Capitulo 1: Decisión e indecisión

Me duele más dejarte a ti,
Que dejar de vivir,
Me duele más tu adiós, que el peor castigo, que me imponga Dios.
No puedo ni te quiero olvidar,
Ni a nadie me pienso entregar.
Sería inútil, tratar de huir,
Porque a donde voy, te llevo dentro de mi…

Nueva York

Era tarde, ese día había sido particularmente frio, pero Terrence Greum Granchester sudaba copiosamente. Había tomado una resolución

-¡Otra más!- Pensó, - Me estoy hartando de mi mismo y mis grandes decisiones. Ojalá alguien más pudiera decidir por mí para así tener a quien culpar por mis errores.
Tenía relativamente pocas horas de haber llegado a Nueva York. Y todo desde su arribo parecía conspirar para hacerle la vida más miserable. –Te estás volviendo un amargado y un gruñón. No te va a quedar otro remedio que pegarte un tiro si no te controlas de una vez. Al mal paso… darle prisa.
Llegó a las puertas de un edificio de departamentos. Decidió caminar a pesar de la gran distancia desde la estación hasta ese lugar, primero que nada para tratar de serenarse, armarse de valor y buscar las palabras adecuadas y salir bien librado de lo que venía.

–Como si fuera posible salir bien librado frente a un pelotón de fusilamiento. Tengo que demostrarme mi valor como hombre, ya que el amor me ha sido negado. Al menos el honor impedirá que me convierta en un guiñapo. Alguien en este mundo confía en mí y en realidad su opinión es lo único que me importa. Su ejemplo de cómo superar las adversidades es mi inspiración… Mi pecosa, tu imagen no se borra de mi mente. Aunque se me vaya la vida en ello, voy a cumplir cada una de las promesas que te hice, aunque no te vuelva a ver, y aun cuando no vuelvas a saber de mí… Aunque me hayas olvidado… Nunca te olvidaré y siempre estarás en mi corazón como mi ángel de la guarda, recordándome todo lo bello y valioso que tiene la vida, y si llegaste a sentir algo por mí, quiero creer que fue por que tú viste en mí el valor que nadie más quiso o pudo ver. Va por ti mi amada Candy. La mejor actuación de mi vida: la de un hombre de palabra.

Terry terminó el monologo interno justo al momento de tocar el timbre frente a la gruesa puerta del departamento el cual se encontraba en el primer piso del edificio. Debido a la condición de salud de su inquilina se le había dado la opción de mudarse del apartamento en el 3er piso en el que antes vivía ya que le era sumamente engorroso subir y bajar a pesar de que había ascensor en dicho edificio.
Terry pudo ver como la madre de Susana abría la ventanilla de la puerta e inmediatamente la cerraba para dejarlo pasar.

–Terrence! Que sorpresa! No sabíamos que estabas de regreso…
-Señora Marlowe, acabo de llegar de la estación…
-Qué barbaridad! Nos hubieras avisado para ir por ti
-No era necesario, me cayó bien caminar después de tantas horas sentado en el tren.
-Bueno, lo importante es que ya estás aquí, Susana se sentirá muy bien de verte… Han sido unos meses difíciles para ella.
-Oh, me imagino.
-De hecho ella cree que no volvería a verte… Eso le ha afectado mucho, Terry. Ana Marlowe comenzó a sollozar, le dio la espalda para dejar salir un suspiro y las lagrimas que la ahogaban. Terry sintió pena por la mujer, era obvio que sufría tremendamente por su hija.
-Que ha pasado con Susana? Esta mal de salud?
-Ay Terry! Mi hija está cargando con mucho sufrimiento, su salud es sumamente delicada. Ana lo miro a los ojos- Le detectaron una enfermedad incurable hace 3 semanas…
-Que tiene…?
-Diabetes. Si hijo, mi Susi tiene diabetes. La pobre mujer no soportó y se lanzo a los brazos de Terry y siguió llorando mientras él la abrazaba. "Esto no puede ser peor" pensó "me voy a volver loco con tanta maldita desgracia."
-Pero que es eso? Tiene cura? Que le han dicho los doctores? Esta despierta? Él comenzó a hablar atropelladamente. En su corazón sintió una punzada de sincera preocupación.
-Deja te explico, Terry, por favor, siéntate y te pongo al tanto mientras descansas y tomas un té. Ella en este momento está dormida, si quieres un rato mas la despierto para que la saludes, estoy segura que le dará mucho gusto verte.
-Si… está bien, señora, se lo agradezco.

La siguiente hora Ana Marlowe le explicó a un silencioso Terry la situación de Susana, habían notado que la herida de su pierna no cicatrizaba además de que tenía otros síntomas que hicieron sospechar al médico encargado de la salud de la joven que se trataba de algo más. Le mandó hacer estudios de laboratorio para confirmar la sospecha que tenia, la joven tenía diabetes.

-Es una enfermedad incurable, que deteriora la calidad de vida de los pacientes, y en el caso de mi hija, afecta la cicatrización de su pierna. Estoy tan angustiada. Nos somos pobres, pero la verdad me siento sola y mi hija se siente desamparada. Me han dicho que una de los principales factores que intervienen en la mejoría de los pacientes es la tranquilidad emocional.
-Señora, lo que tengo que hablar con ella estoy seguro que ayudara muchísimo a que Susana se recupere. He venido a casarme con ella.
-Terry! Creíamos que te marchaste para no cumplir con tu promesa, incluso ella llego a comentarme que entendía tu reacción, imaginarse a un chico como tu, atado a una mujer con la problemática de ella…
-Señora, seré un hombre con muchos defectos, pero no un malagradecido.
-Pues si, hijo, pero ella no quiere tu agradecimiento, ella quiere tu amor….
-No voy a mentirle, no estoy enamorado de su hija, pero confió que con el tiempo las cosas mejoren entre nosotros, mi respeto y mi compromiso será total, no tendrán un reproche en lo que a mi conducta respecta, claro… si ella aun me acepta.
-No, ella estará más que encantada de casarse contigo, no lo expresa mucho, pero soy su madre y se bien lo que pasa por la cabeza de mi hija, pero… entiende que yo no quiero que nada ni nadie la lastime, ya ha sido suficiente dolor el que ha tenido que padecer siendo tan joven.
-Le juro señora, con toda la honestidad de la que soy capaz de expresar, por mi no va a quedar.
-Eso espero, Terrence, eso deseo con todo mi corazón.

Chicago, Illinois.

Estoy en un lugar oscuro, no veo nada alrededor, es como dicen en los libros, la oscuridad de la boca del lobo, levanto mi vista y en el cielo puedo ver brillar las estrellas, no hay luna. Me siento sola, y en mis entrañas siento que las tripas se me revuelven de miedo y desaliento, como si de pronto supiera con certeza que no hay anda que me espere después de mi muerte, quiero gritar, me duele la garganta como si me la desgarrara a gritos pero no emito sonido. De pronto siento mis propias manos y mis propias uñas lacerándome la cara, es una reacción animal ante tanto pavor, a ver si así consigo despertar, pero no, solo siento como mi piel se desgarra. Y no me puedo desmayar, estoy dolorosamente consciente de lo que me pasa. Pienso en Dios, quiero pensar en una oración que aleje este terror pero…Nada!
Repentinamente unas manos fuertes y cálidas me detienen, me sacuden y me tranquilizan. Oigo su voz, y la reconozco de inmediato
–Que haces? Tu no eres así, tu no eres una cobarde, aquí estoy contigo, pase lo que pase. No te hagas daño por que al hacerlo también me lastimas. Ven recuéstate conmigo, yo te protegeré. No hay nada que temer, solo es oscuridad.- Sigo escuchando esa voz, suave y profunda, y me dejo llevar por el calor y el olor de su piel.
-Mi hermosa niña, eres más hermosa todavía cuando ríes que cuando lloras. Princesa, ángel adorado, déjame aliviar tus temores… confía en mí.
Puedo sentir sus labios revoloteando por mi cara como mariposas inquietas, sus brazos me tienen acunada y me lleno de paz y tranquilidad, mientras escucho murmullos llenos de palabras de amor, halagos y frases que no puedo entender del todo pero que me hacen sentir en el cielo. De pronto veo entre la oscuridad sus ojos, azules, y enmarcados por unas espesas pestañas de color negro. Con mis manos toco su cabello, es largo, y de pronto sus labios se posan en los míos y reconozco su sabor. Es El! Mi corazón vuelve a latir desbocado pero esta vez es de emoción y excitación, mi sangre comienza a cabalgar alocadamente mientras lo miro y una luz comienza a cubrirnos, puedo verlo con claridad y no me quedan dudas. El rostro más maravilloso esta frente a mí y me besa con una pasión exquisita. Yo le correspondo, de pronto todo el temor se ve sustituido por cantos de ángeles y la certeza de un amor más grande e ilimitado que nos cubre y nos bendice en este momento me hacen llorar de alegría, el se da cuenta. Comienza a reír y su hermosa risa me contagia y rio también.
–Amor mío, siempre voy a estar a tu lado, pase lo que pase, ríe siempre, aunque te equivoques, aférrate a tu alegría y podrás saber que soy un hombre de bien gracias a ti.
Despierto, mi corazón late como loco queriéndose salir de mi pecho, tal parece que quiere escaparse e irse volando hacia donde está el hombre de mis sueños. Te equivocas, Candy, tu corazón se quedo en Nueva York la noche que le dijiste adiós.
Así se sucedían las noches, una tras otra, Candy teniendo sueños que empezaban de una manera y terminaban de otra. Empezando como pesadillas y terminando como dulces encuentros eróticos en el que el único protagonista siempre era Terry. Y así transcurrían los días, de manera rutinaria, trabajo, casa, casa, trabajo. Albert le había solicitado regresara a la mansión Andley, después de su presentación como el patriarca de la familia, pensaba que era conveniente que ella no estuviera sola, menos aun sabiendo lo que ella guardaba en su corazón. Por otro lado, el continuaba tratándola con mucho afecto; Candy a pesar de lo bien que Albert le hacía sentir, y de que no dudaba de su amor por ella, deseaba estar sola. De pronto las atenciones tanto del joven patriarca como de sus amigos, Archie, Annie, la gente del hogar de Pony, la hacían sentir como una minusválida, todos la trataban con condescendencia pues, sabían que tenía el corazón roto, y esto mismo le hacía sentir que no podía dar vuelta a la página de su vida donde se encontraba atorada sin remedio.
El Hospital era su único escape y tabla de salvación, trabajando con desconocidos, enfermos necesitados de su ayuda que no conocían su pasado y no la hostigaban pidiéndole superar algo que francamente se daba cuenta cada día más que era insuperable. Hasta en ocasiones se encontraba a si misma fantaseando con que ese desconocido que dormía en la camilla de turno era Terry, o Stear, o incluso Anthony, esos amores que la vida en circunstancias injustas le había arrebatado. O cuando llegaba alguna mujer de inmediato tomaba el lugar de Susana Marlowe, recordaba con dolor lo mucho que ella había sufrido y perdido por su amor a Terry, y una gran misericordia la invadía y la llenaba de certeza de que había actuado correctamente al separarse de lo que más amaba en el mundo.
–Si alguien es capaz de arriesgar su vida por ti… tiene todo mi agradecimiento y fidelidad. Porque su amor tiene que ser si no mas grande, igual que el que yo siento por ti, Terry.

Nunca les ha pasado, en periodos largos de su vida, en la que aparentemente no pasa nada? Solo una sucesión de rutinas encadenadas unas con otras, en las que parecemos autómatas, actuando en piloto automático solo ocupados de sobrevivir e ir llevando las cosas adelante. Sin sobresaltos ni situaciones que generen angustias, y donde las sonrisas son un simple acto reflejo necesario para comunicarnos con las demás personas y confirmarles el hecho de que estamos vivos. Bueno, Candy seguía en ese estado semicatatonico, dentro de una burbuja invisible que ella mentalmente había levantado a su alrededor. Era la gentil y eficaz enfermera, pero mas consciente que inconscientemente, no le permitía a la gente, particularmente los varones, indagaran mas de lo necesario respecto a su vida y sentimientos. Era innegable que al paso de los años había dejado de ser una niña para convertirse en una hermosa mujer. Su cuerpo en el último año se había estirado y le habían salido curvas y voluptuosidades donde antes no había. Era obvio que mas de un medico o paciente, vecino o fulano con el que tropezó por la calle la miro con admiración y algo mas, pero de inmediato se olvidaban de cualquier intento de cortejo por que la joven parecía un maniquí, su rostro era como una mascara de teatro antiguo que no expresaba ninguna reacción a los galanteos. No se alteraba ni contestaba groseramente ante algún piropo o invitación a salir, simplemente lo ignoraba y cambiaba el tema y el galán en turno pronto se daba por vencido, mas que nada por la vergüenza de sentirse rechazado de una forma tan gentil e inocente. Pero había UNO en particular que ya le tenia harta, hasta el punto en el que su buena voluntad estaba llegando al limite. Mientras tomaba su descanso sentada en el quicio de la ventana del segundo piso del hospital, vio llegar al galán más obstinado y estúpido que podía tener. Rodo los ojos hacia atrás y lanzo un suspiro de resignación. Mientras apuraba al último bocado de su sándwich de jamón y queso.

–Aquí vamos de nuevo!.
-Candy! Te buscan en la recepción, ya sabes quien. Le dijo Mildred Robinson, su compañera de esa tarde, asomando su moreno rostro por la puerta del salón de descanso.-Le digo que estas en cirugía y que no saldrás hasta dentro de 2 días? La chica lanzo una risita.
-Ojala con eso bastara para que este me dejara en paz, no, no puedo exponer a Sally a que la vuelva a maltratar como la ultima vez que vino. No Milly, creo que esta vez tengo que tomar al buey, digo, al toro por los cuernos. Candy le guiño un ojo al momento de salir de la habitación, y en cuanto perdió de vista a la chica, su cara perdió la sonrisa y se volvió una expresión de hartazgo y fastidio. Cuando, cuando demonios la iba a dejar en paz, de nada le habían servido las advertencias y amenazas de Albert al estúpido este. Simplemente parecía no entender que ella JAMAS, bajo ninguna circunstancia, estaría a su alcance.-Que monserga!
De pie, dándole la espalda y sosteniendo un enorme ramo de flores de colores, estaba Neil Leegan.

-Neil! Se puede saber que haces rayos haces aquí? Se detuvo a 2 metros de él altanera y desafiante con ambas manos en la cintura. El volteó con el garbo y la arrogancia de león de circo, francamente era ridícula su forma de coquetearle, si Candy no hubiera estado tan fastidiada, tal vez lo hubiera encontrado hilarante.
-Hola, preciosa! Como has astado? Me imagino que ya comenzabas a extrañarme, cierto? Él moreno se acerco a tratar de darle un beso en la mejilla, pero ella con un movimiento ágil se quitó lo cual por poco provoca que él Joven casi se fuera de bruces, pero alcanzo a detenerse de el mostrador cerca del cual se encontraban.
-Que te pasa? Yo nunca te he brindado esas confiancitas, Neil, así que corta el cuento y dime en que te puedo ayudar.
Neil lanzó un silbido y se acomodó un mechón de pelo que se salió de su elaborado peinado, esta vez su mal carácter no se iba a interponer entre sus planes, aunque le costara todo el esfuerzo del mundo, le demostraría a la testaruda sirvienta que sus intenciones eran honorables. La conquistaría al grado de que ella con todo el gusto del mundo se pondría a sus pies y le brindaría la adoración que parecía estar dispuesta a darle a cuanto tipo se cruzaba en su camino, menos a él.
-Candy querida, pasaba por aquí y no dude en ningún momento en venir a darte este detalle, solo para que te des cuenta de lo mucho que tú ocupas mis pensamientos.
-No te enfadas Neil? No te harta que pase y pase el tiempo, y yo continúe dándote y dándote la misma respuesta? Que parte de " tu y yo no podemos de ninguna MANERA involucrarnos en ningún tipo de relación, mucho menos amorosa", no entiendes?

Candy veía anonadada como Neil sonreía y parecía disfrutar con su desesperación. "Es inútil" pensó, "mi negativa solo lo encapricha mas, tengo que pensar que voy a hacer para librarme de esta plaga… este es un contreras, tal vez huya si lo abrazo y le planto un beso… Eso es!" Candy sonrió y decidió poner en práctica el plan exprés que en ese momento se le acababa de ocurrir.

-Esta bien- dijo mientras suspiraba, -Estoy en mi descanso y tengo libre una hora. A donde quieres ir?
Neil Leegan se quedó parado unos segundos y parpadeo varias veces, tratando de cerciorarse de lo que Candy le acababa de decir, se sintió desarmado ante el súbito cambio en la actitud de la chica. Abrió la boca y solo alcanzo a tartamudear sin sentido. Candy encontró sumamente divertido el hecho de haber atinado esta vez. Le tronó los dedos en la cara para hacerlo reaccionar.-Vamos Neil! No tengo todo el día así que si no quieres hablar pues me voy.
-No! Le dijo mientras la tomaba por el brazo. -Claro que me parece perfecto, vamos a donde tú quieras, querida…
-Mira, aquí 1 cuadra abajo hay una cafetería donde sirven un cappuccino delicioso. Acepto el que tu invites, y un pedazo de pastel, si se puede.
-Con todo gusto, no faltaba mas- Dijo mientras le ofrecía caballerosamente el brazo, a lo que Candy como si se tratara de un juego irresistiblemente de jugar, acepto gustosamente.
-Y dime, querida, como te ha ido en el hospital? Cuando piensas dejar esta necedad de trabajar siendo tu Heredera de una de las familias mas poderosas de los Estados Unidos? Honestamente, me parece denigrante que una mujer trabaje, mas aun cuando hay un hombre que puede velar por sus intereses y ofrecerle una vida llena de comodidades.
-Neil, yo…
-No digas mas, en cuanto formalicemos nuestra relación, tendrás, sin lugar a dudas, que dejar este trabajo pera dedicarte a labores relacionadas con nuestro estatus.
-No se por que me temía que dirías eso.
Al fin llegaron a la cafetería y Candy se sintió feliz de soltar el brazo del fanfarrón que cada vez le resultaba más difícil de tolerar. Se acercó a ellos una mesera, ella le sonrió al ordenarle un cappuccino con crema y un pedazo de pastel de chocolate, mientras que Neil con altanería ni siquiera volteo a verla y le pidió lo mismo que había ordenado ella.
-Bueno, Neil. Al fin estamos solos, y quiero platicar contigo de una forma razonable y sincera, pero necesito que no me interrumpas y escuches lo que tengo que decirte, si en realidad te intereso como dices.
Neil la miró de reojo, y sintió un leve sentimiento de desconfianza, pero acordó consigo mismo que tendría la paciencia necesaria para escuchar lo que la mocosa tuviera que decirle. Todo con tal de conseguir que el bizcochito accediera a sus reclamos amorosos.
-Soy todo oídos querida.
Candy suspiro, no muy convencida del resultado que sus palabras tendrían en ese obstinado, completamente fastidiada de escucharlo decirle querida con tanta desfachatez.
-Muy bien Neil, tu aseguras que estas interesado en mi, me has perseguido y exigido hasta el cansancio que me case contigo. Por que? Dame razones de peso para que yo crea que tus intenciones son buenas.
-Bueno, yo…
-Por que, Neil, si me disculpas la interrupción, todavía hasta hace poco me ofendías cada vez que podías, llegaste a golpearme, sin mencionar que tu hermana es la mujer que más me aborrece en este mundo… Entiendes al punto al que quiero llegar?

El no contestó nada, se limitó a mirarla con desprecio, le parecía innecesario rebajarse a explicarle a ella, siendo una don nadie venida a mas, que además de que era un movimiento socialmente conveniente para el y su familia, físicamente ella era dueña de atributos dignos de cualquier hombre como él. Le exasperaba dentro de todo su narcisismo que una gata como Candice White se atreviera a rechazar el sorprendente milagro que significaba que un primogénito de tan alta cuna como Neil Leegan se tomara la molestia de darle un nombre y un lugar legitimo.
-No, y francamente no me interesa. A mi no me gusta que me nieguen lo que deseo, eso es simple y llano, y tarde o temprano tu estarás a mi lado, como debe de ser.
-Y eso según tú, como va a suceder? Dijo ella mientras cruzaba sus brazos y lo miraba divertida.
-Hay muchas maneras de conseguir lo que se desea, puede ser por las buenas, por las malas, por persuasión o por presión.
-Crees que el amor se puede obligar?
-Quién hablo de amor, querida? Yo hablo de algo mas trascendente y valioso, un matrimonio entre tu y yo seria una poderosa alianza económica y política. Y respecto a Elisa, no tienes de que preocuparte por ella, también tarde o temprano terminara aceptando el hecho de que seas mi esposa, y hasta amigas podrán llegar a ser.
"No,no,no… no tiene por donde, es inútil razonar con este descerebrado"
Candy se levantó al momento en que la camarera les llevaba los cafés y los pasteles.
-Lo siento Neil, ya me tengo que ir, tomate el café y el pastel por mi, buen provecho.
-Pero Candy…El intentó levantarse pero ella puso dócilmente su mano en el hombro para impidirselo.
-No Neil, olvídalo, tengo que volver al hospital y no creo que en este rato lleguemos a ponernos de acuerdo. Luego seguimos platicando. Adiós.
- Pe-pero…
-Adiós Neil. Dijo ella saliendo velozmente sin darle tiempo de reaccionar, y dejándolo solo en la mesa frente a dos tazas de café humeantes y 2 pedazos de pastel que se veían deliciosos.
Estuvo a punto de aventarlos, pero le ganó la pereza y mientras sostenía su cara con una mano, con la otra tomaba una cuchara y le daba un bocado al pastel que tenía frente.
-Bueno, se fue sin insultarme ni decirme de lo que me iba a morir, eso ya es un avance, si insisto tarde o temprano va a caer.

Llegó mas tarde a su casa aun riéndose del incidente con Neil, francamente le parecía hilarante la forma en que él se quedó callado cuando ella lo trato con amabilidad. Pero en el fondo de su corazón, su instinto de conservación le decía que no se confiara, que ni Elisa ni Niel eran personas se de fiar, y que ella lamentablemente seguiría siendo blanco de sus deseos de hostigamiento y venganza. No sabía que otra cosa hacer, cada vez le resultaba más difícil lidiar con todas las cargas emocionales que la torturaban, para encima de eso soportar el acoso de los Leegan... Incluso se planteó la posibilidad de ingresar a un convento, y lo llegó a comentar con Albert esa misma noche mientras tomaban chocolate caliente en el departamento de ella.

-Pero por Dios, Candy, tu si que eres ocurrente! Tienes idea de lo que implica la vida monástica? La cantidad de restricciones que se le imponen a una persona que toma los habitos? Perdóname que te lo diga, pero tu temperamento NO va con ello, para que me entiendas, no tienes el perfil necesario para un compromiso tan grande.
-Y tu como puedes saberlo? A mí me encanta ayudar al prójimo, y mi amor por Dios es lo suficientemente grande que me dará fuerzas para enfrentar todo lo que implica el encierro conventual. le contestó ella haciendo un berrinche y levantando la nariz en gesto de reto.
-Nooo, pequeña, nada más te voy a hacer una última observación. Te acuerdas como la pasaste en el colegio San Pablo?. Albert sonrió socarronamente.
-Y eso que tiene que ver?. Le contestó la rubia cada vez más molesta mientras arqueaba las cejas en señal de reproche.
-Nada más acuérdate como te quejabas de las reglas y restricciones que les imponían, y de la cantidad de veces que te castigaron porque SIEMPRE querías hacer tu santa voluntad. O quieres que te haga una lista detallada de cada incidente que tuviste….?
-Noooo, no hace falta…contestó ella riendo mientras él pellizcaba cariñosamente su nariz.
-Ahora imagínate a todo lo que tendrías que sujetarte para ser monja.
-Mmm, creo que tienes razón, como siempre. Candy lanzó un suspiro y Albert sonrió mientras la abrazaba tiernamente.
-Pequeña, tú puedes seguir ayudando desde tu bastión de lucha en el hospital. Tal vez un cambio de aires, el que estudies alguna especialidad te ayudaría muchísimo, piensa de qué manera le puedes hallar mejor sentido a tu vida y date tiempo. Tiempo y permiso de dejar aquello que te lastima y vivir nuevas experiencias que te alegren la vida.
-Si… gracias por decirme siempre lo que necesito escuchar. Te prometo que lo voy a pensar. Tal vez el que debería pensar en la posibilidad de tomar los hábitos eres tú, San Albert. Ella se rio de la broma y el sonrió de medio lado, ese si que había sido un golpe bajo a su orgullo masculino.
-Para mi es un placer, pequeña, siempre estaré cuando me necesites, no lo olvides. Y respecto a lo de mí, siendo monje o sacerdote, no hay nada mas alejado de la realidad que dicho disparate. Tú y yo somos demasiado parecidos en lo que a ajustarse a las reglas se refiere.
-Lo digo por que eres noble y siempre estas dispuesto a dar al que lo necesita el consejo acertado para salir adelante. Para mí tu eres verdaderamente mi ángel guardián.
-Soy solo un amigo que desea lo mejor para ti, soy solo un hombre que necesita proteger a sus seres queridos, nada mas Candy. Quítame en este preciso momento la aureola que puedo ver en tus ojitos reflejada sobre mi cabeza. Quieres? Le dijo riendo mientras la abrazaba cariñosamente.

Esa noche Albert salió a dar la vuelta por la ciudad. Tomaba el auto y salía sin que nadie se diera cuenta. Ya tenía algunos meses desde que se había comprometido con sus responsabilidades a la cabeza de los negocios que había tomado una especie de hábito, una doble vida, que francamente no era imaginada por nadie de su familia. Un día a principios de año recibió en su despacho una invitación a una fiesta privada. Haciendo averiguaciones se entero de que se trataba de un burdel de alta categoría, que presentaba variedad y contaba con la más absoluta discreción y elegancia que hombres de alcurnia y gran poder económico y político de la alta sociedad de Chicago podían buscar. Por un momento y de entrada opto por botar a la basura dicha invitación, pero ese cosquilleo que al fin y al cabo todos los hombres, hasta los más nobles, llegan a sentir alguna vez lo invadió.

-"Y si solo fuera para ver de que se trata esto…al fin y al cabo soy soltero, siempre he estado solo y realmente, no creo que afecte a nadie si voy y mato mi curiosidad". Finalmente tomo la invitación y llego a la dirección que ahí aparecía. Esa noche se escapo al viejo estilo Candice White, vestido con frac brinco por el muro trasero de la mansión donde había dejado previamente estacionado un auto alquilado para no causar sospechas, y llegó a una hermosa residencia a las afueras de la ciudad.
- Bienvenido Señor Andley, lo recibió en la entrada una hermosa y distinguida mujer, madura pero muy bella.
-Me conoce usted?
–Claro! Para que un caballero sea invitado a nuestras reuniones previamente se le investiga, usted comprenderá, no cualquier persona puede ser admitida en un lugar como este, para nosotros la clase y la atención que nuestros socios se merecen esta por encima de cualquier cosa. Nos aseguraremos de que usted pase un excelente rato.
–Disculpe, no me ha dicho su nombre…
Ella, tendiéndole graciosamente la mano le contestó:
-Rachel Dowson. Pero usted puede llamarme Rachel si gusta, Señor Andley…
- Albert, puede llamarme así. El contestó correspondiendo la sonrisa, algo en la seguridad de la mujer le atrajo y le brindó confianza, total, él estaba ahí con la idea de ver y experimentar algo diferente.
Esa noche vio entre las damas que estaban atendiendo a diversos caballeros, hombres que el en persona conocía, muchos de ellos incluso, casados, a una joven particularmente bella, era rubia, llevaba el cabello recogido en un chongo y vestía un hermoso camisón de seda, el cual no descubría mucha piel pero dejaba notar su exquisita figura, en comparación con las otras mujeres que estaban ahí, ella podría decirse, lucia recatada. La observo un buen rato desde el sillón donde se encontraba bebiendo un Whisky y fumando un habano. Ella estaba sentada en una barra mientras escuchaba atentamente al pianista que animaba la velada. En ese momento, y debido a que la joven le llamo poderosamente la atención, le hizo una seña a Rachel, ella se acerco a el.
-Le puedo servir en algo, Albert? Le preguntó solicita.
-Esa joven, me gustaría conversar con ella. Rachel volteo hacia donde Albert señalo con la barbilla y sonrió
-Mmmmm, si, Helen…Muy acertada elección. Albert en ese momento cayó en cuenta a que tipo de "elección" la madame se refería y sintió que el rubor le cubría la cara, y repentinamente se sintió apenado.
-Nononono!, no me malinterprete usted, yo, solo deseo charlar, no piense usted que se trata de otra cosa… Rachel lo interrumpió- tranquilo, Albert, descuide, créame que no estoy queriendo decir absolutamente nada, usted tiene la decisión de hacer lo que usted desee. Si desea compañía, ella se la podrá brindar, o cualquier otra de las que se encuentran aquí, ahora si, es su decisión como desea disfrutar de dicha compañía, aquí nadie le presionara a hacer algo que usted no quiera.
Rachel lo dejó sentado mientras él sentía que se atragantaba con el whisky. La vio dirigirse hacia la hermosa joven, se inclinó hacia ella y le dijo algo al oído mientras ambas le lanzaban miradas de coquetería y complicidad. En ese momento Albert se preguntó en su interior por primera vez en la noche que demonios estaba haciendo ahí.

De lo anterior hacia relativamente poco, pero se sorprendió a si mismo viéndose cada vez haciéndolo con mas naturalidad, la timidez inicial había desaparecido. No se había visto nunca en la necesidad de pagar por ese tipo de afecto, no era un hombre propiamente casto, había tenido algún encuentro romántico en alguno que otro de los lugares por los que vago en su temprana juventud, pero curiosamente, a partir de la llegada de cierta rubia a su vida, dichos encuentros simplemente dejaron de presentarse y el dejo de buscarlos o propiciarlos. Después de esa noche con Helen, abrazó la idea de que lo que hacia era algo, si no correcto, aceptable para el que hasta el momento no deseaba ningún tipo de relación o compromiso, pero necesitaba esos estímulos, necesitaba de alguna forma confirmarse a si mismo que era un hombre sano y funcional. Esa noche, Helen estaba realmente esplendida, parecía esperarlo solo a él, se sonrieron y fue directamente tras de ella. La siguió por la misma escalera de siempre y entraron al mismo dormitorio, oloroso a incienso y perfume oriental. Ella de alguna forma peculiar le inspiraba una ternura, que quizá no se esperaría sentir por una mujer de esa vida. Pero había algo en su rostro o en su físico que le recordaba algo o alguien, sin embargo, de alguna manera, a él le parecía que cuando quería ahondar en ello, la idea se le escapaba como humo, como si estuviera bloqueado. La desnudó, la besó de pies a cabeza y la acomodó gentilmente de espaldas a él sobre el lecho. Ella se soltó el cabello y dejó caer sus rizos rubios en su espalda y lo vio de reojo hacia atrás, mientras entreabría los labios de una manera provocadora.
-Estoy lista, tómame Albert.
El estaba en ese punto lleno de fervor y excitación, la tomó por la cintura y la invadió casi de inmediato, ella lanzó un gemido de placer, mientras que él cerraba los ojos y se dejaba llevar por el meneo de los cuerpos y disfrutaba el contacto y el calor de la feminidad de la joven en su cadera. "Hermosa criatura, me haces sentir en las nubes, sublime… " con los ojos cerrados tomó con una mano el cabello de ella para acariciarlo y al sentir los rizos, un pensamiento repentino lo asaltó. Abrió los ojos atropelladamente y su mente febril le jugó la broma mas pesada que hasta el momento el destino le había reservado, no era Helen la mujer que en ese momento gemía y se retorcía ante su contacto, era otra criatura mas gentil y candorosa la que él penetraba ardorosamente. Sintió que casi se desmayaba de la sorpresa al ver a Su Pequeña desnuda, y por más que quiso despejar semejante aberración de su cabeza, la imagen no desaparecía, hasta que fue imposible luchar contra las sensaciones y las emociones que estaba experimentando, se dejó llevar por la exquisita fantasía y tentación que hasta ese momento tanto trato de callar. Ahí estaba la verdadera razón de su soledad y aislamiento. Mientras aceleraba el ritmo de su cuerpo, y se preparaba para derramarse en ella, su garganta se abrió para dejar escapar el verdadero nombre que yacía enterrado en lo más profundo de sus oscuros y negados deseos: Candy!

El amor de mi vida, has sido tú,
Mi mundo era ciego hasta encontrar tu luz,
Hice míos tus gestos, tu risa y tu voz,
Tus palabras tu vida y tu corazón.
El amor de mi vida has sido tú,
El amor de mi vida sigues siendo tú,
Por lo que más quieras no me arranques de ti,
De rodillas te ruego no me dejes así…

Nueva York

Estoy en la oscuridad, estoy arropado entre los cálidos brazos de una mujer, siento su respiración y me siento seguro. La miro a la cara y es hermosa, me mira a los ojos y me lleno de alegría… Deseo quedarme todo el tiempo así, de pronto siento que unas manos gruesas me agarran por el torso y me arrancan del abrazo de esa mujer, tengo mucho miedo, de pronto ya no la miro y me retuerzo tratando de liberarme de quien me ha arrancado de mi seguridad. Es un hombre, me dice atropelladamente que es mi padre y me llevara a un lugar donde estaré seguro, pero yo no quiero ir a ningún lado, le muerdo en la mano y comienzo a llorar. El me arroja al suelo diciéndome que me convertiré en su heredero y que ya aprenderé a respetar a mis mayores y me deja solo. Trato de levantarme del suelo, pero no puedo, la oscuridad es absoluta, y mi corazón late como loco, siento mis ojos llenos de lagrimas, tengo pavor, solo quiero regresar a los brazos de aquella hermosa mujer que me abrazaba llena de amor. Grito Mama hasta que me quedo mudo con la garganta adolorida y me bato en un remolino de lágrimas, sudor y mocos.
Me atraganto en mi propio llanto hasta que cubro mis ojos con mis manos. Pienso que soy un monstruo, un ser maligno o inservible para merecer el castigo de estar encerrado, lejos, solo. Me parece una eternidad la que transcurre, de pronto comienzo a sentirme cómodo en esta soledad, me siento entumido y quieto, nadie va a lastimarme aquí, no necesito nada. Estoy bien. Veo un punto de luz sobre mi rostro, es muy débil, pero me lastima la vista, trato de cubrirme por que me ciega. Se va agrandando, siento mucho miedo, no quiero que nadie me moleste ni me lastime nuevamente. Le grito que se vaya, que se las vera conmigo. Se abre un agujero y por el se asoma una cara pálida con una naricita llena de pecas y una cabellera brillante…

-Ven, me dice, dame tu mano…
-No! Vete, déjame solo!
–Terry, sal de ahí, estas vivo, ven, yo te ayudare! Su voz es como una alegre melodía, algo que yo nunca había escuchado. Me insiste y mi corazón vuelve a latir en mi pecho.
-Miren a la mona! Deberían encerrarte en un zoológico…Su carita hace una mueca graciosa, que intenta aparentar mucha molestia.
-Ya veras mocoso engreído! Solo intento ayudarte…
-Yo no necesito tu ayuda, no necesito la ayuda de nadie!
Siento como su mano entra por el hoyo y jala mi cabello. Grito de dolor mientras ella ríe. Me lleno de coraje y siento como mis músculos atrofiados vuelven a la vida, me incorporo para agarrar su mano.
–Ora veras señorita pecas! Me las vas a pagar!
–Tendrás que alcanzarme primero!
Comienzo a rasgar las orillas del agujero, es como si escarbara hacia arriba y finalmente salgo, respiro un aire diferente, siento como mis pulmones se llenan de oxigeno y me mareo, me quedo de rodillas en la superficie de la que parece ser mi tumba, y la miro a ella sentada al pie de un hermoso árbol, estamos en una colina llena de vegetación bajo un cielo estrellado y una luna llena de luz plateada.
–Ves que no era tan difícil? Siéntate conmigo, vamos a platicar…
-Quien eres? Que haces aquí? Como sabes mi nombre? Le pregunte altanero, tratando de aparentar frialdad e indiferencia.
- Me llamo Candy, y vine a decirte que estas vivo, Terry. Ya te diste cuenta de donde estabas? Me dice mientras señala el agujero en el pasto del que yo acabo de salir.
–Y por que lo hiciste? –No me vas a dar las gracias? Me dice mientras abre los ojos como platos, asombrada y divertida.
–No! Estaba muy a gusto ahí, nada podía dañarme. Ella se levanta y se acerca lentamente a mí.
–No Terry, estabas muerto en vida, era hora de que vivieras de verdad.
Me siento de nuevo invadido por una sensación de gozo y calidez, como si el frio que mi alma había padecido durante largos años se derritieran al calor de esa verde mirada que me hipnotiza y me subyuga. Levanta su mano y acaricia mi cara, cierro los ojos y tomo su mano para besarla.
–Candy! Yo, yo…
-Terry, solo abrásame.
Nos fundimos en un abraso, y conmovido ante lo que vivo, de nueva cuenta siento que las lagrimas invaden mis ojos, pero es un llanto distinto al que ya había experimentado, es un llanto de alegría y redención…
-No eres ningún monstruo, no eres un ser malo ni despreciable, eres bello en tu interior y exterior, valioso, admirable, fuerte y talentoso, por tus venas corre tu maravillosa herencia y solo tienes que creer en ti mismo para que la reclames.

Ella me mira, y su mirada me dice sin palabras miles de freses llenas de ternura y amor, me dice que ella es para mí, que es mi ángel bendito, que es la mujer que compartirá mi vida y con la que seré inmensamente feliz. En ese instante me siento de nuevo seguro y protegido. Ella es mía, y yo soy solo de y para ella. Siento que mi sangre hierve de gozo y mil sensaciones viejas, mi instinto me domina, y sin saber como ni por que, la beso mientras que ella me mira sorprendida. Eres mía, pienso, te quiero dentro de mi para que nunca me dejes solo. De pronto, ella me empuja y me mira seria, su expresión cambia y se vuelve un gesto adusto, parece que quiere llorar. Siento pavor, no quiero que se enoje, me da pánico haber hecho algo malo que la haga odiarme.

–Por que hiciste eso?
–Es que, no pude evitarlo, quiero que estés conmigo.
–No, no, tu y yo no podemos estar juntos…
- Por que? No puedes dejarme, si quieres no vuelvo a besarte, prometo portarme bien, te prometo lo que tu quieras pero por favor Candy, quédate conmigo. Ella comienza a alejarse y siento mis pies clavados al piso, aunque quiero no puedo ir tras ella. Levanto mis manos en un inútil intento por alcanzarla y me siento de nueva cuenta como un niño pequeño abandonado y angustiado.
-Lo lamento Terry, pero tú y yo no podemos estar juntos, algo muy grande lo impide, pero tú vas a estar bien. Eres fuerte y confió en que lograras. Me da la espalda y se aleja con rumbo al bosque. Veo como se pierde entre las sombras y no voltea en ningún momento a verme. Le grito y se me desgarra el pecho al hacerlo.
-No quiero volver a la oscuridad! Escucho a lo lejos su voz.
-No tienes que volver a ella, eres libre, Terry, tienes que lograrlo por que yo lo lograre.
-Me voy a morir sin ti, Candy! Solo escucho un murmullo que trae el viento.
-Estas vivo Terry, estas vivo… Vuelvo a ver hacia mi tumba, y me niego a entrar en ella, me quedo solo llorando amargamente. El mundo comienza a darme vueltas y siento unas nauseas espantosas, siento que mi cabeza va estallar…
Despierto y me incorporo en mi lecho, estoy bañado en sudor y siento mis ojos mojados, he llorado otra vez y me siento avergonzado de mi mismo. Solo recuerdo del sueño esa espalda indiferente, y me reprocho a mi mismo el no haber tenido la fuerza ni el valor suficiente para haber corrido tras ella y hacerla cambiar de opinión.


COMENTARIOS Y NOTAS:

Fragmentos de la canción El amor de mi vida, de Camilo Sesto.

Gracias de corazón por acompañarme en este viaje, y ojala sea del agrado de todos ustedes. Besos a todas mis camaradas de Facebook, a los habitantes del Chateau de Candy, Primera revisión de la historia publicada el año pasado.