Hace tiempo que no escribo y lo poco que lo había hecho, ha sido borrado. No me siento identificada con esas historias y creo que prefiero empezar de cero.

Subo la primera parte de una tabla de 'Pecados Capitales'. Serán 7 viñetas que espero subir rapidito. Hace tanto que no escribo que casi no recuerdo ni como se hace ^^'

Gracias por leerme.

PD. Casi se me olvida decir que es la primera vez que escribo algo de estos dos y me encuentro un poquito perdida.

PD2. Los personajes pertenecen a Rowling, evidentemente.

LUJURIA

Ella agachaba su rostro sobre el caldero. El vapor impregnaba su piel en forma de pecaminosas gotas de rocío que resbalaban más allá de donde él podía seguirlas con la vista. La clase de Pociones estaba abarrotada de gente y humo, olores acres se mezclaban en la mazmorra nublando la visión. Pero el solo tenía ojos para aquel cuello largo y despejado. El pelo castaño, enredado y recogido en un desastroso moño dejaba a la vista la piel blanca y virgen, pura, suave, sonrosada y húmeda.

'¡Oh, Merlín!' – gimió para sus adentros.

Su vista no podía despegarse de ese punto en que su túnica revelaba el final de su fina clavícula, huesuda, apetecible, lista para ser mordida. Ahogó un gemido de deseo en su mano cuando ella retiró un mechón de pelo de su rostro, despejando su cara redonda, la forma de sus cejas, sus ojos de un color chocolate profundo y esos labios que parecían haber sido profanados con sangre. Mantenía la temblorosa mirada fija en su rostro, con miedo a bajarla siquiera un centímetro más. Finalmente consiguió desviar su mirada hacia su desastroso trabajo tratando de calmarse, pero el fuego sobre sus rodillas no le daba tregua.

Respiró hondo y repasó una vez más la lista de ingredientes sin verla realmente. Los seleccionó, ordenó, cortó y volvió a ordenar antes de echarlos en el caldero tal y como indicaba el libro. Sabía que lo estaba haciendo mal, pero una de sus piernas había entrado en su campo de visión, cortándole la respiración y mandó al cuerno el caldero y todo lo que había echado dentro. Si dedicara a las pociones tanto tiempo como a admirarla a ella, sin duda alguna sería el mejor en ese campo.

Vapores verdosos ascendían del caldero de la chica, envolviéndola en un halo venenoso que a él le resultaba tan conocido. Y así, envuelta en su color, le dieron ganas de besar esos labios hasta hacerlos sangrar, hasta que el vapor mezclado con su sangre roja la hiciesen suya.

Se removió incómodo, vigilándolo todo, comprobando que nadie le observaba. La clase había terminado, no se habría dado cuenta si a ella no se le hubiese caído la balanza y se hubiese agachado provocativamente a recogerla. Agarró fuerte la mesa, como si quisiera destrozarla mientras veía como se agachaba junto a el y como su túnica bajaba unos centímetros, dejando ver el nacimiento de sus pechos, tan blancos como la leche… Otra vez esa maldita piel. Empujó sus cosas hacía la bolsa y salió corriendo de allí. Encontró a Pansy en la sala común y agarrando fuertemente su brazo la arrastró hasta su cuarto sin contemplaciones, ignorando sus gemidos de dolor.

Sin molestarse en cerrar la puerta de la habitación, empujó a la chica contra una pared y con los ojos cerrados intentó imaginar a esa otra, la que desataba la lujuria en su interior, la que le hacía pecar una y otra vez. Arrancó de un fuerte tirón las bragas, que cayeron destrozadas al suelo. Pansy gimió más alto, él le dio la vuelta, ni siquiera soportaba ya ver su cara y forcejeando levemente se bajó los pantalones, acariciando el pelo de la chica un instante antes de tirar fuertemente de el y hacerla suya. Imaginar que era esa otra morena la que gemía lo puso al límite de su resistencia, haciendo que sus bruscos movimientos tomasen aun más fuerza e impulso. Tapando la boca de la chica con una mano para amortiguar sus gemidos de dolor, desgarró su provocativa camisa con la otra y mordió allí donde llevaba horas deseándolo. Y cuando notó el sabor de la sangre en su boca, una fugaz visión de lo que había visto minutos antes, esos pechos tan jóvenes e inocentes, hicieron que acabase bruscamente.

¡Mierda Granger! – gruñó más que dijo, haciéndose a un lado para vestirse, dejado a una Pansy llorosa tirada en el suelo.

Y el solo quiere besarla hasta que sus labios sangren.

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