El Orgullo del Padre

"Todo ser vivo es producto del deseo, ya sea de superarse, de crecer, de ser mejor. Por eso los padres esperan que los hijos sean como ellos pero mejores, que sean fuertes, que sean listos, que sean un Orgullo"

Cap. III Decepción

Solo un poco mas y lo lograría, solo un poco mas…

-¡MUJER!

El grito ensordecedor logró aturdirlo haciendo que perdiera su concentración, y con ella, la posibilidad de terminar el elaborado mar de cables que había preparado para hacer funcionar su último invento.

-¡Ya voy mono insensible!

-¡¿A quién llamas mono?

-¡Al único insensible de la casa!

Se frotó la frente con resignación y ¿Por qué no? con un poquito de decepción, ya casi era hora de cenar y sin duda eso era lo que quería el mono insensible; alimentarse. No es que le incomodara, el muchacho había tenido una vida demasiado dura y unas costumbres demasiado arraigadas como para hacerlas desaparecer de un día para otro y él siempre se había jactado de tener una paciencia admirable pero…

-¡Ya despertaste a Trunks, bien hecho idiota!

El grito de su nieto le confirmó las palabras de su hija. El niño lloraba con verdadero sentimiento mientras escuchaba los susurros de la mujer intentando calmarlo.

-¡Basta! ¡Calla al mocoso de una vez y dame de comer!

-¡No te daré de comer por idiota y por estúpido! ¡Y olvídate de comer por mi parte hasta que no te disculpes por tu atrevimiento!

-¡La atrevida y vulgar aquí eres tú!

-¡Pues si tan atrevida y vulgar te parezco! ¿Por qué no te preparas algo digno de ti, principito?

Quería ignorar los gritos pero era técnicamente imposible, la casa temblaba hasta los cimientos cada vez que ellos dos discutían, lo cual era muy a menudo. Suspiró cansadamente y colocó sus herramientas de trabajo en la mesita y se recargó contra el respaldo de la silla. Era obvio que no podría terminar su trabajo el día de hoy, pero aun era demasiado temprano para irse a acostar así que decidió quedarse ahí, rodeado de sus inventos. No es que fuese vanidoso ni ególatra ni mucho menos, pero debía de reconocerse a sí mismo cuando hacia trabajos excepcionales que lo hacían sentir orgulloso. Amaba inventar cosas, le era tan fácil y divertido y que además le pagaran por ello cantidades exageradas era una de las cosas que más feliz lo hacían en la vida, claro, después de su familia.

-Querido, la cena está servida.

-Sí, ya voy… - su esposa se retiró con su eterna sonrisa y él no pudo evitar imitarla. Ella siempre fue tan cálida y atenta, eso fue lo que lo hizo amarla, y gracias a Dios, su personalidad amable y sincera no había cambiado con el paso de los años.

-Papá…

No se dio cuenta en qué momento su hija entró al laboratorio en el que se encontraba, tal vez ya se estaba haciendo viejo.

-¿Qué ocurre hija? ¿No deberías estará cenando? – levantó una ceja, intrigado por el desentendimiento de su hermosa hija, la cual solo frunció su ceño en señal de molestia.

-Ese idiota de Vegeta ha hecho llorar a Trunks y me ha costado una barbaridad poder dormirlo, no quiero verlo y que empiece a gritar de nuevo.

-Ya veo… - en realidad no veía, no entendía lo que pasaba, su mente prodigiosa era incapaz de encontrarle sentido…

-Pero tú ve a cenar, yo iré al salón de al lado a terminar con ese proyecto que deje botado ayer

Y sin esperar respuesta la ojiazul se alejó en dirección al ya mencionado salón bajo la mirada atenta de su progenitor.

Hubo algún momento de su vida en que sintió que su vida no podía ser más perfecta: tenía una bella esposa amable y cariñosa, un trabajo que adoraba y que lo enriquecía de manera que estaba seguro sus tataranietos vivirían holgadamente si decidía retirarse, una hermosa hija… suspiró y se encaminó hacia la cocina. No podía negar que en algún momento se sintió el más dichoso del mundo al darse cuenta que su hija había heredado lo mejor de él y su esposa: la belleza innegable y el carisma de su mujer, pero su astucia e inteligencia. Era la digna heredera del imperio tecnológico que poseía y que crecía sin ánimos de detenerse, claro, eso si ella así lo deseaba, pues era bien consiente que tenía la capacidad intelectual y la belleza física para tener al mundo en sus manos si por algún capricho lo deseaba.

Pero no había sido así.

-Querido, tu cena ya se enfrió, ya la meto al microondas.

-No querida, no hace falta, así está bien, siéntate conmigo.

La rubia mujer se sentó a su lado y comenzaron a comer. Comentaron algunas cosas pero nada trascendental. Y finalmente ella le ofreció unos pastelillos, junto con su eterna sonrisa.

¿Por qué su hija no había podido conseguir algo así? ¿Por qué había tenido que encapricharse primero con aquel ladrón del desierto al que solo le faltaba confianza para saltar sobre cualquier par de piernas delgadas? ¿Por qué había aceptado sus infidelidades durante tantos años?

Cuando finalmente su hija abrió sus hermosos ojos azulados pensó que entendería la realidad y buscaría un futuro estable con una persona estable, un caballero que la apreciara y valorara por lo que era más que por lo que representaba: la preciosa heredera de una corporación multimillonaria. Pero no había sido así…

Había llevado a casa a uno de los peores asesinos de toda la historia del universo; un príncipe de una salvaje raza extinta, con aires de grandeza y superioridad, con tantos complejos que jamás lograría superar por el hecho de que jamás superaría su propia condición de príncipe pues no había un trono al cual acceder para convertirse en rey. Y pensó que el ladrón era un mal tipo. Pero no conforme con eso… se había enamorado, se había entregado y como muestra de su innegable amor había engendrado un hijo con el temible príncipe. Pero él no le correspondía igual.

Terminó de cenar, se excusó con su esposa y regresó al laboratorio, encontrando la puerta del salón abierta y dentro una pequeña luz encendida.

-¿Bulma?

-¿Si papá?

-Oh, lo siento, pensé que ya te habrías ido a dormir…

-No papá – sonrió risueña provocando el mismo efecto en su padre – terminare esto y luego me iré a dormir, pero si tú quieres irte a dormir…

-No, no te preocupes, yo estaré aquí al lado…

Regresó a donde había estado cuando comenzó sus cavilaciones y enfocó su vista en el invento en el que estaba trabajando antes de que los gritos lo hicieran desistir. La verdad ya no tenía inspiración para seguir, pero algo le decía que no debía alejarse de su pequeña… como si pudiera protegerla de cualquier forma.

Cuando llegó al mundo y fue colocada entre sus brazos se juró a si mismo hacer de ella una mujer fuerte, independiente, valiente, una mujer de bien. Y no estaba seguro hasta que punto había hecho un buen trabajo y en qué momento su hija dejó de ser la pequeña promesa para convertirse en la triste mujer que estaba en la habitación contigua.

No sabía si estar decepcionado de si mismo… o de ella… Con todo lo que le había dado, con tantas lecciones sobre el bien y el mal, con toda la educación, con toda la inteligencia que sin saber heredo, con su arrasadora belleza… aun así había cometido error tras error; primero con el ladrón, luego con el asesino. Sabía que ya no tendría remedio, su hija estaba completamente entregada al segundo y no le importaba si él no sentía lo mismo, ese hombre no era digno de su pequeña hija, no era digno de su atención, de su amor, de sus cuidados y mucho menos del pequeño Trunks… pero ella no lo había podido ver…

Y eso lo decepcionaba.

Se frotó los ojos y se fijó que ya era muy entrada la noche ¿Cuánto tiempo paso encerrado en sus pensamientos?

Se asomó al salón contiguo y descubrió a la bella durmiente sobre el escritorio. Su rostro estaba tranquilo pero no se veía feliz. Suspiró resignado y pensó en llevarla a su habitación pero descartó la idea al recordar que él ya no podía cargarla como cuando niña. Así que decidió que lo mejor sería ir por una manta y tratar de hacer que su sueño fuera lo mayor placentero posible, o por lo menos lo mejor que se puede estar sobre un escritorio.

Salió del laboratorio y busco en algunas habitaciones por una frazada y una almohada. Pero cuando regresó al laboratorio ella no se encontraba. Era imposible que se hubiese despertado y salido del laboratorio sin haberlo llamado. Se asomó a las escaleras y sus ojos se abrieron como platos al ver lo que ocurría: su hija estaba adormilada entre los brazos del fuerte guerrero que habitaba en su hogar, ella sonreía perezosamente y se dejaba llevar, confiando en él completamente, mientras el hombre la cargaba como si se tratase de alguna figura de cristal, con temor a romperla, por eso subía las escaleras lentamente…

-Gracias, Vegeta… - susurró ella apenas audible. Pero el anciano hombre escuchó.

-Ya, duérmete… que mañana me tienes que preparar de comer…

La mujer se acurrucó mejor entre sus brazos y soltó un suspiro feliz. Y cuando finalmente llegaron a la habitación el hombre que se había quedado a los pies de la escalera pudo ver la parte superior del rostro del hombre… y una sonrisa parecía aflorar de él.

Se recargó en la pared y respiró pesadamente. Tal vez… su hija había adquirido mas inteligencia de la que él tenía… y con ello, la habilidad para ver a través de los ojos fríos del mercenario para llegar al hombre que él había visto hacia unos segundos; un hombre que la cuidaba al subirla delicadamente hacia la habitación que compartían, un hombre que la valoraba al saber que gracias a ella comía y vestía, un hombre que se escondía de todos, pero que no pudo hacerlo con su hermosa hija.

Y entonces, finalmente, se dio cuenta de que había educado bien a su hija, le había enseñado a ver mas allá… y ese, era su orgullo como padre.

FIN

El último de esta mini trilogia :) muchas gracias a quienes leyeron y dejaron review... y si no es mucho pedir... podrían dejar uno mas? :)