Una taberna en un pueblo en alguna parte del continente sudamericano. Un lugar casi vacío, a esa hora del día, con varias mesas redondas de maderas. Algunos ventiladores girando para tratar de reducir el agobiante calor. Un hombre entra. Vestía ropa negra, que contrastaba con su piel, blanca como el mármol, y su cabello color nieve.

Camina con pura tranquilidad, rumbo a la barra, donde el dueño del local se entretiene haciendo chirriar un vaso de cristal.

- Le sirvo algo, Amigo? - preguntó, en español, el hombre moreno y de gran altura. Sin un solo cabello en su calvo craneo.

- No, gracias, solo buscaba a una tal…Beldanda - la voz que salía de su boca era tranquila, pacifica. Casi proveniente del cielo. Pero en lo profundo, había una parte oscura, perversa, seductora. Como si hubiese provenido de lo más profundo del infierno. El hombre moreno había atendido a mucha gente poseedora de alguna de esas características. Pero era la primera vez que veía ambas en una sola, y la sensación le ponía los pelos de punta.

No sabía si fue por miedo al extranjero, o por ansía de no seguir escuchando la voz. Solo sabía que señalo en dirección a su vieja clienta, y amiga, casi de forma autómata.

En una de las esquinas de la taberna, la mas alejada y menos iluminada. Había una mujer sentada, bebiendo lo que parecía vino. A pesar de la oscuridad, uno podía reconocer su cabello pelirrojo y su vestido grisaceo. Ni se inmutó cuando el extraño se le acercó.

- ¿Eres Beldanda? - preguntó, con naturalidad, y una sonrisa amistosa. La mujer parecía no inmutarse ante la perturbadora voz del visitante. Se sirvió otro vaso del liquido - ¿Puedo sentarme? - volvió a tratar, esta vez colocando la blanca mano sobre la otra silla de la pequeña mesa.

- Adelante – respondió, dirigiéndole una mirada poco agradable con sus rojizos rojos. El hombre se sentó. Beldanda se sirvió y bebió otro trago antes de preguntarle - ¿hablas ingles?

- Tan bien como el español.

- Bien. Me molesta tener que hablar en ese molesto lenguaje – otro trago más, la botella ya iba a la mitad – pero – continuó – como odio que me molesten sin una buena razón, tienes 30 segundos para contestar ambas preguntas: ¿Quién eres? Y ¿Qué rayos quieres de mí?

- Eres directa ¿no? – dijo acompañado de una risita. Estaba con los dedos entrecruzados, apoyados sobre la mesa.

- 28 segundos.

- Bien, bien: mi nombre es "monam", y tengo un gran proyecto entre manos, para el cual necesito tu ayuda.

- ¿Monam? ¿Que clase de estúpido nombre es ese?

El comentario no parecía ofenderle, al contrario, parecía divertirle. Separó sus dedos y puso cada manos a ambos lado de su cuerpo, señalando que no sabía que decir.

- Que puedo decir, no es tan malo – su rostro estaba desviado, mirando a otra dirección - sigue siendo mejor nombre que – devolvió su mirada a Beldanda, ahora con una expresión perversa – "Mundus" y "Jubileus".

Esas palabras fueron como un switch.

En un instante, Beldanda se había levantado, colocado una mano al borde de la mesa, y levantarla por los aires, para que cayera contra Monam.

Como si nada, Monan apoyo una mano contra la mesa y, con un pequeño impulso, giro encima suyo por un par de minutos, todo mientras agarraba con gracia la botella y el vaso entre sus dedos, asombrosamente sin derramar gota.

Su siguiente movida fue igual de sorprendente. Colocando una mano sobre la espalda de su silla, brincó, para así evitar unas extrañas cosas hechas de un humo negro, provenientes de Beldando. Aún en medio de la proeza, y con su mano derecha aún sobre la silla, la levantó y se la arrojó.

Beldando la destruyó usando la misma cosa negra de antes, ahora cubriendo su puño derecho. Monam volvió a atacar, esta vez, pateando la mesa que seguía en el aire. Beldando también la destruyó, esta vez con el izquierdo. Su visión bloqueada no pudo prevenir el enemigo cayendo contra ella. Trató de atacarle con su derecha. Pero Monam colocó colocó con elegancia su pie sobre el dorso del puño, obligándola a desviarlo y a quedar indefensa ante una patada contra su quijada.

Dio varias vueltas en el aire, antes de caer al piso. Trató de levantarse, para sentir el peso del pie de su enemigo contra su pecho.

- ¿Quién…Qué eres?

- …Algo que quizás nunca debió nacer – respondió, sonriente de nuevo.

- ¿Vas a matarme?

- ¡Por supuesto que no! Ya te dije que tengo un proyecto para el cual necesito tu ayuda – retiró su pie de encima, como señal de buena fe. A continuación, levanto la mesa de al lado, y la colocó donde estaba la anterior. Lo mismo con la silla. El dueño hizo como que no había visto nada, había aprendido que pasar ese tipo de cosas por alto, le evitaba problemas mayores.

Esta vez fue Monam quién se sentó e invitó a Beldanda a imitarle. Tras pensarlo un buen rato, aceptó.

- De acuerdo ¿para que me necesitas?

- Seré franco. Eres famosa por tener conexiones con casi todos los "mestizos" sobre la tierra. Si alguien puede conseguir un ejército de mestizos, eres tú.

- ¿Planeas conquistar algún país? – decía, llena de sarcasmo.

- jajaja, no. No tengo intereses tan simples – explicaba, riéndose - Y no busco un ejército que rivalice con alguno humano. Busco uno capaz de darle pelea al cielo o al infierno.

La expresión de Beldando volvió a cambiar, antes había mostrado miedo ante el hombre que estaba ante ella, como si fuera intocable. Ahora, su rostro mostraba incredulidad, incredulidad ante lo que ese mismo hombre acababa de decir.

- ¿Planeas declararles la guerra? Eso es algo que solo un loco haría, es cierto que tanto Mundus como Jubileus están debiles pero…

- De nuevo, mis intereses no son tan simples, no necesito el ejército para luchar una guerra, lo necesito por si llamo demasiado la atención de alguno de los dos bandos – suspiró, parecía empezar a molestarle tener que desviarse para dar explicaciones.

- Entonces… ¿Cuáles son tus interese?

- ¿Quieres saberlos? – levanto la vista a la chica, esperando haberla convencido. Beldanda no supo que contestar y meditó largo rato, finalmente se decidió:

- Sí.

- Entonces vayamos a dar un paseo, pero antes – le mostró el vaso y la botella medio llena que seguían en su mano. Colocó el vaso sobre la mesa y lo lleno del líquido rojizo. Por ultimo, lo puso frente a ella. ¿quieres beber otro poco de sangre?