio como el niño pataleaba en el aire, sacudiendo los brazos, falto de oxígeno, su rostro poniéndose más y más colorado. James y sus amigotes pegando risotadas mientras Scorpius intentaba zafarse de su ahorcamiento.

Rose caminó con lentitud hasta el muchacho que sostenía a Scorpius. Sacó su varita, y, mirándolo con firmeza, a falta de hechizo, se la clavó en el brazo.

– ¡Au! –Chilló el chico moreno soltando a Malfoy y frotándose dónde le había hincado la varita.

Scorpius cayó al suelo como un saco de papas. Se puso en cuatro patas, y, tosiendo, se llevó una mano al cuello, perdiendo poco a poco el color amoratado en el rostro. Se apartó el cabello despeinado de la cara y alzó la vista, para mirar a los chicos de tercer año con expresión homicida.

Rose sintió que alguien la tomaba del brazo. Giró el rostro y se trataba del chico que había casi asfixiado a Scorpius.

– ¿Qué crees que haces, niñita? –Le gritó, sacando su varita. Rose cerró los ojos.

Albus se asomó por la puerta del compartimento.

– ¿Qué está ocurriendo aquí afuera? –Contempló a Scorpius tirado en el suelo, al fornido muchacho sosteniendo a Rose por un brazo a punto de lanzarle un hechizo y por último a su hermano. Lo miró con extrañeza– ¿James?

– ¡Eh, Wood, deja a mi prima! –James la arrancó de los brazos del tal Wood para dejarla en el suelo con cierta brusquedad. Había sorpresa en sus ojos. Era evidente que no se había percatado de la presencia de la niña hasta que ésta había intervenido– ¿Qué crees que haces, Rose?

–Defiendo a un inocente–Repuso firmemente, mirando a su primo con la nariz ligeramente arrugada. Pudo ver que Wood soltaba una risita despectiva. Sintió que le ardían las orejas, señal inequívoca de que se había avergonzado–. Defiendo a un inocente de unos patanes como ustedes.

– ¿Qué está pasando? –Insistió Albus mirando a los dos primos de hito en hito.

– ¡El bruto del amigo de tu hermano casi asfixia a Scorpius Malfoy! –Exclamó indignadísima Rose– ¡Y aún no sé porqué!

Scorpius tosió. Observándolo con aprensión, James fingió considerarlo.

–Respira demasiado fuerte, Rose, no sé si estoy siendo específico.

Albus arqueó las cejas, espantado.

– ¡James! –Exclamó.

–No necesito que me…que me defiendas, Weasley–Intervino entre tosidos Scorpius desde el suelo.

Rose se dio vuelta para mirarlo, y abrió la boca para responderle, cuando James lo hizo por ella.

– ¿Te atreves a hablarle de ese modo a mi prima en mi tren, albino malhecho? –Inquirió entrecerrando los ojos. Por toda respuesta, Scorpius miró el suelo sin dejar de carraspear– ¡Responde!

Rose caminó hasta ellos dos, interponiéndose entre el rubio y su primo.

– ¡Déjalo en paz, James! ¡Eres un abusón! ¡Le diré a tío Harry lo que haces! –Le echó una ojeada al grupo capitaneado por su primo– ¡Y con quién te juntas! –Se dio vuelta, tomó a Scorpius por un brazo y lo ayudó a ponerse de pie. Miró a Albus– ¡Y por ti también! ¡Esto es para que veas que los brabucones no están precisamente en Slytherin!

Albus seguía mirando anonadado a James, al parecer incapaz de articular palabra. Era evidente que, por más de que Malfoy le desagradase profundamente, no le parecía motivo suficiente para asfixiarlo el mero hecho de que "respirase demasiado fuerte".

– ¡Dime con quién andas y te diré quién eres! –Rose recitó el refrán mirando a James por encima de su hombro y se fue caminando por el corredor arrastrando a Scorpius consigo, quién no cesaba de protestar.

– ¡Déjame, Weasley! ¡Puedo caminar sólo! ¡No necesito que me defiendas como si fueras mi madre! –Mascullaba sin dejar de sacudir los brazos y tironear de su manga, pero Rose se mantuvo inflexible, sin dejar de murmurar blasfemias hacia su primo James y sus amigos.

Al final se detuvo en un compartimento ocupado por una niña pelirroja de ojos cafés, que leía concentradísima un libro a través de unas bonitas gafas con marcos de colores.

Rose, sin dejar de sujetar firmemente a Scorpius del brazo, abrió la puerta.

–Toc, toc–Dijo sonriéndole a su prima Lucy. La aludida alzó la vista. Sonrió.

– ¡Rose! ¡Pensé que no vendrías! –Exclamó visiblemente encantada, dejando su libro a un lado. De pronto reparó en Scorpius. Arqueó las cejas, poniéndose súbitamente seria.

– ¡Oh, lo siento, no los presenté! –Saltó Rose entre risas–Scorpius Malfoy, ella es mi prima, Lucy Weasley. Lucy, él es mi nuevo amigo…

–No soy tu amigo, Weasley–Dijo Scorpius entre dientes.

–…Scorpius Malfoy–Concluyó Rose.

Lucy se caló los anteojos y se puso de pie, acercándose hasta quedar a menos de medio metro de Scorpius para después analizarlo con los ojos levemente entornados.

–Con que tú eres Scorpius Malfoy, ¿Mmm? –Murmuró más bien para sí misma, ladeando la cabeza en gesto reflexivo sin dejar de observarlo con suma atención.

Scorpius frunció el ceño, incómodo ante la poca distancia que lo separaba de la chica.

–Eso creo–Repuso con desconfianza–, ya te lo ha dicho Weasley a ti…, Weasley.

– ¿Tienes un pasado oscuro? –Curioseó la niña. Scorpius puso cara de desconcierto.

Rose contemplaba la escena conteniendo la risa. Lucy podía llegar a ser algo excéntrica, con su cabello anaranjado, sus lentes con marcos de colores, sus preguntas que podían ser retóricas o no o ambas a la vez, sus libros viejos y llenos de polvo, sus modales a veces algo anticuados. Pero Lucy era muy divertida (A su manera, y vale decir que a una manera la cual sólo Rose podía alcanzar a encontrar), y más divertido aún su modo de comportarse con los demás.

– ¿Pasado oscuro? –Repitió el chico– ¿Qué diantres pasa por tu cabeza, Weasley?

–Lo veo en tus ojos–Explicó Lucy sin dejar de mirarlo de ese modo tan enigmático a través de sus gafas–. Es como si temieras que todo el mundo fuera a hacerte daño. Desconfías de todos los que te rodean…es más: desconfías más de nosotras aún por estar siendo amables contigo.

Rose dejó de reír y observó a su prima con el ceño fruncido. Aquellas palabras eran tan ciertas…bastaba ver el rostro de Scorpius y el modo en que las miraba a ambas con sus recelosos ojos claros para darle la razón a su prima. El niño parecía incomodísimo ante las reflexiones de Lucy.

–Pero la pregunta es…–Continuó Lucy entrecerrando aún más los ojos– ¿Por qué?

Se hizo el silencio. Rose pudo ver que Scorpius había supuesto que la pregunta de Lucy era meramente retórica, mas cuando vio que la niña lo miraba expectante abrió mucho los ojos.

–Yo…

Y en ese momento un sulfurado Albus Potter entró en el compartimento abriendo la puerta de un golpe, acarreando dos baúles, uno de los cuales Rose reconoció como propio.

– ¡Albus! –Exclamó más sorprendida que otra cosa. Su primo llevaba el cabello negro despeinado, las mejillas enrojecidas y jadeaba estrepitosamente.

–Vengo…yo…baúl…tuyo…–Se llevó una mano al pecho y tomó una gran bocanada de aire–. Olvidaste tu baúl.

Rose arqueó una ceja, sin creer en lo más mínimo que esa fuera la causa de que su primo se hubiese tomado el trabajo de ir hasta allí.

–Albus…Todos aquí somos conscientes de que estén donde estén nuestras cosas, no importará, aparecerán solas en nuestras respectivas habitaciones–Las mejillas del niño enrojecieron aún más–. Dime la verdad.

–Es la verdad. Sólo quise alcanzarte tu baúl. Perdóname por ser tan amable, prima–Ironizó el chico, y, sin más miramientos, dejó los baúles donde habían caído para dejarse caer despatarrado en el asiento más cercano a él. Rose rodó los ojos–. Hola, Lucy–Le dedicó un asentimiento a su prima–Malfoy…–Volvió el rostro lo más rápido que se lo permitió su cuello– ¡¿Malfoy? –Se puso de pie con cierto dramatismo– ¡Rose, ¿Qué hace él aquí? –Exclamó mirándola con horror señalando a Scorpius ostentosamente con el dedo. Empezó a sacudir las manos en dirección al chico, como quién corre a un perro del sillón– ¡Fuera, chú, fuera Malfoy, chú!

Scorpius arqueó una ceja. Lucy soltó una risotada.

–Está aquí–Explicó Rose con suma paciencia–porque es mi amigo, Albus...

– ¡Qué no soy tu amigo, Weasley! ¡Me desagradas!

–…Y los amigos son bienvenidos por la familia, ¿Cierto, Lu?

La aludida asintió con una sonrisa, mirando a Scorpius.

–Tus amigos también son los míos, Ro.

– ¡No soy tu amigo, Weasley, ni de Weasley tampoco! –Gritó Scorpius, al parecer comenzando a perder la paciencia.

Por toda respuesta, Rose se echó a reír.

–Escucha, Scorpius… ¿Puedo llamarte Scorpius?

–No.

–Bueno. Scorpius, si vas a llamar "Weasley" a todos los Weasley que hay en Hogwarts no vas a tener mucho éxito–Rose sonrió, divertida. Scorpius frunció el ceño–. Somos muchos. Y cuando digo muchos, es porque somos muchos en verdad.

– ¡A ver si entiendo! –La interrumpió Albus, completamente atónito. Los tres niños lo miraron. Rose, exasperada; Lucy, curiosa, y Scorpius haciendo una mueca extraña que parecía decir "¡Mátame ahora!"– ¿Scorpius Malfoy es tu amigo, Rose? –Exclamó sin poder creérselo.

–Sí–Repuso la niña.

– ¡No! –Gritó Scorpius hastiado.

– ¡Rose, él no puede ser tu amigo! ¡Tú sabes la historia familiar, papá y tío Ron la han contado mil veces! ¡Los Malfoy son basura!

–Gracias–Comentó Scorpius con sarcasmo–. Me ofendería, pero viniendo de ti es un halago. Además, a mí me han dicho lo mismo de ti.

– ¿Lo ves? –Le dijo Albus a Rose indignadamente– ¡Así son!

– ¡Exacto! ¡Así son! –Exclamó la chica. Potter le sonrió a Malfoy con petulancia– ¡Así son ustedes dos! ¡Se dejan llevar por las estupideces de nuestros padres! ¡Ellos son los del problema, no nosotros! ¡A mí me importa muy poco si el papá de Scorpius le hizo pasar las mil y una a mi papá! ¡Scorpius me agrada! ¡Y cómo me agrada, es mi amigo!

– ¡NO SOY TU AMIGO!

– ¡CÁLLATE, SCORPIUS! –Le gritó Rose. Scorpius dio un paso atrás, asustado. La niña siguió gritándole a su primo– ¡Es mi amigo y se acabó! ¿Algún problema con eso? ¡Ahí tienes la puerta! –Dicho esto, señaló con el dedo la salida y se dejó caer en el asiento, respirando agitadamente– ¡Y no, Scorpius, tú te quedas! –Exclamó al ver que el chico intentaba escabullirse.

Soltando un bufido, Scorpius se sentó junto a ella.

Albus se sentó a la derecha de Rose, cruzándose de brazos.

–Conste que me quedo sólo porque James está en el otro compartimento–Masculló mirándose los pies.

–Ah… ¿Lo ves? ¡Los Gryffindor son unos malvados! –Exclamó Rose apasionadamente, contenta de ver cómo su primo por fin podría entrar en razón.

–No hay que generalizar–Razonó sabiamente Lucy–. Prejuzgar para bien es tan malo como hacerlo para mal. Nadie es tan bueno ni tan malo como parece.

– ¡Mi hermano no es malvado! –Lo defendió Albus–Sólo…

–Sólo casi asfixia a Scorpius–Saltó Rose con indignación.

– ¡No fue él! ¡Fue Wood! –Discutió Albus.

– ¿Y a mí qué cuernos me importa si fue Wood? –Preguntó Rose enfadada– ¡A James no le importó que lo estuviese ahogando!

–Bueno, Rose…–Murmuró Albus mirándose los zapatos–. Ya sé que por más basura que sea Malfoy–Comentó apenado, pero sin recato alguno por la presencia del mencionado–no se merece morir ahorcado. Pero por favor–Alzó la vista y la miró a los ojos–no me obligues a hablar mal de mi hermano. No se habla mal de la familia.

La rabia de Rose se transformó en una sorpresa que dio paso a la pena.

–Albus…Qué pensamiento más tonto–Declaró sin dejar de mirarlo con lástima. El aludido puso cara de indignación. Scorpius soltó una risita, pero la detuvo abruptamente apenas se dio cuenta de lo que estaba haciendo–. ¡Es arcaico! Además, no conoces a Scorpius. No sabes si es basura o no–Rose le sonrió a su rubio "amigo"–. No es personal, Scorpius.

–Sí lo es–La contradijo Albus entre dientes.

Rose le regaló una mirada dura.

–Él será tan basura como yo, Weasley. Y no es personal, Potter–Añadió al ver que Albus iba a replicar–: es ser realista.

– ¡Ni siquiera se conocen! –Exclamó Rose mirándolos alternativamente, enfadada–Pero ya verán que cuando pase el tiempo, ambos se darán cuenta de la excelente persona que es el otro y…

–Prefiero arrancarme las uñas de los pies con un par de tenazas.

– ¡Cállate Albus! …y serán grandes amigos–Concluyó la pelirroja– Imagínense… los tres amigos. ¡Como los tres mosqueteros!

–Rose, los mosqueteros eran chicos…tú eres chica…

– ¡Cállate Albus!

–No, no, tiene razón, Weasley–Dijo Scorpius mirando a Albus arqueando una ceja. Rose lo miró sorprendida–. Las chicas no pueden ser mosqueteras…me temo que ninguno de ustedes dos podrá formar parte, cuánto lo siento.

Scorpius sonrió con placer malévolo al tiempo que Albus se ponía de pie para mirarlo con el rostro de un rojo resplandeciente.

– ¿Qué quieres decir con eso, Malfoy? ¡No soy una chica! –Exclamó furibundo.

–Pero si yo me refería a Weasley y a Weasley–Repuso Scorpius arqueando las cejas inocentemente–. Ahora bien, si crees que me refería a ti, por algo será…

– ¡Si serás un…! –Exclamó Albus sacando su varita y apuntándolo con ella. Scorpius sonrió lascivamente.

– ¡Ya basta! –Rose volvió a intervenir, parándose entre ambos–Van a comportarse de modo civilizado. Albus, siéntate ahí y sé bueno. Tú lo mismo, Scorpius.

– ¿Y tú quién eres para darme órdenes? –Preguntaron los dos niños al mismo tiempo. Se miraron sorprendidos, para después entrecerrando los ojos.

–Soy amiga de ambos, y no permitiré otra escena estúpida. Se sientan como gente civilizada.

–Si serás mandona–Murmuraron al mismo tiempo sentándose enfurruñados. Otra vez se miraron con sorprendido recelo.

– ¡Les dije que tendrían cosas en común! –Comentó Rose alegremente, acomodándose en su asiento con evidente satisfacción. Albus y Scorpius le dedicaron idénticas miradas de basilisco.

–Si las miradas matasen…–Comentó Lucy encogiéndose de hombros y retomando la lectura de su libro.